.10.

La cena estuvo a punto de quemarse, realmente estábamos enfrascados en lo nuestro. Sora se había ubicado sobre mí en el sofá y nos besábamos como si estuviéramos desesperados por el contacto del otro, buscándonos con intensidad.

Recuerdo que ella había tomado posesión de mi cuello y sus labios dibujaban todo tipo de formas en él, a su vez, mis manos se habían ubicado en sus muslos, y ahora recorrían su silueta hasta perderse bajo la falda del vestido en sus caderas.

-Se… quema… la… comida…- jadee.

Ella se movió a un lado, riendo.

-No voy a echarle la culpa al alcohol – dijo, quedándose en el lugar y acomodando su vestido.

-No, no lo harás.- me incorporé, divertido por la situación y encontrándola especialmente atractiva con el cabello suelto cayendo sobre su pecho de forma desordenada.

Fui de inmediato a revisar la olla y la apagué.

Volví a la sala. Ella me observaba desde el mismo lugar en el que la había dejado, con uno de sus hombros al descubierto y su labial rojo oscuro completamente esparcido alrededor de su boca.

No sabía cómo continuar con aquello, no quería romper con esa atmósfera íntima que habíamos logrado. Ahora notaba que mi disco ya estaba llegando a su penúltima canción.

Sora hizo un gesto para que me acercara.

Sonreía con dulzura. Me senté a su lado y me observó unos instantes antes de ubicarse sobre mis piernas y abrazarme con fuerza, hundiendo su rostro en mi cuello.

-Sugiero que continuemos. Además esta canción de ahora es ideal para esto. – me susurró.

Como toda respuesta, la besé y la estreché contra mi. Estaba decidido que se pospondría la cena.

Ahora nos besábamos, encendiéndonos con las caricias en los lugares precisos. Ella se deshizo de mi camisa poco después y simplemente me dejé llevar por las sensaciones que surgían del contacto de sus manos con mi piel. Sus piernas esbeltas ahora rodeaban mi cintura y eso me permitió ponerme de pie para poder girarme y depositarla con suavidad en el mullido sofá de la sala, que en ese momento me parecía perfecto para el sexo.

Era mi turno para explorar su cuerpo. Me deleité mientras desabrochaba uno a uno los botones de su bonito vestido, observando sus reacciones frente a cada uno de los besos que dejaba en su piel, trazando un camino rápido hacia su vientre y deteniéndome solo para comprobar su estado, completamente entregada a mí, con los ojos cerrados y el cabello revuelto sobre los almohadones, mientras jadeaba ruidosamente.

Descendí un poco más, quitándole la ropa interior con mis dientes. Sabía que aquello le encantaba. De inmediato sentí sus dedos buscando asirse a mí. Mis manos se ubicaron sobre su pequeña cintura y la escuché gemir de manera completamente estimulante.

Me cercioré de que escalara varias veces a su punto máximo de placer, me excitaba particularmente eso. Cuando escuché su gemido más prolongado, me incorporé un poco, justo para verla abrir los ojos con lentitud y mirarme.

-Eso… fue… perfecto… e inesperado -suspiró.

-Creo que me di cuenta.

También se incorporó, mirándome con intensidad.

-¿Continuamos aquí?

-¿Estás muy incómoda?

-Para nada, lo pregunto por ti.

Negué rápidamente y me eché hacia adelante, empujándola suavemente para arrastrarla a que se tendiera a mi lado. Allí acaricié con cuidado el valle que se formaba entre sus pechos. Era inexplicable lo mucho que me gustaba estar con ella de ese modo. Nos conocíamos tan bien que no perdíamos tiempo y de inmediato sabíamos cómo estimularnos.

-Déjame recuperar el aire.

-Estás fuera de forma.

-Jamás. Pero no puedes culparme.

-Claro que no.

-Ahora te dejaré sin aliento a ti, ya verás.

Me eché a reír y la dejé hacer. Sabía que estaba en lo cierto.

Sora se incorporó con lentitud. Me miró seductoramente e hizo a un lado su cabello, se echó sobre mí y respondí su apasionado beso, sintiendo la forma en la que una de sus manos se ocupaba de desabrochar mi pantalón y situaba su cadera sobre la mía. De acuerdo. Ahora sí que entendía a qué se refería.

Nos quitamos mutuamente toda la ropa y muy pronto ya sentía estar en su interior, mientras ella movía sus caderas de forma sugerente, llevándome a sentir todo tipo de placer.

En ese momento, afirmando una de mis manos sobre su cadera y atrayéndola con la otra hacia mí para besarla, sin dejar de movernos, me atravesó por primera vez la idea de que ella realmente estaba allí conmigo, el amor de mi vida. Una vez más, juntos. Aquello era más que solo buen sexo.

Y algo en mi interior cambió.

XxxxxxxxxxxxxX

Aquella mañana había entrenado bastante, saliendo a correr. Hacía un mes que estaba en mi nuevo departamento, luego de haber vendido la enorme casa en la que ya no soportaba vivir. Porque cada rincón era un recordatorio alarmante de Sora.

Habían pasado varios meses desde su mudanza. Podría decirse que por primera vez en mucho tiempo, no pensaba ni suspiraba por ella.

También habían pasado otras mujeres por mi cama, pero ninguna perduraba en mi vida.

Todo absolutamente desprovisto de apego, de intenciones de crear un nuevo vínculo.

Pero algo importante sucedía. Las canciones que había escrito, profundas y con sonidos nuevos, ya habían comenzado a trascender la barrera que yo les había marcado en mi mente.

Ahora las cantaba en todo momento, y no solo eso, me había molestado en grabarlas cuidadosamente y mejorar todas las versiones iniciales.

En definitiva, comenzaba a anhelar más que nunca los escenarios. Aquellos en los que me permitía ser yo mismo sin tontos prejuicios. Para mí, esa era una señal excepcional de que comenzaba a recuperarme.

No eran las ganas que antes podría haber tenido de tocar con los chicos de Knife Of Day. Estas canciones eran más solemnes, con un aura más íntima. No quería el mismo ritmo exigente que había tenido en esa banda, quería giras más cortas, discos más sencillos y más cargados en los mensajes.

Así que esa noche, un conocido amigo de una de las tantas bandas con las que algunas vez habíamos compartido festivales, me presentaría a una representante con la que él trabajaba y que podría conseguir para mí un buen contrato.

La idea me había motivado particularmente, dado que ese chico se había convertido en poco tiempo en un buen amigo con quien intercambiábamos opiniones sobre nuestros proyectos solistas. Casi un confidente.

Me vestí para la ocasión. La reunión sería en un festival del circuito de música under, con bandas amateur o poco conocidas. No ahondé en las razones que habrían llevado a Ken a suponer que ese era un buen lugar para una entrevista seria, pero tampoco estaba con muchos ánimos de cuestionar nada.

Llegada la hora, tomé las llaves de mi coche, mis documentos y mi chaqueta preferida y descendí por el ascensor hasta el garaje del edificio en el que vivía.

El viaje en el vehículo fue bastante rápido y llegué al gran auditorio en el cual se llevaría a cabo el festival.

En la puerta, me encontré con Ken, quien lucía una chaqueta parecida a la mía y una camiseta de Iron Maiden. Me saludó con un apretón de manos e ingresamos al local. Allí nos reconocieron y nos dejaron pasar sin pagar el ticket, era una de las cosas positivas que tenía ser un músico reconocido.

Estaba sonando una banda punk de adolescentes, realmente apestaban, pero disfruté del show lleno de imperfecciones y canciones de protesta contra el sistema. Todos los músicos comenzamos estando en bandas que apestaban al principio, poco a poco lograrían afianzarse y encontrar su propio sonido que evolucionaría, si es que estaban dispuestos a eso. Nos sentamos en una de las mesas del fondo.

Vi que Ken estaba inmerso en la pantalla de su celular, así que me entretuve viendo a la gente del público que saltaba frente al escenario, viviendo la adrenalina de perderse entre la masa de personas que estaba allí, compartiendo un momento ameno.

La nostalgia me invadió. Me recordaba a los shows a los que asistía siendo más joven con Akira, especialmente los de metal.

-Bueno, nuestra chica va a cantar a continuación. Está preparándose para subir con su banda en algunos minutos, luego vendrá gustosa.

-¿Es música?

-Sí. Y muy buena. Ya la verás en acción, es impresionante.

-Me agrada que sea música.

-Por eso te la recomiendo, es brillante negociando y no se aprovechará de tus ganancias como hacen el resto de los representantes.

Eso era excelente. Aun me provocaba dolores de cabeza recordar el pésimo manejo que había tenido Takato siendo representante de Knife Of Day, y me amargaba pensar en todo el dinero que había ganado a costa nuestra.

Los adolescentes punk finalizaron su show y descendieron del escenario entre aplausos y exclamaciones de admiración del público. Las luces se apagaron y comenzaron a subir los técnicos de la nueva banda. Vi al baterista armando su instrumento, mientras el guitarrista probaba el equipo y el bajista hacía lo mismo.

Entonces vi a la chica.

Subió rápidamente y ayudó al baterista a ajustar algunos platillos.

No era muy alta, su cuerpo era bastante delgado. Vestía pantalones con estampado de camuflaje, botas del tipo militar oscuras que le llegaban debajo de la rodilla y un top oscuro que dejaba a la vista un excelente estado físico. Su cabello oscuro estaba atado en una larga cola de caballo, oscilando mientras algunas luces se reflejaban en él. Su actitud era completamente decidida. Había algo en ella que llamaba mucho la atención. Aunque no sabía qué.

-Resalta de inmediato. Y cuando la veas en acción, quedarás impresionado. Es muy carismática. – dijo Ken.

-Ya veo.- ansiaba verla cantar. No podía imaginar mucho su voz, pero algo me decía que debía ser poderosa, expresiva.

Entre el público distinguí a varias personas llamando su atención y saludándola. No tenía rasgos asiáticos.

Vi que se ubicó ante el micrófono y aguardó a que fuera su turno y que el sonidista le diera indicaciones y probó algunas líneas vocales. Tenía un timbre cálido de contralto, la voz era hermosa. ¿Qué clase de música haría con ese vestuario? Cada vez me intrigaba más.

Comenzó a sonar una música ambiental, el público oscilaba impaciente, se escuchaban varias exclamaciones expectantes.

Cuando comenzó la primer canción, la potencia del sonido distorsionado hizo retumbar todo mi interior, y la voz de la joven de baja estatura estalló en un poderoso grito gutural, agudo y penetrante, haciendo un poderoso contraste con la música oscura y grave que producía su banda.

Había escuchado alguna vez ese subgénero del metal llamado djent, pero verlo en vivo, ejecutado tan bien y con una vocalista tan carismática, me hizo alucinar. Por momentos su voz limpia resonaba en el lugar, con graves cálidos y agudos agradables al oído, que luego mezclaba con guturales agudos o muy graves, que no tendrían nada que envidiarle a cualquier vocalista hombre de metal extremo.

Aquel sonido me recordó vagamente a las bandas que Akira escuchaba de vez en cuando, y la chica era realmente buena escénicamente, nadie podía quitarle la vista de encima, aunque sus músicos tenían un muy buen nivel técnico, el encanto único de ella hacía que se robara el protagonismo.

Noté algunos tatuajes en sus brazos y en su espalda, mientras sacudía el cabello al compás de la poderosa música y giraba el cuello a velocidades increíbles. Me pregunté qué tan tensionada acabaría cada show.

Quedé impactado ante tal despliegue. Al finalizar la última canción, aplaudí tanto como el público junto al escenario. Esa banda era muy buena.

Ken me interrogó con la mirada, complacido al ver mi reacción.

-Si negocia tan bien como canta, definitivamente quiero que sea mi representante.

-Verás que sí.

Minutos después, la vimos aparecer con un jersey oscuro con capucha, realmente tenía baja estatura. Se acercó a nuestra mesa y saludó afectuosamente a Ken.

-¿Cómo estás, Jenny?

-No me digas así.

-Oh, cierto. Jen. ¡Vaya show!

-¿Te gustó?

-A todo el mundo, incluso a alguien que no consume el género, como Yamato.

Se volteó hacia mí y me observó unos instantes antes de adelantarse hacia mí y tenderme la mano. Sus ojos verdes eran brillantes y expresivos, devolví el gesto al tiempo que ella sonreía.

-Yamato Ishida, ¿Quién iba a decirlo? Crecí con las canciones de Knife Of Day sonando a toda hora en la radio.

-Un placer, Jen...

-Jennifer Williams – recitó ella -pero dime Jen, así me conocen todos.

-Excelente despliegue.

-Gracias.

-Bueno -interrumpió Ken sonriendo -¿Piensas tomar algo, Jen? Vamos a hablar de trabajo ahora.

Ella asintió y se pidió una cerveza, se sentó en nuestra mesa y de inmediato comenzó a preguntarme todo tipo de cosas sobre mi proyecto.

-Necesito saber: el género musical, qué tipo de discos piensas editar, qué tipo de público y formato quieres desarrollar en tu carrera solista, si ya tienes algo compuesto, si trabajarás con productores (y es un lujo que puedas elegir no hacerlo, por tu nombre será más fácil conseguir libertad creativa) y… en cuanto tiempo te interesa sacar material. Si tienes algún tipo de presupuesto, y cuántos discos quieres que abarque el contrato.

-Eso sí que es específico -dije.

-Es lo mínimo. Puedo mencionar tu nombre y muchas discográficas matarán por ti. Solo debemos ser inteligentes con la elección. Volcarnos hacia unas que puedan traerte ganancias importantes u otras con contratos menos estrictos, y todo depende del enfoque que quieras darle a tu carrera.

Debo decir que en ese instante, decidí que trabajaría con ella.

XxxxxxxxX

Cenamos muy tarde.

Mirando un documental sobre música del siglo XVIII y terminando la dichosa botella de vino, luego de haber dado rienda suelta a nuestros profundos deseos.

Sora estaba sentada a mi lado, en el mismo sofá de antes, con el cabello mojado envuelto en una toalla, masticando en silencio y observando muy concentrada los instrumentos que aparecían en la pantalla.

Me gustó verla así, tan cansada y en modo automático, sin prestar atención a lo que la rodeaba. Nuestros pies se apoyaban en la pequeña mesa que teníamos en frente y ya comenzábamos a sucumbir ante el cansancio.

Terminé con mi plato y lo dejé sobre la mesa, de inmediato apoyé mi espalda en el sofá y rodee cuidadosamente sus hombros mientras daba su último bocado. Ella imitó mi gesto de dejar su plato y se acurrucó a mi lado, descansando la cabeza apoyada sobre mi hombro.

-¿Ya tienes sueño?

Sora asintió en silencio. Su mirada continuaba fija en la pantalla.

-Pues yo también.

-No sé qué nos pasó – la sentí incorporarse y se volvió a mirarme -pero siento que antes el cuerpo nos rendía más.

Levanté las cejas.

-¿Rendía más?

La vi sonreír.

-Claro, podíamos hacer el amor, cenar, y volver a hacer el amor. Y míranos ahora, somos como dos señores de sesenta años pensando en irse a la cama, y no precisamente a pasarlo en grande.

-Disculpa, que yo cuando duermo, me lo paso en grande.

-¿Lo ves? ¿Tienes treinta o sesenta años?

Me daba gracia que hablara así de aquello. Sabía que solo me estaba tomando el pelo, pero me gustaba seguirle la corriente cuando tonteaba así.

-Pues, comprobémoslo. Apostemos, a ver quien se duerme primero.

-Es un trato -me ofreció su mano, que estreché con un leve apretón. -¿Tienes chocolate?

-¿Y tú tienes diez años o qué?

Se echó a reír y camino hacia su bolso, de donde extrajo una pequeña tableta de la ansiada golosina.

Llevaba una camiseta larga, mía. Por supuesto. Otra vez la misma sensación. Ya no eran recuerdos, la realidad era perceptible para mí, los sentimientos de aquel tipo no me resultaban ajenos. Y en algún punto, me permití ignorar todas las señales alarmantes a mi alrededor. Me levanté tras ella y llegué rápidamente a su lado, apoyé una de mis manos en su cintura y con la otra acaricié el contorno de su rostro, nuestras miradas se encontraron.

No hubo que mediar con palabras. Se escuchó el sonido de la tableta al chocar contra el piso a la vez que comenzábamos otro prolongado beso, de esos que nos dejarían sin poder respirar. Ella se aferró a mí, rodeando mi cuello con sus brazos y atrayéndome hacia su cuerpo.

La levanté en el aire y la deposité sobre la mesa, sin dejar de besar sus labios. Le quité la toalla de la cabeza y sus cabellos mojados se esparcieron sobre la madera. Pero no quería que todo terminara allí. Me incorporé con ella en brazos, sujetando sus muslos a la vez que ella se afirmaba contra mi cuerpo.

Me eché en la cama con ella.

-¿Sesenta años? – dije burlonamente.

XxxxxxxxxxxxxxX

El salón de fiesta estaba en el centro. Llegué temprano, acompañado por un amigo de Koushiro al que conocía por alguna extraña coincidencia.

Había accedido a ir a la celebración de buena gana. No todos los días un amigo entrañable es reconocido a tan joven edad por contribuir al desarrollo de nuevas tecnologías. Había recibido una placa conmemorativa en Tokio, y su esposa había querido celebrarlo.

Fuimos los primeros en llegar y solo vi a Mimi recorriendo el lugar, dando indicaciones a los meseros. Me divisó rápidamente y se acercó a mi sonriendo.

-Hace MESES que no te veo, Yamato -me abrazó con fuerza -¿Cómo es posible?

-Lo siento, he estado un poco ocupado.

Ella me observó sonriente.

-Supe algo por Taichi. Hablamos anoche. ¡Enhorabuena! Me ha hecho feliz saber que vas a retomar tu carrera artística, y además, te lanzarás como solista.

-Si. Un gran paso -llevé las manos a mis bolsillos.

-Y de verdad, es una muy buena señal.

-Lo es.

Apareció Koushiro y se nos acercó. Había estado conversando con su amigo.

-¿Cómo estás Yamato? Se te ve mejor que la última vez que hablamos.

Hice una leve mueca. Para ser sincero, la última vez que los había visto había sido en una reunión en casa de Jyou, y había sido particularmente extraño cruzarme a Sora por primera vez luego de su mudanza. Ella lucía mejor, pero nos esquivábamos con facilidad. Apenas habíamos intercambiado un breve saludo cordial y distante.

-Podría decirse que estoy más estable. Por cierto, ¡Enhorabuena por tu reconocimiento!

-Muchas gracias, Yamato. Ha sido inesperado, pero me espera un excelente ascenso.

Asentí. Desde que había ingresado a la empresa en la que trabajaba el padre de Sora, siendo un muchacho muy joven y aún más tímido, no había hecho más que avanzar a pasos agigantados.

Sabía que uno de sus jefes era el señor Takenouchi. Un hombre alegre y jovial como su hija. Está bien, probablemente los cruzaría a ambos aquella noche. No tenía porqué ser tan traumático.

La gente comenzó a llegar. En momentos así, me abrumaba que Taichi no estuviera en Japón. Tanto él como Rin harían que cualquier momento agridulce como aquel fuera más llevadero.

Recibí un breve mensaje en mi celular de la chica con la que había pasado la noche anterior. Francamente no me interesaba en lo más mínimo volver a verla. Aun así, sería una buena distracción para más tarde, cuando llegara a mi departamento, solo y amargado por intentar evitar a Sora.

Como el barullo crecía a mi alrededor, preferí retirarme hacia una terraza del salón, que ofrecía una vista espectacular hacia Odaiba. Sí, esa era una buena idea. Me escabullí y me dispuse a contestar el mensaje de modo convincente.

Estaba mucho mejor que meses atrás, casi un año después de la ruptura, mis motivaciones para seguir adelante eran fuertes, pero me conocía lo suficiente como para saber que aunque mi vida con Sora estaba acabada hacía tiempo, verla removería recuerdos y no quería hundirme otra vez. Probablemente luego de un buen rato me sentiría mejor y olvidaría la causa de mi amargura, pero mejor era ahorrarme todo el rollo depresivo.

Envié el mensaje.

Y cuando me disponía a volver al interior para saludar a Jyou y a mi hermano, a quienes había divisado a lo lejos, me encontré cara a cara con Sora.

Maldije para mis adentros.

La vi sonreír sinceramente. Algo estaba distinto en ella. Su cabello estaba más corto, como cuando lo usaba en su adolescencia, vi el vestido rojo oscuro que se ajustaba a su cuerpo.

-¿Cómo estás Yamato?

-Hola Sora. -me quedé sin saber como reaccionar ante su avance amistoso y casual -¿Cómo estás tú?

-Bien -echó un vistazo hacia el salón y se cercioró que nadie estuviera observándonos - ¿me acompañas?

Era imposible declinar tal invitación. Asentí y nos alejamos hacia la barandilla de la terraza, donde observamos en silencio las luces que adornaban a la ciudad y la costa oceánica.

-Quería hablar contigo hace tiempo -comentó. Se puso de espaldas a la ciudad y me enfrentó -pero a decir verdad, no me atrevía. La última vez en lo de Jyou, me sentí horrible.

-También yo -confesé. Estaba intrigado, ¿Qué necesitaría hablar conmigo?

-Te debo unas disculpas, Yamato. – lo dijo y desvió la vista, profundamente avergonzada por aquello.

-¿Por qué?

-Por todo. Creo que luego de que todo se nos fuera al demonio, nunca tuvimos una charla decente sobre todo lo que nos dijimos.

-¿Y crees que la necesitemos casi un año después?

-Al menos ya no estamos tan sensibles.

-Como tú lo prefieras -me encogí de hombros.

-De verdad, te pido disculpas por la forma en la que todo se me fue de las manos. Fue mi culpa por no hablar en el momento que me sucedía. Acumulé mucho, y no estoy segura sobre algunas de las cosas que dije.

-Puede haber sido tu depresión, Sora. Fue algo duro para los dos – la miré a los ojos – ya no siento que tenga algo que perdonarte. Ya no tiene importancia, y hablaste sobre lo que sentías, no tiene sentido enojarme por algo así, que no puedes controlar.

-Aun así. Lamento todo ese tiempo en el que intentaba disimular lo que me pasaba. Siempre fuiste sincero conmigo, y yo te fallé.

-Tranquila. Te aseguro que lo entiendo. Y no me fallaste en nada. A veces estas cosas pasan, y no hay verdaderos culpables.

-Pensé que me odiabas.

-Jamás podría odiarte, y tenlo muy claro. – apoyé mis palabras con un gesto de mi mano, señalando el piso – y ya que estamos, quisiera disculparme por lo que te dije sobre ser mujer independiente, no hay nada que me enorgullezca más de ti que tu independencia, aunque sintieras que en ese momento no la tenías (y lo comprendo) siempre has hecho lo que se te da la gana, y siempre has conseguido tus objetivos. Así que fueron palabras crueles en respuesta al dolor. Y no representan en absoluto mi visión sobre ti.

-Yamato -me abrazó.

El gesto fue tan inesperado para mi como para ella. Me quedé sin saber como reaccionar, hasta que torpemente, palmee su espalda con suavidad.

No quería que nos vieran así. Se separó rápidamente, cayendo en la cuenta de lo que había pasado.

-Lo siento.

-Descuida, no hay problema. Imagino que estarías convencida de que te odiaba.

-Algo así -admitió Sora, desviando la vista -es que la última vez que nos vimos en lo de Jyou, quería acercarme y hablarte, porque ante todo, siempre has sido uno de mis mejores amigos, y ahora que Taichi no está en Japón, me duele mucho haber perdido eso contigo.

-Era lógico que llevaría su tiempo recuperar una buena relación, ¿No crees? Pero tienes razón. Yo también te echo de menos como amiga.

-¿Crees que podremos volver a serlo? Ha pasado casi un año de todo eso. Podríamos empezar a actuar como adultos.

-Tienes razón. Pero no me cuentes de tus citas, tampoco es que me sienta preparado para eso.

-Ni yo -me dijo sonriendo. Sentí una puntada de culpa en el pecho. La chica que me había escrito estaría en algún punto de la ciudad, aguardando a que yo pasara a buscarla. Ya era un hecho que la dejaría plantada, esperando.

-¿Qué tal si entramos? La verdad es que tengo bastante hambre, y me contarás de ti, que Mimi no ha sido muy clara conversando sobre tu empresa.

Sonrió encantada.

-De acuerdo. Y ya me contarás de tu música, que a Taichi se le escapó algo de un nuevo contrato.

XxxxxxxxxxxxxX

Natesgo: Awww ese review me hizo muy bien! jajaja de verdad, me deja contenta que te esté gustando la historia, eso que dijiste del equilibrio, lo bueno y lo malo, va a estar presente en momentos distintos, acá el pasado comienza a mostrar más estabilidad en ellos, y también habla sobre la búsqueda tan personal de cada uno. Veremos que nos trae el próximo capitulo -y espero no tardarme tanto con él- ¿podrán sostener su acuerdo de dejarlo todo atrás en Tokio?