Invítalo a salir.

3.

Ni siquiera necesitaba abrir los ojos para mantener en mente que estaba en medio de una especie de maldición, sus inoportunos sueños siempre iban sobre corretear una pelota, perseguir un pájaro o escarbar en la tierra para ocultar un hueso. Nunca durante su tiempo de vida había experimentado los sueños que tendría un adolescente normal, como besar a su amor imposible o viajar a una isla paradisiaca sin nadie que lo molestara.

Se cepilló el cabello frente al espejo decidiendo que le urgía un recorte, por algún extraño motivo siempre crecía a una velocidad acelerada. A las chicas les gustaba su estilo desordenado pero era un verdadero problema controlarlo a la hora de las competencias, solo lo conseguía con ayuda de ligas y ocasionalmente algunas pinzas aunque eso no se viese tan masculino.

Terminó de arreglar su maletín de deportes y salió de su habitación. La hora de enfrentarse a la furia de su madre había llegado. De niño lo asustaba su recorrido por el pasillo principal, ya que su familia estaba obsesionada con exponer lúgubres imágenes de sus antepasados desde que la maldición había dado inicio.

Muchos creían que su padre había muerto en un accidente de autos, pero en realidad fue victima de una torsión gástrica en su forma canina luego de su acostumbrado paseo nocturno. Él apenas estaba en el jardín de infantes cuando eso sucedió y desde entonces se había convertido en una persona torturada e insegura.

Su madre en lugar de sufrir la muerte de su esposo, lo maldijo aún más, por dejarle el cargo de la crianza de un hijo que ella no deseaba. Ieran estaba sentada en el gran salón con una fila de hojas ordenadas en la mesa frente a ella, observándolas detenidamente.

-Buenos días, madre.

Ieran alzó la mirada, deslizando un par de hojas hacia él.

-Estás por cumplir diecinueve años, creo que en lugar de perder el tiempo en esas absurdas carreras que no te llevarán a nada, deberías preocuparte por continuar con el linaje de esta familia.

Syaoran apretó los puños. Esas páginas no eran más que expedientes de posibles candidatas a esposa. Reconoció a la mayoría, eran chicas que en algún momento de su vida se vieron beneficiadas gracias a la fundación Li y por supuesto entre ellas, se encontraba Sakura.

-Son niñas desfavorecidas, huérfanas y dóciles -continuó Ieran-. Será más practico lidiar con cualquiera de ellas. Nuestra familia puede darse el lujo de casarse con alguien así gracias al sólido patrimonio que poseemos, a diferencia de otras familias que sí necesitan acuerdos comerciales. Puedes escoger la que más te guste.

Syaoran se sintió insultado. Por supuesto era consciente que ese momento llegaría, ya que la mayoría de los hombres Li se casaban jóvenes pero jamás imaginó que su madre lo utilizaría como arma para obligarlo a abandonar la única cosa que lo hacía sentir vivo y normal.

-No necesito de ti para encontrar pareja.

-No me hagas reír -se burló Ieran-. ¿Crees que alguien aceptaría estar contigo después de conocer tu pequeño secreto?

-A veces me pregunto quién de los dos es el verdadero monstruo -replicó Syaoran. Su inesperada respuesta hizo que Ieran se levantara de la silla con evidente rabia enmarcando sus ojos-. ¿No te parece que una mujer ambiciosa que aceptó dar a luz a un adefesio por dinero es peor que un chico mitad bestia que sí tiene sentimientos?

A lo largo de su vida Syaoran tuvo que soportar el dolor de muchas caídas mientras aprendía a correr y saltar, incluso después de iniciada su afición al atletismo, pero ningún golpe le había lastimado tanto como el que acababa de darle su madre en el rostro. Mantuvo los ojos cerrados un segundo para reponerse del ardor en su mejilla, pese a toda la indiferencia que recibió de su parte todos esos años era la primera vez que ella lo golpeaba.

-Estoy tan cansada de esta estúpida familia -gritó ella, con algunas lágrimas saliendo de sus ojos-. Crees que nunca has contado con mi apoyo, pero déjame decirte algo, este secreto se ha mantenido a salvo gracias a mí y si alguien se atreve a ponerlo en peligro, yo misma me encargaré de eliminarlo, incluso si ese alguien eres tú.

A Syaoran se le llenaron los ojos de lágrimas después de ver a su madre marcharse. Por supuesto que se le haría fácil quitarlo del camino, en su memoria no existía el recuerdo de un abrazo o un beso de su parte, ni siquiera una felicitación de cumpleaños. Vivían bajo el mismo techo pero eran completos extraños, hacer crecer el buen nombre y prestigio de la familia había sido lo único que la inspiraba a salir de la cama después de casarse con un Li.

Salió de la casa en medio de un largo suspiro, el chófer ya lo esperaba en el frente. Su vida diaria era tan decepcionante, prefería mil veces estar en la preparatoria y regresar convertido en perro que tener que lidiar con la soledad de su hogar y el repudio de su madre.

También le molestaba no poder conducir su propio automóvil, pero por protocolos de seguridad solo le permitían hacerlo una vez al mes, en el tan ansiado día de luna nueva, en el cuál por razones desconocidas su maldición perdía efecto. Esa noche era libre de correr con sus piernas humanas, de convivir con sus amistades y disfrutar la noche a su antojo. Aunque como era costumbre su madre siempre arruinaba sus planes obligándolo a hacer apariciones públicas para no levantar sospechas.

Aún así se sentía feliz de que ese único día del mes estaba por llegar. Miró los edificios por la ventana del coche y evitó el impulso de bajar el cristal para sacar la cabeza. Algunos comportamientos perrunos no se perdían nunca. Carraspeó arreglándose la corbata en un intento de recobrar la compostura.

Se detuvieron en el semáforo y en una sucia o ventajosa jugarreta del destino, vio a Sakura Kinomoto atravesando la calle corriendo a una velocidad olímpica. El hecho lo hizo sonreír y a la vez sentir pena por ella. Sakura era muy discreta con su vida después de la muerte de sus padres pero todos en el instituto sabían que se había mudado a un barrio modesto casi hasta las afueras de la cuidad, haciéndole aún más difícil cumplir con los requisitos que le exigía la beca entre los cuales figuraba la puntualidad.

-Trata de alcanzar a esa chica -le ordenó al chófer. En pocos segundos Sakura les había aventajado varios metros. El día que ella decidiera inscribirse en atletismo probablemente pondría en riesgo su marca como mejor récord.

-¡Kinomoto! -gritó, agitando el brazo por la ventana para llamar su atención.

Sakura reconoció esa voz en seguida, pero prefirió ignorarla y correr más rápido. El cielo definitivamente no estaba de su parte ese día. Su alarma no sonó a la hora indicada por un corte de energía eléctrica durante la madrugada y por consiguiente tampoco logró secar su cabello. Toda ella era un desastre y por otro lado no podía darse el lujo de acumular otra llegada tarde o de lo contrario no podría ingresar al instituto si no se presentaba acompañada de su tutor.

-¡Kinomoto, detente! -insistió Syaoran.

Fue demasiado tarde, Sakura terminó estrellándose en la valla publicitaria de la parada de autobuses. Syaoran bajó rápidamente del coche para ayudarle.

Sakura yacía tendida en el piso un poco confundida por el impacto pero el verdadero motivo que le evitaba ponerse de pie era la vergüenza.

-¿Estás bien? -preguntó Li preocupado, inclinándose junto a ella.

Sakura se sonrojó disimulando una mueca adolorida.

-Creo que sí.

-Lamento haberte distraído -se disculpó él-.Déjame ayudarte.

Le pasó el brazo bajo el cuello y la sostuvo por los hombros ayudándole a incorporarse. Sin decir más tomó la mochila de Sakura y se dirigió a abrirle la puerta del coche.

Sakura abrió la boca para negarse pero decidió abandonar su lucha interna debido al fuerte dolor de cabeza que el accidente le produjo, se acomodó adentro sintiendo cómo una parte de su frente palpitaba y sus manos ardían por las abrasiones. Su chaqueta se había rasgado del codo izquierdo y estaba sudando profusamente mientras Syaoran lucía pulcro con su clásico aroma a gloria llenando el interior de la cabina.

-No tienes de qué avergonzarte -dijo Syaoran sacando un botiquín de su mochila, la incomodidad de ella comenzaba a ponerlo nervioso-. Nos conocemos hace más de diez años, si bien nunca hemos sido cercanos creo que nos merecemos algo de confianza el uno en el otro. Deja de preocuparte.

No pudo evitar sobresaltarse cuando él le tomó las manos para limpiar sus heridas con una toallita desinfectante. Colocó ungüento y un apósito como todo un experto y luego la miró fijamente a los ojos durante un momento. El corazón se le aceleró por su cercanía, pocas veces lo había contemplado frente a frente, sus ojos eran hermosos y brillantes como el almíbar. Sakura moría por acomodarle el cabello y exponer por completo su apuesto rostro.

-Sabes lo bonita que eres, ¿verdad?

Syaoran sintió que le tembló la voz al decirlo pero fue incapaz de contenerlo más. Sakura no llevaba ni una gota de maquillaje, su rostro limpio adornado de pecas y sus labios delicados como una rosa le hicieron perder la compostura.

Sakura abrió los ojos con sorpresa, ¡eso no podía ser real! Se dio un pellizco en caso que el golpe de su cabeza le estuviera provocando alucinaciones pero no era así. Syaoran realmente le había dicho aquello. Quería gritar y saltar de alegría pero su timidez le impidió moverse.

Al cabo de un rato Syaoran sonrió un tanto sofocado.

-Me disculpo si te hice sentir incomoda con mi comentario.

-No… no te preocupes -se apresuró a decir-. Creo que fuiste muy oportuno, no me quedó tiempo de arreglarme esta mañana y me sentía muy insegura por mi aspecto. Gracias por hacerme sentir mejor.

-No me refiero solo a tu aspecto, también eres buena persona y eso te hace aún más linda.

Sakura se recogió el cabello detrás de la oreja desviando la mirada. Syaoran estaba diciéndole todo eso como un gesto de caballerosidad, no tenía porque hacerse ideas absurdas.

-Me sorprende que… lleves un botiquín contigo -murmuró ella, faltaba poco para llegar al instituto.

Syaoran sonrió con desgano, era claro que no podía esperar una respuesta diferente de ella. No sabía qué le sucedía últimamente, quizás Eriol tuviese razón y estaba llegando al límite con sus emociones. Necesitaba descargarlas de alguna manera o correría el riesgo de cometer una locura.

-No es por mí -explicó reacomodando su maleta-. Seguirme el ritmo siempre fue un verdadero problema, tú ya debes saber que fui muy inquieto de niño y Eriol siempre me sigue adónde sea aunque no cuente con buenas habilidades físicas.

-Ya veo, es un bonito gesto de tu parte cuidar así de él.

Las cosas no eran precisamente de esa manera, Syaoran con el tiempo aprendió a controlar su lado salvaje pero en el proceso hirió en varias ocasiones a su mejor amigo. Por lo que decidió estar preparado para todo tipo de situación.

-Te equivocas, yo soy muy problemático, Eriol es quien se mantiene atento a lo que yo pueda necesitar.

Esa declaración le trajo recuerdos a Sakura, dado que sus familias se volvieron cercanas una buena temporada habían compartido juegos en varias ocasiones cuando niños, Syaoran era el más enérgico del lugar, nunca parecía agotarse. Con el pasar de los años su comportamiento cambió de manera drástica, convirtiéndolo en alguien apartado y demasiado formal para su edad.

-Hemos llegado -indicó el conductor.

Sakura no tuvo demasiado tiempo para lamentarse por la finalización de su viaje. Ahí en el estacionamiento se encontraban la mayor parte de sus compañeros incluyendo a Akiho, una tonta recién aparecida que se había convertido en su némesis los últimos meses, para su desgracia también era la más reciente integrante de su antiguo grupo de amigas.

-Gracias por traerme -vociferó Sakura, escapándose del coche antes que él pudiese decir algo.

La miró correr al salón de clases abrazada de su mochila y con la mirada fija en el suelo en medio de varias murmuraciones de los compañeros que notaron su llegada juntos mientras que Eriol corrió directo a chismosear con el chofer. Syaoran entornó los ojos disgustado, tratando de hacerse su camino antes que Hiraguizawa comenzara a molestarlo.

Sin embargo sus esfuerzos no tuvieron buenos resultados, las vibras maliciosas de su amigo lo alcanzaron a los pocos metros.

-"Eso te hace aun más linda." -se burló Eriol, emitiendo sonidos de besos en sus oídos-. Nunca creí que de la noche a la mañana te convirtieras en un don Juan, debe ser porque tu gran noche está cerca, no me digas que finalmente la invitarás a salir.

-Cierra la boca -gruñó Syaoran dándole un manotazo a Eriol para que dejara de acariciarle el cabello-. Fue solo un cumplido.

-Un cumplido bastante comprometedor. Amigo, Sakura se ve como un verdadero desastre esta mañana, creo que te equivocaste de día para lanzarle tus elogios sin ponerte en evidencia.

-No te burles, ella está pasando por un momento difícil, solo quería hacerla sentir mejor.

Los chicos entraron disimuladamente al salón enfocando su atención en Kinomoto. Tomoyo intentaba soltarle los nudos del cabello en medio de cientos y cientos de preguntas acerca de su imprevista llegada en el auto de Li.

-Por favor, Syaoran -replicó Eriol en voz baja-. Creí que habíamos aclarado ese punto, si no vas a ir en serio con ella, es mejor que mantengas tu distancia.

Syaoran exhaló sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros, quería proteger a esa chica de cosas que eran insignificantes si las comparaba con la magnitud del daño que él y la familia Li podrían ocasionarle.

-Buenos días, clase -saludó el orientador, interrumpiendo sus cavilaciones-. Me tomé la libertad de poner en marcha un proyecto que les traerá beneficios a todos.

-Trabajaré contigo -dijo Eriol tomando de la mano a Syaoran.

-Suéltame -renegó Li-. Ni siquiera sabemos de qué se trata.

Más que un acto de amistad verdadera era una excusa de Hiraguizawa para dejarle todo el trabajo a él.

-Esta caja contiene los nombres de las personas que necesitan nivelar sus promedios antes del examen de admisión universitaria, por lo tanto se dará a escoger un nombre a los alumnos más destacados del salón…

-¡Maldición! -gritó Eriol, golpeando la mesa con el puño. Eso significaba que Syaoran y él tendrían que trabajar por separado.

-¿Puedo continuar, señor Hiraguizawa? -preguntó el maestro con rostro disgustado. Eriol hizo un puchero y asintió con la cabeza-. El proyecto consiste en recaudar donaciones con la venta de productos elaborados por ustedes mismos.

Hubo varias quejas de los supuestos mejores promedios, ellos se oponían a perder su valioso tiempo para ayudar a quienes no invertían el esfuerzo suficiente en sus estudios sin obtener un beneficio claro.

-Antes que se opongan déjenme contarles que a los que estén dispuestos a colaborar con sus compañeros, se les excluirá de su prueba mensual de física avanzada y economía.

El ánimo del bullicio en general cambió de manera rotunda, Sakura se mordió los labios ante la oportunidad de su vida, era justo lo que necesitaba para salir bien librada en la próxima entrega de calificaciones sin necesidad de molestar a su hermano.

El profesor inició con la entrega de papeles, Eriol quien fue el primero en escoger, soltó un dramático alarido al descubrir quién sería su compañero de proyecto. Con angustia espero que el profesor llegase hasta Syaoran que se ubicaba en la fila junto a él para suplicar por un intercambio.

-Tengo a Yamazaki, te lo suplico, por una vez en tu vida ayúdame -rogó.

Syaoran se divirtió con la mala suerte de su mejor amigo, Yamazaki no hacía más que hablar sin parar, era verdaderamente exasperante trabajar con él, ya que cada palabra que salía de su boca era para tomarlos del pelo.

-Ni lo sueñes -negó, cerrando su mano con fuerza para evitar que Eriol le arrebatara su acordeón de papel.

El profesor terminó la repartición y en un acto desesperado Eriol se escurrió de su asiento para sobornar a uno de los chicos becados a cambio de su papel sin importar de quién se tratara. Cuando regresó a su asiento sintiéndose victorioso por lograr su objetivo, su desesperación fue aún mayor.

-¡Mierda!, no puede ser -lloró tirándose el cabello-. Por lo que más quieras Syaoran, dame el tuyo.

Syaoran frunció el ceño recogiendo el papel que su amigo dejó caer al suelo y sonrió con sorpresa al descubrir de quién se trataba.

-Daidouji, ¿qué tiene de malo?

Ambos sabían perfectamente lo que había de malo en ese asunto. La enemistad de esos dos surgió en el quinto grado cuando jugaron a la botella durante el receso, el ingenuo de Hiraguizawa escogió reto y por desgracia le impusieron besar a Daidouji frente a todos, ella se encontraba limpiando el pizarrón en ese momento. Eriol había tomado valor y caminó hasta ella decidido a cumplir con el reto pero los nervios lo traicionaron y acabó vomitando en los zapatos de Tomoyo.

Luego de ese incidente rara vez cruzaban palabra, Syaoran conmovido por la angustia de su amigo abrió el papel considerando un intercambio, idea que murió al instante en que descubrió el nombre que contenía: Sakura Kinomoto.

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Hola, me tardé más de lo planeado pero aquí les dejo la continuación de la historia, realmente me emociona mucho escribirla y les agradezco sus mensajes. Espero les siga gustando, nos leemos a la proxima.