Ha despertado y lo que más quiere es quitarse a Deidara de encima, pero este gatito ronroneante no parece acusar recibo ni queja alguna de haberse roto el trasero y sigue descansando muy feliz, prácticamente encima suyo. Los recuerdos invaden la mente de Obito, aprieta el ojo con fuerza tratando de borrarlos, pero es inútil, no ha tenido mejor idea que grabar todo con el sharingan y ahora la intimidad de su mente le reproduce todo lo que hicieron.

Sus movimientos despiertan a Deidara, quien comienza a lamerle el final del cuello de spandex para empezar a ronronearle en la oreja. Obito reacciona rápido y alcanza su propia capa para cubrirlo.

–¡Deidara!

Intenta poner distancia y se da cuenta de que ha sonado como Obito, no como Tobi.

–¡Senpai!– agrega –. ¡Tápate!

Pero Deidara sigue igual de cómodo con la situación. Aunque no entiende muy bien la resistencia después de lo bien que se la pasaron y lo dominante que Tobi demostró que puede ser, se le sube encima. Lame el círculo del hueco de la máscara naranja y luego mete la lengua por completo. Obito cierra su ojo a tiempo, sintiendo cómo la lengua de Deidara le lame el párpado antes de desaparecer.

Cuando vuelve a mirarlo, el rostro de picardía de Deidara no le augura nada de paz.

–Te toqué, hm– ríe como un niño que ha logrado una gran travesura.

Para Obito eso es suficiente, lo separa con firmeza de su cuerpo y se pone de pie. Deidara lo imita y evita que se le escape, le cuelga los brazos al cuello, se pegotea, le refriega su cuerpo húmedo y desnudo.

Carajo, lo ha vuelto a poner duro.

–¿No te gusta, Tobi?– el tono de voz vuelve a transformarse lo suficiente como para sonar increíblemente sexy a un tipo que hasta hace unas horas atrás rozaba lo asexual.

Intenta ocultarse hasta a sí mismo que tiene miedo. No sabe manejar la situación y sería lo peor si Deidara se diera cuenta de ello.

–Tápate, senpai. Hace frío.

Intenta ponerle la capa sobre los hombros, Deidara se le pega más.

Deidara se ha dado cuenta, y sólo por ese tonto emite un pequeño gemido alegre e interrogante.

Enseguida siente las manos del otro colándose por debajo de la capa y abrazarlo desde el trasero con firmeza.

Deidara ríe triunfal y esa risa para Obito suena como una cascada de aleteos de colibríes en medio de un frondoso bosque salvaje. Algo le dice que quedará prendado de sus sonidos otra vez, y entonces Deidara ya le ha apoyado los brazos en el pecho, con lo que la capa se desliza hacia el suelo y queda frente a él desnudo, un auténtico Adonis suave y guerrero a la vez, todo entero para su disposición, si se lo sabe ganar primero.

Le va abriendo las nalgas y las siente húmedas; toca un poco y enseguida sabe que es su semen que aún está allí.

–Por qué no te limpias– dice aunque no quiere que eso suceda, está orgulloso de ello y girar sus yemas en círculos por la superficie mojada se vuelve adictivo.

–Me gusta tu semen, hm.

Obito no se hace de rogar, con esa respuesta tan simple, libremente toca y toca más, hasta escuchar directo en su oído izquierdo:

–Méteme los dedos.

–No– le devuelve en el oído derecho, pero le va abriendo una nalga y lleva la mano izquierda a la boca de Deidara.

Sus dedos comienzan a ser lamidos y chupados con gran vicio. Cuando no aguanta más la imagen, se los saca de la boca y directo se los ensarta en el ano. Deidara aprieta sus dientes y gime, mientras siente cómo Tobi le va dedeando cada vez con más desesperación. Se apoya totalmente en el pecho de Tobi, abre las piernas e intenta ponerse en puntas de pie.

Obito continúa sin parar. Deidara empieza a gemir como puta y a Obito le encanta eso, así que piensa que sólo tiene que seguir, deseando hacerle venir con los dedos de las dos manos que le está metiendo y con las que le sacude todo el interior.

Deidara le cuelga una pierna alrededor de la cadera y se balancea desde el cuerpo de Tobi. No pasa demasiado hasta que empieza a gemir más agudo, levanta la vista y mira muy fijo a la máscara.

–Carne– le pide –. Quiero carne– y le dedica un gemido personal que a Obito le vuelve loco.

No, no puede con eso. Le va a tener que hacer algo, antes de que él le dé algo.

Obito lo hace gemir más desesperado hundiendo los dedos con brusquedad. Luego los saca, y Deidara está moviendo la cadera, duro e impaciente.

Odia que Tobi lo haga esperar.

–¡Quiero tu carne! ¡Dámela!– le ordena, pero la angustia se le nota un poco tras el gemido.

–Di por favor.

–Mmmm… Tobi…– se refriega sensual contra él, intentando ganarle por medio de sus encantos.

–Di por favor– repite, asombrado de su dureza.

Deidara gime más.

–Carne… Tu carne…– le suplica, alzado.

Obito no ve otra opción, vuelve a meterle un dedo mientras Deidara exclama.

–Di por favor.

–No… Ah…

–Dilo.

–¡N-no!

–¡Dilo ya mismo!– le mete más dedos, ya sin cuidado, y un sonido de queja muy suave le indica que, en su interior, Deidara se ha rendido.

Chiquillo malcriado. Rendido y todo, aún no le pide por favor. Así que lo penetra hasta el nacimiento de los dedos, llegando un bultito que le llama la atención, y Deidara grita.

–¡Ahí! ¡Sí! ¡P-por fa-favor…! ¡Ah…!

Para sorpresa de Deidara, se ve levantado por los aires y sentado en algo duro. Grita.

Obito le penetra estando de pie, y cargando el cuerpo de Deidara por debajo de sus piernas desnudas, comienza a subirlo y bajarlo, deslizándolo por toda la extensión de su verga parada.

Deidara se prende con fuerza a sus trapecios, sus bocas muerden los omóplatos de Obito.

En pocos empujones, Deidara se viene, y Obito se le burla.

–¿Qué no querías carne, senpai?– y sigue, cada vez con más fuerza. Piensa que podría cansarse y le gustaría zanjarlo rápido para no sentirse inseguro.

Lo penetra como un taladro a la tierra, aumenta la velocidad y el roce se hace hasta casi doloroso. Le gusta, le gusta mucho, y Deidara sigue emitiendo esos sonidos para él. Pero cuando el chico calla, no puede evitar preocuparse un poco, lo mira y baja un poco el ritmo, pero no encuentra su mirada de nuevo.

Deidara está con los ojos cerrados, por primera vez negándole sus delicados zafiros, componiendo un rostro extraño. Entonces grita, es un único grito agudo y desgarrado, y Obito comprende, que el muchacho se está viniendo en seco. Por lo que decide que él también va a disfrutar. Ya no le importa ser cuidadoso con los sonidos.

Lo alza más alto para retirarle el pene, mientras sus músculos de los brazos se tensionan y muestran todas sus duras venas. Sale de su interior y lo carga galante en brazos, lo posiciona con delicadeza sobre la dura tierra. Pero hasta allí llegó su delicadeza.

Enseguida se tira encima del chico, buscando su agujero con su pene. Deidara le abre las piernas y es vuelto a penetrar.

–Me gusta la rapidez con la que te entregas– dice, antes de darle la primera estocada, sus rodillas se clavan en el suelo pedregoso.

–¡No me entrego! Y no es rápido– le responde airoso mientras se aferra a sus trapecios para resistir mejor las embestidas –. Es sólo que mi cuerpo responde al tuyo ¡ngh! Sin que yo lo pueda controlar… Hmmm…

–Sí, lo que digas, senpai– resopla.

Deidara ríe cantarinamente y le golpea un hombro. Obito mentiría si dijera que el gesto no lo sorprende, y le insufla nuevas oleadas de confianza para hacer con él lo que quiere.

Sigue meneando la cadera, y estar en su interior es más que delicioso. Se viene copiosamente, un chorro detrás del otro, sin saber cuándo terminará.

La falta de aliento y los gritos encelados de Deidara le marcan el fin. Se desploma encima, sin lograr salir del chico. Siente unas leves caricias en su pelo, antes de caer profundamente dormido y pensar, que quizás Deidara, le gusta demasiado.


Capítulo dos de esta "Cuatrilogía de las primeras veces", que alguna vez empecé con Get Down y siguió con Closer. Donde básicamente, relato las primeras veces sexuales de ambos en universo ninja. Queda un capitulito más. ¡Qué lindo poder escribir obidei!