34.

Sora salió del baño después de aplicarse un maquillaje discreto en el rostro. Desde mi posición en el sillón, la vi rondando alrededor de la mesa buscando algunos objetos para colocar dentro de su bolso.

Luego de despertar con la triste noticia varias horas antes, habíamos sido informados por Jen que Liv había fallecido. Me sentía algo aturdido aún por la manera en la que todo se había desarrollado.

Sabía que aquel desenlace no era mi culpa, pero no podía evitar mortificarme a mí mismo por sentir que tenía algo de responsabilidad en el lamentable asunto.

Sora estaba de pie ante mí. Levanté la vista hacia su rostro y me sonrió con dulzura.

-¿Estás listo? ¿Te sientes preparado?

Asentí, aún turbado, y dócilmente me levanté para seguirla hacia la puerta principal.

-Iremos en mi coche, ¿Está bien? Conduciré hasta el funeral. Pero si en algún momento te sientes mal, nos marcharemos de inmediato, ¿Sí? Así que por favor, habla con sinceridad.

-Sí -agradecí que ante esta situación, ella tomara la iniciativa para evitarme pensar.

Aquello me recordaba demasiado a Fuji, o mejor dicho, a la manera en la que su muerte me había hecho sentir un año atrás.

Descendimos en silencio en el elevador del edificio en el que vivíamos, vi que Sora observaba su reflejo en el espejo con ojo crítico, volvió a revisar su maquillaje y se volvió con lentitud, consultando el reloj que llevaba en su muñeca.

Llevaba un vestido negro que cubría sus hombros y brazos, ajustado al cuerpo pero sin perder la sobriedad y el buen gusto.

Habíamos decidido ir juntos al funeral.

Creo que aquello era lo que realmente me ponía nervioso. La noticia se había expandido con ayuda de la prensa, era algo difícil de sobrellevar, pero Sora había captado mis intenciones de presentar mis respetos ante la familia de Liv -algo que no había podido hacer cuando falleció mi ex compañero de banda, porque me encontraba a varios kilómetros de distancia – y me preocupaba la presencia de las cámaras y periodistas allí, mi padre había advertido que el lugar iba a estar abarrotado de paparazzi.

¿Y si la atacaban con preguntas desagradables? ¿y si aquello no hacía más que ofender a la familia de Liv? No quería que su funeral se tornara como un circo.

Sora condujo en absoluto silencio.

Su coche de color negro avanzaba con rapidez por la autopista que debíamos tomar para llegar al lugar del homenaje. Iba concentrada en el camino y ni siquiera había encendido la radio.

-Estás muy solemne, Takenouchi. -murmuré.

Ella hizo una breve mueca de disgusto.

-Estoy aterrada, Yamato. -confesó - será todo muy extraño. Espero que no seamos el centro de la polémica.

Asentí.

-Si no quieres hacerlo, lo entenderé. – dije rápidamente – no quiero que pasemos un mal momento. Mi idea será hacer un breve y respetuoso acto de presencia, pero si lo prefieres, puedes esperar en el coche para que nadie venga a molestarte.

-No, no. Estaré bien. – hizo un abreve pausa y me sonrió, apenas desviando la vista por un breve instante de la autopista – Estaremos bien. Es nuestra primera vez enfrentando a la prensa juntos, no me quites la diversión.

Coloqué mi mano sobre su rodilla.

-Huiremos cuando tú quieras.

Ella se rio. Al fin comenzaba a relajarse.

Llegamos.

Había algunas cámaras, pero nada del otro mundo. Dentro del coche, ambos suspiramos.

Una vez que Sora aparcó, descendimos del vehículo y caminamos juntos hacia la entrada principal. Vi que me prometida llevaba las gafas de sol.

Nos acercamos al pequeño templo y los periodistas que estaban allí se volvieron a tomarnos fotos. Sora pretendió ignorarlos y apresurar el paso, pero discretamente tomé su mano y la obligué a descender la velocidad, me observó algo confundida, pero me limité a sostener su mirada y sonreír.

-Vayamos juntos.

Ella asintió, y afirmó sus dedos, entrelazados con los míos y presionando mi mano, de modo que avanzamos entre los fotógrafos en silencio, siendo captados desde varios ángulos por sus cámaras.

No tenía sentido huir. Pero aquello me hizo sentir bien. Quería que todo el mundo supiera de lo nuestro.

Apenas presenciamos a la distancia a la familia de la difunta -incluso a uno de sus tíos, accionista de la discográfica – pero todo fue muy rápido.

Los padres de la difunta nos recibieron con la mirada perdida. En mi interior hasta sentía que hubiera merecido alguna represalia (otra vez la culpa) sin embargo, nadie se metió con nosotros.

Simplemente ingresamos a un gran salón donde estaban los restos de la chica. Allí nos ubicamos en dos cojines sobre el piso, respetando el absoluto silencio y honrando brevemente la vida de Liv.

Ya no sentía enojo hacia ella, solo deseaba que al menos descansara en paz. En el fondo, no era una mala chica, me angustió que hubiera tomado aquella decisión.

Jen nos comentó más temprano que la joven realmente estaba muriendo por una horrible enfermedad, que su familia parecía ignorar sus padecimientos y que la había arrastrado a una severa depresión.

También nos informó que su aparente fijación conmigo era algo usual en su conducta, solía obsesionarse con artistas que admiraba, y a juzgar por varios rostros conocidos que vi por allí, noté a muchos de los colegas que Jen me había nombrado antes, y que en algún momento también habrían sido acosados por Liv en los últimos meses.

Estuvimos cerca de una hora hasta que mis rodillas no lo soportaron más.

Sora había estado atenta a mis movimientos y se limitaba a acompañarme sin cuestionar mis movimientos.

Quería largarme de allí.

Pocos minutos después, nos dirigíamos hacia la salida y los fotógrafos nos rodearon.

Un periodista quiso hacer preguntas incisivas -y de muy mal gusto- pero le ignoramos.

Con prisa nos dirigimos hacia el coche de Sora. Cuando montamos en el carro y cerramos las puertas, algo en mí pareció relajarse.

Me eché hacia adelante y apoyé la frente en mis manos.

-¿Yamato, estás bien? -Sora se oyó preocupada.

-No quiero más lamentos hoy. Necesito unas urgentes vacaciones.

Sentí el ligero peso de una de sus manos posándose sobre mi cabeza y la suave caricia sobre mi cabello.

-Vayamos a ver a Hiroaki, ahora mismo no sé quién más podría hacerte sentir mejor. – me dijo ella.

Levanté mi cabeza para dirigir la mirada hacia ella.

-Tú ya me haces sentir mejor con el simple hecho de haberme acompañado hasta aquí, estoy muy agradecido por eso.

-Vamos, no tienes que decir todo eso, no tienes que agradecérmelo. Y ahora mismo, lo que necesitas es amor paternal. Abróchate el cinturón.

Ella puso el carro en marcha sonriendo con amabilidad.

Al ver la suave curva de sus labios, tuve que admitir que ella estaba en lo cierto.

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Cuando llegamos al departamento de mi padre, vi que también Natsuko estaba allí.

Nos recibieron con una amable sonrisa y mi padre comentó que debía hacer unos recados y que sería un placer que lo acompañara.

Así que lo seguí de buena gana.

Recorrimos la zona en la que residía. Mi infancia entera contenida en aquellas calles tranquilas.

Fue muy cordial al preguntarme sobre el funeral, y quedó gratamente sorprendido por el hecho de que Sora hubiera estado conmigo allí, conduciendo, acompañándome, enfrentando a la prensa, siendo sumamente paciente conmigo.

-Natsuko estará encantada de oírlo.

-¿Por qué traes a mamá a la conversación?

Hubo un breve silencio.

Él se rio.

-Señor Ishida, ¿Acaso la excusa de irnos a hacer la compra no era para darle contención a tu hijo? – le pregunté mientras la expresión de mi rostro mutaba hacia una seria.

-Bueno, no me malinterpretes, Yamato. Pero confiaba en que ibas a estar bien. Solo quería darle un espacio a tu madre y a tu prometida para que platiquen con calma.

-Querrás decir, para que Natsuko le pida explicaciones a Sora. Y que no tiene nada que hacer con ellas – no me gustaba en lo más mínimo. Sora estaba muy sensible por todo lo que había sucedido en las últimas horas respecto a Liv, a la prensa, su retorno al trabajo, sus proyectos a futuro conmigo y con su carrera.

-Tu madre no hará tal cosa, de hecho solo quería disculparse con Sora.

-No lo sé, la última vez que conversé con ella sobre el asunto me dio evasivas.

-Confía en ellas. Natsuko quedó avergonzada de sus actitudes hacia Sora luego de que le hicieras recapacitar la vez que le preguntaste sobre el asunto la última vez.

No estaba muy seguro sobre qué esperar de todo aquello que mi padre decía.

Accedí de mala gana a darles más tiempo y tardamos más en volver al apartamento.

Cuando ingresamos por la puerta principal, las vimos sentadas ante la mesa bebiendo un té y riendo a carcajadas.

Sentí un alivio inmediato.

Las vi con sus sonrisas genuinas y pasándoselo genial mientras Sora le comentaba algo sobre una feria de moda que había visitado en Francia.

Las contemplé más tranquilo, mi padre me miró burlonamente desde la cocina y me indicó que fuera hacia allí para ayudarle a preparar la cena.

Cuando pasé junto a la mesa en la que Sora y Natsuko se encontraban, mi madre tomó mi mano brevemente.

-Enhorabuena, Sora me dijo que ya tienen fecha para casarse.

Le sonreí y asentí de inmediato.

-Lo decidimos anoche.

-No puedo esperar a que llegue el día. – vi la completa sinceridad de sus palabras reflejada en su sonrisa y sus brillantes ojos celestes.

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