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La vi entre la multitud, en unos palcos a la izquierda del escenario.

Cantando a todo pulmón y sonriendo fascinada mientras observaba a cada uno de la banda ocuparse de su instrumento. Mis ojos apenas se desviaban de ella, porque luego de muchos años, era la primera vez en la que estaba presenciando uno de nuestros shows, y era como ver a la misma chica de siempre.

Pero era una mujer. Había pasado por tanto esos últimos años, tanto dolor que la había hecho madurar más que el resto, con sus impulsividades, sus frustraciones, su sinceridad brutal que la hacía darse cuenta de sus autoengaños.

Sí, en ese sentido éramos muy parecidos.

Teníamos una sensibilidad similar, un sentido del humor tonto, nos gustaba soñar en grande y disfrutar de los pequeños momentos a pleno.

La última canción se la canté a ella. Y desde su lugar la cantó conmigo, sonriendo conmovida.

Luego de una prolongada despedida con el público, descendimos del escenario y nos dirigimos hacia los camerinos.

Empapados por el sudor pero sintiéndonos livianos y alegres.

Me di una ducha refrescante y me vestí con rapidez. Quería verla otra vez. Pasarían varios meses antes de volver a cruzarnos físicamente y quería aprovechar cada momento.

Sora y Jen estaban en un sillón conversando amablemente. Me vieron aparecer y se pusieron de pie.

-¡Excelente show! -me felicitó nuestra manager con aprobación.

-Ahora ya puedes comer algo -dijo Sora de inmediato, acercándome algunos pocos bocadillos que aun quedaban.

-¿Por qué no cenamos juntos? -le ofrecí -estoy hambriento, famélico, pero quisiera comer en otro ambiente.

-Al menos sé más considerado con tu banda -bromeó Hayato apareciendo luego de vestirse.

-Podríamos cenar todos juntos – dijo Akira sonriéndome -¿Qué? Nosotros también hemos echado de menos a Sora, ¿Verdad?- le dijo al baterista con una mirada inocente.

-Míralo, si parece que te matará con la mirada de hielo. Ten cuidado con Yamato, colega -dijo Hayato riendo mientras me señalaba.

-Dejen de molestarlo -Akane bufó reprobatoriamente mientras se cruzaba de brazos -dejen en paz a Yamato y a Sora, ya quisieran tener con quien irse luego de un show en el medio de una gira. -dirigió la mirada hacia mí -váyanse en paz, con Jenn nos llevaremos a este par de envidiosos a cenar a otro lado.

-Gracias -le dediqué una sonrisa a ellas dos -chicos, aprovechen esta noche con la compañía de estas bellas señoritas, no todos los días se dan oportunidades así -le dirigí una guiñada significativa a Akira, quien se quedó con cara de sorpresa por el ataque directo y despiadado que acababa de lanzarle. Sí, le daría su merecido.

Me fui seguido de cerca por Sora, quien reía discretamente.

Nos marchamos rápidamente hacia el hotel.

Entramos al hall principal, Sora miraba en todas direcciones, fascinada.

-Qué belleza -dijo sonriendo – Si hubiera sabido de este lugar maravilloso, habría traído algún bonito vestido que combinara.

-No te preocupes, ahora pediremos comida desde la habitación y allí estarás más cómoda. -le susurré una vez que nos dirigimos hacia el ascensor.

-Mmm -ella aguardó a subir y comprobar que íbamos solos, entonces se acercó a mí en el pequeño cubículo y se puso en puntas de pie, aferrando mi chaqueta y acercando sus labios a mi oreja -sí, seguro estaré a tono cuando me desnude.

Le sonreí y la besé, rodeando su cuerpo con mis brazos, manteniéndola muy pegada a mí.

-No puedo declinar esa invitación -le dije riendo por lo bajo.

Llegamos al piso que correspondía y desembocamos al pasillo, donde de inmediato me dirigí hacia la habitación en la que me hospedaba.

-Es más grande que el piso que rento en la ciudad -dijo Sora cómicamente al entrar al lugar y ver la decoración sobria.

-Ya me lo mostrarás mañana -dije-¿Qué quieres ordenar para la cena? Tengo la carta, dime y haré el pedido -le extendí una bonita carpeta con opciones y la tomó entre sus manos.

Mientras ella evaluaba las opciones, me limité a extraer de mi bolsa la ropa que debía enviar a la lavandería del hotel y a limpiar las cuerdas del bajo para guardarlo.

Al cabo de unos minutos realicé el pedido telefónico a la recepción y me senté en el piso, justo a su lado.

-Te he echado mucho de menos -me dijo ella.

Me dejé caer en el suelo y descansé mi cabeza en su regazo mientras sus manos recorrían mi cabello.

-Yo también. Y estoy feliz de que se haya cancelado ese show para poder pasar estos días juntos.

Cerré los ojos y casi me quedé dormido.

Al cabo de varios minutos en los cuales estuvimos en silencio y disfrutando de la cercanía mutua, se escucharon los suaves golpes en la puerta.

Me puse de pie para recibir rápidamente al funcionario del hotel, quien amablemente se retiro con una generosa propina.

Cenamos en el suelo. La atmósfera era cálida e íntima. Pronto habíamos finalizado toda la comida y luego de higienizar nuestros dientes, guie a Sora hacia la cama de la habitación.

-Sea para dormir o no, quiero que sepas que me pasé todo el día deseando que llegara este momento.

Ella se abrazó a mi cintura, apoyando su frente en mi pecho.

-Te amo.

Nos echamos en la cama aún vestidos y nos quedamos profundamente dormidos.

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Los ojos de Sora se abrieron con lentitud.

Hacía pocos minutos que yo mismo había despertado. La vi estirar el cuerpo como lo habría hecho el mismísimo Señor Jin.

-¿Nos dormimos sin más? -reprimió un bostezo y sonrió de medio lado -¿Qué nos pasó, Ishida?

-Ya no tenemos veinte años.

Ante esas palabras ella se echó a reír.

-Es cierto. Oye, ¿Y si desayunamos? Quiero mostrarte la ciudad. -se incorporó y se sentó al borde de la cama, dándome la espalda mientras buscaba un peine entre sus pertenencias.

-¿La ciudad? -detectó cierta decepción en mi tono de voz.

-Por muy estimulante que sea el sexo, no me pasaré el tiempo encerrada y follando -dijo ella muy risueña mientras se volteaba a mirarme con picardía - podríamos complementar estos días con bonitos momentos de paseo además de la dosis pasional.

-¿Qué diría Toshiko si escuchara a su educada hija hablar de ese modo? -chasquee la lengua de manera reprobatoria luego de decir eso.

-Oh, ella preferirá que salga a pasear antes de caer en el riesgo de un embarazo no deseado -respondió.

-¿Disculpa?

-Anoche olvidé mencionarlo, y luego nos quedamos dormidos, pero ¿Tu tienes preservativos? Porque yo no. Y no quiero arriesgarme porque este año estoy descansando mi cuerpo de otros métodos para no…

-¿A que se debe? -interrumpí con brusquedad.

Ella hizo un silencio prolongado, se echó a mi lado en la cama y me miró a los ojos.

-Cuando volvamos a Japón, quiero casarnos, y volver a intentarlo. Estoy limpiando mi cuerpo del exceso hormonal de los últimos años. ¿Te parece bien eso?

-E… Eso ¿Es cierto? Pensé que no que tú no querías ni te sentías preparada para eso.

-Si es contigo, sí que lo deseo.

La cara que se me quedó hizo que me sonriera con cierta timidez, ella prosiguió.

-Por supuesto, quería tener esta conversación contigo antes, porque no sé si eso es lo que tú quieres, y si ese no es el caso, siempre tendremos sobrinos y ahijados a nuestro alrededor, claro está.

Me acerqué a ella sonriendo como un tonto, la giré con suavidad de modo que quedó tendida en la cama boca arriba, apoyé mi cabeza en su pecho y me aferré a su cintura con los brazos. La escuché respirar pausadamente, llevó sus manos a mi cabello y acarició mi rostro son suavidad. Escuché el latido de su corazón en las profundidades de su pecho. Me sentía emocionado.

-Por supuesto que quiero. Llevo tiempo fantaseando con la idea. – admití.

La sentí estremecerse brevemente, sus manos temblaron un poco. Me incorporé para mirarla a los ojos, que estaban algo llorosos, completamente dominados por sus fuertes emociones.

-¿Y ahora qué pasa? -la observé preocupado.

-Es que tengo mucho miedo, Yamato. -cerró los ojos unos instantes y tomó aire con suavidad antes de volver a dirigir su mirada hacia la mía - ¿Y si es mi cuerpo el que está mal? ¿Y si lo arruino otra vez? ¿Y si no puedo hacerlo?

Sus miedos más profundos, su alma desnuda ante mí. Me arrastré con los codos hasta que nuestros rostros quedaron muy cerca.

-Tú no arruinaste nada, Sora. No importa lo que pase, tu cuerpo está bien, y en el peor de los casos, no poder concebir no hace que no puedas ser madre. ¿Sabes? Sea como sea, siempre estaré contigo y estaré dispuesto a acompañarte hasta el final para intentarlo. Este es nuestro plan de vida, y lo que pasó hace años, era algo perfectamente probable, como dijo Jyou en aquel momento, a pesar de que sea muy doloroso, muchas veces suceden pérdidas así antes de culminar el primer trimestre.

Ella asintió. Limpié sus lágrimas con una de mis manos.

-Si lo perdí siendo tan joven, ¿Tendré menos posibilidades ahora?

-No lo sé, pero lo que sí sé, es que eres joven, Sora, lo somos -afirmé -ciertamente ya no tenemos veinte, pero nuestros cuerpos son saludables y estoy seguro de que lo que ocurrió antes no va a condicionar lo que deseemos más adelante. -ella parecía contrariada - No puedo esperar a regresar a Japón, ¿Sabes? Ahora quiero casarme contigo más que nunca. – sus ojos se iluminaron al escucharme decir eso - Pero podrías haberme avisado de los preservativos -agregué burlonamente.

Acerqué mi rostro al suyo y besé su frente, ella suspiró, al parecer se había quitado una carga enorme de encima.

Me levanté con cuidado y la invité a seguirme, ella también se incorporó, lo hizo con lentitud, aún procesando lo que habíamos hablado.

En ese momento mis ideas conectaron con rapidez.

Avancé a zancadas hacia mis pertenencias y extraje de mi valija más grande una pequeña bolsita de terciopelo. Ella contemplaba mi desplazamiento sin entender mucho lo que sucedía.

Me giré y le mostré el pequeño paquetito que estaba en mi mano.

La vi llevar sus manos al rostro y cubrirse la boca con expresión de sorpresa.

-¿Crees que sea de mala suerte que vuelvas a llevar el viejo anillo de compromiso?

-N… no lo sé.

-Habría comprado otro, pero siento que este es el momento propicio -me acerqué a ella, me dio gracia reparar en el estado levemente desaliñado de ambos, los cabellos despeinados, la ropa arrugada pero los corazones felices.

Me incliné hacia adelante y apoyé una de mis rodillas en el suelo, frente a ella, quien estaba enternecida con la escena.

-¿Quieres casarte conmigo cuando lleguemos a Japón? ¿Quieres compartir el resto de tu vida conmigo?

Ella se arrodilló frente a mí, sonriendo.

-Tú no tienes que hacer esto -protesté burlonamente.

-Pero yo te lo propuse antes, y sin anillo. Déjame aceptar nuevamente tu propuesta.

-Todo para quitarme el protagonismo -bufé mientras ella se reía.

Hicimos una pausa para dejar de reírnos y tornar nuestros semblantes un poco más serios, siendo conscientes de lo que estaba sucediendo y de lo mucho que significaba.

Tomé la mano que ella me ofrecía y coloqué el anillo cuidadosamente en el dedo anular.

-Qué suerte que Taichi no está aquí -mencionó ella sonriendo.

Nuestras miradas se encontraron y con lentitud nos pusimos de pie, para finalmente abrazarnos.

-Ahora me convenció más -dije riendo.

Estuvimos unos instantes en silencio, y finalmente le dije que encargaría el desayuno.

Ella se dirigió al cuarto de baño para ducharse. Todo improvisado, pero había sido una conversación necesaria, bastante intensa y fundamental para nuestro futuro. Imaginé que ella llevaría cargando sus preocupaciones mucho tiempo, y no me era ajena la posibilidad de que sintiera miedo, en su lugar, imaginaba que también yo estaría así.

Cuando regresó a la habitación principal, con un notorio cambio anímico, el desayuno acababa de llegar a la habitación. Al cabo de unos minutos ambos estábamos alimentándonos animadamente mientras ella revisaba su celular y me comentaba el itinerario que pensaba seguir, uno que había preparado especialmente para mí.

Nos lo pasamos en grande todo el día recorriendo las atracciones turísticas que ella había pensado que resultarían de interés para mí.

Al ocultarse el sol me llevó al piso en el que vivía, y que compartía con otras dos chicas, una de origen latinoamericano, que fue muy simpática y amable conmigo y la otra proveniente de India, quien también me resultó adorable. Me sentí tranquilo de que Sora estuviera acompañado por personas tan afectuosas, esa era la vibra que ambas me transmitían. Conocí a un hermoso gato que le pertenecía a una de sus compañeras y conocí su pequeña y acogedora habitación, abarrotada de maniquíes y muestras de telas.

-Lamento el desorden, estuve trabajando en un desfile y no tengo atelier -se excusó sonriendo.

-Es como verte en los viejos tiempos, no me escandaliza en absoluto -dije recordando los días previos a cualquiera de sus entregas de proyectos cuando estudiaba en la universidad.

Sora apartó algunas telas y moldes de su cama y me indicó que tomara asiento.

-¿Quieres beber algo?

-Quiero tenerte a ti – susurré galantemente.

Ella se rio cuando me vio extraer de mi mochila, unos pequeños envoltorios con preservativos.

-¿Será muy descortés saltearme la cena con tus encantadoras amigas por follar?

-Querido, es tu mejor sugerencia en varias horas.

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Las soñadas vacaciones de dos días llegaron a su fin.

Recuerdo subir a un autobús acondicionado para convivir con la banda. Recorreríamos parte de Europa allí, menor libertad de movimientos y convivencia más estrecha. Sería complicado, pero confiaba en que lograríamos superar esa etapa con la banda.

Sora fue a despedirnos con emociones encontradas, igual que yo. Me gustaba la idea de Jenn de llevárnosla con nosotros, pero más me agradaba saber que ella estaba bien, y que muchas cosas habían cambiado en ambos respecto al año anterior, aún teníamos objetivos que cumplir por separado.

-Muchos éxitos en las pruebas y desfiles que lleguen.

Ella me abrazó.

-Espero que la gira siga muy bien, que continúen llenando auditorios y teatros.

Estuvimos unos minutos así, deseando que aquello no terminara.

-Quisiera verte algunos días más -protestó ella - a partir de ahora tenemos casi ocho meses por delante para seguir nuestros objetivos.

-Será difícil, pero confío en que habrá alguna nueva oportunidad, no sé cómo.

Ella se separó de mí para verme.

-Cuídate, prometo seguir pensando en grande para el futuro -dijo sonriendo con picardía.

-También yo – nos despedimos cuando el vehículo comenzaba a encender el motor y ya todos estaban subiendo, luego de despedirse efusivamente de Sora.

Cuando la vi desde lo alto del autobús, sonreí como idiota a ver que ella me mostraba discretamente el anillo de compromiso, el mismo de años atrás, ahora reescribiendo la historia que había estado pausada tanto tiempo.

Ahora, más seguros que nunca.

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