Disclaimer: Todo de Isayama.

Notas de la autora: Vamos entrando ya a la parte más sombría de este fanfic y sí, sé que quizás esta advertencia debió ir en el primer capítulo, pero siendo completamente sincera, se me pasó por completo.

Advertencias: Este fanfic contiene material muy explícito, desde gore, relaciones no consentidas y muerte de personajes.

Lo que habita en la montaña

Capítulo 2: En las fauces del lobo

El camino hacia la cima de la montaña Sina se extendía ante ellos y el aire se volvía más frío a medida que avanzaban. El viento susurraba entre los árboles, como si intentara advertirles de los peligros que les aguardaban.

Mikasa, que lideraba el grupo, había entrado en modo cacería y su mirada aguda escudriñaba el entorno en busca de cualquier indicio de peligro. De vez en cuando se detenía para comprobar su brújula o para beber un poco de agua.

Eren caminaba junto a ella y a pesar de su preocupación por su madre y la incertidumbre del camino que les esperaba, se mantenía firme, dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. Sus manos se apretaban con fuerza, recordándole el vínculo indestructible que compartía con Mikasa y su determinación de proteger a quienes amaba. La miraba de reojo para cerciorarse de que estuviera bien, sin embargo, el rostro serio de su hermana no mostraba ni el más mínimo rastro de emociones.

Historia, con su mirada penetrante y melancólica, seguía de cerca a Eren. La angustia por sus hermanas ninfas desaparecidas se reflejaba en sus ojos, pero también había una chispa de esperanza en su corazón. Con cada paso se aferraba a la promesa que Eren le había hecho y confiaba en que todo saldría bien, o al menos decidía pensar en aquello.

Armin caminaba al final del grupo, repasando mentalmente todos los libros que había leído con el afán de encontrar una respuesta al caos que de pronto se había cernido sobre ellos, pero lo cierto es que nada tenía sentido. Se encontraba tan ensimismado en sus pensamientos que no se percató de que todo el grupo se había detenido, chocando así contra la espalda de la ninfa.

—¡Lo siento mucho! —Intentó disculparse.

—Silencio —Un susurro salió de los labios de Mikasa. —. Creo que hay alguien observándonos.

El bosque se mantenía en silencio, solo interrumpido por el murmullo del viento entre las hojas de los árboles. Mikasa escudriñaba cada rincón manteniéndose alerta, pero no encontraba nada fuera de lo común. La sensación de estar siendo observados persistía, como un peso en el aire que no podían sacudirse.

El sonido de las hojas siendo pisoteadas llamó la atención de la muchacha que enseguida empuñó su ballesta, completamente dispuesta a atacar a lo que fuera que estuviera acechándolos, pero un suspiro de completo alivio abandonó sus labios al ver que un pequeño ciervo asomaba los ojos por entre los arbustos.

—Creo que lo mejor es que acampemos aquí. —Mikasa depositó el arma en el piso y empezó a rebuscar en su maleta.

—¿Te sientes bien? —Eren se arrodilló junto a ella, completamente preocupado.

—No es nada. Ahora apresúrense armando sus carpas, no podemos estar desprotegidos por la noche.

La voz amenazante de la joven fue suficiente para que los otros tres obedecieran sin chistar. El campamento estuvo armado en menos tiempo del que hubieran esperado y pronto Eren, haciendo uso de un hechizo simple, se encargó de prender la fogata.

Mikasa se sentó frente al fuego y se dejó envolver por el calor de las llamas. Su mirada denotaba una profunda tristeza y a la par frustración. Comió más por necesidad que por ganas y apenas terminó el cuenco de sopa, se metió a la carpa y se acostó sobre el colchón de hojas que había confeccionado.

—Te conozco, Mikasa. Algo te sucede. —Eren la siguió, preocupado. —. Te siento triste y también…

—Estoy cansada —admitió. No valía la pena esconderle sus sentimientos a su hermano, tarde o temprano siempre terminaba por descubrir lo que le sucedía. —. Cansada, triste y no me puedo concentrar. Es peligroso andar así, y peor en la noche.

—Entiendo. —Se sentó junto a ella, abrazándose las rodillas contra el pecho. —. Yo también me siento así. No he dejado de preguntarme si mamá estará bien y… la extraño mucho.

Eren se apretó más en el abrazo y Mikasa no pudo soportar verlo así. Se abrazó a su hermano y le acarició la cabeza.

—Tenemos que ser fuertes. —Le dijo tratando de sonar firme, pero no pudo evitar que su voz se quebrara.

—¿Te puedo preguntar algo? —Eren no se atrevía a mirarla, así que clavó la vista en el suelo de tierra. No esperó que Mikasa diera su consentimiento y decidió preguntar de todas maneras. —. ¿Cómo lo lograste? Es decir, seguir viviendo después de lo de tus padres.

Mikasa tragó saliva al tiempo en que soltaba a Eren. La pregunta la había tomado por sorpresa, y por un instante, sintió como si el tiempo se detuviera. La imagen de aquella fatídica noche volvió a su mente: el frío intenso, los gritos desesperados, la sensación de estar atrapada en una pesadilla.

Mikasa miró a su hermano con tristeza. Quería responder, quería compartir su experiencia, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Sabía que no podía ocultar su dolor, pero hablar de ello era un desafío que no estaba segura de poder afrontar en ese momento.

Antes de que Mikasa pudiera encontrar las palabras adecuadas, un grito agudo y lleno de pánico resonó desde fuera de la carpa. Las voces de Armin e Historia se mezclaban en un coro de angustia, haciendo que Mikasa y Eren se pusieran de pie de un salto.

El fuego de la fogata, que había sido su única fuente de luz y calor, se apagó de repente, sumiendo la escena en una oscuridad inquietante. Mikasa empuñó su ballesta nuevamente, y sus sentidos se agudizaron al máximo mientras buscaba en vano alguna señal de lo que estaba sucediendo.

—¡Armin, Historia! —gritó Eren mientras se disponía a salir de la carpa, sin embargo, el brazo de Mikasa interponiéndose entre él y la salida se lo impidió.

No hubo respuesta, solo un silencio denso que parecía absorberlo todo. Mikasa se acercó a la entrada de la carpa mientras trataba de ver en la oscuridad.

—Quédate aquí. —Le susurró a un Eren que se encontraba completamente atemorizado y luego de echar un vistazo hacia afuera y no encontrar por ningún lado a Armin o Historia, tomó una decisión desesperada. —. No podemos quedarnos aquí —Mikasa agarró a su hermano por el brazo. — Algo no está bien.

Sin perder un segundo, corrieron fuera de la carpa y la negrura de la noche los envolvió. La oscuridad era asfixiante, como si estuvieran atrapados en un mundo sin luz ni esperanza. A medida que avanzaban, la sensación de ser observados se intensificaba. En medio de la confusión y el caos, Mikasa perdió de vista a Eren y antes de que pudiera llamarlo, un grito desgarrador se perdió entre los densos árboles.

Mikasa sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho, como si quisiera escapar de su cuerpo. El pánico la abrazó con garras frías, y por un momento, todo su ser se vio inundado por un temor abrumador. El grito resonó en su mente, evocando ecos de gritos similares que había escuchado en su pasado, en aquella noche fatídica que aún atormentaba sus sueños.

Recordó las voces de sus padres luchando por sus vidas, las súplicas desgarradoras y el sonido hiriente de la tragedia. Mikasa apretó los puños, tratando de alejar esos recuerdos dolorosos, pero parecían enredarse en su mente, arrastrándola de nuevo a la oscuridad de aquel pasado.

No podía permitirse perder el control, no ahora. Mikasa cerró los ojos con fuerza, respirando profundamente. Se concentró en bloquear sus emociones, como si construyera una barrera impenetrable a su alrededor. A medida que la tensión se apoderaba de ella, algo cambió. Una extraña calma se apoderó de su ser, como si nada pudiera afectarla. Era como si se hubiera desconectado de sus propios sentimientos, convirtiéndose en una máquina fría y eficiente.

Su instinto de cazadora se activó. Los sonidos de la noche se agudizaron, y su visión pareció adaptarse a la oscuridad. Mikasa se movía con agilidad, sus pasos eran silenciosos al tiempo que buscaba rastros en el suelo. Notó un par de huellas que no pertenecían a ninguno de ellos, y su mente analítica entró en acción.

Siguió las huellas incesantemente durante toda la madrugada, con una determinación férrea que la impulsaba hacia adelante. El rastro la llevó a través de espesos bosques y terrenos irregulares, sin detenerse ni una vez. La adrenalina latía en sus venas, y aunque la oscuridad y la incertidumbre la rodeaban, Mikasa se sentía viva, despierta, como si estuviera en su elemento.

Armin abrió lentamente los ojos, sintiendo una punzada en la cabeza mientras parpadeaba contra la luz que entraba por las altas ventanas del salón principal. Se incorporó con cuidado, tratando de recordar cómo había llegado hasta allí. Su mente estaba nublada, como si hubiera estado sumido en un sueño profundo.

A medida que su memoria volvía a él, Armin se dio cuenta de que ya no estaba en el campamento. El lugar en el que se encontraba era opulento y antiguo, con paredes de piedra desgastada y tapices oscuros que colgaban de los muros. Una sensación de inquietud se apoderó de él mientras se ponía de pie y miraba a su alrededor.

—¿Dónde estoy? —murmuró para sí mismo.

El eco de su voz resonó en el salón, y Armin sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. Intentó recordar lo que había sucedido después de separarse de Mikasa y Eren, pero todo era confuso y fragmentado en su mente. Al no encontrar nada a lo que aferrarse, decidió que lo mejor sería explorar.

Por otro lado, Eren fue arrojado con fuerza hacia un piso de madera, pudo deducirlo solamente por el olor penetrante del roble ya que sus ojos estaban cubiertos por una tela gruesa. El pequeño estaba totalmente atemorizado, su corazón latía con fuerza en el pecho mientras trataba de entender lo que estaba sucediendo.

En medio de la confusión y el dolor por el impacto, Eren se mantuvo quieto, tratando de escuchar cualquier indicio de lo que podría ocurrir a continuación. Los sonidos a su alrededor eran una mezcla de crujidos y susurros indescifrables. Intentó mover sus manos, que estaban amarradas detrás de su espalda, y para su sorpresa, descubrió que las ataduras no estaban tan apretadas como pensaba. Con cuidado, comenzó a deshacer los nudos.

Justo cuando estaba a punto de liberar sus manos, el sonido de una puerta que se cerraba con fuerza resonó en la bodega. Eren quedó paralizado, preguntándose quién más estaba en aquel lugar y qué planeaban hacer con él. Sus manos finalmente se liberaron, pero antes de quitarse la venda, sintió un dolor punzante en la mejilla derecha. Al tocarla, descubrió que tenía una herida pequeña pero dolorosa producto del impacto con el suelo. Sabía que debía ser cuidadoso al explorar su entorno.

Con manos temblorosas, Eren retiró la tela que cubría sus ojos y se encontró en una bodega oscura y húmeda. Las paredes estaban cubiertas de musgo y humedad, y el único punto de luz provenía de una pequeña ventana en la parte superior de la pared. A pesar de la penumbra, pudo distinguir cajas y barriles apilados en un rincón, junto con lo que parecían ser herramientas oxidadas.

El corazón de Eren seguía latiendo con fuerza mientras intentaba entender su situación. ¿Dónde estaban sus amigos? ¿Quiénes eran las personas que lo habían llevado hasta allí? Mientras consideraba sus opciones, se dio cuenta de que la puerta de la bodega no estaba cerrada con llave, solo se había cerrado con fuerza. La esperanza de escapar comenzó a arder en su pecho.

Con cuidado para no hacer ruido, Eren se acercó sigilosamente a la puerta, la entreabrió y espió en el pasillo exterior.

Armin había estado explorando los pasillos del castillo en completa soledad, tratando de encontrar alguna pista que lo llevara a entender lo que estaba sucediendo. La oscuridad y el silencio que rodeaban el lugar lo habían mantenido en alerta constante, y su mente curiosa buscaba respuestas a cada paso.

Cuando giró en una esquina, sus oídos captaron unos murmullos llorosos que surgían desde una esquina sumida en la oscuridad. La voz temblorosa de Historia lo hizo detenerse en seco. Se acercó con cautela, sin querer asustar a la ninfa, y lo que vio lo dejó perplejo.

Historia se encontraba arrodillada en la esquina, con las manos juntas como en oración, mientras cantaba suavemente una melodía que Armin no reconoció de inmediato. Estaba claro que estaba tratando de crear una barrera protectora a su alrededor. La expresión de temor en su rostro y sus lágrimas revelaban su angustia.

Armin se aproximó en silencio y se arrodilló junto a ella. La voz de Historia seguía temblando mientras cantaba, pero al sentir la presencia de Armin a su lado, su canción se apagó en un suspiro tembloroso. Ella se volvió hacia él, con los ojos llenos de lágrimas y el miedo aún palpable en su mirada.

—Historia, soy yo, Armin. Estás a salvo ahora. No tienes nada que temer —susurró con ternura mientras colocaba una mano reconfortante en el hombro de la muchacha.

Historia, con un gemido, se abrazó al cuello del elfo casi con desesperación.

—Algo me estaba persiguiendo —dijo en un sollozo. —. No sé qué era, pero sentí que iba a devorarme. Sentí lo mismo que en mi hogar… Era lo que se llevó a mis hermanas.

Armin apretó con suavidad a Historia contra él, tratando de calmarla. Sabía que debía ser valiente por su ella y por los demás, sin embargo no pudo evitar sentirse expuesto. Miró a su alrededor sintiendo que la amplitud del lugar era una desventaja, no podrían esconderse si esa cosa volvía por ellos, así que tomó una resolución.

—Debemos escondernos, al menos hasta saber cómo salir de este lugar.

Historia asintió con la cabeza, aún temblando y se puso de pie junto con Armin.

Mikasa finalmente llegó al castillo después de seguir las pistas que la habían llevado a través de los tenebrosos bosques que rodeaban la montaña Sina. El lugar era imponente y decadente al mismo tiempo. La fachada antigua del castillo estaba cubierta de enredaderas retorcidas y desgarradas, como si la naturaleza misma tratara de reclamarlo. Las ventanas rotas y las paredes descascaradas hablaban de un pasado glorioso que había caído en el olvido y la decadencia.

Los jardines que rodeaban el castillo estaban marchitos y cubiertos de maleza. Lo que alguna vez debieron ser exuberantes parterres de flores ahora eran solo un recordatorio desolador de la belleza perdida. Las estatuas de mármol estaban cubiertas de musgo y algunas de ellas yacían rotas en el suelo.

Con su ballesta en mano, Mikasa se adentró con cautela en el sombrío patio del castillo. Sus ojos escudriñaron cada rincón en busca de una entrada.

Fue entonces cuando la quietud fue rota por un siseo gutural y amenazante. Un ente emergió de las sombras con un siseo que hizo erizar la piel de Mikasa. Tenía una forma indescriptible, como si estuviera hecho de pesadillas. Sus ojos brillantes y amarillos, eran como dos fuegos fatuos que danzaban en la oscuridad.

Mikasa apuntó su ballesta con precisión, tratando de discernir cualquier punto vulnerable en esa criatura. Los segundos se estiraron como si el tiempo mismo quisiera prolongar la tensión antes del inevitable choque.

El ente atacó con una velocidad sobrenatural. Se movió en una serie de giros y vueltas. Mikasa apenas tuvo tiempo para reaccionar. Sus sentidos estaban a flor de piel, pero la criatura era escurridiza, esquivaba sus disparos de una manera tal que Mikasa temió no estar a la altura.

La ballesta de la cazadora liberaba un zumbido sordo cada vez que disparaba, pero la criatura se movía con una agilidad antinatural, esquivando los proyectiles con giros y saltos. Los ataques de Mikasa eran certeros, pero la criatura parecía insensible al dolor. Emitió un rugido gutural que reverberó en el patio del castillo.

La lucha continuó, con Mikasa tratando de mantener la calma a pesar de la intensidad del combate. La criatura parecía tener la ventaja, pero Mikasa era una cazadora experimentada y no se rindió. Sus movimientos se volvieron más fluidos y sus reflejos más rápidos a medida que se acostumbraba al estilo de lucha de su enemigo.

Finalmente, logró un golpe directo. Uno de los proyectiles de su ballesta alcanzó su objetivo y atravesó el hombro de la criatura, la cual emitió un alarido agudo y retrocedió, una oscuridad viscosa goteaba de su herida.

Mikasa aprovechó la oportunidad. Se movió con rapidez y destreza, esquivando el último ataque desesperado de la criatura y cuando estuvo a punto de asestarle el golpe final, el ente se desvaneció en las sombras. Mikasa se quedó en alerta, sentía el corazón palpitando con tanta fuerza que parecía escapar de su pecho. Trataba de escuchar entre las sombras algún indicio de la presencia de la criatura, pero al sentir la ligereza del aire, supo que estaba a salvo, al menos por el momento.

Respiró aliviada y justo cuando se disponía a buscar una ruta hacia el interior del castillo, las gotas de sangre que dejó el ente en su escape le mostró el camino

Eren subía por unas gradas de caracol con infinita cautela. Sus ojos, ya acostumbrados a la oscuridad examinaban el lugar a detalle en busca de alguna pista que pudiera indicarle en donde se encontraba. No lo quería admitir del todo, pero muy en lo profundo de su ser sabía que de alguna manera había llegado al castillo. Las gradas por fin lo llevaron a una gran puerta de madera con remaches en metal y al empujarla rogó internamente por que no hiciera ningún sonido. Aguantó la respiración y empujó la puerta con suavidad. Para su alivio, esta cedió sin emitir un chirrido que pudiera delatar su presencia.

Al otro lado de la puerta se extendía un pasillo largo y lúgubre, con paredes cubiertas de tapices que habían perdido su antigua gloria y ahora colgaban desgarrados y llenos de polvo. Velas parpadeantes iluminaban débilmente el pasillo, arrojando sombras danzantes que hacían que el lugar pareciera aún más siniestro.

Eren avanzó con sigilo mientras tragaba saliva grueso tratando de regular su ansiedad. Cada paso parecía un eco ensordecedor en el silencio del ía que su corazón latía con fuerza en su pecho, como si quisiera escapar de la amenaza invisible que lo previo aviso, una mano fría y firme se cerró sobre su boca desde atrás, sofocando cualquier grito o exclamación que pudiera haber escapado de sus labios. Otro brazo lo rodeó por el torso, sujetándolo con fuerza. Antes de que pudiera reaccionar, fue arrastrado a la oscuridad de un pasadizo lateral, alejado de la vista de cualquier posible observador.

Tras recorrer los pasillos laberínticos y oscuros del palacio, Historia y Armin llegaron a una gran habitación. Después de cerciorarse de que no hubiera ningún enemigo dentro, se filtraron en ella con el único afán de esconderse, pero mientras buscaban un refugio, se toparon con varios estantes repletos de libros, frascos con líquidos de colores extraños y artefactos científicos desconocidos que se alineaban en las paredes. Era un lugar enigmático, donde la sabiduría y la magia parecían haber convergido.

Historia inspeccionó uno de los estantes y encontró un cuaderno que parecía desentonar con los demás. Estaba cubierto de extrañas runas y símbolos que ella no podía entender. Con cuidado, lo tomó y se lo mostró a Armin.

—Mira esto —susurró —, ¿puedes ver lo que encontré aquí?

Armin, que había estado examinando una mesa llena de dagas ceremoniales, se volvió hacia ella. Al ver el cuaderno y las runas, sus ojos se llenaron de un brillo inusual.

—Esto es... —comenzó a murmurar mientras examinaba las páginas llenas de símbolos. Era una escritura antigua y compleja que había estudiado en sus anteriores investigaciones. Sabía que se trataba de una forma de magia antigua y poderosa, pero también extremadamente peligrosa. Sus dedos temblaban ligeramente mientras continuaba leyendo.

Historia, preocupada por la reacción de Armin, observó cómo sus expresiones iban desde el desconcierto hasta la preocupación.

—¿Qué dice? —preguntó con ansias.

Armin finalmente cerró el cuaderno con brusquedad y miró a Historia completamente aterrado.

—Te voy a soltar, solamente si prometes no gritar.

El silencio se prolongó por algunos segundos, los suficientes para que Eren pudiera pensar en lo que haría. A pesar del miedo que sentía recorrer por todo su cuerpo, la voz amable pero cansada del otro le transmitía cierta tranquilidad. Sabía que podía confiar en él, sea quien sea que fuere, al menos eso le decía su instinto así que Eren se limitó a asentir ante la voz ronca a sus espaldas.

—¿Quién eres? —preguntó el joven apenas la mano dejó de hacer presión sobre sus labios.

—Eso no es lo más importante ahora. Debo sacarte a tí y a tus amigos del castillo antes de que sea demasiado tarde.

—¿Armin, Historia y Mikasa están aquí? —Un dejo de esperanza se pudo reconocer en la voz de Eren.

—Están aquí, pero si no tenemos cuidado…

—Entonces ¿por qué estamos perdiendo el tiempo? Tenemos que encontrarlos y… —Eren dio dos pasos hacia el frente, totalmente decidido, pero fue interceptado por el extraño.

—Primera regla —El extraño levantó un poco la voz. —: No puedes ir caminando así como así por el castillo. La cosa que vive aquí es un cazador y ustedes, ahora mismo, son la presa.

Y como si las palabras del sujeto no hubiesen sido suficientes para convencer a Eren, un rugido se dejó escuchar por entre las sombras. Un escalofrío recorrió la espina del muchacho y se quedó petrificado en el sitio; Con un poco de temor miró hacia atrás tratando de dilucidar entre las sombras una figura, pero al no encontrar nada volvió a mirar a su acompañante.

—¿Qué fue eso? —El temblor en su voz delató el terror que en ese preciso instante sentía.

—Te lo explicaré en el camino.

Mikasa se arrastró por debajo de una puerta que había quedado entreabierta y por fin pudo ingresar al castillo. Lo primero de lo que se percató fue del olor viejo y desgastado que desprendían las paredes, no era tan notorio el hedor, pero gracias a sus sentidos desarrollados pudo notar casi al instante que allí no había entrado aire fresco en muchísimo tiempo, también cayó en cuenta de que a pesar de que afuera todo estaba descuidado, por dentro el lugar aún se conservaba bien, como si alguien se hubiera tomado el tiempo para mantener el castillo en las mejores condiciones que pudiera a pesar del paso de los años. No podía creer que en ese lugar pudiera vivir un ser inhumano capaz de las peores atrocidades y al mismo tiempo mantener su hogar en ese estado incluso acogedor, al menos eso pensó hasta que un rugido lleno de furia se coló por todos los rincones del lugar. La cazadora se aferró a su ballesta, casi utilizándola como un escudo, en la oscuridad reinante no podría apuntar con precisión así que utilizaría el combate cuerpo a cuerpo a su favor. Se atrincheró entre una de las paredes y un mueble de madera gruesa y esperó un par de segundos mientras miraba en todas las direcciones, debido al eco generado por los techos altos y amplias habitaciones, no sabía desde dónde aparecería el enemigo, pero tras notar que el peligro aparentemente había desaparecido, decidió buscar a su hermano y como no, a los otros dos chicos.

Armin caminaba al frente mientras Historia se agazapaba tras él. Habían dejado la biblioteca hacía apenas un par de minutos y con cada paso podían sentir como el aire se hacía más espeso, como si

La oscuridad del pasillo los envolvía, y el tenso silencio que reinaba se rompió cuando el rugido resonó en sus oídos. La ninfa sintió un escalofrío recorrer su espalda y, sin pensarlo dos veces, su instinto de supervivencia la impulsó a correr en busca de algún lugar donde esconderse.

—¡Historia, espera! —gritó Armin, alarmado, mientras se apresuraba tras ella.

Los pasillos eran alargados y siniestros, con sombras que parecían moverse por sí solas. Armin rogaba en silencio para que ni él ni Historia se pusieran en peligro. La ninfa giró en una esquina y aceleró el paso al sentir que definitivamente algo la estaba persiguiendo y sin poder controlar sus pasos, chocó violentamente contra alguien.

La muchacha se tambaleó y cayó estrepitosamente hacia atrás y frente a ella pudo ver una gran sombra que se alzaba imponente. Era el final de todo, lo sabía. Historia cerró los ojos aceptando su destino y se cubrió el rostro en un último intento de protegerse, pero los segundos pasaron y no sucedió nada, en vez de eso, una voz conocida resonó en sus oídos.

—¡Historia! —Un par de brazos la rodearon por la cintura.

Armin llegó corriendo poco después, jadeando por el esfuerzo. Miró alternativamente a Eren, a Historia y al desconocido, sintiendo que se estaba perdiendo algo importante.

—¿Qué está pasando? —preguntó Armin, buscando respuestas.

Mikasa avanzó con sigilo por el oscuro pasillo, apuntando las ballesta hacia el frente, lista para disparar en cualquier momento. Cada rincón del castillo parecía ocultar secretos y peligros.

El silencio era opresivo, roto solo por el eco de sus propios pasos. Pero ese silencio, aunque momentáneo, la hizo sentir aún más inquieta. De pronto, un ruido distante y siniestro resonó a través de los pasillos. Mikasa se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza. ¿Qué podría haber causado ese sonido?

Decidió avanzar con más cautela mientras respiraba despacio, tratando de camuflarse en el silencio. Finalmente, llegó a una gran puerta de madera entreabierta que daba a una vasta habitación. La penumbra no le permitía ver con claridad, pero pudo distinguir contornos borrosos de lo que parecía ser un jardín interior. Las plantas, marchitas y ennegrecidas, se retorcían en medio de un ambiente sofocante.

Mikasa empujó la puerta con cuidado y entró en el sombrío jardín. Los pasos resonaron en el suelo de mármol mientras avanzaba lentamente. Pero antes de que pudiera reaccionar, algo se movió en la penumbra. Un ente oscuro y retorcido, casi como una sombra viviente, se alzó frente a ella.

Sin pensarlo dos veces, Mikasa disparó su ballesta, el proyectil cortó el aire y golpeó al ente en el hombro, haciendo que soltara un alarido que se extendió por todo el castillo. El ser al que había herido no se parecía en nada al que se había enfrentado en su llegada, esto era otra cosa. Podía sentir un aura maligna y nauseabunda desprender de la criatura. La joven cargó otra flecha en el arma aprovechando que la bestia se retorcía de dolor, sin embargo, cuando estuvo a punto de disparar de nuevo, el ser se movió con agilidad hacia atrás y desapareció en la oscuridad.

Mikasa se quedó allí, con la ballesta lista y el corazón latiendo con fuerza. Sabía que había herido al ente, pero no lo había eliminado por completo y estuvo a punto de ir en la misma dirección por donde había desaparecido, sin embargo pudo reconocer a lo lejos la voz de Eren llamando a Historia.

Sonrió complacida.

Continuará

Paso a recordarles que tengo varias redes sociales regadas por internet, en todas ellas me van a encontrar como "Chisheccid fanfics". Por allí pueden enterarse de actualizaciones, nuevos proyectos y algunas dinámicas.