Cinco
Cuando Draco se alejó de Harry esa noche no pudo dejar de preguntarse por qué fue tan imbécil, al grado de permitir emborracharse y hacer una estupidez.
La reprimenda interna no evitó que al entrar a la carpa buscara a Blaise y lo arrastrara con él sin importarle si Ginevra Weasley se llevaba una mala impresión de ambos.
—¿Qué mierda te pasa? —pregunta su amigo cuando aparecen en la mansión.
—¡La cagué!
—Bueno, yo estaba a punto de besarme con Ginny Weasley y me lo arruinaste. Espero que haya sido una cagada tan grande que amerite esta mierda.
Draco hace una mueca.
Ahora que está más sobrio se da cuenta que se dejó llevar por sus impulsos, espera que Blaise comprenda.
—Me disculpo, en mi defensa tengo que decir que estoy bastante abrumado.
—¿Por qué?
—Besé a Harry.
Zabini resopla.
—Bueno, al menos uno de los dos tuvo un beso esta noche.
Para Draco no es gracioso. Incluso ahora es cuando se da cuenta que todavía tiene los lentes de Harry en las manos.
—¡Por Salazar, mira lo que he hecho! —Le muestra los lentes para enfatizar el desastre que ha ocasionado.
—Tranquilo, dame eso —dice Blaise mientras se acerca, toma las gafas y las coloca sobre el mueble más cercano—. Está bien, siéntate. —Lo lleva hasta el sofá y hace que se siente lentamente. Busca a Dobby y hace que le traiga una jarra de agua con un vaso.
Una vez llega el elfo con lo solicitado hace que Draco beba un poco de agua.
—¿Te sientes mejor? —pregunta porque Draco no ha dicho nada en todo ese tiempo y ni siquiera ha tenido un ataque de pánico de los que suele tener después de que suceda algo fuera de su control. Sólo se ha limitado a mirar hacia el frente y aferrar los dedos de la mano derecha al anillo que usa en la izquierda.
El rubio asiente, pero Blaise puede ver claramente que no se encuentra nada bien.
—Dímelo, si así lo deseas. —Lo anima a desahogarse.
—Es solo que... —las palabras se le quedan atoradas por el fuerte nudo que siente en la garganta.
—Respira profundamente.
Draco asiente y toma una profunda bocanada de aire. Lo exhala todo y repite la acción otras dos ocasiones más.
— ¿Mejor? —pregunta.
Draco asiente y cierra los ojos.
—Es que no pude, no fui lo suficientemente capaz de soportarlo. Harry, tú sabes, me gusta desde el séptimo grado. Y el me odiaba, pero entonces sucedió lo del pastel y nos hicimos amigos, creo que lo hicimos, pero yo, a pesar de que elegí enterrar este deseo en el fondo de mi ser, ansiaba algo más. —Resopla—. Esto es patético, yo soy patético. Una vez más he decepcionado mi legado.
Blaise tuerce la boca, jamás ha estado de acuerdo con Draco cuando se desvirtúa a sí mismo de esa manera.
Y no ha dejado de darle vueltas al anillo, el anillo de los Malfoy. Blaise frunce el entrecejo al pensar en lo pequeña que es esa insignia en su dedo meñique, pero lo mucho que le ha pesado a Draco durante toda su vida.
—No, por supuesto que no eres una decepción. No tienes la culpa de ser quién eres y que tengas que ocultarlo ante el mundo.
Draco hace caso omiso a las palabras y continúa su monólogo.
—¿Por qué lo hice? Ahora Harry me volverá a odiar. Blaise, no puedo permitirme esto. ¿Qué voy a hacer ahora?
Entonces el italiano decide sentarse a su lado, pasa el brazo alrededor de sus hombros y trata de reconfortarlo. Sería apropiado decirle que sí, puede permitirse gustar de quien él quiera, pero él también es un sangre pura y sabe que en el círculo donde se mueven nada que vaya en contra de las tradiciones será aceptado, aún si eso significa destruirte a ti mismo. Desearía que las cosas fueran diferentes, tal vez sí Draco perteneciera a una familia diferente, pero no es así y no puede hacer nada más que permanecer a su lado.
—Tranquilízate, lo resolveremos, cómo lo hemos hecho con muchas cosas incluso más desastrosas que esta. Solo, no permitas que esto te supere. ¿Sí?
Draco asiente.
—¿Tengo que devolverle los lentes?
Blaise y Draco están mirando hacia el mueble.
—Me sorprende lo diestro que eres para hacer algunas cosas —dice Blaise riendo.
Draco también se ríe.
—Creo que es uno de mis talentos cuando no estoy pensando con claridad.
—Si, tiene sentido.
— Cállate. Y perdón, por lo de Ginevra.
—Ya, no te preocupes, ella parece estar interesada en mí así que tal vez vaya a ver alguno de sus partidos —dice Blaise tratando de parecer indeciso, pero Draco sabe que lo hará. En el próximo partido de Las Arpías, Blaise estará allí.
—Gracias —dice de pronto.
Blaise se pone de pie frente a él, hace una gran reverencia.
—Para servirle, su alteza real.
Draco suelta una carcajada, toma la almohada más cercana y se la lanza a Blaise.
Harry tiene un problema.
Un grave problema.
Debe concentrarse en las misiones asignadas por su capitana de escuadrón, sin embargo, su mente está en otro lado.
Pero qué culpa tiene cuando es incapaz de dejar de pensar en Draco, específicamente, en el beso de Draco.
Lo peor de todo es que ha intentado comunicarse con él, pero no responde a sus mensajes. La semana pasada incluso envió dos veces a Hedwig y nada. Hasta envió un vociferador exigiendo sus lentes de vuelta. No hubo respuesta. Y siempre que está llegando al punto de ir directamente a la mansión Malfoy y ordenar a los elfos domésticos que le permitan verlo se recuerda que Abraxas Malfoy le prohibió la entrada a su mansión.
Es estresante no saber nada de él.
Esa noche, cuando al fin logró volver a la carpa, Draco y Blaise ya se habían ido.
Por supuesto, hace todo lo posible para enfocarse en sus responsabilidades.
Hace todo lo mejor que puede y aunque en ocasiones sus compañeros lo encuentran distraído, no dicen nada, lo único que les interesa es que cumpla con su parte.
—¿Te encuentras bien? —pregunta Lily un día, mientras cenan, Harry se apresura a asegurar que sí, que todo va muy bien, pero la realidad es que muy en el fondo de su mente continúa persistiendo la imagen de Draco besándolo debajo de un árbol del jardín, con el cabello rubio iluminado por la luna, y él siente que se derrite por dentro, y le entran unas ganas tremendas salir corriendo.
No se lo ha contado a nadie, ni siquiera a Hermione. No tiene ni idea de qué decirle, si tiene permitido decírselo, después de todo, firmó un acuerdo de confidencialidad. Se pregunta si fue esa la razón por la que hicieron que lo firmara en primer lugar. ¿Es algo que Draco previó desde el inicio? ¿Significa que le gusta a Draco? Y si es así ¿Por qué se comportó como un imbécil arrogante todo el tiempo?
Entre más le da vueltas a la cuestión, más se confunde.
—De acuerdo, Potter, ¿qué sucede? —pregunta Alexa Olofsson, la capitana de su escuadrón y jefa inmediata, mientras Harry intenta controlar su respiración—. Lo he permitido por un tiempo porque parece que estabas en algo y lo quise respetar, no has afectado al resto del escuadrón, lo que es un punto a tu favor, pero no voy a esperar hasta que ocurra. —La bruja cruza los brazos y los recarga sobre el escritorio—. Entonces, dime qué sucede.
Harry entra en un dilema porque no quiere contarle sobre sus conflictos personales y tampoco quiere decir una mentira que después puede llegar a oídos de su padre.
—Estoy intentando lidiar con una situación personal, muy personal, mis padres no lo saben y no lo sabrán a corto plazo. Me disculpo por esto, voy a concentrarme más a partir de ahora. —Puede notar que su jefa no está cien por ciento a gusto con la respuesta obtenida, pero respeta los límites que Harry ha planteado.
—¿Todo bien? —pregunta su compañero de escuadrón, Pier De Santi, cuando vuelve a su escritorio.
—Sí —exhala Harry.
Por la tarde, después de la jornada laboral, y cuando ya ha vuelto a casa decide salir a correr. Espera que la actividad le ayude a despejar la mente, pero conforme avanza por la calle y comienza a pensar en los momentos de su vida en los que se dijo a sí mismo: Esto quiere decir que no me gustan los hombres, en lugar de despejarse, todo en su cabeza se vuelve un desastre. Rememora, por ejemplo, el quinto año de Hogwarts, cuando besó por primera vez a una chica. En ese momento no le vino a la cabeza ningún hombre, simplemente pensó que el cabello de Cho era muy suave y tenía un tacto muy agradable. Luego piensa en el sexto año, cuando resultó que uno de sus compañeros de un grado inferior era gay y él no se imaginó a sí mismo haciendo algo parecido. También recuerda las muchas ocasiones que durmió con Ron en la misma cama, y no sufrió ninguna crisis sexual, y eso significa que es hetero, ¿no? Porque si le gustaran las varitas, le habría dado miedo dormir con otro hombre, pero no fue así.
De pronto, piensa en aquella ocasión en que Ron y él se corrieron al mismo tiempo viendo revistas porno, o aquellas ocasiones en que Ron hacía la broma de intentar meterle mano y él no se lo impedía.
Acelera el paso tratando de disipar esas escenas de la cabeza, pero su mente solo llega a otro rincón sospechoso de su pasado.
Se recuerda a sí mismo apartando la vista de Cedric un par de veces en los vestuarios, durante el cuarto grado, pero entonces Harry pensó que su interés se debía a que Cedric es mayor y su cuerpo era más adulto ¿Cómo se suponía que él iba a saber en aquella época si deseaba parecerse a otros chicos o más bien deseaba a otros chicos? Aunque posteriormente no cambiaron mucho las cosas, ya que recuerda que, específicamente, entre el quinto y sexto grado, tuvo pequeñas fantasías donde soñaba con hombros anchos y mandíbulas cuadradas, pero, otra vez, ¿cómo iba a saber que eso significaba algo más que unos simples sueños? Que el recuerde, nunca despertó teniendo una erección.
Y es por eso que nunca se planteó la posibilidad. Siempre ha dado por sentado que, si no fuese heterosexual, lo sabría, igual que sabe que la tarta de melaza es su comida favorita o que su horario de actividades inicia a las siete de la mañana, que es cuando se despierta y termina a las diez de la noche que es cuando se acuesta e intenta conciliar el sueño. Y es por eso que pensaba que tenía bastante clara su identidad sexual, nunca creyó que a su edad podría estarse cuestionando tal cosa.
Ya ha recorrido el vecindario completo cuando empieza a ver algunos fallos en su análisis. Las personas heterosexuales, razona, probablemente no pasan tanto tiempo convenciéndose a sí mismo de que lo son.
Y de pronto se da cuenta que hay otra razón por la que jamás se ha planteado aquella posibilidad. Al prácticamente haber vivido bajo la mirada del público desde que se convirtió en el campeón del Torneo de los Tres Magos en 1994, algo que se acrecentó cuando su madre se convirtió en ministra en 1998, la gente a su alrededor asumió que él es hetero, lo que hizo que al mismo tiempo él lo asumiera. Piensa en Hermione, que ha tenido un par de novios y nunca ha cuestionado el hecho, simplemente sabe que ella es hetero porque ha dicho abiertamente que prefiere a los hombres. O Ginny, de igual manera nunca ha expresado alguna duda. Por eso es que él mismo asumió que también era hetero. Ha empezado a sospechar de sí mismo y eso le provoca un vuelco en el estómago... sea lo que sea que está pasando con él está claro que no va a ser bien recibido por la sociedad donde los tradicionalistas siempre están cuestionando la autoridad de Lily Evans y solo se han contenido porque piensan que la familia de la ministra es una familia normal. Ya resulta bastante controversial que se la pase apareciendo en El Profeta con la imagen del tipo malo y jacto de fama que no respeta ni a su propia sombra. Quiere que su madre continúe siendo la ministra, piensa en que ya tiene demasiado controlando por sí misma a los miembros del Wizengamot sin verse obligada a lidiar ahora con una complicación nacida en el seno de su propia familia. Quiere ser el Jefe de Aurores más joven de Gran Bretaña. Y está completamente seguro de que los magos que han besado a un millonario sangre pura, y les ha gustado, no resultan elegidos para tales cargos.
Pero otra vez está pensando en Draco y… es demasiado. Se detiene abruptamente.
Se le dificulta respirar por las vueltas, inhala y exhala intentado recuperar el aliento y coloca las manos en las rodillas mientras trata de estabilizarse.
Su mente divaga en esa dirección con una rapidez impresionante, es involuntario; piensa en su voz hablándole suavemente, a través del teléfono, a la una de la madrugada, en las manos de Draco sobre él, esas mismas manos aprisionándole las sienes, en los largos dedos enredándose en su cabello negro. La boca de Draco y esos labios rosados, lo que podría hacer con esos labios si él se lo permitiera. Sus hombros anchos, sus largas piernas, su estrecha cintura, el punto en el que el cuello se junta con el hombro y el tendón que se extiende entre uno y otro, y cómo se hace visible cuando Draco gira la cabeza para dirigirle una mirada de desprecio, y esos ojos de un gris imposible...
—¡Carajo! —expresa para sí mismo. Se endereza y lleva sus manos a la cabeza.
— ¿Harry? —Escucha la voz de Ginny y se da la vuelta—. ¿Estás bien? Estabas corriendo como enloquecido.
Harry resopla.
—¿Pasa algo? —pregunta preocupada.
—No me pasa nada. Estoy bien. ¿Tú qué haces por aquí?
Ginny hace una mueca y lanza un suspiro.
—¿Seguro? —vuelve a preguntar.
—Sí, seguro —Harry responde un poco brusco y Ginny hace mala cara, pero lo deja estar.
—De acuerdo. Deseaba caminar un poco, te vi a lo lejos.
Cuando ya están de vuelta en la casa, Ginny se retira a su habitación y Harry permanece en la sala, mirando hacia el televisor apagado, la pantalla oscura le permite ver su reflejo, pero no se concentra en él, su mente está distraída enlistando las cosas que sabe hasta el momento.
Uno: que se siente atraído por Draco.
Dos: quiere besar a Draco, otra vez.
Tres: pensándolo mejor, igual y ya tiene tiempo deseando besar a Draco (incluso mucho antes de que finalizara el 2002).
Y hace un recuento, el punto número tres de la lista lo incita a hacerlo. Piensa en sus clases, el entrenamiento, los días libres, los eventos sociales y se dice que en esos momentos no está pensando en Draco, ni siquiera en la noche, incluso si se desvela.
Salvo cuando sí está pensando en él. Que es prácticamente siempre.
Frustrado, se acuesta sobre el sofá.
Suspira profundamente y se dice que nunca había tenido un dilema tan grande en toda su vida.
Necesita ayuda.
Y la única persona que puede ayudarle es Hermione.
Ella es su mejor amiga, siempre está hablando del respeto a la diversidad y los cambios que se necesitan hacer en la sociedad. Así que ella es la única persona a la que puede recurrir y por eso, justo después de regresar de una redada en el Callejón Knockturn y entregar su reporte, va directamente a la pequeña oficina que se encuentra en el segundo piso del ministerio.
Han pasado varios días desde su paseo por el vecindario. Ella está tan centrada en su carrera que se involucra en varios proyectos a la vez de manera muy organizada y eficiente. Lo cual se refleja en el poco tiempo que tiene para una charla casual. Que es como Harry quiere llevar su asunto. Y es por eso que hasta ahora se ha atrevido a ir a buscarla.
—Hola —la saluda dando unos breves toques a la puerta. Hermione está concentrada en un pizarrón que tiene frente a ella mientras varios documentos levitan a su alrededor. Debe estar trabajando en algo importante.
Cuando ella voltea, Harry le muestra la bolsa de comida japonesa que trae con él.
Hermione sonríe.
— Hola, ¿y esta sorpresa?
Harry entra. Observa a Hermione reagrupar las hojas y guardar las vuela plumas. No dice nada, entonces su amiga intuye que no está allí solo para saludar.
Ahora es cuando Harry se arrepiente, pensando que debió esperar al fin de semana. Pero el hecho de que su amiga haya pausado sus actividades para brindarle su tiempo hace que no se disculpe y salga corriendo de esa pequeña oficina. Eso y que si deja pasar un segundo más en incertidumbre no sabe de lo que será capaz.
—Tengo hambre, lo acepto —dice Hermione una vez ha limpiado su escritorio y se ha sentado.
Harry sonríe mientras saca todo lo que trajo de la bolsa.
Cuando Hermione da el primer bocado de su sopa miso gime de satisfacción.
—Por esto es por lo que te he elegido como sustituto, si es que nunca llego a encontrar un candidato adecuado para el matrimonio —replica antes de tomar otro sorbo—. Lo pensé meticulosamente, decidiendo quien de los tres me convenia más, tú, Ron o Ginny, por el momento eres mi favorito.
Harry se ríe mientras piensa si esa broma es la oportunidad para iniciar la conversación. Iniciar con algo como «¿sabes que siempre estás hablando sobre casarte con Ginny? Bueno, ¿y si yo dijera que algo parecido sobre un hombre?». No es que pretenda casarse con Draco.
En absoluto.
Jamás.
Pero lo piensa en sentido hipotético.
—Si... bueno, esto... —prueba a decir aprovechando que Hermione se ha terminado la sopa—. ¿Te acuerdas de cuando salía con Cho?
Hermione abre el contenedor de curri y lo observa.
—Por supuesto, ¿por qué la pregunta?
Harry suelta una risa forzada.
—Y cuando salí con Luna...
—También me acuerdo.
—Bueno, tengo una pregunta ¿Luna alguna vez te habló de mí y un posible indicio de que me sienta atraído por los hombres?
Esta pregunta hace que Hermione frene en seco.
—Un setenta y ocho por ciento de probabilidades de que tengas una tendencia bisexual latente. Cálculo realizado no por la opinión de Luna, sino de Ron.
Harry se queda de piedra.
— ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué te dijo?
Hermione ladea la cabeza.
— Esa reacción me deja intrigada. Y no me dijo mucho, solo que sospechaba que no eres cien por ciento hetero.
—Ah... —Emite una tos—. Es que bueno, resulta que ha sucedido algo. Recuerdas que Draco asistió a la fiesta de Yule. —Hermione asiente—. Bueno, pues..., me besó.
Y Hermione le da un bocado al curri. No parece sorprendida, lo cual es intrigante para Harry.
—¿Y te pareció incorrecto? —pregunta Hermione después de tragar—. Me refiero a que, si te sentiste obligado, como con Eloise Quahog o...
—¿Por qué no estás sorprendida?
—No tendría razón. —Se encoge de hombros—. Él es gay y tú eres muy guapo, así que...
Harry endereza la espalda de manera tan brusca que casi se le voltea la charola de pollo teriyaki.
—Espera, espera. ¿Por qué dices que es gay? ¿Él te lo dijo?
—No, simplemente... —gesticula como si quisiera describir cómo son sus procesos mentales—. Es muy obvio, no hay que hacer otra cosa más que observar su comportamiento, gestos, actitudes y entonces se puede concluir que Malfoy es gay. Lo ha sido siempre.
—¿Qué? ¿Por qué nunca me lo dijiste?
Y Hermione resopla frustrada.
—Es muy obvio, Harry. Pensé que lo sabías, por eso no lo dije explícitamente. Además, se supone que es tu amigo o eso creí. Y pues sí, es gay. Está más claro que el agua. ¿De verdad no lo sabías?
Harry la mira con una expresión de impotencia. Debería ser frustrante para él no haberlo descubierto antes, pero Hermione es la inteligente, así que decide no sentirse mal por ello.
—No. No tenía idea.
Hermione suelta un suspiro profundo.
—Bueno, siempre has sido observador con asuntos muy específicos.
—Me siento estúpido. El hecho de que no haya visto lo obvio.
—Mmm... —murmura Hermione—, no te sientas mal. Como sea, el hecho es que sí, es muy gay.
—No termino de creerlo, digo, ha salido con mujeres.
—Imagino que tiene que ver con el hecho de que los magos sangre puras no tienen derecho a ser gays—explica Hermione—. E imagino que el señor Abraxas lo sabe o al menos lo sospecha, porque no hay otra explicación para que El profeta lleve un registro de toda la vida amorosa de su nieto.
Harry se toma un segundo para asimilar esto último, entendiendo al fin algunas cosas.
—De acuerdo. ¿Y qué opinas sobre el hecho de que me besó?
—No tengo qué opinar, eso te corresponde a ti, ¿te pareció incorrecto? —Hermione se refiere al hecho de que fue besado en contra de su voluntad, no importa si se trató de un hombre o una mujer—. ¿Entonces?
—Me molestó que Eloise lo hiciera, porque no quería que lo hiciera, pero Draco... —Harry entrecierra los ojos analizando y ladea la cabeza pensando en el hecho de que no le molestó, al contrario—. No creo que ese sea el caso.
—Correcto. Entonces qué piensas sobre el beso. ¿Te gustó?
—Ah... ¿Qué? —responde Harry
Y Hermione sonríe intuyendo lo que está pensando.
—Tienes que decírmelo claramente, de otra manera no podré ayudarte.
Harry se resiste a hablar.
—Es que no sé —dice levitando la charola de comida al contenedor de basura. Esconde el rostro en el pliegue del codo.
—De acuerdo, vamos por partes. ¿Besa bien?
—Sí, Draco besa bien, besa muy bien.
—¡Lo sabía! —exclama Hermione repentinamente emocionada—. Siempre tuve la sospecha de que es del tipo de hombre que oculta sus verdaderos talentos.
—Tranquila —gime Harry mostrando la cara nuevamente.
—Malfoy es un mago muy atractivo—asegura—. ¿Por qué no solo dejas que las cosas fluyan entre ustedes?
—Me voy.
Hermione sonríe, siente pena por la consternación de Harry, pero al mismo tiempo está emocionada.
—No te vayas y estoy hablando en serio.
—Necesito una respuesta contundente para la siguiente pregunta. —Hermione asiente—. ¿Qué significa en el caso hipotético de que me haya gustado?
Hermione suspira, sabe que no es hipotético.
—Ay, Harry. Tengo que decir que esto ya lo veía venir. Has pasado toda tu vida obsesionado con él.
—¡No he vivido obsesionado! —exclama ofendido.
—¿De verdad? ¿En serio vas a negarlo?
—Tengo que, porque no estoy obsesionado con Draco.
Hermione ha terminado de comer así que con un movimiento de su varita envía todos los restos de vuelta a la bolsa. Cruza los brazos sobre el escritorio y lo mira fijamente.
—Tengo muchas pruebas para refutar eso—dice ella—. Porque si, todos lo saben, no es un simple chisme del Profeta, no me interrumpas, que tú, mi amigo, estás obsesionado con Draco Malfoy hasta tu núcleo mágico. ¿Las pruebas más sólidas? En sexto grado, cuando Malfoy dejó de molestarte, te empeñaste en seguirlo y acosarlo para «averiguar» que carajos estaba «tramando», cuando él solo estaba intentando lidiar por su cuenta con la enfermedad de su padre. Ahora bien, desde el asunto del control de daños te las arreglaste para conseguir su número de teléfono, el cual, según los reportes de Gin, has utilizado para coquetear con él todo el día y todos los días. Te pasas el tiempo mirando tu teléfono con ojos de gatito, y si alguien te pregunta a quién estás escribiendo actúas como si te hubieran atrapado cometiendo un crimen. Sabes todo de él y él sabe todo de ti. ¿Algo más? Dijiste que no lo ibas a cuidar, pero te la pasaste toda la fiesta de Yule con los ojos fijos en Malfoy. Y encima Malfoy te besó, y a ti te gustó. De modo que, visto objetivamente, ¿qué crees que significa?
Harry se ha quedado mudo.
—Procesa... —anima la castaña muy despacio—. Piensa... Responde.
—No sé.
—AAAHHH —Hermione gime exasperada.
—Perdón, pero comprenderme. Así como tú lo planteas parece un enamoramiento de toda la vida, pero es que estoy tan confundido porque hasta hace unos meses él era mi némesis. De pronto nos llevamos bien y entonces, cuando creo que podemos ser amigos, va y me besa, entonces no puedo decidir cómo nombrarlo.
—Entiendo —responde—. Y en ese sentido, te aconsejo que no te presiones.
—De todos modos, tengo otro problema—continúa él—, en lo que se refiere a mi sexualidad, ¿cómo se supone que debo identificarme?
Hermione ladea la cabeza.
—Ah, ¿sesenta y ocho contra treinta y dos? —responde—. Pienso que eso te hace bisexual.
—¿En serio? —responde Harry medio gritando—. ¿Soy bisexual? ¿Tú crees?
—Eso es lo que yo creo —replica Hermione—. Pero solo tú eres quien puede decirlo con certeza.
—Estoy agobiado —gime Harry quitándose los lentes para frotarse los ojos—. Necesito que alguien me lo diga.
—Pues yo no seré quien lo haga.
Y Harry gime frustrado mientras vuelve a colocarse los lentes.
—Tal vez sí soy bisexual.
—Tal vez —dice Hermione con gesto pensativo—. Bueno, ¿y qué vas a hacer?
—No tengo ni idea —responde Harry—. Draco ha dejado de hablarme, así que supongo que le pareció horrible, o que fue un error estúpido por culpa del alcohol y que ahora lamenta, o...
—Harry —Interrumpe Hermione—, a Malfoy le gustas. Y no sé mucho de relaciones, pero yo estaría aterrorizada, seguramente pensando que me he equivocado por besar a un heterosexual. Así que ahora es tu turno, si de verdad tienes el interés en resolver esto, tienes que pensar y determinar qué es lo que sientes por él y hacer algo al respecto. Desde su posición, él no puede hacer mucho.
Harry se queda en silencio mientras Hermione se pone de pie y comienza a retomar sus actividades.
Casi se ha acabado la hora del almuerzo, debe regresar a su escritorio así que se pone de pie y camina hacia la salida.
—Gracias —dice antes de salir.
Harry se siente mejor.
Hablar con Hermione le ha ayudado a estar menos distraído y más centrado en sus actividades como auror, sin embargo, eso no significa que haya dejado de pensar en Draco.
Está llegando muy temprano al departamento de Aurores, pero ya hay varios de sus compañeros ocupando sus escritorios, otros tantos incluso van llegando de alguna operación nocturna.
Harry deja su taza de café sobre el escritorio y busca el archivo del caso en el que está trabajando, solo que antes de encontrarlo se encuentra con un ejemplar de El Profeta. El encabezado llama su atención.
Es una foto de su madre, presente en el Wizengamot. Ella y los miembros tuvieron que estar presentes en el caso de un mago acusado de uso indebido de magia oscura. Para Harry, no es raro ver fotos de su madre en los periódicos, ni siquiera ofensivo, ya que ella es una figura pública. Lo que lo pone a la defensiva es el hecho de que están desvirtuando su labor, asegurando que está del lado del criminal solo por ser de origen mestizo.
Harry farfulla por lo bajo. Toma el periódico y está a punto de incinerarlo cuando ve en la esquina inferior derecha el nombre de Draco Malfoy. Va al segmento de Espectáculo y busca la noticia.
El titular dice lo siguiente: ¿QUIÉN ES LA MISTERIOSA JOVEN QUE ACOMPAÑA AL HEREDERO MALFOY?
Hay una foto grande y otra pequeña: En la primera, aparecen Draco con un brazo alrededor de la espalda de la mujer misteriosa, los dos sonríen. En la más pequeña, Draco se acerca y le da un beso. Por el ángulo de la foto puede pasar fácilmente por un beso en los labios.
—Pero ¿qué diablos? —exclama sorprendido.
A un costado hay una pequeña reseña al respecto, donde dan el nombre de la joven y explican que se trata de una famosa sangre pura brasileña. De un momento a otro, Harry se siente traicionado. El artículo sobre su madre lo hizo enfadar, pero esto lo puso fúrico. Y no debería, pero por el momento se siente... CELOSO.
Harry piensa ¿Quién se cree Draco? Hay que ser muy arrogante y egoísta para pasarse casi un año haciéndote el amigo de una persona a la que luego terminarás besando, para ignorarla posteriormente a eso, hacerle cuestionarse todo sobre sí mismo y terminar saliendo en la prensa paseándote con otra.
Porque sí, Harry sabe que lo hizo adrede. Hermione ya le había dicho que todo lo que sale en El Profeta de los Malfoy tiene que ser previamente autorizado por la familia.
Ahora sí le aplica un incendio al periódico, desaparece los restos y se echa sobre la silla de mala gana.
Lo sabía, Harry sabía que no debía confiar en un Malfoy.
Sirius se lo advirtió.
Debería haber hecho caso.
Aspira una bocanada de aire y vuelve a expulsarlo.
Lo cierto es que no sabe si, más allá de este inicial impulso de ira, de verdad Draco sería capaz de hacerle esto. Si compara al Draco que vio alguna vez en el periódico a los 10 años, al Draco arrogante, mezquino y prejuicioso que conoció durante sus primeros años de Hogwarts, al Draco que se abrió emocionalmente durante todo el año pasado, y el Draco que lo besó en el jardín y los suma, no le sale este resultado.
Él posee un cerebro táctico y reflexivo. El cerebro de un auror. Funciona deprisa y en muchas direcciones al mismo tiempo. Y en este preciso momento está intentando desenmarañar un rompecabezas. No siempre se le da bien pensar cosas como: «¿Y si tú estuvieras en su lugar?». En vez de eso, piensa lo siguiente: «¿De qué forma encajan todas estas piezas?».
Rememora lo que le dijo Hermione: «E imagino que el señor Abraxas lo sabe o al menos lo sospecha, porque no hay otra explicación para que El profeta lleve un registro de toda la vida amorosa de su nieto».
Luego rememora la actitud reservada de Draco, su actitud de apartarse cuidadosamente del mundo que lo rodea, la tensión que siempre muestra en la comisura de la boca. Y piensa: «Si hubiera un sangre pura que fuera gay y no pudiera serlo abiertamente, tendría que buscar maneras de desviar la atención haciéndole creer al mundo que es lo que no es».
Y de repente, deja de sentirse únicamente enfadado y pasa a sentirse también triste.
El resto del día lo pasa como cualquier otro, está mejorando en su camino a convertirse en jefe de aurores, pero sigue pensando en la revelación que tuvo en la mañana. Así que una vez vuelve a casa tiene la ligera inquietud de contactar a Hermione y decirle que, en efecto, lo más seguro es que es bisexual, porque de otra manera no se explica por qué razón se sintió tan enfadado cuando vio la foto de Draco y esa bruja.
Descarta la opción, para pasar a la siguiente.
Hablar con Sirius.
Él es gay abiertamente, pero hubo un momento en su vida que pasó por los mismos cuestionamientos que Harry y se pregunta si podrá contactarlo. Si este le responderá. Actualmente parece ser que se fue de expedición a la Antártida y se pregunta cómo se comunican los magos que viven en esa zona del mundo. Y, otra cosa, no cree que sea prudente decirle que la boca de Malfoy estuvo sobre la suya.
¿Quién más podría ayudarlo en un momento como este?
Y su cerebro tiene una idea muy acertada porque recuerda a una persona de su pasado. Ya más o menos tiene una idea de lo que va a decir, por lo que le dijo Hermione la última vez que hablaron, pero quiere constatarlo.
Suspira profundamente antes de ir a la chimenea que se encuentra en el pequeño salón del piso superior, allí nadie escuchará su conversación.
Se conecta a la red flu y espera. Pasan unos minutos hasta que Ron aparece.
Harry no quiere hacer esto, pero debe, es la única manera de saber.
—Ah, Harry —suelta Ron en cuanto inicia la comunicación.
Han pasado alrededor de tres años, pero Harry no ha olvidado el tono de voz de Ron y tampoco los ademanes que usa.
Emite un carraspeo, pensando en lo que va a decir.
—Er... Hola, Ron. ¿Cómo has estado?
—Bien, ¿qué quieres? —No es tan animoso como solía serlo, de hecho, es brusco, pero quien lo culparía después de conocer la manera tan drástica en que se alejaron.
—Ya sé que hace mucho no hablamos —empieza, pero se interrumpe y vuelve a carraspear—. Esto te va a parecer raro, pero necesito hacerte una pregunta... cuando estábamos en Hogwarts, ¿hubo algo entre nosotros? ¿Algo que yo no supe ver?
—Wow —exclama Ron y el semblante cambia, niega con la cabeza, está ligeramente enfadado—. ¿En serio? Mira, este no es un buen momento, mi novio está aquí.
Harry se queda por un momento sin habla.
—Oh. —Nunca se imaginó escuchar a Ron decir que tenía novio, Ginny nunca ha mencionado que Ron tenga un novio, y todavía lo está procesando, pero aun así se disculpa —. Lo lamento.
—No importa, como sea, lo responderé. —Hace una pequeña pausa y continúa —. No sé qué hubo entre nosotros, no sé más aparte de la buena amistad que tuvimos por muchos años. Ahora, no sé qué crisis sexual estarás atravesando, han pasado tres años desde que podría haber sido de alguna ayuda, pero no voy a decir que lo que hicimos en Hogwarts te convierta en gay, ni bisexual o lo que sea, pero puedo decirte que yo sí soy gay, y que, aunque fingí que esas «bromas» no eran algo gay en aquellos momentos, lo eran, totalmente. —Lanza un suspiro—. ¿Te ha servido de algo?
—Este... si.
—Qué bueno, porque ahora tengo que explicarle a mi novio esta llamada.
—Gracias —dice Harry un poco arrepentido, su intención no era generarle un conflicto.
—Si, como sea.
Harry de pronto recuerda los últimos días del colegio, cuando Ron parecía distante y él no pudo ver la razón, eso hace que quiera agregar algo:
—Ah, lo siento.
—¡Adiós! —gime Ron, y termina la llamada.
**Nota: Estoy intentando incorporar algunas referencias de la historia original, como el «su alteza real» que dijo Blaise en la primera parte, en el próximo capítulo mencionaré algo más.
