Doce


Está nuevamente como en la ocasión posterior al beso en el jardín de los Potter. Ha enviado muchos mensajes por teléfono, correos electrónicos y a Hedwig, bendita Hedwig, que a pesar de ser rechazada más de una vez ha vuelto a esa mansión para hacer llegar sus mensajes. Harry incluso intenta ir al departamento y a la mansión, pero se encuentra con que, en la mansión le han restringido la entrada y, en el departamento, Draco no se ha aparecido para nada.

Eventualmente, conforme van avanzando los días, el número de mensajes se reduce, hasta que termina por no enviar ninguno.

Es obvio que Draco no quiere saber de él, y Harry ya ha insistido demasiado.

Intenta distraerse ofreciéndose para cualquier misión que surge en el cuartel. Sigue la campaña de su madre a través de los periódicos y ya no mira su teléfono como un obseso.

Sin embargo, llegada la noche, y sin nada mejor que hacer, termina mirando el teléfono, esperando encontrar algún mensaje de Draco. Pero no hay nada y su corazón tiembla, su pecho duele y se pregunta si todo ha terminado.

Siempre se ha caracterizado por ser una persona imprudente, pero nada se compara con esto; la enorme imprudencia de no haber puesto barreras a su relación y haber terminado enamorándose como un tonto. Ahora se ha convertido en un estúpido enfermo de amor, en un jodido desastre.

Es un hecho, ese amor tan grande que alberga su corazón y que duele al grado que se siente asfixiado, va a terminar matándolo.


Esa noche, después de que Harry se fuera a dormir, Draco sale a hurtadillas de la habitación y va a buscar a Pansy.

Ella está echa un desastre por la parranda que acababa de echarse, pero Draco le da una poción y rápidamente la bruja recobra el sentido.

— Hey, ¿qué sucede? —pregunta al verlo tan angustiado.

Draco suspira profundamente, hace una mueca ladeada y le pide que salgan de allí.

Pansy ha vivido tantos años con Draco, ha tenido tiempo para conocerlo, por lo que no pregunta nada más y procede a hacer su maleta.

Ambos salen en silencio de la casa y se aparecen cerca de la central de trasladores para volver a Inglaterra.

Durante todo el camino, Draco permanece callado, con un rostro impasible, lo único que le da una idea de lo que está ocurriendo es el hecho de que no ha dejado de tocar el anillo de los Malfoy.

—Dime qué estarás bien, que no te arrepentirás de la decisión que has tomado —dice cuando al fin están en Inglaterra.

Draco le pregunta que si puede dormir en su casa y ella acepta de inmediato. Sigue preocupada. Draco no ha respondido a sus palabras. Sin embargo, cuando llegan a la casa de Pansy en el centro de Londres, se suelta a contar todo lo que ocurrió con Harry. Desde que salieron juntos al jardín, hasta la casi confesión de amor.

—No voy a negarlo, en mi interior, estoy feliz de saber que Harry me ama, pero él no se merece esto. —Termina de decir y sus ojos están ligeramente cristalizados—. Al final tendremos que separarnos y sufrirá las consecuencias, así que haré todo lo que esté en mis manos para proteger su corazón.

Pansy se acerca y le da un abrazo.

—¿Y qué hay del tuyo? ¿Quién protege tu corazón, Draco? —pregunta Pansy.

Draco no responde, la respuesta es obvia, nadie, jamás, va a proteger su corazón, pero no importa porque esta es la vida que le tocó, esto es a lo que está destinado, a ser el perfecto sangre pura, un heredero Malfoy inquebrantable, que sepa guiar con sabiduría y poder a la siguiente generación.

Y eso continúa diciéndose durante los días posteriores, es lo único que lo detiene para no responder a los mensajes de Harry y fingir que no le duele el alma cada vez que los ignora o hace que Hedwig vuelva por donde vino.

Algo que agradece es que Harry haya sido sacado de la campaña de Lily Evans. Así no tendrá que encontrárselo en cada evento ministerial que surja. Aunque, al mismo tiempo, lo extraña con tantas fuerzas que su cuerpo entero duele.

¿Qué pasará de ahora en adelante?, se pregunta, ¿podrá vivir sabiendo que Harry lo ama y que no puede hacer nada al respecto?

Los días posteriores pasan como una niebla oscura. Draco hace su trabajo por inercia, pero la realidad es que no quiere hacer nada. Y detesta el sentimiento de impotencia que eso le genera. Sentimiento que empeora cuando su abuelo organiza una fiesta para presentarle a su prometida, a quien resulta que ya conoce.

Daphne Greengrass es una bruja hermosa, altiva y analítica, una sangre pura adecuada para fungir el papel de perfecta esposa por el resto de su vida. Pero Draco no la puede querer, no de la manera fraternal con que quiere a Pansy, ni siquiera le puede parecer simpática, como la hermana menor, Astoria.

Draco intenta sobreponerse a esa situación. Mira a su abuelo con gesto serio, inmutable, como si su vida fuera la vida perfecta que todos creen que es.

Eventualmente, el rumor de que Draco está por anunciar oficialmente su compromiso sale en los periódicos y revistas. Draco teme, ya no tanto por el hecho de tener que casarse con alguien que no quiere, el temor surge al pensar en cómo reaccionará Harry cuando lea las noticias. Se pregunta si se decepcionará de él, si lo volverá a odiar.

Se encuentra en la soledad de la mansión, tendido en la cama, afuera cae una tormenta y Draco no quiere hacer otra cosa más que esperar a que ocurra la gran catástrofe que significa su vida cuando Dobby se aparece en la habitación, está hablando a través de la puerta.

Draco, como es lógico, le pide que se vaya, y le dice que no quiere que lo molesten, pero el elfo continúa insistiendo y menciona algo sobre una visita.

Draco se levanta enfadado de la cama, va hacia la puerta y abre de manera brusca.

—¡No quiero ver a nadie! —exclama hacia el elfo, quien se está retorciendo las manos y baja rápidamente la mirada, dirigiéndola al suelo.

—Este... Amo Draco —sigue diciendo—. Sé que usted no quiere ver a nadie, pero insiste, ya le pedimos varias veces que se retire, le hemos asegurado que no puede verlo, pero él dice que si no se le permite la entrada va a eliminar todas las barreras de la mansión, no importa si tarda mil años en hacerlo.

Ahora Draco está intrigado por saber de quién se trata.

—¿No ha pasado al recibidor? —pregunta.

Dobby niega.

— El amo Abraxas ha prohibido la entrada al que tiró el pastel en el cumpleaños del amo.

Y Draco siente que le cae un balde de agua fría.

Harry está afuera, buscándolo, y Draco no puede permitir que lo vea, pero antes de firmar con sangre esa decisión, una elfina aparece, trae las orejas gachas y los ojos llorosos.

—Amo, el señor insiste en entrar, se ha puesto a gritar y dice que hablará con el señor Abraxas de ser necesario.

Draco gira la cabeza hacia el área sur de la mansión y su alma tiembla. Si su abuelo ve a Harry...

—Déjalo pasar.

Entonces ambos elfos desaparecen y Draco se toca el pecho, angustiado por lo que está por venir.

Se sobrepone una vez más. Y se dirige lo más rápido que puede a la escalera.

Harry no tarda mucho en aparecer.

Está empapado de pies a cabeza, únicamente lleva encima unos pantalones de mezclilla desgastados y una playera verde que parece más oscura de lo real. Tirita por el frío, pero a él lo único que le importa es ver a Draco y decirle todo lo que está pensando.

Sube de inmediato las escaleras y Draco se da media vuelta.

Camina de vuelta al ala este sin decir nada, y solo sabe que Harry lo está siguiendo por el crujir que hacen los zapatos deportivos mojados al rozar con el piso de madera.

Draco abre la puerta del salón del ala este y lo hace pasar.

Insonoriza la habitación y después lanza un hechizo de secado a Harry. Quien dice de manera irónica:

—Gracias, qué amable eres.

Draco no responde a eso, solo arquea una ceja y lo reta con la mirada. Con los ojos grises pregunta «¿y bien?».

—¿En serio? —comienza Harry—. No vas a decir nada después de todo lo que me has ignorado en las últimas semanas.

—No tengo nada que decir. Si tú quieres expresar algo, lo permitiré. Y cuando termines de decir todo lo que quieras, márchate.

Harry frunce el ceño, inseguro de cómo continuar, Draco se está comportando como el Malfoy del pasado, ese Malfoy que siempre lo miraba con desprecio y le hablaba como si no poseyera ni una sola neurona.

— Entonces, ¿hemos terminado? —se atreve a decir lo que tanto había evitado pensar.

Draco no responde.

Harry se traga la rabia y el dolor que está sintiendo en ese momento. Dichas emociones le irritan la garganta y siente deseos de echarse a llorar, pero se aguanta.

—¿En serio? —pregunta, impotente e indignado —. ¿Para ti es así de fácil? Porque para mí no puede serlo, no después de que hace tan solo un par de semanas me escribías todos los días para decir lo mucho que me extrañabas. ¿Crees que puedes ignorarme así de la nada? ¿Crees que voy a renunciar a esto así de fácil?

Draco camina hacia la chimenea encendida que se encuentra al fondo de la estancia y apoya el codo en la repisa.

—¿Piensas que no me importa tanto como a ti?

—Tu actitud indica que así es.

—Muy bien, pues no tengo que explicarte nada, porque tú ya lo entendiste solo —dice Draco con un gesto altivo—. Ya puedes retirar...

—¿Podrías dejar de ser un jodido idiota por un minuto? —grita Harry mientras le lanza un trozo de papel.

Draco lo ve caer a sus pies.

No lo levanta, sabe qué es.

Él lo escribió con su puño y letra.

La noche que pasaron en París, Draco tenía un plan totalmente diferente. En realidad, quería hablar con Harry en ese café y terminar con lo que estaban construyendo, al final no pudo resistirse al encanto de Harry y terminó cediendo a su cariño.

En la madrugada, Draco despertó y tuvo las firmes ganas de marcharse sin más, así que escribió esta nota:

Harry,

Ojalá no existiera un muro entre nosotros. Ojalá pudiéramos estar así para siempre.

D.

Pero dobló el papelito en cuatro. Y lo guardó, según él, en el bolsillo de su blazer, el cual, ahora sabe, era el de Harry.

—Voy a comprometerme —dice Draco como último recurso.

Y Harry no puede más, las lágrimas empiezan a emerger, pero aun así suelta una risa irónica y niega con la cabeza.

—Estoy enamorado de ti —dice Harry porque ya no le importa si le destrozan el corazón, tiene que decirlo, hacérselo saber porque de otra manera será aún peor la penitencia—. ¿Tú no me amas?

Y Draco suelta un suspiro. Se aleja de la chimenea y camina por la estancia dándole la espalda a Harry. No puede verlo con claridad, pero sabe que está retorciendo el anillo que lleva en el dedo meñique.

—No puedo hacer esto, y tú sabes la razón, así que te suplico que no me obligues a responder.

Harry pregunta impotente:

—¿No vas a intentar ser feliz?

—Me he llevado toda la vida intentándolo –dice Draco—. Lo he intentado dentro de lo que mi obligación como el único heredero de mi familia lo permite.

—Entonces ¿lo ocurrido durante todos estos meses no significa nada?

Draco retuerce la boca.

— ¿Tan egoísta crees que soy? Porque si esa es la idea que tienes de mí no tiene sentido que estés aquí. Nada de lo que ocurrió entre nosotros fue fingido y ni por un segundo lo tomé a la ligera. Pero sabes que no puedo hacer esto. No debo permitírmelo. Por favor, márchate y ya no me ames más.

Las últimas palabras suenan a un ruego. Pero Harry es persistente, necio por naturaleza, y no se va a ir. No sin antes expresar claramente lo que siente. Luchará por ello, de la manera que pueda y con todas las restricciones que imponga Draco. Hará hasta el último intento.

—No puedo hacerlo, no puedo simplemente dejar de amarte porque tú así lo quieres.

Draco da media vuelta y lo mira fijamente, sus ojos están cristalizados y sus párpados rojos. Ha llorado. Tanto como Harry.

—No voy a dejar de amarte. —Repite Harry.

Draco chasquea la lengua, se quita el anillo, la insignia de los Malfoy, y lo deja en una mesita que se encuentra a su lado. Suelta un suspiro profundo. Cruza la habitación dando unas cuantas zancadas, toma a Harry de la playera y lo besa profundamente.

Este podría ser el momento de triunfo. La respuesta que Harry esperaba. Pero el beso sabe amargo, es húmedo, frío y salado. Y Harry intuye que es una despedida.

Lo confirma cuando Draco se aleja lo suficiente para hablar.

—Qué dilema, nunca imaginé que esto podría ocurrir, que tú dirías que me amas.

—Bueno —responde Harry—, pues si, te amo. Y no es tan difícil como crees, puede elegir lo que quieres, lo que realmente quieres.

—Sabes que no es verdad.

—Claro que sí, inténtalo —anima Harry, que ha tomado las manos frías de Draco y las frota en el área del dorso con los pulgares—. ¿Qué es lo que quieres?

—Te quiero a ti...

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte, porque mi cuerpo y alma te pertenecen.

—Pero no quiero esto.

Harry reprime el dolor que siente al sentirse rechazado.

—¿Qué mierda se supone quieres decir?

—¡Que no lo quiero! —responde Draco prácticamente gritando. Aleja las manos de Harry e incluso se aleja un poco más, lágrimas vuelven a brotar y usa la manga de su bata de dormir para limpiarse la cara—. ¿Qué no lo entiendes? Yo no soy como tú. No puedo permitirme el lujo de actuar de forma imprudente. No tengo una familia que me apoye. No voy por ahí restregándole a todo el mundo en la cara quién soy importándome una mierda si les gusta o no. Puedo quererte a ti, y desear tenerte, y al mismo tiempo no desear esa vida. Lo tengo permitido y eso no me convierte en un mentiroso, sino en una persona que tiene un grado infinitesimal de instinto de conservación, a diferencia de ti, y no puedes venir aquí y llamarme cobarde por ello.

Harry respira hondo.

—No te he llamado cobarde.

—Pues... —Draco parpadea—. Como sea. No voy a cambiar de opinión.

—¿Crees que yo quiero la vida que tú llevas? ¿Crees que estaría feliz siendo la esposa abnegada de un sangre pura? ¿Fingiendo todos los días ser quien no soy?

—Entonces, ¿por qué estás aquí? ¿Por qué has venido a decirme todo esto si nuestras vidas son tan incompatibles?

—¡Porque tú tampoco quieres esta vida! —insiste Harry haciendo un movimiento de brazos abiertos alrededor de la mansión —. No quieres nada de todo esto. Lo odias.

—No tienes ningún derecho. No te corresponde decidir qué es lo que odio o no—le advierte Draco—. No tienes ni idea de lo que se siente.

—Es cierto, no soy un sangre pura como tú, no tengo idea de qué implica todo esto—dice Harry dando un paso al frente—, pero sé lo que es que tu vida entera venga determinada por la familia en la que has nacido. Las vidas que queremos tú y yo no son tan diferentes. Por lo menos, en lo esencial. Tú quieres tomar lo que se te ha dado y dejar el mundo mejor que como te lo encontraste. Y yo también. Podemos... podemos buscar una manera de hacer eso, juntos.

Draco lo mira fijamente sin decir nada, y Harry adivina que está sopesando esa idea mentalmente.

—No creo que pueda.

Harry tiene unas ganas enormes de tomar a Draco de los hombros y zarandearlo, pero se contiene.

—Perfecto —dice al fin—. Entonces eso es todo.

—Lo es.

—Haré de cuenta que esto no fue nada, que realmente no te amo.

Draco traga el nudo que siente en la garganta y asiente.

—Exactamente, porque, para empezar, acordamos que esto iba a ser algo casual, que, si veíamos que comenzábamos a rebasar los límites, lo dejaríamos.

Harry cierra los ojos y niega con la cabeza, este es el último intento, lo último que dirá y si no funciona renunciará.

—Draco, nos escribimos todo el tiempo, nos llamamos cuando podemos, conversamos sobre nuestros problemas más íntimos... sé que acordamos mantenerlo casual, pero ¿qué esperabas que sucediera eventualmente? Es imposible que no me enamorara de ti, no cuando me has mostrado todo lo que eres, quién en realidad eres. No puedo dejar de amarte y sé que no podré hacerlo nunca porque tú eres el único con quien he sentido esto, tú eres el único que me hace sentir feliz. ¿Y sabes qué? Me iré...

Draco asiente.

—Me iré, pero solo si tú me dices que me vaya.

Draco lo mira con los ojos desorbitados.

—No puedes... —jadea.

—Dime que me vaya, mírame a los ojos y dime que nunca podrás amarme de la misma manera y lo aceptaré, me iré y no volverás a saber de mí.

—Qué cruel y egoísta eres.

—Perdóname, pero cuando se trata de ti, de tu amor, no puedo evitar ser muy egoísta.

Draco cierra los ojos y se muerde labio inferior.

—Dime que me vaya. —Repite Harry.

Draco jadea, se acerca y lo abraza por el cuello.

Se miran fijamente a los ojos y se besan.

Este beso sabe diferente. Ya no es amargo, pero sigue siendo salado, Harry no sabe cómo interpretarlo.

El beso termina más rápido de lo que desearía, pero antes de que pueda decir algo, Draco ya lo está arrastrando al dormitorio.

Entran a trompicones mientras van deshaciéndose de la ropa.

En algunas ocasiones, usan la magia para quitársela de una sola vez, pero este momento tiene algo diferente, no sabe si es una reconciliación o una despedida, pero cualquiera de las dos que sea, ambos necesitan que sus cuerpos sean revelados lentamente, poco a poco, para no olvidar ningún rasgo.

Caen en la cama.

Y Harry permite que Draco trepe por su cuerpo depositando besos suaves en su piel. Todavía está preguntándose si este es el fin, porque Draco no ha dejado de llorar, y si tal es el caso, no está seguro de aceptarlo, tal vez su corazón morirá antes de que siquiera se plantee la posibilidad de hacerlo.

—Ven aquí. —Le susurra Harry al oído, lo abraza suavemente y siente como tiembla el cuerpo de Draco junto con el suyo. Besa sus párpados, su nariz y boca. Son solo besos cortos, pequeños roses, pero suaves y dulces; le hace el amor despacio, con gestos suaves y profundos, como si fuera la última vez, los besos todavía son salados y húmedos, porque tal vez sí, está es la última vez, hay una alta probabilidad de que mañana ambos tengan que fingir que nada ha ocurrido, que el último año y medio jamás pasó, pero al menos por esta noche, Harry le hará saber a Draco que lo ama con cada milímetro de su ser, porque sabe que Draco lo ama también y eso es único que importa.

Draco se corre con la cara vuelta hacia un lado. Su labio inferior tiembla. Harry, a pesar de ya no traer puestos sus lentes, hace todo lo posible para grabarse en la memoria hasta el último detalle: la manera en que las pestañas de Draco le rozan las mejillas cada vez que parpadea, el rubor sonrosado que se le extiende hasta las orejas, sus labios entreabiertos enrojecidos por los continuos besos y le dice a su cerebro: «Guarda este recuerdo por siempre».

Después de un largo tiempo, Draco parece haberse quedado dormido, Harry nota que fuera está totalmente oscuro, ha dejado de llover, y en la habitación reina un silencio sombrío. El fuego de la chimenea se ha apagado. Harry se remueve para ponerse de costado y se lleva dos dedos al pecho, al lugar en el que descansa la llave colgada de la cadenita. Siente su corazón latiendo igual que siempre bajo la piel. No comprende cómo puede ser posible.

Transcurren largos instantes de silencio hasta que Draco cambia de postura, se tiende boca arriba y tira de la sábana para cubrir los cuerpos de ambos.

Harry busca algo que decir, pero no se le ocurre nada. Permanece así, sin atreverse a acurrucarse junto a Draco, pensando en qué más debería hacer, hasta que Draco se queda profundamente dormido, Harry lo abraza y desea con todas sus fuerzas que puedan permanecer así por el resto de sus vidas. Sin tener que preocuparse por nada más que de ser felices, juntos.


A la mañana siguiente, cuando despierta, está solo.

El único sonido en la habitación es de la lluvia cayendo.

El lado donde durmió Draco se encuentra frío y Harry siente un profundo vacío en el corazón.

Se apresura a buscar su varita y los lentes, los cuales han quedado en la mesita de noche.

Ahora que puede ver mejor a su alrededor, nota las sábanas arrugadas y la almohada mullida donde descansó la cabeza de Draco.

El pánico que siente de primer momento, le dicta que debe levantarse e ir a buscar a Draco, pero no lo hace, se contiene, en lugar de eso, permanece sentado en la cama, mirando al rededor.

Observa algunas cosas de Draco, el Draco real, el que él ama. Un cárdigan beige descansa en el respaldo del sillón al fondo de la habitación. Maurice está reposando sobre un par de revistas de quidditch que se encuentran en la otra mesita de noche. Y entre ambas revistas sobresale algo que llama la atención de Harry.

Alarga el brazo para sacarlo.

Es un ejemplar del periódico Le journal du jour, Harry lee la fecha y descubre que es el que leyeron esa mañana en París, después de haber hecho por primera vez el amor y se reprende a sí mismo por ser tan estúpido. Al mismo tiempo, dicha información le da otro panorama, y le hace ver que debe empezar a aceptar solo lo que Draco pueda darle.

Toma la sábana y se cubre la cara con ella. El aroma de Draco penetra sus fosas nasales.

Disfruta de la sensación que eso le provoca mientras conjetura algunas cosas; el hecho de que Draco no se encuentra en la habitación, lo que Draco no confirmó ni negó, que esta podría ser la última vez que tiene el privilegio de oler el suave aroma de Draco, que en la mesita cercana al sofá todavía yace el anillo con el emblema de los Malfoy y que, las gafas que Draco se llevó consigo la primera vez que se besaron, están colocadas en el tocador.

De pronto se escucha el sonido del picaporte de la puerta girando, Harry enfoca la vista hacia allá, y ve a Draco entrando con una suave sonrisa, detrás de él viene una charola levitando, en la cual hay dos tazas de las cuales brota humo y una pila de hot cackes.

—Tu cabello siempre es todo un espectáculo, pero por las mañanas el desastre es peor —dice Draco rompiendo el silencio.

Harry se revuelve el cabello por inercia mientras observa a Draco cruzar la estancia.

El rubio levita una de las tazas hacia Harry.

Es una taza llena de café humeante, el cual desprende un sutil aroma a canela.

—Con sus dos terroncitos de azúcar —comenta Draco con una pequeña sonrisa.

Harry no puede evitar sonreír de vuelta al pensar en que Draco sabe cómo le gusta el café, que de hecho lo prefiere por encima del té, el cual el rubio está bebiendo.

—Hola —le dice Harry con cautela —. ¿Ya no estás enojado?

Draco suelta un bufido combinado con una risa.

—¿Enojado yo? Si tú fuiste el que se puso a gritar como loco afuera de la mansión y amenazaste con bajar todas las protecciones si no te dejaba pasar.

—¿Y cómo esperabas que reaccionara después de la ignorada monumental que me aplicaste? —replica Harry—, me conoces, sabes que no iba a resignarme tan fácilmente.

Draco bebé un sorbo de té y luego levita la taza de vuelta a la charola que ahora descansa en una de las mesitas de noche.

—Lo reconozco, te he subestimado demasiado —. Y a continuación, se inclina hacia delante y deposita un beso en la mejilla de Harry.

Harry sonríe, porque parece ser que su relación no ha terminado.

—Por cierto —dice Harry—. ¿A dónde fuiste?

Draco se quita las pantuflas mojadas y se mete bajo las sábanas y se coloca a su lado. Sus pies están fríos y ligeramente húmedos. Pero Harry no se aleja, en cambio, mete los pies de Draco entre los suyos para hacerlo entrar en calor.

—Salí al jardín—dice—, para despejar un poco la cabeza y pensar en... el futuro. De regreso me encontré con el abuelo, estaba desayunando porque tiene un asunto importante que atender desde muy temprano. Así que... estuve hablando un poco con él y...

Harry contiene la respiración.

—¿Y? —Lo anima a continuar.

—Afortunadamente no está enterado de tu visita de anoche. Como sea, se puso a hablar del hipotético heredero que tendré en el futuro. Habló de mi padre y lo bien que ejerció su papel como heredero de la familia Malfoy y, de pronto, comencé a pensar en algo. La vida de mi padre, la del abuelo, y los Malfoy anteriores a nosotros; no consiste en más que eso, en seguir el plan. Y no sé si fueron felices o no, lo único que sé con certeza es que estuvieron conformes con todo. Lo aceptaron, así como así. —Mira fijamente a Harry, sus ojos grises brillan con una seguridad que el moreno no había visto antes, y agrega—: Para mí eso no es suficiente.

Y el corazón de Harry tartamudea.

—¿En serio?

Draco toma la mano de Harry.

—Yo... jamás he sido bueno para decir lo que siento. Pero lo intentaré. Desde que descubrí quién soy, desde que me di cuenta de que soy distinto, siempre me he visto a mí mismo como un problema que debe permanecer oculto. Antes de que tú aparecieras, pensaba que estaba bien dejar que las cosas simplemente ocurran. Sinceramente, nunca pensé que mereciera «elegir». —Entrelaza los dedos con los de Harry—. Siempre que estoy contigo me haces sentir que lo merezco, que puedo elegir lo que quiero en mi vida.

Harry deja la taza de café a medio terminar en la mesita que está a su lado y usa esa misma mano para meter un mechón de cabello tras la oreja del rubio.

—Lo mereces, Draco —confirma.

—Estoy empezando a pensar que es cierto —continúa Draco—, y no sé si habría ocurrido si tú no me lo hubieras hecho creer.

—Me alegra escuchar eso —asegura Harry—. Y que te quede muy claro, tú no eres un problema que debe permanecer oculto, no hay nada de malo en ti, a excepción de que a veces te comportas como un verdadero cabrón.

Draco suelta una risita.

—Perdóname —dice Draco—. Por haberme ido así. No estaba preparado para escucharlo, de hecho, sentí pánico, no estuvo bien lo que hice. Prometo que no volverá a suceder.

—Espero que no, porque de haber una segunda ocasión, haré un escándalo nacional. —Advierte Harry fingiendo severidad—. Entonces, ¿seguimos juntos?

—Mmm... —Draco medita. Su mirada muestra miedo—. La verdad es que estoy muy aterrorizado, tengo miedo de terminar siendo un mago repudiado por su familia, pero tampoco puedo dejar de lado el hecho de que estas últimas semanas sin ti han significado una terrible tortura. No te imaginas lo mucho que he sufrido. Y ahora que estás aquí, no podré soportar volver a alejarme de ti. No sé si podré decírselo al mundo, pero... quiero hacerlo. Algún día. De manera que, por ahora, puedo ofrecerte el amor que te tengo, mis pensamientos y sueños, y puedo ofrecerte la oportunidad de una vida. Si puedes esperar, quiero que me ayudes a intentarlo.

Harry levanta una mano para acariciarle el rostro, el cual no está mirando, su concentración está en el movimiento de sus dedos y el pensamiento del gran peso que por sí mismo implica haber nacido en una sociedad tan conservadora.

Comprende lo complicado que es para ambos, no solo para Draco, también para él, lo difícil e incluso imposible que será vencer los obstáculos.

—No puedo creer lo mucho que estaba equivocado contigo —dice.

—Le pasa a la mayoría —responde Draco mientras sonríe levemente y se encoge de hombros.

Empieza a jugar con el hilo que sobresale de una de las sábanas, permanece en silencio por un par de minutos, meditando lo que dirá a continuación.

—Harry, en este momento, mi más grande ilusión, es que un día, cuando escriban la historia de mi vida, tú estés incluida en ella.

—Historia, ¿eh? —dice Harry haciendo una expresión pensativa—. Creo que podemos hacer historia.

Draco pone los ojos en blanco y sella el trato con una sonrisa y un beso. Ambos se dejan caer juntos contra las almohadas. Draco todavía tiene gotas de agua en el cabello, pero a Harry no le importa, mete los dedos a través de las hebras y atrae a Draco, quien con gusto se acomoda sobre él.

Draco lo acaricia con suavidad y sin prisa, y hacen el amor perezosamente durante lo que parecen días enteros, aunque solo pasan unas horas. Hacen un descanso para terminarse sus bebidas y comerse los hot cackes. Y se pasan la mañana entera en la cama, conversando de todo un poco y escuchando la lluvia, que poco a poco ha ido transformándose en una llovizna.

Eventualmente, Harry tiene que irse.

No quiere, no desea por ningún motivo separarse de Draco.

Se aferra a él con un fuerte abrazo, mientras Draco, con una gran sonrisa, le palmea la espalda a modo de consuelo.

Después de varios intentos, al fin logra alejarse un poco.

—Escucha —le dice Draco sacando la mano cerrada en un puño. Toma una de las manos de Harry y le pone en ella un objeto pequeño, pero de mucho peso—. Quiero que sepas que yo estoy seguro de lo nuestro. Completamente. Con mi cuerpo, alma y magia.

A continuación, retira la mano, y en el centro de la palma de Harry está el anillo con el emblema Malfoy.

—¿Qué? — Harry mira a Draco, y descubre que sonríe—. No puedo...

—Quédatelo —pide Draco—. Quiero que lo tengas hasta que puedas tener todo de mí. Además, estoy harto de llevarlo puesto.

Harry sonríe. Se abalanza sobre él para abrazarlo con fuerza. Entierra la nariz en el cuello del rubio e inhala con fuerza su aroma. Entonces susurra:

—Estoy perdidamente enamorado de ti.

Draco ríe.

Y cuando se separan, Harry se quita la cadena que lleva atada al cuello.

—Hasta que podamos tener todo de ambos —dice Harry al tiempo que le entrega la llave de la casita en el Valle de Godric.


Alguien comentó que el capítulo 9 tenía una falla y no se podía leer. Ya lo resubí y espero que se haya solucionado el problema. Si no, por favor les agradecería me lo hagan saber.