REY DE LOS DEMONIOS
¡Hola! Estamos de vuelta con nueva actualización.
- Lin Lu Lo Li: ¡Hola! Traté de desarrollar la relación entre cuñados porque, bueno, al final de todo son familia. Ya falta poco para que todo encaje y se llegue al final deseado. ¡Gracias por seguir aquí y dándole una oportunidad esta historia! :) ¡Espero que te guste este nuevo cap!
Sí, ya es domingo y les traje un nuevo capítulo, pero... No será el único, tengo pensado subir otro dentro de unas horas ¿Por qué? Porque me gusta mucho esta historia y quiero que se resuelva todo al fin. Y para ser sincera, también extraño a Inu ¿Ustedes no? :(
Bueno, disfruten de este nuevo capítulo y recuerden que ya no falta nada para el final. ¡Nos leemos!
Atte. XideVill
Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.
CAPÍTULO 28.
KAGOME
Tomé aire profundamente hasta que mis pulmones empezaron a doler. Miré a Sango y asentí, ella lanzó un grito de guerra y todos empezaron a atacar a la inmensa masa de demonios con la que nos habíamos encontrado.
–¡Kagome! –gritó Koga y yo esquivé a uno de los demonios que venía hacia mí.
Tomé mi arco y disparé una flecha en su dirección, como había pasado ya en varias ocasiones la flecha que disparé se envolvió de un aura brillante, dejando destellos a su paso hasta dar con el cuerpo de la bestia y purificarla por completo.
–No te alejes –demandó Sesshomaru alcanzándome mientras derribaba a uno de los demonios.
–Pides mucho –dije antes de adentrarme más hacia la masa.
–¡Kagome!
No lo escuché y seguí atacando a cada uno de los demonios que osaba interponerse en mi camino ¿Qué buscaba? No lo sé, pero después de seis meses de angustia solo quería liberar un poco todo lo que estaba conteniendo desde el día que recibí aquella carta.
–¡Solo quedan dos! –Escuché la voz de Ayame a lo lejos– ¡Koga, ese es mío!
–¡Tendrás que ser más rápida si quieres ganarme! –repuso éste cortando la cabeza del demonio.
Sonreí, no podía negar la complicidad que habían construido ellos dos y tal vez me consumía la envidia.
–¡Este es el último! –afirmó Miroku al derribar a un demonio– ¿Ahora qué Majestad?
Miré el panorama, estaba a punto de oscurecer, todos se veían cansados y por suerte solo había un par de heridos.
–Construyan las carpas, nos quedaremos aquí a descansar.
–Sí majestad.
–Miroku –lo llamé y él se detuvo– Primero construyan una carpa para los heridos, los curaré cuando esté listo.
–A sus órdenes –asintió– ¡Ya oyeron a la Reina!
Todos obedecieron de inmediato y cada uno se centró en sus labores. Busqué un lugar dónde descansar mientras tanto y encontré una roca en medio de la oscuridad y la ocupé. No pasó mucho hasta que la compañía de Sango se hiciera presente.
–¿Estás bien? –asentí– No puedes seguir haciendo eso Kagome.
Sonreí.
–¿Y qué se supone que hago?
–Sabes de lo que hablo, poner tu vida en peligro, no pensar en las consecuencias de tu impulsividad.
–No iba simplemente a quedarme de brazos cruzados mientras todos los demás luchaban por la causa.
–La causa… –repitió sin mucho ánimo– Hemos acabado con casi todos los demonios que podía haber en el Reino ¿Qué haremos después? ¿Buscarlos bajo las rocas solo para matarlos?
–No hace falta, solo quiero encontrar a un demonio –afirmé– Aquel que me quitó todo, aquel que hizo de mi vida miserable.
–Kagome…
–Lo encontraré y te juro que mataré a Naraku así sea lo último que haga, por ellos, por los que murieron y por Inuyasha.
Mi respiración era todo lo que podía escuchar después de aquello. El silencio cayó como la noche profunda y desvié la mirada para que no notara que aún me dolía. Que el recuerdo aún dolía.
–Miento cuando digo que todo esto lo hago por todos los que murieron cuando en realidad solo lo hago por Inuyasha… –susurré conteniendo mi propio cuerpo– Sé que suena egoísta, pero… no puedo solo seguir adelante, fingir que todo está bien y olvidarme de él. No puedo Sango.
–Majestad –Ambas miramos al hombre frente a nosotras– Los heridos la están esperando.
Asentí.
–Gracias Miroku, llévame con ellos por favor.
–Con gusto mi Reina.
Me ofreció uno de sus brazos y yo lo tomé.
–Kagome.
–Hablamos luego Sango –dije sin voltear.
–Sí Majestad.
Solté un suspiro antes de empezar a seguir a Miroku rumbo a la carpa.
–Esta mañana nos alcanzaron Miyu y su nueva aprendiz –comentó Miroku tal vez tratando de romper la incomodidad que se había instalado.
–¿Miyu está aquí? –cuestioné sorprendida.
–Sí Majestad.
–¿Por qué?
Miroku pareció dudar en lo que diría, lo supe porque el brazo que sujetaba se tensó al instante.
–Por su salud Majestad.
–¿Mi salud? Pero si yo me encuentro perfectamente.
–Sí, pero el Príncipe Sesshomaru y su Majestad Koga no piensan lo mismo. Tal vez usted no lo haya notado, pero últimamente su estado físico se ha ido deteriorando.
–Pero qué tontería –refuté– Yo me encuentro perfectamente bien de salud, es más, podría derrumbar a una bestia colosal en este momento.
Miroku sonrió.
–No dudo que lo haría mi Reina y si llegara a pasar le ruego que me ponga en aviso para contemplarlo.
Ambos reímos y de pronto el ambiente cambió a uno menos desolador. Cuando entramos a la carpa ambos hombres heridos nos miraron para luego inclinar la cabeza.
Me dispuse a curar sus heridas y lesiones con la ayuda de la Perla de Shikon y cuando terminé los dejé descansar para dirigirme a mi carpa. Por suerte ya estaba lista y empecé a instalarme.
Los seis meses que habían pasado los habíamos aprovechado para recaudar información sobre Naraku, su posible paradero, sus posibles escondites y su posible estrategia, todo con la ayuda de Sesshomaru, Koga, Ayame, Miroku y mi amiga Sango. No dudaba que este ataque de gran magnitud no era más que la distracción que Naraku para que no demos con él, aquello solo podía significar una cosa, estábamos a solo un paso de encontrarlo y él… él tenía miedo.
–Majestad –Miré sobresaltada a la mujer que había irrumpido de la nada a mi carpa.
–Miyu, me asustaste.
–Lo siento mi Reina, pero la llamé en múltiples ocasiones y usted no respondía, temí que le había pasado algo.
–¿Qué podría pasarme? –dije empezando a calmarme– Estoy en medio de un gran ejército de hombres armados, nadie se atrevería a despertarme si quiera.
–Lo siento…
–No te disculpes – sonreí – Qué bueno volver a verte Miyu, es agradable ver una cara conocida después de mucho.
Me devolvió la sonrisa antes de acercarse a mí.
–Déjeme revisarla por favor.
–Supongo que si me niego mi cuñado sería capaz de dejarte sin comida durante una semana.
Sentí a la mujer imaginar aquel cruel destino y yo sonreí porque de ninguna manera permitiría que le hicieran algo así, pero de todos modos accedí a su petición y me recosté sobre los cojines que hacían de cama provisional.
Miyu empezó por tomarme el pulso y la vi arrugar la frente antes de llevar una de sus manos a mi pecho.
–¿Se ha estado sintiendo bien?
–Define la palabra "bien"
Miyu me miró con acusación y yo sonreí.
–Bien, no, creo que últimamente me he estado sintiendo algo cansado, se me va el aire de vez en cuando.
–¿Y eso es siempre o…?
–¿O? –Le dije para que cerrara la pregunta.
–O es cada vez que purifica a un demonio o cura a un herido.
Me negué a responder y por obvias razones.
–Majestad ¿A cuántas personas ha estado curando en el último mes?
–¿Él hecho de que todo el ejército esté completo no te dice nada?
–¡Pero majestad! Esos son muchos hombres, no puedes seguir desgastando su energía de ese modo. Sé lo que la Perla de Shikon le otorga, pero también sé lo que le quita.
–Esos son solo cuentos –argumenté– Sí, la perla puede curar y con la ayuda de mi don lo puedo hacer, pero aún no se ha confirmado eso de que cada vez que lo haga pierdo años de vida.
–Que no se haya confirmado no quiere decir que no sea posible –aclaró– Por favor ya no lo haga, piense en lo importante que es usted para el Reino.
–Es justamente por eso que lo hago, no quiero que nadie más muera por eso los curo y no me importa el final que consiga después de todo. Ellos son más importantes que yo –sonreí– Miyu, te agradezco que te preocupes, pero por favor no vayas a comentarle esto a nadie.
–Pero…
–Señorita Miyu –aquella dulce voz la interrumpió.
Miré hacia la entrada de la carpa y entonces me encontré con unos ojos castaños claros que me miraban con asombro.
–Perdóneme Majestad –dijo arrodillados para evitar mi mirada– Yo solo vine en busca de mi maestra.
–Rin, cuántas veces te he dicho que primero se tiene que informar antes de entrar –riñó Miyu– Ay niña ¿Qué haré contigo?
Sonreí genuinamente al ver la escena.
–¿Rin? –la llamé despacio para no asustarla– ¿Ese es tu nombre?
–Sí majestad.
–Ven, acércate –dije mientras me incorporaba sobre la cama.
La joven mujer dudó por unos segundos antes de acatar mis órdenes, cuando estuvo frente a mí aún se rehusaba a verme a los ojos.
–¿Cuántos años tienes Rin?
–Dieciocho, Majestad, los acabo de cumplir –dijo con la voz algo temblorosa.
–Y cuéntame Rin, ¿a qué te dedicas?
–Cuando era joven trabajaba con hierbas medicinales, pero…
–¿Hierbas medicinales? –cuestioné mirando a Miyu– No creí que en Lothar también se dedicaban a hacer eso.
–Y no lo hacemos Majestad, no sé por qué Rin lo dijo si nosotras solo curamos con tés, pociones y medicinas.
–Majestad… –la muchacha no logró formular lo que diría y terminó rompiendo en llanto.
De inmediato me puse de pie para tratar de contenerla y otorgarle algo de consuelo.
–Pero ¿qué ocurre Rin? ¿Algo te está molestando? puedes decírmelo.
–Ay niña, por favor no llores –dijo Miyu empezando a desesperarse y mirar hacia la puerta– Ya Rin por favor, no quiero tener más problemas con el Príncipe Sesshomaru…
–¿Con Sesshomaru? –dije sorprendida– ¿Qué tiene que ver mi cuñado en esto?
–Verá Majestad, Rin es la protegida del Príncipe y fue él quien me pidió que le enseñara todo lo que sé, pero ahora no sé por qué llora.
¿Su protegida? No creí que Sesshomaru tuviera ese tipo de consideraciones con nadie ¿Quién era esta niña y por qué era tan importante para él?
Cuando sentí que su llanto cesaba fue cuando decidí mirarla de frente, aquellos ojos me recordaron algo familiar.
–"Kagome, Kagome, ¿el cuervo se lo llevó? ¿No lo conoces ni tú ni yo? Con su ojo colocado en la jaula. ¿Dónde está tu lugar de partida? ¿Tienes una, o no tienes ninguna?" –empezó a cantar y en mi pecho se instaló un dolor que hace mucho creí haber olvidado.
–¿Cómo? –dije pasmada– ¿Cómo sabes esa canción?
Esta canción le pertenecía a mi Reino y solo se utiliza para jugar un juego llamado "Kagome Kagome" haciendo referencia a mi nombre. Pero solo mi gente lo conocía, solo los niños de mi Reino la jugaban.
–¿Cómo es que tú…?
–Majestad –Rin se secó las mejillas para mirarme con sus ojos brillantes– Usted es tan bonita como su querida madre, nuestra eterna Reina.
–Rin –dijo Miyu sin entender nada– Pero ¿de qué hablas niña?
–¿Conociste a mi madre?
–Ella me salvó, aquella noche sangrienta, ella usó todo su poder para salvarme, así como hizo con usted.
–Rin tú… –dije conteniendo un sollozo y tomándola por los hombros.
Ella asintió volviendo a secar sus mejillas.
–Sí majestad, soy de su Reino, aquel que destruyeron esos demonios.
–Pero ¿Cómo? –negué– ¿Cómo puede ser posible?
–Fue todo gracias a su esposo y al señor Sesshomaru. Ellos fueron los que me encontraron aquella noche. Y todo este tiempo el señor Sesshomaru cuidó de mí, hasta ahora.
Una lágrima resbaló por mis mejillas, atraje a la joven mujer hacia mí y me dejé envolver por la familiaridad de aquel abrazo.
No estaba sola, al final de cuentas no solo éramos Sango y yo la únicas que habíamos sobrevivido aquella fatídica noche. Sonreí genuinamente cuando vi la imagen imponente de Sesshomaru en la entrada. Gesticule un gracias inaudible para no romper el momento y él solo asintió antes de salir y dejarnos solas nuevamente.
Al caer la profunda noche ya todos se encontraban durmiendo, Rin y Miyu se fueron a su carpa hace mucho y desde entonces yo no podía dormir. Era extraño porque si bien me sentía exhausta, mi cuerpo se mantenía en alerta.
Escuché un ruido del otro lado de la carpa y le resté importancia pensando que de seguro era uno de nuestros hombres haciendo guardia. Giré el cuerpo de tal modo que quedé mirando el techo, estaba oscuro, sí, pero la mente puede crear sombras hasta en la oscuridad más imponente.
–¡Mmm! –abrí los ojos.
–Shh… no grites –advirtió la mujer en un susurro– Sabía que nos volvería a ver Princesa.
¡Kikyo!
Quise gritar, pero tenía su cuerpo encima del mío mientras que con una mano me tapaba la boca y con la otra sujetaba una daga contra mi garganta. No me moví y aquello pareció ser un triunfo para ella.
–Vendrás conmigo.
–¡No!
Aproveché un segundo de su distracción para gritar, pero de inmediato sentí un corte en mi piel. Kikyo me miró con odio y aquella imagen fue todo lo que vi antes de desvanecerme y perder la conciencia.
–No despertará…
–Tranquilo, solo fue un rasguño.
Esas voces. Parpadeé un par de veces sintiéndome aún aturdida, la cabeza me daba vueltas y el piso bajo pies no dejaba de moverse. Quise frotar mis ojos, pero las cadenas en mis muñecas me lo impidieron. Aquel trasteo de las cadenas me alarmó y quise liberarme provocándome aún más dolor, estaba de pie y tenía los brazos suspendidos en el aire, el dolor era la consecuencia de eso.
–Vaya, vaya, pero miren quién despertó –Aquella voz oscurecida hizo eco en todo el lugar y levanté la cabeza para mirarlo– Bienvenida a casa Midoriko, no sabes por cuánto tiempo he esperado por ti.
Naraku.
Continuará...
