MENTIRAS A MEDIAS
VI
El clavado que Aioria hizo en la piscina salpicó tanta agua que logró llegar hasta las dos personas que descansaban bajo una sombrilla en unas sillas reposeras de madera. Shaka quien todavía se encontraba leyendo la novela de Camus bajó un poco el libro para darle una mirada llena de reproche a su futuro esposo quien solo pedía disculpas silenciosas juntando las manos, Camus se quitó el agua con la toalla para luego acomodarse una vez más, tomar el cuaderno y el lápiz, y seguir escribiendo un par de ideas más al azar.
—No puedo creer que Aioria los convenciera de bajar a la piscina antes del almuerzo. —dijo Shaka, maravillado y horrorizado por el poder de convencimiento que podía tener su novio a veces.
—No creas que fue solo idea de Aioria, Milo también le ha estado convenciendo de usar la piscina antes de que ya no pudiera verle ni el pelo. —respondió Camus y es que, sí era cierto, ya que después de las cuatro de la tarde de ese día Shaka y Aioria estarían más ocupados que nunca viendo la organización de los salones y la decoración del lugar donde harían la ceremonia, a eso, debían sumarle el ensayo de la boda y la fiesta de soltero que por alguna razón el cenizo quiere que sea con todos los invitados— ¿Cuándo llegaran los demás invitados? —preguntó finalmente al acordarse que habían invitado a todo su grupo de la universidad y por lo que ha observado tampoco han llegado los padres de Aioria, ni los de Shaka.
—Llegaran entre, hoy y mañana, al parecer unos problemas con la aerolínea hizo que no puedan llegar antes. —comentó pasando lentamente de página mientras cruzaba sus delgados y estilizados pies, acomodándose a la espera de que su prometido no salpicara agua una vez más.
—Hola muchachos, buenos días, espero no le moleste que nos unamos. —dijo alegremente Aldebarán colocándose a un lado de Shaka dejando su toalla y un bolso. Los dos lo saludaron con la misma energía y negaron con la cabeza al momento que le decían que los otros dos ya estaban en la piscina, junto con Aldebarán venía Shura que hizo un gesto de saludo, los lentes negros impedían verle los ojos, por lo que no supieron si ese saludo fue amistoso o no, sin embargo, ambos devolvieron de la misma forma el saludo.
Shura quien traía igualmente sus cosas se colocó al lado de Camus, desde el día anterior Shaka había permanecido desconfiado con respecto a Shura, por lo que para evitar cualquier problema ha decidido no involucrarse con él más de lo estrictamente necesario como invitado, al menos mientras dure la semana. No estuvo mucho rato ahí, lo vieron sacarse la camisa negra, las sandalias y los lentes negros para integrarse alegremente junto a Milo y Aioria. Aldebarán lo imitó, pero fue más lento, conversando con los demás mientras dejaba sus pertenencias con cuidado sobre la silla. Se metió a bañar unos minutos después dejando nuevamente solos al novio y Camus.
—Shura se ha tomado bastante bien el noviazgo de Mu con Saga. —comenta Camus escribiendo un par de líneas. Aunque siempre pensó que Mu vendría solo, pues no había sabido nada sobre la relación con ese extraño hombre.
—No tiene derecho a molestarse siquiera. —le dijo con evidente resentimiento, Camus quien notó la animosidad del rubio se giró para mirarlo. La situación entre Mu y Shura fue muy mediática dentro de su círculo amistoso y aunque todos quisieran negarlo provocó un quiebre en la amistad del grupo, quedando al menos la mitad a favor de Mu y el resto en apoyo a Shura, el único que parecía estar en medio de esta situación era Aioria, quien por su cercanía hacia el moreno desde la infancia sentía que estaba entre la espada y la pared.
Tuvo que pasar algo de tiempo para que volvieran a formar lazos con Shura, pero para algunos era una relación amistosa fracturada.
—¿Estás molesto con él por alguna razón? —preguntó Camus entre interesado y preocupado, Shaka no era alguien quien se pudiera molestar fácilmente, de hecho, siempre pasaba como alguien a quien no le interesa si la gente está bien o no.
—Un intercambio de opiniones, nada serio. —le respondió el rubio mientras pasaba los ojos por las líneas sin leer nada, el recuerdo de la discusión está fresca y le molesta internamente que le perturbe.
—¿Mu no vendrá? —preguntó semi cambiando el tema. Ese "nada serio" parecía ser muy serio, por lo que, para abogar por la paz y la sanidad mental del novio, era mejor dejar pasar el tema.
—No, salió a desayunar con su novio, darán un paseo por la isla antes de que se le haga tarde, ya sabes cómo es de impulsivo. —dijo suspirando. Mu tenía una necesidad por la libertad y la aventura al aire libre bastante grande y cuando algo se le metía en la cabeza, no había fuerza humana que pudiera contra eso, al menos así había sido cuando estudiaban, aunque esa sed de aventura haya mermado un poco después de la muerte de su padre y empeorado después de la separación con Shura.
—¿No te agrada su novio? —preguntó Camus, no había querido decirlo, pero la forma en la que mira cuando se habla de ellos y el tono de su voz eran bastantes sospechosos.
—No es eso, —dijo Shaka desviando su vista del libro para fijar su mirada en su novio— es solo que me extrañó que no me lo haya dicho antes… —dijo con algo de melancolía, por más que Shaka quisiera demostrar calma e indiferencia, era evidente la inquietud en su rostro.
—Estás por casarte, es lógico que no te haya dicho nada. —comenzó mientras metía el lápiz dentro de la libreta y la cerraba dejándola a un lado de él— Y por cómo es Mu, seguro no quiso interrumpir tu planificación. —Camus vio a Shaka pensar mientras todavía miraba hacia la piscina.
—Sin embargo, creo que, si hay algo extraño con él… —siguió pensando— Cuando Aioria le preguntó dónde se habían conocido, solo dijo que se habían visto hace un poco más de tres meses en el café del museo. —Camus hizo un gesto de incomprensión y se giró para verlo— Pero por lo general das detalles de cómo se conocieron, que te llamó la atención, lo que hace, su familia, pero no me ha comentado nada, al parecer solo Milo conoce a detalle la situación, ¿será que ya no confía en mí? —divagó, la verdad es que todo este asunto del novio misterioso de Mu le había dolido en su ego de amigo. Saberse desplazado en una notica importante le dolía de una manera casi envidiosa.
—Espera… ¿Cómo que se conocieron en el café del museo si… —
—Lamento interrumpirlo, Sr. Ghoshal me avisa la organizadora de la boda que necesita hablar un tema importante con usted. —dice uno de los hoteleros. Shaka asiente y el chico se va inmediatamente de ahí. Shaka suspira, entre una mezcla de cansancio y hastío, se disculpa con Camus y se va a ver qué es lo que necesitaban ahora.
Camus lo ve caminar tranquilamente mientras el cabello rubio se menea con cada paso que da y a la vez se queda pensativo y contrariado, no solo por lo que Shaka le había comentado del dichoso café, porque obviamente no existe ningún café en el museo, sino de que Milo conociera la existencia Saga y no le haya contado nada a él, cuando Milo lo primero que haría sería contarle que su amigo por fin ha superado la fallida relación con Shura, la verdad es que ahora todo lo relacionado a esta relación le parece sumamente extraña.
oOo
Decidieron unánimemente que era mejor visitar los molinos como primera ruta, por encontrarse más alejado de las dichosas calles y escaleras que estaban más cerca de la ciudad y del hotel, el viaje de ida no les tomó tanto tiempo, apenas unos diez minutos en taxi hasta la parte alta de la zona de Chora donde se encontraban esas maravillosas y quijotescas bestias blancas, las cinco grandes estructuras delimitadas cada una por una pirca blanca que para el tiempo de hoy no sirven para nada, pero encantan a cada persona que pasan por ahí. Mu sacó de su morral una pequeña y profesional cámara digital, del tamaño justo para un aficionado, y comenzó a tomar fotografías de diferentes ángulos, una para que salieran las cinco en hilera, otra para enmarcar la magnificencia personal de cada una, cosa que para Saga en realidad no eran más que solo una burda copia de la anterior.
Lastimosamente para Mu solo dos de esos molinos pueden ser visitados por turistas, donde solo uno puede ser visto desde adentro, era eso o nada, por lo que no renegaría de la oportunidad que estaba experimentando por pequeña que fuera y, sin embargo, no evitó que la emoción del momento se apaciguara por pequeñas nimiedades. Ambos entraron al molino que los esperó con todas sus partes de madera envejecida, pero hasta el día de hoy estables, una estructura de piedra de tres pisos y su escalera en forma de espiral junto con la decoración rustica era la imagen de bienvenida que daba el molino. Era divertido para el mayor ver a Mu fotografiando cada parte haciendo algunas poses extrañas que no encontraba que se las mereciera, Mu se dio cuenta de esto y le mostró las fotos en el visor de la cámara a un incrédulo griego, Saga se acercó y vio por mera curiosidad la captura, se quedó asombrado ante la profundidad de la imagen, una simple mesa con instrumentos parecían ser una obra de arte en la fotografía, la perspectiva y la profundidad en la imagen le daban un toque mucho más artístico.
—¿Podrías tomarme una foto en la escalera del molino? —te tomaría donde quisieras, pensó, sin embargo, sus ideas solo quedaron en su mente, completamente ajenas al pelilila. Aceptó tomarle un par de fotos, lo que no consideró era que Mu se acercaría a él con la cámara en frente de su cara mostrándole con lujos y detalles cada botón como si no hubiera usado una cámara fotográfica en su vida, explicándole animadamente como y donde enfocar, el ángulo que debía tener y como aprovechar la luz que venía de la pequeña ventana. El menor parecía bien interesado en que esas fotografías quedaran bien, el peliazul, sin embargo, pensaba que no era para tanto si era solo una foto común y corriente.
De todas formas, lo imitó y lo colocó la cámara en frente suyo con ambas manos— ¿Está bien así? —preguntó el griego, Mu quien no veía un carajo desde su perspectiva se metió en el espacio que hacía los brazos de Saga entre la cámara y él, inconsciente de la cercanía, ajeno a la forma en que Saga acercó su rostro a un lado de su cabeza para dejarse explicar el ángulo y la posición que debía manejar la bendita cámara, no fue hasta que se giró para preguntarle si había entendido que se dio cuenta de lo cerca que estaban. Sus narices se rozaron y pudieron sentir el aliento tibio del otro, Mu bajo los ojos hasta la boca de Saga, quien estaba peligrosamente cerca de la suya, tragó saliva, el corazón le latía cada vez más rápido y se sentía ridículo al desear un beso suyo— ¿Vas a enseñarme algo más? —habló bajo, lento y terriblemente grave. Tanto que Mu apenas pudo despertar de lo que parecía ser un canto hipnótico.
Negó con la cabeza y se quitó de ahí, tembloroso como una gelatina y con el corazón agitado. Tomó asiento en el primer escalón, con toda la seguridad que le daba el espacio que había entre ambos, él día de hoy parecía estar un tanto extraño, la cercanía de Saga empezaba a preocuparle demasiado, se ponía nervioso constantemente, pero a la vez se sentía bien, aquel cosquilleo en el estómago no era desagradable y se quedaba mucho rato mirándolo. Abrió las piernas de manera despreocupada, dejando un pie apoyado sobre el escalón y el otro pie en el suelo, mientras se enderezaba para mantener una buena postura, recargó el codo en su pierna que permanecía sobre el escalón apoyando su cara en la mano, en una actitud relajada, pero sin parecer perezoso.
Saga hizo lo que Mu le había pedido, acomodó la cámara de tal manera que se viera la estructura de la escalera con las paredes del molino de fondo y el joven de manera centrada, capturó la primera imagen con la cabeza apoyada en la mano, la segunda lo hizo con ambas manos relajadas sobre sus piernas. Su cliente posaba con una naturalidad que le fascinaba, realmente era un hombre hermoso, lo notó desde el momento que lo conoció en el ferry y cada vez parecía estar más interesado en él que a veces le asustaba. La tercera fotografía lo hizo con el cabello hacia un lado y el mentón apoyado sutilmente con los dedos, la piel de su cuello y el cabello semi revuelto provocaban en Saga una sensación cálida en el pecho que le gustaba.
Mu quien estaba preocupado de mantener en todo momento la postura no se dio cuenta cuando otro aparato captó su imagen mientras él se arreglaba el cabello, esa fotografía sería uno de los más grandes secretos que se llevaría Saga de Mykonos. Había sido suficiente, Mu miró las fotos a través de la pantalla de su cámara orgulloso del resultado, le dio las gracias a Saga enormemente feliz y este no pudo evitar comentar.
—Te llevas muy bien con las cámaras —se acomodó los lentes mientras ambos subían por las escaleras. Su compañero se rio nervioso a su lado.
—Sí, —carraspeo aclarándose la garganta, esto no lo sabía todo el mundo— trabajé un tiempo de modelo cuando estudiaba, necesitaba dinero para los instrumentos que pedían en la universidad y para mis necesidades básicas. —dijo restándole importancia, no fue un trabajo de talla profesional, pero que le permitió vivir bien por mucho tiempo. Saga sonrió con unas cuantas imágenes creativas en su mente.
—Eres una verdadera caja de sorpresas Mu Paudel. —El pelilila sonrió ante el elogio, se sintió bien, se sentía feliz que Saga se sintiera interesado en sus hobbies y a la vez extraño de que ninguna otra persona lo haya notado antes.
El tour terminó cuando llegaron al último nivel, una pequeña salita donde se encontraba el funcionamiento de molino y en el muro de piedra, un cuadro colgando con el plano, todas sus partes por separadas explicando en detalle lo que hacían para que las aspas se movieran. Mu tomó un par de fotografías ahí totalmente interesado por cada pequeño detalle, mientras que Saga lo seguía unos pasos atrás, luego ambos bajaron lentamente la escalera hablando de cómo es que Mu terminó siendo un modelo y su fascinación por la fotografía.
Salieron de los molinos con Mu dándole un último vistazo, como si no fuera a verlos nunca más en la vida, caminaron de vuelta a la ciudad aprovechando de ver aquellos lugares interesantes que habían llamado la atención de Mu durante la ida y que no pudo apreciar bien por la velocidad del taxi. El recorrido de regreso duró una hora a pie, llegaron cansados y hambrientos al centro de la ciudad, para ese tiempo la hora del almuerzo en el hotel ya había terminado, por lo que almorzaron juntos en un restorán ahí en el centro, no volvieron al lugar donde desayunaron, Mu convenció a Saga de comer en otro sitio con la excusa de querer probar comida más casera, ambos siguieron conversando sobres sus intereses fuera de su trabajo y Saga terminó contando finalmente por que había decidido estudiar gastronomía, obviando por completo la trágica historia de él y la de su hermano, y especialmente la de sus padres adoptivos.
El almuerzo resultó ser más sencillo de lo que ellos esperaban, pero lo suficiente para llenarlos a ambos y no supieron cómo, pero el tiempo en el restorán se había pasado muy rápido, entre la comida, la charla y el descanso ambos habían perdido la noción del tiempo, no fue sino hasta las cuatro de la tarde cuando por fin decidieron dejar el local atrás y seguir la travesía de Mu de inmortalizar con sus fotografías las calles, escaleras y casas de Mykonos. Pasaron por varias tiendas durante su camino y Mu aprovechó la oportunidad para comprar varios accesorios y regalos para sus amigos y empleados, especialmente para su secretaria, quien en estos momentos se estaba llevando todo el peso del trabajo, incluyendo el de su proyecto. Eligió con cuidado los suvenires, Mu tenía una delicadeza al comprar cada objeto, como si estuviera buscando que coincidiera con la personalidad de cada persona a quien se lo iba a regalar, de repente la atención del pelilila se fue hacia unas piedras de color azul que descansaban en un banco de madera pálida, eran unos orbes azules con círculos blancos dentro, el símbolo de protección que tenían los griegos estaban tallados en lapislázuli con una precisión que lo dejaba encantado, enganchado en unos cordones blancos que se entrelazaban formando una trenza que a simple vista parecía un llavero, pero mucho más bonito. Tomó dos de los mismos y los pagó llevándose uno al bolsillo pensando en si sería del gusto de esa persona.
Se encontró con el peliazul apenas salir del humilde local y se sintió ridículamente cohibido, sin saber qué era lo que estaba pasando dentro de él y completamente ignorante a los sentimientos que en su pecho crecía. Inspiró profundo para quitarse cualquier tipo de pensamiento, accediendo actuar de manera impulsiva y sin darle muchas vueltas a sus pensamientos, ignorando aquellos pensamientos intrusivos que lo volvían inseguro. Tomó la mano de Saga y depositó el pequeño ojo de piedra preciosa en su palma, los ojos del mayor se dirigieron a la pequeña piedra que descansaba en su mano y que brillaba gracias a la luz del sol, completamente sorprendido ante un gesto que no había previsto, se quitó el par de cristales oscuros interrogándolo con la mirada, tenía las palabras atoradas en la garganta y la sensación cálida en el pecho que había sentido antes y que le agradaba volvían a resurgir.
—Gracias por acompañarme el día de hoy. —fue lo único que dijo, comprendiendo el bloqueo de Saga y le pareció adorable su reacción, nunca habría podido creer que algo tan simple como un obsequio podría dejar en absoluto silencio a alguien como él. Mu siguió caminando lentamente por los mercados mirando y comprando más cosas. Al otro le costó un poco de tiempo seguirle, miró por última vez aquella piedra brillar y la guardó con cuidado en su bolsillo, si Mu se hubiera girado habría visto la sonrisa más hermosa y cálida que existía en el planeta.
Le bastó apenas unos pares de pasos para llegar hasta él, completamente conforme de pasar aquel día a su lado.
El resto del paseo se hizo por las calles más famosas dándose de manera bastante relajada y divertida, Saga había resultado ser un excelente guía turístico para él, le había dicho desde donde debía ir primero, hasta cuáles eran las mejores vistas, las estructuras arquitectónicas más importantes e incluso cuales eran los mejores miradores para tomar unas buenas fotografías al atardecer. Mu se sintió encantado con cada una de las sugerencias, las primeras fotografías las había hecho en las calles donde trató de captar las mejores posiciones donde no solo se vieran las tiendas, sino también parte de los adoquines y las frondosas buganvilias en flor. Saga le ofreció en ciertos puntos a fotografiarlo a él en dichos sitios, porque ¿Cuál era el punto de tomar fotografías del lugar si no estás en él?, Mu le enseñaba cómo y en qué posición debía tomar las fotografías y al final a Saga le terminó pareciendo una actividad de lo más interesante, nunca se había interesado por la fotografía, nada que no sea hacerse un par de selfies para sus clientes cuando lo requerían y como no hacerlo ahora, si teniendo a Mu como modelo estaría encantado de aprender y hacer todas las fotos que quisiera.
Las otras fotografías las hicieron en la iglesia y no por sus influencias religiosas, sino porque era hermosa e imponente a la vista, sin embargo, las mejores fueron las que tomaron en la parte alta de la isla, aquel lugar donde se encontraban las famosas escaleras, ahí se formaba un hermoso mirador de la pequeña ciudad. Mu miró el horizonte, viendo como ya los destellos naranjas empezaban a mostrarse y apostó que debía verse hermosa al atardecer.
—¿Quieres que te tome una foto? —ofreció genuinamente interesado en integrar a Saga en su sesión fotográfica.
—¿Quieres tenerme para recordarme? —preguntó con galantería entregándole la cámara, Mu sonrió de los puros nervios, no lo había hecho con esa intención— Puedes contactarme cuando quieras. —Saga se apoyó en la pequeña muralla del mirador posando tan naturalmente que parecía que estaba acostumbrado a aquello.
—No lo decía por eso. —acomodó la cámara para poder tomarle con un buen ángulo donde saliera él y el mar— Pensaba enviártelas después para que tengas un recuerdo, ¿Por qué vendrías a un lugar tan hermoso si no tienes recuerdos sobre eso? —respondió con su misma teoría. Tenía las mejillas rosadas y hasta sentía las orejas calientes, rogó para que en la posición en la que estaba no se notara tanto.
Saga solo sonrió, nunca supo si era por que disfrutaba de ponerlo incomodo o lo hacía para la foto, pero prefirió no averiguarlo.
Le tomó un par de fotos donde aparecía en diferentes posiciones y en cada una de ellas salía espectacularmente bien, casi podían decir que era un súper modelo. Cuando Mu terminó una pareja que estaba cerca le pidió si podían fotografiarlos juntos, aceptó amablemente y tomó el celular de la chica haciéndolos posar de manera que ambos salieran juntos con el hermoso mar y cielo naranja de fondo, unas cuantas fotos abrazados y otras besándose. Mu de verdad amaba hacer fotografías, al punto de que si no hubiese salido bien su actual carrera podría ser perfectamente un fotógrafo profesional.
La pareja quedó muy complacida y agradecida por las hermosas fotos y ambos les ofrecieron hacer lo mismo por ellos. Mu quien aún estaba nervioso por los comentarios de su acompañante intentó negarse, pero Saga fue más rápido y le quitó la cámara de las manos, entregándosela a la chica quien se encargaba de decirles como colocarse. Saga rodeo la cintura de Mu con su brazo y lo arrimó a él, la cercanía entre ellos hizo que algo extraño cosquilleara en su estómago, aumentando el calor en su pecho. La mujer le dijo que inclinara la cabeza hacia un lado para que descansara a gusto sobre el hombro de su acompañante, en ese momento, la mano de Saga se agarró con más fuerza a su cintura acercándolo aún más a él y Mu quien tenía su corazón latiendo tan rápido intentó sonreír de forma natural intentando con todas sus fuerzas que su cara no se viera tan nerviosa. Luego el chico que iba con ella le dijo que se tomaran de las manos, el sol estaba cayendo con sus hermosos tonos naranjas impregnando el lugar, Saga tomó la mano cercana y la entrelazó con sus dedos, sus piernas se sentían tan débiles que a estas alturas creía que podía caerse en cualquier momento y sin contar que de seguro sus mejillas debían estar más rojas de lo normal si hasta sentía las puntas de sus orejas arder, rogándole a los dioses que con los colores del atardecer no se notara demasiado. La mano de Saga que era mucho más grande y tosca que la suya traspasaba un calor agradable que se extendió por toda su mano, la chica les pidió a ambos que la miraran, pero antes de que empezara a contar para que se prepararan Saga levantó las ambas manos entrelazadas y besó el dorso de la mano de Mu haciendo que este se gire para mirarlo a los ojos momento donde el disparo de la maquina captó la imagen de una hermosa pareja "enamorada".
Ambos se soltaron para la última foto, la pareja que los fotografiaba estaban encantados con las poses que parecían de revista. La última toma lo hicieron mirándose frente a frente con el sol naranja dándole desde sus costados, la foto era simple y ya para este punto Mu solo se dejaba hacer embobado por la cercanía y la calidez en que Saga tomaba su cintura entre sus brazos y lo acercaba, ya en este momento era imposible seguir insistiéndole a su corazón que parara de latir, eran latidos tan fuertes que creía que Saga podía escucharlos perfectamente desde su lugar. La imagen de ellos juntando sus frentes era la idea principal, pero que paulatinamente se fue transformando mientras los segundos pasaban, disminuyendo la distancia tan lentamente como temiendo arruinar el momento, se acercaron cada uno perdido en la boca del otro deseosos de juntar sus labios, provocando que el sol delimitara sus siluetas en una atmosfera cálida y romántica. El beso fue un contacto suave y ligero, apenas y sus labios habían atrapado los otros cuando fueron interrumpidos por el grito de emoción de la chica al apreciar su obra de arte, durando apenas unos pares de segundos, pero dejando un cosquilleo que los recorría incendiándolos por dentro, necesitados por otro mucho más largo, mucho más intenso.
La pareja que habían conocido les entregó la cámara siendo recibida por Saga quien todavía sostenía la cintura de Mu, los despidieron y ellos se quedaron estáticos en ese lugar mirándose fijamente ansiosos, como si estuviesen de acuerdo en la misma idea.
—Creo… creo que deberíamos de volver al hotel. —habló suave, con la voz sutilmente alterada. Saga asintió, le besó la mejilla y le dijo algo al oído que hizo que el menor temblara y suspirara.
Se devolvieron envueltos en un silencio agradable, enviándose miradas que decían muchas cosas, para estas alturas poco y nada le importaba a Mu seguir negando la atracción que sentía por el peliazul, de todos modos, si lo hacían, lo harían siendo novios ¿no es así?
Ambos llegaron a la habitación y apenas Mu dejó sus cosas de lado Saga lo arrincona entre la muralla y su cuerpo besándolo tan intensamente que Mu siente como sus piernas van perdiendo la fuerza para sostenerlo, el calor aumenta de forma rápida, siente las manos de Saga sosteniendo su cara, su lengua entrando sin permiso recorriéndolo, probándolo por todos lados, se asfixia entre sus besos demandantes, suspira cuando chupa, muerde, lame y cuando la última neurona es vencida, ya sin más que pensar, imita a la perfección los besos devolviéndolos con la misma intensidad, la misma necesidad y sed por él. Arquea la espalda dejando que Saga deslice sus manos por su cuerpo hasta agarrar con ambas palmas abiertas su trasero que aprieta sin cuidado, Mu responde con un gemido que le avergüenza, pero no rompen el beso que lo mantiene hechizado, vulnerable y dócil. Mu toca todo lo que quiere buscando la forma rápida de desabrochar esa camisa que le estorba a medida que siente como Saga le empieza desabotonar el pantalón mientras lo guía hábilmente hacia la cama, los besos se vuelven abrazadores, sus manos se tocan en todas partes, batallando desesperadamente con la ropa. Mu es un mar de gemidos bajo esa boca inquieta que por un momento está en su boca, otras en su cuello y luego otras bajando por el pecho.
La burbuja idílica se rompe cuando el teléfono de Saga suena y ambos se separan mirándose agitados como despertando de un hechizo, desorientados por toda la adrenalina. Saga le indica que tomará solo un momento y le cree, cree que seguirán después que mande a la mierda quien sea que esté llamando en un momento como este, pero no sucede, Saga parece quedarse lívido por un momento, acomodándose la camisa, abrochando botones y acomodándose mejor el cabello. Le dice a Mu que lo espere que volverá pronto y vuelve a creer asintiendo mientras se queda solo y excitado en la habitación.
Mu aún sigue con el pulso acelerado, los labios hinchados y sensibles por los besos de hace unos momentos, no recordaba haberse sentido de esa manera antes, aún podía sentir sus piernas débiles y eso que solo fue por un par de besos, se avergonzó de solo pensar como estaría si lo hubieran hecho, las ideas que cruzan su mente provocan que el calor de hace unos momentos vuelva a su cuerpo. Los minutos pasan mientras él sigue ahí acostado mirando a cada momento su celular, los interminables minutos pronto se convierte en media hora, una hora y entre esos episodios estimulantes que se ha repetido en su mente una y otra vez una idea se cuela y lo hace pensar en la mujer de esta mañana. Ahora pequeñas ideas llegan como un vendaval, pensando en que esa mujer lo ha llamado para que fuera con ella y se desanima, pensar que Saga lo dejó por esa mujer hace que toda fantasía se rompa y le duela, porque después de todo, él, ella, no son más que meros negocios.
Revisa por última vez su celular, han pasado una hora y media. Saga no volverá y con la decepción de verse tan iluso toma sus cosas y se mete a la ducha.
Saga llegó caminando hasta la terraza del hotel, aquel que daba la vista a la piscina, la llamada fue hecha por la enfermera del hospital avisándole que han encontrado un donante para su hermano y necesitan su autorización para la cirugía, se demora a pesar de que él ha dejado un documento firmado para estos casos en las que él pudiera estar lejos, pero el trámite por celular se vuelve extenso, el médico que ha tomado la llamada ahora le hace un par de preguntas de rigor que tiene que responder antes de que preparen todo para la operación de su hermano. La llamada se vuelve eterna, confirma su identidad, sus cuentas, su departamento, todo. Un alivio mezclado con felicidad se apodera de su pecho cuando el médico le indica que con esto está listo para la cirugía, que esperarán a que un pabellón se desocupe para comenzar con la cirugía de Kanon.
Saga siente que está temblando, todo lo que parecía ser eterno ya estaba por terminar, su hermano volvería a estar con él y él sería libre al fin, libre para hacer una vida normal, libre de secretos. Inmediatamente piensa en Mu, mil y unas ideas cruzan su mente, pero no quiere fantasear, deshecha todo y se concentra en su hermano, ya después de eso, podrá decidir si quiere o no al joven geólogo en su vida.
Cuando por fin llega a la habitación Mu está acostado y dormido hacia su lado, una sensación lo embarga, una que no es solo de felicidad, sino algo contrario y no entiende por qué.
oOo
Las luces de tonos cálidos que iluminaban el restorán del hotel daban un toque distinguido y familiar al ambiente, las mesas de madera y vidrio estaban decoradas tan elegantemente que parecía casi un momento de ensueño, pero para Milo no había mejor momento de ensueño que el estar esta noche junto a su novio. Sería exagerado decir que ha aprovechado cada segundo en esta isla para pasar un momento romántico con el amor de su vida, pero era cierto, le había dado un buen provecho haber llegado días antes para poder tener unas pequeñas vacaciones juntos luego de tanto trabajo.
Milo miró detenidamente como la camisa que le había regalado a su novio le quedaba como si fuera una segunda piel y aunque Camus no estaba realmente habituados a los colores tan claros como el blanco, no rechistó cuando se vio en reflejo del espejo antes de salir de su habitación. El griego recorrió con su vista el cuello esbelto, decorado con una fina cadena de oro donde colgaba una "M", sonrió ante un recuerdo de antaño, a su mente llegaba la escena de como Camus lo ignoraba en la universidad y se alejaba cada vez que él se acercaba, quien podría llegar a imaginar que llevaban varios años juntos.
—¿Qué miras tanto? —preguntó Camus, incomodándose por la cara de tonto que estaba poniendo su novio, Milo sonrió y le guiñó un ojo divertido por todo lo que pasaba en su mente.
—Nada… Solo recuerdo lo mucho que me odiabas y decías que jamás estarías conmigo. —la sonrisa brillante de Milo se hizo más grande, Camus alzó una ceja y evitó la sonrisa socarrona con la punta de las orejas coloradas.
—Eso fue hace mucho tiempo. —les quitó importancia a los recuerdos de esa época. Milo era la mejor persona con quien había salido jamás, pero no se lo diría, eso solo alimentaría el ego que tenía y que a veces era molesto de manejar. Miró disimuladamente hacia otro lado con un rubor muy ligero en las mejillas que solo Milo fue capaz de notar.
—La he pasado tan bien estos días, llevábamos mucho tiempo sin poder salir de vacaciones juntos que ahora quiero hacer todo al mismo tiempo. —Milo siempre era así de sincero con Camus y es que el escritor sacaba a relucir su lado más romántico y seductor que le era casi imposible de esconder cuando estaban juntos.
—Deja tiempo para descansar, mañana en la noche será la despedida de soltero y muy probablemente Aioria y tú no pararán de beber hasta el otro día. —Habían traído el espumante, el garzón sirvió ambas copas antes de traer la cena para que la pareja brindara, Camus bebió de su copa lentamente dejándose envolver por el sabor burbujeante del licor. Milo se rio más fuerte, el día siguiente prometía quedar en coma etílico, los buenos amigos no se casan todos los días por lo que debía dejar que su hígado descansara tranquilamente por esta noche si quería disfrutar de toda la celebración como los dioses mandan.
Al pensar en lo borrachos que quedarían todos al día siguiente no pudo evitar que a su mente llegara el recuerdo de un amigo muy especial a quien no se le da bien, ni debía beber ni una gota de alcohol si no quería terminar con la casa embargada.
—Solo recuérdame vigilar que Mu no tome demasiado. —siguió riéndose, ya podía imaginarse a Mu haciendo una su escenita con su "novio" muerto de ebrio— Quizás y termine casándose él también. —
—¿A qué te refieres? —Milo se calló de inmediato, colocándose visiblemente nervioso— Mu es un hombre adulto y jamás ha tenido problemas con el alcohol, además no es alguien irresponsable, no tendrías que preocuparte. —La mirada afilada de Camus le hizo recorrer un pequeño escalofrío que le recorrió toda la espalda.
—Tienes razón, olvídalo son solo ocurrencias mías, ya sabes unas bromas. —dijo llenando la copa con el espumante hasta el tope, rompiendo con la abstinencia al alcohol de la noche de hoy. Camus quien era tan perceptivo, supo que algo había ahí que Milo estaba ocultando.
—Porque el novio de Mu es confiable ¿verdad? —preguntó, por la conversación que había tenido con Shaka durante la mañana podía ver que su rubio amigo no confiaba mucho en Saga, aunque para él fuera alguien completamente indiferente, pero ahora que intentaba unir cabos con la reacción de Milo, tal vez Shaka no estaba del todo equivocado— Porque según Aioria, tú lo conoces ¿verdad? —era una mentira, Aioria nunca le dijo nada a él, sino que su futuro esposo fue quien le había confesado parte de la conversación del primer día.
—Creo que se están demorando en traer la comida, veré que está pasando. —No le dio tiempo a Camus de replicar cuando Milo se levantó de su silla y se fue directamente a la barra para preguntar por la comida. Quizás había exagerado un poco con las preguntas, pero Milo empezó a actuar extraño al momento que hablaron del novio de Mu y su relación, por lo general basta con mencionar a alguien y este soltaría todo lo que supiera, era su dinámica, Milo escupía y él oía.
Volvió en apenas unos minutos, pero Camus parecía haberse olvidado de la situación de Mu y su novio, por lo que se fue por lo más sano que era seguir una conversación totalmente diferente, le preguntó por el libro que había terminado y Camus entonces se explayó contándole los pequeños inconvenientes que tenía con algunos personajes, dudando si era conveniente cambiar el final de la historia o eliminar a tal personaje de la trama. El griego escuchaba con atención, él siempre leía los libros que su pareja terminaba y por lo general, siempre se sorprendía de la capacidad de Camus en crear mundo y espacios tan buenos y detallados, podía quedarse horas de repente leyendo sus libros y siempre encontrarlos fascinantes.
La comida llegó entre la conversación, pero se quedó a una lenta espera para ser terminada mientras ambos platicaban de otras cosas.
Sin embargo, hubo algo que llamó la atención de Milo y era que nunca había visto a su novio tan inseguro como ahora, sabía bien que este era su más grande proyecto, la historia que había querido escribir toda su vida. Tomó conciliadoramente la mano de su pareja, sabía que Camus tenía un gran potencial y confiaba en el fielmente. Camus agradeció el gesto, Milo podía ser muchas cosas, pero siempre estaba a su lado para apoyarlo en lo que sea que fuera, de la misma forma en que él está a su lado para cada ocasión que el griego lo necesite.
—Sabes me ha quedado una duda rondando, —dice de repente Camus al tiempo que se lleva un trozo de carne a la boca— ¿Cómo es que conoces al novio de Mu? —Camus no era alguien que se queda con alguna duda y eso Milo lo sabía perfectamente, su vida como escritor le ha llevado a investigar hasta el último momento para conocer la historia a fondo y este no sería la excepción.
—Bueno ya sabes nos encontramos una vez en algún sitio después de alguna ocasión —Milo casi se atragantó con la pregunta, no sabía si contarle la verdad o no Camus, al fin y al cabo, no era como que fuera a importarle con quien carajo se acueste Mu, pero el pelilila era su amigo y él había prometido mantener la boca cerrada.
—¿Un sitio cómo? —insistió Camus comiendo un poco de verduras, masticando lentamente mientras veía como de nuevo su pareja parecía entrar en un dilema mental.
—Ya sabes, un… un… —no le salía nada ¡Dioses que difícil era intentar mentirle a este hombre!, tampoco quería inventar algo tan fantasioso, Camus se daría cuenta de inmediato y él era demasiado débil.
—¿Cómo el café del museo?, —le interrogó, eso tenía que ser suficiente para que Milo admitiera que en esa relación había algo extraño que perfectamente podría llevar a algo grave— dime que estás escondiendo. —Quien estaba frustrado ahora era Milo, se llevó las manos a su melena aplastándola hacia atrás, se inclinó hacia adelante para mirar de manera penetrante y suplicante a esos hermosos ojos azules, con toda la paciencia y el amor del mundo que tenía por él.
—Cam, por favor, ¿no podemos acaso mantener esta cena entre los dos sin tener que hablar de otras personas? —casi parecía un ruego, Camus se sintió pésimo, estaba siendo demasiado duro con Milo solo por encontrar la verdad a una incógnita que ni sabía si le afectaría o no. Lo hizo por Shaka, porque estaba preocupado y lo entendía, bien podía ser cualquier sociópata, un estafador o algo mucho peor.
Dejaría pasar por esta vez, viendo la cara de súplica de Milo, no quería verlo decepcionado por haber arruinado la cena.
—De acuerdo, solo espero que lo que sea que estés ocultando no perjudique a nadie más. — comentó mientras bebía un sorbo del espumante terminando el tema.
Así siguieron con su velada en absoluta calma hasta entrada la madrugada.
oOo
El vaso de cristal hizo sonar los cubos de hielos que se encontraban dentro cuando quedó sobre la mesa afelpada. Aioria acaba de tomarse su segundo vaso de whisky y ya ha perdido su cuarta ronda de black jack quien ha sacado carcajadas a Shura e inconscientemente una sonrisa suave al crupier. Ambos llevan un par de horas en el casino, se juntaron previamente en el bar del hotel para conversar, el futuro novio más por presión y culpa por lo sucedido entre su amigo y su futuro esposo y Shura porque jamás podría decirle que no a Aioria. Tomaron algunas cervezas antes y se colocaron al día de situaciones pasadas, evitando sucesos referentes a sus amigos en común. Posteriormente a Aioria le habían dado ganas de jugar unas partidas de cartas, recordó como cuando de pequeños él, su hermano y Shura jugaban a escondida de los adultos.
—Eres un jugador horrible. —le dice Shura bajando las revoluciones de esa risa contagiosa que hizo que Aioria no se molestara en absoluto. El crupier recogió las cartas una vez más y llamó con un gesto a otro empleado para que recargara los vasos de sus clientes.
—Solo he perdido la práctica. —le responde visiblemente divertido y nostálgico de escuchar reír a su amigo. Las cosas habían cambiado tan abruptamente de un momento para otro que cuando que él mismo sumido en sus deberes no se había dado cuenta hasta que Shura se alejó, ese había sido un golpe durísimo a su corazón.
—Tu hermano te habría hecho pedazos. —replica el mayor, Aioria lo piensa mientras la sonrisa se desvanece paulatinamente de su rostro, con todo lo de la boda no ha tenido tiempo de pensar en su hermano, su amigo nota esa mirada triste y calla arrepentido.
—¿Lo extrañas? —pregunta el cenizo, se lleva una mano al cabello suspirando mirando como los hielos de su vaso siguen ahí, derritiéndose. Shura se desanima un poco y asiente, como no podría extrañarlo fue su mejor amigo, su espacio seguro y su primer amor.
Nunca se lo comentó a nadie, pero Aioros representaba para él algo mucho más que un amor platónico y prohibido, él hubiera dado lo que fuera porque estuviese vivo, hubiera dado cada gota de su sangre por que él estuviese a su lado en estos momentos, para contenerlo, abrazarlo y consolarlo. Necesitaba su guía y esa sonrisa alentadora que te decía que todo saldría bien, pero desde que esa fatídica enfermedad se lo llevó, se llevó también con él las palabras de aliento, la compañía y el amor, dejando un cascaron vacío y desolado. Y aunque su corazón el día de hoy lata por otra persona, jamás podrá compararse con la devoción que él tenía por Aioros.
—Lo bueno es que estas tú. —le responde melancólico, dándole palmadas en el hombro, Aioros había sido el amor de su vida— Por eso te protegeré siempre. —y su hermano sería el amor para su vida.
—Gracias, —responde Aioria, agradecido por el apoyo, no sabía porque se sentía tan melancólico, quizás el alcohol no era un buen compañero para recordar a los seres queridos— yo también lo extraño, siento que nunca podré llegar, ni ser tan bueno como él. —Aioria le debía tanto a su hermano, que, si lo pensaba bien, él no sería lo que es hoy si no fuera gracias a su hermano. Estuvo siempre tan orgulloso, su mayor ejemplo, que cuando este murió le prometió sobre su tumba seguir sus pasos, para ser un gran hombre como él.
—No digas eso. —dice Shura girándose para estar frente a él, tomando su cara entre sus manos— Aioros era un excelente ser humano, un buen hermano y un magnifico amigo y tú también lo eres. —el menor no puede evitar sentirse más triste, pero emocionado a la vez por escuchar esas palabras, que a pesar de estar separados por otros motivos él siga viendo lo bueno en su persona. Se sentía un traidor, no importa el lado que eligiera se sentiría un traidor de todos modos.
—Shura ¿Por qué eres tan tosco con Shaka? —suelta de repente y Shura con una expresión de evidente desagrado suelta su cara mirando como el crupier baraja para otras personas, pero no se mueve de donde está.
—Eres aún muy ingenuo Aioria. —le reprocha y le duele el pecho, si pudiera, detendría esta boda, pero sabía cuánto Aioria amaba a Shaka que de hacerlo solo lo volvería infeliz y jamás se permitiría hacerle algo tan cruel como eso.
—Por favor, te lo pido como amigo, ¿puedes intentar llevarte bien con él, si es posible, hasta que acabe la boda? —Shura lo mira detenidamente, también le duele que le pida eso, porque él no quiere que se case. Lo abraza fuertemente, como si quisiera fundirse con él, Aioria se lo toma de la forma más amistosa, es su amigo de la infancia de todos modos y tampoco quiere perderlo.
—Puedo hacerlo, —responde finalmente en un suspiro pesado y Aioria lo hace de puro alivio devolviendo el abrazo, envolviéndolo alrededor de las cotillas— pero debo decirte que no es de mí de quien tienes que cuidarte. —le dice sin soltar en ningún momento el abrazo, Aioria se tensa y suelta sus brazos de la espalda del moreno sin comprender muy bien que es lo que está diciendo, ni por qué.
—¿De qué hablas? —suelta con una risa nerviosa, la mirada que Shura tiene en este momento le transmite un terror que le estremece el cuerpo de pies a cabeza.
—Si yo fuera tú, me cuidaría las espaldas de tu novio y Mu. —Aioria queda de piedra y siente que ha perdido abruptamente todo el calor de su cuerpo y se ha olvidado de como respirar— ¿Estás seguro que tu prometido te ama a ti y no a alguien más? —Shura no sabría sino hasta algunos días más tarde que esa pregunta carcomió la mente de su amigo, como una tortura psicológica.
Aioria se queda sin palabras con los ojos abiertos y brazos colgando débilmente a sus costados, mientras que por su mente pasaba de manera rápida y contradictoria una y otra vez la pregunta que le ha hecho Shura. Instalando una duda tan profunda en su mente como una semilla que eventualmente germinaría y que no lo dejaría en paz.
Y aquí es donde las cosas empiezan a ponerse... amm...
*corre*
