Play. Swing the Mood [1] comienza a sonar.

Vamos todos

Vamos todos

Shiro y Burakku bailan al puro estilo del rock de Jive Bunny y The Master Mixers, antecedentes del electro swing, el popular género de los noventa que nació para quedarse impregnado en la sangre de los más jóvenes. O al menos así de famosa y populosa es en la casa de los Bokuto.

El EDM, house, swing, rock, jazz y hip hop; se fusionan en uno mientras el reproductor estéreo expulsa el relieve acústico de la pegajosa tonada hacia sus despintados parlantes. El casette C5 había sido grabado días previos, cortesía de la mejor amiga de Shiro, para ese específico especial día.

Koutarou, de dos años recién cumplidos, ríe y aplaude mientras se balancea de adelante atrás como la proa y popa de un barco. No comprende qué hacen sus hermanas mayores, pero le divierte verlas mover el esqueleto al son de la música; ondean las caderas y agitan los brazos entre saltos. Parecen el grillo saltarín que sale en la caricatura favorita de Koutarou.

Uno-dos-uno-dos

Uno-uno-uno-uno

Uno, dos, tres en punto, cuatro en punto rock

Cinco, seis, siete en punto, ocho en punto rock

Nueve, diez, once en punto, doce en punto rock

Vamos a rockear alrededor del reloj esta noche

Ponte tus harapos alegres y únete a mí, cariño

Vamos a divertirnos cuando el reloj marque la una

Vamos a rockear alrededor del reloj esta noche

Vamos a rockear hasta el amanecer

Vamos a rockear vamos a rockear alrededor del reloj esta noche

Un, dos, tres. Los zapatos de sus hermanas golpetean los tablones descompasadamente, es una coreografía de bajo presupuesto prediseñada la noche anterior. La mejor amiga de Shiro anima junto a Koutarou, alzándole los brazos para que los ondee mientras este ríe mucho más divertido con sus pocos dientes de leche sobresaliendo.

Buko, como Koutarou llama a Burakku, estrena orgullosamente sus elegantes zapatos de fiesta con un centímetro de tacón. Se luce, y frunce el ceño cuando la torpeza andante de Shiro le da un codazo en el hombro que la manda a volar a la otra esquina del salón. Es una estilística batalla despampanante en el que el glam y el grunge [2] codean entre sí.

D-d-d-d-despierta, pequeña Suzie, despierta.

Despierta, pequeña Suzie, despierta.

Ambos hemos estado profundamente dormidos

Despierta pequeña Suzie y llora

La película ha terminado, son las cuatro en punto.

Y estamos en serios problemas

Despierta pequeña Suzie

Despierta pequeña Suzie

Tenemos que ir a casa

La melodía vuelve a abrirse con el rasgueo de la guitarra. El compás sigue su deleite, pero Burakku no quiere seguir tonteando si no hay una voz de fondo a la que imitar junto a su peine transductor.

"Hei. Hei. Hei" Un, dos, tres. Así que sigue el ritmo, balanceando la cabeza y dejándose llevar con los ojos cerrados.

"Hei. Hei. Hei" Al rato, Shiro le sigue el juego. Cómo no, si es la reina de la improvisación tras un desastre. Es la segunda voz que interrumpe el compás entre palmadas. Un, dos, tres.

No eres más que un perro de caza

Llorando todo el tiempo

No eres más que un perro de caza

Llorando todo el tiempo

Bueno, nunca atrapaste un conejo

Y no eres amigo mío

Giran las caderas de lado a lado mientras desplazan los pies por el suelo como estrellas de rock con el público vociferante. Shiro lleva puestos unos lentes negros de su madre que se resbalan hasta el puente de su nariz. Sacude la cabeza como una lunática y se cree una habilidosa Jimi Hendrix con una guitarra invisible entre sus manos que está siendo masacrada por sus dedos pegajosos de esmaltes coloridos, embarrados sobre sus uñas comidas.

El director dio una fiesta en la cárcel del condado

La banda de la prisión estaba allí y comenzaron a ulular

La banda estaba saltando y la cárcel comenzó a oscilar

Deberías haber oído cantar a los pájaros presos noqueados

Vamos a rockear, todos, vamos a rockear

Todo el mundo en el bloque de celdas estaba bailando el Jailhouse Rock

"Hei. Hei. Hei" Un, dos, tres. Patalean y mueven la cabeza de lado a lado. El collar de caracoles que lleva puesto Burakku, golpetea sus mejillas.

"Hei. Hei. Hei" El final de pura melodía parece alargarse, pero tratan de seguir el son sin aburrir a su público. Son artistas profesionales.

"¡Hey, hey, hey!" Alzan los brazos y cada una luce su última pose al acabar la canción. Shiro se lanza de rodillas, rasgando sus jeans de flare, hasta llegar metro y medio del tapete en el que está sentado Koutarou con su mejor amiga. Burakku gira sobre su pomposo vestido y manda un beso volador a su público. Sus padres, sentados en los sillones, felicitan el espectáculo ofrecido.

"¡He, haaaa, hei!" Koutarou está eufórico, también quiere celebrar y aplaudir. Quiere que la canción vuelva a sonar, él también quiere cantar. "¡He, haaaa, hei!" Trata de imitar a sus hermanas, pero no tiene demasiado éxito, su balbuceo se traba y el rastro de pastel de crema en sus mejillas le comienza a escocer.

"¿Por qué eres tan tierno Kou? ¡Tengo tantas ganas de apapucharte que tengo miedo de terminar expulsando tus tripas!" Shiro toma en manos sus mofletes y los amasa con los ojos brillosos.

"No digas cosas perturbadoras" Burakku toma en brazos a Koutarou, más por precaución que por ganas.

"¡B-Buko! ¡He, haaaa, hei!" Koutarou alza sus bracitos hacia ella para tomar mechones de su liso y largo cabello negro.

"¿Sigues con ese apodo? ¿Acaso parezco un coco redondo y verde [3]?" Más que ofendida, Burakku está enternecida por esa pelusa bicolor de redondos ojos dorados, pero nunca lo hará saber, menos si Shiro está a su lado burlándose de su nuevo apodo.

"Di hey, Kou. ¡He-y!" La pequeña pulga de diez años, Shiro, trata de ayudar a Koutarou con su balbuceo.

"¡Heeei, hae, heeeiii!".

Burakku, una distinguida adolescente de doce años con las mejores notas de la escuela elemental, se deja llevar también por la imprevista clase sobre un particular contrapunto musical creado en el momento. "He-y" Maniobra sus labios lentamente.

"¡Heeei, hae, heeeiii!".

"Umm…" Shiro se frota la barbilla. No está funcionando.

"Tiene dos años. No seas estricta, maestra sabionda" Burakku rueda los ojos, pero la menor no muestra interés en escucharla.

"Vamos así. Tú, yo, tú" Shiro le inca el dedo en el pecho, se punta a sí misma y luego picotea la punta de la nariz de Koutarou, quien ríe y trata de atrapar el dedo entre sus manos. "Vamos, Buko. No seas una aguafiestas".

"Ni se te ocurra llamarme más así" Burakku no había dicho nada, solo escuchaba el parloteo de Shiro con su habitual cara de póker; pero si piensa atacarla de esa forma, ella va a defenderse con uña y garra.

"Buukoo, comienza" Frunce su ceño, la sordera ignorante de Shiro le irrita. "Dejaré de llamarte así si me sigues el juego" Pero el caos andante también sabe reconocer la importancia de una promesa en palabras.

"B-Buko" Y la risita de Koutarou derrite el diez por ciento de su congelado corazón. Eso ya es más que un logro.

"Está bien".

"¡Sí!" Shiro salta, pero se serena rápidamente para comenzar a dirigir su pequeña orquesta. "Un, dos, tres" Inicia el compás con el golpe de la punta de su converse contra el suelo.

"Hey" Inicia la hermana mayor Burakku.

"¡Hey!" Secunda Shiro.

"¡Hey!" Finaliza Koutarou, perfectamente pronunciado y de energía desbordante.

"¡Así se hace, Kou!" Shiro mágicamente desplaza a su pequeño hermano de Burakku a su pecho, apretándolo contra ella, con sus mofletes aplastados y los débiles huesos estrujados.

"¡Shiro, con cuidado!" Regaña su madre a lo lejos mientras lleva los trastes de la finalizada fiesta a la cocina.

"¡Hey, hey, hey!" Los aún músculos en pleno desarrollo, se contraen. La espalda de Koutarou es fuerte y resistente, con una columna vertebral inmortal; cortesía de su hermana Shiro. Si hubiese elegido el boxeo, fácilmente podría ser una máquina de lanzar puños de acero como Rocky. Si hubiese elegido las artes marciales, fácilmente podría ser Jean-Claude Van Damme, ponerse manos a la obra, y repartir candela en serio. Pero por suerte a Koutarou le gusta el vóleibol, a desgracia de los balones.

"¡Maldito búho andante!" Koutarou ha roto su récord, ha rematado más veces que los bloqueos de Tetsuro. Ahora el gato Cheshire le debe una porción de su estofado que les darán en el almuerzo.

Es una mañana común de verano en la preparatoria Shinzen. Los equipos se han acostumbrado a las maldiciones e insultos que intercambian Koutarou y Tetsuro durante los partidos. Cresta de gallo. Ojos saltones. Risa de hiena. Cresta encanecida. Cheshire epiléptico. Erizo parlante. Gato Panza. Búho andante. Peluca mutante. Ave chiflada. Y la lista puede seguir.

Akinori odia lo suficiente la colina de Shinzen como para prestar atención al par.

"Me irritan. Me queman los ojos y me sangran los oídos" Pero que Tetsuro y Koutarou lo jalen de las patas contra su voluntad es otro asunto. El entrenador es el Hades del inframundo, y Tetsuro y Koutarou sus diablillos secuaces. Si el entrenador no está para hacer que sus costillas aprieten sus pulmones hasta agujerearlos, está ese par de diablillos para obligarlo a entrenar con ellos, aunque su cuerpo debilucho haya quedado como una gelatina chorreante al final del día.

"¿Celos?" Haruki ríe a su lado mientras toma de su botella de agua aprovechando los minutos de descanso antes de reiniciar el juego.

"¿Celos? Celosa mi abuela. Ya quisiera ella tener esa energía renovable que el mundo ofreció a ese par a ciegas" Akinori también toma de su botella. La toalla rodeando su cuello a este punto es disfuncional, completamente empapada en sudor. "Hazme el favor de ser su madre. No pienso asumir ese rol a esta edad tan corta ni nunca" Haruki ríe, pero no responde en afirmación o negación. No entrometerse es su mejor decisión, no quiere que ese par también pose sus ojos en él.

Si a Akinori le hubiesen advertido que su futuro sería sufrir este calvario, obviamente hubiera rogado con una reverencia dogeza [4] a sus padres para que no lo inscribiesen en Fukurodani. O quizás posiblemente hubiera agarrado maletas al otro lado del mundo lejos de este inframundo lleno de diablillos.

Necesita, URGENTEMENTE, alguien que lo deponte, lo destituya o degrade de su puesto.

"¡Konoha, practica con nosotros!" Y ahí están nuevamente al caer la noche. No le preguntan su opinión. Informan su acción y asumen su aceptación.

Es jalado por ellos hasta uno de los gimnasios vacíos de la institución y obligado a colocar para Koutarou aunque ser setter no sea su activo rol en el equipo. Un poco y nada por saber. Akinori es un multiusos en todo, pero maestro en nada; o al menos ese es el recital de Komi cada que se burla de él.

"¡Bro!" Y también están las muestras de afecto. Si no son los insultos, definitivamente son los afectos melodramáticos.

Koutarou y Tetsuro se abrazan uno contra el otro, llorando una catarata de lágrimas que nunca saldrán de sus ojos por más actuación prolija de Hollywood hagan.

Es la misma sandez. Koutarou y Tetsuro apenas llevaban socializando una semana en Nekoma, gritándose maldiciones y retos por doquier siempre que podían al cruzarse en los pasillos. Para el último día de la concentración, se convirtieron en los hermanos del alma más unidos y soeces que Akinori haya conocido.

La misma chabacana tiene que suceder en Shinzen. Estar con Koutarou y Tetsuro en el mismo espacio, tiempo y lugar, le causa síndrome de abstinencia a Akinori. Necesita la sola presencia de su cama y soledad.

"Te escribiré apenas llegue, bro" Promete Koutarou separándose para abordar el bus, como un don juan apellidado Montesco; o un príncipe Baltasar Carlos montando su caballo. Todo menos al estilo de la monta española en actitud de nobleza. Los movimientos de Koutarou son lo suficientemente bruscos y labriegos.

Los pensamientos de Akinori últimamente se han inclinado al negativismo. Es el cansancio o porque el calor del verano le inflama la sangre, no lo ha decidido. Pero definitivamente no quiere volver a pisar Shinzen. ¡Que le parta un rayo! Y también a su colina. El entrenador tiene una manía con él y su sufrimiento. Ser un excelente equipo falto de penalizaciones no es suficiente, también los tiene que poner a calentar escalando lo que debería ser renombrado como el Everest 2.0.

"Te ves más chungo que ayer" Es la forma de saludar de Koutarou antes de tomar asiento a su lado. Akinori está lo suficientemente baldado, así que ignora su orgullo ofendido.

"Es la abstinencia" Masculla a lenguas. Koutarou traga todo el aire que la inmensa capacidad de su cavidad torácica le permite hasta boquear. "De mi cama" Se apresura a decir al sabiondo antes que lo etiquete de yonqui, aunque su aspecto no podría estar más que cerca.

Un largo viaje de una hora hasta Kokubunji en bus le espera. No tiene interés en observar la arquitectura de las viviendas de Saitama, para él todas son iguales a las de Tokio y el mundo entero. La plaga occidental en su máximo esplendor. Así que echa su cabeza contra la ventana y cierra los ojos sin más motivos para mantenerlos abiertos.

"Aquí" Oye la voz de Koutarou. Ahora su cabeza reposa en una superficie más suave y cálida, pero resistente y fuerte. No se niega, la somnolencia tiene a su consciencia y cuerpo totalmente sucumbidos.

El campo de concentración finalmente da fin. Abandonan la prefectura de Saitama y se adentran a la gran metrópolis. Si Koutarou lo piensa detenidamente, nunca había abandonado la prefectura capitalina de Tokio antes. Saitama es como un gemelo siamés al norte de Tokio, pero no desmeritará su pequeño logro.

Las parcelas ajardinadas, compactas y frondosas, le hacen saber que están a puertas del barrio de Nerima; sus casi cuatro kilómetros cuadrados de granjas lo hace el barrio especial más agrícola de todos los barrios especiales. De repente, a Koutarou se le antoja col y solomillo con salsa de rábano daikon rallado [5].

Puede ser el sueño, pero el lomo de la ternera recién asada llama la atención de su sistema respiratorio y sentido del gusto.

Entre cierra los ojos. Un parpadeo. Oscuridad. La borrosa vista del atardecer lo vuelve a saludar.

Los delgados vellitos bicolores de la nuca se le erizan, por un segundo cree haber visto la ficticia casa maldita de los Saeki [5]. Se siente un gato engrifado, como el escuálido animal negro que salta algunos tejados hasta perderse en un callejón oscuro.

El sincretismo de sus alucinaciones somnolientas lo llevan a cerrar los ojos completamente. Con sutileza se remueve para acomodarse mejor en su asiento sin despertar a Akinori que duerme apaciblemente en su hombro, y encaja su propia cabeza sobre la de su amigo. Los dos apoyados uno contra el otro, sincronizan sus respiraciones y el olor a fétido sudor del bus ya no importa.

Las lágrimas saladas humedecen sus labios agrietados, pero el picor ardiente perdura.

Su madre cierra la puerta desde el interior, el silencio se establece, y todos oyen en la lejanía el motor de un carro dar marcha.

"No tenías que hacerlo" La voz de Koutarou tiembla. Quiere correr, azotar la puerta, mucho mejor si derrumba sus bisagras, y seguir al automóvil esperanzado de que sus faltantes destrezas de Superman logren detener el transporte. "No tenías que hacerlo" Vuelve a repetir. Dos gotas más humedecen sus labios, el sabor salado camuflándose en su cavidad vuelve todo mucho más real. "Es real" Retumba en su mente.

"Koutarou…" Burakku se acerca, sigilosa como una depredadora. La seguridad se esfuma y la duda se establece al alzar la mano. Igualmente, la posa sobre su hombro y manda una mirada a Shiro. Más que una orden, suplica que suelte a Koutarou. Ya no hay por qué retenerlo, su padre se ha ido.

Shiro lo abraza más fuerte por un segundo, pero cede. Lentamente, es puesto en libertad. Koutarou se siente un animal en cautiverio siendo trasladado a su respectivo hábitat natural, un mundo salvaje y peligroso que desconoce.

"No espero que entiendas" Su madre responde finalmente, sin mirarlo a los ojos; tiene la vista fija en la puerta, dolida y arrepentida. Descarada. Sinvergüenza. A Koutarou le enoja.

"No tenías que hacerlo" No es una súplica, es una afirmación. No tenía que hacerlo, no tenía por qué abandonar a su padre en una residencia para Alzheimer.

"¿Bokuto?" Siente un ligero empujón en los hombros. Como un error en la Matrix, la sensación de aflicción en su hogar pasa a desvanecerse para sucumbirlo bajo el atosigo del verano y la concentración de su calor en el bus del instituto.

La pesadez en sus ojos lagañosos lo terminan por despertar. "No fue real" Se apremia a sí mismo.

La mancha borrosa del rostro de Akinori se aclara y puede notar su semblante preocupado. Preocupado. Akinori nunca se preocupa, su única gesticulación es el cansancio.

No le suma importancia, ha de ser las secuelas del sopor. Tal vez también un mal sueño.

"No fue real" Retumba y retumba en su mente. No hay más que decir, es un hecho. Ya no hay necesidad de apremiarse. Su madre se encuentra trabajando de turno en el hospital. Su padre está en casa, y Shiro cuidando de él con una gran barriga de kilos la cual desplaza incesantemente con ella. Y Burakku… Burakku está a millas de Tokio haciendo una maestría en Neuropsicología, flameante de vivir en Europa lejos de las reglas parentales.

"Hey, hey, hey, Konoha. ¿A qué viene esa cara?" Se frota los ojos, aún siguen un poco irritados y pesados.

"Soy un chungo, ¿recuerdas?" Akinori resopla, se lanza nuevamente a su asiento y se cruza de brazos.

"Qué serio" Piensa Koutarou. Akinori nunca se cruza de brazos, él siempre anda lánguido de brazos. "¿Mal sueño?".

"Lo mismo debería preguntar" Los ojos del rubio lo miran de reojo, pero vuelven a la cabellera puntiaguda de Washio Tatsuki que está enfrente; más veloz que la luz.

"El entrenador está roncando" Informa Koutarou, escondiendo una risilla. Akinori interpone la parte superior de su cuerpo frente a Koutarou para asomarse. Y efectivamente, el entrenador está roncando como un tronco expulsando saliva por su comisura; su cabeza tumba en el vacío. Pero Akinori no es idiota.

"Así que Hades también puede darse vacaciones" Vuelve su cuerpo y se acomoda en el asiento. Qué dicha. El inframundo por el momento estará en paz.

"Si es así, cuando eso pasa, ¿todas las almas van al cielo?" Koutarou cuestiona al aire sofocante y al sudor pegajoso de su camiseta.

Y así, siguen hablando, sin poder vaticinar ninguno de sus besugos cuestionamientos.

Akinori le sigue el juego. Hablan, hablan y hablan. Hasta que el bus para y los manda hacia atrás. Por suerte tienen el respaldar.

"Bokuto…" Akinori agarra más fuerte la correa de la bandolera de lona que cruza su pecho. Koutarou apenas acomoda la suya mientras los demás siguen recogiendo sus bolsos de la maletera.

"¿Mm?" Koutarou voltea a ver hacia él, a la espera.

"Nada" Akinori no sabe si frustrarse consigo mismo. Pero decide no darle más vueltas. No hay nada a qué darle vueltas, al fin y al cabo. Si Koutarou quiso dar punto y aparte al tema para comenzar a hablar de Hades, Akinori no replicará, no es su problema.

"Vamos, algo ha de haber" Koutarou alienta. "¿Es nuestra nueva mánager? Te he visto echarle el ojo" Se acerca a susurrarle con la infecciosa sonrisa Cheshire de Tetsuro. "¡No hay de qué avergonzarse!" Golpea su espalda riendo estruendosamente mientras le desacomoda los pulmones. La sutilidad se va al carajo.

"¡P-Para!" El rostro rojo de Akinori no hace más que bullir. "¿Y a qué viene eso?" Reniega tomando distancia y reacomodando su ropa.

"Tengo ojos e instintos agudos. Eso es todo".

El entrenador los llama. No hay más cambio de palabras. Todos se reúnen alrededor del mayor escuchando las próximas indicaciones y horarios de reunión a lo que dura las vacaciones.

Si le preguntaran, Akinori no se describiría como alguien de ojos e instintos agudos. Al contrario, siempre camina a ciegas. "Cada uno con sus propios demonios" Se dice. Lo que menos hace, es prestarle atención a la gente y sus problemas. Suficiente con los suyos, gracias.

Pero tiene cinco sentidos y dos ojos. Y no está ciego.

Dormir fue de las cosas que más esperó cuando subió al bus. Pero definitivamente no estaba preparado para hacer de almohada. Koutarou soltaba pequeños ronquidos sobre su cabeza, balbuceando incoherencias debes en cuando. Un agarre súbito sobre su brazo lo había despertado.

"¿Bokuto?" Zarandeó el hombro de su amigo cuando el agarre se hizo más fuerte hasta doler. Koutarou no solo soltaba ronquidos como le es común, estaba temblando.

Suspiró cuando el dolor se disipó y su brazo fue liberado. Koutarou estaba despertando.

Caminan juntos hacia la Estación Kokubunji hasta separar caminos. "¡Más te vale responder mis mensajes!" Akinori ondea la mano e ignora la advertencia de Koutarou alejándose.

"Adiós" Se voltea y camina sobre el andén en la dirección contraria. Debe tomar una línea diferente a la de Koutarou.

Una vez dentro, tamborilea los dedos sobre el alfeizar de la ventana del tren. Qué cansancio. Koutarou ni siquiera está con él, pero ahí está, revoloteando sobre su cabeza como un diablillo.

Akinori no sabe qué tiene de interesante presenciar en vivo y en directo una pesadilla de Koutarou. Una pesadilla cualquiera como millones en el mundo.

Solo desea pensar en abismos, o simplemente no pensar. La gente que se carcome el coco pensando nunca llega a nada.

Se siente cansado, fatigado, lo único en lo que podría pensar es en su cama. Siempre piensa en su cama, por eso nunca llega a ella.

Si solo hubiera sido una pesadilla, todo sería más simple. Olvidaría el asunto y caso cerrado.

Pero Koutarou tiende a tener pesadillas, muchas pesadillas para su sorpresa.

Tanto en las noches en Nekoma como Shinzen, cada que iba por un vaso de agua antes de arroparse y ponerse cómodo en su futón después de una larga jornada, siempre se encontraba a Koutarou ya dormitando en el suyo; mayormente sin siquiera haberse cambiado de muda, ahí todo rezumado y pegajoso por no guardar reservas de energía durante el día. Y a Akinori le traía sin cuidado si amanecía constipado; se metía en su propio futón y buenas noches.

Pero uno no se podía conformar con las cigarras, Koutarou tenía que hacer de las suyas y acompañar el coro a su manera.

Ronquidos por aquí. Ronquidos por allá. Unos cuantos balbuceos que adornen la canción. Y a repetir el son.

Akinori se cubría desde la punta de los pies hasta la punta de sus cabellos, se cubría los oídos o giraba al sentido contrario. Terminaba enredado entre las mantas, como un insecto seco y chupado en la telaraña.

Maldice a Koutarou. Por eso su incesante fatiga mañanera durante todo el campamento.

Se quedaba minutos observando el techo, quizás horas. No le apetecía revisar la hora, solo dormir.

Entonces ladeaba el rostro y volteaba a ver al causante de su insomnio. A nadie de sus compañeros parecía molestarles, dormían como rocas. Y el muy desgraciado también.

Hasta que una mano de Koutarou empuñó parte de la tela que lo cubría, frunciendo el ceño y gesticulando miedo.

La primera noche le trajo sin cuidado. "Vaya, mal sueño" Pensó porque no tenía en qué más pensar. Un pensamiento efímero que volaba por ahí como un colibrí hasta desaparecer y perderse de vista.

A veces veía el techo y a veces volvía a ver a su amigo para encontrarse con la misma escena. En ir y venir de ese juego, quedaba dormido en algún momento.

Las noches siguientes se volvieron una rutina sin su consentimiento. Practicar hasta el desfallecer con Tetsuro y Koutarou en uno de los gimnasios, ir por un vaso de agua antes de dormir, encontrarse a Koutarou rendido en su futón, ser audiencia para un concierto de cigarras y ronquidos, revolotear entre sus mantas hasta encarcelarse a sí mismo, observar el techo sin ganas de ver la hora, voltear a ver a Koutarou frunciendo el ceño y empuñando su manta, y, finalmente, quedarse dormido a minutos de amanecer.

Siempre se quedaba dormido observando a Koutarou. O eso cree, porque siempre es lo último que recuerda de la noche anterior.

Empuñar la manta, fruncir el ceño, gesticular miedo. Era un patrón nocturno infinito el cual Akinori no conseguía sentido. Miedo. Ni siquiera pensó que esa palabra podía ir acompañada algún día del apellido y nombre Bokuto Koutarou.

Tarde o temprano entiende que no hay ningún patrón nocturno infinito. Koutarou puede dormir debajo de un puente a media mañana y las pesadillas irán contra él como depredadores feliformes famélicos.

Su parada llega, el tren se detiene y él toma su bolso.

Koutarou es como un puzzle, emocionante de ver y desencriptar al inicio. Pero son mil fichas las que te lanza que te funde los engranajes. A Akinori nunca le han emocionado los puzzles, la conmoción de ordenarlos y el agasajar de resolverlos.

Antes opta por fundir su coco escalando la colina Shinzen en medio verano que carbonizar sus neuronas con infames manipuladores mentales que te lavan el cerebro y te dejan majareta.

"Antes chiflado que ignorante" Siempre dice su madre.

"Entonces Sócrates era un ignorante, solo sabía que nada sabía" Pero Akinori es su hijo. Y es un adolescente. Llevarle la contra y reñir sus canas es su mayor orgullo.

"Al menos Sócrates reconocía su propia ignorancia. Ahí onda la sabiduría" Y le daba con alardearía en el odioso jaque mate.

Sabiduría chiflada de sabiondos filosóficos chiflados, Akinori nunca formaría parte de ese gueto.

Como si su amistad con Koutarou se tratase de algún tipo de hermandad confabulada por el enemigo, o mal juego de la vida, siente un tornillo zafarse de su coco camino a casa, como Buda encontrando su samadhi [6].

Se detiene en la acera. Está pensando. Está pensando y sobre pensando sin llegar a nada. Eso no es muy Akinori de su parte. Que le parta un rayo, la chifladez es una plaga.

Akinori no tiene hermanos, es hijo único y así seguirá. Ni siquiera se preocupa cuando el Nerón [7] apasionado de su entrenador falta un día de práctica. Akinori nunca se preocupa.

Se acomoda la bandolera y vuelve a emprender camino. Las pesadillas de Koutarou son caso cerrado para él. Que el sin pensar lo bendiga. Hoy finalmente podrá conciliar el sueño en su propia cama sin ningún recital de cigarras y ronquidos de por medio.

...

[1] Swing the Mood es una canción de 1989 del dúo británico Jive Bunny y The Master Mixers que combinaban estilos de los 40, 50, 60, 70 y géneros como el Twist, Swing y el Rock and Roll. El Swing es un estilo de jazz que recién dio entrada por 1920 y consolidó su denominación en 1935. Como adicional, les informo que el swing es uno de los subgéneros favoritos de Koutarou (Claro, en esta historia, pero no deja de ser un headcanon).

[2] El estilo glam se caracteriza por una elegancia marcada, todo enfocado en crear un ambiente de glamour. Mientras el grunge, siendo un género muy popular en los noventa, se caracteriza por un estilo más pobre, como si desearas copiar el estilo de un vagabundo. Burakku tiende a un estilo glam, en tanto Shiro a un estilo grunge.

[3] Burakku le pregunta a Koutarou si parece un coco redondo y verde porque justamente el apodo con el que le llama Koutarou, 'Buko', es utilizada por los filipinos para referirse al coco aún verde y con gran cantidad de agua. La peor ofensa de las peores ofensas, ya digo XD.

[4] Dogeza es una reverencia, pero de la extrema. De esa situación en la que has metido tanto la pata que desaparecer de la faz de la tierra no es suficiente. En este caso la reverencia se hace de rodillas hasta que nuestra frente toque también el suelo. Se considera una forma de auto-humillación, y por eso se usa en casos muy concretos en los que la persona haya cometido un error muy grande, o en las que se quiera pedir algo muy difícil de conseguir. Un ejemplo es la reverencia que hizo Tanaka a su hermana para pedirle que lleve a Hinata y Tobio al campamento una vez terminaran de realizar su examen.

[5] A Koutarou se le antoja col y solomillo con salsa de rábano daikon rallado al ver las parcelas de Nerima porque justamente lo que más proveen es col y rábano daikon. En Nerima también se encuentra la casa maldita de los Saeki en las películas de The Grudge.

[6] Samadhi es concentración, meditar la mente. Y Buda encontró su camino hacia la liberación gracias al Samadhi. Siddharta Gautama decidió renunciar a los lujos y comodidades que su padre rey le proporcionaba. Escapó del palacio y vivió una vida austera hasta decidir empezar a meditar bajo un árbol. Fue allí donde precisamente encontró la iluminación (Samadhi), lo cual lo convirtió en Buda, que quiere decir "el iluminado".

[7] Nerón Claudio César Augusto Germánico, ¿presente? Ok no. Fue emperador del Imperio romano, el quinto para ser exactos. Muy conocido por haber sido tirano, cruel, narcisista y megalómano. Asesinó a dos esposas y a su propia madre. También es recordado como un feroz perseguidor de los cristianos, con actos que incluyen el asesinato de los dos principales santos del cristianismo, Pedro y Pablo. Como el mismo escritor romano Plinio dijo, "veneno para el mundo".

Dato extra: No pongo la traducción de las canciones porque sí o porque se me ha dado la regalada gana. Las pongo porque tienen mucho que ver con los personajes y lo que están viviendo o a punto de vivir, hay trasfondo. Y pues los personajes la disfrutan y bailan porque sí, porque, ¿quién no se ha bailangoneado sin saber de qué chuchas va la letra?