Nada de Katekyo Hitman Reborn o Harry Potter me pertenece, solo la historia y uno que otro agregado que aparecerán más adelante en la historia.


Overconfidence Effect

Capítulo 1 - Takeshi

- Tsk, ¿sabes en lo que te estás metiendo? - Un chico de pelo gris le habló en voz alta, un cigarrillo a media vida entre sus dedos, sentado sobre un contenedor de basura. - No, ¿cierto? - Se respondió a sí mismo, dándole una mirada de arriba abajo como si no fuera nada impresionante lo que veía.

- No, ¿pero qué te importa? - No había más nadie en ese lugar, había creído que no había ni un alma, por lo que tenía que ser con él. Lo quisiera o no.

El chico de pelo gris bufó por lo bajo, tomando una larga calada de ese cigarro antes de arrojarlo al suelo sin cuidado alguno. Se bajó del contenedor de basura y le dio la espalda, haciendo un gesto de mano que solo podía significar que lo siguiera, caminando sin prisas en dirección opuesta a la que iba.

Debatió por un momento sobre si era buena idea seguir a un completo desconocido cuya pinta decía que tenía tiempo sin conocer lo que era una ducha o ropa limpia, antes de encogerse de hombros y reajustar su bolso antes de seguirlo. En el peor de los casos tenía su bate. De cualquier forma no tenía nada que perder, y no es como si fuera a terminar muy diferente a él si… no, mejor no pensar en eso.

- No es mucho, pero es mejor que nada. - Esa fue la bienvenida a un apartamento. A primera vista, el lugar dejaba mucho que desear y había vivido muchos mejores días. De hecho, la zona en general dejaba mucho que desear, no solo el edificio o el apartamento. - No hay agua, y por los momentos hay electricidad. - ¿Por los momentos…?

- ¿Por qué la ayuda? - Se le era extraño, ¿a menos que fuera para-

- Si quieres dormir afuera, adelante. - El chico se encogió de hombros, sin darle más atención que un leve vistazo. - Puedes agarrar cualquier lugar de la sala, o del cuarto, da igual. No esperes comida o nada más. Si puedes ayudar a pagar la renta, fantástico, de otra forma veremos si logramos durar hasta el otro mes. ¿Preguntas? - Uhhh…

- Takeshi. Yamamoto Takeshi. - No sabía si era una buena idea presentarse o no, o siquiera dar su apellido, pero no era como si tuviera nada que ocultar. - Tomaré el sofá, si no hay problema. - Y dormiría con un ojo abierto. ¿Ayudar a pagar la renta?, ¿siquiera podría conseguir trabajo?

- Hayato, solo Hayato. - Huh, okay. Al menos ya tenía un nombre y no tenía que seguirlo llamando chico de pelo gris en su cabeza. - Buenas noches. - Dicho esto, Hayato desapareció detrás de una puerta, quedando todo en completo silencio.

Quedo alli, parado y mirando a esa puerta como un tonto por unos minutos, tratando de procesar lo extraño de todo el asunto. Sin pensarlo mucho, exploró buscando el baño y tardíamente recordando que no había agua. Los arreglos fueron mínimos y pronto estaba acostado sobre el sofá, usando el bolso como almohada, los brazos cruzados detrás de la cabeza.

Quizás no había sido una de las mejores ideas agarrar su mochila y meter lo primero que se le ocurrió y salir sin planes de regresar, pero no podía decir que se arrepentía. Luego de unos días o tal vez un par de semanas, su padre estaría más tranquilo de seguro. No sabía cómo sentarse y decirle a su padre lo que pasaba, y dudaba mucho que pudiera entenderlo. El caso era que no podía estar más allí, no podía, no ahora y probablemente nunca.

Se preguntó si acaso había otra forma, otra decisión, que pudiera haber tomado, pero nada se le venía a la cabeza excepto que ya no podía estar allí sin cometer una locura. No podía estar más allí.

Sonrisas falsas. Amistades que no existían. Palabras cubiertas de azúcar un momento, detrás llenas de sal. Hipocresía. Estaba cansado de todo eso, ya no quería estar más allí. Béisbol o no, ya no podía estar allí.

Forzar sus labios a formar otra sonrisa se sentía como intentar levantarse en las mañanas cuando lo último que quería era levantarse.

Esperaba que, algún día, papá pudiera perdonarlo por esto.

Ya no podía estar allí. No podía.

•°•°•°•°•°•

Despertó gracias al golpe de una puerta, justo a tiempo para que algo pesado cayera justo a su lado, en una mesa que rehusaba a terminar de morir, de mala gana.

- Almuerzo. - Ese fue su saludo, un anuncio seco y sin energía.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, Hayato desapareció por un pasillo, dejándolo pestañeando como un búho.

- ¡Gracias! - No tenía idea de si lo oyó o no, pero esperaba que si.

Onigiri. Y soda. Ah, también carne. No era mucho, pero era una comida y una que no había pedido, una gratis. Para alguien que había dicho que no esperara comida, esto era extraño. Bueno, no había que mirarle el colmillo a caballo regalado, ¿no?

- ¿Algo en lo que pueda ayudarte? - Preguntó tan pronto vio señales de vida del otro chico.

No tenía idea de que hacer, aparte de vagar a ver que conseguía. Había planificado 0 segundos. Su mal.

- Busca un trabajo, idiota. - Bueno, eso fue lindo. - Ven conmigo, a ver si aprendes una cosa o dos. - Okey, el tipo era medio cascarrabias. Podía vivir con eso.

- Okey. - Cascarrabias o no, no parecía una mala persona.

No tenía nada valioso que le pudieran robar de todas maneras. No es que igual quisiera que lo robaran, claro está.

•°•°•°•°•°•

Habían encontrado un punto medio, un equilibrio, entre ellos dos. Nadie hacía preguntas del pasado de nadie o como habían llegado a donde estaban, lo cual agradecía mucho muchas gracias, y nadie comentaba si no decidían compartir algo o no. Si esto era lo que era tener un compañero de cuarto, no creía que fuera tan malo como lo hacían sonar.

- ¿Crees que nos alcance para este mes? - Si lo hacía no creía que alcanzaría para mucho más.

Cuando Hayato le dijo que no esperara comida no se refería a que no iba a compartir o que no iba a haber, se refería a que no esperara nada con regularidad. Conseguir trabajo no era tan fácil como se creería, especialmente para adolescentes que aún les faltaban años para obtener la mayoría de edad, y con ello todo lo demás se complicaba.

- No. Faltan 20. - Una tontería, pero el dueño no era una persona agradable. Cualquier excusa era buena para-

Pestañeo como un idiota ante una mano bastante palida que salio de la nada, dejando unas monedas en su palma que sospechosamente parecian ser 100 yenes. Hayato, quien estaba a su lado contando el último pago que habían recibido, quedó como un búho.

- Que. - No era el único que quedó perplejo por la nueva presencia. No sintió nada.

Entre ellos dos, él era quien tenía mejor percepción y Hayato quien tenía la mente más ágil. No es que eso los salvará de todo, pero hacía la vida más fácil cuando podía.

- Perdón, ¿pero oí que les faltaba 20? - El chico, de donde rayos salió, les sonrió nerviosamente, escondiendo sus manos detrás de su espalda y comenzando a caminar lejos de ellos. Estaba sucio de pies a cabeza en tierra, moretones y raspones. - Me sobraba un poco, ¡así que no pasa nada!, ya-owww…

¿Se tropezó con qué?, ¿con aire?

- ¿Estás bien?, ¿dónde te diste? - Fue aquí, siguiendo a Hayato, que noto un par de cosas.

El chico era más pequeño que ellos, en altura. También era un menor de edad. Estaba solo, y este no era uno de los mejores lugares para andar por su cuenta. Y había algo en él, no sabría decir qué, que le llamaba la atención.

- ¡No no!, ¡estoy bien!, ¡no se preocupen! - En un flash el chico estaba de pie, como si nada hubiera pasado, un par de hilos de sangre en la frente como recuerdo de esta última caída.

Con esa misma energía se zafó de Hayato, un logro, y se perdió por la calle teniendo como tres tropezones en el proceso y solo la suerte evitó que cayera al piso otra vez.

Algo le decía que todas las heridas que cargaba encima eran accidentales y el chico era increíblemente torpe. Miro el dinero en su mano y se preguntó si acaso esto había sido alguna clase de intervención divina, porque este tipo de cosas no pasaban.

- No me lo imagine, ¿verdad? - Le negó con la cabeza a su acompañante. - ¿Quien carajo regala dinero…? - Muy buena pregunta.

- El tipo de ahorita, aparentemente. - Si era tan torpe como lo que vieron, ¿como rayos ninguno lo sintió?

Al menos ya tenían el dinero de la renta de este mes. Y nada para la cena. Oh bueno, ya verían qué harían.

•°•°•°•°•°•

- Yamamoto Takeshi, por faltar a clases serás mordido hasta la muerte. - Dijo una voz helada justo detrás de él seguido de una tonfa en la cabeza.

Honestamente había durado mucho, pensó para sí con una mueca, comenzando a correr porque no había forma ni manera en la que fuera a vencer a Hibari. Y no planeaba volver. Si no podía ganar y no podía negociar, no le quedaba más remedio que huir. Eso no haría más que molestar más a Hibari, pero no era como si tuviera muchas opciones.

Y qué mal momento, Hibari no tenía idea de cuánto le costó conseguir lo que tenía en la mochila. Era comida para una semana completa, una semana. No iba a dejar eso de lado porque Hibari deseara morderlo hasta la muerte por capricho. En serio, ya debía de haber perdido el año, ¿que importaban más inasistencias?

Hizo un desvío y rezó para que Hibari siguiera de largo y no lo viera en ese espacio tan reducido. Si lo hacía no sabría que haría porque no era el hombre araña para escalar las paredes a una velocidad luz. No era-Grandes ojos caramelo le devolvieron la mirada, llenos de sorpresa y miedo. Hizo una mueca y rezo porque esta otra persona no hiciera ruido, o ambos morirían a manos de Hibari.

Afortunadamente en ese momento sintió movimiento apresurado y la intención asesina que congelaría a muchos en el acto y haría temblar a muchos más.

Paso de largo.

- Ma ma, perdón por eso… - Susurro una vez que estaba seguro de que estaba a salvo. Rato después.

Un leve murmullo conocedor le dijo todo lo que necesitaba saber y suspiro aliviado. Bien, no hacía falta explicar el-

- No podrás huir por siempre de Hibari-san si permaneces en la ciudad. - Ehhh… no creía que ni cambiando de país haría mucho si Hibari hubiera decidido morderlo hasta la muerte.

Nada parecía ser capaz de detener al prefecto demonio de Namimori. Nada. Se creía que ni siquiera era humano.

- Debe tener gente más importante en la mira. - Esperaba.

Un momento…

- ¿Eres un estudiante de Namimori? - Lo último que quería ver, que quería saber, que quería vivir era…

- ¿Importa? - Una leve risa divertida. - No tienes que ser un estudiante o siquiera pisar la escuela para que Hibari-san decida morderte hasta la muerte, si no lo sabías. - Había algo de humor en lo que decía, como si la persona encontrará algo chistoso y al mismo tiempo poco esperanzador.

Lo último podía entenderlo perfectamente.

- Pero Hibari solo persigue a los estudiantes que rompen reglas o gente que considere fuerte. - Había una buena razón por la cual la delincuencia era tan baja en los alrededores de donde patrullaba Hibari y su comité.

- O le genere interés. - Agregó el chico casi curiosamente. - Hibari adora una buena pelea, pero también es razonable. Quizás te deje en paz si le ofreces algo y te explicas. Claro que tendrás que agarrarlo de buen humor. - "De otra forma te hará una pulpa en el piso antes de que puedas abrir la boca".

- Jajaja… no. - No era una opción que pudiera tomar. - ¿También te escondes de él? - Pero si no era un estudiante…

- No lo haría si no fuera tan caprichoso. Estoy bien, pero no me cree. - Arqueo una ceja.

- Es Hibari. - Se limitó a decir, sin querer decir que esconderse de él no solucionaría nada porque sería hipócrita de su parte.

La parte en donde aparentemente Hibari estaba cazando a alguien solo por su bienestar no se la creía, pero no estaba allí para discutir con nadie.

- Bueno, fue un gusto. - Ya había pasado tiempo, debería de ser seguro salir y seguir su camino. - ¡Nos vemos!

No creía que se volvieran a ver, por eso no pregunto nombre. ¿Para qué hacerlo si no se volverían a ver?, no le veía el caso.

- Adiós… - El chico de ojos caramelo debía de pensar igual.

Si se hubiera quedado un poco más o hubiera mirado atrás, hubiera cambiado de idea.