Diez


Ese día, en la tienda de túnicas de Madame Malkin, si la situación se hubiera desarrollado diferente, lo que aconteció después tal vez jamás habría ocurrido.

Al final, las cosas fueron como fueron, y no hay nada que se pueda cambiar. El uso de los giratiempos está prohibido en el mundo mágico y, de todos modos, ya no quedan muchos de ellos.

Entonces, fue así como ocurrió:

En cuanto entra a la tienda, reconoce a aquel niño rubio que observa con desdén a un punto fijo frente a él mientras una joven bruja le toma las medidas para ajustar la túnica escolar que lleva puesta.

Harry sabe que se trata de Draco Malfoy, el niño mago más privilegiado de Gran Bretaña.

Privilegiado en el sentido de que su familia posee grandes cantidades de oro en las bóvedas que poseen en Gringotts, vive en una gran mansión, donde, se dice, una gran extensión de la casa es para él solo. Todo lo que pida, le será concedido. No importa si hay que atravesar el mundo entero para conseguirlo.

Pero detrás de toda esa imagen de mago millonario que muestran los periódicos, Harry sabe que hay un niño gentil y amable. Sabe que este niño puede sonreír sinceramente y no solo porque así lo piden los periodistas cada vez que hacen que pose para la cámara. Y es por eso que, desde que Harry vio una foto de Draco Malfoy el año anterior, ha deseado convertirse en su amigo.

Así que cuando Harry atraviesa el umbral de la entrada de la tienda, se pone rígido.

En una postura recta y en completo silencio, entra a la tienda.

Madame Malkin le pregunta si viene por su túnica escolar, Harry mira de reojo hacia el niño rubio que sigue con postura recta, mirada hacia el frente y una expresión seria, y lo único que puede hacer es asentir.

Rápidamente Madame Malkin lo sube a un taburete y le coloca una túnica tres tallas más grandes que su cuerpo.

Harry también mira al frente. Porque no quiere parecer un bobo contemplando a Draco Malfoy como si se tratara de una estrella de cine.

Se está preguntando cómo hacer para llamar su atención cuando un milagro ocurre.

Mientras Madame Malkin, con una sonrisa amable, comienza a tomarle el largo de la túnica escucha una voz infantil saludando.

—Hola. ¿También Hogwarts? —pregunta arrastrando las palabras.

—Sí —responde Harry casi de inmediato.

—Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas —le explica Draco.

Harry nunca había escuchado la voz de Draco, así que se sorprende mucho al escucharlo hablar tan despreocupado y que incluso en todo momento desprenda un siseo muy peculiar.

— Luego voy a llevarlos a mirar escobas de carrera. No sé por qué los de primer año no tienen permitido llevar una. Creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera.

Conforme Draco habla más y más, Harry piensa en su primo Dudley, un niño bastante mimado que siempre hace alarde del control que tiene sobre sus padres. Harry odia cuando visitan a la tía Petunia, son la familia más arrogante y fastidiosa que conoce.

—¿Tú tienes escoba propia? —continúa Draco.

—Si —contesta Harry, su padrino le regaló una hace dos años.

—¿Entonces juegas al quidditch?

—No —Harry no puede dejar de responder con monosílabos, el desconcierto que le provoca escuchar a Draco Malfoy lo está abrumando.

—Yo sí. Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?

—No —dice Harry, aunque su padre y padrino aseguran que estará en Gryffindor. Su madre, por su parte, dice que no importa a qué casa vaya, hará grandes cosas.

—Tienes razón, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo sé que estaré en Slytherin, porque toda mi familia fue de allí. ¿Te imaginas estar en Hufflepuff? Qué vergonzoso ¿No crees?

—Mmm — Harry permanece pensativo, no sabe cómo tomarse aquel comentario. Tonks es una gran bruja, y él sabe que ella estuvo en Hufflepuff, por lo cual no entiende qué tendría de vergonzoso ser enviado a esa casa.

De pronto, la voz de Draco llama nuevamente su atención.

—¡Oye, mira a ese hombre! —dice señalando hacia la vidriera de delante. Hagrid está allí, sonriendo a Harry y señalando dos grandes helados, para que vea por qué no entra.

Hagrid es otro conocido de sus padres, alguien que siempre ha sido muy amable y protector con él. Lo encontraron por casualidad cuando llegaron al Callejón Diagon. En cuanto se enteró que estaban allí para comprar los materiales de Harry, se ofreció a ayudarlo, mientras sus padres se ocupaban de algunas cosas pendientes.

—Es Hagrid —dice Harry con una sonrisa—. Trabaja en Hogwarts.

—Oh —exclama Draco—, he oído hablar de él. Es una especie de sirviente, ¿no?

—Es el guardabosques —corrige Harry con el ceño fruncido.

—Sí, claro. He oído decir que es una especie de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en cuando se emborracha. Trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su cama —dice Draco usando un tono burlón.

—Yo no pienso que eso tenga algo de malo—dice Harry con frialdad.

—¿Eso crees? —pregunta con desdén—. ¿Por qué está aquí contigo? ¿Dónde están tus padres?

—Es un amigo. Mis padres están arreglando un asunto mientras él me cuida.

Draco hace expresión de haber chupado un limón agrio.

—Pero son de nuestra clase, ¿no?

—Son un mago y una bruja, si es eso a lo que te refieres.

—Qué alivio, porque realmente no deberían dejar entrar a los otros, a los que no son como nosotros. No los educaron para conocer nuestras costumbres. Algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que recibieron la carta, ya te imaginarás. Yo creo que debería quedar todo en las familias de antiguos magos. Y a propósito, ¿cuál es tu apellido?

—Ya está listo tu pedido, cariño —dice madame Malkin a Harry.

Y Harry está aliviado de no tener que responder la pregunta.

Baja del taburete y se apresura a llegar a la salida.

Escucha la voz de Draco tras de él.

—Nos vemos en Hogwarts —está diciendo.

Harry no se detiene a responder.

Está muy contrariado. Durante un buen tiempo creyó que el día en que conocería a Draco Malfoy, sería un momento muy agradable.

Su padrino y otros amigos de sus padres no tienen hijos, por lo que han sido muy mínimas las oportunidades que ha tenido para hacer amigos. El único con quien ha jugado más de una vez es con Neville Longbottom, pero a él le gustaría tener amigos más interesantes.

Pero Draco no es ese niño amable y cariñoso que pensó, es arrogante y mezquino, y Harry está seguro de que no quiere tener nada que ver con él.


Los días antes del día más importante de la vida de una bruja o mago —de acuerdo a las palabras de Sirius—, llega más rápido de lo esperado. Y Harry está muy nervioso, pero emocionado.

Se despide de sus padres en el andén 9 3/4 y sube al expreso que lo llevará a Hogwarts sintiendo un cúmulo de emociones arremolinándose en el pecho.

Harry sabe que Neville también comienza en Hogwarts este año, por eso comienza a asomarse entre los compartimientos a ver si lo ve en alguna parte, pero todos están llenos de alumnos que se ven ya mayores o que parece saben hacer amistades muy rápido, por lo que opta por quedarse en un compartimiento vacío.

Lleva a Hedwig en la mano derecha, dentro de una jaula. La acomoda en el asiento y se coloca a su lado.

Mira por la ventana, para ver si puede alcanzar a ver a sus padres entre la gran multitud de personas que se han aglomerado en el andén. Y descubre que ellos también lo están buscando. Así que cuando sus miradas se cruzan entre sí, los tres sonríen.

De pronto escucha el escándalo de una multitud de pelirrojos que vienen por el andén. Son seis; la mamá, una niña pequeña, uno un poco mayor que ella, un par de gemelos y un alumno mayor.

La madre está advirtiendo a los gemelos que no se metan en más problemas mientras que ellos simplemente prometen con los dedos cruzados tras la espalda. Harry se ríe por lo divertidos que son.

Todos suben, los gemelos, el mayor y el niño menor suben al expreso en cuanto se escucha un pitido advirtiendo que se pondrá en marcha.

Da la última despedida a sus padres. Les ha prometido que les escribirá en cuanto le sea asignada su habitación y pueda enviar una carta decente.

Mientras el tren se está encarrerando, entran al compartimiento, el niño pelirrojo que vio hace un momento junto con sus dos hermanos gemelos.

— ¡Hola! Yo soy Fred y él es George. Y este enano es Ron.

Mucha confianza desborda ese par.

—Oye, no me digas enano —se queja Ron.

Harry sonríe.

—Hola, yo soy Harry Potter.

—¡WOOOO! ¿HARRY POTTER? ¿EL HIJO DE JAMES POTTER? —los dos pelirrojos exclaman al mismo tiempo.

Harry asiente consternado por los gritos, pero los gemelos ni siquiera se inmutan al ver su expresión.

—Tu padre es una leyenda —comenta George.

Y de ahí lo alaban por lo famoso que fue su padre, junto con sus amigos, por sus legendarias bromas en Hogwarts.

Luego se van y solo queda el pelirrojo menor.

Harry sonríe y le extiende la mano, se saludan. Y como descubre que ambos van a estar en primer año, se ilusiona porque acaba de hacer su primer amigo.

—Mis hermanos admiran mucho a Los Merodeadores —dice Ron mientras se sienta frente a él.

Harry conoce la historia de Los Merodeadores, Sirius siempre que tiene oportunidad narra alguna de sus bromas o estupideces que hicieron durante el colegio. A Harry le encanta escuchar esas historias.

—Sí, mi padre fue conocido como Cornamenta y mi padrino como Canuto. De hecho, cuando se reúnen todavía se llaman por sus apodos. —Suelta una risa divertida.

—Ya veo... —exclama Ron con curiosidad—. ¿Cómo... son? —se atreve a preguntar y Harry se lanza a narrar desde su perspectiva. Sirius, como debe ser, es el más divertido entre los tres que Harry conoce. Como es lógico, James no lo puede ser tanto, después de todo se trata de su propio padre y no se lo imagina siendo el maquinador de grandes bromas, como asegura su madre y Sirius. Remus es el más tranquilo de los tres, incluso a veces los reprende o se vergüenza al recordar algunas malas bromas que les hicieron pasar a sus antiguos compañeros.

Y Ron está impresionado.

—Es increíble —dice Ron. Y va a agregar algo más, pero en interrumpido.

—¿Un bocadillo, jovencitos?

Una señora con un carrito lleno de dulces se asoma al compartimiento.

Harry se apresura a salir para comprar pastel y alguna otra cosa que se le antojen. Mientras que Ron espera con la expresión acongojada.

No hace falta ser un genio para saber que la familia de Ron pasa dificultades, por eso, amigablemente, Harry invita a Ron a comer de lo que ha comprado. Y un poco reticente al inicio, Ron toma una rana de chocolate, pero poco a poco empieza a tomar confianza y Harry se da cuenta que ese chico no tiene llenadera. Lo que lo divierte en extremo.

Siguen conversando y Ron le habla de todos sus hermanos, cuando se vuelve a abrir la puerta del compartimiento.

Harry toma un respiro, porque Draco Malfoy ha hecho acto de presencia.

—¡Ah! Así que tú eres Harry Potter —dice Draco con el tono de voz que a Harry ya se le está haciendo muy familiar—. Este es Crabble, y este Goyle. —Presenta a sus amigos—. Y yo soy Malfoy, Draco Malfoy.

Y en ese momento, Ron tose, aunque claramente está ocultando una risita, porque la suave sonrisa en su rostro no lo va a dejar mentir.

Draco mira hacia el otro lado y su expresión se vuelve a una mueca de desprecio.

—Así que mi nombre te parece divertido ¿no?

Ron trata de ponerse serio al saberse descubierto.

—No necesito preguntarte quién eres. Mi padre me dijo que todos los Weasley son pelirrojos, con pecas y más hijos que los que pueden mantener.

Vuelve a mirar hacia Harry.

—Los Weasley no son la clase de personas con las que te deberías amistar, Potter.

Y extiende la mano, para estrechar la de Harry; pero Harry no la acepta —está enfadado y con muchas ganas de recordarle al imbécil que él tiene una madre nacida de muggles, no lo dice, prefiere usar otras palabras.

—Entiendo muy bien quienes son la clase de personas con las que no debo entablar amistad —dice en tono frío.

Y las mejillas de Draco se tiñen de un ligero rubor rosa.

Este fue el inicio de todo. El momento culmine. El evento que definió la coexistencia entre Harry Potter y Draco Malfoy. La razón por la que los próximos cinco años de su existencia no podían mirarse sin comenzar un confrontamiento, por las razones más estúpidas e incluso insignificantes.

Lo que hacía que su rivalidad fuera aún más interesante, es el hecho de que Harry fue seleccionado a Gryffindor. Y Draco, tal como lo dijo ese día en la tienda de túnicas, fue seleccionado a Slytherin. De allí, sus vidas comienzan a ir en direcciones opuestas, pero tan parecidamente que no pueden evitar levitar en el ambiente del otro continuamente.

En primer año, Draco hizo un gran berrinche cuando Harry, a pesar de ser de primer año, fue nombrado buscador del equipo de Quidditch de su casa. Y al no obtener la respuesta esperada, se dedicó a perseguir a Harry de aquí para allá intentando encontrarlo en una situación que ameritara un castigo o una expulsión.

El segundo año no cambió en nada. Draco fue seleccionado como buscador del equipo de Slytherin por su excelente destreza con la escoba, pero los Gryffindor se encargaron de difundir que en realidad fue elegido porque su padre le compró Nimbus 2001 a todo el equipo.

Draco odió ese año. No pudo ganarle ningún partido a Potter, por lo que aquel rumor fue «confirmado». Y se la pasaba hablando de lo mucho que detestaba a Potter y su padre lo apoyaba. Siempre le respondía que era muy consciente de la clase de alimaña que puede ser un Potter, pero también le pedía que lo ignorara.

Entre una cosa y otra, Hermione Granger siempre estaba a la cabeza de las mejores notas del colegio, lo que le hizo ganarse más de una vez, una severa reprimiendo por parte de su padre, quien siempre le recordaba que no debía dejarse opacar por una sangre sucia.

Eso alentaba más a Draco a buscar la manera de confrontar a Potter y sus amigos.

Llegado el cuarto año, las cosas empeoraron. De alguna manera, Potter resultó seleccionado para representar al colegio en el Torneo de Los Tres Magos.

Y a pesar de que Cedric Diggory es un Hufflepuff, Draco comenzó a decir que Potter le robó su lugar, ya que Diggory era muchísimo más apto que el Cuatro Ojos. Y no dudó en comentarlo cada vez que tuvo oportunidad.

Su media venganza funcionó hasta que Potter se enfrentó a un Colacuerno húngaro durante la primera prueba y demostró que era muy hábil. Lo que, después lo posicionó como uno de los magos más famosos de Gran Bretaña por ser el mago más joven en ganar dicho torneo.

Las cosas no solían suceder como Draco esperaba. Siempre, todo el tiempo, Potter se salía con la suya y Draco solo podía retorcerse de la ira en la oscuridad de su fría habitación.

Pero llegado el sexto año, algo cambió.

Draco se enteró de que su padre tenía un tipo de enfermedad muggle que afectaba los linfocitos de su sangre. Se trataba de una enfermedad crónica, lo que sugiere que llevaba años enfermo, pero hasta ese momento comenzaron a presentarse los síntomas.

Draco, al estar en el Colegio no podía hacer mucho, solo se enteraba del progreso por medio de las cartas de su madre y en ocasiones su padrino, Severus, le revelaba algunas cosas. Sin embargo, la mayor parte del tiempo solo le decía que se enfocara en sus estudios. Que esa era su única prioridad.

En algún momento supo que Narcissa sugirió recurrir a la medicina muggle, pero el abuelo Abraxas se negó rotundamente a hacerlo.


Las vacaciones de invierno fueron tan desoladoras.

Cada año, durante la fiesta de Yule, Draco recibía una gran cantidad de regalos y sus padres lo llevaban a vacacionar al lugar donde él quisiera.

Pero en esta ocasión fue diferente, esta vez se le obligó a permanecer encerrado en sus habitaciones, sin permiso para visitar a su padre, quien se encontraba descansando en el ala sur de la mansión.

Draco ya no era un niño, y estaba dispuesto a romper algunas reglas, así que se escabulló por los pasadizos de la Mansión hasta llegar a donde se encontraba su padre.

Cuando llegó, su madre y padrino estaban al lado de la cama, vigilando en silencio.

Draco ve que están a punto de salir de la habitación, así que rápidamente corre a esconderse tras una de las armaduras que se encuentran en el pasillo. Desde allí puede ver cuando Narcissa y Severus salen de la habitación.

Narcissa cierra la puerta con cuidado. Draco cree que ya se van, pero no, permanecen allí. Y escucha la voz de su madre preguntando:

—¿Estás seguro Severus? —el mago asiente, su mirada no transmite ningún tipo de expresión, pero sus palabras tiemblan al inicio.

—De acuerdo a mi investigación, se llama leucemia linfocítica crónica. Al principio, cuando Lucius estaba en las primeras etapas de la enfermedad, era curable, pero sometiéndose también a un tratamiento muggle, lo que para Abraxas es inadmisible.

—Pero dijiste… —exclama su madre.

Severus la interrumpe.

—Estoy haciendo todo lo posible, las pociones que traje están muy cerca de funcionar al cien por ciento. Analicé algunos de los medicamentos que se usan en estos casos, pero el caso de Lucius es severo. Se necesita una implantación de células madre, algo que no sé hacer.

Narcissa suelta un sollozo y Draco no lo puede resistir.

Sale corriendo por el pasillo en busca de su abuelo.

Entra a la biblioteca, lugar donde suele estar su abuelo.

Lo encuentra concentrado en un libro de aspecto antiguo.

—Abuelo —llama cuando entra.

—¿Te pedí que vinieras? —pregunta el mago apartando la mirada del libro.

—No, pero necesito hablarte de algo importante.

Abraxas arquea una ceja intrigado.

—Me pregunto qué será tan importante como para que amerite tal falta de respeto a tus mayores.

Draco deja pasar el comentario para explicarse.

—Padre está muy grave, necesita otro tipo de tratamiento, uno…

—Ni lo menciones, eso no pasará.

Draco contiene la respiración.

—Pero un sanador común no podrá ayudarlo.

—Se está haciendo todo lo posible.

No puede creer que su abuelo sea tan frío, aun cuando su propio hijo está muriendo, y no muestra un atisbo de flaqueza.

No puede soportarlo más, es demasiado el sufrimiento que están viviendo él, su madre y su padre. No se contiene

—¿¡Qué no te importa!? —exclama Draco ya sin poner controlar el llanto. Un par de lágrimas se derraman por la comisura de sus ojos y rápidamente se las limpia con la manga de su camisa.

—Un Malfoy jamás muestra debilidad ante nadie, ni siquiera ante sí mismo. —Reprende el abuelo Abraxas con voz firme.

Draco traga el nudo que se le forma en la garganta y respira profundamente para controlar sus emociones.

—No permitas que muera —dice como último recurso. Espera que su abuelo acceda a llevar a su padre con alguien que pueda ayudarlo de verdad. Esto va más allá de su razonamiento, más allá de la magia. Es algo que no pueden controlar.

—¿Has terminado? —pregunta Abraxas sin mostrar ningún atisbo emocional.

Draco suspira profundamente y asiente. Se da la vuelta y sale.

—Draco —Su madre está esperando afuera, corre hacia él y lo abraza—. No te preocupes, encontraremos una solución.

Draco sabe que no es así, pero aun así corresponde al abrazo de su madre y se funde en ese calor dulce y amable que ella siempre le proporciona, intentando creer que así será.


Como era lógico, su padre no tarda mucho tiempo en empeorar. Estaba en una situación muy delicada, Draco lo supo por una carta de su tía Bella, quien nunca se contiene para decir las cosas como las piensa. Draco lo atribuye a que está muy loca.

— Mi padre va a morir, ¿cierto? —dice con mirada inexpresiva al profesor Snape.

Severus parece inmutable, solo sabe que ha reaccionado por el ligero suspiro que deja escapar.

—La enfermedad está muy avanzada. Un tipo de enfermedad crónica así tiene cura en las primeras etapas, pero tu padre está en fase terminal.

Severus no quería decirle estas cosas a un muchacho de tan solo dieciséis años, pero sabe que el menor de la familia tiene que prepararse para lo que viene.

Y Draco asiente, sin mostrar ningún atisbo de tristeza.

Agradece con un tono cordial a su profesor y sale de la oficina con su andar elegante y recto que caracteriza a todo Malfoy.

Una vez se cierran las puertas tras de sí, Draco siente que no puede controlar más sus emociones, camina sin pensar claramente, por lo que llega al gran comedor, donde todos conviven; ríen, se divierten y él no puede compartir ninguna de esas emociones. De pronto, su mirada queda fija en Potter, quien lo mira con recelo, juzgando la persona que es y Draco no puede más. Da media vuelta y camina lo más rápido que puede a los baños abandonados del segundo piso. El baño donde se encuentra el único ser con quien, por alguna razón, ha podido ser cien por ciento honesto.

Myrtle lo saluda, él quiere decir algo, pero se acobarda y en lugar de hablar comienza a llorar.

Harry está escondido en una de las esquinas, escuchando el llanto de una persona que creyó jamás lloraba. Impactado por el fuerte dolor que desborda en cada susurro desgarrador que emite siente un dolor en el pecho. No entiende con qué puede estar lidiando Malfoy para que tenga que sufrir tanto.

Detente, dice su mente, y Harry se trata de convencer de que lo que sea que le esté pasando a ese rubio patán, lo tiene más que merecido. Solo pensando eso es como el dolor se disipa y puede seguir adelante.

Quiero averiguar más, pero no puede soportar continuar escuchando el llanto de Malfoy, así que intenta salir del baño sin ser visto, pero es demasiado tarde. Malfoy ya lo ha visto y ha desenfundado su varita para lanzarle una maldición. Harry está sorprendido por lo intrepidez de Malfoy, pero no asustado y de igual manera desenfunda su varita y responde al ataque.

Se lanzan varios hechizos de suma peligrosidad, pero a ninguno de los dos les importa. Están tan concentrados en derribar al otro y cuando Harry logra a darle a Draco, su mente grita de emoción, aunque no dura ni dos segundos, pues al ver lo mucho que Malfoy se está desangrando, el pánico se apodera de él.

Recuerda vagamente al profesor Snape a su lado.

Y sus manos manchadas con la sangre de Draco.

Se pregunta cómo es que olvidó tal evento. En aquella ocasión, pudo haber sido expulsado, pero no lo hicieron. De hecho, su padre y padrino lo felicitaron por darle una lección a Malfoy, la única que realmente se molestó con él fue su madre. Y Harry borró aquel evento de su memoria y ahora se reprende por haberle hecho tal cosa a Draco, quien extrañamente, no tiene ninguna de esas cicatrices.

Harry cree que fue en ese tiempo cuando se comenzó a interesar más en Malfoy. En los años anteriores siempre era Malfoy quien lo buscaba para fastidiarlo, pero cuando comenzó a distanciarse incluso de sus propios amigos, Harry sospechó que no andaba en nada bueno y comenzó a espiarlo. Solo hasta que se anunció la muerte de Lucius Malfoy en El Profeta, Harry entendió la razón.

Desde ese momento hacia el presente, Draco no volvió a molestarlo, fue él, quien, de hecho, buscaba cada oportunidad que tenía para provocarlo.

Claro, Draco se comportó lo más decente que pudo, pero no se podía evitar, siempre terminaban discutiendo.

Harry despierta sudado y agitado. Mira hacia la ventana y nota que todavía está oscuro, pero siente como si hubieran pasado muchas más horas.

Este sueño fue extraño, una rara combinación entre el Harry y Draco del pasado. Por alguna razón, siente el pecho pesado, no puede quitarse de la cabeza el recuerdo de su sueño.

¿Qué significa este sueño?, Harry se pregunta, piensa en Draco, ¿así es cómo lo vivió? ¿Eso fue lo que sintió al perder a su padre?, siendo un Malfoy no tiene permitido mostrar sus sentimientos, por eso es que, durante el sexto año, intentó lidiar por su cuenta con todo.

Un Malfoy jamás muestra debilidad, esas palabras todavía calan en su mente.

Draco siempre dice que Harry es muy valiente, pero Harry ahora mismo cree, que no se compara con la valentía que Draco ha demostrado a través de su vida.

—Mañana —susurra Harry para sí.

Mañana se lo dirá a su madre. Ella tiene que saber lo de él y Draco, no por las elecciones, no porque sea la ministra o su madre, tiene que saberlo porque este sueño ha hecho que Harry se ha de cuenta que sí, quiere estar con Draco para siempre.


¡Hola! Estoy de vuelta.
Este capítulo es un poco difuso, se entiende como un sueño, pero son cosas que realmente ocurrieron. Esto es para mostrar un poco que Harry y Draco tienen una conexión importante, que va más allá de los sentimientos.
Gracias por leer.