Notas: ¡Feliz domingo a tod s! No sé por qué, siento que hace una eternidad que no actualizo, a pesar de que no han pasado aún las acostumbradas dos semanas. Quizás es porque no he parado apenas, han sido unos días un tanto frenéticos.
Hoy se viene la segunda parte de la historia de Airin, espero que os vaya arrojando luz sobre algunos asuntos. De hecho, os recomiendo releer el prólogo de esta historia, pues está directamente relacionado con esta parte. Y aunque no es una información estrictamente necesaria, os aclaro que el flashback del capítulo 5 (Vulnerable) también es parte de los recuerdos de esta reencarnación de Rin.
Bueno, dejo de daros la chapa, de momento, ¡que disfrutéis el capítulo!
No pasaron muchas noches hasta la próxima visita de la Princesa Airin a mis aposentos. Fuera de nuestra relación diurna de maestro y alumna, a ella se le dificultaba comunicarse conmigo en aquel ámbito más privado. Seguramente mis densos silencios y cavilaciones no ayudaban a relajar el ambiente, por lo que medía cada palabra que pronunciaba, temerosa de que pudieran acabar con nuestros encuentros secretos. Al contrario que Rin, quien me había interrogado hasta la saciedad, aquella chica procuraba no hacer preguntas personales.
Al principio, ella se contentaba con sostener mi mano y algunos besos antes de regresar a su habitación. Poco a poco, sin embargo, su poderosa curiosidad la fue llevando más allá. Yo jamás inicié ninguno de nuestros acercamientos, sintiéndome culpable por no poder decirle quién era en realidad. Quizás yo también temía acabar aquel remanso de paz que me permitía estar cerca de ella si me delataba a mí mismo.
Nada podía asegurarme que aquella chica no echaría a correr en dirección contrario cuando se enterase de que yo era un demonio en busca de su alma. Y aun así, no me sentía capaz de alejarme cuando su piel rozaba tímidamente la mía.
Airin comenzó a insistir en llegar hasta el final, a pesar de su más que evidentes nervios. Se había asegurado de tomar medidas anticonceptivas, asegurándose de que no pudiera volver a rechazarla por un posible embarazo no deseado. Y… Yo realmente no quería seguir resistiéndome a algo que deseaba con toda mi alama.
De aquella manera, mientras estudiaba las reacciones naturales de su cuerpo, poco a poco, iba permitiendo que sobrepasásemos cada vez más límites. La traté con el mayor cuidado posible, asegurándome de no asustarla, y, sobre todo, de que las marcas naturales de mi cuerpo demoníacos jamás quedasen al alcance de su mirada. Noche tras noche, redescubrí cada centímetro de su piel, fascinado ante el hecho de que cada lunar que podía recordar seguía en el mismo lugar. Le gustaba ser estimulada de la misma forma en la que siempre lo había hecho, y sus zonas más sensibles coincidían con las que yo conocía.
En aquel punto, durante los momentos de pasión, casi perdía la vista la realidad, y llegaba a pensar de que se trataban de la misma persona… Aunque evidentemente no lo eran. A nivel racional era tan consciente de este hecho que sentía una punzaba de culpabilidad cada vez que la llamaba "Rin", incluso cuando había sido la joven princesa quien me había pedido que la llamase por aquel apodo en la intimidad, como parte de aquel secreto que no podíamos compartir con nadie. Pero sabía que aquello no estaba bien. Debía contarle la verdad lo antes posible, para que fuera consciente de la situación y pudiera decidir libremente si quería marcharse del castillo conmigo…
- Rin… - Suspiré contra sus labios tras haberle hecho el amor una noche más. – Hay algo que quiero decirte, yo…
Ella utilizó sus dedos para cubrir mi boca, haciéndome callar en el asco. La observé en estado de trance, confundido. Ella jamás me había pedido guardar silencio de aquella manera.
- No digas nada, Sesshomaru. – Me rogó, con los ojos inundados en tristeza. – Solo… hazme tuya una vez más, por favor.
Aquella chica se veía desdichada cada vez que acaba de vuelta en su realidad, por lo que no pude negarle su deseo. Tendría más noches para decírselo, así que podía ser indulgente con ella un día más.
Poco sabía sospechado yo que aquel podía ser nuestro último encuentro íntimo. Al día siguiente, su padre anunció el compromiso de la princesa Airin delante de toda la corte. En aquel preciso instante, le lancé una mirada de genuina sorpresa que atravesó toda la sala. Ella sólo me sonrió con una extraña calma a su alrededor.
Desde aquel momento, nunca jamás volvió a visitarme a mis aposentos. Por ese motivo, no tuve oportunidad de encontrarme con ella a solas, ni de confesar todo lo que había estado guardando para mí aquellos meses. Tampoco obtuve ninguna explicación por su parte.
Agitado por la situación, e incapaz de comunicarme con la princesa directamente, me dirigí a hablar con su padre, para ofrecer una dote mayor al señor del castillo a cambio de la mano de su hija. Estaba seguro de que podía hacerme con tesoro en manos de cualquier demonio con un valor mayor de lo que aquel hombre jamás pudiera imaginar.
- Sesshomaru, mi fiel consejero… - Dijo el hombre mientras se atusaba el fino bigote. – Deberías saber mejor que nadie que ya te habría comprometido con mi hija si me fuera posible. Creo que serías un hombre muy bueno para ella.
- Entonces, ¿por qué rechaza mi proposición? – Insistí, arrodillado y con la frente sobre los nudillos.
El hombre suspiró, dejando caer sus hombros, apesadumbrado.
- Sabes, nuestro clan se ha debilitado mucho en los últimos años, y esta alianza es la única opción que nos queda para que el linaje no pierda su influencia por completo.
- ¿Entonces el problema es que no poseo un título? – Inquirí, apretando los puños para contener mi frustración, alzando la vista hacia él.
- En efecto… Además, agradecería que no insistieras sobre este tema si no quieres que tu secreto salga a la luz. – Insinuó, molesto.
Clave la vista en el suelo, evitando desafiar más a Mi Señor. ¿Acaso había descubierto mi verdadera identidad?
- ¿A qué se refiere? – Mascullé, temiéndome lo peor. No quería tener que silenciar a aquel hombre.
- No te hagas el tonto, Sesshomaru, las paredes tienen oídos y yo un par de ojos en la cara. No me ha pasado desapercibido el hecho de que correspondes los sentimientos que mi hija alberga por ti.
Cerré los ojos, aliviado. Temía que alguien hubiera visto mi apariencia habitual como demonio en algún momento de descuido, a pesar de mis extremas precauciones a diario. Aunque tampoco era bueno que aquello se supiera, pues podría arruinar la imagen pública de la joven, convirtiéndola en la vergüenza de todo su clan, al que tanto adoraba.
No deseaba hacerla pasar por aquella angustia de forma innecesaria.
- ¿Por qué habéis fingido no saber nada hasta ahora, mi Señor? – Pregunté, agachando de nuevo la cabeza.
- Por un lado, no deseo dejar en evidencia a mi hija y hacerla pasar vergüenza por ello. – Me complacía que ambos estuviéramos de acuerdo en aquel punto, al menos. - Y por otro, supongo que… Como padre, es el último capricho que he podido concederle antes de que cumpla con su deber con la familia.
Me tragué todas mis posibles réplicas, furioso con las reglas sociales, con la situación política de la región y con la delicada psique de los seres humanos. Sabía que no me quedaba más remedio que asentir y permanecer en silencio si no quería perder el frágil vínculo que había logrado construir hacia la mujer que amaba.
Si me oponía abiertamente una sola vez más, no podría permanecer en su vida… Como ser humano, al menos. Entonces no me quedaría más remedio que hacerla enfrentar la cruda realidad, arriesgándome a la nada insólita posibilidad… De que me aborreciese y temiese.
Llegado el día de la boda, lo más doloroso para mí no fue verla partir con otro hombre. Ni siquiera fue imaginar cómo aquel desconocido cubriría el cuerpo de mi amada con el suyo al caer la noche. Fue ver cómo asomaba en lo más profundo de los ojos de Rin la angustia y la desesperación mientras él la llevaba del brazo. Ella temía a la persona que se había convertido en su esposo más que a nada: se trataba de un poderoso líder militar, despiadado y sangriento como ningún otro ser humano vivo en aquella época.
Supe entonces que jamás lograría convencerla de huir con una monstruosidad como yo, la cual se había cobrado muchas más vidas que un miserable humano. No podía decirle la verdad, sabiendo que me encontraría aún más terrorífico que su propio esposo. Ya era demasiado tarde para intentarlo.
Apenas había transcurrido unos meses cuando el padre de la princesa Airin falleció repentinamente debido a una inesperada enfermedad. En su lecho de muerte, él me había pedido que yo me encargase de notificar su deceso personalmente a su hija.
No podía decir que hubiera sentido más pena por el anciano que emoción al saber que podría volver a ver el rostro de Rin.
Sin embargo, su rostro ya mostraba un profundo desasosiego cuando me encontré con ella en su nuevo hogar, antes de transmitirle la noticia. Sus ojos habían perdido la luz, y se veía frágil como una muñeca de porcelana. La mujer apenas tuvo fuerzas para llorar la pérdida de su padre, ahogada en su propia desgracia. Pidió que las dejaran a solas conmigo unos instantes, dadas las desagradables nuevas. Nadie se atrevió a interrumpir su duelo, por lo que ambos nos quedamos solos en aquella amplia sala del castillo, aunque no me cabía duda de que debía quedar algún sirviente con el oído pegado a la puerta.
- Así que realmente soy la única que queda para continuar con nuestro linaje… - Murmuró mientras se cubría el rostro con ambas manos, temblado como una hoja.
Tan pronto como se había marchado el resto de personas se permitió derrumbarse finalmente, encogiéndose sobre sí misma como una niña atemorizada. No me atreví a abrazarla, temeroso de que su mente terminara por resquebrajarse si forzaba mi entrada a su corazón de nuevo. Sin embargo, en ese momento percibí en su muñeca una oscura franja morada que hizo que se me helase la sangre de las venas.
- Mi señora, ¿podéis explicarme qué es esto?
Rin se cubrió rápidamente con la manga de su exquisito kimono.
- Mi marido no se encuentra muy satisfecho con el hecho de que aún no haya podido darle un heredero a estas alturas, es comprensible que esté molesto conmigo…
- Estás equivocada, eso en ningún momento justifica… - Gruñí, comenzando a perder la compostura.
Ella me interrumpió con tono firme:
- Es mi deber, Sesshomaru. – Aquella afirmación me hizo permanecer en silencio. No se me ocurría nada para disuadir a aquella mujer de que no tenía que soportar aquella situación por nada ni nadie en el mundo. - Al menos… - Su expresión comenzaba a suavizarse mientras rodeaba su muñeca magullada con cuidado. – Todo es mucho menos doloroso gracias a ti. Tengo mucho que agradecerte por ello.
El alma se me cayó a los pies mientras ella pronunciaba aquellas palabras con la voz hecha añicos. Incapaz de soportar la situación por un solo momento más, apoyé las manos sobre sus hombros y me acerqué para susurrar:
- Pídalo y la sacaré de este nefasto lugar, Princesa… Sólo diga las palabras…
Airin, apesadumbrada, empujó mi pecho con su mano, mientras repetía para sí misma, como un mantra:
- Es mi deber… Por mi padre y por mi clan...
Su sangre era como una maldición que la mantendría alejada de la felicidad por siempre en aquella vida. Pero ya no se trataba sólo de su bienestar psicológico, pues su integridad física corría peligro compartiendo lecho con un hombre que había demostrado ser altamente agresivo con ella. Me tragué mis ganas de salir en busca del susodicho, armándome de paciencia en busca de una solución a la que era pudiera acceder.
Tenía que convencerla de que lo mejor era sacarla de allí. Si lograba hacerla recordar, y que confiase en mí nuevamente, podría salvarla de aquella cruel vida que le había tocado.
Eso era, si le decía la verdad…
- Princesa Airin… - La llamé como siempre me había referido a ella en el palacio, arrodillándome a sus pies. – Ruego me escuche un instante, hay algo que siempre he querido decirle, si me lo permite…
Esperé por su respuesta con la frente pegada al tatami. Escuché los pasos de la joven mientras se volteaba para no mirarme. Entonces ella dijo en un susurro:
- Soy una mujer casada ahora, Sesshomaru. – Su voz temblaba, como si estuviera a punto de romperse. – No tengo nada más que oír por tu parte, si no es referente a las nuevas sobre mi Padre.
Alcé el rostro, incrédulo. Aquella distante respuesta se sintió como una puerta cerrada en las narices. Como un jarro de agua fría sobre el rostro. Como una daga en el corazón.
Sabía con absoluta certeza que su alma se sentía atraída hacia mí con todo su ser. Ella misma me lo había demostrado en cientos de ocasiones en la oscuridad de las noches, entonces…
¿Por qué me rechazaba de aquella manera?
No podía ser. Rin jamás haría eso. Ella nunca me daría la espalda sin escucharme antes. Tenía que hacerla recordar quién era yo. Quién era ella.
Me juré a mí mismo en ese momento sacarla de aquel palacio, aunque pudiera ir contra de sus deseos. Incluso si llegaba a odiarme por el resto de sus días…
Ya no tenía nada más que perder, pero mucho por recuperar.
El relato de Sesshomaru fue interrumpido en aquel preciso momento por el estruendoso sonido del timbre. Justo en mitad de aquel intrigante punto.
El demonio se puso en pie, lanzándome una mirada de reojo. Casi parecía aliviado por la interrupción.
- ¿Esperas a alguien? – Me preguntó, alzando una inquisitiva ceja.
- Que yo sepa, no… - Musité, tomando el teléfono móvil entre las manos. Entonces me percaté de que tenía múltiples mensajes y llamadas perdidas, las cuales no habían sonado en altavoz porque tenía la mala costumbre de dejar el dispositivo en modo silencioso. - ¿C-cómo…?
Viendo cómo batallaba con el desconcierto, el demonio caminó hacia el exterior de la habitación.
- Voy a ver quién es. – Me informó antes de desaparecer de mi vista.
Entre las notificaciones, noté que la mayoría eran de Ayumi, la cual parecía muy preocupada por mi repentino resfriado, así como por el hecho de que no hubiera contestado en horas a sus mensajes.
Me llevé la mano a la boca, cubriéndola con un poderoso manotazo. Aquello no podía ser. Su último mensaje decía que se encaminaba a mi casa para asegurarse de que me encontraba bien…
- C-con permiso… - Mi exnovia anunció su entrada a mi habitación en un hilo de voz, seguida de la imponente figura de Sesshomaru.
Me quedé con la boca abierta durante unos instantes, incapaz de procesar aquella TREMEDAMENTE incómoda situación. La persona a la que estaba conociendo con intereses románticos le había abierto la puerta de mi casa a mi primera pareja, con la cual las cosas no habían acabado bien y con la que aún estaba en proceso de redefinir nuestra relación…
La tensión en el ambiente podía cortarse con un cuchillo.
- H-hola, Ayumi… Acabo de leer tus mensajes, lo siento… - Balbuceé, mostrándole la pantalla de mi teléfono móvil encendida.
- N-no pasa nada, siento haber interrumpido, no sabía que estabas… Acompañada. – Musitó ella, con las manos entrelazadas sobre el regazo.
El profesor Taisho permaneció silencioso como una estatua, con los brazos cruzados sobre el pecho, añadiendo de forma involuntaria más presión a aquel inesperado encuentro. Definitivamente, Ayumi debía de pensar que todo el tiempo que no había contestado a sus mensajes Sesshomaru y yo debíamos de haber estado intimando… Y pensar que le podía haber rondado por la cabeza una imagen tan explícita de nuestra relación me mortificaba profundamente.
- ¡N-n-no interrumpes en absoluto, solo estábamos…! – Me detuve un momento para tomar una gran bocanada de aire antes de proseguir. - Hablando. – Añadí, tratando de calmar mis nervios. No estaba mintiendo, se trataba de la pura verdad.
- Voy a preparar un té. – Anunció Sesshomaru, tratando a su manera de aliviar el ambiente, retirándose para ir a la cocina.
A pesar de que en un primer momento sentí más tensión cuando me dejó a solas con mi exnovia, al notar a Ayumi relajarse por su ausencia, la ansiedad instalada en mi estómago comenzó a disminuir.
- Así que… Él es Sesshomaru, ¿verdad? – Inquirió ella en un susurro, acercándose al borde de la cama.
- S-sí… Siento no haberos presentado apropiadamente, ahora cuando vuelva…
Enmudecí al notar la frescura de la mano de Ayumi retirando el flequillo de mi frente. Aquel familiar gesto me trasladó de inmediato a mi adolescencia, cuando ella me había visitado los días que enfermaba para traerme los apuntes de las clases. Después de eso, normalmente pasaba la tarde conmigo hasta hacerme sentir mejor con su mera presencia, a riesgo de contagiarse de lo que fuera que yo hubiese pillado. Se trataban me memorias muy dulces y preciadas para mí.
- No parece que tengas mucha fiebre ahora. – Comentó Ayumi, dedicándome una tensa sonrisa. – Me alegra que no hayas estado sola todo este tiempo, y que alguien se haya ocupado de ti para que pudieras descansar.
La expresión de mi exnovia era extraña. A pesar de su apacible tono, me parecía sentir su agitado estado de ánimo en cada uno de sus pequeños gestos, mucho más rígidos de los habitual. Era casi como si estuviera dolida… O incluso molesta.
- Sí, seguro que mañana ya me encuentro perfectamente… - Musité, tratando de restarle importancia al asunto que asumía que la hacía sentir incómoda. - ¿Cómo ha ido todo con Tomoki y Momoka?
La chica se alisó la falda del vestido de tela vaquera que llevaba puesto, asegurándose de que las arrugas no quedasen impresas en la prenda. Tenía un corte de forma de A y un escote palabra de honor, el cual quedaba perfectamente con su angelical y femenino rostro.
- Ya sabes, no paran de discutir cuando se emborrachan y se vuelven un poco insoportables. – Repuso con una risa entre dientes. – Te he echado en falta con nosotros esta noche, tú y yo deberíamos vernos más a menudo.
Aunque sabía que no albergaba ninguna mala intención con su propuesta, me sentí presionada por su insistencia. Realmente no… Aún no había superado del todo lo nuestro. No estaba segura de si podía verla como sólo una amiga, y no como la persona que me había roto el corazón en pedazos.
- Claro, podemos vernos alguna noche de esta semana todos… - Propuse, tratando de llevar su proposición de vuelta al terreno del grupo de amigos de toda la vida.
En aquel momento, no estaba segura de que pudiera manejar algo más entre ella y yo.
- En realidad, me gustaría hablar de algo contigo a solas.
La mirada de Ayumi era la más seria que había visto jamás, aunque sus nudillos temblaban sobre su regazo. En ese preciso instante en el que una sombra cruzó por sus ojos me dio la sensación de que, en el fondo, ella estaba… Asustada.
- El té está listo. – Irrumpió el profesor Taisho con una bandeja en las manos. Sobre ella reposaban dos tazas humeantes.
Sin embargo, mi exnovia se echó rápidamente el bolso al hombro, enmascarando su sombría expresión con una impecable sonrisa.
- No hacía falta que te molestases, yo ya me iba. – Ella me miró de reojo. – Ya me vas diciendo, Kaori.
La joven dedicó una educada y breve reverencia con la cabeza a Sesshomaru antes de abandonar la sala como una exhalación. Debía de sentirse realmente incómoda con su presencia. Yo misma me había puesto muy tensa con los dos en mi habitación, así que no podía decir que no la entendiese…
El que se veía menos afectado, sin embargo, era el demonio que depositaba la bandeja sobre mi tocador con absoluta calma. No había despegado los ojos de Ayumi todo el tiempo que habían permanecida en la misma estancia, y eso me inquietaba.
- Claramente, no le agrado a … ¿Tu amiga? – Trató de adivinar él, dirigiéndose hacia mí con la mano apoyada sobre su cadera.
- Se trata de mi exnovia, Ayumi. – Le expliqué, hundiendo los hombros en el colchón, mi energía completamente drenada. – Ya sabes… De la que te hablé.
- Hmm… Supongo que eso explica su hostilidad hacia mí. – Repuso él, calmado.
Abrí los ojos como platos ante su opinión, surgida de la nada.
- Pero… Si ha sido agradable contigo en todo momento. – Le contrarié, confusa.
Lo cierto era que por muchas vueltas que le daba, la palaba "hostil" me resultaba imposible de aplicar a aquella dulce chica. Siempre era tan correcta con los demás… Un rasgo bastante útil para cumplir su sueño de ser idol, si me paraba a analizarlo. Cuando ella sonreía, parecía como si nada malo pudiese estar ocurriendo bajo aquella radiante expresión. Aunque yo sabía de primera mano que no siempre era así.
- Claro, por supuesto… – Me dio la razón el demonio. – No pienso meterme en vuestros asuntos, Kaori, sólo era una observación sin importancia.
Pensé que si Sesshomaru había percibido realmente algo con sus agudos sentidos y había decidido comunicármelo debía de ser por algo, pero… En ese momento no tenía ganas ni fuerzas para pararme a analizarlo.
Había otros temas que no podía dejar pasar aquella noche.
- Oye, Sesshomaru, respecto a lo que me estabas contado sobre Airin… - Comenté mientras él me ofrecía la humeante taza de té. – Dijiste que no pudiste evitar que sucediera, pero, realidad… ¿No podrías simplemente haberle negado la entrada a tu cuarto? Si no el primer día, cuando no sabías sus intenciones, ¿en otra de sus visitas?
El demonio me dedicó una triste sonrisa.
- Es por eso mismo que me avergüenzo tanto de mi comportamiento de aquellos días. Racionalmente, sabía que lo correcto hubiera sido detenerla. Lo pensaba todas y cada una de las noches, pero… No podía dejar de ver en ella a Rin, la esposa que me había sido arrebatada. La necesitaba tanto que decidí perderme en su aspecto, por lo parecida que se veía a la mujer que amaba. Compartir intimidad con Airin me hacía olvidar momentáneamente todo lo que había ocurrido, como si sólo se hubiese tratado de una pesadilla pasajera. - Sesshomaru dio un pequeño sorbo a la infusión. Si seguía tan caliente como la mía, era normal que no pudiera beber más de una sola vez. - Aunque soy consciente que fue muy injusto por mi parte haber utilizado sus sentimientos de aquella manera, comparándola constantemente con alguien más…
- La verdad es que fuiste un capullo. – Sentencié, hiriendo claramente su orgullo, aunque no protestó. Sabía de sobra que él estaba completamente de acuerdo conmigo. – Aunque poniéndome en tus zapatos, con todo tan reciente… Puedo llegar a entender que actuases de ese modo.
A pesar de que la compasión que me despertaba su situación, no podía defender de ninguna manera que aquello hubiera estado bien. Airin solo era una adolescente viviendo su primer amor, era normal que se encaprichase de Sesshomaru si era el único hombre joven a su alcance. Pero había un claro desajuste de poderes en su relación, por un lado, porque ella era una princesa y el demonio era un empleado más; por otro lado, él, como el único adulto de aquella relación, debía de haber puesto un freno a aquellos encuentros, o haber impedido que hubieran empezado desde un inicio.
Además, ella había acudido a Sesshomaru desde el más absoluto terror a lo que podía tener que enfrentarse en su futuro como mujer adulta en una sociedad feudal, la cual era una posición muy vulnerable. No había estado nada bien aprovechar de la desesperación de esa chica de aquella manera, aunque hubiera sido desde su duelo, sin ninguna intencionalidad perversa.
Siguiendo aquel hilo de pensamientos, recordé en ese momento la profunda aversión que había sentido el demonio por una escena concreta del famoso dorama Lluvia bajo el árbol sagrado, aquel primer día en su casa, cuando me había ofrecido té y palomitas. Sabiendo la profunda conexión que tenía con una experiencia similar, comprendí por qué había apagado el televisor de forma tan repentina.
Incluso después de tanto tiempo… Todo parecía pesarle demasiado. Sesshomaru era como el titán Atlas, cargando a sus espaldas todo el peso del mundo en silencio, sin que apenas nadie lo notase. A pesar de saber de su descomunal fuerza para realizar dicha tarea con creces sin desmoronarse, una no podía evitar sentir compasión por su situación.
- ¿Y qué ocurrió con ella después? – Inquirí, rompiendo el denso silencio que se había instalado entre ambos mientras yo reflexionaba sobre todo lo que me había contado. – Antes nos han interrumpido en el punto álgido de tu historia.
Sesshomaru suspiró, nunca demasiado sorprendido por mis ávidas ganas de saber más.
- Ah… La verdad es que tengo algunas lagunas… – Respondió. – Tengo que ordenar un poco pensamientos antes de poder hablar de ello con propiedad. Agradecería dejarlo aquí por hoy.
Noté una sombra atravesar su rostro en aquel momento. Sus palabras me hicieron preocuparme aún más, pero me obligué a mí misma a ser paciente, y respetar sus tiempos. Después de todo, aquellos recuerdos que compartía conmigo eran muy íntimos.
- Está bien… - Accedí, pensativa.
El demonio se levantó para dejar su taza en el tocador, decidido a abandonar la misión de beberse aquel líquido hirviendo. Le ofrecí la mía con la misma intención.
Una parte de mí comenzó a tener miedo ante la posibilidad de perderle de vista aquella noche. No estaba segura de lo que debía de haber ocurrido, pero su expresión delataba que empezaría a torturarse a sí mismo tan pronto como se quedase a solas.
Y aquella perspectiva me rompía el corazón.
- ¿Por qué no te quedas esta noche? Podemos ver una película. – Le sugerí, rogando porque aceptase mi invitación.
Aunque nunca antes se había quedado en mi casa. ¿Cuáles eran mis posibilidades, si es que las había?
- Hmm… No veo inconveniente. – Dijo él, sorprendiéndome gratamente.
El demonio me acompañó en la cama, acogiéndome acogedoramente entre sus largas piernas, mi espalda contra su pecho. El demonio sostenía entre sus manos mi teléfono móvil, el único dispositivo disponible en mi habitación. Estuvimos un largo rato sopesando nuestras opciones hasta que finalmente decidimos ver una comedia romántica de los años noventa. No se me ocurría nada más liviano para ver que aquello.
Además, las reacciones de Sesshomaru ante la cultura occidental en general y el cine eran la mar de entretenidas. Me sentía bien incluso explicándole las cosas que no terminaba de entender porque no comprendía alguna que otra peculiaridad del comportamiento humano, a pesar de los siglos que había entrado entre nosotros. Debía de tener que ver con el hecho de que nunca hubiera tenido muchas relaciones cercanas con ellos, por precaución.
- Quizás deberías intentar hacer amigos, podrías aprender mucho de esas nuevas experiencias. – Le comenté, pausando por un momento la película.
- No creo que se me diera muy bien. No puedo permitir que nadie descubra lo que soy. – Reconoció, expresando abiertamente su preocupación.
- Pienso que puedes entablar una relación de lo más casual sin que tengan que darse cuenta. ¿No te gustaría vivir nuevas experiencias? Puedes venir a conocer algunos de mis amigos la próxima vez, para empezar. Así puedes saber cómo te sientes, al menos.
Los ojos de Sesshomaru parecieron ensombrecerse en ese momento. Se trataba de una situación que le provocaba verdadera aversión.
- Quizás… En otra ocasión. Te haré saber cuando me sienta preparado, si es que llega ese día. Gracias.
Los firmes brazos del demonio me estrecharon con ternura. Mis ojos comenzaron a cerrarse minutos antes de que terminase la película, hecho que Sesshomaru notó tan rápidamente como di la primera cabezada:
- Kaori, te estás quedando dormida. – Susurró, pausando el vídeo.
- N-no… Puedo aguantar hasta el final... – Le discutí, pulsando nuevamente el botón de "play".
El profesor transigió hasta que di una segunda cabezada, cuando bloqueó directamente la pantalla del dispositivo. Me sentía tan adormilada que no tuve fuerzas para replicarle, siquiera.
- ¿Ves? Si estás muerta de sueño… - Me reprendió él, dejando teléfono móvil sobre la mesita de noche, acunándome entre sus brazos. – Será mejor que descanses.
Me giré para abrazarme a su cintura, mi mejilla contra la curva de su cuello. Me sentía tan cómoda sobre su cuerpo que no tenía intención alguna de moverme de ese lugar. Sesshomaru me consintió sin quejarse de mi peso sobre él, acariciando mi cabello con suavidad.
En aquel momento me sentía mucho mejor físicamente, incluso el dolor de cabeza había desaparecido, de modo que pude caer dormida rápidamente mientras me envolvía la calidez de su pecho. Era la primera vez que podía dormir de aquel modo a su lado, relajada y en completa paz.
Sin embargo, lejos de sueño reparador que esperaba, tuve algunas pesadillas extrañas, sin figuras ni color. Sólo una voz lejana chillando, suplicando de forma entrecortada palabras que no alcancé a identificar…
Sonaba terriblemente triste y desolada.
Notas: Se palpa la tensión en el ambiente, ¿no? La verdad es que como Ayumi es el personaje original con más relevancia en la historia estoy un poco preocupada por su recibimiento, ¿qué pensáis de ella?
Por otro lado, bueno, creo que ya lo digo todo a través de los propios personajes, pero me resultó un poco conflictivo describir la relación de Sesshomaru con una menor como es Airin por experiencias mías personales. Pero bueno, la verdad es que no puedo hacer más que entenderles y quererlos mucho a los dos bajo sus circunstancias.
Y para acabar, bueno, deciros que esta actualización viene con un capítulo extra, os lo subo en rato, ¡os leo!
