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Llegaba a su fin la celebración. Mimi comenzaba a lucir algo más cansada, pero estaba feliz de poder haber organizado aquello. Luego de cortar el pastel, la gente se fue retirando de a poco y solo quedamos algunos de los amigos más cercanos.Taichi se reía abiertamente mientras relataba una anécdota bastante graciosa sobre la estadía en Helsinki y los demás acompañaban la historia con risas y gestos de sorpresa.
Vi que Mimi bostezada, así que me dediqué a recoger discretamente los vasos y platos que hubiera a mi alrededor. Sabía que la dueña de casa no lo permitiría, así que mientras todos estaban concentrados en mi mejor amigo, comencé lentamente con la tarea.
Los asistentes de la cocina ya se habían retirado, así que me escabullí furtivamente.
Dejé unos platos alrededor de la pileta, dispuesto a volver a la sala principal y en el umbral de la puerta apareció Sora, cargando más.
-Mimi tampoco me vio.
-No sé si seré capaz de ir a buscar más sin que me pille.
-Es ahora o nunca. Yo lavo -pasó por mi lado y se dirigió hacia el grifo para abrirlo.
De acuerdo. Al parecer no me quedaba otra opción. Fui hacia la sala principal y comencé a recoger el resto de la vajilla, mientras Mimi se ponía de pie pidiendo que no lo hiciera y Rin, la flamante esposa de Taichi, la tomaba del brazo y la enviaba otra vez al sillón del que se había levantado.
-Pero no tienen que hacerlo.
-Estás exhausta, cariño, siéntate y deja que ellos lo hagan por ti – dijo Rin.
-Pero solo estoy embarazada, no enferma.
-Y hacemos esto porque estás cansada, no por otra razón. – la interrumpí.
-Tonto – me dijo finalmente, cediendo de mala gana -pero muchas gracias.
Me reí y fui hasta la cocina, donde Sora finalizaba la primer tanda de lavado y aguardaba expectante a que yo le acercara las cosas que había rescatado. No sabía cómo seguir. Pensé en irme otra vez a la sala principal, pero algo me hacía sentir que sería grosero de mi parte. Cavilé unos instantes y finalmente fui a su lado para comenzar a secar los platos. Ella me sonrió de inmediato.
-Ve con los demás si quieres, Yamato.
-No te preocupes, no me molesta acompañarte.
-Está bien. Gracias.
Continuamos en silencio, siendo testigos distantes de las risas del grupo ante el relato de Taichi.
-Estoy segura de que nos echó de menos, estaba muy preocupado porque era probable que tú y yo nos cruzaríamos aquí hoy.
-Si, tuve que tranquilizarlo en varios aspectos.
Ella sonrió. Me dio curiosidad.
-¿Y Mark? ¿Así se llamaba tu novio?
-Terminamos hace meses.
-Lo siento.
-Qué increíble que recuerdes su nombre, solo Mimi parece tener registro de él.
-Bueno, no puedes culparme.
-Tienes razón – me miró rápidamente y sonrió – yo recuerdo a la chica que te acompañó el año pasado a la fiesta de Hikari. Su nombre era Yuuki, ¿Verdad?
Me eché a reír.
-No llegamos ni a tres meses con ella – dije sonriendo de medio lado -soy un desastre.
Volvimos a centrar la atención en los platos que ella me alcanzaba ahora y quedamos unos instantes en silencio. Parecía ser todo un suceso estar hablando tan tranquilos. Después de todo lo que había sucedido, agradecía profundamente haber recuperado nuestro diálogo. Había sido muy duro al principio.
-Takeru me dijo que estás en Osaka.
-Sí. Grabando el disco. En el estudio de un buen amigo. Solo preparando las muestras básicas de las canciones. Probablemente grabe el album en Tokio, con el estudio de siempre, pero necesitaba una pausa.
-Te entiendo. Me estoy quedando en Kioto hace pocos días y quizás esté aquí un par de semanas.
-¿Falta de inspiración en la capital?
-Un poco – admitió ella – Y mi padre se retiró hace poco, así que está con mi madre viviendo en Tokio y quería asegurarse que su casa de aquí estuviera bien. Estoy finalizando una gran colección.
-Eso es genial.
-Sí. Al fin sucede. Me presentaré a un concurso importante el mes próximo.
-Espero que te vaya genial.
-Gracias.
Terminamos de lavar y secar la vajilla en silencio y volvimos a la sala principal, donde Takeru era ahora el centro de atención mientras hablaba animadamente de las vacaciones que se tomarían con Hikari.
Me gustaba que estuviéramos todos. Era positivo que pese a la distancia de Tokio a Kioto, se hubieran hecho tiempo para estar en el cumpleaños. Osaka era muy cercana a Kioto como para buscar excusas y no ir.
Mimi volvió a bostezar. Me puse de pie.
-Me voy en unos minutos, estoy quedando en Osaka, ¿alguno necesita que lo deje de pasada en su hotel? Imagino que varios viajarán a Tokio por la mañana.
-Sí – Taichi se puso de pie seguido de Rin– También nos vamos, pero tenemos nuestro coche para ir al hotel.
-También nosotros -dijo Jyou – y como Takeru e Hikari estarán en el mismo hotel, ellos vienen con nosotros.
-De acuerdo – asentí. Nos dirigimos en grupo a la habitación de huéspedes, donde estaban los abrigos y pertenencias. Tomé mi chaqueta y volví a la sala principal para despedirme de Mimi.
-Adiós, Mimi. Si llegaras a necesitar algo, solo avísame ¿De acuerdo?
Ella me abrazó con fuerza.
-Claro que sí. Lo que necesito ahora, es que lleves a Sora a su casa, que no querrá molestar a nadie, pero no quiero que vague sola a esta hora.
-De acuerdo.
-¿Qué estás diciéndole a Yamato?
-Que te deje en tu casa.
-Oh, olvídalo, Mimi. Iré caminando.
-¿A esta hora? Por mi propio bienestar mental, me niego. Vete con él.
Sora se rio.
-¿Qué tramas?
-Nada, cariño. Solo pretendo que llegues a salvo a tu casa. Y me avisas.
-De acuerdo.
Bajamos en grupos con Koushiro en el ascensor y nos despedimos en la puerta. Taichi me sonrió enigmáticamente al despedirse.
Los vimos marcharse en los automóviles y nos dirigimos a mi coche.
Sora estaba en silencio y solo me siguió.
Subimos.
-Bueno, no sé donde queda exactamente la casa, siempre conducías tú a Kioto. Así que aguardo tus indicaciones.
Siempre los recuerdos lo invadían todo.
-Toma esta calle a la izquierda.
Comenzamos el recorrido. Un aparte de mí ya quería estar en Osaka, y la otra, que parecía muy pequeña al inicio de la noche y que había ido cobrando fuerza, quería que aquello no terminara.
Estacioné cuidadosamente ante la puerta principal de la elegante construcción.
La casa de la familia Takenouchi en Kioto era bonita y con marcadas influencias tradicionales. Observé a mi acompañante, que buscaba las llaves en el bolso.
Cuando finalmente las encontró se giró hacia mí para observarme.
-Gracias por el aventón.
-No hay nada que agradecer.
-Me alegra que estés bien. Y… deseo que tu disco vaya genial. Ya lo escucharé cuando se estrene.
-Gracias. Estoy seguro de que te irá muy bien con tu colección en el concurso. Y si quieres, podrás escucharlo antes de su estreno.
Asintió.
No parecía querer bajar, tampoco yo estaba dispuesto a que lo hiciera, por eso cuando rompió el contacto visual entre nosotros e hizo un ademán de descender del vehículo, seguí el impulso de tomar su mano y rogar para que ella volviera a sentarse conmigo.
Y ella no solo se dejó llevar por mi acción, sino que una vez que se ubicó nuevamente en el asiento, se giró para observarme, tan confundida y llena de contradicciones como yo.
Nos besamos.
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-¿Dónde prefieres que deje estas cajas? – preguntó Hikari a Sora mientras ella terminaba de acomodar algunos libros en la biblioteca.
-Esas irán en mi estudio, la habitación que está junto a la cocina.
-De acuerdo – dijo mi cuñada, desapareciendo en dirección al pasillo que conducía al otro extremo de la casa.
Taichi y Takeru comenzaron a subir por las escaleras con otras cajas que contenían la ropa de Sora mientras que mi padre y yo continuábamos trabajando en la pequeña falla eléctrica de aquella mañana, habíamos comenzado a hacer una nueva instalación para el estudio de grabación.
Akira y su hermana Ruki instalaban los paneles para aislar los sonidos en las paredes de la habitación y vi a mi madre y a Mimi cargando los dos maniquíes de Sora y llevándolos a la habitación en la que estaba Hikari.
La madre de Sora nos había ayudado a preparar el estudio que su hija tendría en la casa. Era una forma sutil de motivarla para que comenzara a trabajar y generar clientela. En los últimos años se había ocupado de diseñar los vestuarios que Mimi usaba en sus programas de televisión, de sus vestidos de gala para las celebraciones, e incluso el de su boda. Su bloqueo era con el mundo exterior, Toshiko había estado encantada con la idea de que Sora tuviera su espacio para crear tranquila.
Nos la pasamos todo el fin de semana organizando sus cosas mientras mi estudio de grabación iba tomando forma, llevaría un par de semanas para estar terminado. La noche del domingo la vi echarse en el sillón con un jersey que le quedaba enorme, y que por supuesto era mío. La observé complacido, sin dudas su expresión era la de una tarea finalizada. Entrecerró los ojos y se estiró sin hacer un esfuerzo por guardarse algún sonido que se escapara de sus labios.
-¿Quieres pedir comida?
Ella dio un leve respingo porque no había notado que yo estaba en la habitación inmediata. Se giró perezosamente y asomó su rostro en el respaldo del sofá, apoyándolo sobre sus manos. Su cabello estaba algo alborotado y lo había dejado crecer más, de modo que enmarcaba su delicado rostro y resaltaba sus ojos.
-¿Hace mucho que estás ahí?
-Si -le sonreí desde mi sitio detrás de la laptop – estoy terminando de actualizar uno de los softwares para grabar en estudio.
-Hmmm, iré ordenando la cena.
-¿Ya acabaste con lo tuyo?
-Al menos en lo referido a nuestra habitación, sí. Mañana me encargaré del estudio.
-¿Irás a la oficina?
-Creo que no me queda opción. Ya sabes que son estrictos con los días libres y tienen que haber sido notificados con semanas de anterioridad – soltó un simpático bufido que sacudió su flequillo.
-Ya te ayudaré a dejarlo listo.
-No, no. Tú mejor ocúpate de tu estudio en paz, que llevas años queriéndolo.
-De acuerdo.
Ella buscó su teléfono con la vista y lo divisó cerca de donde yo estaba. Para no estorbarme se levantó con lentitud para ir a por él.
-Puedo alcanzártelo si me lo pides.
-Nah… estás con tus asuntos – le restó importancia a eso y antes de que se alejara la retuve, sujetando con suavidad la manga de jersey.
-¿Del uno al diez… qué tan cansada estás como para inaugurar nuestra convivencia como corresponde?
Cuando se giró hacia mí vi su sonrisa más seductora dirigida a mí.
-Ya me resultaba raro que no hubieras dicho nada al respecto. Mi nivel de cansancio es de diez puntos en todo, excepto en eso.
-Es una razón más para dejar que el software se actualice solo.
Ella se rió y rodée su cintura con mis manos, me puse de pie y dejé que me guiara hacia el sillón, me dejé caer allí y se apresuró a ubicarse sobre mí, comenzando a besarnos con todo el deseo contenido por la falta de privacidad durantes los días anteriores.
No esperamos a desvestirnos lentamente como siempre, aquello era impulsado por nuestro instinto, la vi deshacerse del jersey como si se hubiera convertido en un verdadero estorbo, lanzábamos la ropa como si fuera un juego y nos echábamos a reír como si de una travesura se tratara.
Amaba la forma en la que se entregaba, sus ojos encendidos y sus labios, que aparecían en todos lados mientras sus manos sabían exactamente donde provocarme. Se ubicó nuevamente sobre mí y la dejé guiarnos a través de todos nuestros sentidos activados. Cuando la veía así sentía que mi corazón estallaría de placer y de amor.
Cuando se aferró a mí antes de su climax me pareció la criatura más bella del universo, observándome sin perderse detalle de mis expresiones. Su capacidad de elevarme era única, con un gesto involuntario en su rostro podía provocar espasmos en mí.
Cuando ya no lo aguanté más, me sentí estallar y flotar.
Me incorporé con rapidez para rodear su cuerpo con mis brazos y atraerla hacia mí mientras me sentía arder.
Algunos minutos después ya descansábamos echados en el sofá, ambos con el color escarlata en nuestra piel y muy abrazados. No queríamos soltarnos. Pero había que encargar la cena. Ella se encargo de buscar su celular, vagando desnuda por la habitación hasta dar con él para finalmente realizar el pedido en la aplicación.
Sentí una sacudida en mi estómago, necesitaba…
No, no podía ser aquel día. Tenía que esperar un poco. Akane había insistido en que no me dejara llevar por algo así.
Cerré los ojos y cubrí mi rostro con las manos, dejando salir un ruidoso suspiro que llamó su atención.
-¿Qué pasa? -preguntó Sora curiosa.
-Nada. Estoy cansado. Ve a ducharte, que ya te alcanzo.
Ella asintió sonriente, sabía que le gustaba eso de compartir la ducha.
Cuando me aseguré de que no bajaría, me acerqué al armario en el que había guardado las valijas vacías. O eso pensaba ella.
Busqué en el bolsillo interno de una de ellas y saqué el pequeño envoltorio.
Debía asegurarme de tenerlo a mano para cuando llegara el momento. Lo abrí lentamente y observé el anillo.
Sí, tenía que planificarlo muy bien.
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Cuando me desperté era muy temprano, ni siquiera amanecía. Ya estaba bien con los dos días de descanso que había tenido. Me revolví entre las sábanas y mi mente retumbaba por el sueño que acababa de tener. La mudanza. Los recuerdos se precipitaban de manera que lo invadían todo. Tenía que hacerlos a un lado. De verdad tenía que hacerme cargo del contrato discográfico.
Pronto vencería, pero tenía que terminar el álbum para eso. Y muchas cosas se interponían en mi camino.
Antes la muerte de Fuji. Ahora esto.
Lo de la noche anterior, no era más que algunos besos con mi ex novia, de esos que en la adolescencia me dejaban como tonto. Pero el contexto ahors era bien distinto.
Habíamos estado bastante rato así, dando rienda suelta a lo mucho que anhelábamos algo de cariño. Pero no había pasado a más. Ninguno lo había querido así. De hecho, no le dimos gran importancia. Al menos hacia afuera.
Por dentro era todo un hervidero.
Me sentía particularmente estúpido por estar fantaseando con un romance con Sora otra vez, no era propio de mí, pero al parecer, el pasado no resuelto tomaba cada vez más fuerza.
Me levanté. De verdad tenía que trabajar.
Solo esperaba que nadie se enterara de lo sucedido, temía lo peor de parte de Mimi, que llamaría de seguro a Sora para preguntarle con tono nada casual, y lograría sonsacarle algo.
Pronto me encontré desayunando y decidí salir a correr. Si, eso haría. Y podría terminar la letra de la última canción y comenzar a trabajar en los arreglos finales para cada una de ellas.
Consulté mi correo a través del celular. Había uno de Jennifer, mi representante, en el que me decía que teníamos una reunión urgente. Consulté la hora de la misma y comprobé que me daría el tiempo de sobra para terminar de desayunar, vestirme, terminar la canción, ejercitarme, almorzar y llegar al estudio para plasmar las ideas que había desarrollado esos días.
Le respondí rápidamente que estaría conectado a la hora acordada, le consulté sobre los motivos de la reunión, y le aseguré que podía informarle a la discográfica que estaba seleccionando las canciones del nuevo álbum.
Pocos minutos después -agradecía inmensamente que Jen siempre madrugara- obtuve una sorpresiva respuesta.
"Se comunicó conmigo un tal Akira Hamasaki con una propuesta, adivina el resto"
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