Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada.
Capítulo 14: El Centro Dimensional.
Aioria y Shura compartían ideas en voz baja, lejos de donde Io se había recostado. Al principio lo hacían con cierta tranquilidad, pero conforme los minutos pasaban y la conversación tomaba calor, sus voces aumentaban gradualmente. Con el paso del tiempo ninguno podía asegurar como habían terminado discutiendo sobre películas, alegando en qué años habían salido determinados títulos. De repente, Aioria aseguraba ser un niño cuando se estrenó El Señor de los Anillos, mientras que Shura le aseguraba que ni siquiera él había nacido cuando la película se estrenó.
A pesar de que Io estaba intentando descansar un poco, no podía evitar escuchar toda la conversación, formando sus propias conjeturas.
La discusión podría parecer poco relevante, pero cuando se trataba de cuestiones de tiempo, no había nada que pudiera dejar pasar de desapercibido. En esa ocasión, Io escuchaba como los amigos de Milo estaban mezclando los recuerdos de esa dimensión junto con los de las dimensiones desaparecidas. Era complicado definir quién de los dos tenía razón, pero eso no fue tan importante para Io como darse cuenta de que ni siquiera él sabía en qué año se había estrenado la dichosa película. Sin decir nada, se enderezó lentamente, con la vista fija en la mesa.
Ni siquiera podía recordar en qué año estaban.
Alarmado, Io abrió la boca, listo para gritarle a Kanon y Baian, pero antes de poder emitir algún sonido, ambos relojeros aparecieron rápidamente, abriendo la puerta de la cocina. El lugar en el que estaba el restaurante de los padres de Io se encontraba en la planta baja de su propia casa, para entrar a la vivienda se podía subir por medio de unas escaleras que se encontraban en la cocina, escondida de los comensales, o por la parte trasera, donde estaba la entrada principal a la casa.
—Estamos en problemas —dijo Kanon, recuperando la postura en cuanto llegó frente a Io—. El efecto del centro dimensional es más fuerte de lo que creímos.
—El Sol ni siquiera se ha movido de su posición desde que llegamos —señaló Baian, mirando brevemente a la puerta.
—¿Cuánto tiempo llevamos aquí? —murmuró Io, moviendo las mangas de su playera para mirar todos los relojes que llevaba puestos.
Al igual que su compañero, Kanon y Baian miraron su respectivo reloj, frunciendo el ceño cuando notaron que ambos avanzaban a diferente ritmo; el de Kanon iba retrocediendo mientras que parecía que el segundero de Baian se iba saltando un segundo.
—¿Qué hora es? —preguntó Baian, mirando a Shura y Aioria que habían detenido su discusión cuando vieron a todo el mundo en movimiento.
—No lo sé —dijo Aioria, sacando su teléfono —. Creo que mi reloj está programado con el horario de Grecia… ¿Qué demonios…? —al encender el aparato, Aioria miró a todos los presentes con confusión— Dice que son las siete con cuarenta y nueve de la tarde, ¡de mañana!
—El mío dice lo mismo, en horario vespertino —intervino Shura—. Pero… lo revisé hace bastante tiempo y tenía la misma hora.
Los tres relojeros intercambiaron una mirada, Io pronto dejó de mirarlos y volvió a poner su atención en la mesa frente a él, sintiendo como los otros dos lo miraban. Ninguno diría nada, siendo relojeros primogénitos, tanto Baian como Kanon lo veían como un igual, y al estar en su dimensión todas las responsabilidades recaían en él.
El centro de la dimensión se convertía en un agujero negro de tiempo después de que el relojero aceptara convertirse en tal. Aunque para el resto de las personas, normales, no había ningún cambio, para alguien sensible a las líneas temporales, en cuanto más cercano estuviera al centro más desorientado se sentiría. Era una medida de seguridad, puesto que el centro dimensional era el punto para contactar con otras dimensiones de forma más sencilla; un laberíntico pasadizo para hacer trampa.
Io había permanecido cerca, pero lo suficientemente lejos como para no introducirse en el laberinto. Para su suerte, el centro se construía de manera lenta, con el paso del mismo tiempo, por lo que había podido terminar la escuela antes de que él mismo se perdiera en el laberinto que se había convertido su escuela para él. Después, no había regresado ni por accidente.
—¿Milo dijo a dónde fue exactamente o su carismática personalidad lo dejó dicho sin necesidad de palabras? —preguntó Io, levantándose, luciendo más serio de lo que era la costumbre en él y su excéntrica personalidad.
—¿Tú qué crees? —murmuró Kanon, cruzando los brazos.
Soltando un suspiro bajo, Io se acercó a la barra en el lado derecho de la habitación, donde había dejado su mochila llena de relojes e instrumentos mientras declaraba que tenían que irse. Tan pronto como lo dijo, Kanon y Baian se movieron, buscando sus propias herramientas mientras que Shura y Aioria se levantaron y los miraron en silencio.
—¿No vamos a esperar a Milo? —preguntó Shura cuando todos comenzaron a salir del restaurante, incluidos ellos.
—Lo encontraremos en el camino.
Ante la decisión de Io, los amigos guardaron silencio y siguieron a los relojeros en silencio, confiando en las palabras del hombre que se detuvo a mitad de la calle para mirarlos.
—El centro dimensional es un lugar de caos y delirios mentales. No sucumban ante sus emociones, no crean lo que ven o escuchan, y sobre todo, no se separen de nosotros.
—¿Esto es una advertencia o una amenaza? —señaló Shura, entrecerrando los ojos.
—Ambas —respondió Kanon, mirando al pelinegro por sobre su hombro con una sonrisa—. Tranquilo, príncipe de ensueño, yo te cuido. Milo me mata si algo toca uno de tus oscuros cabellos.
Con una risa contenida de parte de Aioria, Shura entrecerró aún más los ojos y siguió a los tres hombres en silencio. En el camino notó que todos a su alrededor caminaban con normalidad y eso lo hizo sentir confusión y algo de desconfianza con respecto a las palabras de los tres hombres frente a él, puesto que todo aparentaba tranquilidad; se podía escuchar el cantar de algunas aves, el sonido de los autos a su costado y si prestaba demasiada atención podía incluso escuchar el mar, que no estaba tan lejano.
Aioria, por el contrario, miraba hacia el cielo con el ceño fruncido. Había una nube sobre su cabeza con forma de borrego que no estaba moviendo, estaba seguro de ello; al mirar hacia el suelo, también notó que no estaba avanzando, puesto que justo al lado de su pie derecho había una cuarteadura en el suelo que parecía alargarse infinitamente. No tardó en percatarse también de que las casas a su alrededor parecían repetirse una y otra vez, como si estuviera atrapado en una escenografía pequeña.
Alarmado, se detuvo por completo y miró hacia todos lados. Una mano no tardó en aparecer en su campo de visión y tomarlo de la muñeca, obligándolo a dar un par de pasos al frente; al hacerlo, la nube arriba de su cabeza se deformó, mientras que la grieta en el suelo se quedó atrás, al igual que todo lo que minutos antes lo había espantado.
—No te separes —dijo Baian, mirando hacia el frente mientras caminaba—. Mejor, no me sueltes. Si te pierdes jamás vas a salir de aquí.
Asintiendo torpemente, Aioria no dijo nada y siguió a Baian hasta que se unieron a los demás, quienes se habían detenido un par de metros más al frente. Apenas estuvieron con el grupo, se unieron a las expresiones de sorpresa que estaban en los rostros de todos.
Más adelante, recargado contra un árbol, estaba Milo, quien parecía algo desorientado.
—¡Milo! —gritó Io; siendo el primero en reaccionar, se acercó trotando— ¿Estás bien?
Poniendo una mano en el hombro del griego, este finalmente pareció reaccionar al estímulo exterior, puesto que se enderezó y comenzó a parpadear varias veces. Al reconocer al relojero, Milo sonrió de lado.
—Pasé por este árbol al menos veinte veces —comentó—. ¡Creí que me volvería loco!
—¿Qué fue lo que te pasó? —preguntó Aioria, señalando a su amigo con la mano libre.
—Nada —al ver qué nadie lo dejaba de mirar, Milo achicó los ojos— ¿Por qué lo dices? ¿Qué ocurre? ¿Qué tengo?
Viendo que nadie diría nada, tal vez aún en shock, Kanon se acercó a Io y abrió su mochila. Había visto todo lo que el relojero había empacado para su expedición, muchos relojes y muchas cosas inútiles, entre las que se encontraba un espejo. Cuando lo sacó, lo puso delante de Milo, a la expectativa.
Apenas se vio reflejado, Milo abrió y cerró la boca varias veces, agarrando los mechones largos de su cabello para comprobar que la imagen frente a él no le mentía. Su cabello había cambiado de color. Desde las raíces, algunos mechones se habían teñido del rubio pálido que siempre fue su cabello en su dimensión, algo dorado en las raíces si se ponía muy estricto; más abajo, al centro, el color cambió a un un cobrizo que le recordaba mucho al cabello de su igual femenina; para terminar, las puntas era de un tono azul marino que sólo había visto en sueños, y en el cabello de un vaquero con turbio pasado.
—¿Qué…? —dijo mientras miraba su cabello, demasiado asombrado como para terminar sus propias palabras.
—¿Sabes si ocurrió algo mientras él estuvo en tu cuerpo? —Io sostuvo algunos mechones del cabello de Milo, acercándolos a su rostro para poder inspeccionarlos de mejor manera.
—No… —murmuró Milo, también inspeccionando su cabello, antes de agregar con algo de incertidumbre— Bueno, me dejó un mensaje y se escuchaba bastante agitado. Dijo que debíamos empezar, no podemos esperar.
—Probablemente estaba usando su cuerpo cuando pasó la primera perturbación —observó Kanon mientras volvía a guardar el espejo.
—Lo que ocurrió fue una alteración del espacio tiempo producto de la cercanía al centro dimensional y los propios incidentes derivados de los problemas que tenemos—explicó Baian, llevándose la mano libre a la barbilla—. Como tu cuerpo estaba siendo ocupado por otra persona, se quedó una reminiscencia de él; además de que dado que aquí hay una versión tuya pelirroja, probablemente la dimensión intentó arreglar el asunto con tu cabello.
—O hizo una regresión sobre el color original —sugirió Kanon, cruzando los brazos.
—Eso no importa, ¿va a regresar a su color original?
—Eso depende de cuál es su color original —Io sonrió de lado y sin agregar algo más se dio la vuelta y retomó su camino.
Volviendo a mirar su cabello, Milo recibió una palmada de apoyo en el hombro de parte de Aioria y una ceja levantada de parte de Shura, quien murmuró un tenue "te ves bien" que sonó a burla, en especial cuando su amigo compartió una mirada con Aioria.
Fastidiado, Milo sólo los siguió en silencio, de vez en cuando dándole una mirada de reojo a su cabello multicolor. Había despertado justo cuando estaba cayendo a la acera, a un par de metros de la playa; a diferencia de las otras veces que había regresado a su cuerpo después de que su otro yo lo ocupara, Milo sintió una latente punzada en su cabeza, como si todo su cerebro palpitara, chocando contra su cráneo una y otra vez. Sin embargo, fue un dolor que pasó a segundo plano cuando no reconoció el lugar en el que estaba, o más específicamente, no sabía cómo llegar a dónde estaban sus amigos.
No podría precisar el tiempo que estuvo caminando a la deriva, al menos hasta que se percató de que parecía estar dando vueltas, atrapado en un círculo infinito sin salida alrededor de un siniestro árbol, hasta que Io apareció de pronto frente a él, sacándolo de su miseria, sólo por un breve momento. El asunto pendiente con su cabello era motivo de alarma.
—¿Qué tan lejos ibas a la escuela? —se quejó Aioria después de lo que consideró un largo periodo de tiempo.
—A cinco minutos de mi casa —comentó Io, con un tono distraído—. Diez porque me gustaba perder el tiempo en cualquier cosa.
Antes de que Aioria pudiera preguntarle a Io si eso estaban haciendo en ese momento, Shura, que caminaba al lado de Kanon, llamó la atención de este sosteniéndolo del brazo mientras le preguntaba si el sujeto que se acercaba a ellos por la izquierda no era él.
Kanon se detuvo cuando escuchó a Shura, mirando cómo se acercaba una réplica de él en sus veintes. El hombre que sea acercaba se veía exactamente igual que la última vez que lo vio: pantalones de mezclilla deslavados, camisa de cuadros verdes y negros con las mangas dobladas hasta los codos y una playera de Chucky debajo, y el cabello de un tono oscuro, muy diferente al cabello dorado de Kanon (de su cuerpo original), el mismo tono que ese hombre tuvo al menos hasta que se separaron.
—Saga —murmuró Kanon.
Tan pronto como esa palabra salió de sus labios, Io volteó a verlo con una expresión de alarma, al igual que Baian, quien presionó con fuerza la mano de Aioria.
—¡Kanon, no!
Cinco de los seis hombres dieron un paso hacia atrás cuando vieron que el gemelo, que parecía estar a metros de distancia, se vio más cerca, justo frente a ellos, y de un momento a otro golpeó a Kanon justo en la boca del estómago. El mayor terminó arrodillándose del dolor, aún sintiendo el puño de su hermano pegado a su cuerpo.
—'Iidanat alnisyan —dijo Saga mientras se separaba de su hermano—. "Condena de olvido". ¿Qué te parece, hermanito, si recordamos los viejos tiempos?
Kanon no pudo responder, apenas Saga terminó de hablar, le dio una patada en el costado que lo empujó lejos de los demás, quienes no tardaron en reaccionar, buscando ayudar a su amigo. No obstante, apenas se movieron, unas sobras no tardaron en rodearlos, alejándolos de Kanon y la versión oscura de su gemelo.
La sombra más cercana a Aioria dio un paso hacia el frente, y pronto se reveló como Marín. Al verla frente a él, Aioria abrió y cerró la boca varias veces, intentando comprender lo que ella hacía ahí, o explicarse; al menos hasta que Marín le sonrió, de la forma más tétrica posible, y sin decir nada comenzó a atacarlo de la misma manera que habían atacado a Kanon.
—¿Ves? Siempre te dije que Marín era peligrosa. —La idea de ayudar a Aioria se desvaneció de la mente de Shura tan pronto cómo escuchó esa voz. Al mirar hacia su costado, Shura observó a la mujer que lo venía molestando desde hacía días, cuando recordó que existía— Hola, cielo, ¿me extrañaste?
Sin palabras, Shura tragó saliva, sentía la garganta seca y que su visión se volvía borrosa. Ella estaba ahí, tal y como la soñaba; el simple hecho de verla le revolvía todo el interior de una forma que no había sentido antes. Pese a la estupefacción de Shura y la clara muestra de que no iba a responder, mucho menos moverse, la mujer frente a él no dudó en actuar como las otras dos apariciones, atacando sin piedad, no sólo físicamente, sino también con palabras, recordándole al hombre un evento que se había quedado olvidado en la tiniebla de su mente.
Ante todo el caos, Milo intentaba ayudar tanto a un amigo como a los otros dos, tratando de alcanzar a Kanon, que se había alejado del grupo, y hacer que tanto Shura como Aioria lo miraran, puesto que parecía que estaban hipnotizados por las dos mujeres.
Estaba por recibir una patada de parte de Marín cuando sintió que alguien lo sostenía de la parte posterior de su chaqueta y lo jalaba, logrando que diera un par de pasos hacia atrás.
—No vas a lograrlo —le dijo Baian en cuanto lo soltó. Aunque su expresión era tranquila, su tono de voz denotaba su preocupación—, Mejor ayúdanos a sacarlos de su pasado.
—¿Su pasado? ¿En qué momento algo como esto se convirtió en su pasado? —Rápidamente, Milo se agachó para formar un pequeño círculo con Baian e Io, este último ya estaba sentado, mezclando un montón de cosas en un pequeño y transparente bote.
—El pasado te puede atacar de muchas formas, Milo —murmuró Io, pasándole a él otro bote y varias cosas que tenía que mezclar—. En esta ocasión decidió hacerlo físicamente.
—¿Y está bien que nosotros hagamos esto mientras los demás están peleando pro sus vidas? —con una ceja levantada, Milo miró a los dos relojeros trabajar en sus mezclas.
—No creí que íbamos a tener que recurrir a esto… —murmuró Io, soltando un suspiro por lo bajo— Al menos no nos perdimos.
—¿Y esto cómo ayudará? —preguntó Milo cuando agarró algo que parecía un gusano seco que se retorció cuando lo dejó caer.
—Es algo que inventó un sujeto llamado Pharao, ayuda a reconectar la mente con el presente, eliminará los recuerdos malos y por lo tanto los fantasmas de su pasado.
Milo asintió lentamente, mirando de reojo cómo sus amigos se iban alejando poco a poco a raíz de los combates. Al menos parecía que los combates de Aioria y Shura eran menos violentos que el de Kanon, quien parecía no meter mucho las manos ante los ataque de su hermano gemelo, su verdadero hermano gemelo, al parecer.
Después de aplastar al gusano junto con otras cosas que Milo no quería averiguar qué eran, un humo morado comenzó a salir de su mezcla, al igual que en la de Baian e Io.
—Ya está —dijo Io, vaciando el contenido de su bote en la mano izquierda, revelando así que este se había convertido en un polvo morado—. Está anocheciendo —dijo de pasada, mirando hacia el cielo cómo este se oscurecía poco a poco.
—Al menos no hará tanto calor —comentó Baian con una sonrisa—. Milo encárgate de Kanon, nosotros ayudaremos a tus amigos.
—¿De Kanon? ¿Yo? Pero si le están dando una paliza.
—Eres el único con entrenamiento militar —comentó Baian, levantándose de su lugar.
—¡Eso no es verdad! —se defendió— ¡Milo lo tiene!
—Y tú eres Milo. Buena lógica.
Antes de que Milo pudiera objetar, tanto Io como Baian se alejaron de él para acercarse a Aioria y Shura, respectivamente. Desde la distancia, Milo vio cómo Io llegaba justo cuando el recuerdo maniaco de Marín daba un salto y de una patada derribaba a Aioria; antes de que pudiera rematarlo, el relojero le dio un empujón que la desequilibró y la hizo caer. Con Aioria aún en el suelo, Io soltó el polvo sobre su rostro y se dio la vuelta justo a tiempo para detener un ataque a puño limpio de Marín con la mano.
Baian, por su parte, puso sus manos en el suelo y con la pierna derecha golpeó a Shura en las piernas, logrando que cayera al suelo, justo al lado de él. Apenas cayó, Baian sopló el polvo sobre el rostro de Shura y se levantó de un salto para enfrentarse a la versión femenina de Milo, quien pareció luchar con menos energía contra él que contra Shura.
Al verlos luchar contra su respectivo recuerdo, Milo entrecerró los ojos. Estaba seguro de que lo habían abandonado a su suerte.
Resuelto a terminar con eso, se levantó y vio como Kanon intentaba detener los ataques de su gemelo, sin atreverse a lanzar uno en defensa. Ya le habían explicado a Milo que las cosas se pondrían bastante extrañas en las cercanías del centro dimensional, pero no pensó que tanto.
Se acercó lentamente, esperando su momento para poder intervenir, tal y cómo lo habían hecho los otros dos relojeros, pero apenas estuvo cerca del campo de visión de los gemelos, Saga le dio la espalda a Kanon y dirigió su puño derecho directo hacia el rostro de Milo, quien lo esquivó gracias a un rápido movimiento.
Sin detenerse a analizar, Milo se defendió ante cada ataque que Saga lanzaba contra él, cuidando no derramar el polvo que había hecho minutos atrás. Después de terminar en el suelo gracias a un mal paso hacia atrás, Kanon se acercó a él y lo levantó, sosteniéndolo por los brazos, mientras ambos retrocedían.
—Kanon… —murmuró Milo, apenas alcanzando a pasarle el frasco.
—Lo sé… él no es real —confirmó Kanon, soltando a Milo para que le diera el frasco—. Pero se siente como si lo fuera.
—¿Por qué me está atacando a mí también?
—Porque esta también es una ilusión de él, del otro Milo —explicó Kanon, aventando el polvo por encima de las cabezas de ambos—. Ahora él es parte de ti y tú de él, lo que lo atormente también te atormenta a ti. Así que mantente con la cabeza fría, no quiero ver a su padre también aquí.
Milo tragó saliva al recordar al hombre protagonista de todas sus pesadillas. Tan pronto cómo sintió que el polvo caía sobre su cabello y su rostro, notó cómo Saga frente a ellos se volvía cada vez más transparente; no sabía por qué, pero en breve su mente comenzó a pensar que estaba frente a una visión que no tenía nada que ver con la realidad. Fue como si su cerebro se hubiera reiniciado y por su propia cuenta estuviera recordándole los hechos importantes y algunas verdades que ya conocía.
A pesar de que estaba desapareciendo, Saga aún se mostró implacable y se acercó a ellos para atacarlos, hecho que fue captado por Kanon, quien lo detuvo con un simple y sencillo movimiento de manos, logrando que Saga cayera al suelo y desapareciera casi de inmediato.
Kanon se enderezó rápidamente y miró con seriedad el lugar en el que había estado su hermano. Detrás de él, Milo agitó su cabello y observó la espalda del relojero.
—¿Qué significa 'Iidanat alnisyan? —preguntó con curiosidad.
—¿No lo escuchaste? "Condena de olvido" —dijo Kanon. Al levantar la mirada pudo divisar que el resto del grupo parecía estar bien, Io incluso había levantado la mano derecha, para indicarle que podían acercarse—. Es árabe.
—Sí, pero… ¿qué significa?
Milo observó cómo Kanon volvía a bajar la cabeza; por un momento creyó que no le respondería, puesto que al volver a levantar el rostro, el relojero dio varios pasos hacia adelante, hasta que se detuvo y dijo, aún dándole la espalda:
—A veces aceptar este trabajo implica dejar atrás algunas cosas, o personas. La memoria está ligada al pasado, algo que podemos controlar, como seguro habrás visto.
Milo no respondió, pero entendió lo que el relojero intentó explicarle en pocas palabras. Así como su yo reubicador cargaba con los traumas de una infancia violenta, Kanon cargaba con sus propios pecados: haber hecho que su gemelo lo olvidara, dejándolo sin un sólo recuerdo, una condena más que una protección puesto que Saga había olvidado que tenía otra mitad, que su alma estaba dividida en dos.
—Ya era hora —después de que Kanon, y Milo detrás de él, se acercaran a los demás—. Tuve una especie de… conexión con la relojera de tu dimensión, Milo.
—¿Esmeralda? ¿Estás hablando de Esmeralda? —Milo se adelantó a Kanon al escuchar a Io — Eso sólo podría significar que estamos cerca del centro dimensional. ¿Cierto?
—Exacto —asintió Baian, señalando detrás de él un edificio grande pintado de blanco—. En realidad está aquí a la vuelta.
—Sí, pude contactarme con ella por unos momentos —Io se puso su mochila sobre los hombros y cruzó los brazos—. Ya llegó a su destino y se preparan para arreglar el reloj que Milo tiene consigo.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —preguntó Kanon, intentando fingir que no había ocurrido nada al arreglar su despeinado cabello
—Una hora para llegar a mi antiguo salón, dos horas para reparar el reloj que tenemos en nuestro poder. Es lo máximo que puede darnos.
—¿Por qué tan ajustado? —intervino Aioria, sobando su mejilla izquierda, puesto que estaba comenzando a ponerse roja.
—Tienen problemas ahí.
Al escuchar el tono serio con el que Io habló, Milo sintió un escalofrío recorrerle. Solo esperaba que su igual estuviera bien. Si las cosas salían cómo lo tenían planeado, todo estaría por terminar, esperaba que en esa ocasión con resultados positivos.
