Capítulo 26
El sonido estridente del móvil retumbando en el dormitorio hizo que Sally despertara abruptamente.
La mujer tenía los músculos en tensión, rígidos ante la pesadilla recurrente de la que había salido gracias a la llamada. Incorporándose levemente tomó el teléfono y trató de relajar su respiración al responder.
-Hola, Marty.
-Hola, Sally. Siento si te he despertado, no sé qué turno tienes esta semana… -Se excusó, haciendo que ella respondiera veloz, saliendo de la cama.
-Tranquilo, me has sacado de la puta pesadilla de siempre con la camioneta y mi hermana; me has hecho un favor ¿Qué ocurre? ¿Ya hablaste con Papania?
-Sí, eso es. Efectivamente en las cintas del motel no había nada, pero las del banco no las miraron. Le he contado todo lo que Rust dijo que descubristeis en su calle, y están investigando en ello. Quizás podamos averiguar la matrícula por lo menos, pero de momento volvemos a estar de manos atadas: a la espera de que ellos avancen, o nos van a empapelar.
-Ya… gracias por todo, tienes razón; habrá que ser pacientes. ¿Todo bien, por cierto? No sé qué te ocurrió para no poder venir.
-Oh, era algo del trabajo que salió de repente y no podía aplazarlo, lo siento mucho. Espero que no fuera muy duro estar con Rust… -Agregó con un deje de incomodidad tras un leve carraspeo.
-Lo cierto es que no estuvo tan mal como pensé que sería, así que no te preocupes. Quizás le di más importancia de la que realmente tiene, no lo sé. Lo que tengo claro es que no voy a gastar ni un minuto en pensar en ello, que al final es lo que puede obsesionarme. Me limitaré a ser aséptica en mi relación con él y ya está, como si nada hubiera pasado.
-Bueno, supongo que es bueno que te sientas más segura y tengas esa actitud. ¿Volverás entonces a reunirte con los dos?
-Sí, voy a intentar aplicar la teoría, aunque de momento vayamos a tener que esperar novedades.
-Genial entonces. ¿Estás bien? Respecto a tu cabeza y el caso, ya sabes… No hemos hablado mucho desde hace días. ¿No puedes dormir bien aún?
-La verdad es que no mucho -se sinceró ella tras un suspiro, dejando en el baño la ropa limpia que iba a ponerse tras la ducha. -Tengo pesadillas de todo tipo cuando duermo, con el pasado y la culpa… y también me he obsesionado intentando encontrar esa puta ranchera por cualquier lugar por el cual paso, soy una idiota… Pero estoy mejor, Marty; trabajando en controlar todo esto. En serio, no tienes que preocuparte, gracias.
-Vale, te creo, Sally. Sabes que puedes llamarme si necesitas algo, cuando sea. Vamos a acabar con esto, no sé cuándo, pero te prometo que lo haremos.
La morena sonrió mientras lo escuchaba, sintiendo aquel cariño aflorar ante la actitud del detective, siempre intentando ser positivo para animarla.
-Lo sé, confío en ti, Marty. Gracias de verdad. Llámame cuando sepas algo, por favor.
-Claro, no te preocupes. Adiós, Sally; cuídate.
-Y tú. Adiós.
Tras colgar la mujer dejó el móvil en uno de los estantes del baño, tomándose un segundo para pensar en la suerte de tener a aquel hombre entre tanta oscuridad, pasando después a desvestirse y meterse en la ducha.
Pocos minutos pasaban de las doce de la noche cuando Sally salió del trabajo por la puerta trasera, despidiéndose de otra de sus compañeras mientras cada una se dirigía a montar en su coche y abandonar el lugar.
Como ya era costumbre desde hacía semanas, la morena contempló por el espejo interior del vehículo aquel que iba detrás al salir de la autopista para entrar en la ciudad, haciendo que sus alarmas saltaran como había ocurrido hacía un par de días.
No reconocía aquel todoterreno blanco, pero sí le pareció reconocer al conductor afroamericano. La camarera se vio sumergida en la lucha entre la racionalidad y la paranoia, poniéndose nerviosa sin saber qué hacer o creer, notando como a cada segundo el miedo ganaba la partida.
Sally trató de controlarse, utilizando la misma táctica que la última vez cuando aquella gente la disparó incluso, con lo que continuó el camino como si fuera a su casa, pero la pasó de largo para tomar la interestatal y salir de Baton Rouge.
Aquel todoterreno seguía su camino, aunque a una buena distancia entre los pocos vehículos que circulaban por la zona. No obstante, aquello no lograba tranquilizarla o alejar el miedo de que realmente la estuvieran siguiendo, con lo que su cabeza la torturaba con aquellos oscuros recuerdos de hacía semanas.
La mujer aceleró para poner más distancia entre ambos, contemplando por los retrovisores al coche que no conseguía perder de vista, lo que hizo que llevara su mano diestra a la guantera, sacando la pistola de Cohle para dejarla en el asiento del copiloto.
A medida que se acercaba a su destino, la mujer pisaba más seguido el acelerador ante el ascenso de la paranoia y el terror, ya ni siquiera siendo capaz de discernir si el coche también aumentaba la velocidad para perderla o no. Sólo podía pensar en llegar a la casa de Rust, lo más cercano a su hogar.
Sally tuvo que frenar en seco para no perder el control de su coche al girar para entrar en el parking del pequeño bar, deteniendo el vehículo con un frenazo más que audible. Al segundo alzó la vista hasta el espejo interior, y con el corazón encogido esperó ver el todoterreno blanco mientras tomaba el arma a su lado.
Su corazón volvió a latir cuando vio al coche pasar de largo, continuando el trayecto por la autopista sin ningún movimiento raro. Fue entonces cuando suspiró con alivio, depositando la pistola en el asiento nuevamente para llevarse las manos a la cara; se sentía abrumada por muy distintas emociones, empezando a destacar una de bochorno al verse en aquel lugar. Aún podía huir sin ser vista si se daba prisa.
De pronto, la joven se asustó cuando llamaron a la ventanilla de su lado, contemplando a Rust al otro lado mirarla con extrañeza.
Todas las emociones de miedo se esfumaron para dejar espacio a la vergüenza. Maldiciendo interiormente bajó la ventanilla a un gesto del hombre, continuando aún con el motor en marcha. Dejó que el rubio fuera el que comenzara la conversación.
-¿Qué ha pasado?
La morena apartó la vista de él para seguir su mirada hacia la pistola, volviendo después a buscar sus ojos para tratar de hablar con serenidad.
-Creí que me seguían. Desde esa noche se me está yendo la cabeza con esa mierda. Un coche seguía el mismo recorrido que yo desde que salí del curro, así que no paré en casa y traté de ver si me seguía o qué. Me siento muy idiota. Lo siento.
-No pasa nada. ¿Estás bien? -Agregó tras un breve silencio, vislumbrando que las manos de la mujer sobre el volante temblaban.
-Sí, claro. Ha sido una tontería… me marcho ya.
Rust no se dejó engañar por su falsa sonrisa, y antes de que pudiera meter la marcha, apoyó sus manos en el hueco dejado por el cristal para hablar.
-¿Por qué no sales y te fumas un cigarro antes de irte? Deberías relajarte antes de conducir. Venga, acompáñame; puedes dejar el coche aquí mismo.
Sally asintió lentamente, pasando entonces a apagar el motor y guardar la pistola de nuevo en la guantera. salió despacio del coche con el bolso en la mano, cerrando el vehículo antes de seguir a Cohle hacia su casa, puesto que era jueves, y por tanto, uno de sus días libres.
El repentino y tenso silencio hizo que empezara a sentirse nerviosa y desubicada; aquello era una pésima idea, era plenamente consciente, sobre todo cuando se descubría deseando estar con él, escuchándolo mientras se perdía en el azul de su profunda mirada.
La joven se riñó internamente al verse pensando en ello, obligándose a volver a la tierra y seguir con su plan de enterrar aquellos sentimientos que tanto vértigo le daban.
