FELINETTE NOVEMBER

- 2023 -


"Siempre fuiste tú"


Capitulo 5: Frustración.

Louis Agreste esperó por Emma Fathom varios minutos, hasta darse cuenta que ella no iba a desayunar con él. Revisó su reloj por enésima vez y suspiró, derrotado. Chasqueó la lengua y enrumbó hacia la sala donde le tocaba defender su trabajo.

Emma Fathom, por su parte, y como siempre, no escuchó el despertador que había programado para desayunar con Louis. Fue una verdadera suerte que su antifaz para dormir se le escurriera del rostro, porque así, pudo el amanecer despertarla.

Y Emma abrió los ojos, sobresaltada.

Se había despertado casi para la hora de comer, saltándose el desayuno y el café de media mañana.

Se duchó rápidamente y se cepilló el pelo a la carrera, cogió su bolso, sus apuntes y empezó a correr.

Llegó al Congreso cuando ya la primera parte de las sesiones estaban concluidas e iniciaba el descanso de dos horas para la comida. Se sintió muy mal debido a su tardanza. Era habitual que fueran sus padres quienes la despertaban por las mañanas, puesto que el despertador de Emma tenía un sonido muy bajito. Ella volvió a extrañar Londres, otra vez, volvió a pensar en sus padres, en su historia de amor extraña, y en lo incómoda que era la vida, lejos de ellos.

Quizá debía llamarles y preguntarles por lo todo lo que había averiguado, pero conversar, le dio angustia. Sin embargo, debía hablar con alguien definitivamente, así que buscó en el teléfono su número, y justo en el instante en el que iba a llamar...

- Emma - Oh. Louis Agreste estaba ahí, omnipresente, enfrente suyo. Y parecía cansado y triste, frustrado, o decepcionado tal vez. - eh...me alegra verte, quizá podamos hablar más tarde, ahora debo irme porque mi padre me ha invitado a comer y, hace mucho que no le veo, aunque vivamos en la misma ciudad. Así que debo irme. Lo siento. -

Emma le sujetó del brazo y abrió los ojos, desconcertada.

Ella no faltaba a sus citas ni de trabajo ni académicas, pero no sabía bien qué cita era la que tenía con Louis. Se había perdido su exposición, el desayuno, las sesiones. Se sentía culpable y torpe. Y ahora, él se iba sin poder ella explicarle el porqué no había asistido. Tampoco es que "quedarse dormida" fuera una gran excusa, pero debía dársela.

Con la mano que tenía libre, Emma hurgó en su bolso y sacó su cuaderno de notas, cuando intentó escribir descubrió que le temblaban tanto los dedos que dejó caer el bolígrafo, el cual rodó y rodó, a kilómetros de ahí. Emma se apresuró a cogerlo, pero el bolígrafo se alejaba más y más.

- Déjalo Emma, ya hablaremos después. -

Louis Agreste se dio media vuelta e intentó marcharse.

- ¡No! - exclamó Emma, con voz de ultratumba. Todos se voltearon a verla. Louis, el primero de ellos. Emma se asustó del tono de su propia voz e hizo un rictus de desagrado, como si hubiese chupado un limón, para después taparse la boca con ambas manos.

Un matemático que pasaba por ahí, joven y guapo, logró alcanzar el bolígrafo en el suelo y se lo entregó ,solícito, a Emma, mostrándole una gran sonrisa. Emma asintió, sonriéndole también, agradeciéndole en silencio. Louis frunció el ceño, celoso. A él le había costado mucho una sonrisa de ella, y ese desconocido la obtenía tan solo recogiendo un bolígrafo que bien pudo haber costado unos céntimos.

- ¿No puedo ir a comer contigo? - escribió Emma en su cuaderno, raudamente.

Louis dejó de asesinar con la mirada a aquel joven matemático y leyó lo escrito, con detenimiento.

- Oh, no lo sé. Mi padre es alguien con bastante mal genio, Emma. Y podría pensar que... - de repente, Louis se quedó callado. Parecía estar pensando. Luego de unos segundos, sonrío intensamente y exclamó, excitado. - ¡Sí! ¡Ven conmigo a comer! -

Era una buenísima idea.

Emma Fathom conocería a su padre, Adrien Agreste. Probablemente la comida saliese todo mal, porque Emma no podría hablar pero al menos, Adrien Agreste conocería a su próxima nuera. Era una oportunidad que no podía desaprovecharse, además que Louis no entendía cómo es que su padre, sin motivo, quisiera reunirse con él. Aparentemente era su día de suerte, aunque defendió muy mal su trabajo, no supo responder a las preguntas del público y se quedó dormido en las dos últimas conferencias. Pero ahora, todo mejoraba. El sol salía, el cielo era azul e iba a comer con el amor de su vida.

Y con su padre, por supuesto.

Con ánimos renovados, y pensando que su vida sólo mejoraba, Louis estiró una mano para que Emma la cogiera, pero ella contempló esa mano abierta, latente y concluyó que no tenía sentido cogerla, porque ella andaba bien sola.

Louis suspiró, enamorado, cuando Emma pasó a su lado, obviando su gesto.

Ella era genial, indudablemente.

Las presentaciones en el restaurante lujoso las hizo sin percatarse en la cara de asombro que su padre tenía impresa en sus ojos. El restaurante era bastante elegante, y Louis cumplió con los modales que Nathalie, su media-abuela, le había enseñado. Retiró la silla para que Emma se sentara, ella lo hizo con una majestuosidad innata, poniendo recta la espalda. Luego, en simultaneo, Adrien y Louis se sentaron alrededor de ella, también erguidos en sus sillas. Emma estiró la servilleta de tela sobre sus muslos y apoyo sus manos en su regazo. Sonrió levemente.

Ella no pronunció ninguna palabra.

Louis aceptó que él sería el intermediario y el verdadero motor en la conversación.

- La doctora Fathom es un prodigio. - le dijo a su padre - Me honra que nos acompañe en la mesa... -

Adrien Agreste, todavía con los ojos muy abiertos, contempló al único hijo que había tenido en esta vida con sorpresa e incredulidad.

- ¿Doctora Fathom?. - repitió para sí mismo, Adrien.

Louis asintió.

- ...Es británica. Ha publicado muchos trabajos sobre cálculos logarítmicos en los nuevos modelos de espacio-tiempo de...- Louis se interrumpió, al darse cuenta que su padre no lo oía, sino que estaba mirando muy fríamente a Emma.

- ¿Emma Fathom?. - le preguntó Adrien Agreste.

Emma asintió, mientras corregía la orientación de los cubiertos de plata que les habían puesto en la mesa. Frotó, con un dedo, la base de su copa de agua, y comprobó con algo de desagrado, que la copa no estaba realmente tan limpia como debía estarlo. Pensó en pedir un cambio de copa, justo cuando Adrien Agreste empezó a acribillarle con preguntas sin sentido.

- ...¿Tu madre está bien? ¿Está aquí, contigo? ¿En París?...¿Por qué no contestas a mis preguntas? ¿No puedes hablar? ¿Tienes algún problema de audición? o ¿Él te ha dicho que no lo hagas, que no me hables?... -

Emma dejó su obsesión por las cosas limpias a un lado, en tanto captaba el tono mordaz y desvergonzado del padre de Louis. Era pura mal educación. Adrien Agreste le preguntaba por su familia, a pesar que él fuera un completo extraño, e insinuaba, o mejor dicho, cuestionaba su capacidad para hablar con las personas.

La hizo sentir incómoda, todas aquellas preguntas.

La gente ,en general y salvo pequeñas excepciones, la hacía sentir incómoda.

No era la primera vez que un desconocido se sorprendiera de su silencio, ni de su aversión al ruido. No era la primera vez que ella lidiaba con ello. Antes, en su infancia, veía cómo sus padres la defendían a muerte. Su padre era un hombre terrible, severo con los extraños, pero amable con ellas. A Emma le parecía genial su altivez, su elegancia, su mirada tan verde y tan brillante. Emma, de pequeña, se subía a un pequeño taburete frente al tocador de su madre, y durante largos minutos, ella hacía sentar a su padre, mientras le cepillaba el pelo hacia un lado, hasta dejarlo perfecto. Su madre la contemplaba desde la puerta. Su padre le pagaba el servicio con un beso en la frente o una leve caricia en un bucle de sus rizos.

En cambio, ese amable padre mutaba en un ser bruto y violento si alguien osaba meterse con ella. La protegía contra todos y de todos. La salvó del sistema educativo británico, tan obtuso y disciplinado, implementando la educación en casa. La libró de la soledad, trayendo cuanto gato quisiera meterse en la mansión. La rescató de su vida gris, diseñando un invernadero donde su madre y ella tuvieran flores todos los meses del año. Y fue él, quien le hizo un columpio, con sus propias manos, una semana después que muriera su agapornis.

- Mejor quedémonos con los gatitos, cielo. - le susurró en el oído, antes del primer vaivén en la silla del columpio. - Viven más y no ladran como los perros, son limpios y siempre caen de pie. -

Emma pensó en su bellísimo agapornis, ruidoso pero hermoso.

- Te calientan en el invierno, y ronronean, lanzan maullidos muy cálidos y suaves. - Su padre le dio un empujón más fuerte. Sintió sus amplias manos, apoyándose levemente en su espalda. - Tienen la lengua rasposa, y las garras largas. Cazan ratones. Y los egipcios decían que daban buena suerte. -

Emma sonrió, sintiendo el viento cortarle la cara. Sus rizos bamboleaban de ida y vuelta, ante cada meneo. Sus pies, flotaban. Ella estaba en el cielo.

- Te quiero, Emma, eres la niña más hermosa del mundo. Más lista, más perfecta. Nunca permitas que alguien diga la contrario. No les creas. No dejes que te afecte si hablan mal de ti. Porque no será cierto. Los padres nunca mienten. Y yo no miento. Mi Emma. -

Su padre no mentía.

Por eso, Emma resopló, cansada de la actitud de las personas hacia su voluntaria mudez. No debía ni quería explicarle su sensibilidad al ruido. El padre de Louis parecía alguien bastante grosero, como lo eran algunas personas ricas que ella conocía. Así que se comportó con una mezcla de conductas que sus padres le habían enseñado.

Ella le sostuvo la mirada en silencio, descubriendo que Adrien Agreste tenía los ojos del color de un esmeralda tan obscuro que parecía marrón, y tenía un cabello que en otros tiempos, había sido rubio. Su rostro estaba formado por un conjunto de trazos rectos. Geométricamente, perfecto. No era desagradable mirarlo, aunque sí fuera desagradable, escucharlo. Para rematar su faena, ella sonrió muy levemente y ladeó un poco su cabeza, elevando el mentón.

- ¿No piensas contestar? -

El camarero sirvió los entrantes, y llenó las copas de vino blanco muy frío. Emma tomó un sorbo, dejó la copa al lado y persistió contemplando al padre de Louis, en absoluto silencio.

Louis, al ver que podia estallar la tercera guerra mundial en su mesa, decidió tomar cartas en el asunto.

- Padre, la doctora Fathom no es de hablar mucho con las personas. -

Adrien Agreste dio un respingo en su silla. En ese instante, él tuvo muchísimas ganas de decirle a su hijo que no se entrometiera. Pero entendió que estaban en un sitio concurrido y que, debido a sus preguntas, él estaba quedando como un imbécil, ante la hija de Félix. Con lentitud, bajó la mirada hasta contemplar su plato lleno de una ensalada que tenía buena pinta.

Era cierto, entonces, lo que se decía de la hija de Marinette y Félix, concluyó Adrien Agreste.

En su círculo de amigos, se había comentado mucho el tema. De las dificultades de aprendizaje de la hija de Marinette, de su laboriosa crianza en Inglaterra. De cómo los Fathom se habían ido retirando hacia sí mismos, a consecuencia del escarnio social en París, no sólo por los desconocidos que los veían pasar por la calle, sino por los amigos y la familia. Eso era lo que Tom Dupain y Sabine Cheng le dijeron respecto a Emma. Los padres de Marinette no tenían ni una foto en la encimera en donde apareciera Emma Fathom. No se sabían ni la fecha de su cumpleaños. No saludaban a su hija ni iban a visitarlos. Así demostraban los Dupain su crítica ácida hacia su matrimonio, inesperado y cuestionado , con Félix Fathom, su primo.

Adrien pinchó con su tenedor las hojas de escarola y las mezcló con la salsa romana, no sin poder recordar que ése plato formaba parte del menú de su boda con Marinette.

Una boda a la que ella decidió no asistir.

O mejor dicho, decidió retirarse:

- Marinette Dupain-Cheng, ¿aceptas a Adrien Anasthase Agreste como tu legítimo esposo, para amarle y respetarle, para serle fiel, y quedarte con él, en las buenas, en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? -

Debió darse cuenta que todo saldría mal desde que escuchó cómo su novia empezó a respirar muy rápido, y abrió mucho los ojos, aterrada.

- ¿Marinette? ¿Mari, cariño? ¿estás bien?.-

De un rictus de pánico y terror, el ceño de Marinette pasó a uno de furia y determinación.

- ¡No!- exclamó muy fuerte, todas las personas callaron, el sacerdote la miró asombradísimo. - ¡No! ¡No quiero! -

Marinette retrocedió un paso, trastabilló con un escalón del altar, pero Adrien la cogió por un codo, y la asió fuerte para que no se cayera. Ella lo miró a los ojos, con sus pupilas tan azules como las de Emma y así, se le quedó viendo, tal como Emma lo acababa de hacer.

- No...no te amo, Adrien Agreste. No puedo casarme contigo. Lo lamento tanto. No puedo hacerlo. -

Con suavidad, Marinette se liberó del tacto de Adrien y bajó uno por uno, los escalones, recogiéndose la falda con ambas manos, haciendo equilibrio con su ramo de flores, la pedrería de su falda y apretando el estúpido velo de su cara.

- Marinette...- volvió a susurrar Adrien.

Pero Marinette giró para verle, casi por una última vez, y en el rostro de ella, él vio determinación y seguridad, como si ella, la siempre dudaba, ahora estuviera más convencida que nunca de dejarlo. De dejarlo plantado en el altar, para más inri. Enfrente de familiares y amigos. De soslayo, Adrien se percató de la ira en el rostro de Tom y la estupefacción en el de Sabine.

- Adiós.- le dijo ella en un susurro. - Gracias por todo -

Ella empezó a salir de la iglesia con paso seguro, para después lanzarse a correr a mitad el pasillo. Sólo los tacones de sus zapatos blancos repiqueteaban en el estruendoso silencio de aquella catedra. Conforme iba alejándose, en medio de un sprint de película, Marinette dejó caer su ramo y se arrancó el fastidioso velo, recogió aún más su falda y sonriendo, muy pero muy feliz, ella huyó de esa iglesia sin que nadie la detuviera.

Alya Cesaire la llamó por su nombre, gritándole a voz viva. Nino Lahiffe se cogió la cabeza con las manos. Juleka Couffaine abrazó a su hermano, Luka, quien se lanzó hacia delante tratando de cortar su huida. Kagami Tsurugi continuó mirando al frente, observando el altar. Lucía hermosa pero severa, para nada sobresaltada. Su padre, Gabriel, echó la cabeza para atrás y apretó sus puños, ahogado en pura frustración. Su tía Amelie, quien había ido vestida de absoluto negro, como si fuera a un sepelio, bajó la mirada y el sombrero precioso que llevaba, le cubrió el rostro impidiendo ver su reacción.

Y él, él se quedó atónito.

Se suponía que ella lo amaba, que los unía un hilo rojo, como mandaba la tradición. Todo el mundo lo decía. "Están hechos el uno para el otro", escuchaba siempre. Desde el primer día que la vio, sentada en una banca de su Instituto público en París, hasta aquel día en el restaurante lujoso junto a su hijo y a Emma Fathom.

Su amor era una línea horizontal, continua y perfecta, sin ondulaciones. Infinita y recta.

Él la seguía amando.

A pesar que toda su historia se acabase ahí, en la catedral de Notre Dame, en medio de todos sus familiares y amigos de toda la vida. Sus amigos del Instituto donde se conocieron, los compañeros de Universidad, sus padres, sus colegas del trabajo. Ahí, ahí fue cuando Marinette dejó a Adrien Agreste, su novio de siempre.

Él la persiguió, unos segundos después que Marinette Dupain-Cheng desapareció por la puerta principal. Reaccionó tarde, lo reconocía ahora. Él corrió y corrió, hacia donde estaba su coche nupcial. Ésa era la única vía de escape que ella tenía. Sin embargo, la vio montarse en una motocicleta con matrícula británica, con un casco negro en la cabeza, con la falda blanca y voluminosa recogida sobre sus piernas perfectas y rosadas, y abrazando por la cintura a un hombre tan rubio como él, pero vestido con una chaqueta de piel y botas de púas.

- Félix...- musitó Adrien, falto de aire. - Siempre fuiste tú.-

Su primo lo observó de soslayo, absolutamente serio.

Marinette se apretó a su espalda, y no volteó a verle.

Y Adrien comprendió , que la perdía para siempre.

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Creo, ya a estas alturas de mi vida, que no escribiré fic sin boda incluida. Pobre Adrien. Me está divirtiendo escribir esta historia ligera. Esetoy muy feliz porque este felinette november hay muchos fanart y fics, gracias a fics_miraculous por organizarlo.

Ay, cómo duele el amor.

Otro besito.

Atte, Lordthunder1000