Historia

Entramos en el salón del trono, el lugar aún estaba abarrotado de personas festejando y disfrutando de la comida, pude ver a Hange sentada junto al comandante Erwin y a los demás oficiales, pero no había ni rastro de él.

¿Pero en qué estaba pensando? me dije a mi misma, por supuesto que no iba a estar aquí, no lo conozco demasiado, pero estoy absolutamente segura de que no es el tipo de persona que disfruta de estos eventos, debe haber escapado de aquí en cuanto tuvo una oportunidad.

- Ya déjalo Historia, de seguro ya se fue, es mejor así- dijo Eren cuando salimos al corredor.

No respondí, no iba a darme por vencida tan rápido.

- ¿Has visto al capitán Levi?- le pregunté a una sirvienta que pasaba.

- No, su majestad- respondió.

Vi a un grupo de policías militares que bebían junto a una ventana y me acerqué a ellos, al verme se pusieron visiblemente nerviosos y trataron de ocultar las copas... va a ser difícil acostumbrarme a esto...

- ¿Han visto al capitán Levi?- les pregunté.

- No su majestad, no lo hemos visto- respondió uno de ellos y el resto negó con la cabeza.

- Lo ves... ya no insistas, debe haberse ido, es mejor olvidarlo- comenzó Eren de nuevo.

- No puedo olvidarlo, Mikasa tiene razón- dije con tanta determinación como pude, pero la voz me tembló.

- Historia...- dijo Armin, pero no lo dejé continuar.

- Nunca podré cumplir con mi papel si no lo hago- agregué, sintiendo como un nudo se formaba en mi garganta, el valor que había reunido comenzaba a desaparecer.

En ese momento un camarero apareció en el pasillo.

- ¿Has visto al capitán Levi?- volví a preguntar, con mucho menos entusiasmo que antes.

- Acabo de verlo en el corredor del ala sur, su majestad, cerca de los jardines- su respuesta fue como un balde de agua fría, muy en el fondo esperaba que en verdad se hubiera marchado.

- Gracias, puedes irte- le dije suavemente. Tragué saliva y apreté los puños con fuerza - Vamos.

Caminamos apresuradamente por el largo corredor, ya podía sentirse el delicado aroma de los jazmines que crecían en el jardín, estábamos cerca, en cualquier momento nos encontraríamos con él.

- Historia espera ¿de verdad lo vas a hacer?- preguntó Eren.

- ¿Acaso no habías dicho que sería un buen plan?- respondí.

- ¡¿Qué?! ¿Entonces vas a hacer esto solo porque era la última voluntad del director Reeves... o más bien su última broma?

- De cierta forma si...

- ¡Vamos! no era en serio... si no le guardas rencor no lo hagas- insistió Eren.

- No es solo por el señor Reeves, Mikasa tiene razón, si no consigo vencer el miedo que le tengo jamás podré ser una reina, él siempre estará sobre mí.

- Bien dicho Historia, debes hacerlo- dijo Jean.

- ¡¿Qué?! ¿tú también? No deberías animarla en esto- intervino Armin, pero ya era tarde, unos cuantos metros por delante de nosotros pude ver su esbelta silueta medio oculta por el brillo del atardecer. El pánico se apoderó de mí, todo mi cuerpo temblaba ¿y si se enfurecía? ¿qué iba a hacer entonces?.. ¡basta! él no puede hacer nada, quizás sea una reina de mentira, pero sigo siendo una reina ¿verdad?... reuní todo el valor que pude, di un grito para darme coraje, corrí hacia él y lo golpeé.

- Jajajajajajaj, ¿qué te pareció eso? ¡ahora soy la reina! Si tienes alguna queja...- le dije dejándome llevar por un súbito sentimiento de euforia, pero entonces sucedió algo que jamás imaginé... ¡él sonrió!

- ¡Gracias, chicos!- nos dijo aún con una sonrisa en los labios.

Mi corazón al igual que el de todos los que estábamos ahí se detuvo, jamás pudimos imaginar que reaccionaría de esa forma, era la primera vez que lo veíamos sonreír... en todo el tiempo que pasamos bajo su mando una expresión burlesca era lo mejor que podíamos esperar de él, pero esto era algo totalmente diferente.

Todo el resentimiento que podía haber tenido en su contra se desvaneció, se veía tan tranquilo que incluso podría llegar a decir que su sonrisa era un poco dulce; al mirarlo así, era difícil encontrar al hombre violento que hasta hace unos instantes me aterrorizaba. El señor Reeves tenía razón el capitán Levi podía ser grosero e intimidante, pero no es un hombre malo.

Por primera vez desde aquella noche en la cabaña pude dormir tranquila, los puñales grises que amenazaban con asesinarme desaparecieron de mis sueños remplazados por una gentil e inesperada sonrisa.

-

Historia

Hace ya dos meses que soy la reina de estas murallas, pero nada ha cambiado demasiado, Eren y Hange siguen practicando el endurecimiento y los demás están entrenando día y noche así que no los he visto, no ha sido fácil para ellos convertirse en el nuevo escuadrón de operaciones especiales; admito que me siento muy aliviada de no estar en su lugar en este momento. La vida en el palacio es tranquila, los días pasan uno tras otro sin ningún sobresalto, algunos miembros del consejo se reúnen casi a diario a discutir asuntos de gobierno, pero no se me permite participar a menos que se trate de algún acto público donde sea necesario que represente mi papel, como esperaba me he convertido básicamente en otro adorno de este lugar.

- Su majestad, ya es la hora del té... lady Bertilde Bauer y su madre lady Gitta la esperan en el salón- dijo Emma una de las jóvenes sirvientas que estaban a mi servicio.

- ¡¿Otra vez?!- dije haciendo una mueca.

- Lo siento su majestad, si lo desea puedo pedirles que se vayan- dijo avergonzada.

- Ojalá pudiese hacer eso- suspiré - Bien, Vamos - dije tomándola del brazo- acompáñame, si yo no puedo zafarme de esto tú tampoco.

Se rio, ya sabía que se lo pediría. De todas las sirvientas que había en el palacio ella era la que más me agradaba y la que era más amable conmigo, teníamos más o menos la misma edad y ambas habíamos crecido en una granja, así que al menos teníamos eso en común; sin embargo, ella no se abría demasiado conmigo, era cortés y alegre la mayoría del tiempo, incluso podíamos bromear de vez en cuando, pero jamás se permitía olvidar su posición, yo era la reina y ella la sirvienta, no podíamos ser amigas... era una lástima porque realmente me simpatizaba.

- Lady Gitta, lady Bertilde, discúlpenme por hacerlas esperar ¿cómo están?- pregunté gentilmente.

- Su majestad- dijeron ambas con una reverencia. -Esperamos no ser inoportunas, pero nos divertimos tanto ayer durante la hora del té, que decidimos venir a visitarla nuevamente para seguir platicando- dijo lady Gitta sonriente.

- Claro que no lo son, siempre es un placer recibirlas- mentí. Gitta Bauer era la esposa de lord Joss Bauer, un importante terrateniente de la muralla Sina y administrador del distrito Ehrmich, no quería ofenderlas. Nos conocimos hace casi tres semanas durante la fiesta que se realizó para celebrar mi cumpleaños número dieciséis, fue un evento protocolario donde todos los invitados eran aristócratas y burgueses con los que nunca había cruzado palabra y solo los había visto durante la fiesta de coronación. Lady Bertilde se mostró especialmente agradable esa noche, se acercó a mí casi desde el comienzo y no se alejó durante toda la velada, estaba decidida a convertirse en mi amiga. Me presentó a todos los jóvenes que había en la fiesta y me contó historias sobre los mayores; sobre sus temperamentos, gustos y pasatiempos, parecía conocer muy bien a toda la corte. Al principio era divertido escucharla hablar, pero no tardé en darme cuenta de que no teníamos nada en común, era una joven simpática, pero banal, su constante plática sobre muchachos, vestidos y chismes acabó por aburrirme y por el contrario ella se horrorizaba ante la forma en que yo había vivido mi vida hasta ese momento, las granjas y el ejército no eran parte de su mundo... sin embargo insistía en visitarme, sospecho que presumir de ser amiga de la reina le daba una ventaja sobre las demás damas nobles o quizás su padre le había pedido que lo hiciera con la esperanza de obtener alguna ventaja política...

- ¿Su majestad?... ¿Su majestad, está bien?- preguntó lady Gitta.

- Disculpen, estaba un poco distraída, ¿qué decía?

- Le estaba comentando que debería venir a Ehrmich algún día, es hermoso en esta época del año. Bertilde y yo regresaremos en unas semanas, debería venir con nosotras, puedo asegurarle que estará muy cómoda en nuestro palacio.

- No tengo dudas de ello, pero no creo que sea el momento de dejar la capital, el comandante Nile aún es muy precavido respecto a mi seguridad, no le sentaría nada bien si le digo que me iré del palacio aunque sea por unos días- expliqué.

- Lo comprendo, su coronación aún está muy reciente, pero debe prometer que aceptará nuestra invitación cuando el momento sea más indicado- insistió.

- Por supuesto, estaré encantada de visitarlas- volví a mentir.

- Entiendo que no pueda salir de Mitras por el momento, pero si vendrá al festejo de la cacería de invierno ¿verdad? la han adelantado este año y todo el mundo estará allí, incluso Sigmund el hijo de lord Vane, es un gran cazador y es tan guapo, estoy segura de que...

- Lo siento, pero no me gusta la cacería- la interrumpí. Me miró atónita por un momento, obviamente no esperaba una respuesta tan seca de mi parte.

- Su majestad es muy valiente, no muchos nobles tienen el valor de admitir que no les gusta ese deporte tan abiertamente jajaj- se rio - Si mi padre la oyera se caería de la silla jajajaj- dijo la joven.

- Para ser honesta a mí tampoco me gusta- agregó su madre- lo encuentro un tanto macabro, de niña tuve un ciervo, lo criamos desde pequeño, era como un cachorro, yo lo amaba mucho, pero un día simplemente desapareció; no me lo dijeron, pero estoy segura de que mi padre tuvo algo que ver, jamás pude comer carne de ciervo otra vez...- dijo con una lágrima a punto de caer de sus ojos, sentí lástima por ella... yo misma había vivido esa situación muchas veces; cuando era niña los animales de la granja eran mis únicos amigos y verlos desaparecer uno tras otro siempre fue muy difícil.

- Lo siento mucho, será mejor que cambiemos de tema- le dije sonriendo genuinamente esta vez. - ¡Miren! los dulces ya están aquí, veamos qué delicias a preparado Daniel para nosotras el día de hoy.

- Finalmente- dije feliz de estar de regreso en mi habitación, el ambiente con Bertilde se había vuelto un poco tenso después de aquella charla, pero aún así ellas tardaron casi una hora más en marcharse del palacio.

- No se preocupe, estoy segura de que regresan mañana- bromeó Emma y no pude evitar reírme.

- Pues más te vale que vayas pensando en alguna forma de animar la conversación, mañana te sentarás con nosotras en la mesa, no me gusta que te quedes parada detrás de mí.

- Eso no sería correcto- respondió escandalizada -¿Qué pensarían las otras sirvientas o el señor Owen si hiciera algo como eso? sería un atrevimiento, no puedo hacerlo.

- No quiero que seas solo una sirvienta Emma, quiero que seamos amigas- dije sonriendo.

- No es posible majestad, alguien como yo nunca podrá ser amiga de alguien como usted, lady Bertilde es una amiga mucho más apropiada, es la hija de un gran lord.

- ¿Te agrada Bertilde?- pregunté. Me miró sorprendida sin saber qué decir.

- Responde con honestidad- le dije.

- No, no me agrada.

- A mí tampoco, entonces ¿por qué debería ser amiga de alguien que no me agrada, pero no puedo serlo de alguien que si?

- Por favor su majestad, deténgase; me honra al ofrecerme su amistad, pero si aceptara me traería muchos problemas con los demás sirvientes del palacio, pensarían que trato de aprovecharme de usted o se reirían de mí; además usted siempre será mi reina, hay una barrera entre nosotras que no me atrevería a traspasar, por favor discúlpeme.

- Está bien Emma... lo entiendo, discúlpame por insistir, ya puedes irte.

Cuando salió de la habitación me acerqué a mi cama y me tumbé, me sentía tan sola... como me gustaría que alguno de los muchachos viniera a visitarme y poder tener una verdadera conversación.

- ¿Dónde estás Ymir?- suspiré. Pensar en ella solo empeoraba las cosas, el vacío que dejó al marcharse es muy difícil de llenar, sobre todo en este lugar. Me siento igual que cuando era niña y nadie hablaba conmigo más que para burlarse, es curioso que vuelva a sentirme de esta forma estando en contextos tan diferentes, antes las personas me rehuían por desprecio y ahora por respeto. De cierta forma debería estar agradecida con Bertilde y su madre por venir aquí, su compañía no es la más agradable, pero al menos es algo.

¿No piensas en mí lo suficiente?

He estado quemando mi corazón

Tengo que enfrentarme, necesito decirte...

https/youtu.be/P9_v325t3A4?si=C7FvI5CGTtYM3b2P

Los versos de la canción comenzaron a salir de mis labios sin darme cuenta, pero escuchar mi propia voz era mejor que ahogarme en ese silencio.

-

Historia

- Ya dije que no iré, no tengo el menor interés en ver como masacran a un pobre animal solo para que ese montón de engreídos se diviertan un rato.

- Por favor su majestad, todos están esperándola, si no va causará una muy mala impresión- dijo Owen.

- Escúchelo, puede que sean un montón de engreídos como usted dijo, pero esos engreídos son quienes dirigen estas murallas, ofenderlos no es una buena idea, tenerlos en nuestra contra podría traernos muchos problemas en el futuro- dijo el comandante Nile.

- Además una de sus tareas como reina es asistir a este tipo de eventos, es su deber- añadió Owen.

- Le prometo que no tendrá que quedarse mucho tiempo, solo saludar, hacer uno que otro brindis y regresaremos al palacio; daremos cualquier excusa, tiene mi palabra- insistió Nile. Suspiré.

- Está bien, confío en usted comandante, pero no quiero tener que ver como asesinan al pobre ciervo.

- No lo verá su majestad.

- Iré a cambiarme, por favor dile a Emma que suba a ayudarme- dije a Owen.

El carruaje real era tan cómodo como podría esperarse, pero aún así el frío que hacía afuera del palacio me erizaba la piel. El invierno llegó antes este año, apenas estábamos iniciando noviembre, pero las nevadas ya habían comenzado, los ríos estaban congelados y una fina y brillante capa de hielo lo cubría todo. No había habido un invierno tan crudo desde antes de que yo naciera.

Salimos de Mitras escoltados por treinta soldados de la policía militar y nos dirigimos al este, la cacería se realizaría en un pequeño bosque en las tierras de los Vane, una de las familias más acaudaladas y poderosas de la región, incluso creo que compartíamos algún remoto parentesco, ya que el nombre de lord Magnus Vane fue propuesto para ocupar el trono en mi lugar; su hermano mayor y anterior gobernador de la región había sido encarcelado junto con muchos otros nobles por conspirar con el antiguo gobierno.

La recepción se realizó en un lujoso palacio con una increíble vista a un bosque nevado.

- Sabía que no me decepcionaría su majestad- dijo Bertilde eufórica por mi llegada.

- Creo que no me dejaron mucha opción- dije en voz baja.

- Jajaja su majestad es tan bromista- me respondió riendo. -Ya verá que se divertirá, han venido todas las grandes familias y sus hijos, hay muchos a quienes creo que aún no conoce, será todo un honor poder presentarlos- No supe que decir así que sonreí tratando de simular entusiasmo.

- Su majestad es un honor contar con su presencia en esta festividad- dijo un hombre gordo y calvo haciendo una gran reverencia.

- Lord Wald, que placer volver a verlo ¿cómo se encuentra?- pregunté.

- Muy bien, aunque hubiera preferido que la cacería de este año se realizara en mi castillo, los bosques cercanos son estupendos para cazar sin tener la necesidad de salir de Mitras, pero ya ve, Magnus se a empecinado en traernos hasta aquí a morir congelados jajaja- se rio.

- Que no lo escuche mi padre lord Wald- dijo un hombre joven parado a nuestras espaldas -Podría malinterpretarlo.

- Lord Sigmund, no lo vi acercarse- dijo Bertilde ruborizándose, era obvio que le gustaba aquel joven, pero él la ignoró.

- Su majestad- dijo inclinándose y extendiendo su mano hacia mí, no tuve otra alternativa que ofrecerle mi mano y dejar que la besara.

- Mi lord- dije respondiendo su saludo.

- Es un verdadero honor tenerla entre nosotros, por favor no escuche los comentarios de lord Wald, le aseguro que estos bosques son muchos más adecuados para la cacería que los que puede encontrar en Mitras- dijo aún sosteniendo mi mano y mirándome fijamente; comencé a sentirme incómoda, así que tiré un poco para que me soltara -Me temo que en los hermosos jardines de lord Wald la presa más feroz que podríamos conseguir sería un pintoresco faisán- bromeó y puso sus manos en su espalda sin darle importancia.

- ¡Ja! con este frío infernal los cazadores tendrán los dedos tan entumecidos que difícilmente cazarán una paloma- respondió lord Wald ofendido. Él había sido el gobernador del distrito Quinta en la Muralla María y a consecuencia de su caída perdió todos los territorios en esa región. Desde entonces se estableció en un hermoso castillo de su propiedad en la capital, ese era su gran orgullo, le encantaba presumirlo y dar grandes fiestas, por lo que no debe haberle gustado nada aquel comentario.

- Solo fue una broma mi lord, no se ofenda- se excusó Sigmund Vane, pero lord Wald se marchó malhumorado.

- Es un placer conocerla al fin su majestad, no tuve el placer de asistir a su coronación, pero me hubiera encantado estar ahí, los rumores sobre su belleza no exageraban- dijo sonriendo.

- También es un placer conocerlo mi lord, lady Bertilde me ha hablado mucho sobre usted- respondí.

- ¿En verdad?- dijo mirando a la chica por primera vez desde su llegada - espero que mi lady haya sido generosa y le haya contado solo cosas buenas.

- Por supuesto mi lord, no hay nada malo que contar sobre usted- dijo Bertilde avergonzada.

- Claro que lo hay, pero usted me juzga con amabilidad, soy un hombre como cualquier otro- le respondió riendo.

El sonido de un cuerno resonó en la sala.

- Es hora de irme, la cacería está por comenzar. Prometo cazar una gran presa en su honor, majestad- dijo el joven despidiéndose.

- Me temo que a la reina no le gusta la cacería, así que no se moleste mi lord- dijo Bertilde en un tono que no le había oído antes. Sigmund parecía sorprendido.

- De cualquier forma, estoy seguro de que no me haría un desprecio, le traeré un hermoso venado para la cena- dijo el joven lord y se alejó sin darnos tiempo a ninguna de las dos de dar una respuesta.

- Es un engreído- dijo Bertilde molesta.

- Te gusta ¿no es así?- pregunté.

- ¡¿Qué?! no ¿por qué piensa eso? Nosotros solo somos conocidos- se apresuró a decir.

- Vamos dime la verdad, no tienes por qué mentirme, además, es obvio que te gusta- le dije. Ella suspiró.

- ¿En verdad se nota tanto?- preguntó afligida.

- Ehhh solo un poco- mentí, nos miramos unos segundos y no pudimos evitar reírnos.

- Está bien, lo admito, pero es que es tan guapo, cualquiera se enamoraría de él ¿no piensa lo mismo?

La miré por un momento, pensativa, es un hombre guapo sin duda, debe tener unos veinticinco años, es alto y esbelto, tiene cabello y ojos oscuros y una perfecta piel blanca que contrasta con el rojo de sus labios; debe ser el sueño de muchas chicas, pero por alguna razón hay algo en él que no me gusta.

- Supongo que tienes razón- le dije sin mucho interés.

- Pero ahora que usted está aquí, no tengo ninguna oportunidad- respondió dolida.

- ¿Qué quieres decir?

- Usted le gusta, fue evidente por la forma en que se comportó, apenas y notó que yo estaba aquí.

- De ninguna manera, debes estar confundida, todo el mundo se comporta extraño conmigo desde que soy la reina.

- Créame su majestad, usted le gusta, lo he visto coquetear con muchas chicas antes, pero nunca así.

- Estás equivocada y aunque así fuera, eso jamás sucederá, te lo prometo, yo no estoy interesada en él ni lo estaré.

- ¿Lo jura?

- Lo juro, es todo tuyo. Ahora vamos, tenías a muchas personas que presentarme ¿no es así?- dije tratando de animarla.

Los minutos pasaban lentamente, decenas de saludos y reverencias, algunos de personas que ya conocía y otros de quienes acababa de conocer, eran tantas personas que los nombres y rostros de todos comenzaban a confundirse en mi mente. ¿Dónde estaba el comandante Nile? no puedo creer que haya desaparecido después de habérmelo prometido.

- Estoy cansada ¿podemos sentarnos un momento?- le pregunté a Bertilde.

- Claro su majestad.

Nos acercamos a una de las mesas laterales, para alejarnos un poco del gentío.

- Pensé que la mayoría estaría en el bosque- dije

- Normalmente es así, pero el frío ha disuadido a muchos, solo los más jóvenes y obstinados han tenido la fuerza para salir del palacio... creo que lord Wald tenía razón- dijo riendo.

- Jajaja ¿dónde estará? No lo he vuelto a ver desde que se marchó.

- De seguro está arrasando con la mesa de dulces junto a lord Falmann.

Me giré sutilmente hacia la mesa del banquete para ver si tenía razón.

- Que bien conoces a estas personas- dije al ver ahí a ambos lords, tal como ella dijo.

- La mayoría de las personas que están aquí son muy predecibles- respondió.

Había una mujer de mediana edad sentada cerca de ellos que llamó mi atención, estaba bebiendo vino de una copa de cristal y en sus ojos se veía el más absoluto aburrimiento.

- ¿Quién es ella?- Pregunté.

- ¿Quién?

- La mujer con vestido morado.

- Es lady Catherine Baker, es la viuda de lord Geral Baker, su esposo murió hace dos años de neumonía. Ahora es su hijo lord Ronald quien en teoría gobierna el distrito de Shinganshina, ya que al igual que lord Wald lo perdieron casi todo al caer la muralla María, por lo que sé han sobrevivido gracias a los negocios que tienen en la capital.

- No parece estarlo pasando muy bien- dije.

- Ella no es muy agradable, en casi todas las reuniones solo se embriaga y es grosera.

- Quiero conocerla- dije. Bertilde me miró como si estuviera loca -Vamos, me has presentado a media ciudad esta noche, que más da una más.

- Si usted insiste- dijo con renuencia mientras se levantaba.

- Buenas tardes mi lady ¿cómo se encuentra? la reina desea conocerla- dijo Bertilde, lady Baker se puso de pie.

- ¡Oh su majestad!, perdone el descuido, creo que bebí demás, es un honor conocerla mi reina- dijo haciendo una reverencia.

- El honor es mío mi lady ¿podemos sentarnos?

- Por supuesto, adelante- dijo la mujer.

- Parece un poco aburrida- comenté.

- No voy a negarlo su majestad, preferiría estar en mi mansión, haciendo cualquier otra cosa que aquí esperando a que ese montón de ineptos regresen medio congelados y arrastrando un pedazo de carne por el medio del bosque solo para probarse a ellos mismos que son dignos de llevar pantalones.

- ¡Lady Catherine!- dijo Bertilde exaltada.

- Lo siento, tengo la costumbre de ser un poco dura con mis opiniones- se disculpó la mujer.

- No se preocupe mi lady, para ser honesta yo tampoco quería venir, no le veo el propósito a todo esto- dije. Bertilde me miró molesta.

- Jajaja- se rio lady Baker -Veo que su majestad tampoco tiene problema para decir lo que piensa.

- Ojalá fuera así, pero me temo que no soy tan valiente- respondí.

- Apostaría a que si- dijo sosteniendo mi mirada por un momento.

- No creo que sea correcto que se refiera de esa forma a los valientes que se han atrevido a salir del palacio con esta tempestad- se quejó Bertilde.

- No se lo tome a mal querida, uno de esos valientes es nada menos que mi hijo, aunque yo diría que es más idiota que valiente. Si quiere conocer de valor busque a algún soldado de la legión, viví durante años en Shinganshina viendo a los titanes acechando del otro lado de la muralla, se necesita valor para ir hasta allá y enfrentarse a ellos, no para salir a dar un paseo por el bosque buscando alguna bestia indefensa a la cual disparar.

El rostro de Bertilde se enrojeció en una mezcla de ira y vergüenza.

- Discúlpeme su majestad, iré a buscar a mis padres hace rato que no los veo y podrían necesitarme, con permiso- dijo haciendo una reverencia forzada, estaba muy molesta.

- Vaya carácter de su amiga majestad, discúlpeme con ella más tarde por favor, no quise ofenderla.

- No se preocupe mi lady, se le pasará, solo está un poco sensible, para ella esta festividad es muy importante, aunque yo no logro entender la razón.

- Eso es porque usted tiene cerebro- dijo- es una estupidez diseñada para inflar el orgullo de aquellos que nunca han tenido que usar un arma para algo útil.

- Jajaja- me reí, es como si de sus labios saliera todo lo que pasa por mi cabeza pero no tenía el valor de decir.

- Si me disculpa el atrevimiento, lady Bauer es una boba dejándose deslumbrar por ese montón de payasos teniéndola a usted al lado ¿cómo fue?- preguntó.

- ¿Qué cosa?

- Salir de la muralla.

Dudé por un momento, pensativa -Aterrador- dije recordando todo lo que había vivido durante esa expedición.

- Su majestad- estaba tan perdida en mis recuerdos que no noté al comandante acercándose -Es hora de que regresemos al palacio, está haciendo mucho frío, no me gustaría que la nieve nos detuviera durante el regreso- explicó, supongo que esa era la excusa a la que se refería.

- Está bien comandante, ya voy- dije poniéndome de pie - Mi lady debo retirarme, pero me encantaría que me visitara en el palacio si tiene la oportunidad, disfruté mucho charlar con usted.

- Será un placer hacerlo su majestad, pero por favor llámeme Catherine- pidió.

- Estaré esperándola Catherine- le dije sonriendo. Por alguna razón aquella mujer inoportuna y extravagante me daba mucha curiosidad.