¡Llegamos al día cinco! Ya sólo dos más, y terminamos con esta semana... Si es que no alcanzó a actualizar mañana, no se preocupen, no planeo desaparecer como lo hice anteriormente. Solo necesitare unos días más para concluir los que ya tengo iniciados. El siguiente shot, me gustó mucho, y tiene un poquito (muy poquito) de lime, así que espero te guste. Sin más...


Silencio

La luz de la luna se filtraba sobre las finas cortinas que enmarcan la ventana, iluminando tenuemente la sala de estar, misma que se encontraba bajo penumbras, sin siquiera una lámpara prendida que le diera algo de luz, reflejando el estado emocional que me acompañaba desde unas horas atrás; el ruido de la noche se transcribía en el silencio total de los prados que rodean las cuatro paredes que por muchos años consideré mi hogar, siendo interrumpido ocasionalmente por la suave ululación de los Noctowl que habitan en los árboles del bosque que está detrás de la casa. El aire escaseaba, ya que el frío del invierno impedía que abriera las ventanas, logrando que sintiera el ambiente de la misma forma en que me siento al estar dentro de un elevador, claustrofóbica, ansiosa y desesperada; no obstante, el sentimiento del elevador dura unos escasos segundos, mientras el que sentía en ese instante, llevaba más de un par de meses.

Mi respiración era errática a causa de la desesperación que me inundaba, siendo la única señal que mi cuerpo mostraba de vida, puesto que, en lugar de gritar o pelear como lo haría otra persona en la misma situación, yo sólo estaba sentada en el sofá con las piernas dobladas y recargadas en mi pecho, mis manos rodeándolas y mi cabeza escondida entre ellas, parecida a un mueble al que nadie haría caso, un accesorio más de la decoración. Mantenía los ojos cerrados por el cansancio a causa del llanto que me aquejó todo el día y mi mente vagaba entre el enojo, la pena, la tristeza y el dolor, sobre todo el dolor, uno que nunca había experimentado y que poco a poco me consumía, lentamente y sin ningún remordimiento, haciéndome pensar que la muerte sería la única manera de terminar con tanto sufrimiento.

Desafortunadamente, era consciente que ni el sueño podría aliviar mis heridas, en especial porque él seguía ahí, en la habitación, guardando cada una de las cosas que hacían de esa construcción, nuestro nidito de amor. No hacía ruido, quizá pensando que el hecho de hablar o tan siquiera respirar rompería la silenciosa atmosfera que nos rodeaba, que con sólo una palabra yo saldría de la estupefacción y haría el drama que esperó desde que, una semana antes, me platicó el evento que hoy teníamos que atravesar. Como si no me conociera, como si me conociera más de lo que yo me conocía. Claro que quería gritar, mas ¿Qué ganaba con eso? Nada, porque yo también sabía quién era él, y ninguno de mis argumentos harían que cambiara de opinión; además, estaba bastante segura de que su decisión no fue tomada de un día para otro como sugirió, llevaba meses contemplándolo y aquella ocasión fue la gota que derramó el vaso, lo que lo hizo aceptar separarnos.

Elensordecedor sonido del silencio hacía mella en mis oídos, pues mis pensamientos se intensificaban, logrando que cada uno de los recuerdos y las memorias resonarán con más fuerza, atacando brutalmente los trozos de mi roto corazón, oscilando entre aquellas imágenes en donde la felicidad se podía tocar con la palma de una mano y las más obscuras, donde la soledad y la amargura se resumían a lo vivido en una semana. Quería mover mi cuerpo un poco, sin embargo, el dolor que me aquejaba por los calambres que recorrían mi cuerpo me impedía estirar las piernas y renuente a sentir aquella desagradable sensación, dejé de intentar encontrar una posición más cómoda; por lo que, seguí ahí consumida entre el dolor físico y el dolor emocional, debatiéndome sobre cuál de los dos terminaría primero. El tiempo corría y no sabía ya cuánto había pasado, pero por la luz que reflejaba la luna, lo más probable es que pasará de la media noche y él aún no se marchaba, y no escuchaba alguna intención de su parte de querer partir.

De repente, y pasada al menos una media hora más, sentí que ya era necesario levantarme para ir a verlo, para decirle que era muy tarde para que partiera, que podría dormir ahí esa noche y que la mañana siguiente yo ni siquiera estaría despierta para verlo partir, mas no importaba lo que hiciera, no había forma alguna de que mi cuerpo reaccionara, hasta que sentí la parte izquierda del sillón sumirse debido a otro peso, el de él que en silencio se sentaba a mi lado, con la única intención, en ese instante, de hacerme compañía. Ninguno de los dos decía nada, el aire que nos rodeaba cargaba todo el peso emocional que nuestros corazones contenía; él no había hecho ningún ruido, no escuché cuando salió de la habitación, ni cuando caminó el pasillo que separaba las habitaciones o cuando se acercó para tomar asiento, sin embargo, escuché claramente el sonido de su corazón latiendo a prisa, mas no por cansancio, sino por ansiedad o temor.

Ninguno de los dos parecía dispuesto a hablar o hacer cualquier otra cosa, la verdad es que lo prefería así, el silencio sería mi primera elección si es que tuviera la oportunidad de elegir, pues el que una palabra saliera de mi boca traería miles más y todos los esfuerzos que hice por callarlas hubiesen estado de más. Empero, sin poder mirarme a los ojos, él comenzaba a carraspear, seguramente para darme un soliloquio de todo lo que pasó, lo que acababa de pasar y lo que pasaría, y yo, por supuesto, no estaba dispuesta a escuchar, no lo soportaría. Así que, me volteé, me acerqué a él y puse mi dedo índice sobre sus labios, quitándole cualquier oportunidad de disculparse, llevaba días haciéndolo y sus disculpas seguían siendo tan falsas como la primera vez que las pronunció. Sin embargo, cuando alzó los ojos para mirarme, algo que no había hecho desde el amanecer, observé que estaban rojos, como si hubiera llorado y eso sí no estaba dispuesta a tolerarlo. Sus lágrimas no competirían contra las mías, porque no había competencia contra lo que me causó y me causaba, no dejaría que su llanto me ablandará, no lo dejaría… Ni que sus palabras me suavizaran, ya no.

- No te atrevas…- Mi dedo siguió sobre sus labios, mientras pronunciaba con un áspero sonido esas palabras, encontrando la voz que había perdido desde el amanecer y que, seguramente, ya no detendría hasta decir todo lo que callé- Sólo no lo hagas…Si te irás, hazlo. – No quería, ni podía escucharlo, no podía aceptar que él también sufriera, porque al final, él era quien se iba y yo me quedaba…- Te lo dije aquella vez, yo no planeó detenerte, no te esfuerces en arreglar esto con tus palabras bonitas… Lograrás empeorarlo todo- Como siempre lo había hecho, como recordaba mi mente en ese momento… Jamás importó por qué peleábamos, todo el tiempo hallaba la manera de hacer que el enojo se esfumará… Conseguía que lo perdonará… Y si hablaba, lo haría… Y no sería justo. Estaba enojada y quería seguir estándolo. Ese sentimiento me alimentó, haciendo que mi cuerpo despertara del aletargamiento, levantándome en el acto y alejándome de él lo más que los muebles me lo permitieron.

- Mist, yo…- Él se levantó pocos segundos después de mí e hizo el amago intento de acercarse, pero el enojo pintado en mi rostro lo detuvo, entendía que no era prudente, así que se quedó ahí, con las manos jugando con el viento y el rostro girando a todos lados, observando cada parte de la habitación, cada detalle, mirando atentamente a lo que hacía mucho ya no prestaba atención, dejando que los segundos transcurrieran y el silencio se volviera a instalar en la habitación. Otros segundos pasaron en completa agonía, el tiempo pareció detenerse cuando regresó sus ojos a los míos y me miró fijamente, deteniendo cualquier movimiento de su cuerpo- Lo único que quiero es…- La intensidad con la que me miraba, causó un escalofrío en mi columna vertebral que hizo no pudiera aguantarle la mirada, por lo que volteé el rostro un momento y respiré profundamente, avivando el cansancio emocional y el estrés mental que me producía escucharlo.

- ¿Disculparte? Ya lo hiciste una y otra y otra vez… - Giré mi mano derecha con tal de reafirmar mi punto y mostrarle que tan repetitivo sonaba, y al hacerlo, me percaté que ya hasta ese pequeño gesto me pesaba, sintiendo que todo mi cuerpo era drenado y que, ya estaba cansada de él, de sus excusas, de sus "buenas" intenciones, de que, no se diera cuenta cuánto daño me hacía… De cómo lastimaba mi corazón- Y cada que lo haces, cada que abres la boca sólo me haces sentir peor y, sí aún no te odio, causaras que lo haga…- Esas últimas palabras las murmuré, más para mí que para él, para recordarme que a pesar de todo lo que nos hicimos, lo amaba y no por poco tiempo… Lo amé por toda mi vida y lo seguiría haciendo… Aunque en ese momento, lo único que quisiera fuera odiarlo y que me dejara de doler.

- Nunca he querido hacerte daño, lo sabes ¿no? – Sé que escuchó mis murmullos y que eso, le dolió más que si lo hubiera gritado, porque notó el cansancio de mis palabras y la verdad de los sentimientos que tenía, que tengo por él. Y yo sabía que era verdad, no quería dañarme, lastimar no era parte de su personalidad; no dañaría ni a la más diminuta criatura de la tierra y menos a mí, porque él también me amaba, sólo que ya no era suficiente- Es que… Esto… Es complicado…- Claro que lo era, pero siempre lo fue, desde nuestra primera salida, hasta la última… Sin embargo, eso nunca nos impidió salir adelante… Nunca… Yo no entendía que era diferente esta vez, y seguramente no lo haré jamás… No obstante, precisamente estar ahí tratando de descifrar que estaba mal, me molestaba y me enfurecía.

- ¡Sorpresa! Las relaciones son complicadas…- De sobra lo sabíamos y la vida se empeñó en demostrarnos que así era; de repente, el ambiente empezó a cerrarse sobre mí y ahogué un sollozó acumulado en mi garganta al rememorar en cuestión de milisegundos como descubrimos que el mundo no estaba ni de cerca de ser el que vimos en nuestras aventuras- ¿Qué esperabas? ¿Qué todo sería como cuando éramos niños? ¿Qué las cosas serían iguales? Así no funciona el mundo… Teníamos que madurar y entender que la vida es difícil… Y no negaré que lo hemos hecho… Ahora sólo decides que ya no es suficiente para ti… ¿Te hace falta algo? – Le di todo y el mundo entero era consciente que lo hice, así que… No era yo… Pero, si lo era, ¿Qué hice mal?

- ¡No! Yo sabía que esto no sería fácil y aun así me esforcé… Lo intenté y cada día traté de ser el mejor … Ya no pude… El mundo se me vino abajo y no lo pude rescatar… Te lo juro que traté- No lo miré en todo el rato que ya habíamos discutido, si escucharlo me estaba doliendo, mirarlo me mataría, sin embargo, escuchar que lo intentó y no pudo, me hizo sentir la necesidad de herirlo, de lastimarlo, de que sufriera… Y sólo lo conseguiría mirándolo, que él me viera a los ojos y se percatara de que yo no me rendí… De que, a pesar de estar en las cenizas, me levanté y configuré mi mejor sonrisa y le ofrecí lo mejor de las partes que aún me quedaban intactas… Qué él, realmente no lo intentó, porque el reclamo existió en su tono, el enojo en sus gestos y la desilusión en todas esas noches donde se acostó dándome la espalda, sin hablarme, en completo silencio, sin siquiera un consuelo ante mis calladas lágrimas. Por lo que levanté la mirada, puse mi puño en el pecho y clave mis ojos en los suyos, que ya estaban empañados en recuerdos.

- ¿Y por qué no me lo dijiste? ¿Cuándo te distes cuenta que ya no podías tratar? ¿Cuándo tuvimos que dejar Paleta? - Poco después de nuestra boda, el trabajo de Ash nos llevó al otro lado del mundo, lejos de todos nuestros amigos y conocidos; por primera vez estuvimos solos y vimos lo complicado que era vivir sin ayuda- ¿Cuándo cumpliendo mis sueños regresé a trabajar y dejé de ser un ama de casa como tú mamá? – Llevaba dos años viviendo como ama de casa, esperando con la cena servida a que mi marido llegará, en un lugar donde tenía conocidos, no amigos, y esa no era yo, por lo que busqué un empleo que absorbió mucho tiempo y eso a Ash no le pareció. Ash no apartó la mirada de mí, pero con cierta vergüenza agachó la cabeza y lo negó… Y le creí- Entonces no lo sé, Ketchum, tú dime, ¿Ya no te complazco en la cama, el sexo se volvió malo?... – El sexo siempre fue increíble, aunque considerando que llevaba un mes sin tocarme… Tal vez había encontrado alguien que lo satisfacía mejor… Quizás no, aunque, el motivo podría ser el infierno hormonal que veníamos viviendo desde año y medio atrás- O… ¿El qué no te pueda dar hijos?... ¿Tanto es tu amor por un hijo que, no puede existir, que se te acabó el amor por mí? ...- No importó todo lo que hicimos, las pastillas, los días de ovulación, el calendario azul, ser abstinentes gran parte del mes… Intentamos todo… Nada funcionó… Tanto intentar probablemente nos jodió…

- Ese nunca sería el motivo…- Lo dijo con tanta seguridad en su tono, que inmediatamente me di cuenta de que reprocharle esa parte de nuestra vida estuvo mal, eso había excedido mis límites, a pesar de que no era ni la mitad del daño que quería hacerle, no obstante, el indagar en tan delicado tema, sería una granada que nos explotaría a los dos. No se debe escupir al cielo- Yo jamás te haría algo así… Nunca te reprocharía absolutamente nada de eso… Así que quítate esa estúpida idea de la mente… Hemos pasado muchas cosas juntos, y créeme que el no haber podido tener hijos contigo, no mermó ni un poco mis sentimientos por ti. - ¿Y qué si lo hizo?... Seguía sin obtener esa respuesta. Luchaba con mis piernas para que se mantuvieran firmes en el piso, mas, poco a poco sentí como el cansancio y la pesadumbre se apoderaban de ellas, me temblaban y no por frío. No podía seguir de pie, por lo que caminé los mismos pasos que recorrí tiempo atrás y me senté en el sillón, siendo completamente miserable.

- Si es así, no logró comprender el por qué estamos viviendo esto… Sé que nuestro mundo no era perfecto y qué estaba lejos de serlo, y que estoy siendo repetitiva, empero ¿Por qué siento que mi mundo de ensueño se destruyó sin que yo me diera cuenta? No era perfecto, eso lo tengo muy en claro, no obstante, no creí que se hubiese desmoronado tan a prisa y, llevó siete noches preguntándome, ¿Por qué no puedo hacer nada para detenerlo?... ¿Por qué no me diste la oportunidad de luchar para salvarlo? -Ash tomó asiento a mi lado, sin hacer intento alguno de acercarse a mí, cada uno estaba sentado en el extremo opuesto del sofá, yo con los brazos cruzados y la mirada bañada en lágrimas, perdida en la ventana, observando como el aire mecía bruscamente los árboles de alrededor, creando un espeluznante sonido, como si el viento también llorara. Ash tenía las piernas separadas y apoyaba sus codos en los brazos, mientras con sus manos cubría su rostro, y estaba muy segura de que también lloraba; nos quedamos en silencio por mucho tiempo, no sé cuantos minutos en realidad, pero los sentí como si fueran horas, hasta que lo escuché suspirar, rompiendo la atmósfera.

- Yo tampoco sabía que esto ya estaba desecho… De repente, solo desperté y me di cuenta de que ya no quería, que ya no quiero vivir así… Que, ya no soy yo… Que por mucho que te amo, ya no tolero vivir en estas cuatro paredes, que absolutamente todo se ha vuelto insufrible para mi… Hay días que odio todo… Y juré que nunca te odiaría, no a ti…- Con discreción vi como movía lentamente su mano hasta unirla con la mía y aunque en primera instancia quería apartarla de un manotazo, su simple tacto me da el confort que sus palabras no lograban darme, por lo que dejé me agarrara y apretara mi mano, tan fuerte que parecía no querer dejarla ir- Y a veces lo hago, y me odio por eso… Por eso me marcho… Porque ya no aguantaría otro día discutiendo o simplemente ignorándonos. Porque hay noches, en las que estás dormida y yo volteó al pasado y lo único que encuentro es a nosotros peleando… Nos escucho gritar… Nos oigo lastimándonos con las palabras que no diríamos si no estuviéramos enfadados… Nos veo arruinando todo lo que nos costó construir…- Entonces, ¿Por qué yo no fui capaz de ver eso? ¿En verdad nos peleábamos tanto, nos arruinábamos?

- ¡Shh! Ya no digas más… No continues por favor…- Escuchar y comprender que, mientras yo me encerré entre sus reclamos y exigencias, él quedó atrapado en los míos… Que era cierto que peleábamos mucho, empero la mayoría de las peleas fueron discusiones infantiles… Sin embargo, las que no lo fueron, existieron con el único motivo de herirnos… De perjudicarnos. Y por muy pocas, esas son las que se guardan en la memoria- No me hagas sentirme mal por no darme cuenta de cuánto daño nos hicimos, por no vernos así…- Aparté mi mano de la suya, pues se sentía un fuego abrazador recorrer las yemas de mis dedos, se me dificultaba seguir en contacto con él, después de todo, al final si tenía cierta parte de razón lo que él decía, no obstante, yo seguía en mi postura…-Por no observar que desde hace mucho nada queda por salvar. Porque sí, discutíamos y estábamos frustrados, y a veces quería echarte, pero te prefería en mi cama, abrazándome, elegía amarte a pesar de la adversidad…- En ese momento, una pequeña parte racional de mí supo que estaba siendo egoísta, porque al oírlo, era obvio que no vivíamos la misma vida - No me hagas culparme por todas las cosas por las que hoy te culpo…- A lo mejor, en unos meses o en años, aceptaría mi responsabilidad en su partida… Solo que esa no era la noche.

- Yo también me culpo y si eso es lo que quieres…- Ash murmuró aquellas palabras en un tono que llevaba tiempo sin escuchar, derrotado, cansado y perdido, y eso me dolió porque desde que éramos niños y lo veía perder liga tras liga, me juré que yo no sería alguien que lo hiciera sentir de esa manera, y cuando nos casamos, ante cientos de testigos, se lo juré y tras siete años, incumplí mi promesa. Claro que él estaba rompiendo la de "hasta que la muerte los separe". Volteé a verlo y su posición era la misma que la de hace un rato, con su mano ya libre posada en el sillón… No la había alejado de mi sitio, a pesar de que yo la dejé ir, como si ese gesto nos acercara un poco a través de la bruma que nos rodeaba en la habitación.

-Lo único que quiero es que guardes silencio… Quiero que te calles, que ya no hables- Ya no podía, ni quería… En ese instante, por mucho que hayamos dicho, realmente todo iba en lo que estaba pasando en el momento, no en nuestra vida en común… Y sí, yo ya había mencionado pequeñas partes de nuestros problemas, si continuábamos, lograríamos que la bomba que Ash pensaba evitar al irse estallara y con el cien por ciento de probabilidad, esa explosión dañaría los más recónditos recuerdos de nuestra niñez, destruyendo todos los cimientos de nuestra relación. -Ya no digamos nada… No importa lo que tu digas, yo no conseguiré entenderte y de nada sirve que yo continue hablando, no te quedarás- Y aunque le rogara, eso no bastaría, cuando él decidía algo, se volvía decreto bajo una dictadura. Solté un suspiro y regresé mi mirada a la ventana, consiente y triste, extremadamente triste por eso.

-Mist, mírame… Por favor…- Sentí como el peso de su cuerpo se movía a través del sillón hasta estar completamente a mi lado, y como en un rápido movimiento, tomó mi rostro entre sus manos, obligándome a observarlo, a que nuestros ojos se encontraron por primera vez en toda la noche, causando un escalofrío recorriera mi cuerpo y una desolación mi alma y mente- Sé que para ti esto no suena sincero, pero es lo que en verdad siento…- Sin previo aviso, sus manos abandonaron mi rostro, dejando tras sí un sentimiento de añoranza que no duro, pues sus manos se deslizaron hasta mis hombros, presionándolos y manteniendo firme mi postura, mientras Ash se iba arrastrando por el sillón dejando casi sentándose en él- Si es necesario me pondré de rodillas y lo repetiré hasta que se me vaya la voz…- Así como lo dijo, lo hizo, desestabilizándome por completo. Era una visión surrealista, que me provocó pánico y pena. Por lo que, evitando tan lastimosa escena, lo seguí, quedando en la misma posición. Quité sus manos de mis hombros y las sostuve entre nosotros, a la altura de nuestro corazón. -Perdóname, por favor… Perdóname… No me puedo ir de aquí sin tu perdón, no podré vivir sin él.

- No quiero perdonarte… Porque hacerlo significaría dejarte ir… Y aún, no estoy lista para eso… No sé si algún día lo esté… - Tenía treinta y siete años, y lo amé desde que tenía diez, más de la mitad de mi vida… Me costaría otra mitad y un poco más para hacerlo; nuestras manos seguían juntas y ninguno tenía intención en soltarse, nuestros ojos seguían fijos en el otro y nuestras piernas apoyadas en el frío suelo, acercándose más y más- Aunque tengo y debo hacerlo. Porque si te vas sin mi perdón, seré yo la que me quede con el dolor y lo lamentaré, seré yo la que busqué alguna excusa para seguir culpándote… Y tampoco podré vivir así, sabiendo que yo fui la que falló… La que nunca perdonó- Una vez que terminé de decir eso, ya no había espacio que nos separara, dejando que cada parte de nuestra piel descubierta se rozara, se sintiera y se reconociera, que cada terminación nerviosa se pusiera en estado de alerta y rememorara lo que nuestro tacto siempre nos causó.

-Tampoco te quiero dejar ir…- Al decirlo, Ash soltó nuestro agarre y en un movimiento desesperado, me atrapó en sus brazos, abrazándome tan fuerte que el aire se escapaba de mis pulmones, mas, no me importaba, pues en ese abrazo me decía más de lo que me dijo en esa semana; yo lo respondí con el mismo énfasis, aferrándome a su cuerpo y a su calor- Sabes tan bien que…- No lo dejé continuar, quería que el silencio se apoderada del ambiente y me dejara disfrutar de esos últimos minutos a su lado, puse mi cara en su cuello y ahogué un sollozo, afianzando más mi agarre, al que es también se aferró. Sollocé sobre él durante minutos, y Ash hizo lo mismo por algunos otros, y no fue hasta que mi corazón encontraba un ritmo cardiaco normal que empecé a soltarlo, no obstante, él no me dejó ir, sólo permitió que nuestros rostros quedaran a la misma altura. Lentamente me soltó, para en unos segundos sostener mi rostro y con el pulgar limpiar mis lágrimas… Un gesto tan tierno y consolador, que me regresaba a miles de momentos, sobre todo, porque en su acto final de despedida me dio un casto beso en la frente, uno en cada mejilla y una tímida caricia en los labios, como siempre lo hizo.

Una vez que juntó sus labios con los míos, mi cuerpo se quedó inerte, incapaz de reaccionar al contacto, ya que, en otras circunstancias, un besito no hubiera bastado y a Ash le pasó lo mismo, porque después de besarme no tuvo otra respuesta, sólo me miró; sin embargo, la nula reacción que tuvimos fue fugaz, pues en un escaso instante Ash volvió a besarme, con urgencia, con desesperación, como si mis labios fueran un río en medio del desierto y aunque, estaba sorprendida, y mi orgullo me gritaba que lo alejara, que no dejara me siguiera besando… Que ya no era correcto ni bueno, mi corazón anhelaba esos besos que dejamos de darnos una semana atrás, y sí, ese era nuestro último beso, no permitiría que mi raciocinio se pusiera sobre mis sentimientos, por lo que con fervor le respondí. Dejamos de besarnos gracias a que el aire de nuestros pulmones se agotó, mas no nuestras ganas de continuar.

De un instante a otro, sentí como las manos de Ash se deslizaban por mi cuerpo hasta posarse en mi cintura y apretarme contra su cuerpo, profundizando su beso, buscando que abriera mi boca para introducir su lengua en la misma; por supuesto, yo lo dejé hacer, iniciando una guerra que ninguno de los dos quería perder. Mis manos se movieron por inercia, recorriendo la espalda de Ash, para ubicarse en su cuello y acariciar su cabello, haciendo presión para que no abandonara mis labios y él gustoso no se alejó. Nuestros besos empezaron a subir de tono, sintiéndose más húmedos, más necesitados y mucho más lujuriosos… Convirtiéndose en esos que siempre nos dábamos en nuestro juego previo. Y ambos estábamos muy conscientes que, en efecto, nuestro contacto no podía terminar, nunca nos habíamos podido detenernos cuando la pasión se filtraba en nuestros cuerpos.

Poco a poco, Ash se fue levantando, arrastrándome con él, sin despegar sus labios de los míos, y me fue guiando a través de la sala de estar para llegar a nuestra habitación. Al abrir la puerta, detuve los besos y puse mis manos sobre su pecho, alejándome unos cuantos centímetros; Ash me miró extrañado, preguntándome en silencio sí se detenía, pero yo solo quería ver si sus ojos mostraban la seguridad y firmeza necesaria para proseguir con lo que estaba por suceder, por qué, no quería que me llevara a la cama por lástima, quería que lo hiciera porque me amaba y porque sería la mejor manera de decirle adiós, entregándonos, siendo uno solo… Compartiendo el éxtasis que desde nuestra primera vez sentimos. Yo me le estaba entregado con esa idea y determinación, no obstante, tenía que comprobar que él también lo hacía con esa intención.

Y eso fue lo que vi, no vi lástima ni obligación; en sus ojos podía leer el deseo que sentía por mí y eso fue todo lo que necesité para volver asaltar sus labios y dejar que abriera la puerta de la habitación. A partir de ello, no se detuvo hasta tenderme en la colcha blanca que decoraba la cama; no hubo la necesidad de prender la luz ni de cerrar la puerta, o de decir algo, ¿Para qué? Ya habíamos dicho todo, ya era momento de dejarnos llevar y de sentir lo que fuimos tiempo atrás. Con mucho cuidado, Ash fue quitándome las prendas que cubrían mi cuerpo, con esa delicadeza que siempre lo caracterizó, cubriendo de besos los sitios que había dejado al desnudo; por mi parte, pasaba mis manos por tan perfectamente conocido cuerpo, tocando los puntos exactos que lo hacían suspirar, cediendo ante sus estímulos mientras Ash se deleitaba con los míos.

Pronto, ambos nos encontrábamos desnudos, repartiendo besos y caricias sobre las zonas erógenas tan bien aprendidas y tan placenteras. Ash estaba encima de mí, protegiendo la fragilidad de mi cuerpo entre el suyo, con su antebrazo derecho recargado en la cama y acariciando mi cabello esparcido en la cama; con la otra, daba acariciaba cada parte de mi cuerpo, pasando por mi clavícula, amasando mis pechos, masajeando mi vientre e instalándose en mis muslos. Yo, con mis pies frotaba delicadamente sus pantorrillas, con una mano sostenía su cadera, masajeándole con suaves movimientos circulares y con la otra, me aferraba a su cuello, con la clara intención de no dejarlo ir. De repente, la mano de Ash se abrió camino entre mis muslos, llegando al punto débil de mi cordura, uno que conocía la perfección y que trataba con una maestría que no necesitaba más para hacerme gritar. Sus dedos tan profesionales en mi sexo subían y bajaban sobre el mismo, abarcando cada parte de él, jugando con el punto más sensible de mi anatomía y adentrándose tan exquisitamente en aquella cueva reservada sólo para él.

La urgencia hizo mella en mi sistema nervioso y el placer consiguió que el fuego iniciado en mi vientre aumentara a un incendio a gran escala; por lo que impaciente, acomodé mis piernas de tal manera que, el cuerpo de Ash quedará sobre el mío, con la facilidad necesaria para que entrara en mí y nos convirtiéramos en uno. Él entendió mis movimientos, como lo había hecho en cada una de las ocasiones en que hacíamos el amor, reconociendo cada uno de mis gestos y dándome lo que siempre pedía y necesitaba, haciendo yo lo mismo a su vez. Tras colocarse encima de mí y juntar nuestros cuerpos en la más íntima unión, la habitación por fin dejó atrás el silencio y los gemidos antes discretos y murmurados, se convirtieron en pequeños gritos de placer coreados, llenos de satisfacción; el ambiente antes glacial, dio paso a un caluroso y húmedo entorno, repleto de sudor y alaridos, lleno de caricias y tactos… De movimientos perfectamente realizados para alcanzar la gloria.

No fue una ni dos veces las que llegamos al acto culminante, tres veces bastaron para sentirnos completos y satisfechos, y totalmente cansados. La última vez, tras terminar, encontrándome yo encima de él, dejé que el cansancio de mi cuerpo cayera sobre su pecho, siendo rescatada por sus imponentes brazos, que cubrieron mi desnudez con las sábanas del colchón y abrigaron mi cansancio con sus suaves balanceos. Cerré mis ojos, y me quedé dormida encima de su pecho. No supe con exactitud cuanto tiempo dormí, empero, el frío de las sábanas hizo que me revolviera en la cama, sintiendo la soledad de esta, así como los rayos del sol filtrándose por las claras cortinas. Ash ya no estaba en la cama, mis brazos no lo encontraban y entendí que prefirió irse antes de que yo lo viera partir. Que ya no dijo nada con tal de que lo de la noche fuera nuestro último recuerdo y vaya que lo recordaría por la eternidad. Sin embargo, entreabrí los ojos para asegurarme de ello, y lo que vi, me hizo guardar el más absoluto silencio; él estaba ahí, de pie recargado en el marco de la puerta con su maleta en mano, sin moverse, casi sin respirar… Decidiendo cuál sería su siguiente paso. Salir o entrar. Avanzar o retroceder. Irse o quedarse. Luchar por nosotros o darse por vencido.

No pasó mucho tiempo, cuando volteó la mirada y vio que yo estaba despierta, nuestras miradas se cruzaron, no obstante, ninguno hizo algún movimiento, ni dijo una palabra… Solo nos quedamos ahí, mirándonos a los ojos, esperando… Yo, que él decidiera, sin que nuestras decisiones nocturnas fueran un impedimento o duda. Y él, quizás, que le pidiera que se quedara… Quería hacerlo, aunque no sabía cómo. No quería romper el silencio que nos rodeaba, algo que el malentendió, porque me lanzó una última mirada y se volteó, agarrando con más fuerza su maleta; cuando avanzó hacía el pasillo, el miedo y la tristeza me hicieron reaccionar.

-Quédate- Murmuré tan bajo que estaba segura él no me escuchó, por lo que con pasos tropezados aventé las sábanas que me cubrían y corrí con la esperanza de llegar a la puerta principal antes de que él saliera por ella, sin embargo, fue grande mi sorpresa al encontrarlo de pie a pocos centímetros de la puerta de la habitación, inmóvil. No sé sí si me escuchó o no pudo continuar. Así que, me acerqué a él con cautela, como si con algún ruido pudiera espantarlo; y al llegar a su lado, volteó a verme, con lágrimas en sus ojos y un brillo que no había visto en sus ojos por mucho tiempo- Quédate… Por favor- Ash no dijo nada, guardó silencio, mas, no apartó su vista de mí… Por lo que me quedé ahí, esperando que tomara su decisión.


Les dije que era muy poquito, pero la verdad, estoy animándome a hacer un shot lemon, tal vez para una letra de este fic o inspirado en alguna canción... Lo tendré que pensar mucho... Pero, espero este les haya gustado, y no me haya quedado muy extraño o simplón. ¡Muchas gracias a todos por leer!