REY DE LOS DEMONIOS
¡Hola!
Volví, y solo puedo decir ¡Al fin!
¡Disfruten de este nuevo cap! Y nos vemos el domingo con el último capítulo, pero ojo, también habrá epílogo. Nos vemos :)
Atte. XideVill
Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.
CAPÍTULO 29.
KAGOME
–¿No piensas decir nada?
–Yo soy Midoriko –refuté al tener al mismo Naraku ante mí.
Negó con la cabeza mientras se hacía paso y entraba a celda en donde yo estaba.
–Mi querida Kagome, a estas alturas ya deberías de saberlo. Tú eres su reencarnación, tú llevas su don y por lo tanto también su maldición.
–Díselo cariño.
¿Cariño?
Miré a Kikyo con asombro, lo sabía, ella trabajaba para él. Naraku me tomó del mentón y me obligó a mirarlo.
–Yo soy tu maldición mi querida Kagome, lo soy desde el día que Midoriko decidió traicionarme con ese monstruo.
–Tú eres el monstruo –escupí tratando de liberarme de su agarre– Tú mataste a toda esa gente, fuiste tú quien mató a toda mi familia.
Naraku sonrió satisfecho.
–No sería nada justo tener que quedarme con todos los créditos –dijo mirando a Kikyo.
–¿Por qué? –cuestioné– Kikyo ¿por qué haces esto?
–Verás, es una larga historia.
–Digamos que fue un error del destino –intervino Naraku soltándome y caminando hacia donde está Kikyo– Hace muchos años, cuando tan solo eras una niña supe que serías especial, tu don siempre me recordó a Midoriko, pero fueron tus padres los que decidieron sellar ese don ¿Por qué? Tal vez por miedo. Los humanos suelen ser tan cobarde ante el poder.
–Cállate, deja de hablar de mis padres.
–Pero si aún no termino la historia –Lo vi tomar de la mano a Kikyo para luego mirarme– Usted dos son tan idénticas y lo fueron desde niñas, por eso cuando fui por ti me confundí y traje conmigo a esta bella mujer.
Dejó un beso en el dorso de su mano.
–¿Venir por mí? –dije sin entender.
–Hace muchos años fui por ti, a la vista de todos, a la vista de tus padres y de tu pobre y anciano abuelo. Por fin ibas a ser mía, pero cometí un error y terminé confundiéndote con Kikyo.
–¿Kikyo? –solté pasmada– ¡¿Kikyo es de mi Reino?!
–Así es, pero no sabes cuanto agradezco que Naraku me haya sacado de ese infierno –afirmó la mujer– Si no fuera por él probablemente ahora habría terminado muriendo como tu madre o toda esa gente.
–¡Maldita! –traté de liberarme– ¡Juro que los mataré!
–¡Suficiente! –sentenció Naraku– No podrías ni, aunque lo intentaras, te dije que sería tu maldición, Midoriko ¿Ya lo olvidaste? En eso consiste el Lazo de Sangre, no podrás escapar de mí en esta vida ni en la próxima, estaremos condenados a repetir la historia una y otra vez, reencarnamos hasta que por fin exista un nosotros y viviremos felices solos tú y yo sin esa bestia.
–¡Yo no soy Midoriko!
–¡DIME DÓNDE ESTÁ INUYASHA!
Me quedé muda al sentir sus manos alrededor de mi cuello.
–Dime dónde está…–musitó a escasos centímetros de mis labios– Tengo que acabar con él de lo contrario tu corazón le seguirá perteneciendo.
Negué varias veces con lágrimas en los ojos.
–Él… está muerto…
–¡Mientes!
–No –dije sin despegar mis ojos de los suyos– Tú lo mataste, fuiste tú…
–Déjame tus recuerdos –dijo acercándose aún más– Así sabré si mientes o no.
De pronto su mirada se ensombreció.
–Kikyo –La mujer se acercó– Llama a Kagura y los demás, esto aún no se ha terminado.
Y me soltó dejándome con más preguntas que me quemaban la garganta ¿Acaso Inuyasha aún seguía vivo?
–Dulces sueños querida Kagome, cuando despiertes tal vez estemos muy lejos de aquí y tu querido Inuyasha solo formará parte de tus recuerdos.
–¡No! ¡Suéltame! –demandé cuando sentí cómo Kikyo me quitaba el oxígeno.
INUYASHA
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Por cuánto tiempo más iba a permanecer encerrado en este lugar?
Desde la última batalla con Naraku, en la que perdí a todos mis hombres, no recordaba con exactitud lo que había pasado, mi cuerpo me dolía, en mis manos aún estaban las garras del demonio que por tanto tiempo había contenido dentro de mí.
El olor a sangre era lo único que percibía desde ese entonces, estaba dentro de la perla, eso lo sabía, después de todo el idiota de Koga tenía razón y aquello sí existía, pero nunca mencionó cómo se salía de aquí, durante todo este tiempo solo había luchado con cadáveres de demonios ¿Sería este un lugar donde solo los muertos tenían acceso?
Si era así ¿Entonces yo estaba muerto? No, un muerto no siente nada, ni dolor, ni arrepentimiento y yo lo sentía todo. No había día en el que no me arrepintiera de haber dejado sola a Kagome, no había día en el que no pensara en ella.
Apreté el mango de mi espada al recordarla ¿Qué estaría haciendo ella ahora? ¿Estaría bien? ¿Aún pensaría en mí? ¿Me extrañaría?
Limpié una lágrima rebelde antes de volver a levantarme, si quería volver a ver aquellos hermosos ojos cafés una vez más, entonces tenía que seguir buscando una forma de salir de este lugar y no me daría por vencido hasta lograrlo.
–Aun sigues vivo asqueroso humano.
Sonreí antes de volver a mirar al demonio colosal frente a mí. Lo apunté con Tessaiga y negué lentamente con la cabeza.
–Estás muy equivocado si crees que solo soy solo un humano.
–¡Acabaré contigo en un segundo!
–¡Ven e inténtalo!
Corrí hacia él y giré la espada para dar un corte limpio y certero. La sangre derramada terminó por salpicarme a montones. Aquello no me importó, de todos modos, no tardaría mucho en enfrentar a otro demonio.
–Inuyasha.
Volteé al escuchar ese llamado.
–Madre… ¿eres tú?
–Inuyasha.
Mi cuerpo se estremeció al ver la figura de mi madre justo frente a mí.
–¿Cómo?
Llevó una mano a mi mejilla y la acarició con ternura. Cerré los ojos mientras me sentía como un niño pequeño, como cuando ella venía a consolarme cada vez que lloraba.
–Madre…
–Mi querido hijo, tienes que descansar.
–No puedo hacerlo, tengo que encontrar una salida, tengo que volver a casa.
Mi madre me sonrió atrayéndome hacia su cuerpo y peinando con delicadeza mi cabello.
–Esa es la salida. Solo piénsalo un poco ¿Has descansado alguna vez desde que llegaste aquí?
Ahora que lo meditaba, no. Desde que entré a la perla en busca de Tessaiga no había dejado de luchar con demonios, pero no me sentía exhausto. Tal vez esa era la trampa.
–Duerme mi dulce niño, estaré contigo cuando despiertes.
–Madre –susurré– ¿Por qué no viniste antes?
–Antes –dijo con tristeza– No podía interferir en tu destino.
–¿Qué cambió?
–El amor –La miré dudoso– Ve con ella, regresa a casa. Ella te necesita y sus rezos llegaron a mí.
–Kagome… –musité.
Entonces aún pensaba en mí, aún me extrañaba tanto como yo a ella.
–Descansa hijo mío…
Mis párpados se hicieron pesados y con aquel último respiro me dejé consumir por el cansancio.
Cuando abrí los ojos me encontré con un inmenso cielo nublado, el viento soplaba y traía consigo el olor a muerte y destrucción.
–Ah, veo que ya despertaste muchacho.
Giré levemente la cabeza y miré al hombre anciano sentado junto a mí.
–¿Myoga? –dije en un susurro.
–Majestad, me alegra que haya regresado.
–¿Qué me pasó? ¿Todo fue un sueño?
–La espada en sus manos me dice que no lo fue Majestad. Usted lo consiguió, encontró la Tessaiga de Lothar.
Me incorporé y contemplé con sumo cuidado e intriga la majestuosa espada. Rápidamente llevé una de mis manos a mi cuello, exactamente al lugar donde descansaba en Kotodama, pero no lo encontré.
–¿Dónde está?
–¿Qué cosa Majestad?
–El Kotodama ¿Qué pasó con el? –cuestioné.
–Me temo que se perdió en la guerra, y tal vez ese sea el motivo por el cual usted no logra recordar nada.
–¿Y que se supone que debo de recordar?
–Su transformación –dijo seguro– Cuando Naraku acabó con sus hombres la ira te consumió, te cegó y atacaste sin pensar en las consecuencias. Naraku terminó por arrancarle el collar y usted se transformó en un demonio completo. Se enfrascaron en una pelea, pelea en donde tuve que intervenir cuando la perla se apoderó de su cuerpo y lo consumió.
–¿Cómo? Yo no encontré la perla.
–La perla siempre estuvo con usted Majestad. Y en el momento que lo sintió morir esta lo protegió consumiendo su alma y liberando un destello que cegó a Naraku y entonces yo aproveché para poner en resguardo su cuerpo hasta que usted volviera –Myoga me miró– Y lo consiguió Majestad. Usted regresó.
Aquella historia me resultó poco creíble, no entendía cómo es que era posible que la perla siempre estuviera dentro de mí. Cuando Koga lo comentó, no lo creí, pero ahora…
–¿Dónde están todos? –cuestioné poniéndome de pie en un segundo– ¿Dónde está Kagome?
El suspiro que soltó el anciano no me gustó para nada.
–Su hermano y un ejército de hombres se están enfrentando en este momento a Kagura y a sus hermanos. Pero aún no se sabe nada de Naraku, su presencia no logro detectarla.
–¿Y kagome? ¿Ella está bien? –dije consumido por la ansiedad.
–Ella fue secuestrada por Naraku.
Un latido doloso invadió mi pecho.
–Majestad ¿A dónde va?
–No me quedaré aquí viendo como acaban con mi gente.
–¡Majestad, espere por favor! ¡Sé dónde podrían estar!
Entonces me detuve mientras escuchaba mis propios latidos.
KAGOME
Desperté y un grito abandonó mi garganta.
–Princesa, creo que se acabaron los somníferos. Es una lástima, aún no he terminado con usted.
Y nuevamente volví a gritar del dolor cuando sentí un nuevo corte cerca a mi abdomen.
–Kikyo, ya es suficiente –dijo Naraku apareciendo dentro de la oscuridad.
Mis ojos llenos de lágrimas lo miraron con odio mientras mi respiración se tornaba agitada.
–Al parecer creo que dijiste la verdad –señaló el hombre mientras apartaba a Kikyo para tomar su lugar con la daga– Dime una cosa Kagome, aún sientes algo por ese demonio a pesar de que ya esté muerto –Acarició mi mejilla con la navaja– Piensa muy bien lo que vas a decir.
Tragué hondo antes de volver a recuperar el aliento y mirarlo a los ojos.
–Sí, yo amo a Inuyasha y lo seguiré haciendo incluso después de morir.
Contuve un grito cuando sentí el corte sobre mi mejilla.
–Mala respuesta. Te lo diré de nuevo y esta vez piensa muy bien tu respuesta –amenazó colocando la daga en mi vientre – ¿Aún sientes algo por esa bestia?
–Naraku, no, ¿Cómo debería de llamarte? Setsuna no Takemaru.
Aquel nombre pareció aturdirlo por unos segundos antes de volver a ejercer presión sobre mi vientre.
–Ese hombre ya murió, ahora soy Naraku y todos me conocen como El Rey de los Demonios, porque esos seres inferiores me obedecen.
–No –refuté con la voz entrecortada– Tú eres Setsuna no Takemaru, solo eres un hombre herido por el rechazo y la traición de una mujer a la que no pudo tener en vida ni mucho menos en muerte. El alma de Midoriko siempre amó a Lothar y por eso reencarnó en mí para terminar la historia.
–¡Midoriko es mía! –exclamó empezando a enfurecer.
–¡No y nunca lo fue! Ella nunca te amó.
–¡Suficiente! –gritó y de un solo tirón arrancó las cadenas que me mantenían atada– Eres igual de insolente que ella, pero yo sé cómo hacer que te calles.
Se acercó a mí y aunque intenté alejarlo con mis manos no pude contra su fuerza inhumana, me tomó de las mejillas y me atrajo hacia él.
–¡No, suéltame!
Fue todo lo que pude decir antes de sentir sus labios contra los míos. Me resistí y cuando sentí sus manos sobre mi cuerpo creí que todo estaba perdido, pero de pronto una gran explosión hizo que cayéramos al suelo, el golpe fue lo de menos, agradecí el haberme separado del cuerpo de Naraku.
Tosí un par de veces ante la gran cantidad de polvo que nos invadió. Mis ojos no podían ver nada, pero distinguí un punto de luz a lo lejos, me puse de pie y corrí hacia él, pero algo me detuvo.
–No tan rápido – dijo Naraku en un susurro cerca de mi cuello desnudo– Tú y yo aún no hemos terminado…
–¡Quita tus asquerosas manos de mi mujer!
El corazón me dolió al reconocer al dueño de aquella voz, el polvo se disipó y entonces lo pude ver con claridad, era él, era...
–Inuyasha…
Continuará...
