Sinopsis:
Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.
(Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)
La historia sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries.
La línea temporal será de cuando se estrenaron las películas y la serie, es decir en 2004/2006, pero, voy a combinar elementos del año real en que se empezó a publicar la historia en 2022. (Solo es por si describo algunos hechos o cosas que en esos años aun no existían o aun no pasaban pero en la actualidad sí)
Disclaimer: Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros. O alguna frase de alguna canción porque me inspiré en ella.
(Isabella POV)
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"Edward odia llegar tarde"
Sonreí maliciosamente por el mensaje de Alice. Podría sacar ventaja de eso, era muy probable que Edward ya haya salido de su casa lo que me dejaría sin tiempo de actuar.
"Va saliendo, tienes 10 minutos"
Sonreí aún más. Me apresuré a marcar el número de Angela.
—¿Hey, que pasa? —respondió casi al instante.
—¿Ya saliste de tu casa? —le pregunté ansiosa.
—No, aun no.
—¿Te importaría llegar tarde hoy? —pregunté casi rogando que aceptara.
—No mucho —habló con voz somnolienta. —¿Qué planeas?
—Yo paso por ti —dije acercándome a la ventana para ver el volvo cuando girara por mi calle. —Bueno, nosotros pasamos por ti.
—¿Nosotros? Espera, ¿Edward? —pregunto sorprendida.
—Si.
—¿Ya no está molesto? —sonó insegura.
—Ahora soy yo la que está enojada —respondí. —Trata de tardarte lo más que puedas en salir, ¿Sí?
Hubo un silencio del otro lado de la línea, hasta que fue interrumpido por una carcajada de Angela cuando comprendió mi plan.
—Aquí los espero —canturreo y colgó la llamada. Volví a recostarme en mi cama, esperando pacientemente a Edward.
Unos minutos más tarde, escuché el motor de Volvo afuera de la casa, seguido de unos golpes en la puerta. En el medio del silencio de la casa, pude notar los pasos de Charlie subiendo la escalera, acercándose a mi habitación.
—Bella —tocó la puerta.
—Adelante —dije conteniendo mi sonrisa. Giré mi cabeza mirando a Charlie de pie en la entrada de mi habitación.
—¿Por qué sigues en pijama? —pregunto asombrado mirando su reloj.
—Se me hizo tarde —me encogí de hombros. Charlie me miró con los ojos entrecerrados, ambos sabíamos que eso no era normal en mí.
—Está, —se aclaró la garganta, —está uno de los hijos del doctor Cullen, esperándote abajo.
Mientras las palabras salían de su boca, sus manos se movían haciéndome señales, me puso sobre aviso de lo que me encontraría al bajar. Ahora fue mi turno de mirarlo sin creer lo que me explicaba.
—Me voy a tardar un poco —dije pensativa. —¿Puedes avisarle?
Charlie hizo una mueca de desagrado, pero de todas maneras asintió girándose para volver escaleras abajo, no sin antes mirarme cuestionándome cual era mi plan. Yo solo me quedé quieta sin mostrar ninguna emoción.
No quería darle pistas a Edward de mi plan. Aunque estaba segura que podía leer la mente de Charlie ocasionalmente, no me quería arriesgar a que hoy fuera la ocasión, además, estaba segura de que había escuchado nuestra conversación.
Me levanté de la cama dispuesta a darme una ducha.
—Bella ya me voy al trabajo. —Charlie habló lo suficiente alto para que yo escuchara. Se escucharon un par de pasos más y luego aun en un volumen alto, dijo: —Suerte muchacho, la vas a necesitar.
Disimulé mi risa en una tos muy mal fingida, cerré la puerta del baño y me puse a lo mío, disfrutado del agua caliente en mi piel. 10 minutos más tarde, abrí la puerta del baño ya cambiada, topándome con un par de ojos dorados.
—Charlie me ofreció esperarte dentro de la casa —explicó suavemente.
Yo asentí, pero no le dije ninguna palabra más. Giré mi cuerpo para volver a mi habitación a terminar de arreglarme, se quedó en la puerta, inseguro si entrar o volver y esperarme abajo. Dejé que él decidiera, yo me dediqué a cepillar mi cabello y a terminar de acomodar las cosas en mi mochila que dejé sobre mi cama.
Antes de bajar me puse mis converse, y me quedé de pie frente a él que se había quedado ahí, sin moverse. Se hizo para un lado, dejándome pasar para bajar las escaleras.
—Olvidé mi mochila —dije cuando sus zapatos tocaron el último escalón.
—Está bien, yo la traeré. —se ofreció, en dos segundos estaba de regreso frente a mí, con mi mochila en su hombro. —Serví un tazón de cereal para que desayunes.
—Está bien —acepté girando mi cuerpo rumbo a la cocina. No pude contener el jadeo que salió de mí, cuando mis ojos se posaron sobre la mesa del comedor. Estaba una bandeja con un tazón de cereal, la jarra de leche y una cuchara, se veía bien acomodada, pero lo que te llamaba la atención era jarrón decorado con un enorme ramo de rosas. Charlie me había avisado, pero no dijo que fuera tan grande.
—Sé que eso no es suficiente para enmendar mi error —murmuró. —Pero es mi manera de decirte que, entiendo tu punto y haré lo posible por que no se repita.
Mi cabeza se movió de arriba abajo, incapaz de pronunciar palabra alguna. Aun me sentía hipnotizada por la belleza de las flores.
—Adelante —me ofreció. —Disfruta tu desayuno.
Su mano empujó mi espalda, llevándome a la silla donde estaba la bandeja preparada con mi comida. Cuando me senté, el maravilloso aroma de las flores inundo mis pulmones, me permití disfrutar del momento, tomando una respiración aún más profunda.
—Gracias —le agradecí. —Son realmente hermosas.
—No lo son tanto como tú —me respondió provocándome una ola de calor que cubrió mis mejillas.
Bajé la mirada sintiéndome avergonzada del elogio, pero acepté su oferta del desayuno. Aunque su gesto era lindo y romántico, aun no estaba perdonado, y mi malvado plan seguía en pie.
Se sentó frente a mí, mirándome con atención, sintiéndome observada, extendí mi cuchara en su dirección, ofreciéndole un poco de cereal, más por cortesía que por voluntad. Por supuesto él se negó mirando con repugnancia la comida, yo solo me encogí de hombros y seguí masticando.
Comí con extrema lentitud, Edward se mantenía tranquilo, pero, aun mi odio humano, podía escuchar el golpeteo ansioso de su pierna. Le di una mirada fugaz, aun no comprendo su desesperación, con la usual velocidad a la que conduce, llegaremos al instituto en menos de cinco minutos.
—Ya terminé —anuncié después de unos minutos. Él se levantó de su silla, recogió la loza sucia, llevándola al fregadero. Me quedé de pie mirando como lavaba todo lo usado. —Iré a lavarme los dientes.
Sin mirarle, subí de nuevo hacia el baño. Abrí el grifo y me lavé los dientes con la dedicación que haría que mi dentista se sintiera orgullosa. Sequé con la toalla mi rostro y mis manos y volví a bajar con cuidado, por ningún motivo bajaría los escalones corriendo, al menos no si quiero llegar completa a mi próximo cumpleaños.
—¿Lista? —preguntó esperándome en la puerta de la casa, de nuevo mi mochila estaba en su hombro, y parecía aliviado de salir de aquí. Sonreí internamente.
No tan rápido Romeo.
—¡Olvidé mi chaqueta amarilla! —me quejé girándome hacia las escaleras de nuevo.
—¿La que estaba sobre la cama? —preguntó dándole una mirada a la escalera. Asentí. —Yo la traeré.
Dos segundos después, se colocó a mis espaldas, ayudándome a colocarla sobre mi cuerpo. Sonreí aliviada al sentir el calor de la tela, al menos hoy no moriría congelada.
—Creo que dejé mi teléfono arriba —murmuré tocando todas las bolsas que mi ropa traía. Edward me miró con pesar, luego su vista se posó en la parte alta de las escaleras y soltó un sonoro suspiro.
—Ahora vuelvo —dijo, en un abrir y cerrar de ojos, apareció en la escalera, estirándome su mano con mi teléfono en ella. Lo tome revisando la hora, aún tenía unos minutos. Pero ¿En qué más podría retrasarme?
—¡La ropa de Angela! —chillé. Edward tiró de su cabello con sus manos.
—¿Dónde está? —me preguntó secamente.
—Es la bolsa azul que dejé sobre mi escri… —no esperó a que terminara de hablar. Fue a mi habitación para traerla consigo.
—¿Es todo? —preguntó desde arriba. Mis labios se estaban curveando dejando en evidencia la risa que me amenazaba con salir, pero hice un esfuerzo por lucir seria.
—Sí, es todo —acepte. Se me habían terminado las excusas para detenerlo más tiempo aquí, ahora es el turno de Angela.
Edward bajó con lo que le pedí, abrió la puerta de la casa y ambos salimos rumbo a su auto. Me subió al asiento del copiloto, subió las cosas al maletero y se subió detrás del volante, arrancando el motor.
Podía notar que su postura era seria, y le daba constantes miradas al Rolex en su muñeca.
—Edward —murmure llamando su atención, sus ojos se posaron sobre mí, animándome a que hablara. Me puse roja. —Le prometí a Angela que hoy pasaría por ella para llevarla a la escuela.
Sus manos se apretaron alrededor del volante con más fuerza de la necesaria. Su necesaria respiración salió de golpe de sus pulmones y me miró como si quisiera lanzarme por la puerta del auto en movimiento.
—Avísale que ya llegamos —fue su respuesta.
—Pero aun no estamos en su casa —fruncí el ceño.
—Llegaré antes de que termines de hablar con ella. —dijo cortante. Yo asentí y marqué el número de mi amiga.
—¿Hola? —la voz de Angela me respondió. —¿Ya llegaste?
—Si —Edward estacionó el auto justo cuando dije la palabra. Angela no me respondió, pero tampoco cortó la llamada.
—¿Crees que tarde mucho? —me preguntó Edward, si mirada impaciente estaba fija en la casa de Angela.
Me encogí de hombros mirando el teléfono con la llamada activa, en el otro lado de la línea, se escuchaban sonidos de cosas moviéndose, de vez en cuando alguna maldición que soltaba mi amiga seguida de un "lo siento".
Minutos más tarde, Angela colgó la llamada y salió por la puerta de su casa. Edward como todo buen vampiro nacido en el siglo pasado, se bajó para abrir la puerta del auto a mi amiga, pero lo que no se esperaba era ver que Angela detuvo su caminar hacia nosotros mirando hacia sus espaldas, revisando la fachada de su casa.
—Lo siento — se disculpó en voz alta. — Olvidé cerrar las ventanas, ahora vuelvo.
Y regresó al interior de su casa con toda la calma que pudo. Cubrí mi boca con mis manos para ahogar la carcajada que me produjo ver el berrinche que Edward comenzó a hacer junto al auto. Podía notar sus hombros subir y bajar por la respiración acelerada, sus puños cerrados al lado de su cuerpo y sus piernas pateando el piso.
Mi amiga volvió a salir, caminó hasta el Volvo con las mejillas rojas de vergüenza.
—¡Casi lo olvido! —dije bajando el cristal de la ventanilla, me estiré para sacar mi cabeza mirando a Edward. —¿Puedes darle la bolsa con su ropa? No creo que quiera cargarla por toda la escuela.
El vampiro me miró con la boca abierta. Hice un puchero lo más tierno que me salió, rogándole con la mirada que hiciera lo que le pedí, soltó un par de bufidos pero asintió, girándose hacia el maletero del auto a sacar la bolsa. Cerró con demasiada fuerza la lámina y avanzó a pasos grandes para alcanzar a mi amiga antes de que se alejara más de su casa.
Angela lo tomó y me dio una sonrisa de agradecimiento, se dio vuelta y regresó al interior de su casa. Por el tiempo que duró dentro, casi puedo apostar que tuvo la dedicación de acomodar cada prenda en su lugar. Edward miró de nuevo el reloj en su muñeca.
—¡Ups! Olvide mi mochila adentro —anunció Angela de pie en el marco de la puerta de la casa. Le dio una mirada avergonzada a Edward y regresó al interior buscando lo que se había olvidado. Un par de ojos dorados me miraron suplicándome que la situación se detuviera.
Angela salió de nuevo casi corriendo. Pasó junto a Edward que seguía de pie a la mitad del camino y casi para llegar al Volvo, decidí hacer mi última jugada.
—¡Angela! —la llamé, ella puso su mirada en mí. —No cerraste la puerta de tu casa.
Apunté detrás de ella. Se giró para mirar su casa que tenía abierta la puerta de par en par.
—No te preocupes, Angela —Edward la detuvo cuando notó que sus piernas se movían de nuevo. —Hace bastante frio hoy, yo la cerraré.
Caminó a un paso humano pero rápido, decidido a cerrar esa puerta y terminar con su tortura.
—Ya vamos tarde —Angela subió al asiento trasero, anunciándome que nuestro plan había salido a la perfección.
Miré mi celular, faltaba exactamente 1 minuto para que el timbre de la primera clase sonara. Y aunque Edward forzara el motor de su auto, el diseño de las calles de Forks y los semáforos para nada sincronizados que había por todo el pueblo, no había manera para que llegáramos a tiempo.
—Será mejor que te pongas el cinturón —le advertí a mi amiga. En cuanto vimos aparecer a Edward en la puerta del conductor, movimos nuestras manos para asegurarnos a lo que sea que estuviera cerca.
Tal y como imaginé, cuando Edward aparcó el volvo en el estacionamiento del instituto, ya todos estaban dentro de clases. Todos menos dos vampiros que nos miraban sonriendo.
La mejor comparación que puedo hacer, para explicar cómo se veía Edward al bajar del auto, es, un perrito chihuahua, de esos pequeños que se la pasan ladrando y temblando de los nervios. Hasta creo que tenía un TIC en el rostro.
Angela y yo nos bajamos en silencio, con la cabeza agachada, como si nos acabara de regañar.
— ¿Llegamos muy tarde? —pregunté inocentemente cuando nos encontramos con la pareja que nos esperaba en la entrada.
—Ya no alcanzan la primer clase —Alice respondió mirando a Edward. Él respondió con un gruñido, nos rodeó rápidamente y se alejó caminando furiosamente al bosque. Jasper nos ofreció una mirada de disculpa y siguió a su hermano.
—¿Y si vamos al jardín a esperar la siguiente clase? —ofreció Angela. Alice saltó entusiasmada y comenzó a tironear de nosotras.
—Voy al baño —anuncie. Ambas asintieron. —Las alcanzó allá.
Abrí la puerta del edificio, y caminé buscando mi objetivo. Traté de mantenerme calmada para llamar su atención lo menos que me resultara posible.
Detrás de nosotras, se desenvolvía una conversación que llamó mi atención.
—No entiendo porque estas tan molesto —la voz de Jasper llamó mi atención. Detuve mis pasos, estaba cerca de una de las puertas que daban al jardín, ellos sonaban cerca, así que debían estar del otro lado.
—Sabes que odio llegar tarde —la voz molesta de Edward me sobresaltó.
—Tú lo causaste, asume las consecuencias. —Jasper escupió. —Crees que debes defenderla de todo el mundo, y quizás sí, pero definitivamente Bella se puede defender sola de ti.
—Sabes que yo solo quiero mantenerla a salvo —Edward suspiró.
—Es humana, Edward, tarde o temprano algo le va a pasar —ahora Jasper hablaba seriamente. —Sabes que tienes que hacer para salvarla de eso.
Deje de escuchar después de eso, no quería meterme en ese tema aun. Di la vuelta para salir por otra de las puertas y encontrarme con las chicas.
—¡Aquí estamos! —Alice levantó la mano llamando mi atención como si no fueran las únicas que estuvieran afuera.
—Hora de entrar —Jasper llamó nuestra atención, haciendo que detuviera mis pasos miré su rostro asomado por la puerta haciéndonos señas para acercarnos.
Cada uno se fue a sus clases, bueno, en realidad compartíamos casi el mismo horario y siempre tuve a alguien haciéndome compañía.
—¡Bella, Angela! —la voz chillona de Jessica llamó nuestra atención cuando estábamos haciendo fila para el almuerzo. Se acercó a nosotras sonriendo con su clásico entusiasmo falso.
—Hola Jess —ambas saludamos.
—¿Qué planean hacer esta tarde? —nos preguntó dándole una mirada a la mesa donde la mitad de los Cullen nos esperaban. Nosotras seguimos su mirada, recibiendo unas miradas hostiles.
—Preparar la cena de Charlie —respondí encogiéndome de hombros.
—Limpiar la casa —respondió Angela en tono pensativo.
—¡Ay por favor, eso es aburrido!
Angela y yo nos dimos una mirada.
—¿Perdón por tener vidas aburridas? —dije más en tono de pregunta que disculpándome.
—¡Deberían salir más! —Jess nos dio un leve golpe.
—¡La Push, nena! —Erick apareció detrás de Jessica. Solté una risa y lo miré mal, —Ya se Bella, suena ridículo.
Me sonrió recordando lo que le dije la última vez que me hostigaron para ir a la Push. Yo asentí aun sonriendo.
— ¡Ya casi no pasamos tiempo juntas! —que quejó Jessica. —¡Hay que hacer un pequeño viaje de fin de semana!
—Jessica, es miércoles —Angela la miró como si le hubiera salido un tercer ojo.
—Bueno, de media semana —Jess rodó los ojos.
—Podríamos hacer una fogata —le ofrecí a Angela. Recordé las palabras que Charlie me había dicho la noche anterior, hoy estaba dispuesta a hacerle caso y divertirme más.
—¡Esa es la actitud! —Eric gritó emocionado. Se giró a la mesa donde mis amigos humanos estaban reunidos. —¡Mike! ¡Las chicas quieren hacer una fogata en la playa!
—¡Estoy para complacer! —respondió el aludido, hice una mueca cuando capté el doble sentido de sus palabras, creo que no fui la única, porque todos los que estaban en la mesa, comenzaron a arrojarle comida.
—Eres un idiota —le dijo Eric, volviendo a su silla.
—Saliendo de clases nos vamos —Jess preguntó, o más bien lo afirmó. Ignorando lo que sucedía en la mesa detrás de ella.
—No traje mi camioneta —le respondí. —Angela tampoco trae su auto, se vino conmigo.
—No importa, nos vamos en mi auto —nos guiñó un ojo. —De todos modos, yo era la única que iba a conducir sola.
—Bien —respondimos ambas. Jessica nos sonrió complacida por su labor de convencimiento, y regresó a su mesa.
—Algo trama ¿Sabes? —me preguntó Angela mientras escogíamos nuestra comida.
—Dame paciencia —dije mirando hacia el cielo con dramatismo.
—La vas a necesitar —susurró mientras caminamos de regreso a la mesa con los demás.
—¿Irás a la Push? —el hermano de Edward, el que parecía más intimidante me preguntó. Lo miré sin saber que decir. —¿No temes meterte a la boca del lobo?
Edward le envió una mirada asesina.
—Bella, ellos son Emmett y Rosalie —Alice nos presentó. Los miré murmurando un "encantada". El grandote me dio una sonrisa, pero la rubia me recorrió con la mirada y se giró alejando su vista de mí.
—¿Tienes que ir? —Edward me preguntó cuándo me senté junto a él.
—Hace mucho que no salgo con mis amigos —me encogí de hombros.
—No vayas —su voz salió rudamente. Todas las miradas se posaron sobre él.
—¿Disculpa? —pregunte impactada.
—No vayas allí —repitió.
—¿Por qué? —lo reté.
Tomó una profunda respiración. —No es un lugar para ti. No debes ir ahí.
—¿Y quién me lo va a impedir? —levanté una ceja. —Voy a ir a la Push, porque quiero, porque puedo y porque se me da la gana.
Me crucé de brazos alejando mi vista de él.
Jasper fue el primero en romper el silencio. —Tengan cuidado en la Push
Asentí, y me levanté de mi asiento. No les dije nada, salí de la cafetería caminado al salón de la siguiente clase. Pasé el resto del día ignorando a los Cullen.
A la hora de la salida, Angela y yo caminamos para encontrarnos con Jessica. Edward estaba esperándome a un costado de la salida. Le di una mirada a Ang para que siguiera caminando, ella no dijo nada, pero supe que había entendido el gesto.
—¿Qué sucede? —me removí, incomoda.
—Solo, ten cuidado, por favor —me rogó. Analicé su rostro en busca de una emoción que me dijera que esas palabras eran honestas.
—Tranquilo —suspiré. —No me pasará nada.
—Eso espero. —respondió. Con la yema de sus dedos, recorrió el contorno de mi mandíbula, ofreciéndome una caricia.
—Te llamaré cuando vuelva a casa —dije. —Quizás puedas pasar la noche espiándome como lo has estado haciendo.
Traté de bromear, al parecer funcionó porque sus labios se torcieron en una sonrisa.
—¿Qué más haría, si no?
—Debes contarme que es lo que he dicho, sé que hablo dormida —murmuré avergonzada.
—Estaré esperando tu llamada —con eso sellamos la promesa.
Jessica me llamó desde el costado de su auto.
—Ve —Edward ladeo su cabeza. —Diviértete.
Sacudí mi cabeza afirmativamente, caminamos juntos hasta la mitad del camino. Él se subió a su auto y yo me apresuré para subirme al de Jess.
"Lo mantendremos ocupado hasta que le llames. J y A"
Sonreí complacida leyendo el mensaje de mi celular.
"Pd. Abre la ventana y espera 20 minutos antes de llamarle, si no funciona, haremos que se retrase."
¿De qué carajos hablan?
—¡Vámonos! —Jess gritó animada. Nos distribuimos en los autos y arrancamos para nuestro viaje de media semana a la playa.
30 minutos más tarde, habíamos llegado a un buen lugar para pasar la tarde.
—¡Bella! —Jake apareció sonriendo. Venía acompañado de Quil y el pequeño Seth.
—¡Jake! —lo abracé entusiasmada. —Qué bueno que te dejas ver.
—Lo mismo digo —dijo mirándome. —¡Hey chicos!
Los demás le devolvieron el saludo. La última vez que estuvimos aquí, todos mis amigos parecieron llevarse bien con los chicos de la Push.
—Escuchamos que tendríamos visitantes y les preparamos un lugar en la palaya de la reserva. —Quil ofreció. —Hay mejores olas para surfear.
—Y pusimos la red para jugar —Seth gritó emocionado.
—Con eso me tienen a sus pies —dijo Tyler chocando las palmas con Quil. Todos seguimos a los chicos a la playa que nos indicaron y tal como prometieron, estaba todo listo. Cada uno de nosotros, se enfrasco en una tarea diferente, Jessica, Mike Lauren y Eric fueron por sus cosas para surfear, Tyler y Ben comenzaron a jugar Voleibol con Seth y Embry.
Jacob y Quil fueron por leña para hacer la fogata.
—Tú debes ser la famosa Bella —una mujer se acercó sonriéndome. —Soy Emily, la esposa de Sam.
—Hola —dije sonrojada por sus palabras.
—Hola, soy Angela —se presentó mi amiga sonriendo tímidamente.
—¿Por qué no vienen adentro y me ayudan a preparar la comida? —no ofreció, nosotras aceptamos y la seguimos al interior de su casa.
—¿Qué no debes estar trabajando? —le pregunté a Charlie cuando lo vi sentado en un sofá de la casa, charlando animadamente con Billy.
—No molestes niña —respondió.
—Hola Billy —saludé al otro hombre. Me devolvió el saludo con una sonrisa.
—¿Tu qué haces aquí? —preguntó Charlie.
—Te dije por teléfono que hoy sería una adolescente normal que se embriaga con sus amigos en una fiesta en la playa.
—Ay si como no, Bella —se cruzó de brazos. —Yo tuve que organizarles la fiesta.
—Mejor aún —sonreí.
Cuando veníamos de camino a la Push, había llamado a Charlie para avisarle que no estaría cuando él llegara, pero mi sorpresa fue que él ya había sido invitado más temprano a la parrillada que tendrían los chicos de la Push. Él había sido el que alertó a Jake y a los demás de nuestra visita.
—Bella, ¿puedo hablar contigo? —Sam, el joven alto y moreno con pose de luchador, apareció detrás de Billy, su voz fue amable, pero a la vez tenía un todo que te obligaba a obedecerle.
—Claro —dije aclarándome la garganta, buscando mi propia voz.
Con un gesto de su cabeza me hizo una señal para que lo siguiera, atravesamos la casa, saliendo por una puerta al patio trasero, seguimos caminando un poco más lejos que eso hasta encontrar una construcción que parecía un garaje. Nos detuvimos en la entrada, y me giré cruzándome de brazos para mirarlo esperando que hablara.
—Lamento interrumpir el tiempo con tus amigos —habló con culpabilidad. —No lo habría hecho si no fuera importante.
—Está bien —respondí insegura del rumbo que llevaría la conversación.
—Sé que, tú y uno de los Cullen, pues, ustedes —tartamudeo. Le di una mirada divertida, era extraño ver a un tipo tan alto y con apariencia imponente, verlo tan vulnerable.
—Nosotros, Cullen y yo, estamos saliendo —le ayudé. El asintió con alivió cuando evitó pronunciar la frase.
—Sí, eso. El asunto es que yo debo cuidar a mi gente —me explicó, —Charlie y tú son considerados parte de la tribu y es mi deber como el jefe, asegurarme que estén a salvo.
—Oye, apreció el gesto —dije deteniendo sus palabras. —Pero los Cullen no deberían preocuparte, no me lastimarán.
—No a propósito —gruñó. —Bella, de verdad deberías alejarte de ellos, no son lo que tú crees, ellos…
—Sé lo que son, Sam —me confesé. —Sé los riesgos que implica.
Me miró sorprendido, luego, su expresión cambió a una de comprensión seguida de la furia.
—Fue Jacob ¿verdad? Ese niño no sabe mantener la boca cerrada.
—No toda la culpa es de Jacob —lo defendí. —Yo ya conocía algo del tema y las leyendas me ayudaron a terminar de comprender el secreto de los Cullen.
Un leve movimiento de cabeza me indicó que entendía lo que le decía.
—¿Has visto algo extraño últimamente? —me preguntó.
"Si Sam, he visto a un vampiro de procedencia desconocida, a una bruja, he visto a un vampiro frio hacerme berrinches".
—No —respondí evadiendo su mirada. —¿Por qué?
—Hace unos días, andábamos patrullando por el bosque, y nos encontramos con un hombre…
—¿Un hombre? —grité sin querer.
Por favor que no sea quien estoy pensando, por favor que no sea el hombre que estoy pensando.
—Sí, a simple vista era un humano común —su voz salió pensativa.
—¿Cómo era? —sentía mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Aun seguía rogando en mis adentros, que no fuera la persona que estoy pensando. No quiero imaginarme un enfrentamiento con los lobos.
—Pálido como tú, pero no tanto como los Cullen —comenzó a describirlo. —Era muy guapo ¿sabes? Alto, atractivo, de cabello negro como toda su ropa ese día, sus ojos eran azules y…
—¿Azules? —grité de nuevo.
—Sí, azules. Bella ese no es el tema —me miró extrañado. —Cuando lo descubrimos, pensamos que era un humano que se había perdido, pero de repente, corrió muy rápido y cuando tratamos de detenerlo, no pareció humano. ¡Y sabía lo que somos!
—¿Lo atacaron? —pregunté deteniendo sus divagaciones. Necesitaba saber que había pasado con él.
—No, nadie ataco a nadie —Sam se encogió de hombros. —Solo hablamos y llegamos a un acuerdo.
—¿Qué clase de acuerdo?
—Que ninguno causaría problemas —sonrió feliz por el trato que había hecho. Supongo que él estaba conforme con tener que lidiar con un problema menos.
—Creo que, eso está bien —murmuré sin saber que decir.
—Si algo pasa, si llegas a ver algo extraño, o si Charlie y tú se sienten en peligro, por favor Bella, avísame.
Me miro, suplicándome con la mirada que siguiera sus órdenes.
—Estaré alerta —respondí, eso era todo lo que podía ofrecerle. Sam pareció conforme, y me arrastró junto a él para volver a la casa.
Angela me miró en cuanto volví a la cocina junto a ella y Emily. Sus ojos me hicieron una pregunta silenciosa, yo solo embocé una sonrisa, dándole a entender que todo estaba bien. Les ayudé a preparar un bowl gigante de ensalada mientras ellas terminaban lo que habían comenzado en mi ausencia.
Más tarde, salimos de la casa, acompañadas de la manada que nos ayudaba a cargar toda la comida, Charlie y Billy ya se habían encargado del asador, y los gritos de felicidad cuando pusimos la comida en la mesa no se hicieron esperar. Todos estábamos muy hambrientos.
Después de eso, los hombres se encargaron de traer los autos cerca para acceder más fácil a ellos cuando quisiéramos irnos. Pero esas ganas nunca llegaron, el resto de la tarde pasó entre bailes, juegos, bromas y risas causadas por anécdotas que contamos alrededor de la fogata. Nadie se preocupaba por la hora, mucho menos por ir a casa.
—Oigan, oigan —Charlie llamó nuestra atención. —Me encanta verlos tan divertidos, pero en cerca de la una, y todos tienen clases mañana.
Un quejido grupal fue lo que recibió en respuesta.
—Los que somos de Forks, hay que irnos —nos miró a todos los nombrados. —Con cuidado, no quiero recibir llamadas de sus padres en la mañana.
Por supuesto que todos le obedecieron, ninguno de mis amigos se atrevería a contradecir al Jefe de la policía de Forks. Cada uno se subió al auto en el que llegaron, y se marcharon a su casa, con las respectivas recomendaciones de Charlie.
—Jessica, ve a casa —Emily la miró. Estaba ayudándonos a recoger todas las cosas que se quedaron regadas por ahí. —Nosotros recogemos todo, es tarde para que andes sola por la carretera.
—Bella y yo llegamos en el auto de Jessica —explicó Angela.
—Las puedo esperar —Jess sonrió y siguió con su labor.
—Nada de eso —Charlie le quitó la bolsa que traía en las manos. —Vayan las tres a casa, yo me quedaré a ayudar a recoger todo.
Angela miró avergonzada a todos, Jess también dio una mirada a su alrededor, insegura si debía irse o esperar a que estuviera todo recogido. Emily las miró sonriendo y las empujó al auto de Jessica, todos les aseguraron que podíamos irnos con tranquilidad.
—Oye, Bells —Charlie me detuvo cuando las seguía. —Vayan a casa con cuidado, me llamas cuando estés segura que Angela y Jessica están a salvo en su casa.
—¿Te quedarás aquí? —pregunté. El asintió. —Bien, te llamo en un rato.
Las chicas y yo nos subimos al auto despidiéndonos de todos. Jessica se aseguró de conducir con cuidado, pero las tres íbamos muy animadas hablando de todas las cosas graciosas que habían pasado en la Push.
—¡Espera! —grité mirando al frente. —¡Detente! ¡Frena!
Jessica me hizo caso, pisó el freno a fondo, causando que los neumáticos rechinaran contra la carretera. Angela gritó y se aferró al asiento del copiloto, yo me sostuve de ambos asientos, cerrando mis ojos para no ver.
—¡¿Qué carajos te pasa Isabella?! —Angela me gritó. Abrí mis ojos, les di una mirada rápida a amabas, para asegurarme que estuvieran bien.
—¿Qué sucede? —Jessica miró por todos sus espejos, en busca de lo que me había alertado.
No respondí. Me estiré lo más que pude, no podía ser, ¿o sí?
—¡Bella! —ambas me gritaron. Apunté con mi dedo al frente. Ellas siguieron con la mirada la dirección en que les indiqué. Ambas soltaron un jadeo cuando lo vieron.
—¿Creen que esté…? —Angela preguntó.
—No se mueve, ¿O si? —Jessica estiró el cuello lo más que pudo.
—De-deberías bajar a revisar —golpeé el hombro de mi amiga.
—Que vaya Jess, ella casi lo atropella —dijo empujando a la nombrada. El rostro de nuestra conductora se volvió una máscara de pánico, y comenzó a sacudir la cabeza negando a nuestra petición.
—Jessica —me aclaré la garganta. —Ve a revisar, quizás necesita ayuda.
Eso pareció convencerla, asintió y se quitó el cinturón con las manos temblorosas. Abrió la puerta del auto y nos miró, insegura, Angela y yo le dimos una sonrisa de valor. Ella trató de sonreír de regreso, pero solo forzó en sus labios una mueca.
Se bajó del auto muy despacio, caminó junto al auto y se acercó lo más que pudo.
—¿Por qué la bajaste del auto? —preguntó Angela, sin despegar su vista de la rubia falsa. No le respondí, estiré aún más mi cuello, tratando de tener una mejor visión de los hechos.
—Señor —la voz de Jessica llegó a mis oídos, su voz temblaba, incluso a la distancia se podía escuchar. —¿Está usted bien?
El bulto negro en el medio de la carretera, se movió, causando que las tres nos sobresaltáramos.
—¿Qué le paso? —Jessica preguntó a la par que yo. Angela me miró confundida.
—Me perdí.
—Está a la mitad de la carretera —le explicó Jess.
—No me refería a eso —dijo mientras se enderezaba. Yo ahogue un gemido.
—Es, es el hombre, el vampiro que, es él, el que… —tartamudeé. Angela me miró sorprendida, asomó la cabeza por la ventanilla del auto para poder ver mejor al hombre.
—Resulta que perdí el camino —se quejó. Su voz sonaba distorsionada, pero aun así sonaba como la más hermosa melodía que había podido escuchar alguna vez en mi corta vida. —Es algo existencial.
—Hay que alejar a Jessica de él —Angela me miró preocupada.
—Puedo distraerlo, y tu te llevas a Jessica al pueblo —dije trazando un plan rápido en mi mente.
—Pero ¿y tú? —me miró preocupada. —No me gusta la idea de dejarte a solas con él.
—Estaré bien —le aseguré. —Si hay problemas puedo llamar a Edward o a Jasper.
Angela me analizó un par de segundos, aun no le gustaba la idea, pero aceptó.
—¿Necesita ayuda? —escuché a Jessica preguntar, Angela abrió la puerta del auto, lista para intervenir. Él levantó una botella que traía en su mano, y de un solo sorbo la vació. Si es que llego a tener buena suerte, puede que esté lo bastante ebrio, como para no acertar al momento de morderme una vena.
—Pues, creo que sí ¿Me ayudas? —su voz salió hipnótica, tratando de atrapar a Jessica. Para nuestra suerte, ella fue inteligente y nos miró, en busca de alguna señal que le diéramos sobre qué hacer con el extraño moribundo.
—Déjalo ahí, está ebrio —le gritó Angela.
—No —su voz varonil se quejó arrastrando la palabra, miró hacia nuestra dirección, pero las luces encendidas del auto evitó que notara nuestros rostros. —Bueno sí.
—¡Vamos Jess! —Angela le hizo señales para que se acercara —¡Hay que irnos ya!
Por primera vez desde que la conozco, Jessica hizo algo prudente, rodeo al hombre evitando pasar cerca de él y volvió al auto casi corriendo.
—¡No, no, no! ¡No te vayas! Si necesito ayuda.
Aguanté mi sonrisa al verlo tan desesperado. Abrí la puerta de mi lado y me bajé tratando de controlar el ataque de adrenalina que estaba sintiendo por dentro.
—Deberías llamar a Charlie —Jessica me dio una mirada antes de subirse a su asiento.
—¿Segura? —Angela la ignoró y se volvió a concentrar en mí.
—Si —afirmé. Después hable en un tono más alto para que Jessica escuchara también hablé: —Yo le marco para que venga a recogerlo —miré al ebrio desesperado. —Quizás en la comisaria le den la ayuda que quiere.
Ambas se rieron por mis palabras. Angela volvió a acomodarse en el asiento del copiloto, y le indicó a Jessica que arrancara el auto, ella pareció feliz de obedecerla y desaparecer de este lugar. Sacudí la palma de mi mano, despidiéndome de ellas mientras me alejaba un poco para que pudieran moverse.
—¡Mejor me hubieras pasado encima! —casi puedo apostar que escuché como su garganta se desgarraba con esas palabras. —¡Mátame! —gritó abriendo los brazos, pero por supuesto que las luces traseras del auto de Jess no le responderían nada. —¡Así se acabaran mis problemas! ¡No valgo nada! ¡Ya no tengo a nadie que le importe mi vida!
—¡Ay pero que dramático! —me burle de su ataque de dramatismo. Su cabeza se giró a buscarme, pero yo me di la vuelta, alejándome un poco para prepararme mentalmente para volverlo a ver.
—No te vayas —escuché el sonido de sus pisadas siguiéndome. Me estremecí cuando sus manos se posaron sobre mis hombros, pero hubo un sonido que provino del bosque que rodeaba la carretera, traté de forzar mi vista buscando al causante, pero la oscuridad me lo impidió.
—No quiero problemas —hablé en voz alta, tratando de que, en el caso de que los lobos sean los que estén acechando el bosque, me escucharan.
—Al igual que yo —dijo él en tono de queja. —Pero solo tengo unos pocos.
Inevitablemente me reí. Nadie quiere problemas, pero todo los tenemos.
—¿Sabes? Yo tengo un secretito que nunca le he dicho a nadie.
"No me digas Sherlock" dije en mi mente.
—¡Es uno enorme! ¿Pero cuál es el maldito punto? Eso no cambia nada, no me voy a hacer bueno.
"¿Ahora se quiere redimir?" pensé.
—Pero ¿y si adoptas perritos? —pregunté. Quizás podía ser como los villanos de las películas, que dejaban de lado todo lo malo en sus vidas para poder crear un refugio de animalitos.
—¡No! —grito ofendido. —No seré lo que el mundo quiere que sea.
Asentí orgullosa. —Tú muy bien —dije de acuerdo con que al menos uno de nosotros hiciera su vida con libertad
—¡No voy a ser lo que ella quiere que sea! —gritó con aire renovado.
—¡Así se habla! —dije contagiada de su emoción. Un momento, ¿ella? ¿Quién es ella?
—Esto es lo que soy —se apuntó a sí mismo. —Escucha, este es mi maldito secreto, puedo romperte el cuello ahorita mismo y sería feliz, o puedo dejar que te vayas, y también sería feliz. ¿Tu cual eliges?
Sopesé sus opciones. ¿Me voy y dejo que los lobos se aprovechen de la ventaja que tienen solo porque el hombre de negro está ebrio? O ¿Me quedo y espero a que me rompa el cuello mientras drena por completo la sangre de mis venas y así me evitó la discusión que Edward debe estar planeando por la hora en la que regresaré a casa? Ambas opciones son muy tentadoras.
—¿Qué no me escuchas? —preguntó confundido.
Claro que lo escuchaba, no estaba sorda, pero aun no decido cual opción me conviene más.
—Te hice una maldita pregunta —sus manos volvieron a posarse sobre mis hombros, girándome con brusquedad. Su rostro cuando me vio fue todo un poema, esperaba a cualquier persona en este mundo excepto a mí.
—¡Maldito destino hijo de perra! —abrió la boca con me soltó y sacudió su cuerpo con molestia— ¿Tan jodida es mi suerte?
¿Me estaba preguntando? ¿Era una pregunta retórica? ¿Qué no le enseñaron las reglas básicas de cortesía? Cuando te encuentras a alguien que conoces y que llevas tiempo sin ver, por lo menos le saludas antes de quejarte.
—¡Wow! no pensé que te alegrarías tanto de verme —rodeé los ojos.
—Espera, ¿Dónde estamos? —miró a ambos lados de la carretera. La falta de señalamientos causaba una confusión entre los que no conocían la ruta.
—A la mitad de la carretera, cerca del pueblo donde vivo. —dije risueñamente lo obvio. Miró de un lado a otro, como si tratara de encontrarse a sí mismo en el mapa, lo observé en silencio, parecía estar en un debate interno consigo mismo, tenía mucha curiosidad, pero si le comenzaba a hacer preguntas, era probable que rompiera mi cuello para silenciarme, y honestamente, aun no decidía que opción era mejor.
Una gota de lluvia rozó mi mejilla, miré hacia el cielo, ya no se veían las estrellas como cuando salimos de la Push, ahora se notaban unas densas nubes que indicaban que en cualquier momento, se desataría una tormenta.
—Sí, así de jodida es mi suerte —su suspiro me sacó de mi mente. Baje la mirada para mirarlo y deleitarme de la clásica decepción que siente la gente cuando comienza a llover en un día horrible que han vivido, pero mi sorpresa fue que no encontré su mirada azul donde debería. Estaba recostado en el suelo, ya húmedo por la lluvia, su rostro era una completa mascara de sentimientos negativos.
—¿Problemas en el paraíso? —preguntó mientras me recostaba a su lado. Un gruñido salió de su garganta, respondiéndome. ¿Había dado en el clavo? —Tu mal genio sí que es un problema —me quejé.
—Tengo muchos problemas —su voz grabe fue monótona. —Pero todos los hombres tenemos un límite.
—Yo tengo hambre —dije sin pensar.
—¿Qué no me estas escuchando? —preguntó visiblemente cabreado.
—¿Alguno de tus problemas, los puedes solucionar estando aquí, conmigo? —enderecé mi espalda, imitando su movimiento, ahora ambos estábamos sentados, mirándonos.
—No —respondió bajando los hombros.
—Entonces —susurré pensando en las posibilidades que podía ofrecerle. De todos modos ya estaba aquí, lidiando solo con sus problemas, y yo necesitaba ir a casa para poder llamarle a Charlie. Me puse de pie, estirando mi mano en su dirección. —Vámonos.
—¿A dónde? —me miró confundido por mi reacción.
—A donde sea —se encogió de hombros, cualquier lugar era mejor que estar en el medio de la nada. Sus ojos brillaron con picardía. —No seas idiota —le di un golpe en el hombro. —No quiero seguir aquí en el medio de la nada pareciendo loca.
—Dolcezza —acercó su rostro a mí. El tono en el que pronunció esas palabras hizo que mis piernas temblaran, sentí que me derritió por completo. —Ya vives en el medio de la nada, hay que estar bastante loca para hacer eso.
—Imbécil —bufé, su rostro se iluminó con una sonrisa.
Controlé mis labios para evitar mostrarle la sonrisa que me amenazaba con salir, en su lugar, comencé a caminar por la carretera, en dirección al pueblo. La lluvia ya estaba cayendo con más fuerza, y yo era la única que podría morir si me daba neumonía. Mi oído me dijo que nadie me estaba siguiendo, ¿se fue?
Me giré buscándolo con la mirada en el medio de la oscuridad.
—Ven, vamos —silbé, —sígueme.
—¿Eres tonta o qué? —de repente apareció frente a mí, causando que me sobresaltara. —Yo no soy perro de nadie como para que me estén silbando.
Lo tomé de un brazo para jalarlo conmigo, hasta que no me sintiera segura en mi casa, él era lo más seguro que tenía. Pero el idiota no se movió.
—Pues, parece que tu vida amorosa y tu existencia sí están de perros.
Mi comentario lo doblegó, haciendo que su cuerpo fuera tan liviano como una pluma. Sus pasos se emparejaron con los míos, pero aun seguía dentro de su mente.
—¿Qué tan lejos estamos? —
Lo pensé un poco, la realidad es que la Push no estaba lejos de Forks, Jessica ya había conducido bastante rato antes de que nos detuviéramos —¿En auto? Como 15 minutos.
—Puedo presumir que asusté a tu medio de transporte, ¿Correcto? —dijo refiriéndose a mi amiga.
—Sip.
—¿Caminando cuánto tiempo nos va a tomar? —preguntó con curiosidad.
—¿A mi paso? —Pregunté sopesando las opciones —¿O al tuyo?
—Chica lista —dijo con voz alegre. Sonreí por el recuerdo que me trajo esa frase.
Hice mis cálculos mentales para responder a su pregunta. — A mí paso son ¿Tres horas? Quizás más
—Puff, ¿Y a mi paso?
Mi cerebro volvió a sacar los datos necesarios para hacer los cálculos, pero de repente me vi envuelta en un par de brazos que cubrían del viento y de la lluvia que ya se hacía más persistente. Cerré mis ojos tratando de no marearme, a mi cuerpo no le gustaba la idea de viajar a tanta velocidad.
De repente me soltó, lanzándome dentro de mi habitación. Por supuesto que no estaba preparada para ese movimiento, y no alcancé a sostenerme de nada que evitara que mi cuerpo causara un golpe cuando chocó con el suelo.
—Ouch, idiota —me quejé del dolor. Me sobé el trasero mientras me ponía de pie, —Me dejaste caer.
—No me dejas entrar —parecía que trataba de explicarme las razones de su repentino acto de idiotez. —Si lo haces, puedo ayudar a quitarte esa ropa húmeda, recostarte suavemente en tu cama, hacer que entres en calor y tomarte…
Necesitaba hacer que dejara de hablar antes de que tomara enserio su oferta. Como la noche pasada que nos vimos, le lancé lo que estaba junto de mí, de nuevo fue uno de mis zapatos. Su mano se levantó evitando que el objeto tocara su rostro.
—¿Te divierte hacer eso? —rodó los ojos mientras gruñía.
—¿Te divierte ser un asno? —pregunté irritada. Ambos mantuvimos un juego de miradas asesinas, esperando a que alguno de los dos hiciera o dijera una estupidez para comenzar una guerra. De repente, la situación se volvió cómica y ambos nos rompimos en carcajadas.
—No me vas a dejar entrar —no fue una pregunta, pero de todos modos negué. —Chica lista.
—¿Qué haces aquí? —pregunté sacando la curiosidad que tenía desde hace rato.
—Mi vida es una mierda —respondió al instante. Después su mirada se perdió—Tuve que… tuve que matar a una amiga.
Lo miré sorprendida. Es razonable que los vampiros maten, después de todo es su naturaleza, pero, ¿de verdad deben matar a alguien importante para ellos? Son vampiros, no son cosas sin sentimientos, aunque quieran parecer que no sienten, siempre va a existir una emoción que los haga volver.
—Ella, estaba sufriendo —comentó mientras se acomodaba en el marco de la ventana dejando de mirarme. —Su dolor era demasiado, y yo, yo tenía que…
Su voz se quebró, y pude notar que él también se rompió. Esa máscara de indiferencia que luchaba por mantener, se rompió, y me permitió ver a ese hombre que se esconde detrás del vampiro sanguinario. No pude contenerme, mi cuerpo actuó por sí mismo, rodeando su cuerpo tanto como el largo de mis brazos lo permitieron.
Su cuerpo se tesó, pero terminó por aceptar mi miserable muestra de consuelo. Gracias a que él estaba por afuera de la ventana, tuve que sacar mi torso para poder abrazarlo, rápidamente la lluvia terminó de mojar mi ropa y mi piel descubierta. El aire frio que soplaba a nuestro alrededor, envolvió mi cuerpo haciéndome temblar por la sensación de frio.
—Deberías ir a cambiarte —murmuró. Con la poca fuerza de voluntad que me quedaba, me separé de él.
—Te vas a ir ¿Verdad? —le pregunté sin alejarme completamente.
Sus ojos azules mi miraron, hipnotizándome, atrayéndome a ellos, deseando verlos por el resto de mis días. El sonido de un celular causó que pegara un salto y saliera del trance.
Él buscó en los bolsillos de su pantalón, y contestó la llamada sin dejar de mirarme.
—¿Dónde demonios estas? —con el grito que provino desde el otro lado llamó mi atención. —Carajo, Damon, tenemos una situación aquí que requiere atención y tú te desapareces por cuatro malditos días.
¿Lleva 4 días desaparecido? Un momento ¿Cuánto tiempo llevaba aquí en Forks?
—¿Qué ocurre? —pregunto dándome una mirada.
—No pude hablar con Isobel —el hombre al otro lado de la línea se quejó. El nombre mencionado llamó mi atención, me incliné tratando de escuchar mejor la conversación. —Pero…
—Pero ¿qué? Stefan —mi acompañante cambio drásticamente de humor, ahora su cuerpo daba todas las señales de que estaba muy cabreado. Al menos yo ya estaba enterada de que la persona del otro lado de la llamada se llamaba Stefan, pero, ¿Quién es Stefan?
—John está aquí —el tal Stefan ofreció esa explicación como para cubrir sus culpas.
Yo miré al hombre junto a mí, si antes estaba cabreado, ahora estaba cabreado y exasperado. Una muy mala combinación. La verdad, yo también me sentiría de la misma manera.
—¿Ese fue tu gran plan para salvar a Elena? —escupió al teléfono. — ¿Volver a llevar a John Gilbert?
No, me, jodas.
Miré en dirección al celular, mis manos temblaron con las ganas de tomar al mentado Stefan del cuello y obligarlo a que me cuente todo lo que sabía al respecto. Si estoy en lo correcto, Charlie y yo estaríamos en problemas. Un momento, el hombre de negro, a.k.a Damon, Stefan, Elena, Isobel y John Gilbert ¿tienen alguna relación? ¿Se conocen? Y si lo hacen ¿De dónde?
—Traté de buscar a Isobel, pero en su lugar, me lo encontré a él. —Stefan respondió a través del teléfono —Dijo que podía ayudarnos, y pues, estamos desesperados.
"Por favor que no sea lo que estoy pensando" dije en mi mente.
—¡No tan desesperados, Stefan! —Gritó Damon —¡Quiso comerme en barbacoa!
Lo miré sorprendida. El me hizo una mueca indicándome que no preguntara.
—Oye —la voz al teléfono, siguió parloteando—, el amigo raro de Bonnie trabaja para Elijah lo que me lleva a suponer que la piedra lunar no se ha convertido en polvo.
Cada palabra que este par se decían, era como una daga encajándose en mi mente. Podía sentir lo sobre trabajado que mi cerebro se sentía, pero han sido demasiadas coincidencias en menos de dos minutos, haciéndome pensar en miles de teorías y posibles soluciones.
—Además, Elena tiene su confianza puesta en ese estúpido trato con Elijah con la idea de salvarnos. —podía escuchar la desesperación proveniente del teléfono. —Tú confías en Elijah, ¡yo no! Es un original, ellos no son de fiar. Y no podemos solo matarlo porque, parece que nada funciona.
—Aún estoy esperando que me cuentes la parte en la que John Gilbert es útil —Damon le reclamó.
—Sabe del sacrificio, Isobel le dijo —un suspiro bastante audible se escuchó. —Dijo que sabía cómo proteger a Elena.
Oh oh, eso no es nada bueno.
—¿Y cómo lo haremos? —preguntó mi acompañante, por primera vez en la noche, estuve agradecida de que alguien hiciera esa pregunta. Yo también quiero saber qué haremos.
—No lo ha dicho, o al menos no a mí.
Rodé los ojos. Ósea, hacen un trato con el mismo diablo, para encontrar una solución a un problema, pero resulta que lo único que consiguen es tener mil problemas más.
—Excelente, hermanito —el hombre de negro colgó la llamada. —Como si no tuviera ya bastantes problemas.
—Tienes que irte —le dije anticipándome al momento. —¿Quieres tu chaqueta? Quizás te de frio.
Sí, soy una idiota por preguntarle si quería de regreso algo que era de él.
Sacudió su cabeza, sus labios me ofrecieron una deliciosa sonrisa.
—Quédatela para la próxima vez que nos veamos.
Su mano se levantó hacia mi rostro, acariciándolo con suavidad. Tan rápido como comenzó la caricia, se desvaneció en el aire junto con él, dejándome sola en mi habitación. Me asomé aún más por la ventana, teniendo la esperanza de verlo, pero fue en vano.
El sonido de mi celular llamando me sobresaltó.
—¿Hola? —pregunté.
—Bella ¿Ya llegaron? ¿Están bien? —la voz casi histérica de Charlie fue la respuesta. Había olvidado que debía avisarle cuando estuviera en casa.
—Sí, estamos bien. —respondí. —No te había avisado porque casi llegando comenzó a llover y me mojé al bajarme del auto de Jessica. Me di una ducha para no resfriarme.
—Bueno, ¿Angela y Jessica llegaron? —me preguntó. Despegué el aparato de mi oído, buscando algún mensaje que me dijera la respuesta, para mi buena suerte, ambas me habían avisado de su llegada hace más de 20 minutos,
—Sí, todas estamos en casa.
—Bien—sonó satisfecho. —Nos vemos mañana.
Charlie colgó la llamada. Lancé mi celular lejos mientras buscaba una pijama limpia, ya he pasado bastante tiempo con la ventana abierta y usando la ropa húmeda a causa de la reciente lluvia, me sentía incomoda y helada.
Tomé mis cosas y me metí al baño para darme una ducha caliente para recuperar un poco de calor, además aproveché el tiempo bajo el agua para prepararme mentalmente para llamar a Edward. Saliendo me aseguré de secar bien mi cuerpo y mi cabello, me puse mi ropa caliente y volví a mi habitación para dormir.
Ya era demasiado tarde, no había hecho ninguno de mis deberes de la escuela, y si bien me iba, tendría cerca d horas para dormir. ¿Y si mejor no dormía? No sería la primera vez que asista a la escuela sin dormir.
Abrí la puerta de mi habitación con la mentalidad de pasar el resto de la noche haciendo mis deberes, no me gustaría bajar mis notas en las clases. Pero el repentino movimiento de una silueta llamó mi atención.
—Me asustaste —dije sintiendo mi corazón latir desbocado.
—Lo lamento —respondió. —Sé que no debí entrar así, pero, tengo una buena razón, es decir, dos.
Su rostro estaba mirándome con culpabilidad, pero a la vez había otra expresión que no supe identificar. Le hice una señal para que procediera con su explicación.
—Estaba decidido a esperar tu llamada, pero, decidí utilizar ese tiempo y ayudarte con las tareas —su mano se estiró mostrándome mi mochila de la escuela.
—¿Las hiciste? —lo miré sorprendida.
—No fue difícil —me dio una sonrisa torcida, haciéndome sonrojar en el proceso. —Pero, te aseguro que tomé las cosas y volví a mi casa, puedes confirmarlo con Alice.
—No es necesario —negué. —Te creo.
—Entré a dejar tus cosas, pero en el árbol de afuera encontré un olor inusual y decidí entrar a verificar que todo estuviera en orden.
—¿Afuera? —pregunté haciéndome la loca. —Eres el único que entra por la ventana, así que es extraño.
—Yo también pensé eso, si te soy honesto, estaba preocupado por lo tarde que es y no habías vuelto a casa —su voz sonó muy leve. —Me imaginé lo peor.
—Oye, estoy bien —le aseguré. —La lluvia nos retrasó un poco, y de hecho estaba a punto de llamarte.
Me miró, sus obres doradas eran como un resplandor en el medio de la oscuridad, pero aún me miraba indeciso y se notaba alerta a su alrededor.
—¿No has visto nada extraño? —preguntó. Yo sacudí mi cabeza en respuesta.
Él no se había movido ni un milímetro, pero aún me miraba curioso. Me moví con cuidado, acercándome.
—¿Esas son los dos motivos por los que entraste?
—Solo una —me miró. —¿Podrías adivinar la segunda?
Lo pensé por un momento.
—Quería verte —habló con voz tierna.
Sentí de nuevo la sangre subir a mis mejillas.
—Sé que este par de días, me he comportado de una manera que me avergüenza y lamentablemente tú has tenido que soportar mi mal humor —bajó la cabeza. —Lamento profundamente el mal rato que te he hecho pasar.
—Lo sé, Edward —tomé su mano, apretándola lo más que mi débil humanidad me lo permitió. —Te perdono.
Su vista se levantó hacia mí, su rostro ahora parecía aliviado de escuchar esas palabras.
—No tienes idea de lo mucho que significa eso para mí —me empujó suavemente a la cama. —Vamos, ya es tarde y debes dormir.
Me metí debajo de la colcha y me acurruqué en el calor de mi cama, él se recostó sobre la colcha, pero se mantuvo a mi lado. Estuve sin moverme lo más que pude, respirando acompasadamente, fingiendo que dormía.
—Eres una pésima actriz —murmuro y yo me reí. —Duerme Bella, mañana hay escuela.
Buenaaaaaaas, holaaaaaaa ¿Qué tal están? ¿Me extrañaron?
Esta semana anduve muy inspirada, puede que demasiado. ¿La buena noticia? Ya aventajé el siguiente cap, ¿La mala noticia? No les prometo subirlo mañana.
En fin, nos leemos en el siguiente.
