Sinopsis:

Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.


(Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)

La historia sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries.

La línea temporal será de cuando se estrenaron las películas y la serie, es decir en 2004/2006, pero, voy a combinar elementos del año real en que se empezó a publicar la historia en 2022. (Solo es por si describo algunos hechos o cosas que en esos años aun no existían o aun no pasaban pero en la actualidad sí)

Disclaimer: Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros. O alguna frase de alguna canción porque me inspiré en ella.


(Isabella POV)

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—¡Mierda!

Angela me miró divertida por mi reacción.

—¿Eso también estaba en los libros? —preguntó con una sonrisa bailando en su rostro. Le lancé uno de los cojines que estaba en su cama.

—Sus nombres —dijo risueña mientras fallaba al esquivas mi ataque. —Me refiero a sus nombres.

—No exactamente —respondí incomoda.

—¿Ya los conocías? —preguntó aun en tono de burla. No respondí.

Sé lo poco común que era el hecho de que un humano se topara con un original, y también sé que era casi imposible que algún humano sobreviviera para contarlo. Además, no te topas casualmente con un original, ellos hacen que parezca una casualidad.

—¿Bella? ¿Conoces a un original?

De nuevo, me quedé en silencio.

—¡Isabella! —gritó.

—No sabía que era un original, ¿de acuerdo? —susurré tratando de excusarme.

Angela me miró incrédula, podía notar en sus ojos que no estaba creyendo en mis palabras.

—¿Es enserio? —preguntó aun sin sonar convencida. Moví mi cabeza afirmativamente. —¿Desde cuándo?

—Desde que era bebé —dije tratando de no dar muchos detalles —No estoy segura porqué, pero desde ahí las visitas se han vuelto frecuentes.

—¿Qué tan frecuentes? —levantó una ceja.

—Siempre ha estado cuando lo necesito, o más bien cuando me necesita a mí.

—¿Y te dijo lo que era? ¿Te asustaste? ¿Nunca le dijiste a nadie?

—Más despacio, Ang —sonreí. Ella se encogió tímidamente, pero seguía atenta a mi respuesta.

—Si lo mencionó, pero nunca se mostró frente a mí como vampiro —me encogí de hombros, —nunca vi nada diferente.

Angela medito mis palabras. —¿Por eso cuando llegaste a Forks y viste a los Cullen, sentiste curiosidad?

—Sí —acepté. —No creía que ellos eran vampiros, a mí no me parecían vampiros.

—Son tan perfectos —se quejó. —¿Por eso querías respuestas de los Cullen?

—Quería entender que era lo que los hacia diferentes.

—¿Y cómo te sientes con la respuesta? —me miró.

Era la primera vez que me preguntaba alguien eso. Era la primera vez que yo me preguntaba eso, es decir, me sentía feliz por saber la verdad acerca de los Cullen, eso no lo podía negar. Y para sorpresa del mismo Edward, no le temo al mundo sobrenatural, no me da miedo enfrentarme a algo que no conozco. Sé que eso le causa frustración, sé que él espera que en cualquier momento salga huyendo despavorida, pero eso no va a pasar, y, aunque nunca lo admitirá, eso le decepciona.

—Supongo que estoy conforme por descubrir la verdad —respondí.

—¿Cómo te sientes con respecto a Edward? —preguntó. —Porque están saliendo, ¿cierto?

—Creo que sí —dije sintiéndome confundida yo también. —Es decir, nunca lo preguntó, solo, supongo que solo se dio.

—¿Eso es lo más romántico que pudo ser? —rodó los ojos. —Que decepción.

—¿Tu cómo vas con Ben? —pregunté cambiando de tema.

—Vamos despacio —respondió sonriendo levemente. —No digo que sea el amor de mi vida, ni nada de eso, pero me gusta estar con él.

—¿Te trata bien? ¿Te respeta? —pregunté. —Si no lo hace, puedo hacer que le pateen el trasero.

Soltó una carcajada —Yo te aviso si necesito ayuda.

Le guiñé un ojo en respuesta.

—Aunque supongo que mi relación es más normal que la tuya.

Ambas soltamos un suspiro por sus palabras.

—¿Esta mal? —pregunté. —¿Yo estoy mal? Es decir, sé que es muy pronto para decir que estoy enamorada, pero, ¿está mal que quiera enamorarme? Todos parecen dudar de mi capacidad de razonamiento.

—No Bella, no está mal —su voz salió baja. —Nadie duda de ti.

—Solo dudan que salga ilesa de una relación con vampiro.

—Corrección, no es un vampiro, es un frio.

La miré con una ceja alzada, ella me ofreció una sonrisa como disculpa.

—El punto es, sé que parece que no sé lo que hago, bueno a veces si improviso —pensé un poco en mis palabras. —Pero la realidad es que, no le tengo miedo a lo que no conozco, no me da miedo la muerte.

—Te entiendo —mi amiga me miró comprensiva. —Llevo toda mi vida sabiendo que un día, alguien va a saber lo que soy y… —se quedó callada, su mirada se desenfocó, perdiéndose en sus pensamientos. —Cada mañana me levanto temprano para ver el amanecer, cuando veo salir el sol sé que logré sobrevivir un día más.

—Conozco la sensación —suspiré. —Hace una semana, esa noche, cuando leí todos esos libros que me abrieron los ojos a la realidad que había estado viviendo, grité. Sentí miedo, me dio miedo comprender lo fácil y rápido que se puede acabar mi vida.

—Pero ahora ninguna está sola —su media sonrisa fue cálida. —Ninguna va a enfrentar la muerte sola.

Le sonreí brillantemente, eso sí se sentía reconfortante.

Ella volvió a su tarea y mientras yo seguía disfrutando de mi bebida.

—Hay algo que aun no entiendo, Bells. Se supone que ya sabias de los vampiros, escuchaste las leyendas y leíste sobre no sé cuántas creaturas sobrenaturales...

—Si —respondí insegura.

—Entonces ¿Por qué te sorprendiste cuando te dije que era una bruja?

—En los libros, la magia es un mito, —pensé como explicarme mejor. —Es la explicación que le dan a lo inexplicable. Incluso en el mundo sobrenatural, hay cosas que no todos saben, entonces deben explicarlo de alguna manera, además de que todos les tienen miedo, humanos, vampiros, licántropos, todas las creaturas tienen miedo porque no pueden controlar la magia.

—Eso tiene sentido —Angela asintió. —Aunque aun así tratan de controlarnos.

—¿Eso pasaría si alguien encuentra ese libro? —pregunté.

—Con ese libro, pueden obligarme a hacer cosas muy malas —sus ojos se tornaron con tristeza. —Mi única salvación es ese sexy cabrón que te sedujo para que cayeras en sus garras y te lo robó.

Soltó una carcajada al ver mi rostro. La miré ligeramente ofendida, podía sentir mi quijada abierta hasta donde mi piel se lo permitió, tenía la boca abierta, pero una sonrisa traviesa estaba bailando en mis labios.

—¿Ya encontraste lo que buscas? —pregunté desviando el tema.

Aun se mantenía sentada en el suelo de la habitación, a su alrededor había varios libros esparcidos que había lanzado mientras buscaba, no sé qué cosa. Miró a su alrededor con decepción y sacudió su cabeza negativamente.

—No está aquí —dijo pensativa, —tal vez está en la otra casa. Hay que ir a revisar.

Se puso de pie, sacudiéndose el polvo que se pudo pegar a la tela de sus pantalones y se movió por la habitación.

—¿Otra casa? —me levanté lo más rápido que pude. —¿Hay otra casa?

—Toma —me tiró una chamarra y un par de cobijas. —Las vamos a necesitar.

La seguí casi corriendo, en la escalera si bajé con cuidado de no tirar las cosas o de no tirarme a mí, atravesamos de nuevo la casa, saliendo por la puerta.

—¿Vamos a salir? —pregunté.

—Vamos, vamos —me apresuró, empujándome hacia su auto. Nos subimos de nuevo y la miré ir en sentido contrario de la dirección del pueblo, unos minutos andando por la carretera y dio vuelta, internándose en el bosque.

—¿Angela?

—Vamos a ir a la otra casa —explicó con tranquilidad. —A la cabaña.

—¿Cuál cabaña? —pregunté de nuevo.

—Esa —señaló hacia el frente. Ahí en el medio del bosque, dentro de la espesura de los árboles, había una cabaña que, gracias a la poca claridad que la rodeaba, se veía encantadoramente acogedora.

Angela estacionó afuera, bajó tranquilamente del auto caminó hasta abrir la puerta. Rápidamente traté de desabrocharme el cinturón, mis manos torpes no me ayudaron, al contrario, hicieron que completar esa misión fuera todo un desafío, pero finalmente lo logré. Abrí la puerta del copiloto y me bajé corriendo.

—¡Esto es tan cliché! —dije empujando a mi amiga lejos, su cuerpo no me dejaba entrar a la cabaña. Su risa seguida de un quejido de dolor fue lo que me recibió. —¡Una bruja con una cabaña!

—Te encantará lo que hay adentro, ve a echarle un vistazo —dijo sonriendo. No dude en obedecerla.

La cabaña tenía dos pisos, cuando entrabas te recibía el inicio de la escalera que conducía a dos habitaciones con su baño cada una, además de una terraza común. Si girabas hacia un lado, esquivando la escalera, estaba un precioso living con una chimenea, detrás un comedor y al fondo una cocina que tenía toda clase de comodidades. Si girabas para el otro lado era donde la verdadera magia comenzaba.

Había otro living con muebles más pequeños, pero en el medio de este, estaba una mesa bastante grande con hojas, mapas y libros encima, detrás de esta, estaban tres de las cuatro paredes, cubiertas con libreros tapizados hasta el último hueco de libros modernos y muy antiguos. La otra pared tenía un par de gavetas que supongo eran plantas y cosas de bruja que guardaba Angela.

—¿Te gusta? —mi amiga apareció detrás de mí.

—¡Es maravillosa! —dije emocionada —¿Es tuya? ¿Desde cuándo la tienes? ¿Por qué esta aquí? ¿Vienes seguido?

Soltó unas risas por mi emoción. —Sí es mía, mi abuelo y yo la construimos hace mucho tiempo, aunque mamá nos ayudó con la decoración y eso —explicó rápidamente. —Si vengo seguido, por eso la hicimos, para que pudiera practicar sin lastimar a nadie.

—Oh

—Es relajante estar aquí —se cómodo en un sofá —Aunque hace un frio del infierno.

—¿Por eso las cobijas? —pregunté mirando el montón de tela acomodada sobre una silla en la esquina —¿No funciona la chimenea?

—Si funciona —le echó una mirada. — Pero ¿Te vas a mantener despierta toda la noche manteniendo el fuego encendido?

—Pues —lo pensé —no.

—Cuando amanece es cuando hace más frio —se disculpó. Le sonreí indicándole que todo estaba bien. El frio era algo que podía soportar.

—¿Y qué hacemos aquí? —pregunté recordando su excesiva necesidad de venir. Ella se levantó acercándose a uno de los libreros, buscando con detenimiento. De pronto sacó un libro bastante grueso del resto de los demás.

—¡¿Es uno de los diarios de Jonathan?! —pregunté acercándome a ella.

—Si —confirmó. Lo abrió y le dio vuelta a las páginas mientras leía rápidamente. —Aquí está, mira:

"El día de hoy conocí a los hijos de Giuseppe, Damon y Stefan Salvatore".

—Espera, espera —la interrumpí. —Giuseppe Salvatore era parte de las familias fundadoras de Mystic Falls, bueno, ahora es muy conocido por su época de cazador de vampiros

—¿Mystic Falls? ¿De verdad existe ese lugar? —me preguntó interesada. —Creí que solo era porque en aquél entonces no existían los mapas y así llamaban al lugar donde pasaban cosas sobrenaturales.

—Oh sí, si existe ese lugar —suspiré mientras mi mente me traía recuerdos de ese tiempo. —Viví unos años ahí.

—¿Cómo es? —preguntó curiosa.

—Pueblo chico, infierno grande —me reí secamente. —Toda su historia está manchada de sangre.

—He leído partes del diario —hizo una mueca, —creo que sé a qué te refieres.

—Lo que no entiendo, es ¿Por qué Jasper lo conoce? —recordé lo que había pasado en la mañana en la escuela.

—Aquí, mira —me extendió el diario.

"Giuseppe enloqueció cuando vio a su hijo. Damon llegó con la noticia de que había desertado al ejercitó".

—Bueno, eso explica muchas cosas —dijimos a la par. Hice una nota mental para interrogar después a Jasper.

—¿Puedo darle una ojeada? —le pregunté.

—Claro —me lo dio. —Iré a encender la chimenea.

Abrí con cuidado el libro, perdiéndome entre sus páginas. La caligrafía de Jonathan era bastante elegante y legible, además la manera en la que narra lo que sus ojos veían en aquel entonces, te atrapa totalmente.

—Bella, ven —me llamó Ang. —Ya hice la cena.

—¿La cena? —la miré sorprendida. No me había dado cuenta de la hora. —Anggie porque no me avistaste, te habría ayudado.

—¿Ya lo terminaste? —apunto con su cabeza al diario.

—Sí —respondí mientras me levantaba. —Es bastante interesante, aunque le faltan páginas.

—Creí que eran ideas mías —dijo pensativa. —Pero creo que es entendible, es un diario, se supone que es solo para escribir lo más emocionante que sucede en tu vida, ¿No?

—No, Ang, me refiero a que, literalmente le faltan páginas, alguien se las arrancó.

Acerqué el diario a sus ojos mientras mi mano abría lo más que el pegamento de las hojas lo permitía. Ahí, entre las dos páginas que se podían leer, estaban señales una hoja que había sido arrancada, tan meticulosamente para que no se notara a simple vista.

—No lo había notado —dijo extrañada. Me hizo una señal para que la siguiera al comedor.

—¿Cómo lo conseguiste? —sentía curiosidad por saber que decía en las páginas robadas como para que alguien se las quitara.

—Mi bisabuela se lo robó a los Gilbert —se encogió de hombros. —No se exactamente como o porque lo hizo.

—¿Crees que ella le quitó las paginas? —pregunté sentándome frente a la mesa del comedor. Ella me imitó.

—No lo creo, ¿Por qué conservaría el diario para que sus descendientes lo leyéramos, si nos iba a ocultar información?

—Cierto —acepté. —Aun así es extraño.

Continuamos con nuestra cena, sacando aún más teorías de lo que pudo pasar. Cuando terminamos, ambas recogimos la mesa, yo me puse a lavar los platos sucios y ella a secarlos y acomodarlos. Unos minutos más tarde, teníamos de nuevo todo limpio.

—Deberíamos hacer los deberes —me sonrió. —Si no los hacemos, quedaré como una mentirosa frente a Edward.

Sonreí recordando su excusa para secuestrarme, además que había demasiadas actividades para entregar mañana y no quería bajar mis notas escolares. Entre las dos encendimos la chimenea, para mantener la cabaña cálida. Afuera la noche ya estaba presente, rodeándonos de oscuridad y aunque no estaba lloviendo de momento, el sonido que presagiaba la lluvia se escuchaba muy fuerte.

Cada una tomó sus cosas y se concentró en hacer los deberes, de vez en cuando soltábamos uno que otro comentario que se transformaba en una pequeña conversación, pero el resto del tiempo nos mantuvimos en silencio, solo se escuchaba el pasar de las hojas de los libros, nuestros lapiceros contra las libretas o un sonido de frustración.

Pasó mucho tiempo antes de que despegara mi vista del ensayo que estaba escribiendo. En el sofá frente a mí, Angela estaba profundamente dormida con todos sus libros de la escuela esparcidos por su regazo.

Me levanté, tomé una de las mantas colocándola sobre el cuerpo de mi amiga, el fuego de la chimenea ya estaba por apagarse. Busqué mi celular para ver la hora, en la pantalla se leía las 3:47 de la mañana.

—Maldición —susurré. Ya era muy tarde, mis ojos ya se sentían pesados y me sentía cansada. —Creo que debería dormir.

Tomé también una cobija y me acurruqué en la esquina del sofá.

—Bella —escuché lejanamente la voz de alguien, me estiré flojamente para que mis músculos se relajaran. —Bella, despierta.

—¿Qué hora es? —pregunté aun sin abrir los ojos.

—Casi amanece, debemos levantarnos o se nos hará tarde para el instituto.

—Ya voy, ya voy —abrí los ojos con cuidado.

La leve luz se estaba colando entre las cortinas que adornaban las ventanas. El aroma a leña fría, madera húmeda y lluvia fresca le daban la bienvenida a una nueva mañana.

—¿Me puedo mudar aquí contigo? —le pregunté medio de broma, medio enserio.

—No es mala idea, pero ¿Por qué? —me miró curiosa mientras doblaba con cuidado su cobija.

—Me gustó mucho la cabaña, se ve hermosa así con la luz del amanecer —dije mirando a mi alrededor.

—Deberías ver el amanecer, o el atardecer desde la terraza —me ofreció sonriendo.

—¿Entonces si me puedo mudar aquí? —la miré esperanzada.

—Si solo eres tú, sí —aceptó. —Pero no puede entrar Edward por las noches como lo hace en tu habitación.

La miré confundida. ¿Edward hacia eso? ¿No sería capaz, o si?

—Hay que darnos prisa, Bella —me apuró de nuevo. Ambas nos dimos prisa, Angela fue la primera en darse una ducha, por lo que yo preparé un ligero desayuno para antes de irnos. Cuando bajó, intercambiamos sonrisas y fue mi turno de usar el baño.

Veinte minutos más tarde, estábamos subiendo a su auto, listas para el instituto. No nos tomó nada de tiempo dar vuelta para entrar al estacionamiento. Noté el auto de Edward estacionado en su lugar usual al lado del enorme Jeep de su hermano.

Angela me dio una mirada de disculpa, pero yo le sonreí. No me arrepentía de haber pasado la tarde con mi amiga. Cuando se apagó el motor del auto, ambas tomamos nuestras cosas y nos bajamos con tranquilidad, el resto de los estudiantes estaban metidos en su mundo, nadie nos miraba, a comparación de cuando llegaba en el auto de Edward, que todos los ojos se posaban sobre mí.

Angela y yo caminamos con tranquilidad hasta la puerta, pero yo era muy consiente que debía pasar junto al Volvo para poder llegar a mi destino. Tal y como lo imaginé, la puerta se abrió y un vampiro, frio y serio bajó del auto. A mi lado, Ang soltó un respingo por verlo moverse tan rápido, yo en cambio, frené mis pasos sin ponerle mucha atención.

—Hay que hablar —dijo duramente. Su mano se posó sobre mi brazo, incluso a través de la chamarra que Angela me había prestado, podía sentir lo frio de su piel.

—Pero, ya tenemos que irnos a clases —Angela respondió en mi lugar. Edward no se giró a mirarla, pero sus ojos dorados se comenzaron a volver oscuros.

—Bella debe hablar conmigo —gruñó Edward sin despegar sus ojos dorados de mí.

—Hoy hace mucho frio, deberíamos entrar —Alice llegó a nuestro lado. Su mano fue directamente al pecho de Edward, incluso yo pude notar el esfuerzo que hacía por detenerlo. —Hola, Bella, Angela.

—Las chicas y yo tenemos clase —Jasper apareció del otro lado de su hermano. —Nos vemos en el almuerzo.

Sin detenerse a recibir una respuesta, nos tomó de la espalda y nos empujó con él al interior del edificio. Por supuesto tuvo que detenernos varias veces, pues sus pasos eran demasiado rápidos y ninguna era lo suficiente coordinada para caminar a su ritmo. Pasamos entre los laberintos de los pasillos hasta llegar al salón de la clase que nos tocaba, como el día anterior, el rubio se sentó junto a mí.

—Edward está molesto —dijo lo suficiente alto como para que mi amiga escuchara. —Descubrió que no pasaron la noche en casa de Angela.

—¿Cómo llegó a esa conclusión? —preguntó mi amiga.

—Eso es mejor que él lo confiese —Jasper se encogió de hombros indiferente, pero sus labios tenían una leve sonrisa.

El profesor entró y comenzó a dar su clase. Traté de concentrarme, pero, mi cerebro estaba dándole vueltas a la molestia de Edward. Sin duda no podía ser honesta con él, Angela me había llevado a su casa porque confiaba en mí, me había dicho su secreto porque confiaba en que yo lo guardaría. Y no la voy a traicionar.

Estoy decidida a guardar el secreto de mi amiga. No voy a andar por ahí confesándoselo al primero que me lo pregunte. No soy ninguna chismosa ni bocona, y Edward ya debería saberlo. Es muy pronto para decir que me conoce, pero, si quisiera andar por ahí soltando secretos, habría confesado el de los Cullen desde el día en que él me lo admitió.

Un golpe leve en mi mano me sobresaltó. Miré a Jasper disimuladamente, su cabeza apuntó a su mano que descansaba sobre la mesa, miré hacia donde me indicó, su mano se levantó mostrándome un papel.

"¿Dónde estaban realmente?"

Su letra era elegante y cursiva, pero bastante entendible. Supongo que era mi turno de escribir.

"En casa de Angela"

Se lo pasé sin despegar mi vista de lo que el profesor escribía.

"Mentirosa"

Hice una mueca cuando lo leí. Me encogí de hombros. Volvió a mostrarme el papel, tenía algo nuevo escrito.

"¿Les pasó algo?"

Sacudí la cabeza.

"Edward fue a casa de Angela, se molestó porque vio que la casa estaba cerrada y las luces apagadas"

Sentí la piel de mis ojos estirarse para dejarlos bien abiertos, traté de controlar mi expresión de sorpresa, pero no lo logré.

—Srta. Swan ¿Esta bien? —el profesor me miró.

—¿Puedo ir al baño? —fue mi respuesta. Asintió y señaló la puerta.

—Carajo —escuché el susurro de Jasper cuando me levanté de mi silla.

Traté de caminar lo más calmada posible, pasé junto al escritorio, después me asegure de cruzar la puerta y cerrarla detrás de mí. Hasta ahí llegó mi paciencia.

Mis piernas se movieron furiosamente por los pasillos, iba corriendo de un lado a otro, resbalándome cuando debía girar hacia otra dirección, pero recomponiéndome para seguir corriendo. Para mi buena suerte, no había nadie por donde yo pasaba, si no, estaba segura que golpearía al primero que se me pusiera enfrente.

Llegue a la puerta del baño, empujándola con todo mi cuerpo. Me agaché revisando que no hubiera nadie en los cubículos, cuando estuve segura, volví a la puerta, cerrándola por dentro con el seguro de la chapa.

—¡¿Qué mierda le pasa? ¿Quién se cree que es?! —grité jalando de mi cabello. —¡¿Con que derecho hace eso?!

Me quité la chamarra y la bufanda arrojándolas al suelo. Subí lo más que pude las mangas de mi blusa y abrí el grifó metiendo mis manos al chorro del agua. Las puse en mi rostro tratando de que la fría temperatura me quitara un poco el mal humor. .

—¡Mierda! —chillé molesta. Golpeé el borde del lavabo con mis manos. Estaba enojada, no, en realidad estaba muy encabronada. Incliné mi cuerpo hacia el frente, puse mis manos de nuevo bajo el agua fría y me froté el rostro lo más fuerte que pude.

Cerré el chorro del agua y me dejé caer en el frio suelo.

—¿Ahora en que estoy metida? —me quejé cerrando mis ojos. Mi cabeza comenzó a darle mil vueltas a la situación.

¿Qué se supone que le diría a Edward? No puedo mentirle, él se da cuenta demasiado rápido de mis mentiras, o si por algún milagro, las llega a creer, va a ver en la mente de los demás hasta descubrir la verdad. ¿Pero que no leyó la mente de Angela? ¿Ella también es inmune a su don? Creo que le preguntaré después.

¿Y que le diré a mi amiga? ¿Es correcto que le diga que mi novio irrumpió en su casa la noche pasada sin el permiso de nadie? Por surte no estaban los padres de Angela, pero no siempre va a tener esa suerte.

—¡Es que no debía hacer eso! —volví a sacar mi frustración en voz alta. —¡Maldita sea! Eso es ilegal.

¿Qué clase de amiga soy? ¿Dónde queda la seguridad de Angela?

—¡Ay no! —lloriqueé pataleando aun en el suelo frio. Escuché el timbre que anunciaba el almuerzo, y eso solo me hizo sentir aun peor.

No tengo ánimos de enfrentarme a ninguno. ¿Y si me quedó aquí hasta que todos se vayan? ¿Alguien notaría mi ausencia?

—No seas idiota, Isabella —me regañé. —Claro que se darían cuenta.

Pero, puedo esperar a que todos vuelvan a clases, irme al estacionamiento y… Oh no, no tengo mi camioneta aquí conmigo, tendría que irme caminando hasta mi casa. Puedo llamarle a Charlie, pero se preocupará y vendrá corriendo y eso solo va a exhibirme que estoy huyendo.

—Deja de pensar en eso —una voz cantarina sonó del otro lado de la puerta del baño. —Sabes que el pueblo es demasiado pequeño como para que te escondas.

—No me estas ayudando —hablé en mi tono normal de voz, de todos modos me escucha.

—Vamos, sal de ahí —sonó animada. Le saqué la lengua haciendo una mueca, por suerte la puerta estaba cerrada y no me veía.

—¡Quítate! —otra voz sonó, hubo unos cuantos golpes y quejidos a la par de las voces. —¡Bella! ¿Estás bien? ¿Por qué saliste corriendo de la clase?

—En un momento salgo —grité con voz ronca. Tomé un par de respiraciones para tranquilizarme, cuando me sentí lo suficiente segura, me levanté, sacudí mis ropas y recogí lo que había dejado sobre el suelo.

Quité el seguro de la puerta y la abrí, encontrándome con el rostro preocupado de Angela. En cuanto me vio, se lanzó a mis brazos analizándome de arriba abajo.

—Estoy bien, Ang —le aseguré, ella me miró levantando una ceja, pero asintió.

—Andando —Alice apareció a mi lado. —Ya nos esperan con el almuerzo.

Nos tomó a cada una de un brazo, y nos arrastró a la cafetería. En el camino por los pasillos, me sentí tan agradecida de que la conversación se volviera casual, las tres entramos a través de las puertas de la cafería riéndonos de una anécdota de Alice. Por supuesto todas las miradas se posaron sobre nosotras, pero no le tomé importancia, no me interesaba que el resto de los estudiantes no tuvieran nada mejor que hacer con su vida.

—¿Por qué Ben parece que está a nada de un paro cardiaco? —pregunté mirando atentamente la mesa en la que los chicos nos estaban esperando.

—Porque su corazón está latiendo demasiado rápido —me respondió Alice susurrando solo para mí.

—Hey, Ben —le saludé cuando estuve lo bastante cerca.

—Hola —dijo levantándose lo más rápido que pudo. Me ofreció una sonrisa mientras se acercaba a mi amiga dándole un suave abrazo.

—Ven, siéntate con nosotros —Alice le animó para que volviera a su sitio a la mesa. Ben le dio una mirada insegura.

—Tranquilo —susurró Angela tomándole de la mano.

—Tranquilo, Ben —le dije con casualidad. —Nadie te va a comer.

Jasper trató de ocultar su risa con una tos demasiado fingida, Alice se sentó a su lado y se recostó en su brazo, pero sus hombros se sacudían por la risa. Angela me guiñó un ojo y tiró de su novio para sentarse, dejándome el único lugar disponible junto a Edward.

Podía sentir su mirada penetrante sobre mí, pero yo no me doblegue. Me senté con la postura recta y tensa, sin ofrecerle ninguna mirada o palabra alguna. Mi atención se fue a la bandeja de comida, tomando un poco y llevándomela a la boca.

—Angela mencionó que tenían un trabajo —Ben habló casualmente mientras consumía la comida de su bandeja. —¿Lo terminaron?

Mi amiga y yo le dimos una mirada molesta. De entre todos los temas que pudo sacar a flote, ¿tuvo que ser ese?

—Angela se durmió dejándome hacerlo sola —sonreí burlonamente.

—¡Oye! —dijo ofendida. — Si te ayude.

—¿A qué? ¿A roncar? —pregunté produciendo una carcajada colectiva en nuestra mesa. Todos se rieron menos uno.

—¡No puedo creer que dejaras que Bella lo hiciera todo sola! —Ben se quejó.

—No me molesta —me encogí de hombros. —Angela me preparó la cena a cambio.

—¡Ves! —golpeo el hombro de su novio. De nuevo las risas nos acompañaron.

—Pero —Alice llamó nuestra atención. —¿Se durmieron tarde?

Angela y yo asentimos.

—Es que, anoche, err, —mi amiga trató de explicar la situación, —tuvimos que ir al supermercado.

—Se nos fue el tiempo allí y volvimos tarde a su casa —completé.

—¿No pudieron esperar? —Ben nos miró preocupado. —Forks es pequeño, pero no me agrada la idea de que hayan salido solas por la noche.

—No tenía nada en la despensa —Angela de nuevo explico. —Y ya nos moríamos de hambre.

Ben asintió. Miré hacia Jasper y Alice, ambos movieron su cabeza afirmativamente. No quise voltear más allá.

Los tres humanos nos sumamos en una conversación sobre la horrible experiencia que teníamos con los deberes que nos pedían realizar en casa, de vez en cuando, Alice y Jasper hacían uno que otro comentario, bueno, en realidad se burlaban de nosotros. Por supuesto que para ellos era más sencillo, ya han cursado el instituto más de cien veces.

El resto del almuerzo pasó tranquilo, a excepción de uno que otro bufido de nuestro acompañante silencioso.

Cuando el timbre volvió a sonar, todos nos pusimos de pie para regresar a clases, pero una mano fría se posó sobre la mía.

—Adelante —habló. —Bella y yo vamos a hablar.

—Vayan —dije con suavidad cuando noté que estaban indecisos sobre qué hacer.

Definitivamente no estaba de acuerdo en hablar con Edward, no porque fuera una cobarde, si no, por la manera tan amable en la que me lo había pedido, nótese la ironía.

Nuestros acompañantes nos miraron aun inseguros, Angela y Ben se despidieron levemente y se fueron tomados de la mano. Alice y Jasper miraron muy seriamente a Edward, estaba segura que en sus mentes, le estaban mostrando algo. A mí me ofrecieron una sonrisa y se fueron dejándonos solos.

—Sígueme —le dije a Edward un sin mirarlo. Si quería hablar, lo íbamos a hacer a mi manera, en un lugar donde yo me sintiera segura y donde pudiera decir todo sin necesidad de poner un filtro en mi boca.

Ya me sentía molesta por lo que había hecho la otra noche, pero ahora, que me estaba ordenando que hablara con él respecto al tema, me sentía cabreada.

Cuadré mis hombros, enderecé mi espalda y comencé a caminar con la cabeza al frente, podía escuchar sus pasos silenciosos detrás de mí mientras atravesábamos toda la escuela. Abrí la puerta y bajé las escaleras hacia el estacionamiento, pero no me detuve ahí, giré mi camino hacia el bosque, y me adentré un poco a él. Sabía que estábamos lo suficientemente lejos de cualquiera que tuviera curiosidad por nuestra charla, pero me aseguré de seguir viendo el edificio del instituto.

¿Estoy loca por estar sola en el bosque con un vampiro enojado? Si. ¿Estoy dispuesta a darle una paliza? Definitivamente sí. ¿Es probable que yo sea la que acabe con varios huesos rotos? No tengo dudas. Pero, entre más pronto termine esta tortura, mejor.

—Así que ¿ahora vas a hablarme? —pregunté recostándome en el tronco de un árbol, mirándolo. Él estaba de pie, con las manos a sus costados.

—Quise hablar contigo en la mañana —dijo resentido.

—¿En la mañana? —lo pensé un poco. —¡Oh sí! En la mañana que fuiste grosero con todos, incluyéndome.

—Lo lamento —dijo soltando un bufido. Su disculpa no era honesta, pude sentirlo.

—¿De que quieres hablar? —cambie de tema.

—De ayer —murmuró. —¿Dónde estuviste?

Tomé una respiración profunda antes de responderle.

—Ayer, antes de que te marcharas, te mencioné que estaría con Angela.

—Pero no estuviste con ella.

Lo miré detenidamente, su rostro era serio y frio, pero sus ojos eran acusadores.

—Así que ahora resulta que soy una mentirosa —chillé ofendida.

—Yo no dije eso —sacudió su cabeza.

—Escucha —suspiré, —no es mi problema si quieres creerme o no, pero no es justo que yo tenga que pagar por eso. No hice nada malo.

—¿Nada malo? —me gruñó. —¡Me mentiste! Cuando volví por la noche, fui a casa de Angela, todas las luces estaban apagadas y por un segundo mis sentidos se cegaron y creí que ya estarían dormidas, mi sorpresa fue, cuando entre a la casa y ¡no había nadie!

—¡¿Entraste a casa de Angela sin su permiso?! —sentí el aire quemar mis pulmones por el esfuerzo de gritarle. Por dentro me sentí orgullosa de poder mantener mi fachada, si estaba muy molesta, pero me sentí satisfecha cuando él solo se puso en evidencia, y disfrute aún más ver su rostro sorprendido cuando notó el error que había cometido.

Sus hombros cayeron, derrumbando su postura rígida y defensiva que había estado manteniendo todo este tiempo, su boca se abrió un par de veces tratando de hablar, pero no pudo pronunciar palabra alguna. Luche con todas mis fuerzas para evitar que se notara mi sonrisa.

—¿Qué carajos se te pasó por la cabeza cuando hiciste esa estupidez? —caminé unos pasos cerca de él.

—Las palabras altisonantes no son necesarias, —sus labios formaron una mueca. —Estas siendo grosera conmigo.

—¿Y tú? —escupí cabreándome de nuevo... —¿Tenías que ser tan grosero como para entrar a la casa de Angela sin ser invitado? ¿Tú no fuiste grosero conmigo todo este día? Acaso ¿no eres grosero por decirme mentirosa?

Me miró un largo tiempo, su cuerpo se tambaleaba de atrás hacia adelante, pareciendo tener una lucha interna consigo mismo. No sé qué parte ganó, pero soltó un suspiro de frustración y se apretó el puente de la nariz con los dedos de su mano. Yo por mi parte, aun me mantenía recta, haciendo evidente mi molestia hacia sus actitudes y hacia él, aunque estaba comenzando a sentir el frio viendo que se remolineaba a mí alrededor calándome hasta los huesos.

—Solo… —hablo suavemente, —quería asegurarme que estuvieras bien.

Sus ojos dorados miraron directamente a los míos, con ese brillo que me hacía caer en sus encantos, pero esta vez no, sus patéticos intentos por deslumbrarme no le servirían.

—¿No podías llamarme? —pregunté — ¿Un mensaje? ¿¡O enviarme una estúpida paloma mensajera!?

Me miró culpable.

—¿Sabes lo tonto que es esto? —pregunté frotando mi rostro. —Llevamos una maldita semana saliendo, y ya estamos peleando por una completa idiotez.

No me respondió.

—No puedo obligar a que me creas o no, tampoco puedo obligarte a que confíes en mí, pero no me parece justo, que sea yo quien tenga que aguantar toda esa mierda.

No deje que me respondiera, abracé mi propio cuerpo con mis brazos tratando de darme calor, y caminé alejándome de él. Dentro de mi mente estaba rogando que no me siguiera, realmente no tenía ánimos de que nadie me siguiera, quería estar sola. Caminé tranquilamente por todo el estacionamiento, rodeando los autos estacionados, cuando pasé junto al Volvo, me dieron ganas de lanzarle algo para romperle uno de cristales, pero, lamentablemente no traía nada conmigo que me fuera útil, así que me resigné a seguir mi camino.

Salí por el camino que conectaba con la carretera, pasé por un lado, no quería verme envuelta nuevamente en algún accidente con un automóvil que no alcanzara a esquivarme, lo menos que quería en este momento es deberle a Edward de nuevo mi vida por salvarla.

Seguí mi recorrido por la orilla de la carretera, mirando de vez en cuando por sobre mi hombro para asegurarme que nadie me estuviera siguiendo. Sabía que el camino a casa de Charlie era corto, incluso caminando a paso tranquilo eran cerca de 20 minutos, pero eso no me era suficiente. Si iba a casa, era muy probable que todos me buscaran ahí, pero ¿A dónde ir?

Dejé que mis piernas se movieran libremente, pasé unas calles del pueblo y luego me comencé a internar en el bosque. Mis pies se encontraron con un sendero casi imperceptible.

Usualmente en las películas es una señal de que no debes ir por ese camino, pero yo soy como todos los protagonistas de esas películas, así que lo seguí. Caminé mirando a mi alrededor, tratando de recordad señas particulares en los árboles o en las rocas que me mostraran el camino de regreso. No sé cuánto tiempo pasó, pero llegué hasta el bordé del bosque.

Más allá del borde del bosque estaba el mar, mis oídos lo podían escuchar. Volví a avanzar, pero esta vez cautelosamente, no sabía cómo estaba el terreno y no quería caerme al vacío. Noté la línea donde terminaba el suelo firme, era un acantilado que mostraba una extensión del océano que se metía al bosque.

Lo que mis ojos estaban viendo, era sin duda hermoso.

Me senté sobre la húmeda hierba del lugar, recostando mi cuerpo en una de las enormes rocas que adornaban la naturaleza del acantilado. Cerré mis ojos quedándome muy quieta, disfrutando de la sensación del sintiendo el viendo rozar la piel de mi rostro.

Volví a abrir mis ojos después de un tiempo y tome una respiración profunda.

—Hora de ir a casa, Isabella —hablé en voz alta. Quería quedarme aquí por más tiempo, pero no quería que la oscuridad me encontrara en el medio del bosque.

Me puse de pie sacudiéndome la suciedad de los jeans, miré por última vez hacia la escena frente a mí, y me giré caminando por donde había llegado.

Para mi buena suerte, mi táctica de poner atención al camino si funcionó por lo que no me resultó difícil volver a la carretera. Caminé tranquilamente por el pueblo hasta la casa de Charlie. Había llegado a tiempo para prepararle la cena y que todo pareciera normal cuando él llegara.

Me puse manos a la obra y me aseguré de tener todo listo y lavado cuando escuché la patrulla de Charlie detenerse junto a mi camioneta.

—¿Bella? —preguntó abriendo la puerta de la casa.

—¡En la cocina! —respondí. Pocos segundos después apareció en el marco del arco de la cocina.

—¡Eso huele bien! —dijo animado, yo sonreí. Dejó sus cosas del trabajo de lado y se preparó para sentarse a cenar. Mientras tanto, me encargue de servir los platos para ambos.

—Siéntate —le dije poniendo los platos sobre la mesa. Me obedeció en silencio, lo imité pero con menos entusiasmo del que él había atacado su comida.

—¿Qué tal te ha ido hoy? —preguntó en el medio del silencio. Lo miré sorprendida

Vacilé antes de responder, debía ser cuidadosa con lo que decía o podía quedar en evidencia. Había detalles que Charlie no debía saber.

—Bien —respondí cortante. Hizo una mueca

—¿Y cómo te fue con Angela ayer? —preguntó mirándome con una sonrisa tímida. Esa pregunta me animó.

—Estuvo genial —le sonreí. —Anggie me cae muy bien y ambas nos entendemos bien.

—Me alegra que hagas amigos, Bells —su rostro se veía conforme. —Sé que no es sencillo vivir conmigo, pero no me gusta la idea que pases toda la tarde aquí encerrada en la casa. Me gusta que salgas, que te diviertas.

—Si me hubieras dicho eso la semana pasada, te diría que tengo más diversión de la que necesito —me burlé. —Pero creo que ahora no es suficiente.

—Solo ten cuidado —se puso serio de repente.

—¡Oh, vamos! —gruñí con una voz más fuerte de lo que debería. —¿Por qué todos dicen eso?

Charlie me miró sorprendido.

—¡Ya se, ya sé! Sé muy bien que soy torpe, distraída y débil, pero eso no les da él derecho de recordármelo contantemente.

—Isabella —me miró con la seriedad enmarcando su rostro. —Tú no eres así. ¿Por qué de repente sacas esas ideas sobre ti misma?

Lo miré sin saber que responder. Emitió un resoplido, algo entre molesto y preocupado. Sus ojos, muy similares a los míos, me analizaron por unos segundos antes de volver a hablar.

—Yo te lo digo, porque eres mi hija, y mi deber es protegerte.

Lo miré arrepentida por mi hostilidad, se notaba que Charlie hacia un gran esfuerzo para que yo me sintiera cómoda, y sé que está tratando de ser un buen padre. Aunque no se lo diga seguido, sí es un gran padre.

—Bella —se aclaró la garganta. —El mundo que conocemos, allá afuera, no es como todos creen. Es muy peligroso para mí, para ti, para todos sin excepción. Siempre habrá quienes sean más fuertes que nosotros, pero eso no significa que no podemos luchar en contra de la corriente.

Sabía que Charlie tenía razón, lo sabía demasiado bien. Aunque él lo dijera inocentemente, o en base a su experiencia de policía, yo por mi parte, lo sé desde hace tiempo.

—Lo sé, papá —murmuré arrepentida. —El mundo es muy aterrador.

—Bella, solo… prométeme que no vas a dejar que un mundo lleno de mentiras, te haga infeliz.

—Está bien —acepté, insegura de decirle algo más.

Él sonrió satisfecho y se volvió a concentrar en su comida. Cuando terminamos, me aseguré de dejar todo limpio y guardado en su lugar, me despedí de Charlie con la excusa que estaba cansada y subí a mi habitación para tomar mis cosas y darme una ducha.

Cuando volví a entrar en mi habitación, noté que tenía un par de llamadas perdidas de Angela, cinco mensajes de Alice y uno de Jasper. Decidí ignorar los mensajes y llamarle directamente a mi amiga.

—¡Bella! —respondió casi gritándome por el aparato. —¿Estas bien? Ya no te vi después del almuerzo.

—Hola, Ang —saludé. —Sí, después del almuerzo vine a casa.

—¿Él te llevó? ¿Está todo bien?

Me quedé callada.

—Isabella, ¡habla! —me ordenó. Un ruido a mi lado llamó mi atención, me giré sorprendida por el repentino movimiento dentro de mi habitación. Ahogué un grito cuando noté el par de ojos dorados que me miraban curiosos y cautelosos.

—¡Bella! ¿Estás bien? —Angela trató de llamar mi atención, pero, cuando me giré, había lanzado mi celular al otro extremo de la cama. —¡Respóndeme Bella!

Sin despegar la vista del visitante en mi ventana, busque a tientas mi celular.

—Angela, lo siento, debo colgar —hablé tratando de sonar casual.

—¡No! ¡Bella no lo hagas! —su voz salió histérica. —¡Ni se te ocurra colgar la maldita llamada!

—Te llamo después —dije a ninguno en particular y colgué sin darle oportunidad de replicarme.

Él no se había movido ni un milímetro, pero aún me miraba curioso. Me moví con cuidado, acercándome.

—¿Cómo entraste? —le pregunté, deteniéndome cuando quedé al frente suyo.

—Por la ventana —murmuró. Miré la ventana, estaba cerrada, tal cual yo la dejé antes de irme a la ducha. —Te traje tu mochila, la dejaste en el bosque.

—¿Solo viniste a eso? —le pregunté levantando una ceja.

—¿Si? —lo miré mal por su respuesta. —Quiero decir, no, claro que no.

—Vete —le señalé la ventana. —No quiero verte.

—Pero, Bella… —lo corté. Aun no estaba de humor para volver a hablar con él.

—Entraste por mi ventana sin mi permiso —le expliqué. —Si no hubieras entrado de la misma manera a la casa de Angela, esto sería romántico, pero ahora es patético —me crucé de brazos. —Vete, nos vemos mañana.

Me dio una mirada antes de abrir la ventana para saltar afuera de mi casa.


¡Buenaaas noches! ¿Cómo están? ¿Me extrañaron? ¡Yo se que si! Pero, esta bien, para no hacerles sufrir más, aquí esta el capitulo.

Nos leemos después.