Hola a todos! He regresado con esta nueva actualización porque como sabrán hoy es un día muy especial para nosotros. Hoy se cumplen 12 años desde que salió Misty de la serie; para mí es difícil aceptar el que no se tome en cuenta ella en una nueva temporada...

Este capitulo tenía un formato completamente pues ya estaba hecho, pero, sucedió algo en mi vida que me hizo borrar por completo lo que ya tenía y volver a hacerlo; más aparte se sumo la llegada de esta fatídica fecha y espere a que llegara para subirlo... En este capitulo me gustaría dar una gran felicitación a mi amiga Dru por su cumpleaños...

Si más que decir, los dejo con la lectura:


Gritar

Porque tú eres quien robo mi corazón sin previo aviso, porque tú eres la causa de los gritos desgarradores que profiero en la noche… Tú eres el motivo de mi falta de voz, de esta agonía desesperante, de esta sinfonía silenciosa, de este loco deseo suicida… Tú eres la razón de que pase mis noches en vela gritándole a los cielos y las estrellas que te amo, que te tuve y ahora solo tengo nada, que me has dejado, que alguien más pudo contra un nosotros que, ahora es solo un yo; que a pesar de todo has preferido a quien te aparto de mí… Tú has logrado que desde que se dio nuestro reencuentro, mis labios, mi boca, solo sirvan para una función: gritar.

Leo a una rápida velocidad las líneas que hace un momento en una hoja blanca escribí y no puedo contener que un par de lágrimas salgan por mis ojos; no puedo hacer nada para sentir que ese vacío que descargue escribiendo esta tonta carta, que nunca entregare, regrese, por que todo lo que he plasmado ahí, no significa nada… Sólo significa decir en voz alta todo aquello que siento. Por alguna razón, llamada desesperanza, rompo la hoja en mil pedazos, con la gran furia que he tratado de retener desde aquel día.

El piso queda cubierto con palabras rotas, con ideas desenlazadas, con esa maldita hoja, igual que un día quedó mi corazón, solo, fragmentado en débiles pedazos que en la vida podrán reconstruirse. El piso esta tan sucio como en este momento lo están mis pensamientos, sin embargo, no me interesa recoger esas hojas, hace mucho que ya me dejo de interesar algo sobre todo por que hace mucho deje de interesarme en mí… Ya no pienso nunca más en mí.

Voy hacia la pequeña cocina que hay en mi apartamento y en cuanto abro el refrigerador, me doy cuenta de que esta tan vacío, que no hay nada, que yo me reflejo en todo lo que hay, pero no importa, de ahí no necesitaba nada… ¿Para que alimentarme si lo único que quiero es morir? Suena patético, ¿No? Bueno, eso es lo que uno siente cuando ya no le queda más, cuando lo ha perdido todo hasta la voz. Cierro el refrigerador y me encamino al pequeño frigo bar que se ha vuelto más que u amigo para mí… Ese en cambio, nunca está vacío, siempre tiene lo adecuado para cuando lo necesito.

Y efectivamente en su interior hay una gran botella de vodka, que será la que me acompañara en esta noche de amargura y pena; abro la botella sin vacilar si quiera y a falta de un vaso a la mano ingiero de ella como si de una botella de agua se tratara, el líquido recorre mi garganta dejando una sensación de aspereza y un calor sofocante, algo que quema pero de lo que se necesita más. Agarro la botella y lentamente regreso al sofá donde estaba desahogando mi sentir, me acuesto sobre él y enciendo la tele, aunque unos segundos después, la apago con tal furia que creo he roto el control remoto. No importa.

Esta en todas las noticias, era lo último que me faltaba, es como si todo el mundo quisiera reírse de mi desgracia… ¡Bah! Pues haya ellos y su infinita felicidad, espero les dure. Vuelvo a tomar otro trago de tan favorable líquido, ahora con más fuerza y más duradero, ¡Nada dura para siempre!... Como aquel amor que nos teníamos… Así que, ¿Por qué no acabar la botella de un trago? No me causara más daño del que aquel daño con el que vivo. Pero estar e el sofá, hace que mi desesperación se profundice, necesito hacer algo…

Camino hacia la puerta con mi botella en mano y tomo el abrigo que cuelga del perchero, abro la puerta y antes de salir bebo un último trago, dejando la botella a la mitad de un vacío total sobre la mesita de entrada, de donde tomo mis llaves y dejo aquel teléfono que en todo el día no ha dejado de sonar y el cual por supuesto aunque suene una eternidad no voy a contestar, por que ya no tengo la fuerza necesaria para decirle a quien sea que este llamado, que de mi boca, ya ningún ruido saldrá.

Una vez ya en la calle, puedo percatarme que la injerencia de alcohol ha logrado alterar mis movimientos, me cuesta caminar en línea recta y el aire, frío y gélido, golpea mi rostro solo causando que el alcohol nuble en ciertos momentos mi vista, claro, que es mucho mejor esto que haberme quedado en casa, sintiendo aún mucho más lástima de la que generalmente en estos momentos siento por mí. A veces es bueno estar afuera, como hoy, para no perderme en el abismo de un lugar vacío.

La calle se haya vacía, no hay nadie alrededor que pueda señalarme, que hable a mis espaldas o que grite mi nombre para conseguir un estúpida respuesta a una estúpida pregunta, no hay nadie que pueda preguntar que opino de la fabulosa noticia que se expandió como pólvora, que todas las cadenas mundiales repiten en cada momento, que en los periódicos se puede leer un nuevo fragmento… No hay nadie que pueda perturbar la intranquilidad que siento. Mis pies caminan solos, arrastrándome a un pequeño parque desolado y haciendo que tome asiento en una banca oculta entre los arboles.

Recargo mi cabeza en el respaldo y lanzo un suspiro al aire que el frío rápidamente transforma en un blanquecino vapor, cierro los ojos y me relajo lo más posible que puedo, esperando con esto que aquella sustancia tóxica que ha entrado a mi cuerpo se desvanezca de la misma forma en la que entró. Soy plenamente consciente de que el alcohol no soluciona nada, pero, nada solucionara nada de mi vida, así que es lo mismo tomar o no, lo único malo es la maldita cruda, que como la odio, trato siempre de alivianarla con un paseo… y con recuerdos.

En mi mente se amontonan las imágenes de nuestro tan inesperado recuerdo hace ya tres años atrás. Yo iba llegando a mi casa cuando un extraño sonido llamó mi atención, y al voltear a ver de donde partía dicho sonido, nuestras miradas se cruzaron como dos flechas lanzadas al aire; al piso cayo todo lo que traía encima y proferí el más intenso grito de alegría… De esos gritos que demuestran toda aquella emoción contenida al llevar más de diez años sin vernos. Después de dicho momento de euforia un cálido abrazo ayudo a reconocernos, dándome cuenta que tal afecto de cariño se estaba llevando a cabo entre dos conocidos con bastas experiencias en común y aquellos que deseaban fervientemente volver a coincidir.

Y cuando por fin proferimos las palabras que tanto se nos atoraban en la garganta, nuestras voces resonaron en extraña imperfección; de mi parte sonaba extasiada mientras su voz no reflejaba aquella que mostraba desde los diez años, pero, desbordaba tal cortesía que acepte sin ninguna prisa una invitación a tomar un café. Y así yo proferí el primer grito de miles que di estando a su lado, aunque sin duda, ese es uno de los que recuerdo con más felicidad, porque supongo que es de los pocos que di para mostrar alegría y no tristeza o dolor alguno.

Abro los ojos inmediatamente después de que se borrara de mi cabeza aquella imagen de mí caminando a su lado yendo por esa taza de café y observo a mí alrededor, no hay nadie, mejor para mí así nadie vera que en mis ojos se amontonan cúmulos de agua deseosos de salir en cualquier instante y sin ningún reparo lo permito, dejo que mis ojos lloren sin siquiera pronunciar algún gemido o una suplica para que mi agonía termine como empezó, velozmente, sin siquiera darme el tiempo necesario para adaptarme a ese nuevo sentimiento.

Mientras dejo las lágrimas corren, escenas de provenientes después de aquel reencuentro se anidan en mi subconsciente, regresándome al mundo al que hace cinco minutos abandone, es de los viejos tiempos. Todo esto va una semana después de habernos tomado el café, semana en que ninguna comunicación mantuvimos, cosa que me ponía los pelos de punta pues lo que más quería es que, lo que un día fue volviera a ser; por mucho que dijeran que era imposible y yo me aferraba en contradecirles. Pero el teléfono sonó y sin previo aviso grite con tantas fuerzas que tuve que esperar sonara más veces el móvil para controlar mi respiración, ¿Por qué grite? No lo sé, debió ser por emoción, aunque no fuera la reacción que nadie esperaría, de hecho fue un suceso algo muy vergonzoso.

Contesté el teléfono y acordamos salir ese mismo sábado, lo que causo en mi cientos de descargas eléctricas con una pequeña dosis de preocupación, porque mientras mi voz se oía eufórica la suya resultaba hiriente para mis oídos pues se oía como la voz de alguien que había pasado horas llorando y que trataba de fingir que todo estaba bien. Me arregle tan rápido como nunca antes lo hubiera hecho y salí de casa con la suma intención de no dejar pasar más tiempo sin oír algo de ti por tu propia voz.

Llegamos al lugar establecido y vi tus resplandecientes ojos mirándome fijamente mientras en tus labios se formaba esa sonrisa encantadora que te caracterizaba, en segundos me situé frente a ti y antes de empezar a platicar pedimos algo de beber, yo un café exprés mientras tú un gran cappuccino de vainilla, y así comenzamos una charla lo bastante amena como para nunca dejarte de oír en la cual me diste la mejor noticia que había podido recibir en días o meses quizás, te quedabas… Te ibas a quedar por un largo tiempo y eso, nos beneficiaria demasiado para empezar la relación que un día en aquel cruce dejamos sin llegar a concretar. Y lo que tú no sabías es que al escuchar esas palabras de tu boca, mil yo empezaron a gritar dentro de mi cabeza… Ese día fui muy feliz.

Un ruido sin embargo me trae de regreso a mi presente tras contemplar tu rostro un instante más, el ruido consta ni más ni menos de aquellos relámpagos forjándose a una cercana distancia que anuncia la llegada de una gran tormenta de agua purificada por los cielos, más eso, no impedirá mi estancia en este mísero banco, sin en cambio ver aquellos rayos y centellas evocan nuevas imágenes de sucesos acontecidos tiempo ya atrás, de esos hechos que no se repetirán más que a través de imágenes borrosas que no reflejan la exactitud de la ocurrido.

Sin apartar la vista de aquellas ráfagas de luz amarillas me interno en lo ocurrido un mes después de tan grata noticia, en ese mes era muy poco el tiempo que no pasáramos juntos y que no recordáramos alguna gran anécdota de todo lo que nos ocurrió en los diferentes viajes en los que estuvimos siempre acompañándonos, pero bien, por más que lo intentáramos nunca se recuperó del todo la gran sincronía y confianza que a los diez años nos teníamos. Te notaba fuera de este mundo, pensando cientos de cosas en donde yo no tenía cavidad, eras distante y no pude volver a llegar a ti. De ante mano, supe que algo que estaba más allá de mis límites ocupada por completo tu atención y sin mentir eso me molestaba sobre medida, me hacía querer gritarte hasta que comenzaras a hablar.

Sé muy bien que nunca quise enfrentarte para que me dijeras más de ese tema del que yo no tenía idea alguna, así como también sé que tú nunca tuviste intención alguna de decirme que ocurría, que pasaba por tu mente hasta ese día en que una gran tormenta eléctrica nos dejó varados dentro de una pequeña cueva… Todo estaba en silencio y sin previo aviso vi una lágrima correr por tu mejilla, lo que me llevó a una preocupación extrema, pues, tú no lloras. Limpie aquella solitaria lágrima y solicite con suma urgencia el motivo de esta, más sin embargo, tú no contestaste, sólo actuaste… Me besaste con tanta urgencia, como si nunca quisieras soltarme, como si hubieras esperado aquel beso desde años atrás y yo también lo sentía así, pero un pude evitar soltar un grito de profunda sorpresa sin que tú, creo, te dieras cuenta.

Después de ese impasible beso, te disculpaste como si lo que hubiera pasado hubiese sido un error, pero tus ojos demostraban cuanto valor habías acarreado para hacerlo y te ordene callar con un suave gesto, tus ojos parecían desconcertados por lo que con los míos trate de impulsarte a decir todo eso que sospeche habías callado. Lo hiciste, me dijiste cuanto era el amor que me tenías, que aquella repentina aparición en la entrada de mi casa y la decisión que tomaste al quedarte, fueron impulsadas por el desgarrador grito del silencio. Yo tampoco pude quedarme en silencio tanto tiempo y coincidí contigo… Te dije cuanto te amaba; ese día aprendí a amar lo que una tormenta puede provocar.

La lluvia hizo se me helara hasta el más minúsculo hueso de mi cuerpo, arrastrándome a poner atención a lo que pasaba alrededor de mí; la tormenta había crecido con gran ritmo en los dos minutos que estuve desconectado del parque de mis agonías… Amaba la lluvia, pero en mis planes no estaba el enfermarme, eso conllevaría estar en cama todo el día y esos momentos eran los más tortuosos para mí, sin nada que hacer más que ahogarme en la depresión que me invadía desde meses atrás. Por lo mismo, decidí que era momento de abandonar aquella mojada banca donde mis pensamientos corrían libremente y ponerme en marcha para regresar a mi fastidioso apartamento.

Mientras recorro las calles y las gotas de lluvia caen sobre mis ojos camuflajendo las lágrimas que ya no puedo evitar restringir, un nuevo peso se inserta en mi pecho, peso que hace más tolerable mi existencia, ya que por este al menos sé que mi corazón aún sigue funcionando en comparación a cuando el vacío se apodera de él… Sin darme cuenta articulo varias palabras que no se llegan a oír por el gran estruendo de los truenos aunado a que realmente nunca salieron más allá de mi garganta a consecuencia de que hace semanas no he pronunciado palabra alguna… perdiendo una capacidad que en estos instantes necesito con tanta benevolencia, he perdido la capacidad de hablar.

He avanzado ya la mitad del camino, pero algo hace mis pies se detengan frente a un aparador y siniestramente en él se dibuja tu silueta como si te fueras acercando lentamente por detrás de mi, rápidamente volteo, no hay nada. Suspiro con una violencia premeditada y mientras camino con un paso más veloz voy perdiendo la sensación del espacio-tiempo donde me encuentro. Mi mente se instala, no sé exactamente cuanto tiempo después de nuestro primer beso, cuando ya por fin podíamos andar agarrados de la mano proclamando nuestro maravilloso noviazgo, al cual todos daban su aprobación sin que esto nos importara en lo más mínimo, lo único que importaba era lo inmensamente felices que éramos… Sin ninguna duda de por medio, fue la etapa en que fui la persona o Pokémon más feliz en la faz de la tierra, nadie, indudablemente nadie podía entender lo que esos momentos representaban para mí y mucho menos nadie podía borrar la sonrisa con la que amanecía… Esbozaba gritos de plena felicidad.

Yo era feliz planeando mi vida siempre a tu lado, puesto que ya no creía poder alejarme de ti nunca jamás en la eternidad, en todos mis sueños siempre aparecíamos tomados de las manos ya con cientos de canas en el cabello observando el atardecer desde el jardín de nuestro hogar y me aferro a creer que eso mismo pasaba por tu mente, por lo menos durante esos, si no mal recuerdo, dos primeros años en donde compartimos hasta el más mínimo secreto que nuestra relación podría guardar… Porque si he de hablar con la más pura sinceridad, nunca fui capaz de percatarme en que estúpido momento tú dejaste de ser feliz junto a mí, no puede darme cuenta que esos instantes se desvanecerían tan rápido como aparecieron…

Estoy cara a cara con la entrada del edificio donde resido y el recepcionista de la residencia se me queda mirando como ahora toda gente con la que me cruzo lo hace, por lo que pongo los ojos en blanco y limpio mis pies, tratando de no ensuciar demasiado la entrada, cosa que no sirve de mucho pues mi ropa gotea a causa de la lluvia. Con una inclinación de cabeza saludo a aquel hombre rechoncho que cuida la entrada y llamo al elevador, que nunca llega… Sin previo aviso, las luces del edificio se apagan alertando que la tormenta es más fuerte de lo que hace momentos suponía, sin ningún remedio más me dirijo a las escaleras y las empiezo a subir en penumbras y con la menor prisa que un Snorlax pudiera tener… Cuando veo en las escaleras el letrero que anuncia he llegado al piso número cinco, me detengo bruscamente y en un movimiento inconsciente me siento sobre el último peldaño del escalón.

En mi interior comienza a surgir la necesaria idea de quedarme un tiempo en este sitio para así poder llorar a mis anchas, sin sentir aún más presión de todos los hechos que se abordan al entrar en mi deshabitada casa, tomo la decisión de quedarme ahí y sin previo aviso mis manos son arrastradas a cubrir mis ojos de los cuales profundas cascadas comienzan a salir. ¿Por qué lloro de esa manera? Porque en mi mente después de tanto tiempo se construyen paso a paso cada palabra que me dijiste cuando ese amor que me tenías murió… Por fin puedo recordar con exactitud la noche que me mataste.

Nos encontrábamos sentados bajo un árbol con ya varios minutos de un cauto silencio, en los que yo aproveche al máximo el observarte, grabándome cada detalle de tu magnifico rostro, perdiéndome en las densidades de todo lo que representas sin haber notado si quiera que tú no levantabas la mirada, que te encontrabas ahí completamente ausente sin poner atención de el lugar donde estábamos ni a que habíamos ido… Puse mero esfuerzo en prepara una noche espectacular en el que celebráramos nuestros ya tres años juntos y tú, ni conciencia mostrabas de las fechas.

Pero el solo estar contigo mermaba cualquier cosa que se te hubiera olvidado o la poca disposición que presentabas, disponía de toda la seguridad en que eso solo sería un momento pasajero, como el que llevábamos meses atrás, donde sufríamos cierta turbulencia y tal vez cierto cansancio de la monotonía a la que nos habíamos orillado. Más nunca llegue a pensar que no era eso lo que te ocurría, que aquello que pasaba por tu mente solo era el hecho de no saber como decir aquello que tuvieras que decir, que por tu cabeza pasaban más de mil frases cada una tratando de alivianar o dar mayor consuelo a lo que iba a acontecer.

Con el silencio ya aturdiéndome, comencé a tratar de mantener alguna cosa que pudiera avivar la comunicación, pero lo único que oí de tu parte fueron ciertos sollozos que alarmaron sobre medida mi alma; me acerque a ti y con suma delicadeza te tomé de la barbilla para poner tus ojos a la altura de los míos, más sin embargo, los tuyos no mostraban lo que regularmente querían enseñar, pues se encontraban perdidos, ausentes y sin su brillo característico; eso me preocupo demasiado y rodeándote entre mis brazos, recargando mi cabeza en tu hombro, te pregunte que era lo que tenías y sin contestarme, solo te alejaste de mí hasta quedar frente a frente.

Sentía latir mi corazón con severa fuerza, ya que por fin todos los puntos de nuestros últimos encuentros se iban hilvanando, me estaba cayendo el veinte que era lo que te sucedía, pero con todas las fuerzas que pude reunir trataba de negar los acontecimientos que se me venían presentando… Trataba de eliminar todas aquellas dudas que nacían en mi mente, cegándome a lo que estaba a punto de suceder, queriendo con tanto ímpetu que no sucediera… No.

En cuanto comenzaste a hablar trate de internarme en aquel mundo donde nada ni nadie puede lastimarte, pero no pude hacerlo, sobre todo porque estaba consciente de que tal vez aquellas palabras que me rompían cacho a cacho el corazón serían las últimas que oiría pronunciar de tu excitante voz… Escuche atentamente cada palabra que me decías sin poder evitar, al igual que tú, derramar cientos de lágrimas, ya que realmente no podía entender nada de lo que me decías, hasta que llego el verdadero motivo del porque se propicio esa aterradora charla. Conociste a alguien más.

Así lo dijiste, sin remordimiento o pena alguna, tuviste el valor para decirme que alguien más había llegado a tu vida y que te había hecho sentir lo que yo ya no te hacía sentir, que podía ruborizarte con sola una mirada, que con cada cosa que te decía hacía que volaras por los aires pues pensaba igual que tú, que habías salido varias veces con esa persona y que no podías controlar las miles de emociones que emergían de tu vientre y que lo mejor de todo es que había aceptado que tú no eras consciente de lo que en esos momentos sentías, que tenías que hablar conmigo primero, que era lo que en ese preciso momento estabas haciendo… Pues ahora así hablabas con toda la confianza del mundo, ya no me amabas, ahora amabas a alguien más.

Eso era algo que no podía, no había forma de que me entrara en la mente puesto que no podía ser cierto, todo debía ser una completa falsedad y una malinterpretación de sus sentimientos… No era posible que de la noche a la mañana alguien hubiera llegado a causarle tantas dudas sobre el amor que me tenía… No era posible que me dejara de amar, quizás solo era confusión, algún desconcierto pasajero provocado por ya tantos años de mutua compañía, que a mí aún no me habían afectado porque podía afirmar con toda plenitud que ese amor que yo sentía era el mismo que sentía desde muchos años atrás.

Y tras todo el monólogo que me proferiste ya ninguno de los dos podía dejar de llorar, tú de completa culpabilidad y yo de un cien por ciento de agonía, trataste en vano de dar miles explicaciones para las palabras que me dijiste más yo ya no estaba en condiciones de escuchar ninguna, ya que al transcurrir los minutos y gracias a la forma en la que te expresabas pude confirmar que ya no sentías más que un lastimoso cariño hacía mí y eso dolía más que el haberme asegurado de que ni consideración sentías por mí, puesto que en ese momento me veías como su fuera un Pokémon herido. Claro que lo era, pero en vez de un Pokémon herido era una persona herida de muerte, que sufría como solo Arceus podría saber.

Tiempo después de que formáramos grandes charcos de agua salada, tuve la desfortuna de escucharte implorar de todo corazón un perdón del que no considerabas ser capaz de merecer y yo sin poder formar palabra alguna de forma coherente te dije que no había nada que perdonar, que así eran las cosas y que ahora era a mí a quien le tocaba perder. Te levantaste apartándome de mi lado y me miraste por última vez con tanta profundidad que pensé se me haría un agujero negro en el pecho… Me diste una última mirada, una mirada de despedida.

Te respondí aquel gesto, para después verte girar sobre tus talones y caminar de regreso a la estancia que compartíamos para sacar tus cosas y no volver la mirada nunca atrás. Y al verte muy lejos de mí, donde solo podía saber que existías, no me pude contener a desgarrar mi garganta, a romper mis cuerdas vocales a quedarme en silencio por el resto de los días… Grite, grite como nunca en la vida nadie había gritado, como si toda mi vida dependiera de un solo sonido expresado de mi garganta; era como si las palabras se hubieran extinguido de mi ser, como si solo me quedara el conocimiento de cómo proferir una patética señal de desosiego… Como si en mi mente solo se repitiera lo mismo que iba a sacar, un grito.

Escuche pasos provenientes de varios pisos debajo de donde me encontraba, haciendo que recuperara un poco de la compostura que me quedaba, forzándome a ponerme de pie para seguir subiendo hasta llegar a mi dichoso apartamento, el cual abro si ningún esfuerzo pues al parecer olvide ponerle llave. Entro en el y en lo primero que me percato es en la luz parpadeante que sale del teléfono, indicándome que en mi ausencia he recibido más de veinte llamadas sin ninguna que realmente logre llamar mi atención… Son solo familiares y amigos que ansían con moderado morbo el saber como me encuentro, aunque considero que a ninguno le importa realmente, bueno, solo tal vez a uno.

Pongo en marcha la contestadora solo para escuchar algún estúpido comentario lanzado sin siquiera la meditación necesaria para expresar las ideas que solicitaban decir, y tras tres mensajes escuchados me vuelvo a perder en el silencio de mis recuerdos, ubicados en el lapso de tiempo desde que termine con el amor de mi vida; un lapso que va de un año, el peor año de la vida de toda la existencia humana. Año en el que me perdí tocando fondo y no un fondo donde se toma, se fuma o se droga, sino más bien, caí en el fondo de mis emociones donde ni siquiera una pequeña muestra Pokémon podía hacerme distraerme de mi sufrimiento.

En toda mi vida no pude concebir que cada noche despertara con gran sobre salto para acomodarme junto a mi almohada y llorar, para sufrir ataques de histeria en los que de ninguna forma me pudiera controlar, con eso volviendo a dañarme la garganta… Los primeros meses fueron desgarradores, pues la soledad me abrumaba y no podía pasar cinco minutos sin compañía puesto que volvía a hacer lo imposible para conseguir el daño necesario que requería el no volver a hablar; era definitivo que no quería volver a hablar, no quería volver a despertar por las noches gritando tu nombre.

Ya después de los primeros cuatros meses el tener compañía alguna me hacía una instancia insoportable, pues mientras todos decían palabras de consuelo, que consideraba falsas, yo solo quería aislarme del mundo, perderme por completo dentro del lento tiempo en el que transcurría todo lo que no giraba en torno a ti… Me quería perder de la existencia, aunque nadie quería percatarse de eso, todos querían que regresara a la vida, más nadie podía sospechar que esa vida ya no la quería pero de la cual no sentía capacidad de desechar.

Lo mejor que pude hacer fue hacer mis maletas y alejarme de aquel lugar en donde surgían los mejores y peores recuerdos de mi vida; sin previo aviso me marche de mi hogar, me aleje de mis amigos hasta del que más quería, lo que causo otro profundo golpe en mi ser, pero no podía dar marcha atrás, así como tú tampoco lo hiciste. Con mi fama no me fue difícil encontrar este pequeño pero cómodo apartamento, aunque esto trajo consigo un motón de nuevos curiosos que no me dejaban un momento en paz; esto mitigo toda la poca cordura con la que había manejado mi caso y me llevo a cometer una drástica decisión.

Deje de hablar y con el paso del tiempo, y según los diversos doctores que me han atendido, he perdido cualquier habilidad de hacerlo, que fue demasiado grave el trauma vivido, que muchos tachan de exagerado, y que el dejar de pronunciar palabra alguna ha sido la única manera en la que pude canalizar mi dolor. El último mes que ha pasado, ha sido sumamente tortuoso, pues en todos lados se habla de lo feliz que eres y de lo feliz que vas a hacer, mientras tanto yo solo me puedo conformar con volver a verte a través de una pantalla de televisión, sin poder despotricar en su contra… Este mes, ha sido el infierno mismo.

Acabo de escuchar el último mensaje del teléfono y me dispongo a ir a sentarme al sofá, cuando el aparato por el que recibo llamadas empieza a sonar, pero no voy a contestar, prefiero que siga sonando y escuchar desde lejos los inútiles comentarios que voy a recibir. Aunque algo cambia en cuanto se escucha el pitido que indica dejaran un mensaje… Escucho su respirar, y noto en el una urgente necesidad de hablar, de nerviosismo pero que a su vez contiene mucha decisión y no puedo hacer nada más que entrar en una parálisis completa, al por fin escuchar su inequivocable voz.

"Hola… ¿Cómo estas?... Lo sé, creo que fue una pregunta estúpida… Lamento mucho hablarte, perdóname si causo alguna incomodidad, créeme no es ni ha sido mi intención, pero tampoco creí correcto que nos viéramos… No lo hubiera soportado. Probablemente te estarás preguntando para que te hable y creo he perdido la facultad para decírtelo y que tal vez ya te lo he dicho mil veces… Perdóname… No era mi intención que te enteraras de mi boda en esas circunstancias, pero sabes como es la prensa y… Lo siento, mi intención nunca fue hacerte daño… Perdóname, por favor, perdóname todo el daño que he causado… Y recuerda que siempre te voy a querer…"

Antes de que cuelgue me bajo de un salto del sillón, corro rápidamente hacía a el teléfono y lo agarro para poder contestar… Sé que ha tomado por sorpresa el que haya contestado, pero no le tomo importancia y me apresuro a decir mis primeras palabras en mucho tiempo antes de que ya no sea capaz de oírlas… Con una voz ronca digo "Yo aún te amo, Misty"


Sé que tal vez es demasiado crudo por así decirlo, pero espero de antemano que les haya agradado y que si no fue así al menos hayan ocupado el tiempo de la lectura en distraerse... En cualquiera de los dos caso, me fascinaría que me dejaran su comentario, sea bueno, malo o peor. Sus comentarios serán muy bien recibidos...

Feliz Pokeshipping Day

GRACIAS A TODOS USTEDES POR LEER Y UN GRACIAS MUY ESPECIAL A SIRENA MISTY, QUIEN ME HA APOYADO Y ANIMADO PARA SUBIR ESTE CAPÍTULO.

Rubiirwinpayne: Muchas felicidades por tu cumpleaños... Gracias por leer, y gracias por tu comentario ^^ Pero estoy segura que lo que dijo Misty no te mató si no no me hubieras dejado review XD

Mislu: Yo también amo lo que uno puede crear en esta página, sobre todo expresar lo que sentimos, gracias por leer y sí, yo hubiera hecho lo mismo que Misty! Bueno Ash es un estúpido lindo! :D

Amy: Pensamos diferentes, yo no aceptaría dar una segunda oportunidad ya que creo la primera da mucho que mostrar de la persona... Ash no me da pena en aquel one puesto que me sucedió algo muy parecido y eso habla muy mal de una persona, demuestra que no es capaz de enfrentar algo :( Ese vacío si queda pero es mejor que quedarse con una carga... Espero este te guste un poco más que el anterior, pues tenías razón ya había hecho sufrir mucho a Misty XD

MissKasumi: Gracias o/o Me da mucho gusto que ustedes sientan lo que yo siento al momento de escribir; jajaja yo amo como puedo desarrollar a Misty, gracias por leer, que bueno que te haya gustado y sobre todo gracias por los halagos .