Disclaimer: Todo de Isayama.
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Lo que habita en la montaña
Capítulo 4: Intensidad
Moverse entre las sombras con total sigilo no suponía un desafío para Levi. Sus sentidos, potenciados por su conexión con seres sobrenaturales, le conferían una ventaja innegable en situaciones como esta. Guiado por el atractivo aroma de la ninfa, se acercó silenciosamente a su fuente, con su mente centrada en su presa y su cuerpo cargado de adrenalina y excitación.
Cada uno de sus sentidos estaba ajustado a la perfección para ese momento. Los latidos del corazón de la ninfa resonaban en sus oídos como un tambor marcando la canción de su caza. Sus ojos capturaban minuciosamente cada detalle del entorno, desde las sombras en las paredes hasta los movimientos furtivos de la pareja. Sus músculos se encontraban tensos y listos para actuar en un instante, pero cuando sus colmillos comenzaron a asomarse por sus labios, se obligó a mantener la compostura. Tragó saliva y volvió a una posición más neutral.
Miró a la ninfa con deseo. El aroma de las bayas del bosque mezcladas con hierbabuena la hacía irresistible y sentía que su cordura podría desvanecerse en cualquier momento. La forma en que la joven caminaba, moviendo sutilmente las caderas, estaba surtiendo efecto en él. En un abrir y cerrar de ojos, las pupilas de Levi brillaron con un tono rojizo, y susurró suavemente, apenas perceptible, palabras que se deslizaron hasta los oídos de la ninfa como una caricia auditiva. Era una melodía mágica de palabras que apelaban a los instintos más profundos de la criatura.
La respuesta no tardó en manifestarse. La expresión de la ninfa sufrió una metamorfosis instantánea: sus ojos se tornaron vidriosos, como si una neblina de deseo se hubiera posado delicadamente sobre su mente y una onda de electricidad pareció recorrerle el cuerpo entero. Su piel, antes pálida y tersa, se erizó delicadamente, y un rubor sutil comenzó a extenderse desde sus mejillas hasta su cuello y pecho. Sus labios, que antes estaban cerrados con determinación, se entreabrieron ligeramente, revelando un aliento entrecortado. Las manos, antes firmemente aferradas a su compañero, se deslizaron hacia adelante, como si instintivamente buscara algo o alguien. Cada músculo de su cuerpo parecía haberse relajado y tensado al mismo tiempo, una reacción corporal que luchaba contra la influencia hipnótica de Levi.
Mientras tanto, el elfo, completamente ajeno a lo que sucedía a su lado, siguió su rumbo hacia el interior de los pasillos y cuando quiso mirar a Historia para decirle algo, se dio cuenta de que la ninfa había desaparecido.
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Levi se dedicó a acariciarle el rostro a la muchacha que seguía bajo los efectos hipotónicos de su voz, admirando la belleza de la joven que tenía frente a él. No solamente olía bien, sino que sus cabellos dorados hacían el perfecto complemento a los ojos azules que parecían brillar en la oscuridad. La tomó de la nuca con suavidad y la atrajo hacia sí, primero para rozar los labios de la joven con los suyos, con movimientos lentos y suaves; se podría decir que incluso la trataba con delicadeza. Tras las caricias sutiles, Levi empezó a meter su lengua por entre la pequeña apertura que los labios de Historia le regalaban y, como la ninfa, todavía bajo los poderes hipnóticos del hombre, no podía poner resistencia, sencillamente se dejó hacer.
Las manos del hechicero se desplazaron rápidamente por la espalda de la muchacha para luego agarrarla fuertemente de las caderas. Levi, también embriagado por las sensaciones, optó por frotar su propia erección contra la pelvis de Historia mientras un jadeo ronco y profundo abandonaba su garganta. Levi dejó de besarla y se separó para asimilar el aroma del cuello de Historia. Ya incapaz de controlar sus más bajos instintos, abrió la boca revelando un par de colmillos tan blancos y tan afilados que parecían brillar con la luz de la luna. Sonrió ante la idea de devorar a su presa, sin embargo, en ese preciso momento, una criatura alta y delgada irrumpió en el gran salón, dando tropezones contra los muebles para luego caer sobre la alfombra.
—¿No te dije que después de que los trajeras hasta aquí, desaparecieras? No quiero interrupciones. —La voz del hechicero era fría y sus ojos reflejaban completo desdén.
Con dificultad, la criatura se incorporó, leves quejidos abandonaban sus labios delgados y resecos.
—Tengo malas noticias —dijo cuando por fin pudo ponerse de pie. Tenía una mano cubriendo una herida en su pecho. —. No va a ser tan fácil como…
La criatura no pudo seguir hablando debido al impacto de uno de los puños de Levi sobre su estómago. Se quedó sin aire y cayó de rodillas sobre la alfombra.
—Si algo será fácil o difícil, eso lo decido yo.
—Pero…
—Parece que no sabes quién es el que tiene el poder aquí —El hechicero alzó la mano y tensó los dedos de manera que toda la extremidad empezaba a parecer una garra. La criatura en seguida empezó a retorcerse en el suelo mientras suplicaba que se detuviera. —. Ahora, si no quieres que te arrebate lo que te he dado —dijo amenazante mientras sacaba una bolsa de tela de uno de sus bolsillos. —, vas a obedecer mis órdenes.
—Si, señor. Voy a desaparecer de su vista. —Empezó a retirarse haciendo algunas reverencias, eso sí, sin quitarle la mirada de encima a Levi.
—Kenny. No hagas nada estúpido ¿Quieres?
Después de que la criatura se desvaneciera detrás de la puerta, Levi volvió su atención al gran salón. Sus sentidos continuaban agudizados por la anticipación de su próxima caza, pero al girar su mirada, notó algo que lo desvió de sus instintos más oscuros. La ninfa que había sido su objetivo principal ya no estaba donde la había dejado.
Levi, enfurecido por la fuga de la ninfa, perdió el control de sus impulsos. La ira que ardía en su interior se manifestó en una oleada de furia incontenible. Golpeó uno de los muebles del salón con fuerza, haciéndolo añicos en un estallido de madera y vidrios rotos. Pedazos de muebles volaron por el aire y cayeron al suelo en un caos de destrucción.
Sin embargo, el destino parecía haber jugado un papel irónico en ese momento. Mientras arrasaba con los muebles, una cruz tallada en madera se desprendió de uno de ellos y cayó en dirección a Levi aterrizando justo en su mano. Al instante, un dolor punzante se apoderó de él. Miró con asombro su mano herida, donde la cruz se había incrustado en la piel.
Una quemazón ardiente se extendió desde la palma de su mano, y su piel comenzó a chamuscarse. Levi gritó en agonía mientras la cruz dejaba una marca abrasadora en su mano. La herida se iluminó con un brillo sobrenatural, casi como si la cruz estuviera impregnada de un poder místico. Levi maldijo y arrojó la cruz lejos de él, pero la marca en su mano seguía ardiendo con un fuego mágico. A pesar del dolor, su determinación por recuperar a la ninfa no hizo más que aumentar. Salió del salón dispuesto a acabar con ella sin notar que la muchacha se había escondido bajo una pequeña mesa completamente alejada de la entrada.
Historia, tras cerciorarse de que el hechicero no iba a regresar, salió de su escondite y recogió entre sus delicadas manos la cruz que había herido a su captor. Sentía que cada vez tenían más oportunidades para derrotarlo, pero primero, debía encontrarse con los demás y contarles todo lo que había visto.
Por otro lado, Armin buscaba desesperadamente a la ninfa. Se culpaba internamente por haber sido tan descuidado y maldecía por lo bajo su falta de atención. Su mente no dejaba de dibujar imaginaciones siniestras acerca del destino de Historia y el remordimiento en su interior hizo que empezara a llamar a la joven en voz alta, casi sin importarle que sus palabras pudieran atraer a Levi o a Kenny o a cualquier otro ser que pudiera estarlo acechando desde las sombras.
—Historia, ¿dónde estás? ¡Por favor, responde!— exclamó en un tono desesperado. Sus pasos resonaban en las frías piedras del suelo, y el eco de su llamado llenaba los pasillos, creando una sensación de soledad y vulnerabilidad.
Conforme avanzaba, una sensación de opresión se apoderaba de su cuerpo, y sin saber qué más hacer, se aferró a su bolso. Cada sombra, cada crujido de madera en el castillo, lo hacía saltar, cada esquina se sentía como una trampa potencial.
Armin finalmente llegó a una puerta de madera que se abrió con un chirrido. Se encontró en una estancia oscura y húmeda, donde apenas se veían las antiguas cadenas colgando de las paredes de piedra. La luz débil de una lámpara de aceite titilaba en el rincón más alejado de la habitación, revelando una figura que Armin no esperaba encontrar.
Allí, encadenada y con los ojos completamente perdidos, se encontraba una figura que apenas se asemejaba a un ser humano y Armin tembló.
—¿Carla? —Se atrevió a pronunciar después de unos segundos y su voz resonó por toda la habitación.
La mención de su nombre pareció surtir efecto en la mujer, quien empezaba a despertar de una especie de trance.
—¡Oh por Dios, Armin! ¿Qué haces aquí? —Trató de enfocarlo a pesar de las gruesas lágrimas que nublaban su vista. Abrió los ojos y los cerró repetidamente en un intento de mirarlo mejor.
Armin se apresuró hasta ella e instintivamente intentó liberarla.
—Te vamos a sacar de aquí. Lo prometo.
Carla emitió un gemido al sentir el roce de las manos del elfo sobre su piel. Los grilletes ajustados la habían lastimado tanto, que el más ligero contacto se sentía como la más cruel de las torturas.
—¿Dijiste "vamos"? No me digas que… —Nuevamente los ojos de Carla perdieron vida y todo su cuerpo se quedó suspendido de las cadenas.
—Carla, por favor, debes despertar.
Armin rebuscó en su bolso y entre todos sus artilugios, logró encontrar un polvo que deshacía el metal. No era el momento de inflarse el ego, pero no podía evitar sentirse orgulloso de sus experimentos. Vertió un poco del polvo gris sobre las cadenas, esto para que la sustancia no entre en contacto directo con la piel de Carla, y al cabo de algunos segundos, la mujer cayó al suelo completamente liberada.
—¿Puedes recostarme un rato? Me duele todo el cuerpo, solo unos segundos y podemos irnos. —La voz suplicante salió por entre los cabellos que tapaban su cara y Armin, apiadándose de ella, decidió darle el gusto. No quería imaginarse todos los horrores que tuvo que pasar la pobre mujer, sin embargo, en el proceso de ayudarla a tomar una posición más cómoda, los hematomas, heridas y la sangre proveniente de su entrepierna, le daban las pistas exactas para reconocer lo que le había sucedido.
Armin contuvo sus ganas de vomitar y se quedó al lado de ella, escuchando como empezaba a llorar.
…
Kenny no lograba recordar cómo era su vida antes de la muerte, pero de lo que si estaba seguro, era que no quería volver a ese lugar siniestro una vez más, y sabía, porque no era ningún tonto, que la fuente de su nueva vida dependía únicamente de los poderes de Levi, quien lo había revivido con la única finalidad de experimentar con él. Así que quizás por eso no podía quedarse tranquilo ante la presencia de esa muchacha que desprendía cierta familiaridad.
Se dedicó a escabullirse por entre las sombras del castillo en un afán por encontrarla y siguió el halo rojo que cualquiera que haya matado, tenía impregnado en su alma. Quizás esa era una de las mayores ventajas de haber regresado del inframundo, y es que el espíritu deformado por el fuego del infierno terminaba por adquirir ciertos poderes sobrenaturales, cuando era nuevamente expuestos al plano terrenal.
Cuando por fin logró dar con la cazadora, Kenny se relamió los labios. Primero debería arrebatarle la ballesta, después tendría que deshacerse del niño -sin matarlo.-, y por último, tendría que acabar con ella. En la teoría sonaba fácil, pero sabía, por experiencia propia, que estaba en serios problemas. En milenios de existencia, nunca se había topado con ningún ser que pudiera arrancarle un cabello siquiera, pero la presencia de la cazadora le había llevado a entender dos cosas:
La primera, que no podía bajar la guardia ante ella, y la segunda, y la que más inquieto lo tenía, es que no era inmortal a pesar de toda la magia.
Siguiendo su plan con precisión, Kenny se deslizó sigilosamente por el castillo, persiguiendo a la cazadora sin que ella se diera cuenta. Cada paso que daba, cada movimiento que hacía, estaba calculado al milímetro.
A medida que se acercaba a la joven, la ansiedad crecía en su interior. Si bien tenía la confianza en su experiencia y habilidades, algo en la forma en la que los jóvenes, exploraban el castillo le hacía sentir que se estaba metiendo en un nido de avispas. Era como si intuyeran su presencia.
Finalmente, llegó el momento propicio. La cazadora estaba momentáneamente distraída, y el niño, quien parecía preocupado por algo, se alejó unos pasos. Era la oportunidad que Kenny había estado esperando. Aprovechó el instante y avanzó rápidamente hacia Mikasa, moviéndose con una agilidad felina, sin embargo, cuando estuvo a punto de saltar, sintió una presencia azul desplazarse por el pasillo posterior.
Kenny aguantó la respiración y permaneció oculto entre las sombras. La llegada de la ninfa complicaba aún más las cosas. No podría batirse en un duelo con tres personas, y peor aún con una herida en el pecho. Decidió aguardar nuevamente, sin embargo, cuando la ninfa sacó un crucifijo impregnado de sangre y ceniza sintió terror. La sola idea de que habían descubierto una debilidad en Levi, lo perturbó. El control que había perdido durante su resurrección lo impulsó a un ataque errático.
Sin pensar con claridad, Kenny emergió de las sombras, lanzándose hacia el trío. Sus ojos reflejaban locura y desesperación. Gritó con ferocidad mientras se abalanzaba, dispuesto a arrebatarles el crucifijo a toda costa. Con sus manos alargadas y huesudas, dio un zarpazo en dirección de Historia, quien aferraba el crucifijo con todas sus fuerzas.
Mikasa, con un instinto protector, se interpuso entre Kenny y la ninfa. Sus músculos se tensaron mientras anticipaba el golpe del súbdito monstruoso y con un rápido movimiento, desvió el ataque de Kenny con un giro de su ballesta. La fuerza de Kenny la hizo retroceder varios pasos, pero Mikasa se mantuvo firme.
Kenny, con una sonrisa triunfante, notó que Mikasa estaba ligeramente desequilibrada por el poderoso golpe que había dado. Aprovechando la oportunidad, se lanzó nuevamente con una serie de ataques rápidos y brutales. Golpe tras golpe, Mikasa luchó valientemente, pero comenzaba a mostrar signos de agotamiento mientras sus defensas se debilitaban ante la ferocidad de Kenny.
Mikasa, luchando por recuperar el aliento, buscó a Eren con la mirada. Sus ojos se encontraron con los de su hermano, y en un instante, supieron que debían unirse para superar a Kenny. Eren se volvió rápido hacia el entorno, buscando frenéticamente algo con lo que ayudar a Mikasa.
Su mirada se posó en una antigua espada colgada en la pared, junto a una serie de reliquias del pasado. Sin dudarlo, Eren arrancó la espada de su soporte y la sostuvo con firmeza en sus manos. La hoja relucía en la tenue luz, lista para ser utilizada en la batalla.
—¡Toma esto! — gritó el joven, tendiéndole la espada con determinación. Mikasa, agotada pero decidida, tomó la espada con gratitud. Sus ojos se encontraron, y un entendimiento silencioso pasó entre los hermanos mientras se preparaban para enfrentar a Kenny juntos, con la espada como su única esperanza de prevalecer en esta lucha desesperada.
Kenny, aprovechando el momento en el que Eren se giraba para darle la espada a Mikasa, vio la oportunidad perfecta. Con su experiencia en combate y su astucia, se abalanzó sobre Eren antes de que este pudiera reaccionar por completo. Con una velocidad asombrosa, Kenny agarró a Eren por el cuello, sujetándolo con una fuerza despiadada.
El rostro de Eren se torció de dolor y sorpresa mientras luchaba por liberarse del agarre de Kenny. Mikasa, al darse cuenta de la situación, tuvo que tomar una decisión rápida entre ayudar a su hermano o enfrentarse a Kenny. Con la espada en la mano, se preparó para actuar, sabiendo que el tiempo era crucial en esta lucha por la supervivencia.
—¡Suéltalo, pedazo de escoria! —amenazó la muchacha, sin embargo, un aire espeso y aterrador se apoderó de los pasillos.
—Kenny, te dije que no te metieras con mis presas. —Una voz ronca resonó por todo el castillo.
Kenny sintió como si mil agujas ardientes se clavaran en su piel al escuchar las palabras de su amo. Un dolor agonizante recorrió su cuerpo, y sus dedos se aflojaron, dejando caer a Eren al suelo. Kenny se retorció en el piso, gritando en agonía, incapaz de soportar siquiera el viento que se filtraba por las ventanas.
—Señor… yo… —Kenny miró a la ninfa y extendió sus garras en un último intento de alcanzar el crucifijo, sin embargo, un dolor punzante se clavó en su mano derecha. Kenny se encogió sobre sí mismo y con un impulso repentino, desapareció entre las sombras del castillo.
—No podemos quedarnos aquí. —dijo Mikasa limpiando el filo de la espada mientras miraba la mano cercenada. —. ¿Qué es eso que tienes allí? — Se dirigió a Historia con un poco de desdén.
—Creo que con esto podremos derrotar a… —Alzó la cruz un poco temblorosa. —. Esto le hizo daño.
Continuará
