Aclaración: Las palabras en letra cursiva hacen referencia a escenas del pasado/flashbacks
.01.
La noche de primavera estaba bastante fresca, aun así, decidí viajar a Kioto. Había llovido bastante el día anterior y si bien eso me había motivado bastante a escribir y componer arreglos para una nueva canción necesitaba un poco de afecto.
No era usual que tuviera días libres para disfrutar del cumpleaños de un buen amigo como lo era Koushiro, así que me vestí poniendo empeño en la tarea y subí a mi coche para recorrer los kilómetros que me separaban de la celebración.
Cuando llegué al bonito edificio de departamentos en el que vivían los anfitriones, descendí del vehículo y recorrí con la mirada la calle. Había estado los dos últimos días dándole vueltas al asunto de Fuji, y eso había abierto una puerta que no sabía si estaba dispuesto a mantener así, mientras que se colaban al presente varios recuerdos latentes.
El pasado reciente, referido a los últimos cuatro años, era algo que había intentado enterrar en lo profundo, negarlo.
Pero al parecer me había alcanzado.
Toqué el timbre y aguardé unos segundos hasta que la dueña de casa me contestó.
Llevé mis manos a los bolsillos y bajé los dos escalones de la coqueta entrada principal, di unos pasos vacilantes y me detuve unos segundos a contemplar las estrellas.
Así me encontró mi mejor amigo.
-Siempre tan sentimental y romántico.
Me eché a reír y me voltee a verlo.
-Por supuesto. Y dime tú ¿Cómo es posible que alguien que ha sido asistente personal de un embajador de Japón en otro país, sea ahora conserje del edificio de Tachikawa?
-No me juzgues – dijo Taichi sonriendo, para acercarse finalmente a mí y abrazarme, palmeando mi espalda con fuerza, como era usual desde nuestra adolescencia.
-¿Cómo estás? Hace tiempo que no te veía.
-Volvimos hace una semana a Tokio. -Taichi me observó unos segundos – Oye, ¿Cómo estás?
-Bien. Aunque parece que ahora todo el mundo duda de mi bienestar mental.
-Ja. No es eso, idiota. A todos nos tomó por sorpresa dada la forma en la que ese tipo estuvo relacionado contigo.
-Y en los peores momentos.
-Precisamente.
Entramos al edificio. Mientras aguardábamos a que llegara el ascensor, Taichi continuó hablando.
-Creo que se trata de la primer muerte de alguien cercano a nuestra edad, y entonces llegan los inevitables cuestionamientos sobre ese tema.
-Puede ser -concedí.
-¿Hablaste con alguien de la banda o… su familia?
Taichi me dirigió una mirada significativa y me eché a reír. Por algo era mi mejor amigo.
-A decir verdad, conseguí el número de Kurumi.
-La melliza encantadora, ya puedo imaginarlo -se rio él.
-Ja ja. La melliza encantadora, así es. Ahora es una persona muy distinta. Vive en New York. Me dijo que Hiroki ya venía muy mal con sus adicciones, que el año pasado tuvo dos internaciones en centros de rehabilitación y no sirvieron de nada. Él mismo no podía dejarlo, la familia lo consideraba un caso perdido. Casi podría decirse que se habían preparado para que eventualmente pasara esto.
Tai emitió un prolongado silbido.
-Que suerte que te saliste de eso, Yamato -dijo ingresando al ascensor y aguardando a que yo entrara detrás para marcar el piso.p
-Fue hace tantos años que ya ni lo recuerdo.
-Tienes razón.
-¿Y qué me cuentas tú? ¿Piensas quedarte un tiempo en Japón o te saldrá otra misión diplomática pronto?
-Se supone que el próximo año. Ahora trabajaré en el despacho del embajador al que asistí y veremos a donde lo envían. Solo espero que el destino no vuelva a ser un país nórdico, Finlandia es hermoso cuando estás de visita, pero no creo poder volver a soportar inviernos con seis meses de total oscuridad.
-Eso debe haber sido duro -me eché a reír, sabiendo lo mucho que mi amigo amaba los climas cálidos. Descendimos del ascensor y caminamos por el pasillo en dirección a la vivienda de Izumi.
-Ya veremos - se detuvo en seco frente a la puerta del pent house. – Está Sora.
-Ya pasaron como cuatro años del rompimiento, Taichi. Supéralo.
-Oye, no es mi culpa haberme ido de misión poco tiempo después de eso, para mí es como que aquí no transcurrió el tiempo.
-Lo peor ya pasó. Tú no estuviste en el cumpleaños de Mimi en el que ella vino con novio nuevo, o en el cumpleaños de Hikari en el que yo fui con otra chica. Estaremos bien.
-¿Me perdí de todo eso?
-Y más. Agradécelo.
-Vaya.
-Agradécelo.
Entramos riendo al lugar y me encontré con veinte personas de pie que nos observaron atentamente al ingresar. No conocía a nadie.
-Mimi estaba en la cocina cuando bajé.
Seguí a mi amigo hacia la otra habitación y allí vimos a la dueña de casa. Ella estaba increíble como siempre. Lucía un bonito vestido de color salmón y su vientre estaba increíblemente crecido.
-¡Yamato! – exclamó encantada mientras se acercaba para saludarme efusivamente - ¿Cómo estás?
-Hola Mimi, seguro que no tan radiante como tú – le dije sonriendo -¿Cuántos meses ya?
Ella llevó sus manos al vientre.
-Siete meses, pero ya está enorme. No quiero ni pensar en lo que me espera - me sonrió con alegría, se la veía con un brillo especial, todos su círculo íntimo sabía lo mucho que le había costado embarazarse y por ello era de esperarse verla ser tan feliz.
-Pues aun falta, así que seamos pacientes con Kyo. ¿Dónde está el homenajeado?
-En la terraza, o paseando por ahí -dijo ella muy despreocupada. La cocina estaba repleta de sus ayudantes.
Mimi era una celebridad. A nadie debía sorprenderle eso, tenía el carisma, la actitud y la belleza necesaria para serlo. Era una famosa cocinera que salía en televisión, tenía su propio canal de youtube y además daba cursos de cocina alrededor del mundo.
Su esposo se desempeñaba en Kioto como un importante ingeniero de sistemas y daba clases en las universidades de esa ciudad.
Recorrí con Taichi el departamento y saludé a un par de personas en el camino hacia la terraza.
Me crucé a Jyou, que era médico internista, acompañado de su esposa. Había asistido a la boda de ambos hacía años.
-¿Cómo están? ¿Qué me dicen de Hiro? – hice alusión a su pequeño hijo de tres años.
-¿Cómo estás Yamato? – Jyou palmeó mi espalda con amabilidad y sonrió mirando a su esposa- Hiro está con sus abuelos.
Asentí sonriendo y continué el recorrido. Vi a Koushiro unos pasos adelante. Hablaba con una pareja y los interrumpí brevemente para saludar a mi amigo y tenderle el regalo.
Él sonrió al ver el vino y lo agradeció.
Hablamos brevemente y me marché hacia el fondo de la vivienda para dejar mi abrigo en la habitación de huéspedes, tal como me había indicado él mismo. En el camino Taichi se encontró a su esposa y luego de intercambiar unas breves palabras con ella, tomé el pasillo hacia las habitaciones. Ya conocía el lugar.
Dejé allí mi abrigo y me entretuve consultando la pantalla de mi teléfono, aguardando por novedades sobre el paradero de Takeru e Hikari, a quienes les había escrito más temprano.
Nada.
Guardé el artefacto en el bolsillo y me giré para ir al baño. Casi saliendo al pasillo, choqué bruscamente contra alguien que no me había visto.
Nos disculpamos brevemente y me di cuenta de que era Sora.
-¡Lo siento, Sora! ¿Estás bien?
-¡Yamato! ¡Eras tú! -nos reímos un poco mientras ella frotaba su frente con suavidad y me saludó con un beso en la mejilla -¿Cómo estás?
-Bien, ¿Y tú? Te ves genial.
Y era cierto. Estaba radiante, parecía brillar. Estaba muy feliz.
-¡Gracias! – se detuvo unos segundos a observarme con su ojo más crítico. Algo le llamaba la atención en mí - ¿Tú de verdad estás bien?
-Sí. Bueno, un poco raro, imagino que sabrás lo de Fuji.
Ella de inmediato cambió su expresión hacia una más neutra, sonrió levemente.
-Sí, lo supe. Imagino que tú te sentirás aun más raro que yo.
-Puede ser.
-No he dejado de recordar aquella noche en la que nos ayudaste a Mimi y a mí.
-Tú te defendiste muy bien antes – sonreí – un buen golpe.
Ella asintió y sonrió con picardía.
-Bueno, esa es la mejor parte del recuerdo -volvió al semblante levemente serio – espero que estés bien, aunque pasaron muchas cosas y fue hace tanto tiempo, sé que él te marcó mucho, y te hizo mucho daño.
-Descuida – sonreí para tranquilizarla y ella me dio un fuerte abrazo que me sorprendió.
-Nos vemos – dijo de inmediato, y se escabulló hacia la reunión. Ah, el cumpleaños. Casi lo olvidaba. Seguí mi camino hacia el baño.
Luego de lavarme las manos, también llevé agua a mi cara. Comenzaba a dolerme la cabeza.
Ciertamente recordaba aquella noche que Sora había mencionado. Recordaba todo. El pasado había aparecido cruelmente desde la muerte de Fuji y se me hacía difícil ignorarlo.
Incluso el más reciente. Aquel que por más que me empeñara en olvidar, hacía su aparición cada vez que veía a Sora. Porque ella unía el pasado de mi adolescencia con el resto de mis años. Y ya hacía cuatro años de aquello. Cuatro condenados años.
Todo se disolvió.
Suspiré y volví a la realidad.
La crisis ya había pasado.
Volví al cumpleaños fingiendo perfectamente frente a todos mis amigos.
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-Acabas de llegar a Tokio y ya estás pensando en lo que harás este fin de semana. Estás loco – dijo Hayato, mientras observaba a Akira sorprendido y se echó a reír mientras sacudía su largo cabello oscuro - A duras penas puedo mantenerme en pie, mi único plan es poder ver a Naomi cuando pueda su madre.
-Pero es tu hija, es lógico que sea tu prioridad, ¿no? Akira solo quiere relajarse buscando una buena compañía– Akane se encogió de hombros para luego estirar sus brazos y desperezarse -creo que este vuelo no fue tan malo, pude dormir casi todo el tiempo.
-No olvidemos que Yamato ha estado histérico y ansioso por regresar, ya sabemos lo que se viene – dijo un divertido Akira mientras escudriñaba a su alrededor buscando algún buen lugar para comprar los regalos que le habían faltado para sus sobrinas.
-Si, si. Todos búrlense tranquilamente, desagradecidos, me he llenado de paciencia para que nadie sucumba ante su desastrosa vida sentimental y no pueden alegrarse sinceramente por mí – bufé riéndome, participando por primera vez en charla grupal.
-No es mi culpa que tras todos estos años no hayamos encontrado a alguien decente – se quejó Hayato.
-No todos tienen la suerte que tienes tú – agregó Akane muy sonriente.
Takato se les acercó al cabo de unos minutos.
-Escuchen, ya está arreglado el transporte que nos llevará a casa – se encargó de revisar que todos estuviéramos con nuestras respectivas pertenencias y nos guio fuera del hall del aeropuerto.
Se sentía muy bien llegar a casa una vez más luego de una gira tan exigida como la última, y esta vez venía decidido a que muchas cosas cambiaran en mi vida.
Al igual que mi compañera de banda, había descansado muy bien durante el último tramo del viaje y estaba impaciente por llegar a casa y ver a quien más había extrañado durante los últimos meses.
Subimos a una bonita Van de color negro que comenzó a recorrer las calles de Tokio para llevarnos a destino.
Akira fue el primero en bajar y despedirse de todos. Y en seguida le llegó el turno a Akane, quien antes de descender del vehículo me dio un abrazo.
-Me saludas a Sora, ¿si? ¡¡Y mucha suerte!! Ya me contarás todo lo que ocurra.
-Excepto lo que haya que censurar, Kazehaya - dijo Hayato muy divertido y provocando que ella lo fulminara con la mirada.
-Saluda a la pequeña Naomi, y tú vete a la mierda.
Nos echamos a reír y le aseguré que le avisaría sobre las novedades. Realmente ella era la persona con la que más había podido abrirme en los últimos tiempos, la apreciaba demasiado. Le alcancé uno de sus teclados y con una sonrisa nos despidió.
La Van siguió su camino y pronto recorría las calles que me eran más familiares, mi barrio me recibía con un sol radiante y los jardines comenzando a llenarse con capullos que pronto florecerían.
-Siempre me ha gustado esta zona – dijo Hayato mientras observaba el paisaje a través del cristal -si algún día de estos estoy con la niña vendremos a visitarte, ama los jardines.
-Bienvenidos siempre. -concedí sonriendo, realmente había sido una gran sorpresa cuando Hayato había sido padre unos pocos años atrás, luego de un desliz con una chica con la que se veía de vez en cuando, y a pesar de que nadie lo habría creído posible, aquello le había hecho madurar de golpe y se había transformado en alguien más sensato y un padre devoto de su niña. Cada vez que estábamos en Japón pasaba gran parte de su tiempo libre con ella.
Me bajé y saludé a Takato y Hayato con la mano, la camioneta se fue y luego de buscar las llaves durante algunos minutos, pude ingresar a mi casa.
Observé el lugar de buen humor. Todo relucía.
Sonreí. Seguramente Sora se había encargado de eso, aunque probablemente no estuviera viviendo allí porque le quedaba bastante lejos de su lugar de trabajo, y luego de algunas complicaciones que había tenido su padre en lo referido a la salud se había quedado en el departamento de siempre.
Poco le había durado la convivencia con Mimi porque ella y Koushiro se habían casado un tiempo después.
Esperaba que todo cambiara, como lo habíamos hablado antes de irme de gira.
Decidí sorprenderla y me fui hasta las oficinas de la editorial en la que trabajaba.
Cuando llegué, me dejaron pasar. No solo porque la editorial pertenecía a una amiga de mi madre, sino que ya todos conocían mi rostro. Knife Of Day estaba en plena cúspide de su éxito y mi rostro aparecía en los medios con asiduidad.
Ingresé al edificio principal través de un vistoso jardín y cuando finalmente tomé uno de los pasillos principales, me crucé con un rostro muy conocido.
Miyako me hizo señas y murmuró algo por lo bajo cuando pasé por su lado, por lo que luego de saludarla con una leve inclinación, proseguí mi camino hasta adentrarme en la única oficina de mi interés.
Los ojos de Sora estaban fijos en la pantalla que tenía delante. Por eso no notó el momento en el que me colé en el despacho, justo detrás de ella.
-Miyako, ¿Crees que esta paleta de colores de adapte mejor a la idea que tenía la editora en mente? Estuve de acuerdo en los colores cálidos, pero me parece excesivo que sean muy vistosos y brillantes, prefiero los tonos más mate.
Tuve que contener las ganas de reírme y me quedé en completo silencio. Sora volvió a hablar.
-¿Miyako? ¿Estás ahí?
Se volteó en su silla giratoria y me vio. Quedó completamente helada por la sorpresa, abriendo mucho sus ojos y con la boca levemente entreabierta.
Ya no pude contenerme y me eché a reír, mientras ella se esforzaba por asumir la situación que la rodeaba, acomodó las enormes gafas que usaba para combatir su cansancio visual y logró ponerse de pie.
-Yamato ¿qué haces aquí?
-Realmente desbordas de felicidad porque he vuelto, ¿no es así?- dije con cierto dejo juguetón y sarcástico en la voz.
-Yo… esperaba verte en tu casa más tarde – finalmente sonrió y se lanzó a mis brazos.
La estreché con todas las ganas que tenía de verla, olvidando durante unos segundos el hecho de que estábamos en su pequeña oficina.
-Ha pasado tiempo. Estás preciosa.
-Cállate, que estoy muerta de cansancio. Miyako debería estar aquí con el café que le pedí.
-La intercepté de camino y nos dio un tiempo.
Sora me sonrió, me detuve unos instantes en observar algunas pequeñas pecas sobre su nariz y la forma despreocupada en la que se había recogido el cabello en un moño del que escapaban algunos mechones rebeldes.
-Seré la envidia de todos mis colegas hoy, solo a ti te permiten entrar cuando se te da la gana por aquí.
-Asume que es algo positivo de tener un encantador rockstar como novio -le dije besándola con suavidad.
-Y ya se te suben los humos – bufó poniendo los ojos en blanco, para luego reírse y alejarse de mí con lentitud, como si de verdad estuviera apesadumbrada por el hecho de que nuestro reencuentro fuera en su lugar de trabajo.
-¿Qué tal marchan las cosas por aquí?
Ella me señaló la silla que había en el escritorio vacío de Miyako para que tomara asiento, e hizo lo mismo en su respectiva silla, sonriendo con dulzura.
-Tranquilo, quieto, casi muerto diría – repitió su gesto de poner los ojos en blanco – lo que me salva es que nunca tienen una sola queja sobre mi trabajo, pero han hecho una reestructura en toda la editorial y durante un par de meses hasta tuve miedo de terminar en la calle.
-¿Tan así? -sabía que varias editoriales estaban pasando por situaciones así y era debido al hecho de que el formato papel de las revistas ya no se vendía como antes y a veces era difícil lograr que los lectores de internet se suscribieran pagando por el servicio. Los tiempos de la tecnología estaban forzando demasiado al mundo real para que se generaran cambios urgentes en la manera de relacionarse laboralmente y las formas en las que el ser humano dejaba atrás sistemas que ya entraban en desuso.
-Si. Miyako dice que deberíamos renunciar y abrir nuestra propia boutique de ropa, pero aún no me convence mucho.
-No lo veo mal, en absoluto. Y creo que es una maravillosa idea.
-No lo sé – pude leer con claridad su miedo.
No me gustaba verla disminuyéndose a sí misma.
Desde que había obtenido su título de diseñadora de modas no había logrado hallar inspiración necesaria como para lanzarse sola al mundo de la moda. Sabía que era algo que la aquejaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. Lo cierto es que se había acostumbrado bastante a trabajar en la dichosa editorial de la amiga de mi madre y cada vez que intentaba retomar algunos diseños se frustraba mucho.
Se había sobre exigido en la universidad, había sufrido con su equipo del proyecto final, que la abandonó a mitad de camino y tuvo que rehacer una colección entera ella sola, había trabajado con grandes diseñadores que le hicieron ver la parte oscura de la industria. Todo eso repercutió en ella en forma de un gigantesco bloqueo. Su mente había quedado exhausta.
Preferí no continuar con la charla porque sabía que luego acabaría abrumada y frustrada. Si bien en su trabajo usaba sus conocimientos técnicos y tenía un excelente desempeño, ella misma notaba como su bloqueo no la dejaba avanzar hacia donde quería.
Un leve golpecito en la puerta nos sacó del momento agridulce y en seguida entró la amiga y compañera de trabajo de Sora.
Miyako era una joven muy simpática y algo atolondrada, era muy alta y su cabello largo era lo más llamativo en ella, siempre con colores fantasía, especialmente tonos violáceos como el que decoraba su melena ahora. Llevaba grandes gafas que parecían disimular su expresión algo trastornada, pese a obsesionarse con facilidad con lo que llamaba su atención, era una muchacha muy inteligente, era una diseñadora gráfica talentosa que siempre apoyaba mucho a Sora, juntas eran un increíble equipo de trabajo, mientras que ella se dedicaba a pensar la visual de algunos de los artículos y las tapas, Sora era vestuarista y siempre estaba pensando en innovar los atuendos de los modelos y los famosos que allí eran entrevistados y fotografiados. En la revista las llamaban "el dúo maravilla", porque realmente les era muy fácil hallar el mejor modo de presentar las propuestas y tendencias de vanguardia que se requerían.
-Te ha cambiado la cara, querida- le dijo a Sora afectuosamente.
-Ha sido una linda sorpresa. – concedió ella sonriendo – ¡Oye! ¿Y mi café?
-Es que vi la hora que es y pensé en que sería mejor que salgan a almorzar. Aún no has comido – le dijo Miyako.
-Tampoco tú.
-Aunque muera de ganas de escuchar a Yamato hablar de su gira europea, prefiero que te saque a pasear él, a ver si vuelves más revitalizada.
Sora me miró con una sonrisa divertida.
-¿Has oído el atrevimiento de esta persona?
-Ya iremos y conversaremos en casa luego, Miyako, ¿De verdad no quieres sumarte? – invité amablemente a la chica de cabello violeta, que negó enérgicamente.
-Oh no, no hagas eso por mí, Yamato. Vayan, que yo tengo en mente ir a almorzar con el chico nuevo –nos hizo un guiño con descaro.
-¿El nuevo? – quedé desconcertado.
-Si, su nuevo amor platónico. Al que observará siniestramente de lejos, mientras almuerza en silencio y sin atreverse a hablarle.
-Vete antes de que te lance algo por la cabeza -dijo Miyako cruzándose de brazos fingiendo estar molesta.
Sora la miró burlonamente y se apresuró a tomar su abrigo y su bolso, para dirigirse hacia mí. Nos fuimos.
Aun hacía frío fuera, el cálido sol nos acompañó mientras caminábamos por la acera.
-¿Llegaste temprano? ¿Descansaste algo?
-En realidad el vuelo se atrasó, pero milagrosamente pude dormir durante el viaje, así que ni bien me dejaron en casa, me di una ducha y vine a verte.
-Qué considerado -dijo sonriendo y desviando la vista.
-Te extrañe más esta vez – confesé mientras tomaba su mano.
Ella se detuvo frente a mí, me observó fijamente y apoyó su frente sobre mi hombro.
-También yo. No podía esperar a que llegaras.
-¿Y bien? ¿Qué dices a lo que dijimos que haríamos a mi regreso?
Ella se tomó unos minutos para contestar, levantó su rostro hacia mí con una bonita sonrisa.
-Ya lo tengo todo listo, Yamato. Cuando tú lo dispongas.
-¿Prefieres buscar otra casa?
-Claro que no. La tuya ya es muy espaciosa.
-De acuerdo, yo pienso armar mi estudio en una de las habitaciones que da a la calle, ¿te quedarás con la que está junto a la cocina para preparar tu estudio?
-¿No prefieres esa habitación tú? Un estudio de grabación junto a la calle no estará bien aislado y…-la interrumpí con un beso en su frente.
-Akira me ha ayudado a planearlo bien, una de sus hermanas es arquitecta y nos dará una mano.
Ella asintió y vi una de sus sonrisas más genuinas, comenzaba a parecerse a la Sora más natural que yo conocía, debía de estar saliendo del trance de la exigente editorial.
-¿Este fin de semana te parece adecuado?
-¿En dos días?- se detuvo durante unos instantes, algo pensativa – Perfecto.
-¿Ya lo saben tus padres?
-Desde que te fuiste.
-Entonces ya es oficial, te vienes a vivir conmigo.
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