Creí que no lo lograría... Enserio, creí que llegaba el momento de darme por vencida y por supuesto, eso no me gusto. Sé que llevo desaparecida de este mundo por demasiado tiempo, y por un momento estaba segura que no regresaría... Llevo un año con el one que leerán a continuación y pensé que la mejor manera de librarme de él era publicandolo el día de hoy... Que es muy especial para nuestro shipp... Sin más los dejo leyendo...
Nunca
Los prados antes pintados de un alegre color verde se habían deformado hasta convertirse en cenizos matorrales de amarillenta presentación, los distintos sonidos que las especies realizaban para complementar el paisaje dejaron de existir, anunciando la desgracia de un mundo condenado, sin la paz que alguna vez la tierra mostró; dejando entrever que los años no pasan en vano y que el tiempo puede deformar los espacios que la mente guarda en la memoria como un invaluable tesoro. Los caminos, ahora desiertos, invocaban los más entrañables recuerdos e imposibilitaban la reconstrucción de momentos que en muchas ocasiones se encontraron perdidos.
El cielo pintaba nubes grises, anhelando dejar escapar pequeñas gotas de lluvia, parecidas a las gruesas lágrimas que recorrían su rostro, opacando el rojo de sus mejillas; creando un ambiente que pronosticaba el suplicio que su alma sentía desde que inició aquella travesía hacía un pasado que muchas noches le impidió conciliar el sueño y que por las mañanas se le asemejaba a una pesadilla convertida en realidad, la cual, como una película, le enseñaba la serie de decisiones tomadas que la alejaron de la vida que alguna vez imaginó.
Aquellos metros, que su auto dejaba en el retrovisor, eran un nostálgico pasar de los veranos que ahí vivió, encerrándola en una asfixiante marea tras el volante que, con dificultad, guiaba sobre aquel tempestuoso río de asfalto. Sabía que faltaba poco para llegar a su destino, pues el sonido de agua cayendo al vacío sobrepasaba la música que su radio tocaba aleatoriamente, reproduciendo desde melodías que no llenaban su alma hasta encontrarse con melancólicas letras que describían a la perfección el pesar que sentía su corazón; muchas de las cuales se amoldaban con gran acorde a ese fracturado día, de su ahora miserable existencia.
Frente a ella, un camino de hojas muertas cubrían el descuidado pasto de lo que alguna vez fue el mejor centro de investigaciones Pokémon, mostrando el abandono sufrido al verse obsoleto debido a la tecnología, que con el pasar de una época fue haciéndose mejor, cayendo así en la absoluta inutilidad. Así, ante un escenario marchito, sólo quedaba contemplar un lago con escasa profundidad, la misma que tiempo atrás le brindó nadar a la intemperie, importándole poco si el sol le apiñonaba su blanca tez o si la lluvia se perdía entre su mojado cabello, imposibilitando distinguir cuando comenzaba a mezclarse lo dulce del agua con el llanto del cielo.
Aparcó su auto bajo el cadáver de un árbol y quitándose los zapatos, bajó de él sintiendo la dureza que ofrecía lo seco de la tierra, poco importándole si dañaba sus pálidos pies. Inhaló profundamente, llenando sus pulmones de ese aire que fue puro en su juventud y del que ahora sólo quedaban vestigios de una inocencia pueril y pueblerina; giró su rostro hacía los lados, dejando salir el aire que ya no podía retener, observando todo a su alrededor para guardarlo en su mente y tener algo que pudiera invocar en las frías noches que su habitación almacenaba, teniendo así un punto de comparación entre lo que fue y lo que era de su vida, para evocarlo cada vez que el caos atacara su mente.
Cerró los ojos y avanzó lentamente por esa senda desierta, calculando cuántos pasos debía de dar antes de toparse con un salto que la llevaría a la muerte, cuánto caminaría antes de concretar esa idea que por años le rondó por su cabeza. Treinta, treinta fueron los pasos que dio hasta detenerse en el borde del lago; donde dejó caer su peso, tomando asiento en un muerto pasto, encogiéndose en una posición en la que sus rodillas recibieron el impacto de un desgarrador llanto, que surgió ya sin pena alguna; sin importarle que el llorar sólo purificaría parte de su alma, quitándole cierto peso que posaba sobre su espalda, sabiendo que la vivido tiempo atrás jamás podría regresar, y que todo el dolor tardaría en desvanecerse.
Su esposo falleció seis meses atrás y sus hijos se recluyeron a kilómetros de ella, en una aventura que ella vivió cuando era niña; dejándola sola en un museo de historias que no se volverían a repetir. Le dolía el haberse quedado sola, sin embargo, sabía que el perder a sus hijos la destruía lentamente; amó a su marido, al menos en un inicio, después la costumbre se vio reflejada en su día a día, para al correr de los años preguntarse en silencio por qué aún estaba con él, cuestionar cuál fue el momento en que todos los sueños y promesas compartidas se volvieron en la ilusión de una tonta enamorada; hasta que el odio controló sus sentimientos reflejándose en gritos y llanto, en noches de insomnio en las que lo observaba tratando de descubrir qué se habían hecho el uno al otro.
Un odio que surgió hacía él y poco a poco fue abrazándola, haciéndola odiarse más que a él… Mismo que desapareció para él en su lecho de muerte, disculpándole y pidiendo perdón por todo el daño que se ocasionaron, recordando el amor que surgió en cuanto sus miradas se cruzaron y como se intensificó con el nacimiento de sus hijos. Sin embargo, el odio sobre ella misma seguía acumulado en su pecho, llevándolo consigo en esa tarde donde suplicaba entre susurros encontrar una salida o al menos un sensato pensamiento que le ayudara a restaurar su camino, encontrar a aquella chica que con el tiempo se desvaneció.
Y creyó tontamente que regresando a Pueblo Paleta podía encontrar la esencia que le hacía falta para continuar, pero mirando a su alrededor encontró un paisaje que asimilaba a la perfección lo desolada que estaba su alma, dándose cuenta que un recuerdo duele más al saber que sólo quedan vestigios de él y que el hallar su camino no dependía del lugar al que fuera, decepcionándose más con la vida por hacer que todo aquello que amaba se desvaneciera, forzándola a mirar adelante sin nada que hallar, sin saber que buscar.
No sabía cuánto tiempo llevaba llorando o si tenía más lagrimas que derramar, pero el frío empezaba a mermar su cuerpo y las nubes, ahora negras, comenzaban a liberarse del agua que toda la tarde habían cargado, haciendo que pequeñas gotas golpearan su piel y causaran escalofríos en todo su cuerpo, mezclándose con los que el propio llanto le causaban; pronto una tormenta arrasaría el cielo y si quería evitarla, tendría que alzar la mirada, levantarse y caminar a su auto, pero por alguna razón no podía, sólo seguía sentada con el rostro en las rodillas, sin importarle enfermarse, sin importarle nada…Sin sentir nada.
Sin embargo, no fue el ruido de un trueno estremeciendo el cielo quién la sacó de su deplorable estado, sino el sonido de un auto acercarse con cautela a aquel cadavérico árbol que protegía su propio vehículo, a metros de aquel borde en el lago donde seguía sentada, con la lluvia empapando las pocas canas aparecidas en su rojizo cabello y la tierra ensuciando la desgastada ropa que cubría su esbelto cuerpo. Un auto que parecía ser conducido por alguien que al igual que ella sabía ese sitio fue un escape maravilloso de la vida real tiempo atrás.
Con una profunda respiración y sintiendo algo de curiosidad por su inesperado compañero, regresó la vista al casi vacío cuerpo de agua que pudo marcar el final de su vida; consiente que en ese momento compañía era lo menos que necesitaba y que probablemente el recién llegado querría minutos de soledad sin acompañado de una extraña mujer sucia, cubierta de lodo e incapaz de ofrecer un tiempo de calidad. Mas, no esperaba que al instante de levantarse y girar su cuerpo en dirección a su auto aquel visitante bajara del propio, encontrándose con un rostro que no veía desde la vez que le dejó en ese mismo pueblo, rompiendo su inocente corazón y la relación que probablemente estuvo destinada a ser.
Su rostro era exactamente igual a como ella lo recordaba, claro con algunas arrugas que sólo la edad puede otorgar, su cabello azabache también se empezaba a pintar de blanco, su cuerpo fortalecido con los años ayudaba a pintarla imagen de él que fervientemente guardaba en su memoria, por muy señor que ahora fuera, y sus ojos, sus maravillosos ojos avellana la veían como si de un fantasma se tratará, sin embargo, seguían manteniendo una chispa infantil que todos admiraban y que no desaparecía por muy dura que haya sido la vida. A su vista, era todo lo que imaginó iba a ser, misma que uno que otro amigo en común le retrato y que nunca pensó sería capaz de ver; pero ahora, esa visión estaba ahí, frente a ella, examinándola como ella le analizaba a él, siendo sorpresivamente real.
Las palabras que pasaron por su mente murieron antes de escapar de sus labios al notarlo perplejo ante tan extraña situación, al divisar como sus piernas se movían acortando los metros que los separaban, con cautela, como si en cualquier momento ella pudiera desaparecer y él se quedará ahí con la ilusión de haberla visto, sin que fuera en verdad. Sin poder evitarlo, ella avanzó uno pasos adelante, acortando el camino que a él le faltaba recorrer, encontrándose a centímetros de tocarse, con el conocimiento de que no deberían hacerlo…
-No sabía que aún vivías por aquí, Ash…- Al mencionar su nombre, notó como el moreno se estremecía, movimiento que le impulsó a dar un paso atrás, preguntándose si lo mejor era tratar de iniciar una conversación o decir adiós, subirse al auto y alegrarse de que al menos, una vez más pudo verlo… O quizás, pronunciar un lo siento que tenía guardado desde su juventud y que por mil veces que lo haya repetido, nunca creyó que él lo hubiera tomado enserio, y alejarse dejándole ver que esa disculpa conllevaba consigo toda una vida de remordimiento… Pero, ¿Cómo esperar un perdón que no creía merecer y que ella no se había dado?
-¿Misty?... ¿Realmente eres tú?- Ver la duda en su rostro y escuchar lo temblorosa de su voz, la hizo darse cuenta que si para ella tenerlo de frente fue un golpe emocional que jamás espero, para él debía ser encontrarse con un infernal recuerdo, con una mal jugada del destino. Su cuerpo, reaccionando autónomamente, levantó su mano y la guío hacia ella, como si quisiera tocarla, confirmar que no era algo efímero que creaba su mente, movimiento que no llegó a su meta, tal vez por temor o por los modales que se tienen que adquirir al no haberse visto por más de veinte años. Misty asintió a su pregunta al ver que no la tocaría, que todo había quedado en un movimiento creado por la adrenalina- ¿Qué estás haciendo aquí? Digo, ¿Qué…? ¿Por qué…?... Hola, Misty…
-Hola, Ash…- Cualquier sentido de sus pensamientos se esfumó tras ver una ligera sonrisa de perplejidad en el rostro de su antiguo amigo, llevándola a esos días que pasaban ahí charlando de todo y nada a la vez, sólo disfrutando de su agradable compañía. Sonrisa que desarmó cualquier posible plática a comenzar, que hizo quisiera huir de su lado y guardarse para ella un brote de esperanza al sentirse de nuevo como alguien capaz de sentir- Yo… Estaba de paseo y… Ya es tarde, pronto oscurecerá y no me gusta manejar de noche…
-¿Vienes de muy lejos o te estás quedando en Celeste?... Porque si estás en Celeste aún es temprano, seguramente llegarías con luz del sol… Digo, si hubiera sol y no una tormenta a punto de estallar…- El nerviosismo con el que Ash hablaba logró que Misty fuera abandonando el suyo propio, encontrando irónica la situación, pues se encontraba frente a frente con el mismo hombre que en su juventud, con un nerviosismo similar, le declaraba su amor… El mismo con el que terminó su relación pronunciando frases indescifrables debido al llanto… Todo siendo visualizado por ese lugar, que al parecer, siempre estaba destinado a unirlos- Lo que quiero decir es que… No me molesta que estés aquí… Es decir, yo llegué después de ti… Yo soy quien debería irse…
-Tampoco me molesta que estés aquí… ¡País libre!... Sólo, no sé si sea prudente quedarme, llevó ya varias horas aquí… Y, yo necesitaba un momento de paz, de silencio para ordenar mi mente… Quizá también es lo que viniste a buscar y mi presencia no ayudaría a eso… Lo mejor será que te dejé sólo- Exhalando pesadamente un aire que no sabía mantenía en sus pulmones, Misty sacó de su chaqueta las llaves de su auto dispuesta a dar media vuelta, subirse a su camioneta, pronunciar un último adiós y marcharse con el agridulce sabor de haberlo visto aunque fuera por última vez. Ash, al percatarse de la inminente huida de la chica, avanzó los pocos pasos que los separaban, tomando sin mucha delicadez la delgada mano de la chica entre las suyas, sintiendo ante el toque una corriente que se acercaba a la expulsada por el rayo que caía pocos metros detrás de ellos.
-Tal vez no es necesario que alguno se vaya… Bueno, los dos nos tenemos que ir si nos ponemos a pensar en la tormenta que tenemos sobre nuestras cabezas, pero… A lo que me refiero… Una vez me dijiste que el destino suele jugar muchas tretas y que todo sucede por algo, ¿No crees que es una señal que precisamente hoy, los dos decidiéramos venir aquí?... Hace años que no nos vemos… Mi casa queda muy cerca… ¿Te ofrezco una toalla y una taza de café? También podría ofrecerte una copa de vino- Todas las decisiones que Ash tomaba eran guiadas por el impulso, y a él nunca le importó que fuera así; sin embargo, esta vez sabía que cada palabra había sido elegida por su mente a causa de los recuerdos surgidos al volverla a ver… Ya que, veinte años atrás, ella al contarle que se había enamorado de alguien más, murmuró que siempre había una razón para las cosas ser como eran y no como debían ser. Y no lo había dicho con la intención de hacerla sentir mal, sino con la garantía, comprobada con el pasar de los años, de que esa frase era lo más real a lo que aferrarse.
Como una fuerte bofetada sobre su rostro, las palabras de Ash calaron más en el corazón de Misty que aquella fría lluvia sobre sus ropas, consiente que si Ash era como el que conoció y que sus amigos aún en platicabas mencionaban, no había segundo sentido en su propuesta y mucho menos un reclamo; mas, estaba suficientemente segura de que cualquier decisión que ella tomara acabaría con grandes consecuencias. Si se negaba, habría otra cosa en su lista de arrepentimiento, pero si aceptaba, terminaría por surgir como intimidante verdugo el pesar de su alma, que horas atrás en ese lugar quiso borrar. Sólo tenía que poner sobre la mesa qué era lo que pesaría más.
-Una copa de vino suena bien…- Soltándose del cálido tacto de la mano de Ash y componiendo una extraña sonrisa, Misty avanzó hasta la puerta de su auto, deteniéndose al ver que perplejo, Ash no la seguía, seguramente pensando que ella iría con él en su camioneta- Muéstrame el camino… ¿Creíste que iba a dejar mi auto aquí?- Al escuchar tintes de sarcasmo en la voz femenina, el rostro de Ash se pintó con una nostálgica sonrisa, escapando de la confusión que le causó el que la chica se subiera al auto, pensando lo dicho acerca de la copa de vino fuera un pretexto que le permitiera escapar. Y al igual que ella, abordo su automóvil y puso dirección hacía su hogar, a unos quince minutos de aquel desierto lugar.
Conforme iba avanzando el paisaje que se dibujaba ante Misty iba cambiando hasta asemejarse a un pequeño pueblo hogareño de los que siempre retratan en las películas navideñas, de casas color alegre y arboles tan verdes que parecía haberse introducido a una alterna dimensión vista sólo por el retrovisor. Aunque la lluvia seguía golpeando el capo de su auto, encontrarse en esa colorida villa le dio un poco de calor a sus mejillas, formando delicadas chapas rojas que avivaba la calefacción del interior, al igual que un sentimiento brotando por el inesperado reencuentro. Sin embargo, al ver el auto detenerse en una gran casa de madera blanca los nervios y el temar la invadieron, pues no sabía si habría una señora y niños en casa. Si era así, ¿Qué haría? ¿Ash la presentaría como una vieja amiga? Seguramente y tal vez la reconocerían como una chica más de sus viajes, o, ¿La reconocerían como aquella ingrata mujer que le rompió el corazón y que nada tendría que hacer ahí?
Con un nudo en la garganta bajó, notando como Ash se acercaba para ayudarle a descender, quedándose obviamente en el intento. Quería huir, eso le gritaba su mente, pero ya era tarde… Ya estaba ahí. Era hora de enmendar un poco de su fracturada vida. Y no había mejor lugar que hacerlo que con Ash, donde todo había empezado. Decepcionado por su burdo intento de ayudar a una chica que él bien sabía nunca necesitó ayuda, Ash estiró su brazo en dirección a la puerta dándole a entender a esa desconocida amiga que el camino a la puerta estaba frente a ella, a sólo unos pasos… Que ambos dieron sintiéndolos eternos.
Entrar, fue darse cuenta, que había un mundo de veinte años entre ellos, con tantas diferencias entre sus vidas, pero al parecer con una simple similitud… La soledad que los rodeaba. La oscuridad de aquella magnifica casa le sorprendió sobre manera, puesto que no creyó la vida de Ash se rodeara de la misma. Y al él encender las luces del pasillo y la sala principal a izquierda de éste, le hizo darse cuenta que la decoración era perfecta, como ver un aparador de una tienda departamental, pero carente de un toque femenino o al menos un indicio de que a esa casa se le pudiera llamar hogar. Sus ojos viajaban discretamente por cada rincón iluminado, buscando un indicio de que alguien más habitaba ese lugar, sin embargo, al menos en la entrada nada mostraba que fuera así.
Se reprochó mentalmente cuando se dio cuenta que estaba siendo bastante curiosa y que eso haría que Ash sospechara sobre su nerviosismo, pues el temblor de sus piernas se disfrazaba bajo sus frías ropas aún algo mojadas por la lluvia. Con discreción vio lo que Ash hacía, mismo que se quitaba el suéter que lo resguardaba del frío, poniéndolo en el perchero a un lado de la puerta; imitándole se quitó el cárdigan que cubría su pálida piel y al igual que su anfitrión dejó dicha prenda. Separando un poco los labios para preguntar a su anfitrión si no era mucha molestia su presencia, una corriente eléctrica se extendió por su cuerpo, puesto que Ash con afán de guiarla a la cálida chimenea de la sala de estar posó su brazo sobre su cintura y fingiendo no percatarse de lo erizada de su piel o de lo rojo de sus pómulos, él dirigió sus pasos hasta mostrarle donde podría ponerse cómoda.
-Iré por unas toallas… En la mesita está el control de la chimenea, ponla a tu gusto. No tardo- Misty asintió, frotando sus brazos para controlar la sensibilidad de su piel, asegurándose que era a causa del frío, sabiendo que se engañaba en el intento. Con cuidado y consiente de ser una invitada, tomó el control de la chimenea para al prenderla hacer más cálida la sala, la cual registró de arriba abajo, sintiéndose como una chiquilla curiosa… Alguien que mucho tiempo atrás no había sido. Todo era color caoba, todo en su sitio, como si nadie viviera o nadie ocupara la estancia… A excepción de un par de fotografías postradas en el librero extremo. En la primera una pequeña niña de cabello color cobre y ojos pardos junto a Pikachu… Otra con esa misma niña, un poco más grande, con Ash y Pikachu… La tercera, la misma niña, ya no siendo una niña, sino una preadolescente, con una pokébola en sus manos y ya sin Pikachu sobre su hombro…- La adoraba y ella lo adoraba a él… Pero así es la vida, ellos crecen y en algún momento tienes que decir adiós…
-Brock me contó lo de Pikachu… No sabes cómo lamenté oírlo. Lo amaba con todo el corazón y lloré mucho al saber que no pude despedirme- Rápidamente los recuerdos inundaron su memoria y un inmenso nudo en la garganta le imposibilitó seguir hablando de aquel pequeño ser que tanto amo. Su mirada aún dispuesta en las fotografías de la repisa continuo su trayectoria hacía el hombre al otro lado de la habitación, quien en sus manos traía un par de toallas mientras otra cubría su cuerpo. Misty pudo notar como sus ojos enrojecían, seguramente por los recuerdos atraídos, y ella lo que menos quería era causarle una tristeza más- Se parece mucho a ti… Pareciera que te clonaron pero, por supuesto, es mucho más bonita…
-Su cabello es como el de su mamá… En todo lo demás, tengo que decir que en efecto es igual a mí, hasta en el carácter- Con lentos pasos, Misty fue avanzando a través de la habitación, acto que Ash aprovechó para extender las toallas en su dirección, las cuales fueron bien recibidas por la muchacha, quien se envolvió en ellas y pudo sentir la calidez del algodón sobre su mermado cuerpo- Toma asiento, te juro que no importa que se mojen los sillones- Obedeciendo a Ash, Misty se sentó sobre aquel individual sofá que apuntaba directamente a la chimenea, mientras Ash tomaba dos copas de la vitrina a lado del librero y vertí algo de vino en ambas, para después retomar su camino, sentándose en el sillón contiguo a la chica, quedando frente a frente y ambos sonriendo discretamente en el acto.
El silencio envolvió la casa por un momento, mas en absoluto era incómodo. Era un agradable momento en el que dos almas bebían una copa de vino y trataban de reconocer el uno en el otro algún rasgo que los hiciera dudar del momento y les dijera que vivían algo irreal. Pero no era así, estaban ahí y el momento era más real del que ella había vivido en casi un año; tal vez por la emoción que le causaba verlo o quizá por la manera en que la vida le decía que aún había algo en su pasado que debía cerrar, y claro, por la curiosidad que mermaba su mente por saber más de la vida de ese amigo en común y del muy pocas personas se atrevían hablar.
Po su parte, Ash no dejaba de observar a esa pequeña mujer de aún impactante melena roja con pequeños tintes blancos, que sin imaginarlo se encontraría después de tantos años, en un lugar que fue importante para ambos; veía cada rasgo de su cara, la vejez que poco a poco se pintaba en sus manos, su figura que con la edad no había desaparecido, sin embargo, lo más inquietante y lo que no podía dejar de ver, era la tristeza que pintaban sus ojos, casi apagados, casi muertos… Con sólo una pequeña llama, que recordaba de su juventud; y con eso, su mente le bombardeaba con una sola pregunta, ¿Qué habría pasado en su vida para haber destrozado a una de las estrellas más brillantes del cielo?
-No sabía que te habías casado… Claro, considerando que han pasado demasiados años, es tonto de mi parte pensar que no fue así. Espero que no cause problemas el que tu mujer llegue y me encuentre aquí- Eso, era algo que rodeaba por la mente de la chica desde que estacionó. No quería ser imprudente al estar ahí, sin embargo, se sentía también que deseaba seguir encerrada en esa burbuja de ensueño, al menos por unos minutos más.
-No te preocupes, en esta casa sólo vivo yo… Muy grande para una sola persona, ¿No crees?, quise venderla e irme a un departamento, pero Solei se impuso fuertemente a que no la vendiera, pues según en sus palabras... Vivió aquí toda su vida, unos extremadamente largos doce años- Sin saber que en guardaba un frío aire en sus pulmones, Misty suspiro en un susurro, sintiendo una extraña sensación de calma al saber que no molestaría a nadie con su presencia, por otro lado, una tristeza la invadió al escuchar un tinte de la misma en la voz de Ash- Y no creo que su mamá decida hacer un largo viaje desde Kalos para saber si hay alguien más. Me divorcie hace dos años y mi ex creyó que lo mejor que podría pasar era irse lejos de aquí… Kalos le pareció la mejor opción.
-¡Vaya! De verdad quiso poner distancia de por medio… Lamento oírlo, debe ser difícil para ti y para tu hija estar tan lejos el uno del otro. A veces no entiendo como nosotros como padres podemos ser tan irracionales- Ash asintió dirigiendo por pocos segundos sus ojos a la foto de su hija, momento en el cual una ráfaga de dolor surcó sus ojos. Ella conocía el dolor de apartarse de un hijo, así como sabía el daño que les causaba no tener un padre en el cual se apoyara,
-Al principio le fue difícil, sobre todo porque tuvo que atrasar su viaje Pokémon, pero se fue adaptando y ya lleva un año de recorrido. Ya tiene cinco medallas en su poder y, tú sabes cómo es eso… Una vez que ella se separó de nosotros, entendió muchas cosas. Se dio cuenta que una separación no es el fin del mundo y que no porque estemos lejos o su mamá y yo ya no estemos casados significa que nos queramos menos. Además, viene cada vez que quiere, básicamente, la tengo aquí todas las vacaciones. Y el estar separados nos hace disfrutar más cuando estamos juntos- Ash subió los hombros, como si se tratara de un gesto de resignación, haciendo que Misty asintiera con la cabeza, entendiendo a la perfección cada una de sus palabras- ¿Y tú? ¿Nadie se enojara que no llegues temprano a casa?
-Mi casa está igual de vacía que la tuya, el gran problema es que tiene un enorme gimnasio tras ella y se siente más sola de lo que se ve- Sin anticipo alguno, los ojos de Misty enrojecieron sobremanera, dejando asomar pequeñas lágrimas que trató de detener sin éxito alguno. La sorpresa inundó el cuerpo de Ash al verla sollozar sin procurar evitarlo, en aquel paramo sabía había llorado, pero tenerla frente a él en ese estado le hacía mal, le hacía temer por aquella carga que ella pudiera llevar sobre su espalda y eso daba miedo, porque en todos los años de sin conocer de su vida, su único alivio era saber que ella lo dejó por una vida mejor… Por alguien mucho mejor.
Lo siguiente que hizo fue motivado por una pequeña llama encendida en su pecho pocas horas atrás, por el hecho de tener a quien una vez fue el amor de su vida, y la cual, si es que no se mentía, seguía siendo… Y por supuesto, desde aquella tarde donde se le declaró, nunca se mintió con respecto a eso. Se acercó a ello, no sin cautela, temiendo que en cualquier momento fuera a escapar, y al notar que ella no ponía resistencia, puso sus brazos sobre el cuerpo de la chica, ofreciéndole su pecho para que descargara las lágrimas que aún le quedaban por soltar.
-¡Ey! Llora, llora todo lo que quieras. Estoy aquí…- Y así lo hizo, no supo si pasaron minutos u horas llorando en sus brazos. Misty sólo sabía que se sentía bien, que estar entre ese par de brazos tan puros aliviaba el dolor de su pecho, pues no había críticas, no había reproches, no la juzgaban. Estaban ahí para ella, dejándola ser, sin tener conocimiento de cuan mala había sido su vida o que tan mala había sido ella con la misma. El llanto poco a poco fue mermando, y al alzar el rostro se encontró los ojos pardos más puros que en la existencia encontraría y unas manos limpiando los rastros de agua en sus mejillas- ¿Quieres contarme?- Misty asintió, era hora de hablar.
-La peor palabra que puedes escuchar en la vida es cáncer… Mi marido falleció hace seis meses de un tumor gástrico… Nos dimos cuenta demasiado tarde. No tenía idea de que tan difícil era lidiar con el pensamiento de la muerte… Le quise dar la mejor calidad de vida, mas no nos dimos cuenta que estábamos rotos… Tan rotos, al parecer desde poco después de que nos casamos. No pude hacer mucho, lo ayudaba, estuve con él en todo, no me separe de su lado ni un momento; pero todo aquello que los años nos fueron juntando se agravo, se convirtió en reclamos, reproches, insolencias… Quedo al descubierto lo mucho que odiábamos y todo lo que no supimos perdonar… Y lo más doloroso, fue darnos cuenta que así como nosotros estábamos tan jodidos, jodimos también a nuestros hijos…
El que hablara le ayudaría tanto, que por primera vez no tuvo miedo de contar todo lo pasado en su matrimonio, todos sus fallos y equivocaciones, todo lo que le hicieron, lo que ella hizo; pues Ash era un ávido oyente y no la detendría hasta que supiera todo lo que guardaba estuviera fuera de su corazón; así que la oyó, e hizo algo que nadie había hecho. Le puso atención.
Misty le contó que sus problemas empezaron exactamente un año después de su boda, pues el drama que él le hizo por no asistir a su cena de aniversario, debido a un problema con el gimnasio, había acabado en él yéndose de viaje por tres días, mientras ella lloró dos de ellos para el tercero hacer lo que fuera necesario para enmendarlo, escuchando de todos a su alrededor que nunca el trabajo sería más importante que la pareja. Según ella, después de eso todo se había tranquilizado, hasta ser aquel par de enamorados que todos conocían, sólo que dentro de las cuatro paredes de su hogar, las cosas se salían de control sin darse cuenta.
En cualquier momento él sacaba a relucir aquel pequeño error que ella cometió, a la vez que ella se cansaba de sus reproches y de ser quien barría, limpiaba, sacudía, lavaba los trastes, los baños, la ropa… En fin, todo lo relacionado con las tareas del hogar, así como de su propio trabajo. Los años continuaron con menos reproches, pero no había mucho que reprochar si pocas veces en el día se encontraban en la misma habitación, pues para ambos el trabajo poco a poco se convirtió en prioridad al tiempo que inconscientemente se daban cuenta que no tenían mucho en común, lo único que les salvaba de ser unos simples compañeros de piso era el sexo… El cual realmente era bueno, demasiado para ser verdad.
Tras seis años de matrimonio, el cansancio y la rutina fueron haciendo mella, las discusiones empezaron a subir de tono y ni los cientos de viajes que hacían los salvaban de lo mucho que se habían alejado como pareja, cayendo en lo que ambos habían negado en sus votos matrimoniales; la palabra divorcio llego a rondar por su casa, la cual fue descartada porque un bebé venía en camino, un bebé que no fue planeado, pero que ambos deseaban con todo el corazón. Las cosas mejoraron en el transcurso del embarazo y los ayudó a volver a unir lazos que se estaban fracturando; la planeación del cuarto, la elección de nombres, las citas con el ginecólogo, las hormonas de Misty, el sexo. Todo estaba mejorando. Y luego, Enzo nació. Y la vida les supo mejor.
Por dos años, la vida fue exactamente como ella imaginó al aceptar casarse con él, él la ayudaba, estaba completamente al pendiente de su hijo, a ella la consentía, le volvió a decir cuánto la amaba y ella poco a poco se fue acostumbrando a ser un ama de casa, algo que ella sabía él había querido desde el principio. Pero no lo hacía por él, sino por su perfecto hijo de cabello rubio y ojos azules; el cual pronto sería acompañado por un hermano al que ella lo ensañaría amar tanto como sus hermanas no lo habían hecho con ella. Era la vida de ensueño, y sólo le costó ocho años en obtenerlo.
Mas, todo cambio después del nacimiento de Bree, su pequeña y hermosa hija de cabello cobrizo y verdes ojos, pues a pesar de que los amaba con todo su corazón y alma, sentía que su vida se estancaba y que se convertía en la mujer que nunca quiso ser. Por lo que con todo el dolor del mundo y con miles de peleas con su marido, regresó a trabajar; encontrando en el trabajo un alivio de la rutina. Claro que él no entendía cómo era posible que ella prefiriera estar en una oficina que con sus hijos, y eso causó que nuevamente se fueran alejando como pareja, sólo para reencontrarse en las noches y por la mañana fingir que todo estaba bien.
La gota que derramó el vaso fue escuchar de ella aquel nombre que él le había prohibido desde el inicio. Las noticias mencionaban los impresionantes logros de Ash, su viejo amigo y antiguo amor; sonrió al escuchar que sus logros se multiplicaban y se alegró al pensar que él era feliz. Quiso comentarlo con su marido, pero su reacción fue estrafalaria para un simple comentario que rememoraba una pequeña parte de su pasado. Él gritó y gritó como nunca lo había hecho; le reclamó el que no estuviera en casa, el que sus hijos fueran cuidados por una niñera, aunque fuera medio tiempo, le reprochó que no se diera el tiempo de ser ella quien sirviera la comida y hasta la humilló diciéndole que el sexo ya no era lo mismo, que era un robot bajo su tacto, y que seguramente se debía a que ella nunca había dejado de pensar en el pendejo que dejó en Pueblo Paleta.
Fue la primera vez que las cosas llegaron a los golpes, lo abofeteó y lo mandó a dormir a la sala, si el sexo ya era tan malo, no tendría nada que hacer en su cama; después de eso, lloró y lloró, porque desde que lo eligió a él, no había pensado tanto en Ash, algunas noches quizás, en las que se arrepentía por cómo habían terminado las cosas y el haber escuchado en esa llamada que él aún la amaba y dejarle creer que la llamada finalizó. Siempre eligió a su marido por delante de todo, de su familia incluso, se fue a vivir con él a otra ciudad, y se dedicaba a sus hijos, ellos eran su prioridad, él lo tenía que saber y tenía que comprender que ella era una mujer autosuficiente con grandes metas a lograr y que podía hacer lo que se propusiera, porque así era desde que la conoció. Y se quedó dormida sin entender que el león siempre cree todos son de su condición.
Un año lleno de peleas tuvo que pasar para que él le confirmara sus sospechas; el sexo había cambiado, su relación se fracturaba cada vez más y ambos ponían toda su atención en los niños, en ellos ya no; todo estaba mal y ella sabía porque, pero deseaba que él se lo dijera, que tuviera los pantalones para reconocerlo. La estaba engañando. Cuando lo confesó, Troya se desató y sin quererlo, los niños escuchaban en su habitación; lo que hizo perfecto convencerlos de lo loca que estaba su mamá y lo pobrecito que era su papá. Él era un experto manipulador y sus hijos la victima perfecta, al igual que ella; quien creyó su arrepentimiento y hasta aceptó una terapia de pareja.
Nada funcionó, la duda siempre iba a estar presente de si él seguía engañándola y si era así, ¿Por qué seguía con ella? Porque así podría ser el papá genial mientras ella la mamá de la que todo el tiempo te quejas. Y ella no se dio cuenta que entró a su plan en bandeja de entrada; su humor se volvió ácido, la paciencia ya no era una palabra en su vocabulario; la simple presencia de su marido le molestaba y le hacía descargar su furia ante los niños que creían su papá era un héroe. Trataron por años todo lo recomendado por su terapista, viajes, noches familiares y de pareja, ser creativos en el sexo, pero todo estaba desgastado y lo más doloroso es que ella dejó que él la cambiara y que por ello sus hijos le guardaran un rencor que estalló cuando su padre murió.
La culparon de toda la vida de su papá, diciéndole que ella lo enfermaba con su actitud, que realmente se alegró por su muerte y que en el momento que ellos cumplieran la edad adecuada, se irían y la dejarían. Les contestó que ellos podían hacer lo que se les diera la gana, pero que nunca olvidaran lo mucho que los quería y que toda la vida estaría para ellos. La discusión subió de tono y acabó confesándoles el muy largo amorío que había tenido su papá, el cómo ella no le creía y él se defendía mientras escuchaba los mensajes llegar al celular. Les confesó todo y por un momento pensó que eso los ayudaría a entenderla, a la vez que ella comprendía que él odio hacía su marido lo reflejó en las personas a las que nunca podría odiar. Por lo que les dio el mejor regalo a sus manos, la libertad de iniciar su viaje y sanar las heridas que les había causado.
-Hace seis meses que iniciaron su viaje… Sólo me han llamado una vez… Hoy… Y los escuché tan felices… Libres, como lo fuimos nosotros alguna vez… En sus voces escuché lo mucho que no me necesitan… Es difícil voltear al pasado y darte cuenta lo mucho que has fallado- El rostro de Ash no mostraba desdén, críticas o rastro de que ya hubiera dado en veredicto; estaba ahí, comprendiéndola y dándole soporte a abrirse, porque él lo sabía… Sabía lo que era vivir en un mal matrimonio y que todos pensaran que la culpa hubiera sido de él.- No sé… Me enseñaron que podían vivir sin mí… Cuesta aceptar que no podrán perdonarte…
-Lo harán… Eres su mamá y con años, con las experiencias, se darán cuenta que no estamos exentos a cometer errores. Algún día tu hija se enamorara y habrá alguien que le rompa el corazón y a lo mejor tu hijo se lo rompe a alguien más. No podemos ni debemos estancarnos en todo lo que nos equivocamos, es agarrar las riendas de esas equivocaciones e ir transformándolas en aciertos. Es cierto que necesitan su espacio… Pero es aún más real que siempre van a necesitar a su mamá… Ellos te perdonaran, Misty…- Misty volteó a ver el perfil de tan amable hombre, quien se había levantado para servir otra copa de vino, y de repente a su cabeza llegó la pregunta que quiso hacerle desde el momento en que lo vio.
-¿Tú lo hiciste? Es decir, ¿Realmente pudiste perdonarme? Yo sé, quiero creer que sé, quien eres o fuiste y mentiroso no es parte de ello… Aquella vez, cuando pensé que hacía lo mejor con mi vida, dijiste que todo iba a estar bien, que me perdonarías… ¿Fue así? Porque si no, déjame volver a disculpar… Te debo tanto y aun así, estoy aquí, siendo consolada por ti… Cuando si fueras alguien más sólo hubieras dado la vuelta… Y no sabes cuánto me arrepiento por el daño que te cause… Lo siento tanto- Dejando de lado las copas de vino, Ash regresó con una prisa disimulada a su lado, tomando la delgada mano de la chica entre las suyas, mirándola fijamente a los ojos, para demostrar la sinceridad de sus palabras…
-No te voy a mentir… Me costó mucho trabajo, no perdonarte, sino superarte… Estuve un año derrotado, en completo silencio… Por alguna razón perdí mi voz… Y la recuperé hasta tu llamada, probablemente porque pude decirte por última vez lo mucho que te amaba. Eso me hizo darme cuenta que no importaba que no estuvieras conmigo, que nunca iba a culparte por absolutamente nada, que deseaba tu felicidad por encima de la mía y que nunca tendría que perdonarte porque todo lo que hicieras estaría bien para mí…-Una pequeña lágrima escapó de los ojos de Ash, llena de recuerdos y de verdad, lo que hizo que Misty, le abrazara no sin cierto atisbo de vergüenza, pero el abrazo fue tan reconfortante que ésta desapareció tan rápido como había entrado en escena, hasta llegar a separarse y quedar a pocos centímetros de distancia- Hoy es tu cumpleaños, ¿Creíste que la olvidada reserva del profesor Oak era el mejor lugar para festejar?
-Fui a buscar algo que me dijera estaba viva… Nunca imagine que el lugar estuviera tan desierto, de la manera en que yo también me sentía. Creí que habría algo que dijera ¡Hey aún tienes mucho por que luchar! No sabía que estaba olvidada… Me había rendido, ahí bajo ese esqueleto de árbol; pensé que ya no quedaba nada dentro de mí… Que era un cascarón vacío… Afortunadamente sí encontré algo que hiciera sentir- Ambos agarraron su copa de vino, sonriéndose con alegría por haberse encontrado y antes de ella dar un sorbo a tan deliciosa reserva, le miró con intensidad y cogió su mano- Cuando llamé para avisarte de mi boda… Escuché lo que dijiste… No sabía que contestar en ese momento, pero hoy he hecho muchas retrospectivas a mi pasado… Fuiste mi primer amor, por muchos años el único… Eres una de las cosas más bonitas en mis recuerdos, y por eso… Nunca te dejé de amar…
Y así ambos bebieron un sorbo de vino y siguieron platicando por largas horas hasta el amanecer. Eran conscientes de todos los años que había de por medio entre sus vidas, de que ninguno de los dos eran los mismos, sólo en esencia, y que necesitaban reconectarse con su pasado, entender su presente y no imaginar un futuro, pues… Nunca imaginaron que se encontrarían en aquel lugar que marcó tanto de sus vidas… Nunca imaginaron que encontrarían en el otro una persona que oyera sin juzgar que había sido de ellos… Nunca imaginaron que volverían a reír como un par de chiquillos… Nunca imaginaron que la vida les daría una segunda oportunidad de descubrir si el amor que guardaban en sus recuerdos podría florecer, convertirse en algo factible… Algo real.
Es demasiado largo, lo sé... Pero como les decía, me tomo un año escribirlo, porque me trabe con él como por seis meses, después de las 3000 palabras ya no sabía hacia dónde dirigirlo y hace unos días, mientras hacía un trabajo la inspiración brotó y empecé a escribir y sin darme cuenta, escribí algo completamente diferente a lo que había pensado y quise remediarlo, pero al final me gustó como quedó.
Hablando del one, no sé si dieron cuenta o mejor dicho recordaron alguna letra pasada, pero cuando subí esa letra alguien en los comentarios (Fleur) comentó que podría haber una continuación y me gustó la idea, así que desde esa vez lo planeé, sólo que como les digo, es una idea que tomó rumbo ella sola, pero sigue conectando con la anterior .
Me gustaría prometer que ya no me ire por tanto tiempo, pero mentiría y ustedes lo saben también, pero comentando al aire, ya tengo la letra P, pero no la puedo publicar porque me falta la O, y realmente no hay una palabra que me inspire, así que si tienen recomendaciones yo estaré encantada de recibirlas.
Ahora si, para despedirme, les agradezco infinitamente el haber llegado hasta acá y no olvidarse de esta aficionada escritora. Sus lecturas son los que nos motiva a continuar. Gracias a todos por leer
¡HAPPY POKESHIPPING DAY!
