Sinopsis:
Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.
(Sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries) (Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)
Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros.
(Damon POV)
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Estoy dentro de mi auto, bajo la lluvia y en algún lugar del bosque. Sé que estoy cerca del océano, puedo escucharlo a lo lejos. A mi alrededor solo hay árboles, animales y humedad, todos perdidos entre la oscuridad.
Abrí la puerta con desesperación, de repente sentía como si el oxígeno en el auto fue sustituido por dióxido de carbono o algo similar. Sabía con seguridad que no me podía morir por no respirar, pero aun así, me resultaba muy sofocante. Lanzando miles de maldiciones, baje de mi auto y di un portazo.
—Estoy en quién sabe dónde, todo mojado, mi auto está atascado, debo volver a casa de alguna manera y… ¿estoy pensando en ella? ¡Maldición Salvatore! ¡¿Qué carajos?!
Tironeé con mis manos, mi cabello y froté mi rostro para poderme despejar un poco. Quizás solo es la sugestión de estar aquí. Tomé una profunda respiración y dejé que mi cuerpo se moviera, quería despejarme un poco para regresar a casa y enfrentarme con mi mundo.
Mis pasos se detuvieron al ver un tenue destello de luz frente a mí. Sonreí, al notar la epifanía. Me sentí como en las películas o en los libros, donde el protagonista tiene ese momento, que era como si algo o alguien le diera una señal.
La curiosidad actuó sobre mi cuerpo y cuando reaccioné estuve frente al mejor espectáculo que la naturaleza te puede ofrecer.
Un claro cubierto de hierba húmeda por la reciente lluvia, adornado con una roca lo suficientemente grande como para que, quizás, unas cuatro personas se sentaran en ella. Había rocas más pequeñas que parecían colocadas minuciosamente como decoración del lugar. Mis pies se movieron hacia adelante con cierta precaución, el lugar estaba muy tranquilo, demasiado como para ser considerado normal, ¿quizás este lugar era usado como campamento?
Mis ojos viajaron por todos lados, buscando alguna señal que confirmara mis sospechas, agudicé mi olfato buscando algún aroma a humano o alguna otra criatura, pero todo lo que obtuve fue el olor a pinos, humedad y tierra.
Caminé un poco más, recorriendo el terreno, la punta de mis botas cubiertas de lodo, se toparon con el borde de un acantilado. Algunas rocas sueltas, al sentir mi peso sobre ellas, collerón al fondo, estiré mi cuello para ver dónde terminarían. Las furiosas olas del mar, se estrellaban contra las filosas rocas que estaban en el fondo. Definitivamente no me gustaría terminar ahí abajo. No me pasaría nada, pero no me gustaría que una de esas rocas se enterrara en mi cuerpo.
—Eres tú al que escuchaba hace rato —hablé mirando al mar agitado.
Me senté al borde del acantilado, con mis piernas colgando al vacío, mis ojos observando el paisaje oscuro frente a mí. Mi mano tomó una de las rocas que estaban cerca de mí. Mis labios embozaron una sonrisa.
—Daria lo que fuera por tener una botella aquí.
Tomé una respiración profunda, llenado mis pulmones del aire de aquí. En Mystic no tenemos estas vistas, mucho menos el aroma puro y fresco del bosque que se combinaba con el agua del océano del lado oeste del país. Llené de nuevo mis pulmones del aire, quería grabarme bien este aroma en mi memoria.
—Después de todo, no vas a volver. ¿O sí?
Sonreí mientras sacudía mis pantalones, di una última mirada al lugar y me volví para caminar de regreso a mi auto. Volví a meterme en el bosque, al mismo tiempo que mi cabeza se veía encerrada por los pensamientos.
La verdad que este pueblo y Mystic falls eran muy similares, dos lugares olvidados en una autopista desconocida del país. Ambos tenían un lúgubre bosque, una población pequeña, y muchas creaturas sobrenaturales rondando a su alrededor.
Por cierto, ¿mencioné que desde hace un par de minutos hay dos lobos flaqueando mis costados? ¿No lo mencioné? Qué curioso, estar en este lugar afecta mi cabeza, o ¿serán sus gruñidos los que no me dejan pensar con claridad?
—¿Puedo ayudarlos caballeros? —pregunté frenando en seco mis pasos. Escuché que las pesadas patas que daban pasos detrás de mí, detenían su caminar. Esperé escuchar algún ruido extra, alguna señal que me dijera lo que ellos buscaban de mí. Giré mi cuerpo para enfrentarlos, pero ellos solo estaban ahí, analizándome de pies a cabeza.
Di una leve vuelta para que tuvieran la oportunidad de verme mejor. A diferencia de los hombres lobos que yo conozco, ellos eran metamorfos, lo que significaba que yo era más peligroso para ellos, que ellos para mí, y estoy seguro que sus instintos se los decían. Dándose primero una mirada, uno de ellos avanzó un poco lejos para perderse detrás de los árboles, segundos después, caminando hacia mí, apareció un humano de piel morena, cuerpo musculoso y ojos negros y calculadores.
—Soy Sam —dijo estirando su mano hacia mí. Dudé un poco, pero estrié mi mano para que se encontrara con la suya.
—Damon —respondí.
—Iré al punto —dijo él, yo asentí. Ya no quería estar aquí más tiempo. —No estamos seguros de lo que eres, tampoco sabemos qué buscas aquí, pero no queremos problemas.
—Yo tampoco quiero problemas —mi voz sonó muy seria. —Ya tengo más de los que me gustaría.
—Bien —aceptó el hombre. —¿Puedo saber qué haces aquí?
Le di una mirada, se notaba que su pregunta era por curiosidad, no por protocolo o por saber si de verdad debía considerarme como amenaza.
—Vine a Port Angeles a visitar a mi abuela, pero los hospedajes allá son caros —me encogí de hombros. Su rostro brillaba de incredulidad, hizo una mueca pero no dijo nada más.
—Espero que tu abuela sepa cómo controlarte —levanté una ceja por sus palabras. —No lastimes a mi gente, ni a la gente del pueblo, y todo estará bien entre nosotros.
—Hecho —dije simplemente. —Ahora si me disculpan, debo irme.
Ninguno dijo nada más, solo nos dimos un pequeño asentimiento, el caminó hacia los suyos, y yo proseguí mi camino hasta mi auto. Por suerte la lluvia era solo una leve brisa a comparación de antes.
Me subí a mi auto. Busqué mi celular en el asiento de al lado, lo encendí para ver la hora.
3:57 AM
Vaya, era ¿Temprano? En Mystic debían ser cerca de las 7am, por lo que todos estarían preparándose para ir a la escuela, lo que me daba un poco de más tiempo antes de que volvieran a llenar mi buzón con preguntas. Aún tenía tiempo suficiente para dar otro vistazo a la casa de los fríos, tengo curiosidad por saber qué fue lo que encontraron en Port Angeles.
Miré el asiento trasero. No me pude contener y solté una carcajada.
—¿Eres tan cruel como para regresarme a ella? —pregunté entre risas. —¿Por qué? ¿Por qué ella?
Solté un gruñido lleno de frustración. Nunca me sentí mal por el destino que me tocó vivir, al contrario, supe disfrutarlo y viví unos muy buenos años, pero, ahora parecía estar en mi contra. Sentía que desde que volví a Mystic Falls, el destino me jugaba en contra.
—¿Por qué quieres que vuelva a verla? Sí, ya sé que soy un idiota, pero un pequeño favor no le hace mal a nadie.
Ahora me sentía como un niño pequeño haciendo una pataleta. Encendí el motor de mi automóvil y conduje de regreso al pueblo.
—¿De verdad eres tan bruto como para dejarle todos los libros a ella? Carajo Salvatore, ya lo tenías en las putas manos ¿Por qué eres tan imbécil?
Seguí quejándome durante todo el camino. Estacioné el auto en algún lugar en el bosque, pero lo suficientemente cerca de su casa. Bajé del auto y me apresuré a caminar hasta quedar frente al árbol que estaba justo detrás de la casa.
Solté la respiración, aliviado de lo que mis ojos vieron. Ahí, abandonado en el césped estaba el bendito libro que comenzó todo este desastre.
Caminé hasta él, me agaché y lo tomé en mis brazos. ¿Así se siente cargar a tu hijo por primera vez? Limpie la suciedad de la cubierta, estaba un poco húmedo, pero estaba seguro que la piel gruesa que lo recubría, no había permitido el paso a la humedad.
—Te juro que estoy a nada de besarte —murmuré aun acariciándolo.
El grito terrorífico proveniente del interior de la casa, rompió el emotivo momento. Por primera vez en los minutos que llevaba aquí, miré hacia arriba, la habitación estaba iluminada por una leve luz, podía escuchar los movimientos que hacía, pero nada me daba alguna pista de la razón por la que gritó. Tomé el libro y corrí a dejarlo al auto, en dos segundos estaba de regreso escalando por las ramas del árbol.
Miré por su ventana, estaba arrodillada en el medio de su habitación, su rostro estaba cubierto por sus manos y su cuerpo se sacudía en sollozos. A su alrededor tenía demasiadas hojas, cuadernos, lapiceras, ¿un mapa? Y por supuesto, los libros que le había traído hace un rato. Su llanto se hizo más evidente, sonaba como una mezcla de dolor y miedo que sacudía su cuerpo violentamente. Una de mis manos se estiró tratando de tocarla, pero la maldita pared invisible lo impidió.
—Carajo —sollozó. —¿En qué me he metido?
—En muchos problemas, si me preguntas.
Mi voz salió antes de que pudiera morderme la lengua. Su cuerpo dio un leve salto, sus sentidos se pusieron alertas, su enrojecido rostro se movió por todos lados buscando al intruso. Me quedé quieto, pero tratando de actuar lo más casual que mi cuerpo me lo permitía.
—¿Qué...? ¿Co…cómo? ¿Qué... Que estas? ¿Por… Porque? —balbuceo. Sonreí, sabía perfectamente que las palabras cortadas eran a causa de los temblores de su cuerpo, pero para mí eran la excusa perfecta.
—Te dejo sin habla —le hable aun con una sonrisa. —¿Verdad?
Rodó los ojos mientras hacía una mueca, casi me rio a carcajadas, casi.
—¿Qué estás haciendo aquí? —me preguntó, sus ojos enrojecidos por el llanto se vieron dominados por la curiosidad.
—No lo sé —dije soltando aire bruscamente, no mentía en eso, pero yo también quisiera saber la respuesta.
—¿Estás bien? —preguntó. Pude notar perfectamente la sangre acumularse en sus mejillas, me pareció tierno el gesto.
—Yo siempre estoy bien —respondí en doble sentido.
—No te creo.
—No me importa —me encogí de hombros. Que me creyera o no, era el último de mis problemas.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó de nuevo. Su mirada me analizaba, pero yo sentía como si, de alguna manera, me desnudara.
—No… estoy seguro —traté de dar una respuesta.
—¿Qué haces aquí? —me miró más intensamente.
—¡No lo sé! —gruñí demasiado fuerte. No me gustaba lo vulnerable que me sentía sin poder darle una respuesta concreta de algo que yo mismo no podía entender y lo menos que necesitaba era que esta chiquilla me estuviera interrogando.
Sus ojos se abrieron más de lo normal, Ups, ya la asusté. Puso un dedo en sus propios labios, ordenándome silenciosamente que guardara silencio. ¿Por qué hacía eso? Su mirada se desvió hacia la puerta de la habitación, gracias a eso, recordé que había visto a otra persona en la casa hace rato, ¿su padre, quizás?
Supongo que despertarlo no sería de mucha ayuda. Moví mi cabeza como confirmación que había entendido su gesto.
—Yo también quiero saber por qué estoy aquí —murmuré lo más bajo que pude, un suspiro involuntario salió de mis labios al notar la mirada consternada de ella. Nos sumimos en el silencio de la noche, yo aun torturándome mentalmente y ella mirándome.
—Quizás… —su voz nos interrumpió, se notaba que no estaba segura si debía hablar, pero al final terminó haciéndolo. —Quizás tu realidad es tan mala, que decidiste venir a la mía para escapar.
¡Bingo! Es una chica lista.
Tiene razón, mi vida era complicada en Mystic, y la verdad estar lejos me daba cierta paz, pero también me tenía pendiendo de un hilo, sabía que cada segundo que pasaba de éste lado del país, era una vida por la que Elena estaba luchando, una eternidad que Stefan trataba de proteger y miles de momentos que les eran robados a los demás.
—Quizás —le respondí mientras la miraba. Sus mejillas aún estaban rojas, su rostro estaba hinchado, su piel estaba llena de moretones que me causaban molesta. Pero también notaba el aroma de su piel y sus cabellos, el olor de su persona y sobretodo la sangre correr por sus venas. Hace horas en la librería, sus labios habían sido el más dulce manjar que he probado en toda mi existencia y estuve a nada de probar su sangre, sin embargo fuimos interrumpidos.
—¿Me invitas a entrar? —dije con la voz más tierna que pude, no quería hipnotizarla, quería que ella se entregara a mí voluntariamente. Sus ojos marrones buscaron los míos, enlazando nuestras miradas.
Mierda. Su mirada estaba llena de brillo, inocencia, tristeza, y miedo, pero a la vez demostraba valentía, fuerza y ¿bondad?
—No, no te pasará nada si te quedas afuera
Su voz sonó decidida y yo no pude refutar a eso.
—Chica lista, veo que has hecho tu tarea —le sonreí mientras le apuntaba a todo el desorden a su alrededor.
—Podría haberla hecho mejor, si alguien, —su voz desafiante llamó mi atención. —me diera el libro que tanto esfuerzo me costó encontrar.
—No cualquiera puede leerlo —dije cortante. —Te estoy ahorrando un mal momento.
—Gracias, pero, no gracias Yo quiero decidir cómo catalogarlo —me dio una mirada —después de que me lo des y pueda leerlo, claro.
—No lo puedes leer —dije seriamente.
—¿Y porque no? —preguntó confundida.
—Ese libro es demasiado peligroso para alguien como tú —dije sin filtro alguno. Su rostro me mostró una mueca ofendida. ¡Qué caballeroso eres Salvatore!
—¿Alguien como yo?
—Sí, ya sabes —murmuré. —Alguien tan…
La miré. Sus manos se posaron en la cintura, ¿sería capaz de lanzarse sobre mí para patearme el trasero? O al menos de intentarlo.
—No te detengas, dilo —la amenazada estaba implícita en su voz.
Sí, su seria capaz de tratar de darme una golpiza.
—Alguien tan linda e inocente —dije dándole una mirada tipo "créeme por favor".
—¡Mentiroso! —en un segundo sus ojos brillaron de furia y al siguiente algo viajaba hacia mi rostro al mismo tiempo que mis reflejos actuaban. Miré mi mano que había evitado el golpe.
¿Me lanzó un cuaderno? ¡Ella me lanzó un cuaderno!
—¿Me lanzaste un cuaderno?
—Si me vuelves a mentir… —tomó uno de los zapatos que tenía al lado, —esto va a ser lo siguiente, y ten por seguro que este ¡se va a estampar en tu cara!
Aguanté lo más que pude, lo juro, pero la carcajada que se escapó de mi garganta resultó ser demasiado audible. Solo de pensar en la escena que acababa de describir y en la posibilidad de que esa humana pudiera golpear a un vampiro en la cara, resultaba algo digno de ver. Ella se unió a mí, su risa fresca y despreocupada me hizo sentir como nuevo. Ambos recordamos que debíamos permanecer en silencio, pero ninguno quiso dejar ir el momento tan rápido.
—Bien, sin mentiras —le prometí.
—Sin mentiras —me prometió. Y eso fue suficiente para ambos.
Me giré para acomodarme sentado en el marco de la ventana, eso de estar colgado no era muy placentero para mí, y resulta que tampoco quería irme, aun. La sentí moverse en el interior de la habitación y acercarse a mi lado, o al menos lo más cerca que pudo. La miré curioso, por supuesto que ella sabía que había algo que me mantenía fuera de su casa, y parecía decidida a comprobarlo por sí misma. Sus manos se estiraron cuidadosamente, como esperando tocar algo muy duro, pero por supuesto que nunca encontró nada.
Volví mi mirada al bosque que teníamos enfrente. Según yo, mi atención estaba en la oscuridad que rodeaba la casa, buscando alguna amenaza para ambos, pero la verdad es que, toda mi atención estaba en su cuerpo pegado a mi costado. Era una tortura sentirla tan cerca.
—¿Por qué estas realmente aquí?
—¿Te han dicho que haces muchas preguntas? —le dije dándole una rápida mirada molesta.
—Sí, me lo han dicho —respondió. Sus manos se apoyaron en el marco de la ventana, sacando la mitad de su cuerpo hacia el exterior.
—¿Vas a responderme? —su voz ahora era como una súplica, aunque no la veía de frente, sabía que ella me estaba examinando de nuevo, y yo me volví a sentir vulnerable.
—Vine porque… —tome aire preparándome para hablar. —Vine porque una parte de mí, una parte muy pequeña —le aseguré, o ¿me aseguré a mí? —Una parte de mi necesitaba… —no Salvatore, no necesitamos a nadie —digo, no, no, digo quería…
Mierda, esta mujer me tiene jodido.
—Quería asegurarme de que estabas bien —dije en voz alta. Mi rostro se giró hacia ella y solo pude reafirmar mis palabras. Necesitaba saber que ella estaba bien, no podía volver a casa, no podía dejarla atrás, sin asegurarme de que ella pudiera soportar todo lo malo que va a caerle encima. Saber sobre la existencia de los vampiros es algo que represente mucho peso en la vida de cualquiera, pero, ella ya leyó los libros, ya sabe de la existencia de más creaturas que son igual, o incluso más poderosas que cualquier vampiro, y por lo tanto, son un mayor peligro para ella.
—Estoy bien —su voz sonó convencida. —No te pude agradecer que me hayas salvado de esos tipos.
Gruñí al recordar a lo que se refería. Lo que pasó con los tipos en Port Angeles, solo es un problema de la mierda en la que la humanidad está metida, pero ella ya cayó a un mundo peor.
—No me los menciones, Esos malditos hijos de… —cerré la boca antes de que mi repertorio de maldiciones saliera a la luz. Gruñí, bufé y resoplé molestó, pero ella no merecía escuchar más mierda en su día. Miré sus brazos expuestos al frio de la noche, su piel cubierta de moretones me hizo sentirme orgulloso del final que les di a los tipos. —Al menos el múltiple homicidio no fue en vano.
—¿Homicidio?
—Sí, ya sabes —me encogí, —cuando una persona mata a otra persona.
—¿Los mataste? —me preguntó sorprendida. La miré, ¿era sorpresa de agradecimiento o de preocupación?
—¿Qué querías? —pregunté receloso. —¿Qué los felicitara? ¿Qué les invitara un trago?
—Yo… pues no —se trabó con sus palabras. —Pero tampoco esperaba que los mataras por mi culpa.
—¿Tu culpa? —gruñí. No me gustó que dijera eso. —¿Tu qué hiciste para que fuera tu culpa?
—No, no me refiero a eso —el temblor de su cuerpo regresó. —Es decir, que hayas tomado venganza por mí.
La miré, su rostro sonrojado de nuevo, pero sus ojos con un leve destello que no supe identificar.
—No te emociones —dije restándole importancia al asunto. —No fue por ti.
—Supongo que… fueron tu cena.
Sus palabras mejoraron mi humor.
—No
—¿No? —preguntó asombrada.
—¿Te parece que alguien como yo, —me apunté, —va por ahí, cenando tipos como esos?
Tal y como esperaba, sus ojos me examinaron hacia arriba y luego de nuevo hacia abajo, se tomó su tiempo, analizándome a profundidad. Debo admitir que en todo el tiempo que duró mirándome, no perdí la sonrisa presumida, quizás no seré de los tipos que tienen un cuerpo muy musculoso, pero sí tengo mis atributos.
—He visto mejores —dijo casualmente. La miré impactado, ¿de verdead dijo eso? —Aun no puedo creer que los mataras
—Tranquila muñeca —le hablé en el mismo tono. —Después podrás devolverme el favor.
—¿Crees que debo pagarte por salvarme la vida? —su voz sonó indignada.
—Pues, sí, deberías
Su hermoso rostro se giró en mi dirección, su boca y sus ojos eran una armonía perfecta, y mostraban muy bien las emociones que sentía. Volví a soltar un par de risas.
—Idiota —murmuró y yo solo pude sonreír más. Sus brazos se colocaron en los costados de su cuerpo, ese gestó llamó mi atención, ahora fue mi turno de analizarla, su silueta era cubierta por un pijama ligero, bastante delgado para el clima de este pueblo. —¿Cómo me encontraste?
No le respondí. Con mis manos y sin moverme demasiado, me quité mi chaqueta, la acomodé en el aire y la puse sobre sus hombros. Ella notó el peso, y me miró extrañada, al darse cuenta de la situación se acomodó en el interior de la prenda, disfrutando el calor que le había dejado mi cuerpo.
—Respóndeme.
Por supuesto que no lo iba a dejar pasar. Y yo no le quería decir la verdad.
—Tu aroma es… —lo pensé un poco, —muy llamativo.
—¿Gracias?
—No lo tomes como un cumplido —dije molesto. —Te va a traer más problemas de lo que ya tienes.
—¿Tengo problemas? —preguntó confundida.
—Estas junto a uno —mi mano hizo movimientos señalándome. —Y tu novio es otro.
Que lo niegue, que lo niegue, que lo niegue, que lo niegue, por favor que lo niegue.
—No sé si es mi novio —susurró.
—Él si lo cree —dije con voz seria. Casi le apostaba que él era el que rogaba ser algo más.
—¿Ahora lees mentes? —me cuestionó con voz divertida.
—No, Solo lo digo, porque tú quieres eso.
—¿Tú qué sabes sobre lo que yo quiero? —espetó molesta.
—Quieres lo que todo el mundo quiere —dije convencido.
—¿Y qué demonios es eso?
Aclaré mi garganta antes de responderle.
—Quieres un amor que te consuma, quieres pasión, aventura, e incluso un poco de peligro.
Trató de reírse, pero le salió demasiado falsa.
—¿Le dices eso a todas las que acabas de conocer?
Su respuesta me puso a pensar. Esa misma frase le había dicho a Elena cuando nos conocimos.
—Sí —dije sonriendo por el recuerdo.
—Pues no, —negó seriamente. —Soy una pésima aventurera, tengo más peligro del que necesito —. En eso estamos de acuerdo. —Sobre las otras dos cosas, quizás pasión sí, pero no un amor que me consuma.
—¿No? —pregunté sorprendido.
—No, no quiero verme consumida por un amor —. Su voz sonaba bastante decidida, y me gustó que se cuidara a sí misma, al menos emocionalmente.
—¿Entonces qué quieres?
—Si voy a tener amor, quiero que me haga sentir segura, que me enseñe a ser más fuerte, que de verdad me sienta amada. No quiero un amor que me destruya.
La miré. Sí que era muy diferente a todos los seres humanos allá afuera, la gran mayoría se dejan ir por la ilusión de lo que sea que les ofrezca una relación, o una persona. Pero ella no.
—¿Y tú? —Preguntó cálidamente —¿Tú qué quieres?
La miré, sorprendido por el gesto. Nadie se había tomado el tiempo de preguntarme que era lo que en verdad quería, siempre trataban de sacar el mayor provecho de mí, pero siempre a costa mía. Y creo que hasta el día de hoy, nunca estuve preparado para responder eso.
Pasé ruidosamente el nudo que apareció de repente en mi garganta. Una leve luz apareció por sobre las puntas de los árboles, salvándome de las preguntas a las que no tengo respuestas.
—Debo irme —suspiré. Ella asintió, pero no dijo nada más. Noté que hacia movimientos como para quitarse la chaqueta.
—No, no te la quites —dije apresuradamente. No quería que se la quitara. — Quédatela.
—Pero, ¿no la necesitas? —preguntó mirando hacia el bosque, sí, cuando amanece es cuando más frio hace, pero no es como si me fuera a morir de frio.
—Sí, pero me la darás la próxima vez que nos veamos —hablé sin pensar.
—¿Habrá otra vez? —su voz sonó emocionada. Mi mano se levantó con cuidado, quería estar seguro que, ahora que sabía varias verdades, no me tuviera miedo. Mi pulgar se deslizó por los labios carnosos y rosados que decoraban su boca.
—Eso espero —dije con honestidad. Salté hacia el bosque, tomando disimuladamente el libro que había dejado en el árbol, caminé alejándome de su casa, no miré para atrás, solo le dije adiós con mi mano. Caminé tranquilamente hasta llegar a mi auto, me subí, y lo encendí.
Volví a moverme por el bosque, aún tenía una curiosidad y debía tener respuestas antes de poder irme. No detuve el auto hasta estar en el mismo lugar que hace unas horas, la gran casa de la familia de fríos. Los autos estacionados afuera en la carretera, me avisaron que ellos ya estaban ahí, las luces de las plantas altas estaban apagadas, pero las de abajo sí estaban encendidas. Me bajé del auto para mirar mejor en el interior.
—Bueno Salvatore, hagamos magia.
Me trasformé en un cuervo, así sería menos notado. Volé un par de vueltas alrededor de la casa, analizando dónde debía posarme. Noté que había un living con una gran televisión en el medio, todos estaban frente a la televisión, bueno ahí es un buen lugar.
Me detuve en una rama de uno de los árboles que estaban afuera, la televisión quedo a mi lado izquierdo, y los presentes a mi derecha, ofreciéndome una vista completa de todos.
—No lo entiendo —murmuró la voz que tenía identificada como Rosalie y que ahora relacionaba con la rubia despampanante de hace rato.
—¿Creen que haya sido uno… de los nuestros? —habló el musculoso. Sonreí, entonces llegaron a tiempo para ver mi obra de arte.
—No lo creo —la voz de Carlisle respondió. Bueno, nueva cara a la lista de nombres. —Todos sabemos que los Vulturis no nos dejarían llegar tan lejos.
¿Los Vulturis? ¿Los vejestorios que se la viven encerrados dentro de muros de piedra para evitar broncearse? ¿Esos Vulturis?
—Silencio, ya va a comenzar el reportaje —Alice dijo dando unos brinquitos. ¿De verdad la pone feliz ver reportajes de asesinatos?
"Orlando Calderas, presunto líder de una banda de violadores y asesinos que operaban en los estados de Texas y Oklahoma, fue encontrado esta madrugada en un callejón en Port Angeles, gracias a un reporte anónimo que recibió la policía. El cuerpo fue encontrado en la escena del crimen, junto a varios de sus compañeros, todos presentaban huellas de violencia, además de estar mutilados. Hasta el momento los oficiales aseguran que ya se investiga el suceso, sin embargo deben esperar el reporte de los forenses.
En otras noticias, cerca de Oregón…"
—Bueno, eso fue corto —Alice habló mientras extendía su brazo para apagar el televisor.
—Habrá que esperar a que los médicos forenses digan algo —Edward habló tranquilamente.
—Por la tarde hablaré con el Doctor Spencer —Carlisle miró a todos. —Debo arreglarme para irme al trabajo, y ustedes a la escuela.
Rodeé los ojos, sin duda Carlisle había activado el modo "papi". Edward ignoró a todos y subió las escaleras a lo que quiero creer es su habitación. En menos de diez segundo, estaba bajando la escalera, había cambiado sus ropas y parecía haberse duchado.
—¿Creen que… fue un humano? —Rosalie habló cautelosamente. Todos la miraron, pero nadie le respondió.
—¿No iras con nosotros? —Alice le preguntó a Edward cuando éste pasó de largo. Él solo negó levemente y tomó las llaves de su auto. Alice y Carlisle sonrieron, pero Rosalie hizo una mueca de disgusto.
Esa rubia y yo vamos a tener problemas, lo presiento. Edward siguió caminando rumbo al garaje, se escuchó el motor de un auto y las llantas sobre la carretera. Los demás se dieron unas miradas y subieron por las escaleras. Era hora de un nuevo día.
Volé de nuevo a mi auto, me subí ya en mi forma humana, encendí el motor y giré sobre el caminó que me trajo hasta aquí. Busqué mi celular en los bolsillos de mi pantalón y rápidamente le escribí un mensaje a mi hermano.
"Llegó en 45 horas"
Hola, hola! ¿Cómo están? Ya se que esta cortito el cap, pero uf, el trabajo me absorbe hasta la imaginación, jajaja en fin, voy a tratar de publicar otro capitulo antes de que acabe el año. El siguiente ya va a ser POV de Bella, creo que nos iremos 5 y 5, dependiendo como se desarrolle.
¡Nos leemos en el siguiente!
