Fanfiction escrito por mi persona, sin fines lúdicos, basado en la obra de Ichiei Ishibumi, las novelas ligeras HighSchool DxD.


- High School DxD –

[True Draconic X Deus]


-El Honor de la Nobleza-


-Inframundo – Unos años atrás-

La falsa luna iluminó la pradera rocosa.

La respiración agitada, cansado, famélico, rasgó su camisa con su espada rudimentaria, haciéndola girones, envolviendo una sangrante herida en su pierna con una rama corta como apoyo.

Mirando, alerta, a su alrededor. Buscando movimiento en su entorno.

Acabando el vendaje improvisado tomó su espada. Acercándose al cadáver del animal junto a él. Un lobo, gigantesco y negro como la noche. Hundiendo la espada en la carne, separando la piel, seccionando los músculos.

Tomando una pieza considerable entre sus manos, famélico, hundió sus dientes en él. Masticando la carne dura, cruda. Ingiriendo el alimento que su cuerpo reclamaba insistentemente.

Cansado, minado anímica y físicamente, privado de sueño, helado, sediento… El niño de apenas diez inviernos alzó la mirada para contemplar la falsa luna.

Levantándose, apoyándose con dificultad sobre sus piernas. Alerta se apartó a duras penas, cayendo al suelo, gruñendo al sentir la carne de su brazo abrirse a la fuerza, liberando un chorro de sangre.

Alzando su espada, colocando la espada como defensa, deteniendo el mordisco de un lobo mayor.

Arrastrándolo, se deslizó por metros y metros de viva roca, evitando que el animal cerrase sus fauces.

Separándose, el animal le golpeó con su garra, haciéndole rodar con violencia.

El niño se puso de rodillas como pudo, intentando alzar su espada.

Sin fuerzas, agotado… Viendo los colmillos del lobo apenas a unos centímetros de su rostro.

Cerrando los ojos, dejando caer el acero…

ZUMMMMMMMMMMMMMMM

-¡!-

Un haz de luz iluminó la noche, desintegrando al animal.

Cayendo de espalda, el infante vio una mujer flotando sobre él, una hermosa mujer de cabello rubio, brillante como el amanecer…

-¡!-

Jadeando pesadamente, el castaño se incorporó, sudoroso, en su cama.

-Issei…-

-Nya…-

Mirando a lado y lado, el pequeño dragón acarició el rostro de Lavinia, besando su frente. Repitiendo con Kuroka.

Las chicas, desnudas, dormían a lado y lado.

-¿Estas bien? ¿Has tenido una pesadilla?- preguntó la rubia incorporándose, media melena cayendo por su rostro.

Adormecida, preocupada.

El niño volvió a colocar su mano en la mejilla de la chica, que cerró los ojos, inclinando para disfrutar de la caricia.

-Estoy bien… Seguid durmiendo, voy a por agua…-

-¿Seguro, nya?-

-Vuelvo enseguida- la tranquilizó el joven incorporándose lentamente, bajando de la cama. Vistiéndose con unos calzoncillos abandonó la estancia en silencio.

Sirviéndose un café en la cocina, mirando las cajas de cartón amontonadas en la entrada.

Llegaban paquetes de forma constante. Las chicas, con su generoso presupuesto, consumían de forma… agresiva. Pero algunas cajas eran suyas. Tomándolas sin dificultad, el chico se desplazó hasta la biblioteca. Dejando las cajas en las mesas, empezó a desempacar. Una docena de libros nuevos. Material de importación, primeras ediciones, libros mágicos. Material caro de cojones. Material de primera.

Pesados volúmenes que no solo contenían el dibujo del conjuro sino aplicaciones prácticas, limitaciones y las formulas y conocimientos necesarios para conjurarlos. El valor de los volúmenes radicaba en las anotaciones que los eruditos habían añadido con el paso del tiempo.

Dejando el café en un lado, encendió el aparato de música, poniendo algo suave mientras revisaba los pesados volúmenes. Había mucho que hacer…

-Pensaba que no dormías…-

Issei no se giró, sabía quién estaba tras él.

-¿Siempre tienes pesadillas? ¿Por eso no duermes? Les dices que no duermes por necesidad cuando en realidad no duermes por las pesadillas… Que romántico… Por no hablar de cómo te evades con el sexo y el trabajo…-

El dragón respondió ladeando la cabeza a lado y lado.

-¿Qué pesadillas puede tener un niño de diez años hijo de nobles?- preguntó Rossweisse acercándose a él, con su bata de estar por casa rosada.

-Cosas de niños ricos, no lo entenderías-

-¿Algún calvario vivido en tu prueba de hombría?-

-Che…-

-He estado pensando en ello desde que lo escuché por primera vez, me parece una barbarie y me duele que tuvieses que pasar por eso tan joven… ¿Por qué te obligaron a…-

-Yo lo elegí, era joven, tenía prisa por crecer…-

-Solo un niño es tan estúpido…-

-Exacto-

La albina se mantuvo unos instantes en silencio. No por miedo, por cautela. Antes de hablar quería formular bien su siguiente pregunta… Sabía que el niño le concedía cualquier privilegio que pudiese necesitar para hablar con él.

-La necesidad de afecto y compañía denota un fuerte sentimiento de soledad pero vives con una familia afectuosa… ¿Por qué prefieres vivir solo?-

-…-

-Y mírate… Una vida austera pese a tener medios económicos abultados… Un amante de los pequeños detalles, pequeños placeres de la vida como un buen café y música mientras lees…-

Issei no respondió.

-¿Qué hace que un niño como tú no esté gastando su tiempo en el simulador de combate?-

-Sé que me tienes por un chimpancé que solo piensa con el rabo pero te aseguro que me he leído todo esto… ¿Por qué?- mirando superficialmente toda la biblioteca –He tenido muchos profesores… A pesar de mi edad, sí. Todos ellos comparten algo… Años y años de estudio-

-¡!-

-Creo que de entre todos los de esta casa eres quien me puede entender…-

-¿El tiempo?-

-El tiempo…- sonriente -¿Sabías que desde que estas aquí solo se ha tramitado una vez tu repatriación?-

-¡!-

-Se tardan meses, años para cualquier tontería… La formación académica básica dura 30 años… ¿Sabes lo que es compartir clase con tíos con una buena barba?-

Rossweisse rió divertida.

-Nuestra educación es más corta, pero si tenemos largos periodos de servicio militar entre años de formación… Cuando mi tutora quiere hablar con mi madre se citan a meses vista, meses! Cuando me preguntan ni lo recuerdo…-

La valquiria entendía lo que decía.

-Un estudioso, un erudito, tarda entre dos semanas y un mes en aprender un hechizo nuevo. En cada volumen hay un conjuro. Aquí hay veinte libros. Veinte hechizos, un año mínimo, de estudio según el problema académico. Que en realidad podría ser más… Apenas tenemos unos días de clase a la semana…- alzando la mirada –En esta biblioteca hay cientos de conjuros y conocimiento vario… La biblioteca de mi familia es cien veces más grande. La que el gobierno guarda celosamente contiene miles… Ese es el auténtico poder-

La albina se acercó a él. Subiéndose en la mesa.

-Yo no tengo poder mágico. No puedo conjurar nada de esto, pero todos y cada uno de mis profesores ha insistido en que aunque no pueda usarlos, los conozca-

-El Padre de Todos opinaba igual. Está obsesionado con el conocimiento…-

-Un hombre sabio, el conocimiento es poder. Baraqiel siempre dice que el poder está en la biblioteca, no en el simulador… Mi hermano es poderoso porque mi familia ha desarrollado y cultivado el poder de la Destrucción por siglos, Ajuka tiene sus fórmulas matemáticas, Asmodeus sus estrategias… Todo procede de aquí- señalándose la frente –¿Y sabes? Adoro a mi hermano… Es el tipo más fuerte que hay-

-Tu hermano tiene mucha fama pero…-

-Mi hermano es el puto amo-

-Es familia, no eres neutral- rio la valquiria, complice.

-Mira, preciosa. El Poder de la Destrucción es una herramienta prodigiosa, pero mi hermano ha logrado que una herramienta prodigiosa pase a ser algo divino-

-¿Divino? No digas…-

-Mi hermano se ha elevado al nivel de los dioses-

La albina desvió la mirada, esgrimiendo una sonrisa mordaz. Cruzándose de piernas.

-Sé que no me crees, pero yo he visto a mi hermano en acción, de verdad-

-He leído cosas, pero…-

-Mi hermano es un prodigio. Es brillante y diligente… El mejor demonio jamás nacido en este mundo…-

-Sí que le respetas…-

-Créeme, es una suerte inmensa que esté en nuestro lado…-

La asgardiana la miró con curiosidad.

-El mayor talento que hayas visto, muy superior al tuyo incluso…-

-¡!-

Volviendo a cruzar las piernas.

-Dejando a un lado a tu hermano…- la chica alzó un dossier de color marrón claro. Lo que llevaba cargando desde que había entrado.

Por fin se había decidido a hablar de lo que realmente quería hablar.

-Así que te has dejado caer por el Serafall Memorial…-

-He visto tus informes médicos…-

El niño no fingió estar sorprendido.

-Vaya… Entonces sabrás que soy un niño humano con el alma de un dragón que usa un artilugio prohibido para simular ser un demonio…-

-Y eso hace al degenerado que conozco… y aprecio- cambiando de piernas.

Issei bajó la mirada. Demasiadas veces lo había hecho. Y con esa minifalda… Dudaba que fuese algo intencional. ¿Estaba remarcando su feminidad de forma… visceral?

Issei sonrió agradecido.

-Los dragones son criaturas increíbles… Las leyendas de Fafnir son muy conocidas, su aliento tenía el poder de anular todo poder mágico! El fuego dorado de Fafnir!... Todos los dragones tienen una habilidad, cual es la tuya?-

-Yo no tengo-

Rossweisse lo miró sorprendida.

-No te creo-

-No miento! Mi herencia es cojonuda, los Gremory no tienen un poder propio y mi poder como dragón no tiene nada de especial- exclamó el castaño entre risas.

-Eso no es cierto… ¿Qué hay de todo ese poder que tienes dentro?-

-Eso… Es poder del "Infinito" o lo que sea que signifique eso…- alzando su mano –Es solo eso, poder… Un poder que tengo desde que recuerdo pero que no recuerdo haber tenido-

El espacio sobre su mano empezó a distorsionarse, enredarse, alterado por una concentrada masa de poder dragontino. La albina lo miró detenidamente, curiosa.

-No puedo conjurar nada con esto…-

Aunque tuviese poder dragontino, si no podía convertirlo en mágico los círculos y conjuros de esta sala no iban a funcionar. Y si tampoco tenía una habilidad que alimentar…

-Este cuerpo no puede soportar la tensión, así que no, no puedo usarlo para reforzar mi cuerpo tampoco…-

Los ojos azules de la valquiria se posaron sobre la masa de energía en la mano del chico.

-¿Infinito… de Infinito? ¿No tiene límites?-

-Si los tiene no los he visto ni los conozco-

-Solo hay un dragón al que se le asocia el término "infinito"-

-¿Cuál?-

-La Gran Serpiente, Ouroboros-

-He oído hablar de ella… No la conozco personalmente… ¿Tu si?-

-Nadie de mi tierra lo hace, hace siglos que nadie la ve, creo que el último registro es… ¿El ataque al Jardín del Edén? Quedó registrado en la Bíblica, creo-

El dragón miraba al techo, desinteresado.

-Podemos intentar buscarle algo útil…-

-Ya lo hago, tengo mis piedras-

-Algo más pragmático… En mi tierra usamos runas-

-¿Runas?-

-Es algo parecido a vuestros círculos, pero son más complejos, compactos y útiles-

-Argumenta-

-Las doncellas guerreras llevan runas grabadas en la armadura, gesticulando la runa en el aire puedes activar su conjuro. Y los hay de muy complejos-

-¿Aun con mis problemitas?-

-No, por supuesto. Pero si podemos prepararlos para cuando actives tu Pieza…-

-Mmm… Eso podría estar bien… ¿Cuánto tiempo necesitas para aprenderte esto?- preguntó Issei tocando la tapa del libro con su índice.

-Un día o dos según la dificultad…-

El castaño abrió la boca, incrédulo.

-Putos genios… Eres mucho más lista de lo que parezco-

-¿Perdona?-

-Que eres puro talento, una prodigio, yo no puedo hacer eso…-

-¿A qué viene eso? Es ofensivo! Tú tienes el alma de un dragón ahí dentro! Eso habrá contaminado tu cuerpo… Sé que tienes… ¿Cómo lo llamáis? Esto…-

-Plumas Rojas, en honor a los dones angelicales… Pero eso carece de importancia para una semidiosa…-

-Yo no tengo dones de esos-

-Por favor…-

-¿Qué quieres decir? Los ojos del dragón! Ojos que ven lo que nadie más puede ver, el mundo como es!-

-No será muy diferente de lo que ven los ojos de un dios… Y tú eres la que lo entiende todo a la primera-

-No digas tonterías! Estudiamos el cuerpo de Fafnir! Sé que tus ojos leen el flujo de energía, que son como tener múltiples ojos observando al mismo tiempo cosas diferentes…-

-Eso no tiene sentido…-

-¿Y qué me dices de las alas del dragón! Medios para ascender al mundo de los dioses!-

-Vosotras voláis sin necesidad de alas-

-El aliento del dragón! El poder interior que lo consume todo-

-Es el Halito de Fuego, una técnica de rango bajo que cualquiera… Mis llamas no son… Vale, vale… Me ha quedado claro… Tu cuerpo de semidiosa es más especial-

-Eso no es cierto, vosotros sois uno con la naturaleza-

-Y los asgardianos viven en la sombra de Yggdrassil, se nutre de su poder…-

-Es un árbol-

-El árbol de los mundos, y os alimentáis con sus frutos… Sois semidioses! ¿Qué somos unos lagartos con alas a vuestro lado?-

La pareja rio alegremente.

La valquiria tomó mano, masajeándola.

El brazo, algo grueso y fornido para alguien de su edad, pesaba y no cedía un milímetro a su fuerte contacto. La valquiria, con algo de dificultad, apreciaba algunas anomalías en la musculatura.

Escamas.

El joven estaba desarrollando escamas bajo la piel.

Un lobo con piel de cordero. Un niño de apariencia humana que escondía los músculos de acero y la impenetrable piel de la raza que una vez gobernó la cima de la cadena alimenticia.

-Eh! Si tocas, toco-

Rossweisse no se detuvo y acabó recostada sobre el regazo del niño, con una de sus manos colándose por sus muslos.

Sonrojada, no dijo nada, prosiguiendo con su masaje.

-Los asgardianos no somos mejores que ningún otro pueblo, crecimos y nos impusimos a los demás mediante el uso de la fuerza y quizás algo de fortuna- admitió la albina cabizbaja –La historia de Asgard no es tan brillante como nuestro mundo… Hay mucha sangre y muerte en nuestra supuesta gloria-

-¡!-

El niño alzó su mano, apartando algunos mechones de la media melena de la joven. Quedando su rostro peligrosamente cerca del de ella.

La cercanía no parecía importarle.

-¿Quieres hablar de ello?- susurró Issei acariciando el rostro de la joven.

Besando sus dedos, la asgardiana asintió.

-Borr… El progenitor del padre de Todos empezó hace miles de años la campaña sangrienta que tiñó de rojo las ramas del árbol de los mundos… Midgard, el Jardín Medio antes era un territorio prohibido, un terreno inhóspito-

-¿Los humanos eran tan molestos?-

-Las leyendas hablaban de poderosas criaturas. Era complicado de explicar. No es algo de lo que tampoco se quiera hablar, pero había una leyenda que decía que el pueblo de asgard no era originario de Asgard, sino que procedían de un mundo perdido. Un mundo consumido por las llamas. Se pensaba que podía ser Musphelheim, pero siempre creí que se trataba de Midgard-

-¿Por?-

Rossweisse parpadeó repetidas veces.

-Como que… No he tenido tiempo de revisar todo el material que os dan… ¿Tienes un mapa del Infierno?-

El dragón señaló con ligereza un sector de la biblioteca. Levantándose ágil, la chica se dirigió hacia allí, regresando algunos minutos después, desplegando un mapa sobre la mesa.

Mirándolo fijamente, colocó una mano en su cintura, expectante.

-¿Qué?-

-¿Vas a venir?-

-¿Por qué?-

-¿Por qué tengo algo que decirte?- espetó la valquiria.

-Bueeeeeno…- levantándose molesto. Acercándose a ella.

-Todo esto está mal-

-¿El que está mal?-

-Todo- golpeando la mesa con las manos.

-Pero como…-

-Yggdrassil no es solo un árbol de sostiene los mundos, los conecta entre si. Y aunque mi pueblo haya creado los dos puentes de arcoíris para viajar con mayor comodidad, esta unión se puede apreciar a simple vista… Y en el mundo humano esto no se ve-

-Mmm-

-Y a esto le sumamos otro problema…- dejando tres papeles superpuestos –El Cielo, el Infierno, el Mundo Humano… ¿Cuál es Midgard?-

-¿Cómo que cual?-

Rossweisse negó con la cabeza.

-Este no es el mapa de Midgard que tenemos nosotros- tomando una hoja blanca y un lápiz, dibujando un gran semicírculo con uno menor en el interior, añadiendo algunos más pequeños distribuidos por el lienzo –El mundo humano, los continentes que estudiáis, derivan de Pangea, el continente primigenio, y no se han separado tanto como creéis. Forman un círculo con Europa como centro… Alrededor hay un muro, gigantesco de hielo, con cuatro aperturas, esto deriva en el océano exterior con las grandes tierras exóticas que conocéis como las tierras divinas, es donde los dioses se asentaron, con una perfecta cadena montañosa que lo rodea todo… El muro de hielo separa las tierras divinas de las mortales y el muro de tierra y piedra de todo del mundo exterior. El mundo exterior es mucho más primitivo y violento. Con extensas masas de tierra que sufren de la conexión con los demás mundos, continentes de permanente lava, eterno frio o incesantes tormentas… Se han dado casos de mortales que han traspasado el muro de hielo por la Puerta del Leviatán- señalando una esquina –Y han atravesado las cadenas montañosas para echarse a la mar… ¿Lemuria? ¿Mu? Todo estaba ahí afuera…-

-¿Estaba? ¿No es así?-

-Borr creía que los dioses levantaron esas cadenas montañosas para protegerse de algo… Creemos que de tu especie-

-¿Mi?-

-Dragones. Midgard no era el mundo del hombre, era el mundo del Dragón. Un azote, la representación de la destrucción, una calamidad alada… Que gobernaba con poderío sobre todas las razas… Y mi pueblo procedía de alguna de estas exóticas tierras antes de tomar el sendero de Asgard- señalando un punto al norte de la cadena montañosa –Pero ahora hay esto- señalando las tres esferas, menores –Tres mundos más pequeños, interconectados entre ellos pero sin apenas contacto con el resto. Una anomalía, una incógnita sin explicación aparente-

La Puerta del Norte, Sur, Este y Oeste… Muchos panteones mencionaban los puntos cardinales como puertas o accesos a algo más…

-¿Entonces tu…-

-No puedo regresar a Asgard porque Midgard, o el Inframundo, no está conectado a la tierra de los dioses sin el uso de los grandes puentes de luz…-

-Mmm…-

Issei observó los mapas. El del Cielo era un solar. Una masa gigantesca de nubes con algo llamado Ciudad de Plata o Ciudad Blanca. El mapa del Inframundo se lo conocía al dedillo y no había nada parecido a eso. Y si era algo tan llamativo como un continente ardiendo, el Gobierno o alguna casa no podían ocultarlo…

-Algo tuvo que pasar… Quizás lo que provocó que mi pueblo se marchase… Y el tuyo desapareciese-

-Mi especie la palmó por un meteorito-

-No eres un dinosaurio-

-No encontrarás nada más parecido que yo-

Rossweisse lo miró con incredulidad.

-¿Te ríes de mí?-

El castaño regresó a su asiento, pensativo.

-Fuese lo que fuese, creo que destruyó el planeta y lo dividió en dos!-

-¿Qué va a…- rindiéndose, negando con la mano.

-Y la mayor prueba es que pese a no estar sujetos por las ramas de Yggdrassil siguen estando vinculados a la Grieta Dimensional…- murmuró la joven risueña -¿El Dios de la Biblia lo descubrió? Fascinante…-

-Muchísimo…- bostezó Issei.

Reaccionando al bostezo, la asgardiana dejó a un lado su curiosidad, apartando los mapas, regresando junto al chico, volviendo a sentarse en el posabrazos.

-¿Cuántos profesores tienes?-

-¿Qué?-

-Te pregunto cuántos profesores tienes…-

-¿Por qué preguntas eso?-

-Por curiosidad. No entiendo porque no le sacas más partido a esos…- señalando sus ojos rojos.

-Yo los llamo profesores pero son más bien…- respondió Issei acariciándose la sien –Baraqiel me enseña a…- mirando su mano -Y a Ascalon, combate practico… En realidad me usa como saco de boxeo… Mi padre y mi hermano las técnicas de la familia y conocimiento del Inframundo, desde artes marciales a estrategias… Y un compañero de mi raza historia, magia teórica y otros…-

-¿Te olvidas de tu academia a propósito?-

-Y de manera autodidacta todo lo que hay aquí…-

Rossweisse sonrió divertida, riendo incluso.

-¿Y tú dices que las otras chicas no se adaptan?-

-Sí, porque-

-Porque tú tampoco lo haces!-

-¿Cómo qué no?-

-Los demás van demasiado lentos para ti, por eso estudias a escondidas, intentas quemar etapas con profesores particulares!-

Issei intentó responder, gruñendo en su lugar.

Divertida, empezó a caminar por la biblioteca, mirando cada pocos segundos al dragón.

-¿Te parezco divertido?-

-No, no… Solo que… Las chicas si tienen razón-

-¿En qué?-

-Eres mucho más adorable de lo quieres aparentar-

-¿Qué?-

-Como tu sirvienta y en agradecimiento encontraré alguna manera útil para usar ese poder!- sonrió la albina hermosamente antes de salir con rapidez de la biblioteca.

El castaño se quedó un buen rato mirando la puerta, su rostro apoyado en su mano.

La asgardiana era un fichaje cojonudo.

Era brillante. La muy jodida se había acabado toda la formación académica básica del Inframundo en apenas medio año. Partiendo de cero, sin conocer ni el idioma, aprendiendo a escribir el lenguaje en apenas una semana… No era la única que tenía informes.

Aunque necesitaba estudios más detallados, Rossweisse poseía un coeficiente superior al de todos los demás siervos… Puede que incluso juntos. Pero poseía una aplastante falta de autoestima.

No era un psicólogo, pero esa chica arrastraba fuertes cargas mentales. Y aunque Matters había testificado a favor de su capacidad, a petición de su madre Venelana, y de haber recibido formación no sabía si sería capaz de hacer brillar y pulir ese diamante. Primero pensó en hacer de ella un modelo, incluso que ejerciese de profesora a falta de integración. Necesitaba tiempo para que se formasen lazos de hermandad entre ellas… Pero quizás lo mejor era establecer primero un vínculo con él mismo. Y ser, dicho sea, el primero para dar ejemplo.

Se pondría en sus manos. El mismo seria su conejillo de indias, dejaría que Rossweisse lo guiase y explotase el potencial que pudiese tener.

Si la joven era tan brillante, a ver que era capaz de hacer con él.

-DxD-

Tanto Kuroka como Lavinia tenían habitación propia, así como Rossweisse e Ingvild.

La rubia la tenía repleta de libros, con muchos marcos con fotografías y mucha madera, con jarrones con flores por todos lados… No era las más ordenada, aunque era más un problema de falta de espacio que de desorden…

Lo de Kuroka no tenía nombre, su habitación era la manifestación de su personalidad, pura anarquía… Los armarios tenían que estar vacíos, porque estaba toda la ropa en el suelo… Pero la gata, celosa y lista por instinto, apenas tenía nada que detallase nada de su interior o pasado… Ni fotos ni nada.

Tenía que hablar con Rossweisse, apenas había decorado su habitación pese a tener fondos para construir un palacete en la zona más cara de la ciudad…

Ingvild no había tenido problemas de adaptación. Su habitación estaba completamente decorada. Tanto con fotografías de gente que no conocía a pósteres de personas que tampoco conocía…

No es que fuese un cotilla, pero quería conocer los entornos privados para analizar los estados anímicos y otros aspectos de las chicas… Aunque eso no quitaba que le tuviesen especial afecto a su propio dormitorio.

A pesar de llevar un tiempo como demonios, Kuroka y Lavinia seguían manteniendo costumbres humanas, costumbres que habían contagiado a las otras. Y en esos momentos, tras una mañana intensa en estudios y entrenamiento, se estaban tomando una siesta. Que según se mirase se podía entender como literalmente, dormir.

Las cuatro, con sus pijamas, abrazadas en su cama. Tras dudarlo unos instantes les tomó una fotografía. La enmarcaría más tarde…

Dejándolas dormir tranquilamente, el niño subió a una de las plantas superiores, accediendo a una sala inaccesible para las demás. No es que no quisiese que entrase por motivos sentimentales… Esa habitación era única, en toda la casa, era una estancia bendita. Bendecida. Su genética draconiana le permitía el acceso, pero cualquiera de las chicas podría tener problemas…

Dejando su chaqueta sobre una de las mesas, se arremangó la camisa lavándose las manos con abundante agua y jabón, tomando un pesado cuenco de mármol blanco con adornos dorados. Vertiendo el agua pura y cristalina de una jarra blanca.

Agua sagrada, importada del mismo Cielo.

Colgándose una toalla limpia en el hombro cargó con el cuenco y se dirigió a la cama celestial… Un colchón de plumas que flotaba a un metro del suelo, suspendido entre cuatro barras que sujetaban cortinas blancas junto a una ventana que emitía una falsa luz blanca.

Dejando el recipiente sobre una mesa auxiliar, el niño esperó, sonriendo al ver a la mujer más hermosa del Cielo caer grácilmente sobre su cama.

Piel blanca, labios rojos, ojos azules, cabello dorado.

La criatura más perfecta creada por el mayor artista de la creación. Suya. Gabriel le procesaba el mayor de los amores y la mayor de las devociones. La mayor prueba era que siempre, siempre, lo estaba mirando y solo él, por defecto sus novias, podían verla o tocarla si ella no lo deseaba.

Desaparecida desde hacía siglos el Cielo y su hermano, Michael, la seguían buscando. Nunca buscarían en el Inframundo… Elohim la diseñó con una pasión enfermiza, pudiendo hablar de incluso una maldición, nada que no fuese sagrado podía tocar su piel, tampoco podía vestir cualquier prenda de ropa. De ahí que por ejemplo, siempre estuviese flotando.

Una de sus tareas era la de limpiar esas impurezas. Con agua sagrada y telas bendecidas, el niño tenía que limpiar la hermosa piel de la arcángel con cierta regularidad. No soportaba ver una sola mancha en sus pies.

-Has vuelto a caminar…-

-¿Lo he hecho?- preguntó la mujer con inocencia.

Issei no respondió, tomando sus pies con cuidado, mojando la toalla, pasándola con lentitud y suavidad.

-¿Esta fría?-

-Está bien- mirando al niño como atendía sus piernas, con afecto, como si de una frágil muñeca se tratase.

Toallas húmedas, telas de seda. Bendecidas. De importación, importadas ilegalmente de la mismísima Ciudad de Plata. El demonio no escatimaba en recursos para atender su cuerpo.

-Tendrías que…-

-No- la interrumpió la rubia.

-¿Cómo qué no? No puedes negarte-

-Así es-

Issei alzó una ceja.

-¿Harás lo que te diga?-

-Siempre, amor mío-

-Entonces muéstrate a…-

-No-

El dragón cejó la toalla sobre la mesa, cruzándose de brazos.

Gabriel la miraba con inocencia… Y terquedad.

Gesticulando con la mano, el dragón instó a la rubia a acercarse. Gabriel obedeció, viendo como desabrochaba los tirantes de su vestido, dejándolo caer sobre el colchón, dejando su cuerpo desnudo a la vista.

Retirando la prenda, el castaño dejó a la arcángel desnuda en su cama, caminando hasta una de las mesas, dejando la túnica. Abriendo las cajas que había allí.

-Han llegado tus nuevos vestidos-

-No necesito nuevos vestidos-

-Si no fueses tan cabezona las chicas podrían asesorarte-

-Me gusta lo que te gusta a ti-

-Mis gustos son inmorales e indecentes. No puedes ir vestida como una fulana por la vida…- alzando una de las prendas, un jersey, tejido, blanco y ajustado.

-Gustos que yo te he insistido con los años que debes desarrollar… Vestiré y haré lo que quieras, Issei-

Lo sabía. Lo sabía muy bien.

-Estuve hablando con las dependientas, también le he pedido consejo a algunas modistas de la familia…- sosteniendo el jersey en alto, acercándose a ella –Probemos con esto-

La rubia se bajó de la cama, tomando el jersey, cubriendo su hermoso cuerpo con él. Retirando su cabello, dejando que cayese libre por la espalda.

Divertida, posó para su amante.

Issei se llevó una mano al rostro, masajeando su mandíbula, pensativo.

El jersey era de diseño, hermoso y de calidad. La tela se adaptaba… y ese era el problema. Sin ser demasiado ceñido abrazaba las obscenas curvas de la arcángel.

-Siguiente- ordenó molesto.

Unos pantalones tejanos y una camisa negra… Las largas piernas con una estrecha cintura y ese trasero… Y la titánica faena de aguantar la presión de sus pechos.

Obsceno.

Mirando de reojo el resto de cajas, Issei refunfuñó.

No había ropa alguna que pudiese lograr lo que quería. No había prenda que pudiese darle a Gabriel una imagen recatada y elegante. No con esos melones. En la tienda se lo habían dicho, no les había querido creer.

-Maldita sea- volviendo su vista a la túnica.

Una prenda sencilla, no contaba si quiera como una. Era un trapo atado sobre los hombros. No marcaba, cubría pero insinuaba.

Una maldita prenda con más de dos mil años que se mantenía imbatida. No importaban los diseños o los talentos.

-Así que tendré que trabajar con diseños clásicos… Muy bien- volviéndose hacia la rubia.

Seguía desnuda.

-Gabri, ponte algo!-

Moviéndose entre sartenes, el castaño dejó unos platos en la mesa, sentándose frente a Gabriel.

-Comida angelical-

La arcángel rio divertida.

-Podría serlo, vas mejorando-

-Voy mejorando dice…-

-También has mejorado con las chicas…-

-¿Lo dices por?-

-Las chicas están contentas…-

-Pero siempre hay un pero-

-Tu relación con Rossweisse sigue siendo floja-

-Hago lo que puedo-

-Lo se… Pero no es suficiente-

Gabriel siempre estaba con él. Veía lo que él veía. Escuchaba lo que el escuchaba. Era su mayor confidente y su mejor consejera.

-¿Por eso quieres el barquito?-

-Quiero el barco para llenarlo de chicas y montar fiestas en alta mar-

-Quieres el barco para hacer que Rossweisse se sienta algo como en casa, todo un detalle- respondió Gabriel, sonriente.

-Mujeres, micro bikinis, champan… Fornicarum, preciosa-

-Rossweisse se alegrará de poder manejar ese barco… ¿A dónde quieres ir?-

-¿Estoy hablando solo?-

-Pensabas usarlo para ir a Rumania…-

Issei se encogió de hombros.

-Culpable-

-Buscas un medio seguro, una fortaleza andante donde transportar a tus esclavas de forma segura…-

El dragón agachó la cabeza.

-Y sigues sin presentárselas a tu hermana… Tú adorada hermana… Tú tan amada hermana…-

-¿En serio me vas a cuestionar que no presente a mi hermana cuando tú te escondes? Que tetazas te gastas!-

-¿Qué tienen que ver…?- mirando su escote.

-Antes de presentar a las chicas a Rias me gustaría saber que influencia tiene la Emperatriz sobre ellas- respondió Issei con seriedad.

Tras unos segundos, Gabriel rio libremente, una risa fresca y alegre libre de complejos.

-Te amamos, hemos viajado a través del tiempo, durante múltiples vidas para vivir contigo… ¿Tu falta de confianza te hace dudar?-

Issei escupió su café.

-¿F-falta de confianza? ¿De qué hablas?-

-Esos contratos… El papelucho con el que quieres atar a la niña Himejima… Todo eso, nada de eso sirve…- negando con la mano.

-¿Cómo que no sirve?-

-Mi niño aún tiene que madurar… Que adorable pequeñín…- murmuró Gabriel alzándose, sobrevolando la mesa, acariciando su cabello dulcemente.

Con su mano barrió la mesa, tirándolo todo al suelo. Rompiendo vasos, jarras y platos.

Gabriel parpadeó al verse sentada en la mesa.

-¿Te piensas que esa supuesta falta de autoestima, confianza o una supuesta debilidad no dejaría que Suzaku se quedase con su familia? ¿O que Irina este lejos?- tomándola de la cintura, colocándola sobre él, sobre su regazo.

Gabriel sonrió, colocando sus brazos por encima de sus hombros.

-¿Entonces porque tienes un contrato de obediencia y posesión absoluta preparado para la hija de los Himejima?-

-…-

-…-

-…-

-…-

-Quizás tengas algo de razón-

Gabriel rio contenta, apartando los mechones del rostro del dragón.

-A veces añoro esos ojos marrones… Dulces e inocentes…-

-¿Qué? ¿Marrones? Nunca he tenido… ¡!-

-Naciste con ojos marrones, los ojos de tu madre-

-¡!-

Con media sonrisa, depositó sus manos en la cintura de la rubia.

-Mi arcángel de la guardia, conmigo desde que nací…-

-Demasiado a menudo lo olvidas!- protestó la rubia inflando los mofletes.

-Demasiado poco a menudo te lo agradezco como es necesario… Dime mi angelito favorito… ¿Cómo puede este pobre niño compensar su inmadurez?-

-Intentando con más ahínco que esta arcángel tiña sus alas de negro- susurró Gabriel en el oído de Issei.


-Al día siguiente – Lilith – La Capital del Inframundo-

El Inframundo era un lugar oscuro y sombrío. Cruel y violento. La burda iluminación del Gobierno no era más que una risa fácil para todos los aristócratas. El Inframundo era el hogar de los demonios, de las pesadillas, del mal. Y la sociedad demoniaca no era más que una personificación racional, bien vestida, perfumada y maquillada. En el fondo era lo mismo.

Zeoticus Gremory era un hombre con una larga historia de sangre y muerte. Desde su misma prueba de mayoría de edad hasta el proceso de elección del patriarca de la familia.

Su hijo lo sabía.

Su esposa lo sabía.

Amaba a su familia. Amaba las creencias, el credo y las costumbres de su casa. Pero ante todo seguía siendo un demonio. La situación de poder que le ofrecía el cargo sumado a sus nuevas experiencias, las nuevas generaciones, nuevas mentalidades. Curiosamente, su hijo menor compartía sus… Inquietudes. Ninguno de los dos deseaba ver a su hija involucrada en dichos asuntos. Por lo que a ellos respectaba, Rias crecería como una doncella pura y cristina. Libre de pecado. Y si Issei acababa con el pelo teñido de rojo por la sangre de sus víctimas… Que así fuese.

Por mucho que Zeoticus intentase contener la oscuridad, crueldad y locura del mundo más allá de sus fronteras, seguía formando parte del Inframundo. Se debía a unas costumbres, a unas leyes que no podía ignorar.

Issei había matado, legítimamente, a un noble. La Casa agraviada tenía el derecho a demostrar su inocencia, limpiar su imagen por la vía de la sangre… Retando en duelo a muerte al ofendido.

Tras la muerte del noble, el siguiente en la línea sucesoria tomaba el control del equipo, de la Casa y se personaba en el Campo de Combate. La Casa Stolas, más dedicada al comercio que a la lucha, no tenía una línea sucesoria detallada, menos aún preparada. El viejo noble no se inmiscuía en actividades peligrosas, pensaba tener una larga vida opulenta y perezosa, llena de comodidades.

El duelo contra los Gremory fue toda una sorpresa. Inesperada, inicialmente temida, luego bien recibida.

¿Enfrentarse a la familia que había dado a la sociedad el mayor de los Maou? ¿Enfrentarse a un niño que había tomado a traición la vida del antiguo líder? Los Stolas pensaron que aquella era una posibilidad única.

El palco, desde donde todos los nobles podían observar el encuentro, no tenía las expectativas muy elevadas. Un niño, por adulto o prueba que hubiese superado, por mucho rumor que le envolviese, solo era un niño. Verle presentarse solo, con apenas un equipo sin rodaje, solo incrementó esas dudas. Aunque el rival era un joven aún más inexperimentado este si contaba con un equipo rodado

Su padre solía decir que la vida era como un diamante. Todos los aspectos de la misma tenían múltiples aristas, perspectivas desde donde la luz podía brillar, con una tonalidad única, un color diferente… Los hijos Phenex eran otro ejemplo. Brillantes, a su manera, los demonios de la inmortalidad por el fuego eran una llama en la oscuridad. Brillando con intensidad, sin apagarse nunca. Y aunque nunca habían alcanzado la posición que se merecían en la sociedad demoniaca, los hijos engendrados por Ruveria Phenex parecían estar destinados a algo diferente.

Ruval era un peleador soberbio, con grandes dotes de liderazgo y el don familiar era intenso en él. Ravel, la hija menor, no sabía pelear y su carácter dejaba mucho que desear, por contraparte, todo el talento de la familia había ido a parar a un simple, sencillo y único punto.

Ravel Phenex era una brillante estratega.

Tenaz, perseverante, competitiva y orgullosa, a sus dulces 9 ardientes veranos, la niña miraba el mundo con una absoluta ambición. Una desmedida sed de grandeza y cuando su madre le pidió formalmente un trabajo, Ravel vio la oportunidad de demostrar su grandeza.

Issei Gremory. Ese demonio era su objetivo.

Bajo su máscara de infantil profesionalidad, Ravel le odiaba. Le había estudiado. Era su antítesis. No era orgulloso, tenía ciertas aptitudes, todas desaprovechadas. Gustaba más de estar en el extranjero que no en su tierra. No se le conocía por su seriedad y no hacía más que traer vergüenza a su Academia, que le había amenazado en repetidas ocasiones, en expulsarlo. Solo la reputación de la familia Gremory había impedido que Issei fuese expulsado de uno de los centros con mayor prestigio del Inframundo.

Una presa, un pedazo de carne. Eso era él para ella. Un demonio menor, un fracaso para la especie, una deshonra que ella estaba dispuesta a liberar de los cansados hombros de la familia de la Destrucción. Haría lo que su madre había pedido y después, le destruiría socialmente… Porque ella era una buena demonio!

Vestida con su traje rosa formal. La niña menuda observó con detenimiento los asistentes al duelo. Líderes de las principales familias, amistades del patriarca Gremory. Y un Juez.

El segundo puesto más importante de la Sociedad Demoniaca, emisario directo del Maou al que sirve. Con autoridad absoluta sobre todo el Inframundo. Solo estando cubiertos tres de los cuatro puestos, dado que Serafall estaba en cama y no podía autorizar su candidatura.

El Juez debía validar el resultado del duelo y asegurarse que el duelo era uno limpio. Recurrir al Juez Lucifer sería demasiado conveniente así que en su lugar había acudido la Jueza Asmodeus. La única mujer entre los altos cargos de poder.

De rodillas. Sentado en el césped, vestido de negro, su ropa de cuero curtido. Las manos en sus muslos, con los ojos cerrados. Yamato, fiel, envainada junto a él.

"¿Vas a usar a Ascalon?"

Issei negó con la cabeza, apenas un movimiento.

"Podemos solucionar esto en un momento"

-Llevo toda mi vida preparándome para esto… Si no puedo superar este pequeño obstáculo…-

"Son demonios versados en la lucha… Han participado en juegos de forma oficial"

-Pero ninguno ha participado en ninguna guerra… Solo saben de esto, juegos-

"Issei…"

-¿Qué te preocupa?-

"Mi amor… Será la primera vida que…"

-¿Qué mate a alguien?-

Abriendo los ojos observó a su enemigo. Al equipo enemigo.

Gabriel a su espalda. Las chicas formando una fila en un costado, a cierta distancia. No pensaba dejar que ellas participasen.

Su mano cubierta por un guante de cuero con los dedos recortados se posó sobre el césped. Acariciando la hierba mojada por el rocío del alba. Pasando las yemas de sus dedos por la vaina de la espada. Envolviéndola. Sintiendo su peso. Como absorbía, avariciosa, su poder.

Levantándose. Abriendo los ojos, desenvainando la espada. La gruesa espada de metal forjado, azulada, con el mango blanco.

Llevándose la mano al pecho activó su Pieza, dejando su poder libre.

-Empecemos…-

[Modo Regio]

Realmente iba a hacerlo… Iba a pelear sin sus esclavas.

Siempre las protegía, demasiado. No era un buen demonio. No era un demonio. Era un fraude de demonio. Ni orgullo ni valores.

Desde la más tierna infancia su madre se había vanagloriado de su don, su mente, aguda y perspicaz, atendía a una línea de pensamiento y razonamiento muy concreta. Una línea de pensamiento peligrosa y codiciada.

El [Sendero de la Supremacía].

El dominio del mundo mediante la fuerza militar y la sabiduría… Y con esa cadena de pensamientos haría que Ruval llegase a lo más alto. ¿Quién podía imaginar cual podría ser el límite para la combinación de la inmortalidad de los Phenex y el talento de Ruval bajo la doctrina del [Sendero de la Supremacía]. No era tonta. Sería una niña, pero sabía cuál era su destino. Porque su madre quería que investigase a Issei Gremory. Sabía que quería que el roce formase algún tipo de vínculo.

Y ante todo, ardía en deseos de saber porque le llamaban "el dragón de los Gremory". ¿Dragón? ¿Por qué dragón?

Una sombra interrumpió sus pensamientos. Una sombra perteneciente a una sonriente Venelana Gremory.

-Pequeña Ravel… ¿Has venido sola? Deberías de haberme dicho algo, te habría venido a buscar, ven, ven con nosotros-

-Buenas tardes, lady Gremory- exclamó Ravel con su voz aguda, altanera, orgullosa, inclinándose levemente, alzando unos centímetros la falda de su vestido –Madre le manda saludos y agradece la invitación-

-Que preciosidad!- dijo Venelana sonriendo adorablemente, tomando a la rubia entre sus brazos.

-Es… es un placer volver… a…-

-Deja a la niña en paz, la pones en un compromiso- dijo Zeoticus tomando asiento –Pero ya que tu familia esta tan interesada en mi hijo, siéntate, aquí en primera fila-

Ravel la miró asustada.

-No tienes nada que temer. Es una práctica habitual y lejos de estar enfadado me halaga- volviendo a mirar a su hijo.

-Si tan orgulloso está quizás no debería dejarle combatir. Es un duelo a muerte a fin de cuentas!- exclamó la niña, espalda recta en la silla.

-Mira la niña, se cree que Issei puede perder- rió divertido el pelirrojo –Como si mi hijo hubiese aceptado esta farsa sin mi autorización…-

-Aunque los Stolas no sean la familia más respetable y el antiguo…-

-A este me refería amor mío, nadie, nadie en este palco o al otro lado de la pantalla cree que nuestro hijo pueda ganar!- alzando su copa de whisky –Adoro estos momentos…-

-Entiendo que sea su hijo pero…- colocando sus manos sobre sus muslos, educadamente -¿Cuál es el nivel en el simulador? Mi hermano Ruval a su edad ya había alcanzado el rango intermedio y hablo de los registros oficiales! No los adulterados por las familias para engrandecer el ego de sus tristes descendientes…-

-Issei entrena con los siervos de su hermano- sonrió Zeoticus maquiavélicamente –Y lo mantengo engañado haciéndole creer que es un nivel muy inferior al real-

-¡!-

-El cree que acaba de superar el nivel básico pero…- riendo a pleno pulmón, el patriarca de los Gremory amenazó con centrar toda la atención, no lo logró.

Mirando a lado y lado se volvió hacia su mujer.

-¿Dónde está tu hija?-

-Mi dulce niña, nuestra niña, no está aquí. Obviamente. Ella está estudiando en su reputado centro académico… Tú estás en mismo centro, pequeña Ravel. ¿Te gusta tu escuela?-

-Es el mejor centro académico del mundo, lady Gremory!-

El matrimonio rio divertido.

-Tu hija se escapa cuando quiere-

La mujer no respondió.

-Tus hijos siempre han estado juntos, ahora te molesta que lo estén?-

-Solo pregunto-

-La idea fue tuya-

-Van a expulsar a tu hija…-

-¿Expulsar a la doncella Rias?- exclamó Ravel con su voz aguda -¡Háyase escuchado semejante tontería! Eso no es cierto! La doncella Rias es una estudiante modelo! Os doy mi palabra!-

-Esta niña es adorable…- dijo Zeoticus mirando al frente, cruzándose de piernas –Los gemelos son inseparables, niña. Los separamos enviándolos a academias a miles de kilómetros de distancia pero joder que son ingeniosos… Persistentes y desobedientes… Inseparables. Insisten e insisten en recordarnos que su vínculo no puede ser contenido, controlado…-

-Los rumores son ciertos… Entonces?- preguntó la rubia dubitativa.

-¿Los rumores sobre los gemelos? No lo sabes tú bien… Desde que aprendieron a andar han estado juntos. Se bañan juntos, comen juntos, duermen juntos… Caminando tomados de la mano, y no los separes…-

-Oh, vaya… ¿Tanto se quieren?-

-Sobrepasan la línea de la obsesión… Intenta faltar u ofender a alguno de los dos, verás cual es la respuesta del otro…-

-Y en el campo de combate es más de lo mismo… Mi hijo es la espada, mi hija la magia. Y llevo tiempo pensando que precisamente ese es el problema-

-¿A qué se refiere?-

-Cómo se desarrolla mi hija en las clases prácticas?-

-¡!-

La Phenex dudó unos instantes.

-Es brillante con la magia, pero en distancias cortas…-

-Es una inútil- respondió la castaña irritada –Mi hija, sin mi niño, es una inútil cuerpo a cuerpo-

-Yo no diría eso…-

-Rias es una princesa que no ofrece resistencia alguna para provocar la intervención de su hermano e Issei se niega de forma visceral a usar magia alguna para justificar y provocar la compañía de su hermana-

-¿Entonces…-

-Mi hijo puede usar magia. Pero se ha autoconvencido de que no puede. Puede hacer lo que quiera, está rodeado de jóvenes que pueden usar magia, la presencia de su hermana no es crítica y en cuanto mi hija tenga su equipo tampoco necesitará la protección de mi hijo-

-No quiero ofender, pero esta reflexión dibuja a sus hijos como unos…-

-¿Irresponsables?- acabó Venelana sonriente.

-Yo no…-

-¿Ya tienes suficiente información de mi hijo para tu madre?-

-¡!-

-Jajaja. No pasa nada, niña. Son nuestras fabulosas costumbres. Dale recuerdos a tu madre de nuestra parte-

-A-así l-lo haré- agachando la mirada, enfocando a sus manos, nerviosa -Disculpen la impertinencia pero…

Un destello de poder. Un pilar de energía envolvió al menor de los Gremory, extendiendo sus alas. Sosteniendo la espada familiar…

En un rincón, una de las mujeres más poderosas del mundo lo observaba con media sonrisa.

La Juez Asmodeus tampoco creía en él. Había escuchado mucho de él, su hermano mayor hablaba a menudo, el niño era una celebridad, era famoso y la sociedad demoniaca era una muy aburrida, ávida de información nueva constante. Su largo cabello rosado, trenzado, posado sobre su pecho cubierto por una armadura ligera, plateada. Apoyada en la pared sonrió. Orgullosa. Cómplice.

Reconocía lo que veía frente a ella. Reconocía ese poder porque era el mismo que tenía ella. El viaje había merecido la pena. ¿Quién se iba a imaginar que el hijo menor del Maou Lucifer tendría una Pieza del Rey? ¿De dónde la había sacado? Las que estaban en posesión del Gobierno estaban vigiladas, controladas. ¿Había recurrido a la Facción…?

No se podía creer que Sirzechs se hubiese jugado su reputación por esa pieza, tampoco entendía la necesidad… ¿Habrían sido los Gremory? ¿Por qué? ¿Qué necesitan tenían de infringir la ley?

Al ser convocada a presenciar el duelo Ravel Phenex maldijo su suerte. Ravel, enviada de Lady Phenex a estudiar al niño Gremory para encontrar y garantizar las debilidades del niño, iba a fracasar. Ahora que por fin había recibido un encargo de renombre vería como su objetivo moría apenas habiendo empezado. Porque no podía ganar. Todos excepto el patriarca Gremory se temían lo peor, habían venido a presenciar una masacre.

Ravel Phenex dio varios pasos al frente. Incapaz de procesar lo que estaba viendo.

El niño sin herencia, el bastardo de los Gremory, el noble sin sangre, el olvidado por Lucifer, el hado de los Gremory… El niño que no poseía poder alguno, que no había recibido la herencia de su madre… El que los rumores aseguraban que no era un Gremory, que ni siquiera era un demonio…

El niño por el que nadie daba nada estaba en el centro del terreno de combate. Su cuerpo envuelto en poder demoniaco. Su espada ensangrentada. Sus pies pisando las vísceras de los siervos Stolas.

La sociedad demoniaca comprobó, de primera mano, que el menor de los Gremory si era un demonio.

Rias era la luz de la familia Gremory, e Issei aceptaría ser la oscuridad. Venelana le enseñaría a Rias a ser una princesa, mientras que Zeoticus le mostraría a Issei el camino a los infiernos. El sangriento descenso a infiernos para proteger a su familia…

Ladeando su cuerpo, Issei esquivó un golpe de espada, levantando su brazo, colocando a Yamato en horizontal, realizando múltiples estocadas rápidas. Perforando el cuerpo del demonio en el pecho, finalmente atravesando su cabeza. Dejando caer el cuerpo a un lado, sus ojos pasaron a otro esclavo. Un círculo mágico convocado. Amarillo, con el símbolo del trueno. Sin encantamiento verbal, de tres anillos. Un conjuro eléctrico, sencillo y poco potente. Un relámpago.

Retrasando un paso esperó a que acabase conjurar. Preparando su espada, detuvo un latigazo sin problemas.

Los siervos Stolas sintieron la desesperanza invadir sus corazones.

El Gremory movió ficha. Se movió con velocidad, partiendo por la mitad un círculo mágico defensivo, golpeando ascendentemente, rebanando el brazo que sostenía un báculo. La demonio aulló de dolor antes de callarse. Su cabeza rodando por el suelo.

La Reina lo miró en silencio, observando los cuerpos de sus compañeros. Lo que quedaba del equipo de su fiel señor. Un duelo de venganza, un duelo que buscaba reponer su honor. Restablecer el honor de su amo, de su familia. Un duelo en el que solo el niño había participado. Las esclavas se habían quedado a un margen, sin mover un solo musculo.

-!-

Exhalando sorprendida, miró hacia abajo. La espada del niño se había internado con extrema facilidad en su pecho. Atravesando su corazón, su mirada se apagó a los pocos segundos. Sujetando su cuerpo, extrajo a Yamato, dejando el cuerpo de la mujer en el suelo. Cerrando sus ojos lentamente.

Issei Gremory se incorporó, su traje negro bañado en sangre, su rostro salpicado con la sangre de los demonios. Sus ojos rojos se posaron sobre la figura de un niño, de la edad de Milicas. El heredero de la familia, un miembro de la rama secundaria, quizás terciaria.

No estaba preparado, ni siquiera contemplaba llegar a ser nunca nadie de renombre.

El niño temblaba, incapaz de mirarle a la cara, agarrándose la chaqueta. Empezando a llorar al ver a Issei caminar hacia él. El asesino del anterior líder de la familia. El asesino del mejor equipo de la familia.

-Se acabó...- murmuró Issei, envainando la espada. Agachándose -¿Cómo te llamas?-

-K-Kagpo...-

-Yo soy Issei... Es una lástima que nos hayamos conocido así... Pero damos por acabado este asunto? ¿Nuestras familias están en paz?-

-N-no sé qué quieren...- mirando hacia atrás, tímido.

-¿No eres el siguiente líder de la familia?-

-!-

-Eres tu quien decide...-

-¿N-no quieres nada de mi familia?-

-Tu predecesor intentó quitarme algo preciado, golpeó a una de mis esclavas... ¿Tienes esclavas?-

El niño asintió con la cabeza.

-¿Y las aprecias?-

El niño volvió a asentir.

-¿Lo harías todo por ellas?-

Ídem.

-Serás un buen líder... Kagpo, es un placer conocerte aun con estas circunstancias... Si necesitas cualquier cosa, no dudes en llamarme!- sonrió Issei extendiendo su mano.

El niño lo miró incrédulo. Pasando a sonreírle contento. Sus ojos no captaron el rápido movimiento frente a él.

Las chicas desviaron la mirada, con una albina chillando horrorizada, al ver la cabeza del niño rodar por el suelo. Tras un chorro de sangre, el cuerpo cayó a un lado con un sonido sordo.

El pelirrojo menor no dijo nada, solo envainó la espada, en silencio. Rossweisse lo observó todo, pálida, blanca como la leche. Horrorizada. Ingvild, serena, recordó tiempos pasados. Kuroka sonrió orgullosa. Lavinia mantuvo la mirada, seria. Respetaba las acciones de su amo. Solo esperaba que sus acciones no derivasen en esta respuesta de nuevo, por ella. No quería ser la responsable de más muerte…

-¿Q-que ha pasado aquí?- exclamó Rossweisse caminando hacia Issei, colocándose frente a él -¿P-porque?-

-Son las leyes. Los Stolas intentaron tomarte, estás unida a mí por un contrato, pero el error fue herir a mi esclava... Al responder con violencia forcé a la casa Stolas a retarme para recuperar su honor… Obviamente el siguiente en la cadena no estaba preparado y enviaron a este niño como sacrificio… Créeme, le he ahorrado un infierno de vida-

-E-era solo un niño…-

-Así es-

-T-toda esta sangre… ¿Por mi culpa?-

-No. Por tu culpa no. Son nuestras leyes, nuestras costumbres…-

-Valquirucha. Nuestro amo nos protege de muchas cosas! Deberías de estar agradecida, nya!- intervino la nekomata agarrando una mano de Issei.

-También a ti, listilla- dijo Issei acariciando el cabello de la morena.

Kuroka sonrió divertida, abrazando al niño.

-Y por eso te quiero tanto, amo, nya!-

Caminando hacia la rubia, acarició su rostro con su mano libre.

Lavinia lo miró con tristeza. Tomando su mano con las suyas, disfrutando en silencio de su caricia. Cerrando los ojos…

-¿Qué piensas?-

-Si esto te p-pasase… Moriríamos por…- el pulgar se colocó en sus labios, silenciándola.

-Dime Ingvi! ¿Qué te parece que el mundo vuelva a verte?-

-¿Q-que?-

-Saluda a la tribuna, saluda a las cámaras! El mundo entero te esta viendooooo!-

-¡!-

La pelirrosa miró a lado y lado, llevándose las manos al pecho.

-Digamos que me he cansado de esperar. Si te busca alguien… Ya sabrá donde estas. ¿Ahora veremos cómo responden?-

-¡!-

-Ahora… ¿Vamos a celebrarlo, no?-

Roygun se separó del muro en el que se apoyaba. El equipo Stolas no era nada para el niño. Y aunque esa Pieza no estaba funcionando al 100% por la inmadurez del cuerpo del Gremory su poder seguía siendo considerable.

Pocos demonios de nivel superior podrían hacerle frente, solo un demonio Ultimate podría tumbarle.

Zeoticus había engendrado a otro monstruo…

Relamiéndose, se marchó a paso lento.

El niño lucia delicioso…

En algún momento se había levantado de la silla, apoyándose en la barandilla de piedra. Los ojos azules de Ravel Phenex observaron con detenimiento los movimientos del joven Gremory. Su ropa cubierta de sangre. Sus ojos rojos observando con serenidad los cuerpos de los muertos por su espada. Ileso. Con autoridad.

Yamato no era más que un pedazo de metal chorreante de líquido vital, el de los siervos de la casa Stolas.

Sus ojos rojos a juego con su cabello, ardiente, firme, despiadado. Letal pero misericordioso. Había impartido justicia con una gélida maestría. Estar siendo observado por todo el Inframundo no le había puesto una pizca nervioso.

Majestuoso.

Ahora entendía porque su hermano lo respetaba… Y tenía que rehacer su trabajo.

Quizás se había equivocado completamente con este niño.

Zeoticus asintió con la cabeza, acercándose a su hijo menor, colocando su mano en su hombro.

-Rápido e indoloro. Has cumplido con honor y respeto lo que se espera de ti concediendo misericordia a un niño inocente. Estoy orgulloso de ti-

Zeoticus lo dejó estar, esperando a subirse todos en el vehículo que les llevaría a casa. Rompiendo el tenso silencio que se había impuesto al instante.

-No tienes por qué estar triste ni deprimido. Tampoco exaltado o feliz. Y me complace ver que no te es indiferente la muerte de un niño inocente pero sabias lo que tenías que hacer y lo has hecho a la perfección. Bien hecho, hijo mío. Siempre es duro la primera vez… Pero es un buen ejemplo. La Casa Stolas estaba condenada a desaparecer. Su patriarca, un cerdo endogámico no estaba preparado para defender el honor de su familia, su equipo tampoco y su heredero, tampoco- dijo Zeoticus sentado en su asiento en la berlina, mirando a su hijo con las piernas cruzadas, los dedos entrelazados. Sus esclavas y sirvientas a sus lados, dos y dos. Claramente diferenciadas. Dos jóvenes vestían más atrevidas que las otras dos, dos mostraban más confianza y firmeza –Todo patriarca de una familia respetable tiene una línea de sucesión trabajada y lista para entrar en funcionamiento… En mi caso, mis hijos-

-¡!-

-Y si los tres fallasen, mi nieto-

-El pobre Milicas no está para estas cosas…- suspiró el pelirrojo recostándose contra su asiento, cerrando los ojos, separando sus manos, colocándolas en los muslos de las chicas. De Kuroka y Lavinia.

-Cariño, puedes llevarte a las chicas a casa?- preguntó Zeoticus.

-¿Quieres llevarte a Issei a algún lado?-

-No hay nada mejor que algo de ejercicio físico para despejar la mente-

-¿Q-que? En serio? Después de esto aún quieres que…-

Gruñendo se resignó a los designios de su padre.

-DxD-

Zeoticus Gremory estaba maravillado. No había sido un espejismo. Su hijo había cambiado. No era la primera vez que le veía usar su poder, pero nunca lo había visto "cómodo" con él. Una cantidad ingente de poder demoniaco, una conversión instantánea de su poder innato.

No era un niño acomplejado por su edad, no fingía ser un niño, había aceptado que era lo que era y se mostraba orgulloso de ello. Issei había mejorado! No sabía cuándo, como… Pero lo estaba viendo con sus propios ojos. El intercambio era más estable. Su mente y su cuerpo iban a la par. Estaban más coordinados.

Su hijo menor no poseía poder demoniaco, algo obvio, pero sí que tenía interminables cantidades de energía en su interior. La Pieza, mutada, estaba diseñada a propósito, con total intencionalidad. Como todas las piezas calculaba el poder base que merecía el joven, un cálculo inmediato, instantáneo, preciso y lo multiplicaba en fases de por diez.

Si bien le resultaba curioso que ese poder, supuestamente ilimitado, no tuviese "peso". Era ilimitado pero no aparentemente poderoso, no tan omnipotente como cabría esperar. Desde que llegó, había preparado personalmente a su hijo menor. Desde levantar pesas, entrenamientos de fuerza a técnicas y estilos de lucha. Ejercicios que habían repetido miles de veces… Y que ahora había reventado, en tiempo y potencia. Sabía que Baraqiel le estaba instruyendo en las artes del manejo de espadas sagrados. No se oponía, nadie más podía ayudarle a manejar a Ascalon.

Su rendimiento, excesivamente limitado por su condición humana, se había disparado. Decenas de veces más rápido, aún más fuerte, las técnicas y enseñanzas que llevaba años inculcándole empezaban a brillar, a mostrar sus frutos. Aunque desconocía cual era el motivo de su mejora el reciente incremento de chicas a su alrededor…

Mirando a su hijo, veía a su hermano mayor, envuelto en poder, apenas acariciando el inicio de su juventud, con un talento inconmensurable. Algo que él nunca tuvo. El cabello rojo, recogido en una coleta alta, a juego con sus ojos, blandiendo una radiante Yamato.

Esta se sentía feliz en las manos del niño.

Issei no tenía el talento para la magia de su hermano, habría que ver si siquiera podía usar magia viendo su historial, pero como demonio, como agente de la destrucción no tendría rival. Alcanzaría a su hermano en cien o doscientos años… Aunque era mucho más precoz en otros aspectos.

¿Y porque había despertado ahora? Seguía siendo un niño, un infante, no se podía decir que hubiese alcanzado la maduración. Aquello debía de ser obra de algún factor emocional. Debía de haber un catalizador… Su hermana no sabía nada, lo habría cantado a los cuatro vientos. No había cambios significativos en su servidumbre. Las Himejima seguían en el mundo humano… ¿Había conocido a alguien? ¿Había pasado algo?

-El Pecado de la Lujuria, eh?- murmuró el pelirrojo –Fácil de trabajar…-

-¿Dices algo?- preguntó Issei, dando por finalizado el entrenamiento.

Un considerable cristal azul, un cristal con la única función de registrar y regenerarse. Modulando la dureza y resistencia, servía para practicar ataques estáticos. Contabilizar el número de veces que el niño podía alcanzar el cristal, endurecido, en un cierto periodo de tiempo para volver a regenerarse.

El cristal de entrenamiento no daba para más. Issei lo había "asesinado" decenas de veces en apenas unos segundos…

-¿Esto habría pasado si hicieses como te dije?- preguntó Zeoticus dejando un cubo en el suelo, retirándose la camisa, quitándose los zapatos y los calcetines.

Con el trabajado torso desnudo y un cuchillo de madera en mano, introdujo este en el cubo, sacándolo rebosante de colorante líquido. Un tinte natural.

El menor de los Gremory lo imitó, su espada en mano, descalzo, sintiendo el fresco césped entre sus dedos.

-Te he dicho mil veces que no las reencarnaré a la fuerza…- avanzando con velocidad, lanzando varias estocadas.

-Y te he escuchado esas mil veces, pero por más que lo repitas eso no cambiará nada…- apartando la hoja con facilidad, deslizando la hoja de madera por el cuello del niño, pintándolo de azul –Céntrate-

-Pues nada, solo he venido a decirte lo que ha pasado. Que luego no te coja por sorpresa…- colocándose en su costado, intentando empalarlo…

-¿No te he dicho que te centres?- preguntó Zeoticus apartando la espada, pasando la hoja por el costado del niño.

Chasqueando la lengua, Issei se apartó unos pasos.

-Las bases, hijo mío, las bases lo son todo. Son el pilar sobre el que deben descansar el resto de factores. Olvídate del poder demoniaco, del físico, de tus ojos o de la espada… Un viejo carcamal con una espada de madera te está apaleando, donde está tu orgullo?-

Issei empezó a moverse en círculos alrededor del demonio, haciendo girar su espada sobre su muñeca.

-Te he enseñado todos los movimientos que necesitas, tus ojos me ven moverse a través de la magia que uso para hacerlo… ¿Por qué no puedes alcanzarme?-

-…-

-Deja de pensar… Solo actúa-

El dragón dio un paso hacia adelante, lanzando una estocada horizontal.

Zeoticus sonrió contento, empezando un duelo de golpes sencillos, tanteándose el uno al otro. Dando un paso al frente, Issei desvió la espada, inclinando la suya, buscando dar una estocada.

El demonio pelirrojo se apartó sobradamente, viendo como su hijo preparaba un golpe ascendente.

Apartando de nuevo la espada, pasó la hoja de madera por el rostro del niño. Avanzando de nuevo, buscó el contacto con el niño en la guardia alta, envolviendo su mano con poder demoniaco tomó la hoja de Yamato, moviendo la espada de madera, veloz, por el pecho del castaño.

Molesto, Issei se volvió a apartar, esperando a que Zeoticus avanzase, apartó la hoja, colocándose en su costado, golpeando su rodilla Zeoticus se vió con una rodilla en el suelo y a Yamato en el cuello.

-No está mal…-

-Si a esto lo llamas no estar mal…- alzando los brazos. Estaba cubierto de tinte azulado.

Riendo levemente, el pelirrojo removió el cabello de su hijo, orgulloso.

-Hace apenas un suspiro eras un enano llorón y chillón, ahora sostienes la espada familiar con orgullo y te esfuerzas en mejorar… Pronto hijo mío, muy pronto serás más fuerte que yo-

-¿Cómo de pronto?-

-En unas décadas me superarás, podrías ser mejor que tu hermano mayor en unos cien años-

-¿Cien? ¿Tanto?-

-¿Tienes prisa?-

-Venga…-

-Cambiando de tercio… ¿Le has presentado a tu hermana a tus esclavas?-

El dragón se quedó quieto, en silencio.

-No veo que relevancia puede tener…-

-Eres un varón Gremory, te hemos educado en el Sendero de las Pelotas de Acero, tu hermana te quiere más que nada y tendrá que compartirte con tus chicas. Ese encuentro es algo inevitable, hijo mío-

-Pero… Se puede liar muy gorda-

Zeoticus se sentó en el césped, instando a que el niño se sentase a su lado.

-Tu madre no siempre ha sido la mujer tranquila y cariñosa que es ahora… Es sus tiempos jóvenes la llamaban la Princesa de la Ruina…-

-¿Qué?-

-Y luego pasó a llamarse la Dama de la Extinción…-

-…-

-No recuerdo cuantas veces acabamos a gritos, destruyeron la casa… Ella y mis amantes peleaban constantemente… Medio siglo después se llevan de maravilla-

-¿Medio siglo? ¿Primero cien años y ahora quinientos?-

-Te aviso de que se pasarán volando, antes de que te des cuenta habrás llegado a los mil-

-Y que más…-

-En realidad es mucho más sencillo, hijo mío-

-¿Cómo de sencillo?-

-Tu hermana te adora. Tus chicas te quieren… Están obligadas a entenderse si quieren permanecer a tu lado, que quieren, no lo dudes-

-¡!-

-Pero tú tienes que ser un hombre, el hermano de tu hermana, el dueño de tus esclavas. El pilar, fuerte y resistente. El pilar que sostenga esta compleja relación-

-Pues no sé si…-

-Eres mi hijo, puedes con eso y más!- pasando el brazo por encima del hombro del niño –¿Cómo están tus chicas?-

-¿Lo dices por el… ah…-

-Hazme caso. Que se pongan un bonito vestido, alguno que apruebes, pero que elijan ellas. Llévalas a un buen restaurante-

-¿Seguro?-

-Soy tu padre, hazme caso-

-Entiendo…-

-Mejor me llevo a tus chicas- dijo Zeoticus serio –Tu madre se encargará de vestirlas… Ve a por una ducha. Dales algo de tiempo- palmeando la espalda de Issei.

El pelirrojo observó a su hijo alejarse a paso rápido. Sonriendo ante su última prueba.

Si realmente había cambiado… Lo sabría más tarde.


- Continuará en el siguiente capítulo-


Que pasaaaaaa!

¿Aunque queda alguien por aquí? Ha pasado ya un tiempo desde la última actualización, eh? Pues yo dejo esto por aquí y me marcho silenciosamente…


Espero que os guste. Nos leemos en el siguiente capítulo!