Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de tenneyshoes y los personajes son de Masashi Kishimoto, yo únicamente traduzco.
Capítulo 5
Hinata estaba en proceso de darle un baño a Jiraiya después de cenar cuando alguien empezó a aporrear incansablemente la puerta de entrada. Naruto había estado en la habitación, examinando algunas de las fotos de la cajonera e intentando encontrar recuerdos con los que emparejarlas cuando los golpes lo sobresaltaron. Ya estaba dirigiéndose a la puerta cuando Hinata lo llamó desde el baño del pasillo. Naruto asomó la cabeza por la puerta y se topó con una zona catastrófica.
Todo el baño estaba empapado y parecía como si la propia Hinata se hubiera unido a Jiraiya en el baño. Vestida con una camiseta de tirantes azul oscura y pantalones cortos, Naruto se quedó atrapado admirando la forma en que la camiseta mojada y los pantalones cortos se aferraban a su figura. Incluso su pelo, que se lo había recogido en un pulcro moño flojo, tenía un aspecto lindo mientras algunos mechones húmedos sueltos colgaban alrededor de su rostro.
—Lo siento, pero ¿podrías contestar? —preguntó, intentando atrapar los bracitos de Jiraiya mientras salpicaba el agua—. Creo que parezco una rata mojada y tengo que sacarlo de aquí.
Obligando a su cerebro a centrarse en algo que no fuera el cuerpo de Hinata, Naruto asintió con la cabeza y salió rápidamente del baño, riñéndose por pensar en Hinata como el Ermitaño Pervertido.
Los golpes todavía no habían parado para cuando llegó a la puerta y Naruto se preguntó vagamente cómo de doloridos estaban los nudillos de esa persona antes de abrir y encontrarse cara a cara con Hanabi Hyuga.
—¿Es cierto? —preguntó antes de que él pudiera pensar siquiera en saludar.
—¿Eh? —fue su elocuente respuesta mientras la miraba parpadeando con los ojos muy abiertos. Hanabi lo miró poniendo los ojos en blanco.
—¿Está mi hermana aquí?
—Eh, sí —respondió Naruto, contento de que pudiera contestar al menos a esa pregunta, y abrió un poco más la puerta para dejarle pasar—. Justo le estaba dando un baño a Jiraiya.
—¿Hanabi?
Ambos se giraron para mirar hacia el otro lado del salón. Hinata estaba al final del pasillo, con una expresión de preocupación en el rostro y un Jiraiya envuelto en una toalla en brazos que saludó alegremente a su tía con las manos.
—¿Qué haces aquí? Pensaba que no ibas a volver hasta dentro de tres días.
—Acabamos pronto y queríamos llegar a casa. Padre me dijo que este zopenco perdió la memoria, pero no lo creí, así que vine a verlo por mí misma. —Al girarse hacia Naruto, la joven prodigio lo clavó con una fiera mirada helada—. ¿Es cierto?
Naruto estaba bastante seguro de que, si respondía afirmativamente, no iba a vivir para ver el día siguiente, y balbuceó con sus palabras. Hinata respondió por él.
—Sí, Hanabi, es cierto. Sin embargo, apreciaría que no fueras difundiéndolo. Especialmente a los ancianos. No sabemos del todo qué está pasando o cuánto tiempo va a durar, y preferiría no tener más narices entrometidas de las que ya tenemos. —Hanabi abrió la boca para replicar, pero Hinata la interrumpió—. Tengo que meter a Jiraiya en la cama. ¿Puedes esperar hasta entonces? Intentaré contestarte lo mejor que pueda. —Hanabi pasó los ojos rápidamente entre su hermana y Naruto antes de asentir una vez bruscamente. Hinata les dirigió una última mirada de preocupación antes de salir de la estancia.
Hanabi dirigió su atención hacia Naruto y lo miró de arriba abajo críticamente. Haciendo los cálculos rápidamente en la cabeza, Naruto se imaginó que debía de tener ahora unos dieciocho años y se preguntó cómo había cambiado su relación con Hinata y qué opinaba del marido de su hermana.
Ciertamente, Naruto no tenía mucha experiencia con los Hyuga. Sabía que en general se los consideraba inflexibles, anticuados, orgullosos y poderosos, pero la vasta mayoría de su exposición al clan había sido a través de Neji y Hinata, y sabía que ninguno era realmente el mejor ejemplo de la familia. Neji lo había sido una vez, pero se había sometido a un cambio drástico tras sus primeros exámenes chunin. Hinata nunca había sido una «típica» Hyuga. Naruto había experimentado algunos asuntos con el padre de Hinata, Hiashi, pero se había ido con la impresión de que era un hombre severo y su encuentro increíblemente breve en el hospital el día anterior lo había dejado con una ardiente curiosidad por saber lo que pensaba el hombre del matrimonio de su hija mayor con el demonio apestado de la aldea convertido en héroe. Con un tema tras otro estampándose contra él más rápido de lo que podía seguir el ritmo, ni siquiera se le había pasado por la cabeza la hermana pequeña de Hinata.
Su mirada helada lo abandonó tras un momento y se sentó con rigidez en el extremo lejano del sofá. Intentando ignorar la tensión en el aire, Naruto se sentó en el lado opuesto del otro sofá, sentándose en una diagonal sobre la mesita de centro respecto de Hanabi. Esperaba que ella aguardase a que Hinata regresase y, por tanto, lo tomó desprevenido de nuevo cuando habló.
—¿Estás bien? —Su feroz expresión estaba de algún modo suavizada, sorprendiendo a Naruto. Lo miraba con genuina preocupación. Él se debatió un momento, intentando decidir si estaba bien o no. Y si debería responder con sinceridad o no.
Soltando un suspiro, se encogió de hombros.
—Yo… realmente no lo sé. Cada vez que me doy la vuelta, hay algo nuevo que nunca he soñado siquiera que fuera parte de mi vida. Hinata, Jiraiya, un equipo genin. Mentiría si dijese que lo estoy manejando bien.
—Lo estás haciendo bien. —Hanabi levantó la mirada de golpe a un lugar por encima de su hombro, Naruto siguió su mirada y vio a Hinata rodeando el final del sofá—. Nadie puede echarte la culpa por encontrar difícil despertarte cinco años más mayor. —No por primera vez, Naruto estuvo tanto sorprendido como en deuda con la increíble paciencia y ánimos de Hinata. Se sentó al lado de él, dejando un cómodo espacio en medio, y Naruto se descubrió deseando que se hubiera sentado más cerca mientras observaba cómo los pocos mechones que se le habían escapado del moño jugueteaban alrededor de sus pómulos y cuello.
—Bueno, ¿qué está pasando? —preguntó Hanabi sin rodeos. Hinata expuso rápidamente la situación, cayendo en una suerte de rutina mientras repetía la historia. Los ojos de Hanabi no abandonaron en ningún momento su rostro mientras escuchaba con una fijación que sorprendió a Naruto. Cuando Hinata terminó, Hanabi se recostó en el sofá y se cruzó de brazos sobre su estómago, mordiéndose una uña con el ceño fruncido—. Konohamaru no va a estar contento cuando se entere.
A Naruto se le encogió el estómago ante la mención de su joven amigo. Valoraba y apreciaba cada amistad que era lo suficientemente afortunado de tener, de verdad que sí. Pero cuanto más tiempo pasaba sin sus recuerdos, más estaba empezando a desear no conocer a tanta gente. Explicar la situación estaba empezando a irritarlo y ya se había hartado de intentar asir recuerdos ausentes.
—Entonces ¿no hay nada que podamos hacer? —La pregunta consternada de Hanabi lo sacó de sus meditaciones—. ¿Y los Nara? Todo ese clan está lleno de genios. ¿O los Yamanaka? ¿Por qué no enviar a uno de ellos dentro de tu cabeza?
Naruto se encogió de hombros, equilibrando los codos sobre las rodillas.
—No sé lo del clan Nara, pero a Kurama no le gusta que la gente se meta en mi cabeza. La última vez que Ino se metió dentro, casi la partió por la mitad. Está rebuscando por su cuenta y dudo que aprecie la compañía.
—Solo tenemos que hacer lo que podamos por nuestra parte —aseveró Hinata—. Devolverte a tu rutina tanto como sea posible y esperar que algo se active.
—Entonces, asumo que no os vais a mudar pronto. —Hanabi dirigió la pregunta a su hermana, pero Naruto la interrumpió.
—¿Mudarnos? —Miró las cajas amontonadas en el rincón de la sala y se preguntó de verdad por primera vez su propósito—. Es decir, ¿mudarnos en el sentido de ya no vivir aquí? —Miró a Hinata, confundido.
Ella asintió con timidez.
—Sigo siendo la heredera del clan. Cuando mi padre se retire, heredaré su puesto. Nunca ha habido un líder del clan que viva fuera del Complejo y algunos de los ancianos ya están en mi contra porque me casé con alguien de fuera de la familia. No quieren un líder de la familia que ni siquiera viva en la casa. Íbamos a mudarnos esta semana, pero la señora Tsunade quería que mantuviésemos las cosas como estaban por ti. No te preocupes, aún tengo que hablar con mi padre y solucionar los detalles, pero por ahora nos quedamos aquí.
Naruto se sintió un poco culpable por la pequeña chispa de alivio que sintió. Era solo un elemento más en la creciente lista de formas en las que estaba alterando la vida de Hinata.
Fue muy consciente de la penetrante mirada de Hanabi. La joven Hyuga los estaba estudiando a Hinata y a él muy atentamente, y Naruto tuvo que concentrarse conscientemente en no moverse con inquietud. Pronto, no obstante, Hanabi se puso en pie con decisión.
—Perdón por haber irrumpido. Solo tenía que verlo por mí misma. —Hanabi se detuvo un momento, como si se debatiera sobre si continuar o no—. Avisadme si hay algo que pueda hacer, ¿vale?
Hinata asintió y acompañó a su hermana hasta la puerta. El ambiente cuando Naruto se metió en la cama esa noche estaba tenso, a pesar de sus deseos de que pudiera hacer algo, y le costó un rato caer en un sueño inquieto.
Los siguientes días pasaron con poca algarabía o progreso. Cuando Hinata le dijo a Naruto que siempre hacía algo distinto en sus días libres sin mucha rutina, se aprovechó de eso y lo usó como excusa para esconderse en el apartamento. Indagó en álbumes de fotos, obligándose a mirar las imágenes que no recordaba. Una migraña constante lo asoló al pasarse horas y horas estirando la mente, intentando recordar lo que fuera.
Hinata sabía que se estaba escondiendo, pero no se atrevía a forzarlo mucho. Intentó todo lo que pudo para estimularle la memoria sin éxito y en su lugar empezó a encontrar formas de distraerlo de obcecarse con el problema. Jiraiya era su táctica favorita. El pequeño siempre estaba ansioso por pasar un buen rato con su padre y disfrutaba del nuevo juego de «enseñarle» todos sus viejos juegos.
Aunque Jiraiya no entendía la situación de su padre más allá de que estaba «enfermo», no desperdiciaba ninguna oportunidad de obligarle a hacer lo que él dijera. Insistió en que Naruto siempre fuera el malo y que siempre dejara que Jiraiya lo venciera para completar la misión. Le prometió a Naruto que había perfeccionado lo de acertar blancos en movimiento y Naruto debía quedarse muy quieto para que Jiraiya pudiera lanzarle sus kunai y shuriken de juguete con precisión.
A pesar de estas, sin duda injustas, «batallas» unilaterales, como las llamaba Jiraiya, Naruto descubrió que disfrutaba inmensamente jugando con el niño. Siempre había ansiado tener a alguien con quien jugar y ¡tener una bolita de energía que no quería hacer otra cosa que jugar con él puede que fuera la mejor sensación del mundo! A medida que pasaban los días, descubrió que Jiraiya era exactamente como él en más que solo el aspecto.
Su disposición y actitud eran como las de Naruto. El niño siempre tenía una sonrisa en la cara. Estiraba ampliamente los labios, empujando hacia arriba sus regordetas mejillas y haciendo que entrecerrara los ojos mientras se reía, recordándole a Naruto inequívocamente a Hinata. También era un poco temerario. Jiraiya siempre estaba intentando saltar desde algo, ya fuera una silla, la parte de atrás del sofá, o los brazos de Naruto. Le gustaba hacer ruido y ser el centro de atención, y Naruto se enamoró rápidamente del chiquillo.
El dúo estaba en mitad de la representación de una batalla imaginaria con las muchas figuras de acción y los peluches de Jiraiya cuando Hinata los interrumpió. Acababa de volver de una reunión en el Complejo y se arrodilló en el suelo de la habitación de Jiraiya para hablarle.
—¿Naruto? —preguntó en voz baja, reclamando su atención. Jiraiya siguió balbuceando en su mayoría tonterías mientras hacía chocar su sapo de peluche con una pequeña figura del Shodaime. Naruto solo estaba prestando atención a medias cuando una de sus figuras de acción se enfrentó al peluche de sapo de Jiraiya en un combate mortal.
—¿Sí, Hinata? —preguntó distraídamente, levantando su figura en alto para huir del sapo, junto con efectos de sonido de silbidos.
—Cuando estuve hoy en la reunión, tuve que informar a los ancianos de nuestra situación. —Naruto intentó no reaccionar a sus palabras. El clan iba a acabar averiguándolo en algún momento—. Mi padre preguntó cómo estabas. Le gustaría comer con nosotros esta tarde.
La figura que tenía Naruto en la mano se deslizó de sus dedos, olvidada, y cayó en la alfombra, donde Jiraiya estampó inmediatamente su sapo contra ella, golpeándola una y otra vez. Toda la atención de Naruto estaba ahora completamente sobre Hinata mientras la miraba fijamente, con los ojos muy abiertos y la mandíbula colgando.
—¿El líder del clan Hyuga pidió comer conmigo? —repitió, pasmado.
Hinata asintió, mirándolo con preocupación y Naruto reorganizó apresuradamente su expresión. Ya había descubierto que no le gustaba preocupar a Hinata. Le retorcía algo en las entrañas y lo ponía ansioso por arreglar cada error del mundo cuando estaba molesta.
—Eh, ¿vale? ¿Dónde nos reunimos con él? —Una profunda sensación de una corazonada brotó dentro de él, pero Naruto no pudo pensar en una forma de negarse al que podría decirse que era el hombre más poderoso de la aldea.
Dos horas más tarde, Naruto se encontraba sentado a una mesa de comedor enfrente de Hiashi Hyuga. La comida era excelente y Hinata había conducido la mayoría de la conversación, hablando con su padre sobre temas que habían debatido en la reunión del consejo de ese mismo día. Naruto estaba perfectamente contento con que lo olvidaran. Finalmente, sin embargo, surgió el propósito de que Hiashi pidiera reunirse con él y excusó a su hija.
—Hinata, me pregunto si podrías dejarnos un tiempo a solas. Me gustaría tener una charla con Naruto de hombre a hombre. —Era tan buena como una orden y había poco que Hinata pudiera hacer para negarse a ella. Le dirigió a Naruto una sonrisa alentadora y luego salió por la puerta.
Naruto podía contar las veces que había estado a solas con el líder del clan Hyuga con una mano y aún le quedarían los cinco dedos. De nuevo destelló en su mente el ardiente deseo de saber exactamente qué pensaba Hiashi Hyuga del matrimonio de su hija con el contenedor del demonio.
Hiashi se sirvió otro platillo de sake y lo sorbió con serenidad, todavía consiguiendo parecer el shinobi abrumadoramente capacitado que había hecho salir corriendo por patas a shinobi de la Roca en su día. En algún lugar al borde de su consciencia, Naruto recordaba que este hombre había matado a un hombre por intentar secuestrar a su heredera.
Sin previo aviso, Hiashi tuvo toda su atención sobre Naruto, clavándolo en el sitio con aquellos famosos ojos perlados. Su mirada no era abiertamente hostil, pero Naruto había encontrado los ojos Hyuga un poco inquietantes desde el día en que había observado el enfrentamiento entre Hinata y Neji como genin. Sencillamente había una peligrosa inteligencia calculadora en aquellos ojos blancos que no revelaban nada.
—Hinata me ha contado que has estado haciendo pocos progresos. —La voz de Hiashi era engañosamente baja, pero sus palabras aun así parecían agujas senbon. Aunque era irracional, Naruto sintió como si Hiashi le estuviera echando la culpa a él de la pérdida de su memoria.
Resistiendo la necesidad de rebajarse, Naruto se encogió de hombros.
—Si te ha contado que he hecho progresos, ha sido poderosamente generosa. No he recordado nada.
Hiashi asintió, aparentemente poco sorprendido.
—¿Cómo has estado lidiando con todo? Imagino que tener de repente esposa y un hijo ha mostrado sus desafíos.
Naruto no estaba seguro de a dónde quería llegar Hiashi, pero distinguía cuándo estaba en terreno peligroso.
—Sí —admitió a regañadientes—. Ha sido duro. Muchas cosas son distintas de lo que nunca imaginé que sería mi vida. —Naruto vio que Hiashi endurecía la mirada y se preguntó si había dicho algo malo.
—¿Quizás ya no las deseas? —preguntó crípticamente. La confusión de Naruto debía de haberse mostrado en su rostro, porque Hiashi continuó antes de que pudiera responder—. Después de todo, recuerdas ser un héroe de dieciocho años con todas las posibilidades a tus pies. Ahora te encuentras atado a una mujer a la que nunca antes has tenido en cuenta y un hijo.
—¿A dónde vas con esto? —interrumpió Naruto, negándose a sentirse mal por ser grosero. Nunca había sido considerado paciente y que Hiashi repitiera las dudas que ya había sopesado no era una experiencia placentera.
—Simplemente estoy velando por los intereses de mi hija y de mi nieto —contestó Hiashi, su voz seguía tranquila, pero con un tinte de ira—. No tengo ningún deseo de ver sufrir a ninguno de ellos simplemente porque no estés listo para el compromiso. Ni yo, ni nadie más que se me ocurra, te culparemos si decides que esto no es lo que quieres. Han ocurrido muchos cambios drásticos para llegar adonde estás ahora y, sin ellos, tendría sentido que llegaras a una conclusión distinta de lo que quieres. Simplemente deseo que estés seguro de tu decisión antes de que cometas un error que le hará daño a mi familia. —El comportamiento santurrón de Hiashi no le sentó bien a Naruto. Siempre consciente del hecho de que le faltaban cinco años de su vida, Naruto nunca había aprobado realmente la definición de familia del clan Hyuga, y que Hiashi intentara jugar con eso ahora provocó su carácter más rápido de lo habitual.
—¡Sí, porque lo que siempre te ha importado es tu preciosa familia! —espetó Naruto—. La familia que maldices y divides por poder…
—¡Cuidado con tu lengua! —Naruto fue silenciado cuando el temperamento de Hiashi destelló y desapareció tan rápidamente que Naruto no estaba seguro de que lo hubiera presenciado. Un tenso silencio llenó el espacio entre ellos antes de que Hiashi volviera a intervenir, esta vez con un tono de escalofriante calma.
»No asumas que solo me preocupo por el honor de mi clan. Aunque es importante para mí, la felicidad de mi hija tiene prioridad. La única parte que estaría avergonzada de tu posible infidelidad serías tú. No obstante, te puedo asegurar que tal suceso destrozaría a Hinata hasta tal punto que no estoy seguro de que se recuperara nunca. —Las palabras de Hiashi fueron pronunciadas rápidamente y en voz baja, pero Naruto no se perdió ni una sílaba.
»Soy plenamente consciente de que, hasta donde te alcanza la memoria, no albergas sentimiento alguno por mi hija más allá de la amistad. —Aunque las palabras de Hiashi eran técnicamente ciertas, Naruto no pudo evitar sentir que, en el espacio de solo unos pocos días, había llegado a confiar y a depender de Hinata como más que una simple amistad. Y se estaba encariñando cada vez más de ella de una forma que nunca podría ser descrita como mera amistad. Disfrutaba sinceramente de su compañía. Le gustaba estar con ella y había descubierto que, cuando estaba ocupada con recados, ansiaba su presencia. Sus sentimientos por ella eran nuevos e inesperados, y tan diferentes de la forma en que se había sentido alguna vez por Sakura que no había estado seguro de si eran los mismos sentimientos, pero estaba empezando a sospechar que eran mucho más poderosos que nada que hubiera sentido nunca por su antigua compañera de equipo.
Había sido un proceso lento y doloroso, pero Naruto había estado llegando a la comprensión de que Sakura y él nunca habrían sido capaces de funcionar en una relación romántica. Sencillamente no concordaban en muchas cosas. Ella había sido la chica más guapa y más popular cuando eran pequeños, al menos en lo que a él respectaba, y era natural que el chico al que todos odiaban ansiara la atención de la chica que todos parecían amar. Naruto sabía que nunca había intentado esconder sus sentimientos por Sakura y, de hecho, los profesaba para que fueran de público conocimiento, pero después de la guerra, las cosas habían cambiado.
Sakura había estado tan ocupada con las repercusiones, haciendo todo lo que podía para sanar un mundo roto y a su población, que no habían tenido tiempo de estar juntos. Incluso con su búsqueda en su alma, había evitado el tema de sus sentimientos por Sasuke. Desde que Naruto había despertado al lado de Hinata sin ningún recuerdo de haber llegado allí, no había tenido tiempo o deseos de examinar cómo habían cambiado sus sentimientos por Sakura.
—Mis intereses están solamente en proteger el bienestar de mi hija. Asegúrate de que estás listo para comprometerte con ella antes de que le hagas promesas vacías. —Las palabras de Hiashi eran tan buenas como una acusación, como si los crímenes de los que hablaba ya se hubieran cometido y el orgullo de Naruto cobró vida junto con su temperamento.
—Yo no hago promesas vacías —dijo rotundamente—. Si le digo a Hinata que me voy a quedar, entonces puedes apostar tu trasero, el orgullo de tu clan y toda la Aldea de la Hoja a que eso es lo que voy a hacer. —La mirada fija de Hiashi en respuesta no hizo nada por aliviar el carácter de Naruto—. No tengo ninguna intención de hacerle daño a Hinata —dijo Naruto con seriedad—. Ha hecho todo lo que está en su mano para ayudarme a resolver esto y antes muerto que decepcionarla o devolvérselo traicionándola de esa forma. Puede que haya estudiado con el Sannin Jiraiya, pero nunca he compartido su estima por las mujeres.
Al fin, al fin, la comisura de la boca de Hiashi se levantó solo una fracción y miró a Naruto con aprobación. Cuando habló, su voz se había suavizado considerablemente.
—Olvidas, Naruto, que te conozco desde hace unos buenos cinco años ya, como hijo. Sé que nunca les harías daño voluntariamente a mi hija o a su hijo. Simplemente esperaba recordarte que no eres necesariamente un hombre libre. —El líder del clan le hablaba a Naruto con una familiaridad que le asombró. Fiel a sus palabras, Hiashi le hablaba a Naruto de una forma que le recordaba a las breves experiencias que había compartido con su verdadero padre—. Eres libre de tomar tu propia decisión, por supuesto, pero espero que recuerdes que Hinata ha invertido toda su vida en la tuya. Si decides que no estás listo para tener la vida tendida a tus pies, te pido que tengas en cuenta sus sentimientos cuando escojas a dónde irás.
Naruto pensaba que eso iba a ser todo, pero Hiashi sirvió otro platillo de sake y continuó.
—Tienes que prepararte. No todos en este clan aceptaron tu matrimonio con mi hija. Las cosas están cambiando, pero todavía hay muchos que desean continuar a la vieja usanza. Usarán cualquier excusa que puedan e intentarán manipularte. Simplemente prepárate.
Mientras cerraba la puerta tras ella, Hinata lo hizo lo mejor que pudo para contener un suspiro de preocupación. Creía saber lo que quería decirle su padre a su marido, pero los hombres de la vida de Hinata tenían facilidad para actuar de maneras que no esperaba. Se sentó al borde de la pasarela, mirando hacia el jardín de su madre, que se extendía ante ella. Cuando era pequeña, Hinata había ayudado a su madre a ocuparse de las plantas y las flores mientras su padre trabajaba incansablemente en su despacho. Su madre ahora ya no estaba, hacía años que no estaba, y la propia Hinata ya no tenía tiempo para ocuparse de las flores, pero su padre había mantenido la pacífica belleza del jardín y tomó consuelo de ello.
Mientras veía a las abejas cerniéndose ociosamente entre las flores, la mente de Hinata vagó a la reunión de aquella misma mañana. Había un viejo dicho en la Aldea de la Hoja que decía que nadie debería intentar esconder nunca nada de los ojos de un Hyuga, y había demostrado ser verdad esa mañana.
Hinata casi había estado lista para exhalar un suspiro de alivio. Casi había acabado otra reunión y el estado de Naruto era todavía desconocido para los ancianos. Todavía tenía tiempo para solucionar las cosas.
—Hinata, hace poco me he enterado de algo que me preocupa. —Hinata tuvo que suprimir la necesidad de encogerse cuando oyó la voz aguda de Kimiko. Tal vez había hablado demasiado pronto.
—¿En qué puedo ayudarla, honorable anciana? —preguntó Hinata, aunque ya estaba casi segura de lo que se trataba.
—Me he enterado, y te aseguro que me sorprendí de que tú no me hubieras informado, de que tu marido no está bien. —Kimiko prácticamente escupió cuando mencionó a Naruto. Ella había sido quien se había opuesto más acérrimamente a su matrimonio hacía cuatro años y se había tomado su derrota con poca elegancia. Nunca le había gustado Naruto, no porque muchos lo hubieran considerado un demonio, sino porque no era un Hyuga, y le había hecho la vida un infierno cada vez que ponía un pie dentro del Complejo—. Me informaron que tu marido no recuerda que es, de hecho, tu marido. —Kimiko tenía una sonrisa engreída en sus finos labios marchitos, y a Hinata se le retorció el estómago de forma desagradable mientras intentaba ver la intención de Kimiko sin reaccionar.
El resto del consejo estaba observando como una bandada de cuervos, simplemente esperando a ver quién perdería en este nuevo episodio de Anciana vs. Heredera. Ahora miraban a Hinata, y sintió el peso de sus ojos como una entidad física mientras la observaban con diversas expresiones que iban desde la curiosidad a la confusión. Por ahora, no obstante, se quedaron callados.
—No estamos completamente seguros de qué ha ocurrido —empezó Hinata, postergándolo un poco—. La señora Hokage está intentando llegar al fondo del asunto, pero hasta ahora no sabemos mucho. No quería llamar la atención del consejo sobre este tema hasta que supiéramos más.
Kimiko había abierto la boca para contraatacar, pero Hiashi se le había adelantado, poniéndole fin firmemente a la reunión y llevándose a Hinata a su estudio.
Kimiko había refunfuñado, en absoluto complacida por que la hubieran interrumpido. Hinata suspiró y cerró los ojos, apoyando la cabeza contra el poste que tenía al lado. Lo último que necesitaba era una anciana malhumorada ladrándole.
—Hinata, te he estado buscando.
Hablando del diablo…, pensó Hinata. Al mirar por encima de su hombro, Hinata encontró a Kimiko renqueando hacia ella decididamente. La mujer era vieja, siempre había sido vieja desde donde podía recordar Hinata, pero era fiera como un dragón, y Hinata sabía que no había que subestimarla simplemente por su edad.
—¿Qué puedo hacer por usted? —preguntó con firmeza. Su tono cortante bordeaba en lo grosero, pero no fue suficiente como para que Kimiko la reprendiera por ello. Hinata sabía que no debería ser tan rencorosa, pero un poco de orgullo brotó dentro de ella cuando la boca de la otra mujer se apretó en gesto de desaprobación.
—¿Vas a seguir retrasando el volver a la propiedad?
Hinata resistió la necesidad de poner los ojos en blanco ante la decidida determinación de la mujer.
—La señora Tsunade ha decidido que Naruto necesita estar en un lugar familiar. Regresar a la propiedad solo sería perjudicial para s…
—No estoy preguntando por él. Estoy preguntando por ti. —La voz de Kimiko fue cortante, haciendo las palabras de Hinata a un lado.
—No voy a dejar a mi marido…
—Pero ya no es tu marido, ¿no? —Kimiko levantó la barbilla con arrogancia, triunfalmente—. Tal vez sigáis unidos legalmente, pero no te recuerda, niña. ¿Qué debe de pensar de ti? Una mujer tan desesperada por él que ni siquiera lo deja en paz cuando no la conoce. Te advertí desde el principio que no iba a salir nada bueno de esta relación. Si intentas alargarla ahora, solo traerás vergüenza a esta familia y sufrimiento para ti misma. Harías bien en escuchar a tus mayores por una vez, Hinata.
La vieja bruja no le dio oportunidad de responder a Hinata, sino que continuó rápidamente por el pasillo, desapareciendo al doblar la esquina. Conteniendo la necesidad de gritar, de dar pisotones y de golpear a algo con el Jyuken, Hinata resopló y se echó el pelo sobre el hombro.
Solo intenta meterse en tu cabeza, Hinata, se recordó. Kimiko había jugado al mismo juego retorcido del gato y el ratón con Hinata desde el día en que había sido reinstaurada como heredera. El único propósito de la mujer en la vida era velar por que se conservaran las viejas costumbres del clan, y Hinata era una gran amenaza para ello.
Hinata ni siquiera había intentado ocultar el hecho de que pretendía abolir el Sello del Pájaro Enjaulado en cuanto tuviera la oportunidad, entre otros cambios, y Kimiko había hecho todo lo que estaba en su poder para evitarlo. Cuando Naruto había dado su apoyo formalmente, se había convertido en otro objetivo para la anciana.
Con su estatus como héroe de guerra, el consorte de la heredera, y un futuro increíblemente brillante tanto como shinobi como posible Hokage, tenía mucha influencia, incluso en cuestiones del clan. Si Naruto ya no era parte de la ecuación, el trabajo de Hinata con el sello se retrasaría seriamente.
Hinata había hablado con su padre de la posibilidad de que la situación de Naruto fuera un ataque de aquellos que se oponían a ella en el clan, pero la idea fue descartada. Los Hyuga no tenían los medios para borrar la memoria de alguien, esa era la especialidad del clan Yamanaka, y los Hyuga era demasiado orgullosos como para involucrar a otros en sus asuntos políticos.
No, Kimiko simplemente se estaba aprovechando de la situación e intentando jugar con cualquier posible incertidumbre o recelo que pudiera tener Hinata. Simplemente se le da demasiado bien lo que hace, pensó Hinata amargamente. Pero no iba a ponerla nerviosa. Hinata llevaba toda la vida lidiando con miembros del clan arrogantes y esnobs que la subestimaban. Capearía esta tormenta como lo había hecho con todas las demás.
Fiel a su naturaleza, Hinata dejó las palabras privadas pronunciadas entre su marido y su padre entre ellos. Le preocupaba que su padre hubiera dicho algo para molestar a Naruto, a juzgar por su humor inusualmente callado mientras se marchaban del Complejo, pero no pudo pensar en nada que decir para animarlo, especialmente sin saber qué le había molestado en primer lugar. De nuevo, se sintió incómodamente tímida, como cuando eran más jóvenes y apenas había sido capaz de mirar a Naruto sin desmayarse. Estaba peleando con sus propias decisiones, dándole vueltas a cómo señalarle algunas a su marido, cuando Naruto inhaló bruscamente y se detuvo en seco a su lado.
Levantó la vista hacia él y luego miró por la calle en la dirección en que estaba mirando y encontró un grupo grande de gente holgazaneando contra la barandilla del puente. No estaba segura de por qué un grupo así iba a alterar a Naruto, haciendo que se pusiera tenso tan de repente, cuando oyó el perceptible grito de Kiba acompañado de un ladrido conocido. Al mirar más atentamente al grupo, Hinata se dio cuenta de que casi todos sus amigos estaban reunidos en el puente que conducía de regreso a su apartamento.
—Siguen siendo tus amigos, Naruto. No puedes esconderte de ellos para siempre. —Apoyó una mano amablemente en su brazo, intentando consolarlo y sintiéndose ligeramente avergonzada por encontrar ella consuelo en el contacto. Esto no es sobre ti, se reprendió—. No se van a enfadar porque hayas perdido la memoria. Al menos, no se van a enfadar contigo.
Naruto no pudo contener una oscura sonrisa.
—Shino sí. —Se tomó otro momento para prepararse antes de conducirla hacia sus amigos—. Acabemos con esto.
Fue Sasuke, de pie al borde de la reunión, quien los localizó primero. Hinata sabía que, sin importar cómo de bien se hubiera preparado, ver al Uchiha cara a cara sería desconcertante para Naruto, y deslizó diestramente su mano en la suya, entrelazando los dedos. Su timidez anterior parecía haberla abandonado ahora que Naruto necesitaba su apoyo. Le dio un apretón de ánimo y los dedos de Naruto se estrecharon alrededor de los de ella por un momento, aceptando el apoyo que ofrecía.
Los oscuros ojos de Sasuke inspeccionaron a Naruto con cuidado antes de pasar a ella. En los tres años desde que Sasuke había vuelto a entrar en sus vidas, Hinata y él habían encontrado una especie de compañerismo extraño. Ambos estaban comprometidos con la felicidad y el bienestar de Naruto, y un objetivo común por el que trabajar había entablado una amistad vacilante pero alentadora. Había sido Sasuke el que había estado cuidando de Hinata cuando se había puesto de parto con Jiraiya. Debido a su deseo de ver a Naruto feliz, y sabiendo que la felicidad y la seguridad de Hinata eran una influencia directa en eso, Sasuke se había vuelto, como el resto de los once de Konoha, muy protector con la heredera. Ese proteccionismo se exhibía ahora mientras le preguntaba en silencio si estaba todo bien con una única mirada.
Hinata le dirigió una tensa sonrisa y un pequeño y corto asentimiento antes de que Kiba se pusiera delante de ellos. Como Naruto, Kiba nunca había tenido mucha consideración por el espacio personal, miró a Naruto a los ojos, prácticamente nariz con nariz, y olfateó profundamente. Retrocedió un paso, pero aun así miró a Naruto con sospecha.
—Bueno, eres Naruto de verdad. Supongo que la idea de un doble queda descartada —anunció en voz alta, cruzándose tensamente de brazos. Todavía miraba a Naruto críticamente, con Akamaru a sus pies.
—¿Doble? Kiba, ¿de qué hablas? —preguntó Hinata, interviniendo por Naruto. Estaba completamente rígido a su lado y dudaba que hubiera sido capaz de hablar. Por mucho que quisiera a Kiba, sabía que en ocasiones podía ser un poco autoritario.
—Bueno, es la única explicación que se me ocurre —respondió Kiba de forma realista—. Ino dijo que su memoria ha desaparecido, pero no hay ninguna razón para que así sea. La única razón que se me ocurre es que sea falso y que solo esté usando la amnesia como tapadera para no saber una mierda.
—¿Ino? —acusó Hinata, encontrando a la rubia asomándose por encima del hombro de Shino y mirándola con expresión suplicante.
—Lo siento, Hinata —interrumpió Sakura, abriéndose paso hasta el frente del grupo—. Tsunade se lo contó a Ino con la esperanza de que pudiera averiguar algo con su trasfondo de Psicología, y no puede guardar un secreto ni aunque su vida dependa de ello…
—¡Eh! ¡Con mis amigos no tengo secretos! Todos teníamos derecho a saber qué le pasa a nuestro Naruto —defendió Ino acaloradamente.
—Ah, ¿sí, cerda? Bueno, ¿qué hay del derecho a un poco de privacidad de Naruto y Hinata, eh? ¿Qué hay de eso? —replicó Sakura y las dos pasaron rápidamente a uno de sus acalorados enfrentamientos de gritos.
—Da igual. —Esta era una voz perezosa desde atrás y todos se giraron para mirar a Shikamaru. Se encogió de hombros cuando notó la atención de todos sobre él y sacudió su cigarrillo ociosamente—. Ino se fue de la lengua y ahora lo sabemos. El tema es que tenemos un problema y ahora todos podemos trabajar para solucionarlo. Cómo perdió Naruto la memoria y por qué la perdió no son necesariamente los problemas que tenemos que resolver. Lo que necesitamos saber ahora mismo es cómo vamos a lidiar con ello. ¿Asumo que quieres recuperar la memoria? —La última pregunta iba dirigida a Naruto y pareció sacarlo de su paralizado estupor.
A Hinata le recordó un poco a un animal acorralado, pero enderezó los hombros y encontró la mirada perforadora de Shikamaru.
—Estaría bien saber qué demonios está pasando. —Sus dedos todavía le apretaban la mano con fuerza y Hinata colocó su otra mano en su bíceps, deseando que pudiera hacer más.
Shikamaru asintió y le dio una calada a su cigarrillo.
—Muy bien. Bueno, como ninguno de nosotros ha conseguido pensar en ninguna solución en la última hora, yo me voy a casa. Siento que no hayamos podido controlar a Ino, chicos. Que paséis una buena noche. —Sin más discusión, el joven genio se dio la vuelta y empezó a caminar por la calle, levantando una mano por encima del hombro en gesto de despedida.
Todos los demás se miraron un momento, ligeramente aturdidos ante la abrupta partida de Shikamaru, no muy seguros de qué hacer antes de que Choji se encogiera de hombros y le diera a Naruto una palmada en el hombro.
—Shika tiene razón. Avísame si hay algo que pueda hacer, ¿vale? —Con su parte dicha, Choji se despidió antes de seguir el ejemplo de Shikamaru y marcharse.
Los demás hicieron lo mismo enseguida, cada uno prometiendo hacer lo que pudiera, hasta que solo quedaron los miembros de los Equipos 7 y 8. Los chicos del Equipo 8 parecían estar teniendo una conversación silenciosa con Hinata, los tres se estaban mirando atentamente antes de que Kiba asintiera, la abrazara con fuerza y se marchara con Shino, ambos hablando entre ellos en voz baja.
Naruto estaba mirando a su propio equipo. Le costó mucho apartar la mirada de Sasuke y el Uchiha le devolvió la mirada estoicamente. Hinata estaba todavía sosteniendo la mano de Naruto y podía sentirlo temblar.
Por favor, no intentes pelear contra él, Naruto, rezó en silencio.
—¿Dónde está Kakashi-sensei? ¿Y Yamato y Sai? No he visto a ninguno últimamente —preguntó Naruto, esforzándose muchísimo por sonar despreocupado. Había dirigido su pregunta a Sakura, pero Sasuke fue el que respondió y Naruto dirigió la mirada de golpe hacia él con dureza. Tenía todo el cuerpo completamente rígido y Hinata volvió a apretarle la mano, pero esta vez no recibió ninguna respuesta.
—Los tres están juntos en una misión. Deberían volver en los próximos días. —Todavía observaba a Naruto atentamente, como si intentara convencerse de algo. Se giró abruptamente hacia Hinata y dijo—: Sabes dónde encontrarme si me necesitas. —Desapareció sin decir otra palabra.
Naruto soltó el aliento que había estado conteniendo y se apoyó ligeramente contra el hombro de Hinata.
—Veo que no ha cambiado mucho.
—Creo que solo está intentando darte un poco de espacio —defendió Sakura—. Sabe cuáles eran tus últimos recuerdos de él. Intenta ser paciente con él…
—¿Yo? ¿Ser paciente con él? Soy yo el que está hecho polvo, Sakura. —El temperamento de Naruto explotó. Soltó la mano de Hinata y se puso cara a cara con Sakura—. Ha tenido cinco años para dejar de ser un cabrón.
—¡Y él acaba de perder a su mejor amigo! —gritó Sakura sin inmutarse ante la ira de Naruto—. Sé que esto es duro para ti, Naruto, más que para nadie, ¡pero no eres la única persona que se ha visto afectada por ello! —Los dos antiguos compañeros de equipo se fulminaron con la mirada, mascando sus palabras antes de que Sakura suspirara—. Esto no es fácil para ninguno de nosotros, Naruto. Sasuke ha vuelto a la aldea, pero las cosas no han sido fáciles para él. Se ha apoyado en ti para mucho y ahora ese apoyo no está.
»No estoy diciendo que sea culpa tuya —dijo Sakura apresuradamente, sosteniendo una mano en alto para detener a Naruto cuando abrió la boca para defenderse—. Pero él también lo está pasando mal con esto. —Los dos se quedaron mirando, comunicándose como solo ellos podían después de todo por lo que habían pasado juntos, antes de que Sakura volviera a suspirar y se volviera hacia Hinata—. De nuevo, Hinata, siento lo de Ino, intenté detenerla, pero no fui lo suficientemente rápida.
Hinata le quitó importancia a la disculpa de Sakura.
—No pasa nada. Iban a tener que descubrirlo llegado el momento. Supongo que debería estar agradecida, en realidad. Así no tengo que explicarlo todo yo. —A pesar de sentirse como si hubiera atravesado de nuevo una tormenta emocional, Hinata estaba decidida a permanecer positiva.
Sakura asintió con vacilación.
—Bueno… Mantenme informada, supongo. Os veo luego, ¿vale? —Y con eso, Naruto y Hinata se quedaron de nuevo solos para volver a casa.
Sin decir una palabra, la pareja giró y continuó por la calle, y llegó a su pequeño apartamento. No fue hasta que Kurenai, que había estado cuidando de Jiraiya, se hubo marchado que Naruto rompió el silencio.
—Siento haber perdido los papeles antes. —No quiso mirarla, escogiendo examinarse en cambio los dedos de los pies mientras se frotaba la nuca con timidez.
Hinata simplemente lo miró un momento, deseando poder tenerlo entre sus brazos. A pesar de saber que Kimiko solo había dicho sus palabras por rencor, el tinte de verdad en ellas había escocido. Hinata siempre era dolorosamente consciente del hecho de que Naruto no recordaba su relación.
—No te preocupes por ello. Ya te lo he dicho, lo estás haciendo bien. Has tenido que lidiar con muchas cosas. —Aquellos hermosos ojos azules que amaba la miraron asomados entre un flequillo rubio y ella no pudo evitar moverse con timidez.
—¿Cómo lo haces? —preguntó en voz baja. Ella no sabía a qué se refería y arqueó una ceja en gesto interrogante—. ¿Cómo aguantas todo esto, cómo me aguantas a mí, tan fácilmente? Es como si ni te perturbara.
Hinata se encogió de hombros y respondió antes de pensar bien sus palabras.
—Porque te amo. —La reacción de Naruto fue instantánea. Se enderezó, inhalando una exclamación y mirándola fijamente con los ojos muy abiertos, y Hinata recordó abruptamente que no estaba acostumbrado a oír eso.
No estaba avergonzada y no se arrepentía de decírselo. Le había repetido aquellas dos palabras cada día durante casi cinco años. Decirlas era tan natural como respirar para ella. Su amor por él era parte de ella, lo había sido durante mucho tiempo, y tanto si él aceptaba eso como si no, no cambiaba el hecho de que era la fuerza conductora de su habilidad para enfrentar cada nuevo desafío con el que se encontraban. Pero también sabía lo que significaba para él oírla decir esas palabras.
Lo miró directamente a los ojos con más seriedad.
—Así es. —Estaba conteniendo la respiración, mirándola con una emoción que solo podía describir como asombro, y decidió intentar romper la tensión—. Siento no poder darte ningún consejo sobre cómo lidiar con todo. Tú no tienes la misma motivación que yo. —Lo dijo como una broma, añadiendo una pequeña media carcajada, pero Naruto se la quedó mirando, pareciendo confuso.
—¿Eh?
Ella volvió a encogerse de hombros, sintiéndose ahora tímida.
—Nada de esto es tan difícil para mí como lo es para ti. Para empezar, no soy yo la que ha perdido la memoria. Y el hecho de que te ame lo hace todo más fácil. Tú no tienes ninguno de esos lujos.
La expresión confundida de Naruto se transformó en una de curiosidad.
—¿Estás diciendo que, si nuestras posiciones estuvieran invertidas, sería más fácil para ti porque me amas?
Hinata asintió.
—Más o menos. Si despertara y me dijeran que eras mi marido, no creo que lo cuestionara. Te amo desde hace tanto tiempo que tendría miedo de irme a dormir por si todo resultaba ser un sueño. Por desgracia para ti, te enamoraste de mí después de que volvieras a casa tras la guerra. En fin, ha sido una mañana larga. Creo que voy a echarme una siesta, ¿de acuerdo? —Hinata le sonrió dulcemente y, cuando él asintió, sin prestar mucha atención, ella lo dejó con sus pensamientos.
