.19.
Cuando abrí los ojos ella yacía acurrucada a mi lado, su respiración pausada a ritmo constante delataba que dormía profundamente.
Me incorporé con suavidad, procurando no despertarla ni alterar el perfecto equilibrio visual entre ella y el enorme gato negro que dormitaba a su pies, que al escucharme abrió un poco su único ojo amarillo y volvió a cerrarlo.
Tomé mi celular de inmediato, comprobando que afortunadamente había logrado despertarme antes de la alarma programada.
Me dirigí en silencio hacia la sala principal abrigándome, comenzaban los primeros fríos y mi cuerpo reaccionaba muy mal al hecho de haber dejado la cama.
Me dispuse a ordenar la mesa y terminar de preparar todo para aquel día. El último que compartiríamos de manera física en un año.
No quería abrumarme pensando en eso.
Media hora mas tarde, el delicioso aroma de su café favorito llenaba la estancia, y en el horno terminaban de hacerse los bocadillos dulces que ella tanto añoraba desde los tiempos en los que nos reuníamos a estudiar para los exámenes en el instituto.
Dejé todo dispuesto para ir hacia la habitación y despertarla con el sorpresivo desayuno, pero cuando me disponía a tomar la bandeja en la que había distribuido las tazas y los bocadillos, me vi sorprendido por sus brazos, que rodearon mi cuerpo desde mi espalda y se aferraron a mi abrigo.
-Ya no se pueden dar sorpresas a nadie. Los tiempos han cambiado -dije sonriendo.
Sus manos se apoyaron en el centro de mi pecho y sentí su frente apoyada entre mis omóplatos. Solté la bandeja y me giré para poder observarla directamente y besarla.
-Pues con todo este despliegue, es ingenuo de tu parte pensar que no iban a despertarme los olores o ruidos de la cocina -respondió burlonamente -y además el señor Jin comenzó a maullarme para que despertara, ¿No has aprendido que él ya te adoptó como su mejor amigo y quiere tenerte cerca?
-Es demasiado si me pongo a recordar que los gatos solían no gustarme.
Ella se rio y se separó de mí, sonriéndome con dulzura.
-¿Quieres que te ayude con eso?-señaló la bandeja -podemos desayunar en la mesa de la sala.
Asentí y le alcancé algunas de las cosas para encargarme de o más pesado.
La seguí en silencio mientras ella canturreaba alguna canción de moda y me concentré en las sombras que se dibujaban en la tela de su bata.
Depositamos los que habíamos trasladado y de inmediato me aproveché de su cercanía para rodear su cintura y llevarla hacia la pared, donde la encerré entre mis brazos y la besé de buena gana.
Sus brazos rodearon mi cuello con delicadeza mientras entreabría sus labios para darle la bienvenida a mi boca.
Nos quedamos unos minutos disfrutando de ese contacto y del genuino deseo que se apoderó de los dos.
Cuando nos alejamos, nuestros ojos se encontraron y capté ese pequeño rastro melancólico que habitaba en ellos desde la noche del concurso. Estaba seguro de que aquel destello también estaría empañando mi mirada. Los últimos días habían sido especialmente movilizadores.
Añoraba con todo mi ser poder detener el tiempo para siempre, la espera ante lo desconocido se tornaba insoportable por momentos y eso repercutía en mis ánimos. Ya me había encontrado a mí mismo teniendo momentos de angustia.
Sabía que para ella el asunto no era tan diferente. Comenzaba a aceptar que pronto estaríamos lejos otra vez, más de un año.
-Te quiero -le dije, logrando salir de mi trance.
Ella se abrazó a mí y apoyó la frente sobre mi hombro.
-Y yo a ti. -dijo, se separó un poco más sin apartar la mirada y sonriendo con cierta tristeza -ven, vamos a disfrutar de este desayuno que preparaste.
Tomé asiento frente a ella y decidimos que sonara algo de música en el ambiente. De ese modo pudimos relajarnos y conversar sobre la noche de la despedida, en la que nos lo habíamos pasado genial.
Mi mente comenzó a divagar mientras contemplaba cómo el señor Jin se había subido al apoyabrazos del sillón, que estaba muy cerca de donde Sora se encontraba, y la observaba con fijeza mientras ella saboreaba un bocadillo dulce y extendía su otro brazo para llegar a acariciar la cabeza del enorme gato.
-¿Encontraste interesados en tu departamento? -me preguntó de pronto, contemplándome curiosa.
-Lo han ido a ver varias personas, pero aun nada confirmado -repliqué con cierto malhumor. Había decidido venderlo tiempo atrás, para ahorrar un buen dinero y a la vuelta de la gira conseguir un nuevo lugar para vivir. Ella sonrió.
-Estoy segura de que pronto aparecerá alguien verdaderamente interesado, es un piso muy bonito.
-Si. Mira, eso espero, porque he vendido la mayor parte de los muebles y tengo lo mínimo indispensable, y si consideramos que durante las últimas semanas me las he pasado viviendo aquí, pronto lograré deshacerme de todo, excepto los instrumentos.
Ella se echó a reír.
-¿Y qué harás con tú con este departamento? -pregunté curioso viendo que evidentemente solo iba a llevarse algo de ropa y algunos de sus lápices y libretas favoritos con su laptop.
-Ahora que lo mencionas, había pensado en dejárselo a mis padres y que lo renten para turistas, porque bastante me costó comprármelo y no pienso venderlo. Y ellos se llevarán al señor Jin.
-¿Ah si? -tenía una cierta esperanza de poder verlo durante el tiempo que me restaba en Japón, pareció leer mi mente y sonrió, inclinando su rostro para apoyarlo en una de sus manos y observarme con una expresión que mezclaba profunda ternura y algo de burla.
-¿Acaso estoy viendo bien? ¿Te da pena lo mucho que lo vas a extrañar? -dijo encantada.
-Pues claro que sí, ese gato ya es muy importante para mí.
-¿Sabes? No lo había pensado siquiera, por la locura de estos últimos tiempos y eso, pero ¿Te gustaría pasar aquí el tiempo que te resta? Así ambos se podrán acompañar un poco más.
-¿Yo? ¿Quedarme aquí con el señor Jin hasta que deba irme? -le sonreí -Si no te molesta, me encantaría quedarme aquí con él. Prometo dejar todo en orden para los turistas, hacerme cargo de las cuentas durante este tiempo y luego llevarles yo mismo a tus padres al señor Jin. -me interrumpí para observarla -Ahora me pregunto porqué no te lo dije antes -dije al tiempo que la miraba con fijeza y ella me sonreía completamente embobada con mis palabras.
-¿Sabes que eres increíblemente tierno y esto que has dicho me ha derretido por completo el corazón? ¿Por qué juegas tan cruelmente con mi cordura precisamente el día que tengo que irme? -suspiró encantada.
-Realmente he intentado no pensar mucho en todo esto, Sora -extendí mi mano para apoyarla sobre la suya que descansaba en la mesa, mientras ella aun me observaba con dulzura.
-Yamato -sus ojos se humedecieron.
Me levanté con lentitud y rodee la mesa con mis pasos hasta inclinarme ante ella.
-No quiero otra propuesta en un show, pero si al momento de volver seguimos juntos y sobrevivimos a esto, yo también quiero pasar el resto de mi vida contigo.
Sora se abalanzó sobre mí y me abrazó.
-Lamento no tener ni siquiera un mísero anillo de compromiso. -agregué en un murmullo burlón, recordando brevemente la propuesta de casamiento tantos años atrás, cuando ella se había ruborizado a niveles increíbles por ser el centro de atención en un show de Knife Of Day.
-Y créeme que precisamente eso me encanta-susurró riendo -este desayuno ha sido increíblemente significativo. Quiero que seamos así siempre, tu y yo compartiendo las alegrías de los momentos simples y este apoyo incondicional en los momentos felices y en los que sean difíciles.
La besé.
Y así sellamos nuestro pacto.
El día se nos pasó muy rápido. Ordenamos el piso y terminó por rellenar su valija con ropa abrigada, ya el otoño comenzaba a tornarse más gélido y en poco tiempo Los primeros fríos camino al invierno harían su maravillosa aparición. Sora sabía que sería sumamente necesario ir preparada, aunque probablemente se compraría bastante ropa en Roma, lo cual le hacía muchísima ilusión.
La vi muy pendiente del señor Jin, quien había captado a la perfección las intenciones de su ama y la seguía a todos lados, en algún momento se ubicó dentro de la enorme valija de viaje y no parecía querer moverse de allí.
Fue divertido ver al enorme animal ronroneando continuamente a su alrededor, echándose sobre las pilas de ropa perfectamente organizadas que Sora había preparado, luego subiéndose al regazo de ella mientras yacía sentada en el piso organizando la ropa que estaría durante aquellos meses en casa de sus padres, y más tarde maullando sin descanso en la puerta del baño cada vez que ella entraba en aquella habitación.
A mí parecía ignorarme abiertamente, incluso cuando rellené su plato de comida.
Vi aparecer a Sora poco después, arrastrando la enorme valija y seguida de cerca por el señor Jin. Dejó el contundente objeto sobre el suelo, cerca a la puerta y se quedó observándome de pie, son las manos apoyadas en sus caderas y una enigmática mirada.
-¿Qué? -la observé curioso, luego de comprobar que el pequeño recipiente del agua para el gato estaba lleno.
-Estoy intentando recordar la expresión… -me sonrió con sorna, de medio lado como solía hacer yo -¡Oh! Ya sé, "…eres una… una desquiciada de los gatos…"
Me puse de pie sonriendo.
-¿Acaso no tenía la razón? -le dije encogiéndome de hombros, con una media sonrisa -Adelante. Dilo. Ahora también yo soy un desquiciado de los gatos ¿De acuerdo? Tenías razón, el señor Jin es un encanto.
Sora dio tres rápidos pasos hacia mí y me abrazó con fuerza.
-Cómo los voy a echar de menos. -dijo a la vez que hundía su rostro en mi pecho, como siempre lo hacía, apoyando su frente en mi hombro.
-Y también los voy a extrañar a ustedes, te lo garantizo.
Besé su cabello y cerré mis brazos alrededor de su cuerpo.
-Yamato.
-¿Mmmm?
-Vámonos a la cama.
-¿Eh?
-No quiero dormir precisamente.
Me eché a reír.
-No soy tan tonto, pero quería asegurarme de que tuvieras todo listo antes de ocuparnos de lo nuestro.
-Está bien. Considerando lo mucho que se me ha pegado el gato por hoy, debemos irnos rápido a la habitación, porque si entra, quiero verte a ti intentando sacarlo a rastras desde debajo de la cama.
-¿Tan así?
-Quiero verte intentarlo -bufó ella sonriendo.
-Está bien, esto demanda velocidad y disimulo.
Sora asintió y observó la animal, que estaba en el sillón muy atento a los movimientos de su ama.
-Creo que podríamos ahor…. ¡Yamato! ¡¿Qué haces?! -exclamó escandalizada entre risas cuando la levanté sobre mi hombro y corrí por el pasillo con ella a cuestas mientras que el pobre señor Jin se quedaba observándonos petrificado desde el sillón.
Cerré la puerta detrás de mí mientras ambos intentábamos respirar entrecortadamente entre sonoras carcajadas. La deposité con suavidad en el suelo y ella se enjugaba las lágrimas de la risa.
-Idiota, me asustaste. -dijo sonriendo.
-Lo siento, pero él no parecía muy dispuesto a dejar de seguirte.
-Sin embargo se asustó más que yo y no se movió de su sitio.
Me reí otra vez, recordando mi veloz carrera hacia la habitación. Ella se me acercó y tomó mi rostro entre sus manos para besarme.
Me dejé conducir dócilmente hasta la cama, donde ella se colocó sobre mí y cerré los ojos disfrutando del suave recorrido de sus besos sobre la piel de mi cuello y el pecho. Quise retener las sensaciones e imágenes de aquella última noche, porque esos recuerdos me acompañarían durante los siguientes meses y serían parte de lo esencial para mantener la relación a distancia.
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-Ciertamente te noto demasiado distraído hoy -dijo Akane observándome con curiosidad mientras continuaba buscando el efecto de sonido que quería en el sintetizador.
-Historia larga en la que no quiero adentrarme mucho -admití sonriendo despreocupadamente.
Ella no pareció muy convencida con mis palabras y solo hizo una divertida mueca.
-Te estaré vigilando, Yamato- dijo finalmente, acentuando la expresión cargada de sospecha en su rostro.
-Nada grave.
-Sí, claro. Por eso llevas esa carucha desde hace un par de días. -replicó agudamente mientras sonreía-descuida, solo espero que no te estés acobardando por la gira.
-Por supuesto que no -dije de inmediato, viendo como ella se mofaba cruelmente de mí. -Por cierto, quería preguntarte algo.
-Soy todo oídos -murmuró concentrada en programar el teclado con los efectos de las canciones que ensayaríamos aquella mañana.
-Si no me entrometo mucho, quisiera saber sobre cómo harás con Kate para sobrellevar la distancia durante tanto tiempo.
Vi a Akane levantar la vista con lentitud, escudriñar a su alrededor para asegurarse de que tanto Akira como Hayato no habían llegado aún a la sala.
-¿Es una chica nueva? ¿Tienes novia?
-¿Qué? Yo… Si. Pero no quiero dar detalles.
-Está bien -ella sonrió indulgentemente -imagino que querrás ir en serio y esta gira es demasiado prolongada. -se detuvo a mirarme pensativa -mira, a veces viajo muchísimo, durante meses, por las clases que dicto de piano, y Kate también viaja a veces a grabar o tocar. Estamos acostumbradas y tenemos ciertos acuerdos de pareja.
-¿Acuerdos?
-Así es, cuando llevábamos poco tiempo saliendo tuve un viaje largo y decidimos que podíamos ver a otras personas, abriendo la pareja. Nos sirvió porque el vínculo central éramos nosotras. Ahora ya no lo hacemos, pero siempre estaremos dispuestas a hablarlo si lo necesitáramos.
-No creo ser capaz de hacer eso -murmuré, intentando imaginar la situación de saber que Sora podría acostarse con otros hombres o yo con otras mujeres. Probablemente no estaría dispuesto en absoluto.
-No te abrumes, Yamato. No es para cualquiera. Y yo no sé si hoy estaría dispuesta. -me dijo con cierta seriedad -de verdad le quieres ¿No es así?
-Ha sido un camino largo y lleno de dudas al principio. Ninguno de los dos estará en Japón, y dudo que tengamos días libres para escaparnos en algún momento.
-Bueno, estoy segura de que será interesante y cargado de aprendizajes. Si han decidido seguir juntos, nada malo tiene porqué suceder. Hay parejas que han resistido mucho tiempo la distancia, y quizás exista una mínima posibilidad de verse.
-Eso quisiera -murmuré. Se escucharon las carcajadas de Akira desde fuera de la sala así que de inmediato finalicé la conversación con Akane agradeciéndole el haberme escuchado.
Hacía un par de días que Sora se había marchado. No podía decir que estuviera precisamente feliz, pero el hecho de poder estar centrándome en los ensayos era una motivación extra para sentirme más animado.
Nuestros compañeros de banda no notaron la atmósfera cargada de la sala, solo se dedicaron a excusarse por la tardanza.
-Es raro que tú seas impuntual, Hayato. -dije para disimular la incomodidad que sentía al haberse esfumado el ambiente íntimo luego de la conversación con Akane, quien ahora calentaba los dedos haciendo numerosos ejercicios sobre el teclado.
-Es mi culpa, me tardé saliendo de mi casa -admitió Akira mientras rascaba su cabeza levemente avergonzado.
-Ni siquiera enviándote al chofer más puntual del mundo llegas en hora -dijo Akane riendo.
-Soy un desastre.
Minutos después, al haber conectado sus exclusivos pedales para dar efectos a la guitarra eléctrica que sostenía, luego de que lográramos preparar la batería con Hayato, dimos comienzo al ensayo del show.
Ya comenzaba a tomar forma la lista de las canciones que tocaríamos y en una semana se lanzaría nuestro nuevo álbum.
Todo estaba dispuesto para lanzarse, y el primer sencillo del disco se había estrenado dos días antes, precisamente el día de la partida de Sora.
Ella había llegado bien a Roma y se había instalado en la ciudad. Me había compartido algunas fotos de sus recorridas a pie para conocer el lugar donde viviría poco más de un año. Las clases del curso de perfeccionamiento comenzarían pocos días más tarde. La foto que más me había gustado había sido la que ahora estaba en su perfil de mensajería, en la que se la veía con una bonita sonrisa y un gato atigrado con tonos marrones en sus brazos. Echaba muchísimo de menos al señor Jin, quien se pasaba gran parte del día recorriendo el piso en su busca, maullando lastimosamente y buscaba la cercanía conmigo todas las noches cuando me acostaba a dormir o cuando tomaba asiento en el sillón para cenar solo frente a la televisión.
Ambos nos habíamos acercado mucho, ahora sentía que mi corazón se destrozaría en mil pedazos cuando tuviera que dejarlo en casa de los señores Takenouchi, no había posibilidad de llevármelo conmigo y eso dolía. Era un pedacito de mi nueva vida con Sora, era una porción de esa efímera felicidad que habíamos compartido aquel año, su compañía me hacía más leve la ausencia de ella, pero pronto un abismo se abriría ante mis pies cuando su falta fuera demasiado evidente, cuando tuviera que afrontar la realidad.
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