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Bella

La sala de Angela es un desastre de tazas de café y tareas de jardín de niños. Ella hace espacio en la encimera de la cocina con los codos y me sonríe sobre su hombro.

—Aquí—dice—, aquí puedes poner la pizza.

—Otra vez… ¿tus clases son en tu sala o en la escuela?

—Cierra la boca, Bella. No falta mucho para que tu casa luzca como la mía—murmura.

—Ah—le sonrío—, ya se está notando.

—¡No! —ella jadea y tira una taza con su codo—¡Ups! Buena suerte que estaba vacía. ¡Déjame verlo! ¡Oh dios!

Sus manos ya están hurgando en mi blusa y dejo que la suba mientras le sonrío.

—¡Es cierto! Mira esto, estás dejando de tener vientre plano ¡finalmente! —grita, alzando el puño al aire.

—No deberías alegrarte de que estoy poniéndome gorda como una vaca.

—¿De qué hablas? Será sólo una bolita por un tiempo. Ah, Bella—frota sus palmas en mi abdomen—¡es grandioso!

—Lo es—asiento—, aunque ¿no debería de estar más grande? Todas las mujeres de dieciséis semanas están más redondas.

—¿Conoces a muchas mujeres embarazadas? ¿Comenzaste a ir a esos cursos?

—No, las busqué en internet.

Ángela chasquea la lengua y agita su mano. Se aleja y trata de poner orden en su sala.

—No te preocupes. Cada cuerpo es diferente y es tu primer embarazo. Verás que cuando menos lo esperes, no podrás verte los pies.

—¿Lo crees?

Ella se encoge de hombros.

—Siempre puedes preguntarle a tu gine. Por cierto, ¿se supone que el próximo mes sabremos su sexo?

—Creo—asiento, tomando todas esas tareas de niños de sus manos—. Estoy lista para ese dinero.

—Apostaste por una niña. Vas a perder—me frunce el ceño.

—Sólo elegí niña porque ustedes, locas, me obligaron, pero creo firmemente que es un niño.

—Sería muy gracioso que fuera una niña… No, olvídalo, no puedo perder dinero. Tiene que ser un niño, ¡serás un niño! ¿escuchaste? —le grita a mi panza, e incluso la señala.

Golpeo su frente con las hojas hechas rollo y se soba el golpe al tiempo que el timbre suena.

—Ah, esa debe de ser Rose. Jessica llegará más tarde—se ajusta sus anteojos y sonríe antes de abrir la puerta.

Rose y yo nos tiramos en el sofá despejado mientras Ángela termina de ordenar su casa. Media hora después, gimo en protesta.

—¿Dónde rayos está Jessica? Muero de hambre.

—Juro que si está con ese chico Mike la golpearé tan pronto como entre—promete Rose, alejando la vista de su teléfono.

—Dijo que tenía unos pendientes que hacer—Ángela la defiende.

Jessica llega cuando voy por mi segunda rebanada de pizza y me mira mal.

—¿No pudiste esperar?

—No. Soy una mujer embarazada—me llevo una mano al pecho—. ¿Has escuchado las historias? Una embarazada no puede pasar hambre. Se desmayan.

—Eso es pura mierda—me hace a un lado con un codazo en la espalda—. Ángela tiene botiquín de primeros auxilios, hubieras estado bien.

Mientras cenamos, Ángela enciende la televisión. Están pasando Todo En 90 Días y durante el corte comercial, Jessica baja el volumen y me mira.

—¿Cómo va todo con Edward? —pregunta, alzándome las cejas.

—¿Qué? Va bien, ¿de qué hablas?

Ellas intercambian una mirada y Rose y Ángela beben de sus pajillas, fingiendo que nada pasa. Jessica rueda los ojos.

—Estuvimos hablando de ti—anuncia—. A tus espaldas.

—Por supuesto.

Tenía la sospechosa de que ellas lo harían. Era una de las múltiples cosas que me esperaba que sucedieran luego de dar la gran noticia.

—¿Qué tanto dijeron?

—Nada malo—Ángela se apresura a contestar—… sólo cosas.

—¿Qué cosas? —les entrecierro los ojos y miro a Jessica. Estoy segura de que ella lo inició.

Me sonríe, confirmándolo.

—Nos preocupas, Bella—se defiende—. Es todo.

—¿Preocupar? ¿De qué están hablando?

De nada—Ángela insiste, lanzándole una mirada.

Jessica abre la boca para refutar, mientras Rosalie se mantiene extrañamente callada. Ángela la detiene.

—¡Jess! No puedes decirle esas cosas a una mujer embarazada.

—¿Qué mierda no pueden decirme? Terminen con esto de una vez por todas.

—Opino lo mismo—Rose intercede—, quiero ver qué pasa con estos tipos—señala la televisión.

—¿Siguen caminando sobre hojuelas? —pregunta Jessica.

Veo a dónde va esto y tengo que tratar de detenerlo antes de que los pensamientos inseguros comiencen a surgir. Esos los mantengo encerrados bajo llave al fondo de mi mente.

—Si, demasiado. ¿Es todo?

Por el momento, lo es, porque Rose pega un grito cuando el corte comercial termina y sube el volumen de la televisión.

Ellas esperan hasta que el programa termina para continuar con su interrogatorio.

—Pero Bella…—sigue Jessica—¿cómo han estado lidiando con esto?

Le entrecierro los ojos y apoyo mi barbilla en mi mano.

—No lo van a dejar, ¿verdad?

—No—ella niega con la cabeza—. Y es bueno que lo asimiles de una vez.

Angela está entretenida picando botones en el control remoto, iniciando Spotify en la televisión y Rose sólo suelta una risita.

—Todo va bien, enserio.

—Si, si, ya dijiste eso—Jessica agita su mano—pero, ¿cómo lidian con esto? ¿no es demasiado?

—¿Cómo? ¿De qué mierda hablas? Deja de ser tan críptica.

Rose suspira, harta.

—Sólo queremos saber si ves una crisis matrimonial acercándose—anuncia—, ¿crees que él se espante y se vaya? ¿crees que pueda con esto? ¿te ves peleando con él?

Gracias—Ángela le da una mirada fea.

Les ruedo los ojos.

—No hay ninguna crisis matrimonial cerca porque no estamos casados. Y creo que él lo está tomando bastante bien. Edward parece tan emocionado como yo.

Aww—Ángela gime mientras menea lentamente las caderas al ritmo de la música—¿acaso no es romántico? Quiero algo así para mí.

—Me quedé en la parte en donde no están casados. ¿No planean casarse? —inquiere Jessica—. Ángela, saca el vino. Esto tomará tiempo.

Ella asiente y brinca nuestras piernas mientras hace su camino a la cocina.

—Ni siquiera hemos pensado en eso. Aunque debo decir que Eleazar lo mencionó cuando se los dijimos.

—¡Oh! ¿Y qué dijo Edward? —Rose agita mi brazo.

—Nada—me encojo—. En realidad, no sé si quiere hacerlo.

—No lo sé…—dice Ángela desde la cocina—tener un hijo juntos es suficiente, ¿no creen? Es como el anillo invisible.

—Es como el fin de tu vida—bufa Jessica y luego se apresura a añadir—: ¡pero no de la suya! Ustedes lo harán genial.

—Cierra la boca—pateo su pierna y ella lanza una risita—¿creen que deba hablar de eso con él?

—¡No! —Ángela ladra, acercándose con tres copas en sus manos—. Yo digo que esperes. Bebé y matrimonio en un par de meses es demasiado con lo que lidiar.

—Yo diría que si—Rose se estira para tomar su copa de la mano de Ángela—, pero sólo porque me gustan las bodas ¡y voy a casarme! —agita su mano, mostrando su anillo.

—Wow, casi me deslumbras—Jessica gruñe, empujando su mano lejos—. No, no digas nada, Bella. Él puede tener una crisis.

—Y dejarte—ofrece Rose, señalándome con su copa vacía.

—Buena suerte que son mis amigas—mascullo.

—Lo sé, ¿verdad? —Jessica me sonríe—¿te lo imaginas? Mierda, sí que sería incómodo ser vecina de tu ex.

—Ah, no lo recomiendo. Ya pasé por eso—le sonrío a Ángela, que me tiende mi vaso relleno de jugo de arándano.

—Espera, ¿qué? —lo aleja de mí—¿cómo que ya pasaste por eso?

Ugh—ruedo los ojos, lamentada—. Tuvimos una pelea fea antes de Nueva York. Lo dejamos por un par de días… o algo así.

—¿Y por qué no sabíamos eso? —Rosalie gruñe y pellizca mi brazo.

Me alejo, con una queja.

—¿Por qué pelearon? —pregunta Ángela y, finalmente, me deja tomar mi vaso.

—Por un asunto sobre…—me detengo, sintiendo vergüenza. Me rasco la frente y espero a que ella tome asiento—de acuerdo, la noche de Halloween le dije que lo quería y luego él comenzó a actuar todo extraño. Estaba evitándome monumentalmente y luego dijo que él no lo hacía y bueno… supongo que me sentí horrible y lo terminé.

—¿Él… no te quiere? —Ángela frunce el ceño y deja de abrir la botella de vino—. Ya no me agrada.

—Ni a mí—Jessica murmura, con una mueca en su boca y brazos cruzados.

Sus rostros están serios y la broma se quedó atrás.

—Mierda, Bella, si lo hubiéramos sabido no habríamos insistido—se disculpa Rose.

—Pero no creo eso—continúa Ángela y también reanuda su tarea con el vino—. Parece enamorado.

—Si, luce como un tonto a tu alrededor—Jessica observa.

Les ruedo los ojos.

—No, en ese momento no. Dijo que no estaba listo, que aún no.

—¿Y lo terminaste? —Rose frunce el ceño.

—Así es.

Pasa un rato en el que ellas intercambian miradas y Ángela es la primera en resoplar una risa y luego todas lo hacen. Incluso se cubren la boca.

—¿Qué es tan gracioso?

—¿Enserio hiciste eso? Y yo que creí que era la intensa aquí—murmura Rose, arrebatándole la botella a Ángela—. ¡Dame eso!

—¿De qué hablas? Perdón por tener sentimientos y querer a la gente.

—Wow, Bella, enserio llevas lo de Todo En 90 Días a otro nivel—Jessica se limpia las comisuras de los ojos.

—Cierren la boca. No tiene nada de malo.

—Eres una exagerada—ella continúa.

—Emmett lo dijo primero y sólo le dije que yo aún no lo hacía, que todavía no estaba ahí y la vida siguió—dice Rose, sirviendo el vino—. No hicimos tanto alboroto.

—No lo sé…—Ángela se encoge—creo que Edward fue quien lo arruinó en primer lugar. ¿Te evitó y todo el asunto? Que bien que le diste una lección a su dramático trasero.

—Gracias, Ang.

—Mmm…—Jessica le da un sorbo a su vino—ambos son un dolor en el culo. Tal vez eso esté de su lado y sea lo que les permita vivir felices para siempre—ofrece.

Le arrojo el cojín.

—Idiota—gruñe, salvando su copa.

—Volviendo al tema principal…—interrumpe Rose—opino que deberías hacer algo para mantener la llama encendida.

—Ugh, esa cosa apenas se encendió—gruño, sobándome la frente.

—Y tú fuiste a ponerla en peligro embarazándote—Jessica patea mi pierna.

—Concuerdo con Rose. Tal vez un masaje—Ángela me alza las cejas.

—No—la corto—. Su ex tiene un spa, no soy nada en comparación a ella.

—Entonces lencería—Rose me guiña.

—No uso brasier en casa. Siguiente opción—murmuro.

—¿Una cita? —ofrece Ángela—¿hace cuánto que no van a una?

Vaya, ni siquiera yo puedo recordarlo. ¿Los bolos?¿Qué? ¿Nuestra primera cita ha sido nuestra única cita? ¿Nueva York cuenta?

—Ya fue mucho silencio. Una cita será—finaliza Rose.

—Será una buena oportunidad para reconectar—Jessica asiente.

—No lo sé…—froto mis ojos—trabaja todas las noches a excepción de lunes y martes y esos días está cansado todo el tiempo.

—¿Qué mierda hacen entonces? —Rose arruga la nariz.

—¿Enserio sólo duermen juntos y cenan frente a la televisión? —no asiento porque la cara de disgusto de Jessica me dice que no lo haga.

¿Tiene algo de malo? A él le gusta hacer eso y a mí me gusta estar con él. Me gusta sentir sus pijamas contra mí y olerlo, me gusta enredar mis piernas con las de él. Me gusta la manera en la que sus manos trazan patrones o me acarician ausentemente mientras sus ojos están pegados al televisor.

—Dios—Rose se ríe—, son como una pareja de ancianos.

—Concuerdo y eso ya es mucho viniendo de alguien que todavía no supera a su ex de la universidad—Ángela asiente.

—Ugh, ¿quieres olvidarte de él? —Jessica le lanza una orilla de pizza.

—¡No! —Ángela le ladra, arrojándosela de vuelta.

—¿Lo ves, Bella? Incluso ya tienen la rutina del matrimonio en crisis—apunta Jessica.

—¿Y qué se supone que haga? Él está cansado—ofrezco pobremente.

—Oblígalo. No morirá por ponerse una camisa y conducir a un jodido restaurante—gruñe Rose.

No lo sé, hablando de Edward y su dramático trasero todo es posible.

xxx

Cinco días después, estoy respondiendo correos cuando decido que esta noche es una buena noche para tener esa cita de la que mis amigas hablaron, así que alcanzo mi celular y envío un mensaje.

Bella: Recuerda que no irás al gimnasio hoy.

La respuesta llega alrededor de diez minutos después.

Edward: ¿Eh? ¿Por qué?

Edward: ¿Cita con Zafrina?

Sonrío.

Bella: Cita conmigo.

Edward: ¿De qué rayos hablas?

Bella: Dijiste que me llevarías a una cita. ¿No lo recuerdas?

Edward: Ah, claro. Lo olvidé.

Él está lleno de mierda. Es increíble lo que se puede lograr mintiendo un poco.

Bella: ¿A dónde me llevarás?

Edward: Es una sorpresa.

Pequeño mentiroso.

xxx

Uso una falda con estampado de pata de gallo y miro alrededor mientras Edward conduce.

—¿A dónde iremos?

—Ya lo verás—responde, cambiando la canción en su estéreo.

No oculto mi decepción cuando él entra al estacionamiento.

—¿McDonald's? ¿Enserio?

—¿Qué tiene de malo? —frunce el ceño.

—¡Vamos, Edward! Es el jodido McDonald's.

Él chasquea la lengua y saca la llave de la ignición.

—No lo digas de esa manera.

—¿De qué manera? —me cruzo de brazos.

—Así… "el jodido McDonald's"—me imita pobremente—di "¡el jodido McDonald's!"—él incluso alza los puños y sonríe.

Ante mi silencio, Edward suspira.

—Vamos, Bell, hay hamburguesas y helado. Te gustan esas dos cosas.

—Bien—murmuro, no muy contenta y salgo del auto antes que él.

Edward me alcanza rápidamente.

—No me odies—implora.

—Pero me vestí por nada. Incluso usé una falda.

—Puedo tomarte una foto—ofrece—. Todas las chicas necesitan una foto cuando están todas vestidas… ¿cierto?

Le ruedo los ojos y él sólo atina a rodear mis hombros con su brazo y abre la puerta para mí.

—Te compraré todo lo que quieras—dice, deslizándose junto a mí en el sillón.

—Es lo menos que puedes hacer.

Él me entrecierra los ojos y se inclina, así que correspondo su breve beso y me agita las cejas.

—¿Quieres dos helados?

—Bien—gruño, como si eso no me tentara demasiado.

Edward me sonríe y aprieta mi muslo.

Cuando él regresa con las bandejas de comida, se sienta frente a mí y comienza a atacar. Luce hambriento y tengo que alejar mis papas para que no vaya por ellas. Él me entrecierra los ojos.

—¿Qué? ¿Verdad que no es lindo que te dejen sin comida?

—Cierra la boca, Edward—muerdo una papa—. Y supéralo.

—¿Sabes qué otra ventaja tiene McDonald's? —pregunta.

—¿Qué?

—Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras y nadie nunca te dice nada.

—Una ventaja del McDonald's de Forks, debería decir.

—Cierra la boca, Bella.

A diferencia del resto de las noches, Edward no está muy platicador hoy, así que él sólo asiente a las cosas que tengo por decir y agrega algún comentario. Me detengo después de un rato de estar hablando de la boda de Rosalie, porque sé que no me está escuchando.

Edward parece no notar cuando dejo de hablarle y él continúa hurgando en sus sobras como si nada. Se limpia la boca con su servilleta y me mira.

—¿Quieres ese helado ahora?

—Seguro—me encojo y él recoge las bandejas para ir al mostrador.

Deslizo mi dedo por la pantalla de mi celular y leo las estúpidas preguntas que ellas enviaron en un intento por ayudarme a "reconectar."

—Ese es el tipo de preguntas que encuentras en una revista—dije.

—Por supuesto, Bella—respondió Rose—ese es el punto de las revistas.

—No seas tan descarada y al menos consigue unas en Pinterest—masculló Jessica antes de beber de su vino.

Él regresa con los helados en sus manos y esta vez se desliza a mi lado.

—¿Alguna vez te engañaron?

Sus movimientos se detienen y me entrecierra los ojos. Tomo mi cono de su mano.

—¿Qué? ¿Quién?

Me encojo de hombros y doy una primera lamida.

—No lo sé. Antes.

—Ehh… ¿por qué? —frunce el ceño.

—Sólo tengo curiosidad.

—Ah, bueno… si—confiesa—. En la preparatoria.

Alzo las cejas, sorprendida.

Él no luce como el tipo de persona al que le eres infiel. Él parece el infiel. De los que te toman de la cadera en la pista de baile y te dicen que no tienen una novia. Edward no es muy metódico, así que creo que mantener dos relaciones al mismo tiempo no es lo suyo. Es de los de todo o nada, de los que no te puedes sacar de la cabeza por un rato. Edward es el tipo de chico al que buscas en internet, el que tu amiga encuentra en Instagram con apenas saber su nombre.

—¿Enserio? ¿Cómo se llamaba? ¿Cómo pasó?

—Su nombre no es importante, pero salía con ambos al mismo tiempo—le resta importancia con un gesto de mano—. ¿A ti?

—Si… creo. No estoy segura.

—¿No lo confesó?

—No lo pregunté—sacudo la cabeza—¿recuerdas a esa chica con la que hablaba en la fiesta de Eleazar?

—No en realidad.

—Bueno, ella… el tipo comenzó a salir con ella como… al día siguiente de que terminó conmigo. Tuve la sospecha de que hacían cosas a mis espaldas.

—¿Cuánto duró? —pregunta, lamiendo su helado.

—¿La relación?

—El asunto de infidelidad.

—Ah… tal vez tres semanas. Luego de que la conoció empezó a actuar muy extraño.

—Lo lamento—murmura.

—Ya no importa. Lamento lo tuyo—pateo ligeramente su pierna. Él se encoje.

—Ya no importa—responde.

—Bien… ¿entonces no lo perdonarías?

Él me mira rápidamente. Sus ojos están llenos de preguntas y me frunce ligeramente el ceño.

—¿Es esta una mierda de preparación?

—¿Qué?

—¿Estás tanteando el terreno o te estás proyectando?

—¿Qué? ¡No! —pellizco su brazo y él suelta un quejido, alejándolo de mí—, sólo estoy tratando de mantener una conversación.

—Pues llévala a otra dirección porque si continúa así, no podré dormir esta noche.

Le ruedo los ojos a su dramatismo y me concentro en mi postre. Edward traza los patrones en mi falda.

Pienso seriamente en saltar la siguiente pregunta porque no hemos hablado de eso antes. Edward no es de muchas palabras -a pesar de que en Acción de Gracias prometió intentarlo-, y no sé si esto pondrá el ambiente todo incómodo. No quiero arruinar esta cita o lo que sea que sea esto; pero entiendo que también es una buena manera de dirigir la conversación al punto que quiero, al asunto de "reconectar."

—¿Quién es tu prioridad?

—Mi bebé—responde sin pensarlo. Su mano sube y baja por mi falda.

—Él no cuenta.

—¿Qué? —parece que Edward decidió que el ceño fruncido lo acompañaría durante toda la noche.

—Él no cuenta.

—¿Por qué no?

—Sólo…—me encojo—bien, ¿quién era tu prioridad antes que él?

—Ehh…—él deja de comer su helado y estira las piernas. Mira al frente ausentemente y parece pensarlo. Me mira de soslayo—tal vez esto.

Mi pecho se aprieta de anticipación.

—¿Esto?

—Si…—suspira—no lo sé, creo. Es decir, estuvimos peleando antes de él y antes de eso estábamos bien, luego de haber estado mal. Estaba concentrado en mantenerlo bien y luego me concentré en volver a estar bien.

—Mmm—murmuro. No sé qué responderle. En mi estado inseguro, creí que él respondería que no tenía prioridades, pero acaba de decir lo contrario.

Ahora su prioridad es el bebé. Pero… ¿y nosotros? ¿Ya no somos su prioridad?

Tal vez él está canalizando todos sus sentimientos hacia el bebé. Tal vez el amor que apenas comenzaba a sentir hacia mí, se lo está dando a su hijo.

Mi silencio lo hace mirarme.

—¿Qué?

—Nada—respondo—. Es sólo que, ahora que el bebé es tu prioridad, me preguntaba si… mmm.

Muerdo las orillas de mi cono, de pronto desistiendo de esta rara intervención. No estoy preparada para la respuesta porque va a remover los pensamientos que tengo enterrados.

—¿Si qué? —insiste.

Inhalo y casualmente acomodo la servilleta en mi cono de helado.

—Sólo me preguntaba si esto ya no es una prioridad para ti—contesto sin mirarlo. Edward permanece en silencio, pero no alzaré mi vista. Mi corazón late muy rápido y siento que la vergüenza está impresa en todo mi rostro.

—¿De qué hablas? —su voz es más baja, intensa. Sé el tipo de mirada que tiene sin siquiera verlo a la cara.

Me encojo, aunque no tenga una razón para hacerlo. Quiero salir de aquí. Mis amigas están llenas de mierda. Sacar al elemento de su hábitat natural resultó catastrófico.

Puedo inventar una respuesta rápida que me sacará de este desastre o puedo bajar la guardia y liberar mis pensamientos, puedo hablarlo antes de que explote en nuestras caras como lo hizo en el pasado.

Tengo dos opciones.

Elijo la segunda.

Miro a Edward. No me equivoqué. Es la mirada que esperaba: llena de preguntas, recelosa, intensa, sólo falta un segundo para que se torne enojada.

—Fuimos locos desde el inicio, luego me pasé de loca y lo arruiné. Lo resolvimos, pero luego él llegó y nos forzó a cambiar nuestras prioridades. Sólo quiero saber si la atención que estabas dándome sigue ahí… o él la tiene toda.

—No es como si fuera una competencia, Bella.

—Sé que no lo es—respondo rápidamente—. Es sólo algo que ambos deberíamos de tener.

Él mira por la ventana por un momento antes de mirarme de vuelta.

—¿Entonces básicamente quieres saber si estoy contigo porque quiero mantener esto y no sólo por el bebé?

—Así es.

El helado de Edward suelta algunas gotas sobre la mesa. Él las limpia con su servilleta.

—¿Ves por qué dije que no era el momento correcto? —digo luego de un rato de él no diciendo nada.

—Entiendo tu punto, Bella. Entiendo tu deseo por saberlo, pero ¿acaso no te lo he demostrado?

—A veces las palabras también son necesarias, Edward.

Él aprieta la mandíbula y tamborilea sus dedos en la mesa.

—Si, Bella, si quiero estar contigo. Con o sin Charlie, quería estar contigo—dice con voz apagada.

Ugh, lo dice como si fuera lo peor.

Desisto del resto de la intervención. Esto era lo que me importaba después de todo. Comienzo a sentirme melancólica. Lo detengo antes de que esa melancolía se convierta en tristeza.

—Bien, Edward.

—¿Aún quieres otro helado? —pregunta en un murmullo cuando ha terminado el suyo.

Sigo mordisqueando galleta, así que sacudo la cabeza.

—No—respondo—¿quieres ir a casa?

—Si, estoy cansado—resuelve.

—Andando entonces.

Arrastro los pies hasta el auto y él espera pacientemente, sujetando mi puerta.

El camino a casa es silencioso. Edward no sube el volumen de la música ni cambia la canción.

Suspiro, sintiéndome apática y un tanto molesta con mis amigas.

Como si ellas tuvieran la culpa de mi tumultuosa vida.

Y es claro que Edward tampoco quiere ahondar en el asunto.

Tengo un mensaje de Ángela.

Ángela: ¿Salieron?

Bella: Si, lo hicimos, le respondo.

Ella no tarda mucho en contestar.

Ángela: ¿Cómo estuvo?

Bella: Creo que no muy bien.

Ángela: ¿Cómo? ¿De qué hablas? ¿Hiciste esas preguntas?

Bella: Sólo pude hacer dos.

Ángela: ¿Por qué?

Bella: Está cansado y la segunda removió muchas cosas dentro de mí.

Ángela: ¿Cuál era la segunda?

Bella: La de las prioridades.

Ángela: Ow, Bella, lo siento. ¿Tan malo fue?

Bella: Es sólo que todas esas cosas que ustedes se preguntaron ya me las había preguntado yo. Las mandé al fondo de mi mente.

Ángela: Lo lamento otra vez. Les dije que no deberíamos decirte nada, pero al parecer ¡no escuchan!

Bella: Está bien, Ang. Sólo querían ayudar.

Ángela: ¿Quieres hablar sobre eso?

Bella: Si hablo de eso ahora voy a llorar.

Ángela: Bien.

Bella: Mañana, ¿sí? Te llamaré.

Ángela: De acuerdo.

Bella: ¿Sigues estando libre a las 10:30?

Ángela: Así es. Los niños salen a comer a esa hora.

Bella: De acuerdo. Buenas noches, Ang.

Ángela: Buenas noches, Swan.

xxx

Paso el rato observando la espalda de Edward, que sube y baja mientras él respira. Está roncando ligeramente y mi nariz pica después de dejar que las lágrimas fluyan. Sólo estoy sensible, ¿de acuerdo?

No puedo evitar sentir que no está esforzándose, que si se lo permito, esto en realidad se convertirá en una relación de ancianos, que su promesa en realidad no fue una promesa y tiene esta molesta actitud que me hace sentir que estoy más adentro que él.

Estaba sintiéndome bien con él, con todo esto, pero debo aceptar que no tuve tiempo suficiente para asimilar las cosas luego de Nueva York. Dijimos que lo intentaríamos, que esta puerta no iba a ser tan fácil de cerrar, pero entonces llegó el bebé y ahora creo que él sólo se esfuerza por él.

No debería sentirme de esta forma.

No creo que sea correcto.

Y no debería sorprenderme.

Después de todo, prometimos intentarlo por él, pero creo que uno de los dos entendió mal esa parte. Mientras yo lo veo como algo maravilloso qué construir, pienso que Edward lo ve como algo inamovible que ya está hecho.

Carajo, estamos teniendo una crisis.

Mis pensamientos me están poniendo ansiosa, así que seco mis lágrimas y me deslizo por la cama, enredando mi brazo en él porque sólo él puede ponerme errática y calmarme al mismo tiempo.

Beso el espacio entre sus omóplatos y lo agito ligeramente.

Él se remueve.

—¿Mmm? —musita.

—No puedo dormir—susurro.

Edward permanece quieto por un momento. Luego se gira y me ve con ojos entrecerrados.

—¿Por qué? —su voz es ronca y pesada.

—No lo sé… sólo estoy ansiosa.

Edward lleva su gran mano a mi rostro y cierra mis párpados.

—Sólo cierra los ojos.

—¡Cómo no se me había ocurrido antes!

Él sonríe perezosamente, sus ojos ya están cerrados de vuelta.

—Silencio, Bella.

—Hey.

—¡Sshh! —exclama.

—Te quiero.

Quiero que lo diga, necesito escucharlo decirlo. Pero Edward sólo suspira.


No iba a pasar mucho tiempo antes de que Bella comenzara a sobrepensar las cosas.

Tal vez Edward sea un hogareño de primera, simplemente se tienen que poner de acuerdo.

Nos seguimos leyendo.

¡Saludos!