Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!


Capítulo 49

~Bella~

Casa. Sus labios sobre mí se sienten como estar en casa.

Sus manos primero sostienen mi rostro, pero entonces vagan hacia abajo, a mis brazos, a mis caderas. Sujetan y sueltan, inseguros de dónde estar.

—Edward —apenas susurro, mientras presiona sus labios en mi cuello. Él gime un poco, de placer o dolor, no estoy segura, hasta que sus manos aferran mi cadera, llevándome a él. Y entonces sus labios encuentran su camino de regreso a los míos.

Había pensado en la posibilidad de este momento por un largo tiempo. Durante mi tiempo en el centro de rehabilitación. En la casa de mis padres. En Forks. En Texas. Y cada segundo que he estado de vuelta. Pero jamás me he atrevido a esperar que realmente sucediera —que él permitiría que sucediera— que él me aceptara de vuelta después de destrozarnos con la mentira que pensé que sería la única manera de protegerlo.

Phil había hecho muchas amenazas. Él reconoció que estaba comenzando a pensar por mí misma, que había encontrado una nueva seguridad, todo gracias a Edward. Él también vio que Edward era mi única debilidad, y optó por explotarla.

No podía permitírselo.

No dejaría que arruinara los sueños de Edward a mi expensas. Él había trabajado tan duro para llegar tan lejos como lo hizo, y era solo el comienzo para él. Tenía tanto potencial en bruto.

Edward rompe el beso en busca de aire, jadeando mientras su frente se posa sobre la mía. Su mano se enreda en mi cabello, aferrando los mechones.

No mentí cuando le dije a Edward que le daría todo el tiempo que necesitara, pero ahora que tengo sus labios en los míos, no sé cómo alguna vez podré regresar.

Mis manos sostienen su rostro mientras me aparto y lo miro. Sus ojos siguen cerrados, y su rostro está contraído con una ligera mueca de dolor.

—¿Tu nariz duele?

—Jodidamente —dice, y cuando abre los ojos, se ríe.

—Lo siento… —No puedo evitar mi propia risa mientras mis dedos trazan su mandíbula—. ¿Crees que está rota?

—Probablemente no. —Se encoge de hombros mientras sus ojos inspeccionan los míos—. Le puse hielo ya, y lo haré de nuevo esta noche. —Exhala bruscamente por la boca mientras su mano a regañadientes abandona mi cintura. Da un paso atrás entonces, sus dedos yendo a su cabello.

Pero no llegan lejos, sus dedos, cuando regresan a mi rostro, su pulgar gentilmente frotando mi mejilla. Una expresión adolorida nubla sus rasgos.

—No sabes lo mucho que intenté no querer esto.

Mis rodillas se sienten débiles ante su confesión, mi corazón se rompe ante el dolor que veo en sus ojos. Mientras que estoy aliviada de que, al mantenerme lejos de él, fui capaz de mantenerlo a salvo de Phil, sí me arrepiento del dolor que le causé.

Mi mano se cierra alrededor de su muñeca, mi rostro inclinándose contra su tacto. Mis ojos penetran los suyos, y el mundo a nuestro alrededor desaparece. Mantengo mi mirada en la suya, jamás queriendo soltarla.

—Te amo —susurro, encantada de finalmente poder decírselo—. Jamás dejé de querer esto, de quererte.

—¿Qué mierda hacemos ahora? —Su mano se cierra detrás de mi cuello, mientras se inclina hacia mí.

—No lo sé —digo con honestidad—. ¿Hablar, probablemente?

—Sí —dice y sonríe. Mi corazón vuela—. Probablemente.

—Está bien —digo, mientras él da un paso atrás, sus dedos jalando nerviosamente de su cuello—. ¿Deberíamos revisar tu nariz primero, por si acaso?

—Creo que está bien —dice casualmente—. Si estuviera rota, seguiría sangrando. ¿Luce arruinada?

Sonrío ante su pregunta, inspeccionando su rostro.

—Está un poco hinchada, pero no torcida. —Coloco mis manos en su rostro, haciendo que me mire—. ¿Tomaste algo para el dolor?

—Aún no… —Sus ojos regresan a los míos cuando baja la mirada.

Quiero llevarlo a casa, dejar que descanse, ayudarle a ponerle hielo y cuidar de él. Quiero cocinar para él. Mostrarle que puedo cuidar de mí misma ahora. Pero todas esas cosas suenan demasiado apresuradas, demasiado pronto. Él apenas me ha aceptado de vuelta y no quiero asustarlo.

—De acuerdo, entonces… —Tuerzo y suelto mis dedos, desesperada por encontrar maneras de prolongar mi tiempo con él—. ¿Quieres hablar aquí, o ir a alguna parte, o…? —Los nervios son evidentes en mi voz, y creo que él lo nota porque sonríe como si lo supiera.

—¿Podemos ir a comer algo? Conozco el lugar —propone—. Estoy hambriento.

Antes que pueda contestar, su mirada está en mí, y casi puedo ver su mente trabajar mientras el arrepentimiento —y el dolor— pasa por sus ojos.

—Lo siento —se retracta rápidamente, pero sacudo la cabeza, dando un paso hacia él deliberadamente, mientras mi mano, actuando por su propia cuenta, se desliza por su brazo.

—No te disculpes —añado suavemente—. También tengo hambre. —Le sonrío tentativamente, mientras lo miro, mis dedos rondando en su antebrazo—. Podemos comer —ofrezco, sonriendo mientras él se relaja—. Y hablar.

Él asiente, aceptando rápidamente—casi en alivio. Mira mi mano entonces y vacila brevemente antes de envolver sus dedos alrededor de los míos.

~F~

La caminata es silenciosa, pero él nunca suelta mi mano.

Reconozco adonde vamos y me hace sonreír, intensificando mis dedos alrededor de los suyos.

Por supuesto, el único lugar abierto en el campus a esta hora es la hamburguesería junto al Subway donde él solía trabajar. Donde me llevó una noche, cuando apenas éramos amigos, se siente como hace una eternidad.

Él ordena dos hamburguesas con queso y papas fritas y un batido de chocolate para compartir —lo mismo que pidió esa noche— y cuando trae la botella de vinagre de malta, mis ojos se llenan de lágrimas.

—¿Lo recuerdas? —pregunto, tratando de controlar mis emociones.

—Por supuesto que lo recuerdo. —Se sienta con un bufido, mirándome expectante desde el otro lado de la mesa.

Tomo una papa entre mis dedos, hundiéndola en el vinagre antes de morder la mitad. Edward me sigue, probando un bocado de su hamburguesa.

—No tienes que ir con cuidado con mi trastorno alimenticio, Cullen —intento y cuando él no objeta, sonrío—. ¿Aún puedo llamarte así?

Él asiente dulcemente, antes de reír.

—¿Hay algo que quieras saber? —pregunto entre bocados—. ¡Porque tengo un millón de preguntas ya que eres tan jodidamente privado!

—Honestamente, aún estoy procesando todo. —Baja su hamburguesa y sutilmente frota su hombro derecho, rodeándolo varias veces. Hace que la manga de su camiseta se suba, revelando más de sus nuevos tatuajes—. Pero estoy seguro que tendré un millón de preguntas también. —Me sonríe, toma su hamburguesa, y muerde un bocado—. ¿Qué quieres saber ?

Lo que quiero saber parece poco importante e insignificante.

—Todo. Nada —digo, encogiéndose de hombros—. Solo quiero estar aquí contigo.

Él sonríe, dándole otro mordisco a su hamburguesa.

—¿Hay algo que quieras decirme? —le pregunto.

Sus ojos se mueven, de los míos a por encima de mi hombro y detrás de mí, en la dirección general del Subway de al lado, donde trabajaba… con ella… mientras la culpa nubla sus ojos.

Odio que allí es donde va su mente, y que se sienta culpable por ello. Si alguien debería sentirse culpable aquí, soy yo.

—Ya sé algunas cosas. —Sonrío, tratando de calmar la situación cuando él regresa su mirada a mí, arqueando una ceja—. Sé de Lauren… —Señalo con mi pulgar por encima de mi hombro.

Siempre supe que a ella le gustaba, siempre le hacía quedarse más tiempo—la tenía vigilada.

—Oh… —Baja la mirada.

—Vicky me lo contó. Bueno, le pregunté antes de regresar. Necesitaba saber si estabas con alguien… —Bajo la mirada brevemente, respirando profundamente—. Así podía prepararme.

Hubiera regresado de todos modos. Ni bien todo estuviera resuelto en la corte, mi prioridad número uno era regresar a Summit y, bueno, a él. Edward merecía saber la verdad y escuchar mi disculpa en persona. Si él hubiera estado con alguien, si hubiera seguido adelante, hubiera estado devastada, pero me hubiera gustado pensar que lo hubiera aceptado, y hubiera dejado que sea feliz.

Él parece tomarse un segundo para pensar en ello, inseguro de qué decir.

—No tienes que sentirte culpable por ello —digo, y lo digo en serio—. Sabía que podría suceder, y yo soy la única culpable.

Sus ojos se encuentran con los míos, llenos de emoción.

—Al menos, estaba contenta de que no fuera con alguien con quien haces elevaciones —bromeo ligeramente, y él esboza una sonrisa, su mirada jamás abandonando la mía.

—Aparte de la rutina del equipo y mis clases privadas, ya no hago elevaciones en pareja —explica mientras mi corazón se acelera—. No he competido… no desde esa vez contigo, de todos modos.

—Tampoco he competido en elevaciones en pareja —le digo—. Esta noche probablemente sea lo más que he entrenado elevaciones en un largo tiempo.

—Lo mismo digo —dice, frotando su hombro de nuevo.

Tengo muchas preguntas más —dos años— pero decido suavizar el tema de conversación.

—¿Cuándo te hiciste eso? —Señalo a su brazo, y él lo levanta de la mesa, girándolo y permitiéndome verlo por completo.

—Ese verano… hace dos años. —Bebe un trago del batido, sus ojos jamás abandonan los míos—. He añadido varios desde entonces.

—¿Es una de las pinturas de tu mamá? —pregunto, a pesar que reconozco las montañas y la luna llena entre ellas. Él asiente suavemente pero no dice nada más—. ¿Cómo está ella? —indago más.

—Genial, de hecho —dice orgullosamente—. Incluso tuvo una exposición de algunas de sus pinturas en una galería en la primavera. —El amor que Edward tiene por su mamá se vierte en cada una de sus palabras, y hace que mi corazón lata más fuerte por él.

—Me encanta eso. He estado pintando mucho más también. Pero ninguna galería ha mostrado el arte de Marie Naws aún. —Me río cuando su ceño se frunce en el medio.

—¿Quién es Marie Naws? —pregunta con un indicio de sonrisa.

—Yo. —Suelto unas risitas más fuertes mientras su sonrisa se agranda—. Necesitaba un seudónimo. No quería ser asociada con algo relacionado a la animación, o con Phil.

El rostro de Edward pasa de diversión por mi nombre inventado a completa furia.

—Lo odio. —Él gruñe, soltando su hamburguesa sobre el envoltorio—. Los odio y odio todo lo que te han hecho.

También los odié, por un largo tiempo. Pero el odio estaba siendo una gran carga para mí, así que me concentré en deshacerme de ellos mejor.

—Pero lo que más odio —continua Edward—, es no haber estado allí para ti.

—Lamento haberte quitado eso, y lo mucho que eso debió haber dolido. —Mis ojos se llenan de lágrimas, pero intento mantenerme calmada—. Espero que un día seas capaz de perdonarme por eso.

—Entiendo por qué lo hiciste. —Sus ojos son honestos y puros, fijos en los míos mientras niega con la cabeza—. Y para ser honesto, nada hubiera evitado que hubiera ido a buscarte, si hubiera sabido que solo intentabas protegerme. Me hubiera arrastrado hasta Florida si tenía que hacerlo.

El hecho que él no diga que me perdona por ello no se me pasa desapercibido, pero no importa ahora. Trabajaré cada segundo de cada día para ganar ese perdón. Mientras que él me lo permita.

—¿Pero realmente acabó? —Una de sus manos se mueve debajo de la mesa, donde sé que está frotando su muslo ansiosamente—. ¿Phil está fuera de tu vida? ¿Qué hay de su mamá?

Aquí está el millón de preguntas que prometió.

—Mi mamá no puede estar sola. Se separaron por un tiempo, pero está de vuelta con él. —Me encojo de hombros, las debilidades de mi mamá no me convierten en quién soy, al menos, ya no—. Tengo una orden de restricción contra Phil, así que eso la mantiene lejos de mí también. No los he visto fuera del juzgado. Todo fue finalizado alrededor de un mes atrás.

Casi puedo ver la ira arder bajo la piel de Edward, así que me estiro hacia su mano sobre la mesa, puntas de dedos suaves trazando sobre nudillos ásperos.

—Ellos ya no pueden lastimarme —le aseguro—. Y tampoco te lastimarán.

—Me gustaría verlos intentarlo. —Suelta las palabras entre dientes apretados.

—Él tiene suficiente karma viniendo por él. No te preocupes. —Trago mientras mi estómago se revuelve—. No sé lo mucho que has escuchado en las noticias… pero, durante los juicios, varios atletas que él entrenó en el pasado se han presentado con acusaciones muy graves de abuso. Sin mencionar las declaraciones de que él intentó encubrir acusaciones de abuso sexual de otros, incluyendo las de Roy. ¿Te enteraste de eso? Él estuvo involucrado también.

—Escuché lo de Roy —dice Edward, negando con la cabeza. Sus dedos presionan contra su pecho mientras vibra con ira.

—Hay muchos pervertidos en nuestro deporte —digo, estremeciéndose.

—Mierda, Swan… ¿alguna vez Phil…?

—No. —No realmente—. Quiero decir, él hacía comentarios sobre mi cuerpo, o cómo me quedaba la ropa. A veces me tocaba mientras me probaba un nuevo atuendo… ¿sobre la tela? No parecía raro entonces, pero me revuelve el estómago ahora. —Cuando mis ojos se llenan de lágrimas, Edward sale de su silla y se sienta en la mía, envolviendo sus brazos a mi alrededor.

—Quiero matarlo —dice, y me hace reír entre mis lágrimas.

—Charlie casi lo hizo —añado suavemente, abrazándome a él—. Y terminó arrestado por agresión.

—Le hubiera ayudado a esconder el cuerpo —masculla Edward bajo su aliento, asegurando sus brazos firmemente a mi alrededor.

—Sue tuvo que pagar la fianza. —Exhalo profundamente, soltándolo todo, y cuando Edward besa mi frente, me siento más segura de lo que me he sentido en los últimos dos años.

—Él nunca se acercará a ti. —Es una promesa, y le creo totalmente.

Escondo mi rostro en su pecho, y de nuevo, estoy en casa. Esta vez, para siempre.