Seis


Draco sabe que no va a poder evitarlo eternamente.

Hay un asunto que no recordaba y que previamente ya había discutido con la ministra: se requiere su presencia en una cena oficial del ministerio a principios del mes de febrero.

En dicha cena se dará el nombramiento al nuevo jefe del Departamento de Cooperación Mágica Internacional. Y Lily está pensando seriamente en proponer a Draco como uno de los nuevos representantes de la Confederación Internacional de Magos. Claro, está sujeto a la aprobación del Wizengamot, pero siendo un Sangre Pura, graduado en tiempo récord en Negocios y Relaciones Internacionales, es un hecho que formará parte.

Él estaba muy tentado a negarse, pero su abuelo insistió en que se trataba de una excelente oportunidad, por lo que Draco no tuvo otra opción que aceptar la propuesta.

Y lógicamente, como en todos los eventos de dicha magnitud, la ministra hará acto de presencia con su familia.

Draco no sabe cómo tiene que actuar. Ha estado rechazando a Hedwig y no contestó ninguno de los mensajes recibidos.

Siendo objetivo, la preservación, es parte de su naturaleza, no tiene la culpa de no querer someterse a la humillación. Así que simplemente se ha limitado a fingir que el último año nunca ocurrió.


Harry se alisa las solapas del traje de lana bordo oscuro y se coloca junto a Ginny y Hermione a esperar en la entrada del salón del ministerio, el cual fue acondicionado para el evento. A un costado hay una fila de fotógrafos, que esperan la llegada de los invitados más importantes. Claro, él, junto a sus padres, ya ha sido fotografiado previamente.

Es consciente de que no deja de balancearse de adelante hacia atrás debido a los nervios, pero no puede evitarlo. Hermione le dirige una sonrisa de simpatía, sabe la razón por la que está así, y no, no va a decir nada, pero eso no evita que le dirija sutiles expresiones de apoyo.

Está a punto de decir algo, solo para quitarse los nervios, pero en ese momento aparece Draco junto a su madre, Narcissa Malfoy ─quien tiene aproximadamente un año sin aparecer en público─ y también va el abuelo, a quien Harry no le interesa mirar ni un segundo, toda su atención está en el más joven de los Malfoy, quien lleva un traje verde oscuro, recto y elegante. Es perfecto.

Y, así como piensa que Draco es perfecto, también tiene una revelación. Al fin llega la respuesta que necesitaba.

Harry tiene deseos de arrancarle ese traje.

Harry es bisexual.

Draco, por su parte, mantiene una expresión reservada, pero palidece cuando ve a Harry en el vestíbulo de la entrada. Camina con paso indeciso, como si estuviera pensando en salir huyendo. Sin embargo, se contiene y espera mientras los fotógrafos toman su mejor perfil.

Y mientras Harry observa cómo Draco tiene un talento natural para posar, hace un esfuerzo sobre humano para no caminar hasta él, tomarlo de un brazo y arrastrarlo consigo a algún lugar muy apartado del mundo.

—Harry, ven aquí —pide Cedric mientras lo guía hasta colocarlo al lado derecho de Draco—. Serán fotografiados juntos. Dale la bienvenida.

Harry mira a Cedric y luego a Draco, a quien le ofrece la mano.

—Bienvenido —saluda en voz baja. Sonrisa falsa, apretón de manos, flashes de las cámaras—. Estaba empezando a creer que habías muerto.

—¿En serio? —responde Draco como si nada, Harry de pronto es consciente de que ama la forma en que el rubio arrastra las palabras cuando habla. Es algo en su interior que le anuncia que esa voz siseante es demasiado sexy.

Surge un presentimiento de que Draco va a ser su ruina.

—Tenemos que hablar —le dice, pero Cedric ya los está empujando físicamente para que posen como amigos, y se hacen nuevas fotos, hasta que Draco es separado y arrastrado a una de las mesas mientras que Harry se ve obligado a hacerse fotos con el nuevo jefe del Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

Luego es llevado por Cedric de aquí para allá hasta que al fin termina en la mesa correspondiente y comienza la cena.

Harry está masticando, pero no puede dejar de mirar a Draco quien, por cierto, cada tanto, levanta la vista para asegurarse de que, en efecto, Harry lo sigue mirando.

¿No podría ser menos discreto?, se pregunta Draco intentando mantener la calma el cien por ciento del tiempo, pero algo no va bien, porque su estómago está haciendo un revuelo.

—Mione —dice Harry mientras se inclina hacia ella, no se preocupa por Ginny, la pelirroja está muy entretenida conversando con la hija de uno de los miembros del Wizengamot. La velada está empezando a decaer, y él ya no puede más con la ansiedad—. ¿Podrías sacar a Draco de su mesa?

Ella lo mira de soslayo.

—¿En serio? —pregunta y Harry asiente—. ¿Qué estás pensando hacer? —Harry le responde que es parte de su estrategia de seducción, Hermione entrecierra los ojos, pero al ver la mirada inocente de Harry, la que siempre usa para persuadirla y ella todavía no tiene ni idea de que todo es manipulado, accede—. Sí, por supuesto.

—Gracias —contesta.

Se pone de pie y mira a su alrededor, pensando dónde podría hablar con él sin ser interrumpidos.

—Lo enviaré al salón de cócteles —dice Hermione y Harry asiente de acuerdo.

Disimuladamente se apresura a ir hacia allá.

Draco está conversando con la jefa del Cuerpo de Normas Internacionales de Comercio Mágico cuando Hermione Granger se acerca.

—Mmm... Malfoy, ¿puedes obsequiarme un minuto?

A Draco se le hace extraño, pues Granger jamás ha interactuado directamente con él desde que salieron de Hogwarts, aun así, asiente y se retira de su lugar.

Se alejan hacia un área medianamente apartada.

—¿Qué sucede? —pregunta.

—Ah, bueno, lo que sucede es que necesito hablar contigo.

Draco siente que se le corta la respiración. Es un hecho, Potter se lo dijo, ¿pero a quién más se lo habrá revelado? ¿Debería levantar más la guardia? Por un momento siente pánico, ahora cree que cualquiera de los presentes podría saber.

—Entonces, ¿me acompañas a la sala de cócteles?

Draco mira hacia el lugar que le indicó.

—¿En la sala de cócteles? —Se escucha estúpido al repetir lo que ella ya dijo, pero ahora sabe que sí hablaran sobre eso.

—Sí, por ahora está vacío, podríamos hablar tranquilamente.

Draco va a replicar, pero ella ya lo está empujando hacia allá.

—Granger, yo...

Hermione abre la puerta, prácticamente lo empuja hacia adentro y cierra.

Draco se da cuenta que cayó en una idiota, simple y patética trampa Gryffindor cuando ve a Harry frente a él.

—¿Se puede saber qué mierda significa esto? —exclama Draco enfadado.

—Cállate, cállate de una maldita vez —sisea Harry.

Si Harry no estuviera ya decidido a destrozarle esa cara de idiota que tanto lo exaspera con la boca, pensaría probar a hacerlo con un puñetazo bien puesto. Está concentrado en el torrente de adrenalina que impulsa sus pies mientras cruza la alfombra. En cómo relampaguean esos ojos grises, que ahora sabe con certeza, le encantan. En colocar las manos en los hombros de Draco y arrástralo con él.

Al llegar a la pared que tiene más próxima, lo empuja contra ella y aplasta su boca contra la de él.

Por un momento, Draco, demasiado conmocionado para reaccionar, se queda con la boca abierta en un gesto que es más de sorpresa que de invitación. Y durante unos instantes, Harry piensa que tal vez todo fue una equivocación, pero entonces Draco le devuelve el beso.

Y eso es todo lo que necesitaba.

La sensación es tan maravillosa, mucho mejor de lo que recordaba, y no entiende por qué no habían pasado todo su tiempo anterior haciendo esto en lugar de pelear continuamente.

Qué tiempo tan mal desperdiciado.

—Espera —dice Draco interrumpiendo el beso. Se aparta un momento para mirar a Harry con los ojos brillantes y la boca enrojecida. Harry desea fervientemente tomarlo nuevamente de las solapas y continuar devorando esa boca, pero acepta darle un minuto—. ¿No deberíamos...?

—¿Qué? —pregunta sintiéndose impaciente.

—Quiero decir que... ¿no deberíamos, no sé, ir más despacio? — pregunta Draco tan avergonzado de sí mismo que el rubor no tarda en escalar por toda su cara —. Ir antes a cenar, o...

Harry resopla frustrado.

—Acabamos de cenar.

—Es cierto, pero no me refiero a eso... Es que estaba pensado que...

—Pues deja de pensar. —Sugiere Harry desesperado.

—De acuerdo.

En un movimiento frenético, Harry tira al suelo el florero de la mesa que tienen al lado —se hace añicos— y empuja a Draco para que se siente encima de ella, de modo que Draco queda dándole la espalda a un retrato de Damocles Rowle, el ex ministro más racista y homofóbico conocido en la historia. Harry lo mira al escuchar sus quejas, casi le da un ataque de risa, pero se contiene para sacar su varita y silenciar el retrato.

No ha quitado la boca de la de Draco, quien separa las piernas, y Harry se mete entre ellas al mismo tiempo que le toma la cabeza e introduce sus dedos entre las hebras de sus cabellos rubios. Es así como intensifica el beso.

Empiezan a moverse, se quitan rápidamente el saco el uno al otro.

Draco tiene un labio aprisionado entre los dientes de Harry, el marco del retrato tabletea contra la pared cuando la cabeza de Draco choca contra él.

Harry intenta besarle el cuello y maldice, los atuendos de cuello de tortuga que usa Draco lo hacen lucir increíble, pero es poco práctico en momentos como este.

Vuelve a besar su boca, un cúmulo de emociones encontradas se hace presente, siente furia y euforia. Es un encuentro entre dos momentos, uno repleto de todos estos años de odio y otro en el que está empezando a sospechar que siempre ha deseado hacer esto.

Draco responde en la misma medida: enrosca una pierna en torno a la espalda de Harry para afianzarse, y su delicada sensibilidad de sangre pura desaparece en la forma en que muerden sus dientes. Harry ya hace algún tiempo que descubrió que Draco no es lo que él creía, pero otra cosa distinta es experimentar tan íntimamente esa pasión oculta que arde en su interior, esa persona reprimida bajo una fachada del sangre pura perfecto, que presiona, que empuja, que siente deseo.

Baja una mano hasta el muslo de Draco y nota cómo palpita de pronto, siente el tacto del músculo tenso bajo la suave tela del pantalón. Empuja más hacia arriba, y Draco le aferra una mano con la suya y le clava las uñas.

Suenan unos suaves toques en la puerta —Harry sabe que es Hermione advirtiendo que los invitados se acercan.

Ambos se quedan paralizados, y Draco vuelve a apoyar los pies en el suelo. Ya se escucha el sonido de los invitados acercándose, dando por finalizada la velada. Draco, de forma involuntaria, sorprendido él mismo, empuja las caderas una última vez hacia Harry, y este deja escapar un gemido.

—Voy a morir —dice Draco en un gesto de impotencia.

—Yo voy a matarte —le responde.

—Sí, efectivamente —coincide Draco.

Harry da un par de pasos hacia atrás para alejarse del rubio, tiene que poner toda su fuerza de voluntad para lograrlo.

—En poco tiempo van a entrar los invitados. —Recuerda Harry.

Draco se para firmemente y comienza a acomodarse la ropa. Lanza un hechizo sobre su saco para desaparecer las arrugas.

—Carajo —Suelta Harry mirándolo con atención— eres... un desastre.

Draco se acomoda el cabello lo mejor que puede mientras tararea una canción desconocida para Harry.

—¿Qué significado tiene eso? —pregunta refiriéndose al tarareo.

—Intento que esto... —señala con un ademán muy poco elegante la parte delantera del pantalón— se me baje.

Harry quiere mirar, pero se contiene, porque de lo contrario no sabe qué es capaz de hacer.

—Estás cómo… —quiere preguntar, solo para estar seguro.

—¿Como Stonehenge? —Harry asiente.

—O el Big Ben.

— La Columna de Nelson. —Otro buen ejemplo que Harry hace unos meses no hubiera creído que Draco sería capaz de compartir.

Ambos se ríen y la atmósfera se suaviza.

—Entiendo —responde—. Qué tal esto. Vamos a hacer lo siguiente: lo que resta del evento vas a mantenerte, pongamos, a cien metros de mí, porque de lo contario voy a hacer algo muy atrevido delante de muchas personas importantes.

—De acuerdo...

—Y después... —continúa Harry a la vez que vuelve a acercarse a Draco para besarlo brevemente—. A la media noche, vas a cruzar la red flu, prepararé todo para que la chimenea te lleve directamente al recibidor al fondo del pasillo de la planta superior. Del lado este, encontrarás mi habitación. Y allí...

— ¿Y allí? —exhala Draco expectante.

—Voy a hacerte cosas muy malas.

— Estoy de acuerdo. —Exhala la respuesta.

Bendita sea la magia, han hecho un desastre, del cuarto y de ellos mismo, pero con un movimiento de su varita, Harry comienza a poner todo en orden. Incluso el jarrón antes destrozado vuelve a su estado natural. Retira el hechizo silenciador que lanzó sobre Democles Rowle y escucha sus improperios, pero de inmediato le aplica un obliviate y el tipo se queda en silencio. Para cuando los invitados comienzan a pasar, parece como si allí nunca hubiera ocurrido nada.


Son las 23:47 horas y Harry se está paseando de un lado a otro como león enjaulado.

Se siente nervioso. No está seguro si Draco va a venir.

Se quita la chaqueta y la lanza hacia un lugar al azar.

De pronto se siente sofocado.

Se quita la corbata y después se desabotona los primeros tres botones del cuello hacia abajo.

¿Esta fue una buena idea?, se pregunta al notar dos cosas: una, ha invitado a su enemigo de toda la vida a tener relaciones sexuales; dos, lo ha invitado a la casa de sus padres, lo que es completamente una locura.

Se peina el cabello con las manos, lo que provoca que quede mucho más alborotado. Es una característica de los Potter poseer cabello muy rebelde, a estas alturas de la vida ya no le importa, solo lo acaba de hacer para sobrellevar los nervios que lo carcomen.

El dormitorio está iluminado de manera tenue: una única lámpara en el rincón, junto al sofá, que proporciona un tono neutro al rojo de las paredes.

Mira su cama y se apresura a ir hacia ella, alisa la sábana y mira a su alrededor. Hay algunas revistas de Quidditch tiradas en una esquina. Las levita y envía a un cajón. Todo parece estar en orden, pero ¿debería estar así de ordenado? Definitivamente, Harry no tiene idea de qué hacer.

No es la primera vez que está con una persona, pero sí es la primera vez que lo pasa con un hombre, que para variar es Draco Malfoy.

Hace un verdadero esfuerzo para controlarse y no dejarse llevar por su imaginación. Tiene una idea vaga de lo que va a ocurrir, porque, aunque no lo ha experimentado en la práctica, ha estado investigando un poco. Incluso hizo unos esquemas. Puede hacerlo. Y la verdad, es que desea hacerlo. De eso no le cabe la menor duda.

Se sienta sobre el sofá y cierra los ojos, la idea es despejar su mente, pero no lo logra, porque ya está pensando en Draco y ese traje hecho a la medida, sus suaves labios y el aroma cítrico, pero tenue y relajante de su perfume. Su estómago da un tirón, es la primera vez que percibe una sensación de ese tipo cuando piensa en alguien, así que no sabe a qué se debe, sería buena idea preguntar, pero no lo hará, no le contará de eso a nadie.

Lanza otro tempus, son las 23:55 horas. ¿Draco llegará? Al pensar que en prácticamente nada podría estar en su habitación, en su cama, vuelve a sentir esa agitación.

Niega para sí mismo y se dice que no debería estar tan nervioso, pues ni siquiera siente nada por él. Nada de nada. Es entonces cuando se escucha un leve toquido, se apresura a levantarse y va corriendo a abrir la puerta.

Casi pierde el aliento cuando mira a Draco. Aquí, en la silenciosa noche, sin ninguna bruma o algo que interrumpa sus inspecciones, vuelve a constatar que Draco es guapísimo; es alto, sus labios son rosados y tiene una nariz recta. Ha dejado atrás el saco y tiene el suéter remangado hasta los codos. La expresión de sus ojos dice que está nervioso, pero le ofrece a Harry una sonrisa cómplice:

—He llegado antes de la hora acordada.

Harry se contiene de sonreír.

—¿Te he dado bien las indicaciones?

—Si, ha sido sencillo llegar.

—Qué bien —responde Harry, después se hace a un lado. —Pasa.

La sonrisa de Draco crece, tanto que le abarca todo el rostro. Y Harry hace una nota mental, porque esta sonrisa no es la que utiliza para las fotografías, esta sonrisa es más abierta, menos reservada y más sincera.

Draco toma la mano de Harry mientras pasa a su lado, y Harry se deja llevar. Se detiene a medio camino y se gira para acercarse a Harry, lo suficiente para que sientan mutuamente el soplo de sus respiraciones en los labios y el roce de sus narices.

Es ahora, cuando finalmente entran en contacto, que Harry responde con una sonrisa.

Draco cierra la puerta y la bloquea con un hechizo, luego insonoriza la habitación, solo por seguridad. Levanta una mano y la posa en la nuca de Harry para besarlo. La manera en que lo está haciendo es diferente, no se parece a ninguna de las ocasiones anteriores, no está ansioso por obtener un poco de Harry, porque ahora sabe que puede tomarse el tiempo para disfrutar del momento, por lo que es más suave y más lento.

Harry por su parte, intentar tomar parte concentrándose en atraer a Draco por la cintura. Y envuelve los brazos a su al rededor. El cuerpo del rubio es firme, pero flexible. Se adapta fácilmente para encajar con el cuerpo de Harry, quien se permite disfrutar del beso, de esos labios suaves y fríos que poco a poco se van calentando y le transmiten un saber dulce en toda la boca.

De pronto Draco se aparta y lo mira fijamente. Sus ojos grises están brillando, transmiten anhelo y emoción, lo que provoca que el pecho de Harry se caliente.

Draco le retira los lentes.

Harry se burla.

—Solo no te lo vuelvas a llevar —dice entre risas.

Draco suelta una carcajada mientras niega con la cabeza.

—No me voy a disculpar por eso.

—¿Al menos los piensas devolver? —pregunta afianzando más el agarre sobre la cintura del rubio.

Draco suelta un resoplido. Luego pone una expresión pensativa.

—Mmm... No.

Ambos vuelven a reír, un minuto después, Draco pone expresión seria y pregunta:

—¿Cómo lo quieres hacer?

Harry no tiene idea, pero sabe que ir directamente a la cama lo hará ver demasiado urgido, así que se encoge de hombros.

Draco tiene una sonrisa ladina.

—Tengo una idea. Siéntate en el sofá. —Ordena. Lo que en otro tiempo habría generado una riña entre los dos, ahora solo provoca una profunda exhalación por parte de Harry, quien se apresura a obedecer.

Draco se sitúa frente a él. Contemplando fijamente la expresión expectante de Harry.

Harry de igual manera, no puede apartar la mirada de esa boca suave y sonrosada. Se siente al borde de un precipicio muy alto y muy peligroso, sin intención de retroceder. Draco lo mira a su vez con ojos hambrientos.

—Ahora que lo recuerdo, llevas semanas esquivándome —dice Harry separando las piernas de Draco para meter la suyas entre ellas.

Repasa sus grandes manos a través de la cintura del rubio, quien se inclina hacia él y apoya una mano en el respaldo del sofá mientras con la otra acaricia a lo largo de su brazo y sube hasta su cuello—. Supe que sales con una chica.

—Soy gay —replica Draco instantáneamente. Pone una de sus delgadas y elegantes manos en el cuello de Harry, y fija sus ojos en los verdes de Harry, quien está pensando que le gusta mucho esa mirada—. Y te ignoré por razones muy diferentes. La primera, porque un mago sangre pura no debería tener este tipo de inclinaciones y la segunda porque podrías haberme lanzado un Avada Kedabra.

—¿Y entonces por qué me besaste? — pregunta Harry al tiempo que tira de Draco para que caiga sobre su regazo.

Se inclina hacia la barbilla del rubio y comienza a dejarle pequeños besos.

—Porque... tenía la esperanza de que no lo hicieras —responde Draco tratando se contener la respiración—. Tenía la vaga idea de que a lo mejor te gustaba. —Deja escapar un leve siseo cuando Harry le mordisquea el lóbulo de la oreja—. Antes de que salieras a buscarme al jardín, no me lo hubiera siquiera planteado, principalmente cuando te vi con Eloise Quahog, y... —Draco toma un profundo respiro, esto va a ser difícil de admitir—, me puse celoso, estaba ebrio, lo que no es justificación, pero quise probar, aventurarme y obtener una respuesta.

—Celoso... ¡Oh! —Harry detiene sus besos y mordidas para decir—. Así que te gusto.

La expresión de Draco cambia. Con el ceño fruncido y unos labios apretados toma de los hombros a Harry y lo sacude brevemente.

—Y pensé que supuestamente yo era el arrogante —expresa Draco.

Admitir que estaba celoso es demasiado por esta noche, tal vez otro día sea honesto con Harry, tan honesto como para decirle que de hecho lleva muchos años deseando este momento.

Lo besa, larga y profundamente, Harry le corresponde con la misma pasión y su corazón parece que se va a salir de su pecho ante la adrenalina que el contacto y la reciprocidad le provoca.

Entonces Draco descubre, que no debería pensar tanto, pero lo hace, porque algo sucede entre los dos, no sabe si son sus magias o algo más allá que hace que sus cuerpos se calienten a diferentes temperaturas. Otra cosa que descubre, es que Harry es muy enérgico, besa tal como lo imaginó, de la misma manera apasionada con que jugaba Quiddich o se enfrentó al Colacuerno húngaro en el cuarto grado.

Siente que Harry frota su entrepierna contra la suya y deja de pensar.

Continúa frotándose mientras se dan besos desordenados, pero entre más sus cuerpos entran en contacto, mientras la temperatura de sus cuerpos se eleva, estos besos se vuelven más urgentes, más demandantes.

Harry sostiene los suaves cabellos rubios entre sus dedos y le encanta. Su cabello es suave, es sedoso y se siente reconfortante.

Draco se derrite al sentir su contacto, lo abraza por el cuello y lo inmoviliza con todo su peso. Harry no va a irse a ninguna parte, pero Draco desea estar seguro de eso.

Vuelven a besarse hasta que tienen la sensación de no poder respirar, hasta que sienten que podrían olvidar sus nombres, hasta que se convierten en dos personas comunes, disfrutando de un momento íntimo en una habitación de una casa cualquiera.

Harry logra desabrocharse cuatro botones de la camisa antes de que Draco la tome por los faldones y se la saque por la cabeza. Hace lo mismo con su propio suéter. Y ambos quedan desnudos de la cintura hacia arriba.

Draco no puede evitar sentir admiración por el cuerpo de Harry.

Recuerda que, en Hogwarts, Harry siempre fue flaco y bajo, y aun así no dudaba al comenzar una pelea, ese espíritu fiero es lo que al final, terminó atrayéndolo, eso y que en séptimo grado Harry creció de una manera impresionante. Tanto que llegó a creer que superaría su metro con ochenta y cinco. Y no sólo creció, también se hizo más robusto.

Draco tuvo la oportunidad de verlo un par de veces en los vestidores, pero el cuerpo de entonces no se compara al cuerpo de ahora, el cual es más musculoso, más marcado y tonificado. Incluso ahora, revela una ligera capa de bello en área del pecho, Draco está seguro que se debe al arduo entrenamiento de auror y está encantado por eso.

Harry, al ver las manos que pasan suavemente por su cuerpo, piensa en lo bonitas que son, es claro que Draco ha llevado una vida tranquila, donde lo más laborioso que ha hecho es tocar el piano clásico y ser buscador de Quidditch en el colegio.

Su cuerpo es rígido, delgado y marcado, pero sin rayar en lo musculoso. Su piel es suave y blanca, el bello casi no se nota y Harry no puede dejar de apreciar esa perfección.

—No te muevas —le ordena Draco. Harry está a nada de emitir un gruñido de protesta, pero el rubio se aparta y le pone los dedos en los labios para hacerlo callar—. Deseo... —empieza a explicar de manera desafiante—. Quiero tenerte en la cama.

Harry no dice nada, porque, bueno, seguro que Draco está acostumbrado a desear y que le sea otorgado. El año pasado se habría enfadado, pero ahora solo se limita a complacerlo.

Draco se levanta y toma su mano para que haga lo mismo, antes de dirigirse a la cama se dan un breve beso, solo un roce de labios.

Harry llega primero a la cama, se sube a ella y se echa hacia atrás para apoyar los codos entre las almohadas.

Mientras tanto, Draco se está quitando los zapatos.

El rubio mantiene su mirada en él, es una mirada pícara, una que jamás imaginó que vería en esos ojos grises. Al mismo tiempo, eso lo mantiene expectante a lo que aquel rubio está planeando hacer.

Espera, y mientras lo hace se permite volver a observar el cuerpo de Draco, ante la luz de la pequeña lámpara, lo repasa una vez más hasta que su mirada se queda fija en aquellas líneas diagonales que emergen al nivel de la cintura y desaparecen a causa del pantalón.

Es ese momento —cuando surge el deseo de poder besar esa parte del abdomen de Draco, de morder suavemente y dejar marcas en su piel— se reprende por haber creído en algún momento de su vida que era heterosexual.

—Es agradable ver al magnífico Harry Potter mirándome tan fijamente, es, cómo decirlo, algo que no sucede todos los días.

Harry quiere decir que podría suceder más seguido a partir de ahora, pero se contiene, en su lugar sólo sonríe.

Draco niega con la cabeza, se acomoda encima suyo con un peso cálido y firme, sus piernas se deslizan sobre las piernas de Harry y sus manos se apoyan en las almohadas.

Esto parece ser nuevamente obra de sus magias fluyendo, pues Harry experimenta pequeños choques eléctricos en las áreas donde su cuerpo se toca con el de Draco.

Una de las manos de Draco sube lentamente por su estómago hasta que se encuentra la vieja llave dorada que cuelga de una cadenita.

—¿Qué es esto?

Harry se siente impaciente, parece que Draco se va a tomar una eternidad para hacer lo que sea que tiene planeado, pero todavía le responde.

—Es la llave de nuestra antigua casa. —Coloca una de sus manos en la mejilla de Draco—. De cuando vivíamos en el Valle de Godric.

Harry se eleva un poco para alcanzar a besar sus labios, pero el rubio se aleja. Parece bastante intrigado, se queda así por un momento hasta que deja pasar lo que sea en lo que esté pensando. Se deja caer completamente sobre Harry y lo besa. Por supuesto, Harry no va a permitir que se vuelva a distraer así que pone todo su empeño en hacerle perder la cabeza mediante ese beso.

Draco comienza a frotar su cuerpo contra el suyo y después aparta la boca para tomar un respiro, pero también para besar su cuello, clavícula y todo lo que encuentre a su paso. Harry suelta varias maldiciones y gemidos porque no lo puede evitar. Y Draco se aferra a su clavícula, succiona con fuerza y Harry sabe que le dejará una marca, lo cual no debería permitir porque eso no es algo apropiado entre dos amantes en un encuentro clandestino, pero no le importa, no es algo que un glamour no pueda arreglar.

Sus besos, chupones y mordidas comienzan a descender. Draco besa el centro de su pecho y continúa el camino hasta depositar sus labios un poco más abajo del ombligo.

Draco se aleja nuevamente, y Harry está a punto de maldecir cuando lo ve aferrarse a sus pantalones. Primero los desabotona y luego baja la cremallera.

Esto es por lo que Harry había estado esperando, cuando su erección es liberada y siente alivio, pero también ansiedad. Desea que se acabe y al mismo tiempo que este momento dure por siempre, porque la boca de Draco lo está cubriendo de un calor abrasador que le está proporcionando una profunda satisfacción, una que se eleva desde su ingle hasta su pecho y piensa que su corazón podría estallar.

Sus manos inconscientemente van hasta la cabeza de Draco y los dedos se enredan entre las hebras rubias, es tan suave, el tacto en sus manos y la sensación en su miembro son tan diferentes, pero al juntarse hacen que pierda la cabeza.

Draco es muy bueno en lo que hace, y no tarda mucho en terminar.

Cuando todo acaba, Draco vuelve a escalar sobre su cuerpo y en el momento en que sus ojos llegan a la misma altura que los suyos le besa, tan intensa y ardientemente que a Harry no le interesa probar su propia esencia.

—¿No te decepcioné? —pregunta expectante y Draco niega mientras sonríe.

—Has superado mis expectativas —responde y Harry siente como si hubiera recibido una condecoración.

Vuelven a besarse.

Harry aprovecha para repasar sus aperas manos a lo largo de la columna vertebral y los omóplatos de esa extensa y delicada piel.

—De haber sabido que esto te bajaría los humos, Potter —dice Draco en voz baja.

—Todavía puedo hechizarte si quiero.

Draco piensa que ya lo ha hecho, pero no dice nada, en lugar de eso toma la llave y la acaricia suavemente con el dedo índice y pulgar de la mano derecha.

— Nunca había visto una llave, bueno, sí, pero jamás había visto a un mago que llevara una consigo. —Permanece pensativo por largo tiempo.

—Un knut por tus pensamientos.

Draco sonríe.

—Solo estaba pensando que nunca he poseído una llave. Como magos no hace falta más que un alohomora para abrir todas las puertas que puedas imaginarte.

Harry deja salir un resoplido.

—Aún sin magia, dudo que alguien se atreva a cerrarte una puerta. No a ti, el nieto de Abraxas Malfoy e hijo de Lucius Malfoy.

Draco se ríe y niega con la cabeza.

—Eso suena muy solitario. —Harry va a decir algo, pero entonces Draco vuelve a cambiar de tema—. Esto... no te asustes —dice mirándolo a los ojos.

Harry lo mira indignado.

—No estoy asustado.

—De acuerdo —responde Draco pareciendo escéptico.

—De verdad no lo estoy —reafirma Harry—. De hecho, ha sido divertido —asegura—. Me la pase bien, ¿y tú?

—Muy bien —sisea el rubio en un tono que a Harry le provoca un escalofrío en la columna vertebral.

—Genial, entonces... ¿te gustaría, ya sabes, repetirlo? —pregunta sintiéndose inseguro.

Draco arquea una ceja.

A causa del pánico que Harry siente ante la posibilidad de ser rechazado agrega:

—Eso no querría decir que cambia algo entre nosotros.

—Sería algo casual, algo sin compromiso —completa Draco y Harry se apresura a asentir. —Bueno... —dice Draco—. Me parece bien.

Harry se siente aliviado, no sabe qué más decir, excepto que debe aclarar un punto.

—Por cierto, soy bisexual.

—Está bien —contesta Draco, luego permanece un minuto en silencio antes de agregar—: Yo soy muy, muy gay. Pero creo que ya lo había dicho antes.

—Sí, ya lo habías dicho —constata Harry con una media sonrisa.

—De acuerdo... —Draco comienza a levantarse, Harry desearía que no se fuera, que permaneciera recostado sobre su cuerpo, pero también sabe que tiene que hacerlo, no pueden verlo salir de su habitación y mucho menos en el estado en que se encuentra, así que no lo detiene, pero una vez que Draco se va, siente que la habitación, su propio cuerpo, están demasiado fríos.


El siguiente cumpleaños de Abraxas Malfoy sucede un par de días después. Harry no puede ver a Draco porque todavía tiene prohibida la entrada a la mansión, así que toma su oportunidad una semana después de eso, cuando Draco le anuncia que está pensando organizar un partido de Quidditch con fines benéficos.

Él ni siquiera duda en apartar su lugar.

—¿Qué es lo que dices que harás?

Harry está desayunando con sus padres, James le mira intrigado mientras su madre continúa concentrada en El Profeta de esa mañana.

—Es un partido de Quidditch, este fin de semana, con fines benéficos. Malfoy me pidió que fuera el buscador de uno de los equipos —sigue explicando —. Es en... —hace un esfuerzo para recordar—. Cerdeña, Italia. Cobrarán 10 mil galeones la entrada.

—¿Y a cuántos continentes se supone que quieren ayudar? —pregunta James anonadado.

— Solo es un apoyo para las manadas de hombres lobo. —Continúa comiendo.

—Te soy sincero, me preocupas, hijo.

Harry observa a su padre sorprendido.

—No me mires así, es solo que me consterna tu fluida amistad con mini Malfoy.

Lily al fin se aleja del periódico, está mirando de manera severa a su esposo.

—No digas eso. Harry al fin está dejando de lado sus propios prejuicios.

James gesticula hacia Harry:

—Últimamente tu madre ha tomado al mini Malfoy como su protegido.

—¡Es cierto! —exclama Harry—. ¿Cómo está eso de que están planeando abrir un pabellón para enfermedades muggles en San Mungo y por qué no me lo habías contado?

Lily se encoge de hombros.

—Porque habrías enloquecido si te hubieras enterado antes de que conocieras un poquito a Draco.

Harry admite que ella tiene un punto.

—Como sea, ¿y ahora no pensabas decirme?

—No tiene relevancia si tu cabeza está concentrada en otra cosa. —Se refiere al tema de los aurores y todo eso—. Y me parece bien, que comiences a involucrarte en temas de asistencia social. Es más, deberías plantearte algo propio.

—Lo pensaré. —La verdad es que no se le ocurre nada en este momento con lo que podría ayudar.

—Pues yo opino que debería aprovechar sus descansos, necesita estar al cien para ser un excelente auror, invertir su tiempo en ir a un partido organizado por Malfoy... —James no termina la oración.

—¡Lo siento, pa, pero es para apoyar una causa! —técnicamente es la razón por la que va a asistir y no porque va a tener la oportunidad de ponerle las manos encima a un heredero sangre pura.

Y así es como termina acudiendo el sábado al partido de caridad de Cerdeña, va vestido con un conjunto, cómodo, pero elegante, Draco le dijo que le proporcionarían uniforme para jugar así que lo único de lo que tuvo que preocuparse es en lucir bien ante Draco, incluso intentó peinarse un poco, aunque el resultado fue el mismo de siempre.

Llega y mira a su alrededor. Casi suelta un gemido al ver a Draco vestido con un uniforme de Quidditch: ese pantalón ajustado, embutido en unas botas altas de piel, los protectores de las rodillas, llenos de herrajes, los guantes de cuero... todo ello le resulta excitante.

—¿Y bien? —pregunta Draco cuando están de frente—. ¿Preparado para intentar robarme la snitch?

Harry resopla.

—Te recuerdo que en Hogwarts ni una sola ocasión lograste alcanzarla primero. —Harry está algo oxidado, hace un buen tiempo que no juega, pero tiene mucha confianza en sí mismo.

—Ya veremos, Potter —dice el rubio con una sonrisa presuntuosa y a Harry le dan muchas ganas de tomarlo de los hombros y jalarlo hacia sí para besarlo con muchas ganas.

Es una pena que deba contenerse.

Ya tendrá tiempo para arrancarle ese uniforme y hacerle muchas cosas.

Ahora solo se limita a ir a los vestuarios y cambiarse.

Cuando sale al campo de juego, con su Saeta de fuego en mano. Nuevamente siente un tirón en la entrepierna. Draco ya está pasándose sobre su escoba y Harry no puede dejar de mirar la manera en que sus muslos se ciñen al pantalón, la forma en su espalda se arquea revelado un trasero redondo y esas manos enguantadas aferrándose firmemente al mango de la escoba.

Ninguno de los presentes se podría imaginar que Draco puede estar en la misma posición, pero haciendo cosas muy distintas. Harry, por un momento, se siente especial al haber tenido tal privilegio.

Empieza el partido y Harry da todo de sí.

Le gusta Draco, es un hecho, pero no va a permitir que gane el partido.

Se divierte, por supuesto, y Draco parece también estarlo, porque no deja de sonreír por ningún momento, excepto cuando Harry le gana la snitch por un pelito y le dice que tomará su venganza cuando menos se lo espere.

Ambos están sudados y cansados. Todos los jugadores se dirigen a las duchas, pero Draco le ofrece a Harry su compartimiento privado.

Lo ofrece porque es un buen anfitrión y quiere que Harry se sienta bien atendido. Y obviamente Harry acepta porque no quiere ser grosero.

Y en pocos minutos están en el compartimiento privado, quitándose el uniforme y besándose como dos obsesionados.

Se meten a las duchas aún con algunas partes de la ropa todavía puesta, pero no tardan en quitársela toda.

—Estoy enloqueciendo... —dice Harry, quien ya ha aguantado muchísimo.

Se pone de rodillas y mira fijamente la erección del rubio, su pene es rosado, con una ligera mata de vello al rededor, del mismo color de su cabello. Sopla un poco y Draco se estremece.

—Oh, por Salazar —exclama Draco cerrando los ojos y recargándose un poco sobre la pared.

—Eso mismo —coincide Harry, y acto seguido le da una extensa lamida.

—Oh, por Salazar —repite Draco, esta vez con más fuerza.

Esta es la primera vez que Harry va a hacerle esto a un hombre, lo cual le genera inseguridad, a pesar de que ya lo ha estudiado teóricamente en días anteriores y lo volvió a repasar en su cabeza antes de tomar el traslador que lo llevaría allí.

Esto tiene que salir bien, piensa y levanta la vista, ve a Draco sonrojado y extasiado, con la boca entreabierta. Incluso así es perfecto, se dice. Al no sentir nada más, Draco abre los ojos y lo mira, y Harry concluye que no puede resistirse a sus ojos.

Envuelve el órgano de Draco con su boca y comienza con movimientos torpes y desordenados, sus manos se aferran a la parte trasera de los muslos del contrario.

Las manos del rubio se aferran a su cabello y tiran de él para que apresure sus movimientos, lo cual Harry hace con gusto a pesar de sentir arcadas y un ardor incómodo en la garganta.

La felación termina algo rápido. Sin embargo, lo considera un triunfo al ver que Draco se vino con tanta energía, al grado que sus piernas temblaron.

Luego se duchan y se visten. Al fin están listos para salir a saludar.

Antes de que salgan del compartimiento, Harry vuelve a besarlo y Draco le corresponde con la misma avidez.

—Vamos. Pansy y Blaise están afuera. También está Theo. —Se alejan y caminan uno al lado del otro—. ¿Tienes hambre? —pregunta como una idea tardía.

Harry responde:

—Podría comer algo.

Draco se ríe.


**Nota: Investigué un poco y encontré que las estaturas de los actores de la película Red, White & Royal Blue son de 1.83 m para Nicholas Galitzine y de 1.85 m para Taylor Zakhar Perez. Para continuar un poco con el hilo de la historia original, pero sin perder el headcanon que he guardado toda la vida, invertí las estaturas, y en este caso, Harry mide 1.83 m y Draco 1.85 m.