Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de tenneyshoes y los personajes son de Masashi Kishimoto, yo únicamente traduzco.

Capítulo 3

Naruto siguió a Hinata a través de calles desconocidas, todavía intentando hacerse a la idea de las sutiles diferencias. El sol estaba a punto de ponerse e iluminaba brillantemente los rostros de los Hokages, captando reiteradamente su atención. Naruto intentó usar el monumento para mantenerse orientado mientras asimilaba la aldea. Se había ido de la Hoja hacía un mes para visitar la Aldea Oculta de la Nube y, aunque la construcción había estado en auge como un hormiguero, la mayoría de la aldea todavía había sido un laberinto de tiendas y de cimientos recién dispuestos. Ver tal diferencia lo estaba desequilibrando. De niño, Naruto había conocido cada recoveco de esta aldea mejor que la mayoría de jonin. No reconocer la aldea en la que había crecido le hacía sentirse desfasado.

Para alivio suyo, la caminata no duró mucho antes de que Hinata lo condujese para subir un tramo de escaleras bien iluminado al lado de un edificio de apartamentos. Abrió la puerta principal y le hizo pasar al interior.

Cuando encendió las luces, Naruto se vio recibido por un salón acogedor. Un conjunto de sofás y un sillón rodeaban una mesa baja por tres lados, una televisión y un equipo de música a la izquierda con algunas cajas amontonadas al lado. Una arcada grande se dividía a su izquierda y conducía a una cocina a oscuras. Sintiéndose un poco entrometido, Naruto siguió a Hinata por la sala y a lo largo de un oscuro pasillo, donde ella encendió las luces de un dormitorio al fondo y se dio la vuelta para cogerle las maletas de las manos.

Se quedó mirando sin saber qué hacer consigo mismo cuando ella dejó las maletas a los pies de una cama grande que estaba contra la pared opuesta y se giró hacia él. Un bonito sonrojo cubría el puente de su nariz y parecía tener problemas para levantar los ojos para encontrar su mirada.

—¿Te apetece cenar? —ofreció con incertidumbre—. Esta mañana nos saltamos el desayuno y no creo que te haya dado tiempo de comer en todo el día.

Naruto no tenía mucho apetito, pero asintió con la cabeza y le dio las gracias educadamente. Intentó no moverse ansiosamente, pero no podía decidir dónde poner las manos, así que optó por meterlas en los bolsillos.

—Vale —respondió Hinata, moviéndose hacia él para salir por la puerta hacia la cocina—. Siéntete libre de… eh… echar un vistazo y ver si… reconoces algo. Estaré en la cocina si necesitas cualquier cosa.

Naruto le dio las gracias y luego simplemente se quedó con incomodidad en la entrada de la habitación sin saber qué hacer. ¡Nunca se había sentido tan incómodo en su vida! Se movió con inquietud un momento y después, como era un hombre de acción, decidió aceptar su oferta y empezó a mirar a su alrededor.

La habitación era sorprendentemente espaciosa, teniendo en cuenta lo que había visto del apartamento, era relativamente pequeño. La cama grande dominaba el cuarto, al ser el evidente foco de atención, pero no era demasiado grande para la habitación. Un bonito cabecero de oscura madera pulida y un estribo reflejaban la suave luz de la habitación, y el esponjoso edredón blanco invitaba a Naruto a acostarse sin más y a dormir para que pudiera parar de preocuparse por todo lo que había pasado. Pero sin importar lo tentadora que pareciese la cama, la idea de que fuera su cama y de que la compartía lo mantenían a distancia.

Continuando con su observación, Naruto notó dos mesitas de noche iguales a cada lado de la cama. La que estaba a la derecha estaba abarrotada de trozos de papel y de varios cachivaches, mientras que la de la izquierda tenía un marco de fotos y una pequeña caja de madera que asumía que era para joyas. Situado en la pared a la derecha de la cama, había un armario con ropa pulcramente colgada. En la misma pared, una puerta abierta conducía a un cuarto de baño a oscuras.

Inmediatamente a su izquierda, abrazando la pared en la que estaba la puerta, había una cómoda alta con un espejo sobre ella. Estaba hecho de la misma madera oscura pulida que la cama y las mesitas de noche, y la parte de arriba le llegaba más o menos al pecho, aunque Naruto era alto e imaginaba que, con la corta estatura de Hinata, sólo sería capaz de verse de hombros para arriba. La parte de arriba de la cómoda estaba llena de más fotos que no se atrevió a mirar más atentamente, algunas piezas de joyería, un poco de dinero y otros cachivaches. En general, la habitación estaba pulcra y limpia, pero todavía tenía la definitiva impresión de que se vivía en ella y la idea puso un poco incómodo a Naruto.

Había vivido solo desde que tenía memoria y la idea de que ahora lo compartía todo, incluida una habitación, precisamente con Hinata Hyuga era ininteligible. Negó con la cabeza, apagó la luz y volvió a retirarse al pasillo a oscuras. Siguiendo por el pasillo sólo unos metros, pero del mismo lado, había dos puertas más. La que estaba más lejos de él estaba ligeramente entreabierta y, a juzgar por la tenue luz que llegaba del salón y de la cocina, podía ver que era otro cuarto de baño. Resuelto a ignorar las fotos que colgaban de la pared, Naruto cruzó la corta distancia hasta la última puerta misteriosa y se asomó al interior. No estaba preparado en modo alguno para lo que vio.

Una pequeña cama de niño estaba situada en el rincón opuesto contra una pared azul y había juguetes apilados en los bordes de la habitación. Fotos colgaban de la pared, la cama estaba hecha pulcramente y el sapo de peluche que se parecía sospechosamente a Gamatatsu le sonreía bobaliconamente desde encima de la almohada.

Cuando Naruto había visto al pequeño en el hospital, se le había caído el alma a los pies. Era imposible negar que el niño era exactamente igual a él. Desde que tenía memoria, Naruto había querido una familia y la imagen de Hinata con aquel niño rubio en brazos que sólo podía ser hijo suyo le había atravesado directamente el corazón. Naruto no podía mentirse e intentar decir que no lo deseaba. De hecho, sabía que lo deseaba con muchísimas ganas. Pero no estaba preparado para esto.

Despertarse con una mujer desnuda en sus brazos había sido una impresión inconcebible por sí sola. Descubrir que esa mujer desnuda no sólo era Hinata, sino que estaba casado con ella y que tenían un hijo juntos era… bueno, Naruto no estaba seguro de que conociera las palabras para describirlo. ¿Imposible? ¿Increíble? ¿Vivificante? ¿Aterrador?

Naruto ni siquiera sabía cómo actuar cerca de Hinata, una chica a la que conocía desde la infancia. No tenía ni idea de cómo iba a lidiar con un niño al que nunca había conocido, pero que esperaba que él actuase como su padre. Naruto no sabía nada de ser padre, ¡por el amor de Kami! Era huérfano.

Sus pensamientos se revolcaron en su cabeza mientras apagaba de nuevo la luz y huía de la escena. Se asomó por la esquina hacia la cocina y vio a Hinata.

Estaba apoyada contra la encimera, al lado de los fogones. Algo borboteaba alegremente en una olla y le llegó un olor delicioso a la nariz, pero Naruto no pudo concentrarse en otra cosa que no fuera la mujer encorvada contra la encimera. Tenía las bases de las palmas enterradas en los ojos, los dedos enredados en su oscuro flequillo. Hundió los hombros y Naruto dudó que la hubiera visto nunca más agotada y derrotada como en ese momento mientras sus hombros temblaban con un aliento quebrado.

Naruto sería el primero en admitir que no conocía bien a Hinata. Eran amigos, por supuesto, pero no sabía prácticamente nada sobre ella. La recodaba vívidamente a su lado durante la guerra. Su palma contra su mejilla había hecho que volviera en sí esa mañana y le había recordado a cuando le había abofeteado cuando casi se había rendido contra Madara tras la muerte de Neji. Sabía que ella era fuerte y una kunoichi increíble con un estilo peligroso que contrastaba asombrosamente con su naturaleza callada. Pero como persona, sabía muy poco de ella.

Su mente vagó hasta hacía unos días… años ahora, enmendó. Kurama se había ofrecido a mostrarle algo. Recuerdos de cuando había perdido el control. Naruto nunca recordaba nada cuando perdía el control del zorro hasta que, por supuesto, lo domó. Kurama se había ofrecido a mostrarle lo que había pasado aquellas pocas veces, pero Naruto se había mantenido al margen. Podía imaginar claramente las heridas de Jiraiya cuando le había hecho daño y todavía sentía que se le retorcían las entrañas cuando pensaba en cómo había herido a Sakura.

Pero el recuerdo que más temía ver era lo que fuera que le hubiera hecho explotar y perder tan completamente el control como para permitir que se formasen ocho colas. Naruto podía recordar vagamente que tenía algo que ver con Hinata cuando había estado peleando contra Pein, pero lo que fuera que le hubiera hecho explotar se había borrado de su memoria y no estaba seguro de que estuviera listo para enfrentarse a ello. Con lo que sí recordaba de su pelea contra el líder de Akatsuki, Naruto ni siquiera quería imaginarse a Hinata en el mismo mundo que ese hombre.

Naruto negó con la cabeza y se alejó silenciosamente de la esquina. Fuera lo que fuera que hubiera pasado, ahora mismo no importaba. Tenía problemas más grandes con los que lidiar en el presente.

Pero Naruto se encontró de nuevo sin saber qué hacer. Dudaba que Hinata apreciase que se entrometiera en su momento de vulnerabilidad, pero habiendo explorado la totalidad del apartamento, a excepción de algunos armarios de ropa de cama, no tenía ni idea de qué hacer consigo mismo.

Tomando aire para tranquilizarse, Naruto se retiró al pasillo y se obligó a mirar las fotos de la pared, rezando para que algo tuviera sentido. La primera imagen que vio en realidad le era muy familiar. Era la foto original del equipo 7 y Naruto sintió que la tensión salía inmediatamente de sus hombros. Ver aquella imagen familiar era un buen recordatorio de que no todo lo que recordaba había cambiado. Sólo los últimos años de todo. Con un suspiro de alivio, pasó al siguiente marco.

El siguiente fue inesperado, pero no necesariamente sorprendente. En realidad, eran varias fotos dispuestas en un marco. Cada foto era de Hinata y él en lo que sólo podía asumir que era su boda. La foto más grande era una instantánea de él besándola, con sus manos rodeándole la cintura para mantenerla cerca mientras se inclinaba tanto contra ella que tenía la espalda arqueada. Una foto más pequeña a la derecha los mostraba riéndose con más ganas de lo que podía recordar ver riendo a Hinata. Nunca antes la había visto tan animada. Tenía la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados con fuerza y la boca abierta en una sonrisa de mil vatios. Naruto sólo podía ver la mitad de su propio rostro porque su yo de la foto le estaba acariciando el cuello con la nariz, junto a su oreja, pero la sonrisa de sus labios era inconfundible. Naruto no podía recordar una época en la que hubiera sido tan feliz como parecía serlo en estas imágenes.

No podía negarlo. La relación que ahora compartía con Hinata era mucho más profunda de lo que podía recordar. Naruto no se habría imaginado ni en sus más locos sueños que un día compartiría su vida con la callada, tímida y dócil Hyuga. Los dos eran sencillamente demasiado diferentes, estaban a mundos de distancia. Ella era lo más cercano que tenía Konoha a una princesa después de Tsunade Senju y, durante más de la mitad de su vida, Naruto había sufrido bajo el pesado manto de la palabra «demonio».

Pero algo había ocurrido para cambiar eso. Algo había tendido un puente sobre el espacio entre él y la heredera. Por primera vez desde que se había despertado al lado de Hinata, Naruto dejó que su mente se obcecara con las cosas que podía recordar. Había estado lejos de la Hoja durante apenas más de un mes, hacía años, ahora. Su tiempo pasado en la Nube había sido fantástico, habría sido el mejor mes de su vida si no hubiera sido por las pesadillas.

Los sueños dejaban en evidencia al genjutsu de Itachi. Naruto había revivido las muertes de cada uno de sus seres queridos más veces de las que podía contar, sólo para despertar sobresaltado sudando frío, envuelto y atrapado en sus sábanas.

A Naruto le importaban todos sus amigos, todos los shinobi al lado de los que había luchado y quienes habían luchado por él durante la guerra. No era ninguna sorpresa que sufriera de pesadillas tras la guerra. Killer B le había asegurado que les pasaba a muchos shinobi. Pero se había sorprendido tanto por la frecuencia como por la naturaleza gráfica de las visiones que incluían a Hinata y por lo profundamente que le afectaban.

Claramente había causado una profunda impresión en él. Cuando eran pequeños, ella le había dicho que lo admiraba. Fue la primera persona que podía recordar que le dijera tal cosa y lo había significado todo para él. A medida que habían crecido, la había observado cuando surgía la oportunidad, viendo cómo progresaba y se mantenía firme. Cuando había estado a su lado durante la guerra… no sabía cómo describirlo. Había sentido que era correcto.

Si era sincero consigo mismo, Naruto tenía que admitir que Hinata le fascinaba. No había sido capaz de sacársela de la cabeza en el mes desde que se había marchado de la Hoja. Incluso ignorando las cosas horrorosas que veía en sus sueños, Hinata se había vuelto increíblemente importante para él y no necesitaba esos sueños para darse cuenta de ello. Una semana atrás, Naruto había estado desconcertado por a qué podría conducir un día su nueva fascinación. Ahora estaba ante ese resultado, en un apartamento que evidentemente compartía con ella, ¡mirando imágenes de su boda!

Sintió un dolor en su pecho mientras les daba la espalda a las fotos. ¡Parecía tan increíblemente feliz! Había toda una historia, una relación, una vida, y no podía recordar nada de ello. Naruto intentó ignorarlo, miró la siguiente imagen y casi se arrepintió.

La imagen era de él, riéndose y saludando a la cámara, y en sus brazos estaba otra vez ese niño rubio. Parecía ligeramente confuso, pero estaba siguiendo el ejemplo de su padre y saludando también a la cámara, con un brazo enlazado del hombro de Naruto para mantener el equilibrio. Si Naruto hubiera requerido de más pruebas de que el pequeño de Hinata era su hijo, esta era: una auténtica prueba de que Naruto tenía recuerdos con aquel pequeño hermosamente perfecto. Parecía tener tal vez un año, ¡y Naruto quiso simplemente recordar más que nunca! Quería recordar a aquel niño y abrazarlo, y reír con él, y jugar, y…

—¿Naruto?

Naruto dio un pequeño salto y se dio la vuelta para mirar a Hinata. Estaba apoyada contra la pared al final del pasillo, mirándolo cuidadosamente, si acaso con un poco de timidez. Parecía haber sometido a sus emociones, porque la mujer rota a la que había espiado en la cocina había desaparecido. En su lugar, había una Hinata familiar y tímidamente confiada.

—La cena está lista —le dijo en voz baja.

—Eh, sí. Vale. Genial —balbuceó, intentando meter entusiasmo en su voz en lugar de sentir como si acabaran de sorprenderlo haciendo algo malo o raro. Hinata le dirigió una pequeña sonrisa antes de darse la vuelta y conducirlo hasta la cocina.

En la mesa había dos cubiertos dispuestos con cuidado y cuando Naruto se acercó a la mesa, le dio un vuelco el corazón. ¡Ramen! ¡Ramen casero, auténtico y genuino!

El apetito del que Naruto antes había dudado estuvo al instante al frente de su mente y Hinata y él se sentaron rápidamente. Le dio las gracias por la comida y ¡luego se hundió en lo que era posiblemente el más delicioso cuenco de ramen que hubiera probado nunca! El ramen del Ichiraku era un ramen increíble. De hecho, durante la mayor parte de su vida, Naruto había jurado que era el mejor ramen del mundo. Mientras sorbía los fideos hasta su boca, enmendó esa afirmación. ¡Este ramen era indescriptible!

Inhaló su primer cuenco y Hinata le indicó rápidamente que se sirviera más con una pequeña sonrisa en la cara. Se controló un poco con su segundo cuenco. En lugar de inhalarlo, simplemente lo engulló. Pero sí que se dio cuenta de que Hinata no estaba comiendo mucho en realidad. Estaba sentada frente a él, con sus palillos haciendo girar lentamente los fideos y sólo tomando un pequeño bocado de vez en cuando.

Aunque la olla en mitad de la mesa lo llamaba, Naruto dejó los palillos tras su segundo cuenco y miró a la joven que tenía delante.

—Oye, ¿Hinata? —preguntó en voz baja, sintiéndose de repente vergonzoso y tímido de nuevo. ¿Qué tenía ella que le hacía sentirse tan… pequeño? Levantó la mirada hacia él inmediatamente con expectación, con sus ojos increíblemente perlados completamente concentrados en él. No estaba seguro de cómo continuar, ligeramente desarmado ante su atenta mirada, pero se obligó a seguir adelante igualmente—. Sigo… muy perdido. ¿Podría, quizás, hacer unas preguntas?

El rostro transparente de Hinata mostró sorpresa por un momento antes de asentir rápidamente y decir:

—¡Por supuesto! Pregunta lo que quieras. —Titubeó un momento y luego continuó—: La señora Tsunade pidió que no te contase algunas cosas… No quiere que te rellene recuerdos porque podría confundirte más si tu memoria regresa. Pero intentaré responder a tus preguntas.

Naruto asintió, un poco decepcionado. Nada de recuerdos, ¿eh? Muy bien, algo fácil, entonces.

—Exactamente… ¿cuántos años tengo? —preguntó y se descubrió sorprendentemente temeroso de la respuesta.

—Cumpliste los veintitrés hace cinco meses —respondió rápidamente.

Naruto se estaba familiarizando cada vez más con la incómoda sensación de que le hubieran pegado con un chidori. ¿Tenía veintitrés años? ¿Cómo podía tener veintitrés años? ¡Sí que le faltaban cinco años de su vida! Se quedó quieto unos instantes, intentando procesar el concepto antes de dejarlo estar sin más. Podía obcecarse con ello más tarde. Ahora, la información.

—¿Cuándo nos…? —De nuevo, Naruto estaba encontrando increíblemente difícil sacar esta pregunta de su boca porque estaba aterrado de cuál sería la respuesta. Volvió a intentarlo—. ¿Cuánto tiempo llevamos casados?

Una sonrisa agridulce se asentó en los labios de Hinata mientras una mano jugaba distraídamente con un palillo.

—Cuatro años y tres días. —Ante la expresión sobresaltada de Naruto, ella se sonrojó intensamente y bajó la mirada a la mesa, los dedos de su mano izquierda juguetearon con el anillo que allí había—. Sólo sé el día porque nuestro aniversario fue hace tres días —añadió con timidez, como si estuviera avergonzada.

De repente, Naruto se sintió cruel por la forma en que había actuado aquella mañana. No recordaba los últimos cuatro años con ella. No recordaba ser su marido. Y esta pobre y dulce chica se había ido a dormir la noche anterior al lado de un marido evidentemente cariñoso y se había despertado con él actuando como un loco. Desde el momento en que había estado lo suficientemente despierto para darse cuenta de que había una mujer en su cama, se había sentido perdido, solo, asustado e indefenso, y sabía que ningún jutsu podía ayudarle. Y de repente comprendió que ella debía de sentirse exactamente igual. Excepto que ahora era solamente responsabilidad de ella intentar explicar lo que pasaba con todo el mundo, incluido un inocente pequeño que probablemente no entendería por qué su padre ya no sabía cómo ser su padre. Su siguiente pregunta salió de su boca antes de que la hubiera pensado del todo.

—¿Y Jiraiya? —La voz de Naruto se alzó con la última palabra, cuestionando el propio nombre tanto como preguntando por el niño. Usar ese nombre para otro que no fuera su querido maestro era… Naruto no estaba del todo seguro de cómo describirlo. Traía de vuelta un poco de dolor, era sencilla y totalmente extraño, pero también le daba un pequeño brillo cálido en el pecho al saber que el legado del viejo ermitaño continuaba más allá de sus libros pervertidos. Se preguntó vagamente qué demonios había dicho para convencer a Hinata para estar de acuerdo con el nombre.

Naruto se dio cuenta de que Hinata inhaló corta y tensamente ante la mención de su hijo. Resuelta, continuó:

—Tiene dos años. Es el niño más feliz del mundo y el mejor pequeño que podrías imaginarte. Es listo y enérgico, y tú… —La voz de Hinata se interrumpió abruptamente y Naruto pudo ver que su mano izquierda estaba apretada con fuerza alrededor de su antebrazo derecho sobre la mesa mientras se mordía el labio y lo observaba con nerviosismo.

La persuadió amablemente para que continuase.

—¿Yo? ¿Qué?

Al soltar el aliento que había estado conteniendo, los ojos de Hinata se llenaron de pena.

—Y le quieres inmensamente.

De nuevo, ese deseo ardiente de simplemente recordar cobró vida en su pecho. Antes de que fuera capaz de formar una respuesta, un suave golpe sonó desde la puerta de la entrada. Tres golpes suaves, pero de algún modo autoritarios. Como no quería quedarse sentado nervioso a la mesa de la cocina y esperar a que Hinata volviese, la siguió, deteniéndose en la arcada del salón donde podía ver la puerta, pero realmente no tener que hacer nada.

Cuando Hinata abrió la puerta de la entrada, Hiashi Hyuga estaba al otro lado con un pequeño cuerpo desplomado contra su pecho y una brillante cabeza rubia tirada contra su hombro.

—Se quedó dormido de camino aquí —le dijo Hiashi a su hija mientras comenzaba el lento y delicado proceso de transferir a un niño dormido de una persona a otra. A pesar de su cuidado, unos ojillos azules se abrieron aletargados y una pequeña sonrisa adormilada se abrió paso en el rostro de Jiraiya.

—Hola, mamá —masculló mientras le rodeaba el cuello con sus bracitos. Hinata le sonrió, depositó un suave beso en su pelo dorado y luego dirigió su atención de nuevo a su padre para darle las gracias cuando ojos azules se encontraron con ojos azules y la expresión adormilada se evaporó del rostro de Jiraiya como el agua en un incendio—. ¡Papá! —dijo en voz alta y empezó a retorcerse enérgicamente en los brazos de Hinata, con las manitas estiradas hacia Naruto—. Papá, ¿'e encuentras me'or? ¿Ya me puedes dar un abrazo?

Naruto se descubrió clavado a la pared como una mosca por parte de tres miradas drásticamente variadas. El joven rostro feliz e iluminado de Jiraiya lo alumbró con toda la confianza del mundo. Detrás de él, la dura mirada de Hiashi Hyuga simplemente le desafiaba a hacer el movimiento equivocado y a ver cuánto duraba. Y, por último, a pesar de intentar mantener un firme agarre sobre su hijo para que no se cayera, la expresión en los ojos de Hinata sólo podría describirse como pavor. Naruto entendió al instante, con esa expresión, que le aterraba que fuera a hacer algo mal por error y destrozar el corazón de su hijo.

Preparándose mentalmente, Naruto avanzó y deslizó sus grandes manos bajo los bracitos de Jiraiya y lo levantó del agarre de Hinata, acomodando al pequeño contra su pecho.

—No, realmente no me siento mejor —respondió con sinceridad—. Pero siempre puedo darte un abrazo —dijo con seriedad, sonriéndole al niño. La mirada de pura alegría en aquella carita hizo que a Naruto se le inflara el pecho y Jiraiya lanzó los brazos alrededor del cuello de Naruto y enterró su naricita en el hombro de su padre.

Naruto fue vagamente consciente de que Hinata se despidió de su padre y de que cerró la puerta de la entrada, pero estaba un poco ocupado intentando descifrar los murmullos de Jiraiya que se esforzaban por atravesar la tela de su camiseta.

—Shiento que no te shientas me'or, papá. Pero me alegro de que mamá y tú hayáis 'uelto. Os echaba de menos. No creí que fuera a verte después del hos-pi-tal, cuando mamá dijo que no sabían qué te pasaba. —Jiraiya curvó su cuerpecito contra su pecho y su cabecita rubia quedó metida bajo la barbilla de Naruto. Su respiración empezó a profundizarse y Hinata se llevó un dedo a los labios y luego le indicó que la siguiera.

Lo condujo a la segunda puerta del pasillo y Naruto acostó suavemente al niño en la cama cuando Hinata retiró las mantas. Arropó a su hijo, colocando suavemente un pequeño sapo de peluche en su brazo y depositó un beso en su frente.

—Te quiero, ranita —susurró en voz baja antes de seguir a Naruto para salir por la puerta. En cuanto se cerró suavemente, hundió los hombros y se giró hacia Naruto—. Gracias. —La cantidad de emoción que consiguió meter en esa palabra pareció como una entidad física—. Lo siento, esperaba no tener que ponerte en un apuro…

—No te disculpes, Hinata —la interrumpió Naruto en voz baja—. Nada de esto es culpa tuya. Lo siento. Siento no poder ser de más ayuda. Siento no… poder record…

—No, Naruto. —Su firme interrupción lo detuvo en seco—. Sé que no dejarías que esto ocurriese si tuvieses opción. —Hinata se detuvo un momento, la pura cantidad de amor en sus ojos casi lo inundó antes de preguntar—: ¿Podemos decidir algo? ¿Ahora mismo? —Cuando Naruto asintió con curiosidad, continuó—: ¿Podemos parar de disculparnos? Nada es culpa tuya y no voy a escucharte intentando cargar con todo. Y tengo la leve sospecha de que tampoco vas a dejarme que lo haga yo —dijo, una pequeña sonrisa divertida tiraba de sus labios. Naruto se rio silenciosamente y asintió, mirándose los dedos de los pies tímidamente por un momento, preguntándose por qué de repente se sentía tan tímido delante de ella antes de devolver la mirada a su rostro—. Entonces, simplemente decidamos ya que no perderemos el tiempo diciéndonos cuánto lo sentimos. Tenemos que lidiar igualmente con la situación y no quiero que sigamos… —se interrumpió, moviendo una mano vagamente en el aire, sin saber muy bien cómo expresar sus pensamientos con palabras. Antes de que pudiera averiguarlo, Naruto estaba asintiendo.

—Estoy de acuerdo. No más lo sientos. —Lo dijo con seriedad, pero todavía había un ápice de humor en su tono.

Hinata le sonrió y luego exhaló un suspiro, metiéndose un largo mechón de pelo oscuro detrás de la oreja.

—Es tarde, será mejor que te acomodemos.

Pasó al lado de él y se metió en la habitación principal. Naruto vagueó en el pasillo un momento, no estaba seguro de si debía seguirla o no. Cuando asomó la cabeza más allá del marco de la puerta, vio que Hinata había girado en el lado derecho de la cama y que estaba agachada revolviendo en un cajón. Se puso de pie tras un momento y, tras cerrar el cajón con el pie, sostuvo en alto una camiseta doblada y un par de pantalones cortos.

—Normalmente, te gusta dormir con esto —le dijo. Se dio cuenta de que tenía otro montón de ropa en su otra mano y cuando cogió la ropa que le ofrecía, dijo—: Estaré en el sofá si necesitas algo. No dudes en llamarme si es así. —E intentó pasar por su lado.

—Eh, espera un segundo —dijo, bloqueándole la salida—. Hinata, no puedo quedarme con tu cama. Yo dormiré en el sofá, estaré bien.

Ella ya estaba negando con la cabeza antes de que terminase.

—No, la señora Tsunade dijo que tenías que mantener las cosas lo más normales posible. Eso significa dormir aquí…

—¿Y que tú duermas en el sofá es normal? —argumentó.

—No —admitió a regañadientes—. Pero no es como si fueras a verme. Simplemente será como cuando estoy fuera en una misión —razonó, sonando segura de sí misma, como si él no pudiera discutir con su lógica.

Pero la idea de echar a Hinata de su cama cuando él ya estaba poniendo de cabeza todo lo demás de su vida agravió su orgullo masculino.

—Es una cama grande. Podemos compartir. —Sabía que no iba a echarse atrás y a dejar que durmiera en el sofá, pero él no iba a echarla para allí de ninguna manera. Aun así, apenas pudo mascullar su valiente sugerencia, agachando la barbilla contra el pecho con timidez.

La sorpresa de Hinata se mostró en su rostro antes de que mirase hacia la alfombra.

—No quería ponerte incómodo —admitió en voz baja—. Después de esta mañana, no parecía ser muy buena idea.

Naruto se encogió de hombros, esperando dar la impresión de indiferencia que pretendía.

—No es para tanto. Esta mañana sólo estaba sorprendido. Además, creo que, si Jiraiya se despierta y encuentra a su madre en el sofá, generaría algunas preguntas difíciles. —Vio el momento en que Hinata admitió que no tenía más excusas.

—Si estás seguro —insistió una última vez.

—Segurísimo —respondió con confianza, deseando sentirse tan seguro como sonaba.

Ella se movió con inquietud por un momento antes de asentir una vez.

—De acuerdo. Pero tengo que guardar la cena. Puedes ducharte, si quieres, pero luego deberías irte a dormir. Si vas a mantener tu horario habitual, vas a tener que levantarte temprano.

Naruto dejó que pasara por su lado, con su pijama todavía en la mano, y decidió que no vendría mal una pequeña amenaza amistosa.

—Vale, pero si me despierto mañana y estás en el sofá, vas a tener serios problemas —dijo con un dedo señalándola en gesto de advertencia.

Ella se rio suavemente, un sonido que Naruto decidió al instante que le gustaba, y contestó con un «sí, señor», antes de meterse en la cocina.

Al sentir por primera vez la mugre del día, de viajar y de luego estar retenido en el hospital, Naruto decidió aceptar la oferta de Hinata y ducharse antes de dormir. Al entrar en el baño, Naruto encontró un par de toallas suaves de un naranja intenso colgando de perchas junto a la bañera. Abrió la ducha para dejar que se calentara el agua y luego se desvistió rápidamente. Cuando estaba a punto de meterse debajo del agua, los ojos de Naruto captaron la visión de la banda de platino en su dedo. Sopesó el anillo por un momento antes de sacárselo suavemente del dedo y dejarlo en el lavamanos.

Se duchó rápidamente, intentando no obcecarse con el hecho de que el champú y el gel masculinos (ambos medio vacíos) eran evidentemente suyos y que, como todo lo demás, habían seguido constantes tan inocentemente antes de que cinco años de su vida decidieran irse de vacaciones.

Tras salir del agua y ponerse el pijama, Naruto sopesó de nuevo el anillo de boda que lo miraba con inocencia. Lo cogió con cuidado, examinándolo atentamente: una sencilla banda de platino con un cristal esmerilado en el centro. Estaba evidentemente bien cuidado, sin un solo rasguño y, cuando los ojos de Naruto se vieron arrastrados a su mano, encontró una pálida línea de bronceado en su dedo donde normalmente llevaba la banda. Naruto siempre había estado bronceado, pero un anillo de piel ligeramente más pálido rodeaba la base de su dedo anular. Debatió por un momento si debía seguir llevando puesto o no el anillo.

Era suyo, obviamente, y claramente lo llevaba puesto a menudo, pero Naruto ni siquiera podía recordar que este anillo hubiera existido, mucho menos los votos que había pronunciado cuando lo había tomado. Pero era un lazo con su antigua vida, razonó y, con la esperanza de que, en algún momento, recuperaría esa vida, Naruto se deslizó el anillo en el dedo antes de salir del baño.

Antes había tenido razón en cuanto a la cama. Esta cama era increíble. No fue hasta que se hubo hundido en el suave colchón que se dio cuenta de lo agotado que estaba. Se estiró ampliamente, flexionando los dedos por encima de su cabeza y los de los pies por debajo del edredón, y presionó la cabeza contra la suave almohada antes de dejar que su cuerpo se quedara completamente flácido. Escuchó atentamente el ruido bajo que venía de la cocina. No iba a dejar que Hinata durmiese en el sofá. Si eso significaba que tenía que arrastrarla a la habitación, entonces que así fuera.

Resultó que la fuerza no fue necesaria. Hinata regresó a la habitación ya vestida con su pijama, un par de largos pantalones suaves y una camiseta de tirantes, y lanzó su ropa sucia al cesto del baño. Apagó la luz y luego se deslizó silenciosamente por la habitación hasta el otro lado de la cama y se metió dentro.

Por un consentimiento tácito, los dos yacieron en los extremos opuestos de la cama, dejando suficiente espacio entre ellos. Naruto intentó relajar su tenso cuerpo, claramente consciente de que una de sus amigas de la infancia estaba compartiendo la misma manta y que sólo estaba a un metro a su izquierda. Una amiga de la infancia increíblemente hermosa que de algún modo había eludido hasta esa mañana. Ignorando las risitas en su cabeza que sonaban sospechosamente como un ermitaño, Naruto rodó, dándole la espalda a Hinata, e intentó quedarse dormido.


A la mañana siguiente, Naruto se despertó abruptamente cuando la puerta de la habitación de abrió de golpe, dio contra la pared y una manita le rodeó los dedos y empezó a tirar incesantemente.

Además del decidido niño, lo primero de lo que se dio cuenta Naruto fue de que se había despertado una vez más rodeando a Hinata. En algún momento de la noche, se había arrastrado a su lado de la cama y se había acurrucado contra su espalda. Su cuerpo le hacía la cucharita con un brazo alrededor de su cintura y otro bajo su cabeza de nuevo y tenía la nariz metida entre su pelo al igual que la mañana anterior.

Cada parte de su cuerpo, salvo por el brazo metido bajo su cabeza, se apartó de ella y pudo sentir que le ardían las orejas. ¡Y Jiraiya seguía tirándole de la mano! El niño estaba gritando algo sobre el desayuno y, cuando Hinata se incorporó, lo echó de la habitación, prometiendo seguirle.

Naruto se incorporó y se rascó la nuca tímidamente.

—Lo siento, Hinata. No pretendía… atacarte de esa manera.

Ella se encogió de hombros y le sonrió dulcemente.

—No pasa nada. De hecho, consuela un poco saber que me recuerdas a cierto nivel, aunque sólo sea inconscientemente. —Su actitud inesperadamente caballerosa en relación con la situación sorprendió a Naruto. La Hinata sonrojada, balbuceante y torpe que recordaba no estaba por ninguna parte.

—¡Ma-máááá! —llamó Jiraiya impacientemente desde la cocina, dando golpes con algo contra la mesa.

La silenciosa risa de Hinata burbujeó mientras se levantaba de la cama y salía de la habitación. Su rostro volvió a aparecer por el marco de la puerta, su largo pelo colgaba más allá de su hombro y dijo:

—Además, creía que habíamos acordado parar de disculparnos. —Antes de que Naruto pudiera pensar en una respuesta, había desaparecido otra vez. Ah, sí, esta Hinata era otro animal completamente diferente.

Tras dejar salir el aire de sus pulmones, Naruto volvió a caer contra las almohadas y enterró los nudillos en los ojos. Se preguntó por un momento lo a menudo que se había desarrollado esta escena por las mañanas en los últimos dos años. Tenía una sensación de rutina en ella, pero en un sentido bueno y cómodo. Reacio a salir de la cómoda cama, probablemente hizo falta más esfuerzo del que debería haber sido estrictamente necesario para rodar de debajo de las mantas.

Al caminar hacia la cocina, Naruto vio de nuevo a Hinata en la encimera mezclando algo en un cuenco. Jiraiya estaba de pie en una silla a su lado, apoyado en un brazo para mirar, de puntillas, y canturreando en voz baja «gofres, gofres, gofres» evidentemente de la forma en que lo hacía su madre. Sin saber qué hacer, Naruto se quedó en la entrada hasta que Jiraiya lo localizó. El niño se bajó rápidamente de la silla y fue corriendo hasta su padre, lanzándose hacia Naruto. Fue sólo porque había visto que el niño había hecho lo mismo en el hospital con Hinata que Naruto consiguió atraparlo.

—¿Qué hay de desayuno? —preguntó Naruto, levantando al niño contra su pecho. De nuevo, Naruto se sintió completamente fuera de lugar sosteniendo en brazos a este infante que se parecía tanto a él. Aunque le encantaban los niños y siempre había querido tener hijos, que uno se lanzara literalmente a sus brazos era algo para lo que nadie podía prepararse. Afortunadamente, Jiraiya era completamente inconsciente de las preocupaciones que plagaban a su padre.

Jiraiya lanzó las manos al aire mientras gritaba «¡gofres!» y procedía a intentar hacer un extraño bailecito en los brazos de Naruto.

Naruto entretuvo a Jiraiya mientras Hinata cocinaba y, pronto, la pequeña familia estuvo sentada para comer.

—Bueno, ¿qué planes hay para hoy? —preguntó Naruto antes de darle un mordisco a su gofre.

Hinata miró hacia él brevemente mientras intentaba mantener a Jiraiya lo más limpio posible mientras comía.

—Mm, bueno, normalmente entrenas durante unas horas si no tienes una misión.

Naruto asintió mientras masticaba y tragaba. Sonaba a algo propio de él, entrenar a cada oportunidad que tenía. Al menos, algunas cosas no habían cambiado.

—¿Hay alguien con quien entrene normalmente, o un sitio en particular en el que trabaje? —preguntó antes de dar otro mordisco.

Hinata pensó un momento antes de responder.

—Normalmente peleas con quien esté disponible, pero no sé si habías hecho algún plan de entrenar con alguien antes de que nos fuéramos. Aunque todavía entrenas en los terrenos del equipo 7. Podemos ir después de desayunar, ¿si quieres?

Naruto asintió y luego se lanzó de verdad a su desayuno con el mismo entusiasmo que Jiraiya.