Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de tenneyshoes y los personajes son de Masashi Kishimoto, yo únicamente traduzco.
Capítulo 2
Hinata corrió con Naruto por toda la aldea hacia el hospital, sin perder el tiempo en pasar por casa para dejar las maletas. ¡Necesitaba inmediatamente a Tsunade o a Sakura para averiguar lo que le pasaba a su marido! Lo condujo hasta la recepción del hospital y estaba a punto de preguntar si estaban Tsunade o Sakura cuando la mismísima médica de pelo rosa se puso detrás del mostrador y empezó a organizar un expediente.
—¡Sakura! —exclamó Hinata aliviada. La médica levantó la mirada, sorprendida por un momento, y luego una sonrisa se deslizó por su rostro.
—¡Hola, Hinata, Naruto! Bienvenidos. No os esperábamos hasta esta tarde. —Salió rápidamente de detrás del mostrador y envolvió a Hinata en un cálido abrazo. Estaba a punto de hacer lo mismo con Naruto, pero Hinata la detuvo.
—Necesitamos tu ayuda. —Como Sakura le dirigió una mirada de confusión, Hinata se explicó mejor—: Algo… le ha ocurrido a Naruto. —Sakura dirigió de golpe sus ojos verdes hacia el rubio que estaba a su lado avergonzado, pero Hinata la interrumpió de nuevo—. No estamos completamente seguros de qué pasa. ¿Podemos ir a un lugar más apartado?
Sakura los condujo escaleras arriba hasta la tercera planta y por el pasillo. Estaba a punto de dejarlos pasar a su despacho cuando Tsunade salió de una sala y localizó a sus shinobi favoritos. Los saludó animadamente, pero tomó nota de la forma extrañamente tímida en que Naruto se estaba comportando y preguntó si iba todo bien.
—Naruto… parece haber perdido la memoria —le contó Hinata titubeando. Tsunade dirigió sus agudos ojos hacia Naruto y él se encogió de hombros con timidez—. No sabemos cómo pasó o por qué, pero se despertó esta mañana y no tenía ni idea de qué ocurría. ¿Podría examinarlo?
Tsunade le dirigió una cálida sonrisa a la preocupada joven y empezó a guiar a Naruto por el pasillo.
—Claro, Hinata. Lo arreglaremos.
Sakura iba a seguirlos, pero Hinata la detuvo una vez más.
—Sakura, necesito tu ayuda con otra cosa.
Dos horas después, Hinata estaba apoyada contra la pared de fuera de la sala de reconocimiento. No podía evitar retorcerse las manos con nerviosismo, sin importar cuántas veces le dijera Sakura que todo iba a ir bien. Sus dedos retorcieron ansiosamente su alianza en su dedo.
Después de lo que pareció una eternidad, Tsunade salió de la sala, gritándole a Naruto que se quedase allí.
—Sakura, ¿puedes ir a distraerlo mientras yo hablo con Hinata? —preguntó con cansancio. Su joven prodigio asintió y le lanzó otra sonrisa tranquilizadora a Hinata antes de apartarse de la pared y meterse en la sala. Tsunade se giró hacia Hinata en cuanto la puerta estuvo cerrada—. Tenías razón, falta parte de su memoria.
Solo años de educación Hyuga evitaron que Hinata se desplomase contra la pared.
—No parece tener ni un ápice de recuerdos de más o menos los últimos cinco años. Recuerda el fin de la guerra y volver a casa un tiempo, pero hasta ahí —continuó Tsunade—. ¿Hay alguna razón por la que haya podido ocurrir esto? ¿Tuvo algún accidente? ¿Se dio un golpe en la cabeza mientras viajabais?
Hinata ya estaba negando con la cabeza antes de que hubiera pronunciado la primera pregunta por completo.
—No —dijo con seriedad—. No pasó nada. Solo visitamos la Cascada. Ni siquiera entrenó, no se dio ningún golpe en la cabeza, no estaba enfermo. Simplemente se despertó esta mañana completamente confuso. Creo que pensó que estábamos teniendo una aventura o algo así. Empezó a entrar en pánico cuando vio mi alianza. Hablé esta mañana con Kurama y, por lo que puedo ver, lo que fuera que le ocurrió a Naruto no le ha afectado a él. Me recordaba a mí, preguntó por Jiraiya, no estaba confuso en cuanto a dónde estábamos ni nada. No tenía ni idea de lo que podría haber pasado y prometió intentar encontrar algo, pero dijo que llevaría tiempo… ¿No recuerda nada de los últimos cinco años? —preguntó con desesperación.
Tsunade frunció el ceño y negó con la cabeza.
—No, nada. No paraba de preguntarme si estaba segura de que los dos estabais casados. ¡No se calló hasta que le dije que yo había estado en el templo y que lo había presenciado todo!
Hinata inclinó la cabeza hacia delante. Deslizó los dedos bajo el flequillo y se lo retiró de la frente, tirando suavemente.
—¿Qué le voy a decir a Jiraiya? —se preguntó débilmente.
Antes de que pudiera empezar a buscar siquiera una respuesta, la puerta de la sala de Naruto se abrió de golpe y salió hecho una furia, apartando a Sakura y girándose para gritarle a la Hokage. Sin embargo, antes de que pudiera ir muy lejos, la atención de todos se vio dirigida hacia el extremo del pasillo.
—¡Mamá!
Había un niño rubio en lo alto de las escaleras. Estaba moviendo la mano frenéticamente y, cuando Hinata se giró para mirar, corrió a toda la velocidad a la que sus piernecitas pudieron llevarlo. Con la ilimitada confianza que solo tienen los niños, el pequeño rubio alcanzó a Hinata y lanzó literalmente su pequeño cuerpo a sus brazos. Ella lo cogió, por poco, y lo levantó sobre su cadera, apartándole su brillante pelo rubio de sus brillantes ojos azules.
—Jiraiya, ¿qué estás haciendo aquí? —le preguntó en voz baja. Era sumamente consciente de la mirada sorprendida de Naruto sobre ella y se preparó.
—¡Kur'nai y 'Sami me trajeron para que viera a Kiba y a 'Maru! —le informó con un grito de emoción. Un dedo regordete señaló hacia las escaleras desde donde Kurenai Yuhi y su hija Asami estaban caminando lentamente hacia el grupo—. ¿Por qué eshtás aquí, mamá? Kur'nai dijo que papá y tú no volveríais a casa hasta la noche. Hola, papá —dijo, saludando alegremente a Naruto con la mano por encima del hombro de Hinata.
El pánico se apoderó de nuevo de Hinata y dirigió la mirada de golpe hacia Naruto, preocupada por cómo iba a reaccionar. La sorpresa en su rostro todavía era evidente y no parecía ser capaz de apartar los ojos del niño, pero esbozó una pequeña sonrisa y le devolvió el saludo con un pequeño gesto.
—Disculpadme un momento —dijo Hinata tímidamente antes de apartarse rápidamente del grupo, con su hijo todavía en brazos. De nuevo, Jiraiya saludó a todos por encima de su hombro y dijo en voz baja un poco entusiasta «adiós, papá». Hinata dobló la esquina y luego bajó a Jiraiya al suelo con suavidad y se agachó a su altura.
Antes de que ella pudiera decir nada, el niño preguntó:
—¿Por qué dejamos a papá? Yo que'ía un abrazo —le dijo tímidamente. Hinata cerró los ojos brevemente para recomponerse, intentando ignorar el sonido de su corazón rompiéndose, y alisó suavemente las salvajes puntas doradas de Jiraiya.
—Lo sé, ranita —le dijo amablemente. Jiraiya la miró a través de su flequillo. El niño era prácticamente el clon de Naruto, ruidoso, de personalidad alegre y todo, hasta que pensaba que había hecho algo malo y que se había metido en problemas. Entonces, soltaba cada pizca de la timidez que podría haber heredado de Hinata—. Pero papá ahora mismo no se encuentra muy bien.
Jiraiya ensanchó sus brillantes ojos azules, casi cómicamente, y abrió su boquita.
—¿Qué le pasha? —preguntó, acercándose más a su madre y moviéndose de forma inquieta.
La boca de Hinata se torció en una mueca que intentó convertir en sonrisa, pero no estaba segura de cuánto éxito estaba teniendo realmente.
—No estamos muy seguros. Por eso está aquí para ver a la señora Tsunade y a Sakura. Van a hacer que esté mucho mejor, ¿vale?
Jiraiya asintió rápidamente y le sonrió alegremente a su madre.
—¡No te preocupes, mamá! ¡'Nade y Sa-ku-ra harán que papá esté mejor y luego podrá venir a casa con nosotros! —la consoló sabiamente, poniendo más cuidado con el nombre de Sakura. Hinata intentó sonreír de nuevo, con un poco más de éxito, y cogió a su niño en brazos, abrazándolo con fuerza. Cuando volvió a doblar la esquina, solo Tsunade, Kurenai y Asami la estaban esperando. Mientras volvía por el pasillo, Hinata vio el reloj de la pared y se desanimó un poco.
—Señora Tsunade, póngame al tanto —dijo Kurenai cuando Hinata estuvo lo suficientemente cerca. Avanzó y envolvió a su antigua estudiante y al niño en un cálido abrazo por un momento antes de dar un paso atrás.
—Kurenai-sensei, odio pedirlo, pero ¿podrías cuidar de Jiraiya un rato más? —solicitó Hinata—. Naruto y yo esperábamos estar en casa hace una hora como muy tarde porque yo tenía una reunión con los ancianos que empezó hace quince minutos.
Kurenai extendió las manos sin decir una palabra para coger al niño y Tsunade le hizo a Hinata un gesto de despedida.
—Vete, no hay mucho que puedas hacer aquí, de todos modos. Quiero que Naruto se quede aquí y hacerle algunas pruebas, ver si podemos encontrar algo. Vuelve después de la reunión y veremos qué hacer entonces. —Así, con una cálida palmadita en el hombro, hicieron que Hinata se marchara del hospital.
Un profundo cansancio parecía haberse asentado en los mismísimos huesos de Hinata para cuando llegó a las puertas del complejo Hyuga. No quería más que arrastrarse a la cama con su marido a un lado y su hijo al otro y simplemente olvidarse de todo, pero eso no era posible. Incluso si reaparecía de algún modo la memoria de Naruto, todavía tenía que sobrevivir a esta reunión del consejo y, al llegar media hora tarde, sabía que los ancianos no iban a estar contentos. Preparándose, Hinata abrió la puerta y se metió dentro.
Inmediatamente, cada ojo de la sala estuvo sobre ella y tuvo que obligarse a no retraerse ante algunas de las no tan sutilmente escondidas miradas de furia. Manteniendo la espalda y los hombros rectos, Hinata marchó hacia su sitio al lado de su padre.
—Me alegro de ver que al fin puedes unirte a nosotros, Hinata —dijo Kimiko mordazmente, una anciana rígidamente tradicional que había estado molesta con Hinata desde su decisión de casarse con alguien ajeno al clan.
—Me disculpo, honorables ancianos. Surgió una emergencia y me retrasé en el hospital. —Algunos de los ancianos gruñeron, pero la mayoría se tomó con calma su excusa. Hinata notó que su padre se movía como si fuera a pedirle que se explayara, pero escogió dejar el asunto por el momento y morderse la lengua. El consejo volvió a lanzarse a los asuntos sobre los que habían estado debatiendo sin mucha vacilación y Hinata se esforzó por prestar atención a medida que pasaban las horas. La única razón por la que la habían invitado a esta reunión era para que aprendiera cómo se hacían las cosas, para que estuviera preparada para tomar un día el control en lugar de su padre. Pero era difícil concentrarse en los ancianos de habla monótona cuando su mente no paraba de vagar de regreso al hospital.
Le llamó la atención cuando oyó su nombre.
—Hinata, ¿cuánto queda para que regreses a la hacienda? —preguntó Kimiko bruscamente. Por dentro, Hinata sintió que se le hundía el estómago. ¡Se había olvidado completamente de la mudanza!
—Naruto y yo planeábamos regresar a la hacienda la semana que viene, pero han surgido algunas cosas que pueden retrasar nuestros planes. —No tenía ninguna intención de contarles a los ancianos lo que había ocurrido aquella mañana, pero estaría increíblemente sorprendida si conseguía mudar a su familia al complejo Hyuga con Naruto en el estado en el que estaba. No se hacía ilusiones de que los ancianos no fueran a averiguarlo, pero quería retrasar el asunto hasta que ella hubiera conseguido encontrar el equilibrio de nuevo.
—¿Otra excusa? —preguntó Kimiko de forma engreída—. Primero, estabas embarazada. Luego, dijiste que tu hijo era demasiado pequeño como para desplazarlo. Después, tu marido estuvo dos meses fuera en una misión, y ahora ha surgido otra crisis. En serio, niña, ¿tienes alguna intención de regresar a la casa de tu familia? ¡Si vas a ser la líder de este clan después de tu padre, deberías vivir con el clan!
—Basta, Kimiko —ordenó Hiashi con voz firme—. Hinata regresará a la hacienda cuando esté lista. Estoy seguro de que recuerdas lo caótica que puede ser la vida con un marido shinobi en activo y un niño pequeño. Si ha surgido algo, entonces no hay nada que hacer. Si eso es todo, entonces creo que aquí hemos terminado. —Las palabras de Hiashi implicaban que escucharía cualquier otro asunto, pero el tono de su voz advertía con fuerza que no lo hicieran. Fueran lo que pudieran ser, los ancianos del clan Hyuga no eran idiotas. Hablando en voz baja entre ellos, el consejo salió de la sala.
Cuando los últimos pocos ancianos deambularon por las puertas, Hinata soltó lentamente un aliento controlado, con los ojos cerrados mientras intentaba mantener a raya en vano una jaqueca. Mientras sus dedos se enterraban en sus sienes, sintió una cálida mano grande en su hombro y miró a su padre a la cara.
Aunque todavía era un hombre relativamente joven y había envejecido bien, la vida de un shinobi le había pasado factura a Hiashi Hyuga y las arrugas de su rostro se hacían más profundas con los años. Su una vez lisa frente no estaba arrugada del todo, pero era fácil saber dónde aparecerían las arrugas cuando frunciera el ceño. Sin embargo, en los años que habían pasado desde la guerra, las arrugas alrededor de su boca y ojos también se habían hecho más profundas y ahora aparecían mientras le sonreía amablemente a su hija mayor.
—¿Hay algo que tengas que contarme, Hinata? —preguntó suavemente. Si notó su pequeño encogimiento, no lo comentó y, cuando ella asintió, le indicó que se levantara y la condujo por los pasillos hasta su estudio.
Al igual que el resto del complejo, el estudio de Hiashi era una habitación de aspecto regio. Grises y marrones claros contrastaban agradablemente en la sala escasamente decorada y las estanterías ocupaban la mayor parte de las paredes, completamente llenas de viejos tomos y pergaminos. Hiashi le indicó a Hinata que se sentase delante de su escritorio y se puso cómodo antes de mirarla con expectación.
Hinata se mordió el interior del labio, intentando poner en orden sus pensamientos.
—Lamento haber llegado tarde a la reunión, padre. Naruto y yo volvimos a la aldea a tiempo, pero… ha ocurrido algo y tuve que llevarlo al hospital.
La mirada aguda de Hiashi no abandonó su rostro en ningún momento mientras asentía una vez en reconocimiento y dijo:
—Sí, mencionaste algo sobre eso cuando llegaste. ¿Qué pasó? ¿Tu marido está herido?
Hinata hizo una mueca e intentó no moverse con nerviosismo.
—No… ¿exactamente? —Se maldijo por convertirlo en pregunta—. Estaba perfectamente bien anoche, pero cuando se despertó esta mañana… la señora Tsunade lo examinó cuando llegamos y me informó de que no tiene recuerdos de los últimos cinco años, más o menos. —Hinata observó a su padre con cautela, esperando su reacción, y no quedó decepcionada. Tal vez era testamento de lo inesperada que era su noticia, porque sus cejas subieron hasta la línea del nacimiento del pelo de la sorpresa.
—Los dos apenas estabais cortejándoos siquiera hace cinco años. —La voz de Hiashi era suave y amable, pero aun así golpeó a Hinata como un martillo de guerra. Volvió a hacer una mueca.
—No lo recuerda. No tuve mucho tiempo para hablar con la señora Tsunade antes de que tuviera que irme a la reunión, pero me dijo que solo recuerda el fin de la guerra y volver a la aldea durante un corto período de tiempo. Él y yo no empezamos a cortejarnos hasta después de que hubiera regresado de las otras aldeas, un año después de que terminara la guerra. —Hinata estaba confiando considerablemente en su educación para permanecer tranquila y concisa mientras le explicaba lo que sabía a su padre, pero se estaba haciendo cada vez más difícil mantener a raya el pánico que sentía. No quería otra cosa sino volver corriendo al hospital y esperar que la Hokage tuviera más información para ella, pero tenía que aclarar primero las cosas con su padre.
Hinata pudo ver los engranajes girando en la cabeza de su padre mientras reflexionaba sobre la situación. Finalmente, pareció tomar una decisión y volvió a levantar la mirada hacia ella.
—Deberíamos esperar antes de tomar ninguna decisión hasta que sepamos más. Te acompañaré de vuelta al hospital y veremos si la señora Tsunade tiene algo más que decirnos, y luego formaremos un plan. —La voz de Hiashi era de negocios y, aunque a la mayoría le habría parecido indiferente y desapegada, Hinata obtuvo consuelo de la familiaridad de la misma. Pero cuando iba a levantarse de su asiento, ella le indicó que esperase.
—Hay más. —Temía totalmente empeorar esta situación, pero no podía decírselo a su marido por el momento, así que su padre era la siguiente mejor opción—. Estoy embarazada otra vez. —Si pensaba que antes había sorprendido a su padre, no fue nada comparado con la impresión en su rostro esta vez.
—Hinata —susurró, una empatía y una tristeza que rara vez le oía fueron evidentes en su voz. Buscó algo que decir y finalmente preguntó—: ¿Se lo habías dicho?
Hinata negó con la cabeza y bajó la mirada al suelo.
—Decidimos que queríamos intentar tener otro hijo hace unos meses, pero no sospeché nada hasta después de que nos marchásemos la semana pasada. Mientras la señora Tsunade examinaba a Naruto, le pedí a Sakura que lo comprobase y confirmó mis sospechas. Quiero alegrarme por esto y, a cierto nivel, me alegro, pero no puedo evitar preocuparme por cómo va a complicar todavía más las cosas.
—¿Dónde está Jiraiya? —preguntó su padre, desviando la atención hacia el hijo de ella.
—Kurenai-sensei estaba cuidando de él mientras Naruto y yo estábamos fuera. Ahora lo tiene ella, pero no le puedo pedir que se lo quede más tiempo ahora que Naruto y yo hemos vuelto. Nos vio en el hospital y va a ponerse insufrible hasta que lo llevemos a casa, pero no sé qué hacer. ¡No puedo decirle que su propio padre no tiene ni idea de quién es! —El pánico de antes empezó a borbotear de nuevo de su estómago y, antes de que se diera cuenta, su padre estaba arrodillado ante ella, con las manos en sus hombros y mirándola a los ojos.
—Todo va a ir bien, Hinata —le dijo con una mano alisando su pelo oscuro—. Si se convierte en un problema, Jiraiya puede quedarse aquí con Hanabi y conmigo hasta que se solucione todo. Lo primero es lo primero, tenemos que ir al hospital y ver cómo están las cosas. —Tomando consuelo de la tranquila confianza de su padre, Hinata asintió, se secó las pocas lágrimas que se habían escapado de sus ojos y lo siguió para salir del complejo.
Cuando padre e hija llegaron al hospital, los dirigieron rápidamente a la tercera planta, a la habitación en la que había estado Naruto. Mientras caminaban por el pasillo, se pudieron oír gritos indistintos desde la dirección en la que iban antes de que se interrumpieran abruptamente. Hiashi llamó dos veces a la puerta y esperó una respuesta antes de preceder a Hinata para entrar en la habitación.
Naruto estaba en el lado opuesto de la habitación, con el gesto torcido en un frunce y mirando con furia a Tsunade cuando entraron. Su rostro cambió inmediatamente cuando vio al líder del clan Hyuga y Hinata notó que palidecía ligeramente el color de su rostro. Quería ir corriendo hacia él y rodearlo con los brazos, pero se contuvo. Fue vagamente consciente de que Tsunade estaba saludando a su padre y compuso el valiente esfuerzo que se requería para apartar los ojos de Naruto y dirigirlos a la Hokage. Tsunade le ordenó a Naruto que esperase allí y condujo a los recién llegados fuera de la habitación y de nuevo al pasillo.
Hiashi esperó pacientemente mientras Tsunade les actualizaba con lo que había descubierto, pero Hinata no podía parar de moverse ansiosamente.
—Tenemos una mejor idea de dónde se interrumpe su memoria. Justo después de la guerra, dejó la aldea para ayudar a las otras naciones durante un tiempo y lo último que recuerda es visitar la Aldea Oculta de las Nubes con Killer B. Lo último que recuerda es entrenar «ayer» con B. Insiste en que no hicieron trabajo pesado, pero estaban experimentando con el chakra de Kurama e intentando crear nuevos jutsus. Dijo que no sufrió heridas, no se dio un golpe en la cabeza y que ni siquiera estaba cansado cuando se fue a dormir —recitó Tsunade los hechos de la manera formal en que lo hacen todos los médicos con experiencia—. Físicamente, está bien. No hay razón para creer que tenga un traumatismo ni nada que apunte a de dónde vino esto.
Hinata quiso preguntar si Kurama había encontrado algo ya, pero sabía que era demasiado pronto para esperar resultados y se sintió aliviada cuando su padre tomó el mando y empezó a hacer preguntas. Estaba al borde de la desesperación.
—Entonces, ¿cuál es nuestro siguiente paso? —preguntó él, igualando el tono formal de Tsunade.
—He hecho todas las pruebas que se me han ocurrido y no he conseguido nada —admitió Tsunade, claramente decepcionada ante la falta de resultados—. Sea lo que sea esto, no es un caso normal de amnesia retrógrada. No tengo ninguna razón para mantenerlo encerrado en el hospital y, de todos modos, él intentaría escapar. Quiero que vuelva a su rutina normal y, con suerte, se desencadenará algo. Hinata, quiero que te lo lleves a casa por esta noche. —La ansiedad de Hinata debía de haberse mostrado en su rostro, porque Tsunade colocó una mano amable en su hombro antes de continuar—. Sé que será raro, pero ahora mismo esto es lo mejor para él. Tiene que estar en lugares que le resulten familiares, con cosas que le resulten familiares. Voy a sacarlo de la lista de personal en activo, pero quiero que mantenga su rutina normal. Haz que se levante todos los días a la hora de siempre, asegúrate de que entrena como lo hace normalmente, haz que interactúe con gente, en especial con Jiraiya. —Hinata se mordió el labio, pero enderezó los hombros y asintió—. Lo único que no quiero que hagas es contarle recuerdos cuando pregunte.
Hinata sintió que juntaba las cejas mientras preguntaba:
—¿Por qué no?
Tsunade suspiró y apoyó las manos en las caderas.
—No quiero arriesgarme a alterar nada. Si empezamos a contarle en detalle cosas que han pasado, puede que coja lo que le decimos y rellene los huecos. No hará que recupere nada y después, si de verdad recuerda, no sabrá qué es real y qué no. Preferiría que recordase las cosas por su cuenta. Puedes contarle lo básico, como que estáis casados y el cumpleaños de Jiraiya, y dónde está la cubertería, pero no le cuentes cosas específicas como qué pasó en vuestra primera cita, ni nada parecido. —Hinata asintió, mostrando su comprensión y entonces, antes de que estuviera preparada, la condujeron de regreso a la habitación.
Naruto estaba apoyado de mal humor en el alféizar de la ventana, tristemente de brazos cruzados cuando volvieron a entrar.
—¿Y bien? —le preguntó negativamente a Tsunade sin moverse de su posición.
—No uses ese tono conmigo, mocoso, estoy intentando curarte. —Naruto pareció adecuadamente reprendido mientras Tsunade continuaba—: Vas a irte a casa por esta noche. Hinata va a ayudar a que vuelvas a tu rutina normal y, con un poco de suerte, algo te refrescará la memoria. Quiero que vuelvas al hospital dentro de una semana para ver si has hecho algún progreso y, a partir de ahí, miraremos otras opciones. Por ahora, puedes irte. —Tsunade se dio la vuelta, le dirigió a Hinata una última sonrisa alentadora y luego se marchó. Naruto se movió con incomodidad, sus ojos se desplazaron entre Hinata y su padre por un momento antes de que Hiashi interviniese.
—Será mejor que os dirijáis a casa. Creo que tienes maletas que deshacer, Hinata. Tiene que quedarse en un lugar que le resulte familiar por el momento y que os mudéis de nuevo al complejo no es una opción por ahora. —Hinata asintió y se movió hacia la esquina para recoger las polvorientas maletas de viaje que había dejado aquella mañana, claramente consciente de que la seguían los ojos de Naruto.
—Tendré que pasar por casa de Kurenai-sensei para recoger a Jiraiya…
—Iré yo a por él —se ofreció su padre, interrumpiéndola con suavidad—. Vosotros dos id a casa y yo os lo llevaré. —Hiashi le ayudó a coger la segunda maleta, dejándola en sus manos a regañadientes y luego se marchó después de Tsunade, dirigiéndole a Naruto una larga mirada que pareció hacer que el más joven se estremeciera por dentro. Con un asentimiento y otra mirada de aliento para Hinata, se marchó.
Preparándose, Hinata se giró para mirar tentativamente a su marido. Se sentía como si tuviera doce años de nuevo y no pudo pensar en nada que decir. Naruto, no obstante, nunca había sido de los que permanecía en un silencio incómodo. Antes de que a ella se le ocurriese algo que decir, él estuvo delante de ella, sacándole las maletas de entre los dedos y de su hombro.
—Las llevo yo, tú ve delante. —Le contestó un momento de aturdido silencio antes de que Hinata asintiera con timidez e indicara el camino desde el hospital.
