Años habían pasado desde que escribía algo por aquí, de hecho años en los que escribía algo... Sin embargo, sucedió algo en mi vida que me inspiró para regresar a escribir mis ideas, emociones y sentimientos... Esto tal vez pueda parecer algo que ya había escrito, pero la vida se trata de eventos que se pueden considerar errores y que lamentablemente estamos predispuestos a repetir, así que sí, la mayoría de lo escrito en estas letras son cosas que me han pasado, y me han dejado con experiencias para calcarlas en papel.

Sin más, espero les guste

Mañana

El reloj marcaba las cuatro de la mañana cuando el celular me despertó con su molesto tono de llamada; adormilada, busque el teléfono bajo mis almohadas, encontrando cinco llamadas perdidas que hicieron todo el sueño que tenía se esfumara bajo una nube de preocupación. No era normal que él llamara a esas horas, de hecho, hace mucho que no era normal que llamara, por lo que supe había una alarmante razón bajo esa extraña aparición de su nombre en la pantalla de mi móvil.

Sin dilatar un instante más, marqué de vuelta esperando no estuviera en una caótica situación que le impidiera contestar, en la cual mi ayuda debió ser requerida y que gracias a la profundidad de la noche, ésta haya sido dada por concluida sin haber iniciado aún. Tres tonos sonaron intermitentes en espera de una contestación, siendo terminados al escuchar del otro lado de la llamada una voz rasposa que llevaba meses sin escuchar, diciendo en un susurro ahogado "Puedes salir… Necesito verte"…

No pensé dos veces su petición, reprochándome mentalmente el poco autocontrol que tenía cuando algo se trataba de él; así que ataviada en un largo pijama, desmaquillada y seguramente con ojeras más grandes que mis ojos, tomé una gran sudadera, cubriendo mi cuerpo del frío que amenazaba fuera de mi habitación, anudé mi cabello y cubrí mis pies con unas extrañas pantuflas, regalo de un cumpleaños pasado. Con cuidado y sin la intención de despertar a los demás miembros de mi hogar, bajé las escaleras en completo silencio, sólo preguntándome que podría haberle pasado para que viniera a mí, en vez de ir con alguien más… Como lo hizo mucho tiempo atrás.

Atravesé la cocina con extrema precaución, tomando las llaves que descansaban tranquilas a un lado de la puerta, y con maestral pericia conseguí salir de la casa, suplicando que al tenerlo frente a mí mis rodillas no fallaran como lo hacían cada vez que lo veía y que mis palabras no se fueran directo a un reproche que guardaba con tanto anhelo de dejar escapar, hiriendo sus sentimientos como él había herido los míos. Con certeza, sabía que era algo que no necesitaba en esos momentos y estaba dispuesta a esperar el mejor momento de decirle todo aquello que rondaba por mis pensamientos.

Di un par de pasos sin encontrarlo, hasta que distinguí frente a la entrada del gimnasio una camioneta de rojizo color, en la que aguardaba adentro, vehículo que trajo un sinfín de recuerdos, la mayor parte de amargo sabor. Su postura era encorvada, su cabeza se encontraba recargada sobre el volante y sus manos se aferraban a éste, como si en cualquier momento fuese a escapar. Toqué con suavidad en la puerta del copiloto, y él al voltear su rostro, me mostró un río que lágrimas que caían por sus mejillas, alterando mi corazón más de lo que ya se encontraba, reconociendo en mi ser que todo lo que sentía por él seguía latente.

Con las manos temblando apretó el botón de seguridad, dejando al aire la idea de acompañarlo dentro del auto, opción que me pareció más factible que haciéndolo bajar para quedar a expensas del intenso frío de la noche. Subí al vehículo y el nudo instalado en mi garganta acrecentó deteniendo la pregunta que me urgía realizar; fueron varios los minutos que nos quedamos en silencio, volviéndose insoportablemente incomodo el espacio entre nosotros… Logrando que mis niveles de ansiedad se desplomaran, requiriendo un aire que sólo afuera podría tomar.

Él viendo mis intenciones de abandonarlo, tomó mi brazo haciendo una presión conocida, suplicándome a través del tacto, no le dejará. Llené de aire mis pulmones y volteé el rostro para fijar mi mirada en sus castañas pupilas, acción que tuvo inmediato efecto… Pues murmuró las primeras palabras de la noche de nuestro inesperado reencuentro… "Escápate conmigo… Huyamos lejos"... Si esas palabras hubiesen sido dichas atrás, no lo hubiera siquiera pensado… Pero había mil cosas de por medio, que me rogaban hacer caso omiso de su propuesta y por fin pensar… Pensar que él no era quien yo conocí… Y yo, ya no era quien fui.

Negué con la cabeza, fijando mi rostro al gimnasio que descansaba en penumbras, sin tener la intención de regresar la mirada a él. Sin embargo, quedaban cientos de dudas que él tenía que aclarar, empezando en qué era lo que él hacía ahí. Su respuesta dolió, dolió más que cientos de impactruenos dados a alguien cubierto de agua… Se peleó con ella, le lloraba a ella y yo, fui la última opción que encontró; como siempre, la última. Eran las cuatro de la mañana y vino a mí, no para ver cómo me encontraba, ni siquiera para disculparse por haber pasado de mí tantos meses; no, vino para que le diera un consejo sobre cómo arreglar su magnífica relación. Y yo, siendo la estúpida de yo, se lo di.

Y aún más tonta fui al darme cuenta que mis palabras iban a un saco vacío, que no importaba todo lo que dijera, que él realmente estaba ahí para buscar un escape, para dejar atrás esa horrible pelea que horas atrás tuvo, para encontrar un desahogo de sus necesidades corporales… Para usar un cuerpo que todavía estaba predispuesto a que él lo utilizara como mejor le placiera… Y dejar que lo hiciera. Es borroso el cómo sucedió, puesto que trataba de controlar mis emociones, convirtiéndome en una persona objetiva ante su problema y la pareja que lo causaba, dictándole los mismos consejos que mis hermanas muchas veces me dieron al verme destruida por su causa, cuando sentí la presión de sus labios contra los míos.

Me quedé anonadada ante un beso que por años esperé pero que no se sentí correcto, que no generaba la expectación que siempre soñé, y que a final de cuentas se estaba cumpliendo; no correspondí a tan apresurado beso, causando que él forzará más el contacto, logrando que perdiera el raciocinio y me dejará llevar por el momento. Los minutos fueron pasando mientras aumentaba la intensidad de las caricias que mutuamente nos proferíamos haciendo que un calor se proliferara por el auto, empañando las ventanas imposibilitando la vista hacía el entorno fuera de nosotros.

Poco a poco me fue recostando en el asiento, sintiéndose incomodo bajo mis glúteos, así que sin dirigirnos palabra alguna, tomó mi mano arrastrándome al asiento trasero, donde en un ágil movimiento me puso sobre sí, dándose a la tarea de quitar mi sudadera, prenda que desde minutos atrás ya se sentía un completo estorbo, jalando con ella mi vieja pijama, la cual sólo podía ser vista por mis hermanas. Sin embargo, los besos dejaron de existir, para convertirse en movimientos apresurados, dedicados meramente a un placer que yo no estaba conociendo, y que a él lo llevaban al mundo de la completa excitación.

Sus manos recorrían mi cuerpo con premura, como si en cualquier instante se fuera a despertar de su letargo, dándose cuenta del error que estábamos a punto de cometer, al mismo tiempo que mi mente se dividía entre detener lo que estaba sucediendo o dejarse arrastrar por algo que yo siempre había anhelado. No lo detuve, fui más allá de lo que mis sentidos dictaban y dejé que nuestros cuerpos se unieran en un acto con solamente un fin… Para mí, darle lo único que aún no tomaba de mí… Para él, dejar salir su lado más animal, llevándose sólo por sus instintos, concentrándose sólo en el placer que sentía entre sus piernas.

El paño que se adhería a las ventanas se intensificó, mostrando los largos minutos que pasaban ante decenas de gemidos, unos reales, la mayoría fingidos; haciendo la mayor parte del trabajo distraje a mi mente de la frustración a la que se atenía mi cuerpo, el cual no se acoplaba con el cuerpo masculino que disfrutaba bajo de mí, desconociendo el momento exacto en el que todo acabó, en donde mi calor ya no era necesario, siendo discretamente empujada hacía un lado, contemplando el grado del error que cometí. Él no dijo nada, se quedó ahí, observando a la nada, haciéndome sentir peor de lo que ya me sentía…

Y, en cuanto abrió los labios, el dolor ya encarnado en mi pecho creció de tal manera que la única opción para que no me viera llorar, era huir y encerrarme entre las cuatro paredes de mi habitación, que me ofrecerían el refugio que tanto necesitaba… "Esto no debió pasar… No debí haber venido contigo… Pensé que sería mejor que esto… Creo que estaba esperando más"… El ego del que siempre presumía cayó centenares de pisos hasta desplomarse, dejando que la vergüenza y la rabia hicieran mella en mi tan herido orgullo. En ese instante los ojos se me abrieron como no lo hubieran hecho jamás si esto no llegaba a ocurrir… Él había cambiado, su ego era otro y la gente a su alrededor no hacía más que elevárselo, convirtiéndolo en un ser del que yo no podía seguir enamorada… Del que ni siquiera podría ser amiga.

"Tienes razón… Sólo espero que te hayas desahogado como querías… Suerte con tus problemas" Me puse con gran prisa mi sudadera y salí del auto como si en cualquier momento fuera echarme a correr, pero por alguna extraña razón, aminoré mi marcha esperando alguna señal de que él estuviera arrepentido de lo dicho, o que al menos se disculpará… No fue así, sólo vi las luces del auto encenderse y escuché el sonido del motor preparándose para avanzar… Siendo su placa trasera la última cosa grabada en mi mente antes de verlo partir, para siempre… Porque eso ya lo había decidido… Nuestro para siempre sería olvidarnos, siendo eso lo mejor.

Regresé derrotada a mi habitación, sintiendo una fuerte marea de emociones, donde claramente distinguí la culpa de haberme convertido en la otra, la vergüenza de haber aceptado que él se consolara con mi cuerpo, el enojo hacía esas palabras dichas que me hacían a mí la culpable de ese decepcionante momento y, sobretodo la frustración de haber dejado a mi cuerpo sin la huella de un orgasmo. Siendo consiente que muchas veces el sexo con la persona incorrecta deja una marca que será difícil de borrar y aún más de superar, dándome cuenta que esa persona fue el amor de mi niñez, de mi juventud hasta hoy, iniciando mi adultez.

Me recosté en mi cama, ya sin nada impidiéndome derramar las tantas lágrimas acumuladas en mi rostro, llevándome por el llanto y suplicando al cielo todo se lo llevara la noche, dejando para mañana una nueva experiencia que me permitiera aprender de mis errores y que aminorada la carga que sentía en mi pecho. Pero no había mañana, el cielo ya pintaba rojizos tonos, anunciando el terminar de la noche y que la vida pronto resurgiría para tomar su camino, habiendo personas en las habitaciones contiguas que en menos de una hora despertarían para llevar a cabo sus labores, así como alguien más aguardaba la llegada de él, tal vez para seguir peleando o quizás para reconocer su error y arroparlo entre sus brazos.

Y como un destello en mis pensamientos, entendí que no habría mañana que bastara para deshacerme de mis emociones, sino que día a día tendría que trabajar con ellas, aceptándolas antes que nada, para en algún momento dejarlas ir… Viviendo con el constante pensamiento de que lo que hice estuvo mal, abrazando la idea de que si bien, yo tuve mucha culpa, él también y así como yo, tendrá que aprender a convivir con ella… Reconociendo que mañana puedo amanecer peor o mejor, dependiendo el caso… Instalando en mi cabeza el hecho de que para mí, el mañana iba a ser mí día a día y que, pasados los meses, sólo lo recordaría como una mala experiencia…

Por lo que me levanté de la cama, directo a la ducha, donde dejaría que el agua relajara mis músculos y me diera la fuerza de continuar… Olvidando mi teléfono en la mesita de noche junto a mi cama, sin imaginar que un color verde oscilaba, clara señal de la llegada de un mensaje… Mensaje de un número que debía y tenía borrar… Un mensaje que con claras palabras apoyaba mi moción de dejar todo atrás… De olvidar.


Acá termina... Y espero que con esto no vuelva a caer en un letargo donde no llegue la inspiración para escribir. Siendo sincera, ya tengo escritas varias letras más... Así que espero el próximo viernes estar de vuelta para leernos.

Gracias a todos por leer