Recopilación de historias GojoHime o GoUta. La imagen de portada la he encontrado en el perfil de sukunababy (en tumblr).
Disclaimer: oh, gran Gege, a ti pertenecen los derechos de tu santa obra.
Aviso: esta historia participa en el desafío multifandom del foro Alas Negras, Palabras Negras con los prompt "arte" y "título de canción". En este caso, el título de la canción es "Pa' llamar tu atención", pero me daba no se qué titular así una historia.
Hay algunos elementos canónicos en esta historia que todavía no han aparecido en el anime.
I
Para llamar tu atención
Cuatro minutos para la medianoche. Es viernes y Utahime ha ido a Tokio a pasar el fin de semana con Shoko. Las cervezas se abren con un chasquido y las dos empinan la lata dando un trago larguísimo. Es la cuarta o la quinta para ambas, no están llevando la cuenta. Shoko fuma junto a la ventana para que Utahime no se queje demasiado.
―¿Dónde está el chiste? ―Pregunta Shoko viendo la sonrisa de Utahime, que lleva toda la noche con el móvil en la mano.
Su amiga teclea una respuesta antes de contestarle a ella.
―No hay ningún chiste. ―Pone los pies descalzos sobre la mesa, estirándose―. Ay, echaba de menos esto.
―¿No tienes suficientes emociones en Kioto?
―Más o menos ―Utahime hace un gesto con la mano―. Las misiones con los chicos están bien, incluso las clases; pero el resto del tiempo es soporífero.
―Quién lo diría de la respetable maestra del colegio de hechicería ―se burla Shoko. Se conocen desde hace media vida. Shoko sabe que en lo que respecta al trabajo, Utahime puede ser tan estricta como Kento Nanami, pero en todo lo demás es mucho más flexible. Cuando ambas eran más jóvenes y Utahime pasaba más tiempo en Tokio, lo habitual era encontrarlas cada fin de semana en pubs y karaokes―. Quizá lo que necesites es algo de compañía… masculina.
Utahime levanta la vista del teléfono y pone los ojos en blanco durante un segundo.
―Ryota ha vuelto a preguntar por ti ―continúa Shoko, implacable―. Quiere conocerte.
―Tal vez.
―¿Por qué no mañana? Podríais cenar en ese restaurante nuevo en Ginza.
―Uff… ―Utahime resopla―. Creo que prefiero salir con Mei Mei.
―Podemos quedar cualquier otro día con Mei Mei.
―No me apetece tener una cita ahora mismo ―declara Utahime en un tono más tajante.
―Como quieras ―Shoko pone las manos en alto en señal de rendición―. No me vengas después con arrepentimientos. Puede que Ryota no esté disponible más adelante.
―¿Hablamos de tu amigo de la facultad de Medicina o de Brad Pitt?
―¡Dijiste que te parecía guapo!
―Bueno, no como para llorar por una oportunidad perdida.
Shoko da otro sorbo a su cerveza. Lo cierto es que ha estado esperando a que Ryota esté libre para presentárselo a Utahime. Es atractivo, tiene un buen trabajo y varias cosas en común con su amiga, como el gusto por el arte contemporáneo o por el cine clásico. Tenía cierta fe en ellos como pareja.
No es que a Utahime le preocupe lo de tener novio, pero acaba de cumplir los treinta y ha estado en varias relaciones sin futuro que la han frustrado un poco. Shoko sabe que es difícil salir con no hechiceros (demasiados secretos y explicaciones) y es todavía peor hacerlo con hechiceros porque, básicamente, están todos locos.
―Quizá no quieras salir con Ryota porque ya estás interesada en otro ―insinúa, alzando las cejas―. ¿Con quién te mensajeas?
―No es eso ―replica Utahime enseguida, guardándose el móvil en el bolsillo, que vibra al instante―. No estoy interesada en él.
―Es un hombre ―asiente Shoko, sonriendo―. Así que sí.
―Que no.
―Sí, sí ―Shoko hace como que no la escucha―. A ver, dime quién es.
―Son cosas de trabajo.
―¿Trabajo a las doce de la noche? ―Shoko frunce el ceño y niega con la cabeza.
―Los hechiceros no tenemos un horario fijo.
―Nanami estaría en desacuerdo contigo.
―Una maldición puede aparecer en cualquier momento.
―Sonreías como una tonta mientras leías los mensajes. No es trabajo ―insiste Shoko, dando una calada a su cigarrillo―. ¿Por qué me mientes? ¿Lo conozco?
―Qué pesada eres. ―Utahime desbloquea el teléfono y lo sostiene frente a Shoko para que lea el nombre de quien le está hablando―. ¿Ves? Sí es trabajo y no es ningún interés amoroso ―dice, entrecomillando las últimas palabras.
―¿Quién es El idiota? ―Pregunta Shoko, aunque se da cuenta un segundo más tarde. Utahime lo apoda así y no en secreto, precisamente, pero tampoco lo hace con mala intención. Shoko sabe que es casi… fraternal. Y a Gojo nunca le ha molestado demasiado―. No sabía que Satoru y tú hablabais antes de dormir. Qué romántico.
Shoko tiene buen aguante con el alcohol, a diferencia de su amiga, pero decide no beber más. Se ha encendido una luz en su cabeza y necesita preservar todas sus funciones al máximo rendimiento. «Si esta es la prueba definitiva de Utahime ―piensa―, entonces tengo que considerar seriamente que los dos son idiotas.»
Satoru Gojo lleva colgado de Utahime Iori una década. A Shoko le parece de lo más evidente, aunque también está bastante segura de que Utahime no se ha dado cuenta jamás. La culpa no es de ella: Satoru es invencible enfrentándose a maldiciones y terriblemente torpe interactuando con mujeres. «No con mujeres ―se corrige mentalmente―, con Utahime.» Su amigo nunca ha tenido problemas con los ligues de una noche.
―No es romántico. Dudo que Gojo posea esa cualidad, para empezar ―refuta.
―¿Estás segura? ―Le pregunta, solo para pincharla. No es que Shoko haya visto a Gojo ser romántico con una chica, pero tampoco ha salido con una lo suficiente como para llegar a ese punto.
―¿Podrías imaginártelo?
―Sí.
Utahime le saca la lengua y da un último trago a su cerveza. Aprieta la lata vacía y va en busca de más a la cocina. Shoko se fija en que ha dejado el teléfono sobre la mesa y están entrando más mensajes. Se estira lo suficiente para leerlos.
"Tengo un arma secreta."
"Vais a morder el polvo."
El siguiente mensaje está compuesto solo por emojis: un bíceps flexionado, un guiño y varias caras llorando de la risa.
Shoko adivina rápidamente que están hablando del Evento de Buena Voluntad que enfrenta a las escuelas de Tokio y Kioto anualmente. Se le ocurre que el arma secreta es Yuta Okkotsu, un hechicero de grado especial al que dejarán participar para completar los equipos. Parece una conversación normal, con Gojo vacilando a Utahime, exactamente como ha hecho desde el día que la conoció.
Está a punto de regresar a su asiento cuando la pantalla se vuelve a iluminar.
"¿Sigue en pie lo del domingo?"
Shoko se queda paralizada, contemplando el mensaje con absoluta intriga. Puede escuchar los engranajes de su cerebro moverse a toda velocidad. «¿Qué pasa el domingo?», se pregunta. Utahime le ha dicho que volverá a Kioto el domingo a mediodía. Shoko trata de recordar qué planes tienen para ese día y concluye que, seguramente, el domingo por la mañana su plan será sobrellevar la resaca, porque el sábado Mei Mei querrá salir de copas.
―Si quieres, lo puedo desbloquear. ―La voz de Utahime la hace dar un respingo. La ha pillado in fraganti―. Así lees toda la conversación.
―¡Perdón! ―Shoko se desploma sobre el sillón. Siente la cara caliente―. Como antes me lo enseñaste… no pude resistirme. Me encantan las historias de amor.
―Y dale ―Utahime coge su teléfono y responde rápidamente antes de guardarlo.
Shoko razona que solo ha podido poner "sí" o "no". Sonríe ampliamente a su amiga, esperando a que ella diga algo más.
―Lo del domingo ―Utahime suspira, dándose por vencida―. Es que vamos a ver a los Leones de Saitama, juegan contra los Gigantes de Tokio. Gojo tiene dos entradas ―explica. A Utahime le encanta el béisbol, es una fanática del equipo de Saitama―. Iba a comentártelo.
«Seguro que sí.»
―No sabía que a Satoru le gustaba tanto el béisbol ―comenta Shoko. Satoru se quedaría viéndolo en la tele si está muy aburrido, no es de los que van a animar al estadio―. Es muy bonito que quiera complacerte.
―Déjalo ya.
―¿Dejar el qué?
―Venga, Shoko ―Utahime le enseña el dedo corazón―. Esto dejó de ser gracioso hace diez años.
―Yo diría que hace diez años no teníais una relación tan sólida.
―Difícilmente logramos soportarnos.
―Entonces vas a tener que explicarme lo de quedar para ir al béisbol ―apunta Shoko.
―Es porque tiene entradas. ¿Qué va a hacer, tirarlas?
―No comprarlas ―replica―. ¿O crees que le han tocado en un concurso de la radio? Tu equipo favorito jugando contra el local, justo cuando estás tú aquí. Las ha comprado por ti. ―Utahime abre la boca para objetar, pero Shoko no le deja―. Y yo diría que eres tú la que finge no soportarlo. A él le encanta revolotear a tu alrededor.
―¡Para incordiarme!
―Para hacerte rabiar, sí. Porque sabe que caerás en su juego, porque quiere llamar tu atención.
Shoko enciende otro cigarrillo, aspirando profundamente y soltando el humo por la ventana. Ahora también puede escuchar los engranajes del cerebro de Utahime.
―Además, tú no le has dicho que no. Si no lo soportases, habrías rechazado su invitación.
Utahime no le contesta.
―Me das la razón ―presiona Shoko―. En realidad, os encanta ese tira y afloja que os traéis desde que éramos unos críos.
―Puede que haya exagerado con eso ―dice lentamente. Shoko advierte que Utahime se ha puesto seria―. Pero no creo que lo del béisbol tenga nada de especial.
―¿Es que salís muy a menudo?
―Muy a menudo, no. ―Shoko da otra calada mientras la mira con expectación―. A veces hacemos cosas juntos. Si él viene a Kioto a alguna misión, se pasa por el colegio a saludar. Cosas así. No sé, nada serio. Fuimos a ver una película de Los Vengadores una vez. Le dije que sí por probar, yo no suelo ver ese tipo de cine. No estuvo mal.
―¿La película o la cita?
Utahime ya tiene las mejillas sonrojadas por el alcohol y esta vez el rubor le alcanza las orejas.
―No era una cita.
―Películas, deporte… ¿qué más cosas hacéis juntos en secreto?
―No es un secreto.
―Lo parece. Yo no lo sabía. Pensaba que era tu mejor amiga ―le dice, poniendo cara de pena―. Venga, ¿qué más?
―Poco más. Hablamos de los alumnos, sobre todo. De los peces gordos. Fuimos a ese restaurante nuevo en Ginza.
―¡Ah! ¡Eso sí es una cita!
―¿No pueden dos amigos salir a cenar?
«Con que ahora sois amigos. Y hace un minuto, apenas os tolerabais.»
―Dios mío, de verdad sois los dos un par de idiotas. ―Shoko aplasta el cigarrillo en el cenicero y se acomoda en su asiento, con los codos apoyados en las rodillas, inclinada hacia su amiga―. Aunque me sorprende que en este asunto tú seas la más idiota de los dos. Nunca lo hubiese dicho.
―Oye, Shoko…
―Satoru no quiere ser tu amigo, Hime ―la interrumpe. Decide ponerse seria. Si los deja, podrían estar otros diez años tanteándose―. A mí no me invita a cenar a un restaurante caro, ni me manda mensajitos a deshora, ni siquiera vamos juntos al cine. Siempre está ocupándose de sus asuntos, o en la escuela, o purificando maldiciones. En cambio, a ti te busca, te dedica su tiempo. Te está mandando todas las señales del mundo para que las captes.
―¿Tú crees… que Gojo estaría interesado en mí? ―Pregunta con extrañeza.
―Maldita sea, ¡claro que sí! ―Shoko se pone en pie, haciendo aspavientos―. Sabes que puede ser un poco pesado a veces, pero cuando se trata de ti es como si no pudiese contenerse. Incluso Suguru decía que era demasiado obvio… ―Shoko suspira con el recuerdo en la mente―. Aquella vez, cuando Mei y tú os quedasteis atrapadas dos días con aquella maldición que distorsionaba el tiempo, ¿quién crees que nos arrastró hasta allí desobedeciendo al asistente? Satoru no dejó de insistir. ¡Y tenía que ser él quien te salvase! Y como es imbécil, después trató de burlarse de ti. Era su forma de que le hicieras caso.
Utahime tarda en procesar la información. Shoko se sienta su lado, temiendo haberse sobrepasado. Pone una mano sobre su hombro, a punto de disculparse.
―¿Por qué no me lo has contado antes?
―No era asunto mío. ―Shoko se muerde el labio―. No quería inmiscuirme. Pensé que en algún momento Satoru se comportaría y se sinceraría o dejaría de estar enamorado de ti. ―Las palabras de Shoko motivan otro gran silencio, hasta que ella misma decide romperlo―. ¿Cómo es él cuando estáis juntos? ¿Es igual de capullo?
Utahime sonríe.
―No, lo cierto es que se porta bien ―dice suavemente―. Tampoco diría que es romántico ―añade, anticipándose a alguna posible pulla.
―Bueno… ―Shoko le dirige una mirada cargada de significado.
―Tengo que pensar en todo esto. ―Utahime se pone en pie y recoge las latas de cerveza que hay sobre la mesa―. Me gusta cómo es conmigo cuando estamos a solas, pero ¿crees que podría funcionar?
Shoko le da las buenas noches y se queda a solas en el salón. Se ha metido de lleno en el barro, hasta las cejas, y no puede dejar de darle vueltas al asunto entre sus amigos.
―Tendríamos que haberlos presionado entonces ―murmura, un poco enfada consigo misma―. Al menos Suguru sabría encauzar a Satoru.
