No es como si no pudiera entender lo que Sandaime trataba de hacer. Shikaku era su comandante Jonin, estaba equipado para notar el potencial de las futuras generaciones. Su principal deber era evaluar y analizar el potencial, habilidad, y disposición de los shinobis con tal de dirigirlos con precisión a través de misiones medidas detalladamente para obtener un resultado exitoso.
Que los shinobis en cuestión volvieran vivos a la aldea, también se tomaba en cuenta a la hora del éxito completo de la misión. ¿De qué le serviría dirigir a todos estos jóvenes y veteranos al mismo tiempo, si un error de cálculo suyo los enviaría a las Tierras Puras?
Obviamente, y a pesar de todo los esfuerzos que se hacían, Shikaku sabía que no siempre podía ser así. Shikaku no podía lograr que todos los shinobis y kunoichis bajo su mando disfrutaran de una vida larga y plena, pero su meta personal era mantener la mayor cantidad de ellos vivos. O al menos lo suficiente para que pudieran disfrutar sus días de vuelta en casa con sus familiares y amigos.
Una tarea imposible, dirían algunos. Un pensamiento inútil, dirían otros.
Eso estaba bien. No necesitaba sus aprobaciones. Había una razón por la que él fue elegido comandante Jonin por el mismo Yondaime y no ellos. Podían pensar que se debía a su genio heredado como Nara, por sus logros estratégicos en la segunda guerra, o por su cercanía y amistad con Minato. Lo que sea. Pero Shikaku aceptó el puesto como lo que era. Tomó el pergamino de su ascenso en sus manos con orgullo y conocimiento del futuro que el hombre quería forjar para Konoha, con su ayuda.
El verdadero propósito de Konoha olvidado por la guerra.
Que los niños pudieran crecer sanos, seguros, felices.
Proteger al rey de Konoha.
Entonces, no pudo evitar sentirse un poco aprensivo con el interés que Sandaime mostraba por la niña de míseros tres años y con la escasa habilidad sensorial.
Sarutobi Hiruzen era un hombre honorable, gentil en muchas ocasiones, pero también era un veterano de guerra de la vieja escuela. Estaba acostumbrado a enviar niños a la batalla si eso significaba el crecimiento de la aldea. El hombre veía Konoha como un lugar al que proteger y hacer crecer, como un territorio de honor y poder. Minato veía Konoha no como un lugar, no como una simple aldea con casas y personas que vivían en ellas. Veía Konoha como las personas, como los niños con las manos manchadas de sangre y lágrimas cayendo por rostros estoicos que nunca debieron estar ahí.
El joven Hatake fue un balde de agua fría sobre la cabeza de Minato, siempre brillante y leal hasta los huesos por Konoha. No era ingenuo, asesinaba si la misión lo requería, se cubriría de sangre si eso es lo que el Hokage le ordenaba. Pero una vez que conoció a Kakashi, hubo un cambio en él. Y cuando perdió a los otros dos de sus alumnos, las pocas dudas que habían nacido de ese cambio se consolidaron como una meta más allá de un mero sueño.
Pocos lo vieron, oculto bajo los ojos azules y sonrisas luminosas. Pero Kushina y él, como los más cercanos, sí lo notaron. El momento en que Minato se dio cuenta de que su Konoha no era tan perfecta como le gustaba creer. Que las circunstancias no eran las ideales, que las guerras no eran oportunidades de mostrar el poder de su aldea, de hacer resonar su nombre por las Naciones Elementales, que los niños estaban llorando.
Usó esas batallas para darse a conocer, sin embargo. El Destello Amarillo plasmado en todos los libros de bingo con un 'huir a la vista'. Una muestra de poder que lo marcaba como uno de los shinobis más poderosos y reconocible por ninjas y civiles por igual. Todo, para tomar el sombrero con el que de niño soñaba, esta vez, con un propósito claro en mente.
Proteger el futuro representado en caritas limpias, manos pequeñas, y piernas débiles.
Y a pesar de que el sombrero no pudo estar sobre su cabeza el tiempo suficiente, Shikaku mantenía ese propósito en su conciencia como si hubiera estado escrito en piedra. Sin importar cuánto las cosas cambiaran, cuánto Sandaime se esforzara por fingir preocupación por los niños a quienes seguía viendo como pequeños soldados, él mantendría su promesa a Yondaime.
Así, con eso en mente, no se quejó cuando se reunió con Sandaime en la Torre Hokage para viajar juntos al orfanato, en el sector civil. Si el hombre ya había decidido hacer que la niña Kobayashi se uniera a las filas, lo menos que podía hacer Shikaku, era conocerla y dar consejos a su Hokage, rezando para que el hombre recibiera su consejo de buena gana.
Parecía ir bien hasta el momento, con la aceptación verbal de que inscribiría a la niña en la academia a los seis años. La edad adecuada para comenzar a recibir entrenamiento formal.
Fueron guiados por la matrona principal al patio trasero del orfanato. Sandaime reía de las payasadas que la mujer relataba como acciones de sus varios niños, sin embargo calló sin demora en cuanto Sandaime la despidió. Era una reunión privada después de todo. No era necesario que se supiera que la niña era un sensor, a pesar de que la presencia de ambos ya estaba llamando la atención sobre ella.
"Oculta tu chakra al máximo, Shikaku-kun."
Él lo hizo, entendiendo implícitamente que la sobrecarga de su chakra refinado, por mucho que ya haya estado oculto, molestaría a la niña.
El chakra refinado de un shinobi era mucho más molesto para los sensores que el de los civiles, le había explicado hace años Minato. Mientras que el de los civiles era como una nube esponjosa, pero empalagosa y molesta según sea el caso, el de los shinobis era notoriamente más afilado y letal.
"Por supuesto, Sandaime-sama."
"También, llámame Sarutobi. No es necesario que Kobayashi-chan se sienta intimidada por mi estatus."
Justo, supuso.
Shikaku esperaba encontrar a una niña en las nubes, como lo fue un joven Minato antes de que reinara sobre su propia habilidad sensorial. Y en cierto modo, no se equivocó. La niña estaba ahí, sentada contra el tronco de un árbol bebiendo una sopa de su cuenco maltratado, los ojos mirando profundidades insondables en la hierba bajo sus rodillas. Ojos de un rosa tan pálido que le recordaron la infusión de flores que Yoshino bebía de vez en cuando.
Levantó la vista cuatro metros antes de llegar a ella, justo cuando uno de los pasos de Sandaime cruzó el límite invisible entre la esquina del edificio y el patio, el que parecía ser también el límite que la habilidad de la niña podía sentir.
Finos hilos de sol asomándose entre las hojas del árbol bajo el que estaba sentada iluminaron el rostro de la niña, sus ojos tomando una tonalidad rosa más profunda, como si fuera una verdadera flor prosperando bajo la luz natural. Una sonrisa se dibujó, suave y tranquila, mucho más acorde a una mujer de edad que a una infante, pero las mejillas rosadas que presionaban el borde de sus ojos mostraban cuan feliz estaba de ver a Sandaime.
Se puso de pie a medida que caminaban hacia ella. Sus ojos se detuvieron y escanearon a Shikaku, pero al no ver nada más interesante que un simple hombre acompañando a su admirado benefactor, centró toda su atención al saludo cariñoso del Hokage.
"Buenos días, Kobayashi-chan. Espero que hayas estado bien mientras estuve ausente."
"Buenos días, Sarutobi-san." Se inclinó. "Lo estuve, gracias por su preocupación." Habló con lentitud, una letanía que a diferencia de Shikaku y la mayoría de su familia, no era pereza, sino una calma congénita, aferrada a su persona como si hubiera nacido para ser las aguas tranquilas de un lago. De no ser por el brillo en sus ojos y sus manos jugando y tratando de alisar las arrugas de su camiseta desteñida, no sería capaz de decir que estaba emocionada de ver al otro hombre.
"Es bueno saberlo." Respondió Sandaime, observando el estado de la niña. Era imposible pasar por alto las rodillas y palmas raspadas, y Hokage estuvo presumiblemente a punto de preguntar por la razón de las heridas si no fuera porque la pequeña se le adelantó.
"Sarutobi-san," moduló, implacable, sonrisa desvanecida pero ligereza en su expresión.
Había dejado de sonreír, pero su estado de ánimo no había cambiado a pesar de que de repente su voz sonó casi acusadora. Shikaku vio con interés las comisuras de la boca de Sandaime curvarse divertidas después de que fuera interrumpido por la niña. Hizo saber a Shikaku que esto era habitual es sus interacciones anteriores. Sandaime respondió con un tarareo.
"¿No me presentará al señor a su lado?" preguntó la niña Kobayashi, parpadeando en dirección a Shikaku, claramente esperando una respuesta a su identidad antes de que Sandaime se abriera paso a cualquier otra conversación entre ambos.
Shikaku podía reírse ahí mismo. No podía decir aun si la niña era un genio o no, pero si de interacciones sociales se trataba, ella podría ser fácilmente llamada de esa forma. Yoshino estaría chillando encantada si alguna vez le tocara conocer a Kobayashi, siempre criticando la falta de decoro que Shikaku estaba imprimando en Shikamaru.
Sandaime, parpadeando dos veces para salir de su aturdimiento inducido por la indirecta reprimenda hacia sus modales, fue el que rio después. "Por supuesto, por supuesto. Lamento no haber comenzado con eso." Se disculpó, divertido.
Hizo un gesto a Shikaku para que se acercara, esta vez realmente parándose al lado del Hokage. "Este es Nara Shikaku, un hombre de confianza mío." Presentó sin quitar la vista de la niña. "Shikaku-kun, esta es Kobayashi Ume."
"Encantada de conocerlo, Nara-san." Hizo una reverencia torpe, más por la edad y cuerpo tembloroso que por no saber realizar una reverencia adecuada. La niña claramente había sido educada con una etiqueta estricta si a los tres años ya podía desenvolverse así.
"El placer es mío, Kobayashi-san." Saludó de vuelta Shikaku. Sin saber si la niña que lo miraba esperaba la misma inclinación, solo asintió como acostumbraba.
La niña mordisqueó su labio inferior entonces, mirando hacia un costado, prácticamente rehuyendo del contacto visual que había mantenido, como si la valentía anterior se hubiera ido con el viento en cuanto acabaron las presentaciones y ya no sabía de qué hablar con el desconocido que era Shikaku.
"Entonces…" de repente tragó y levantó la mirada, los dedos de sus pies recogiéndose y las manos inquietas a sus costados. "¿Nara-san es la persona que Sarutobi-san prometió presentarme la última vez?" Miró a ambos con grandes ojos.
"Lamentablemente no, Kobayashi-chan." Respondió Sandaime exagerando su pesar para la niña. "Ese amigo mío se encontraba muy ocupado estos últimos días, pero dijo que vendría a conocerte en cualquier momento. Así que no te preocupes, él ya vendrá."
Shikaku sintió fruncir su ceño por un pequeño segundo. No recordaba que Sandaime hubiera comentado de alguien más conociendo a Kobayashi. Pero la realización no tardó en llegar a él, cuando las preguntas intencionadas del mayor se habían dirigido a él hace algunos días atrás, cuando prácticamente le ordenó conocerla.
Un sensor, civil, sin respaldo ni protección, dejado a la suerte por quienes la abandonaron debido a prejuicios hacia el oficio shinobi, sus propios padres. No había nadie que pudiera marcar un reclamo sobre la niña. Si había o no familiares a parte de sus progenitores, entonces hace mucho debieron haber venido por Kobayashi; hecho que no ha ocurrido en todo este tiempo. Entonces, qué detenía a Sandaime para ponerla bajo un guardián. Un guardián que podía cuidarla y a la vez entrenarla.
Kobayashi se desinfló notoriamente, decepcionada por la respuesta que obtuvo. "…Ya veo."
"Más importante, Kobayashi-chan," desvió el Hokage. "¿Pasó algo con tus rodillas?"
"¿Mh?" Kobayashi parpadeó a dichas heridas. "Oh. Caí mientras corría." Dijo, un poco de incertidumbre filtrándose en su voz para acompañar el pellizco entre sus cejas.
"¿Ya estás entrenando? ¡Eso es bueno! Un cuerpo fuerte definitivamente ayudará con tu control." Alabó Sandaime, a lo que la niña asentía sin dar mayores detalles.
Una rareza, pensaba Shikaku. Los niños solían ser más habladores, dejándose llevar por historias, sino descabelladas, al menos lo suficientemente exageradas. Kobayashi no le parecía una niña normal en cualquier caso, pero la respuesta medida fue un tanto anómala en comparación con la actitud que estaba tomando en un principio.
Sandaime tenía razón en decir que el comportamiento de Kobayashi no era el mismo de un niño, mucho más parecido a los pequeños de su propio clan, algunos más que otros, pero ahí sin embargo.
Su sentido del decoro, el respeto e incluso su conciencia social eran impecables. Se paraba con la espalda recta sin importar cuanto desviara la mirada al sentirse nerviosa, o los pequeños gestos, tranquilos y medidos en comparación con los movimientos desordenados de aquellos de su edad. Kobayashi ponía un firme esfuerzo en su postura a pesar de que sus sentimientos no eran tan estables como a la niña, claramente, le gustaba fingir.
En conclusión, Kobayashi, si no un genio en estudios – lo que tendría que medir más adelante -, sí lo era conociendo el contexto situacional. Actuaba en consecuencia, callaba o hablaba cuando le era conveniente, e incluso era capaz de dar respuestas breves, incapaz, por alguna razón, de no contestar con el mismo desplante de antes.
Su cerebro estaba tan desarrollado a los míseros tres años que le eran demasiado fácil calcular sus propias palabras. Aun si sus gestos eran obvios y las muecas en su rostro aparecían sin demora, la mente de Kobayashi ya había visto, analizado y actuado en consecuencia para su propio propósito.
Propósito, que no estaba siendo más que claro cuando sus ojos se desviaban continuamente a Shikaku entre parpadeos. La niña no confiaba en Shikaku lo suficiente para contar la aventura que la llevó a rasparse las rodillas, mirándolo de reojo como esperando el momento en que se fuera para poder hablar con Sandaime.
Sandaime a su vez, debió haber visto este comportamiento, permitiéndole a Kobayashi guardar silencio en la presencia de Shikaku. Después de todo, ambos podían coincidir en que una caída no tenía por qué ser un gran problema.
"¿Las clases con Yamagawa-san han ido bien?"
"Yamagawa-sensei ha estado enseñando algunos caracteres del kanji. No son difíciles de aprender, pero sí de recordar."
"¿Oh? Pero Yamagawa-san me contó que ibas avanzando muy bien."
"Yo… supongo. Pero sigue siendo difícil." Responde Kobayashi con un pequeño ceño fruncido, diminuto, casi incapaz de ser percibido por ojos menos perspicaces.
"¿Quieres que le diga que disminuya el ritmo de tus clases?"
Kobayashi desvió la mirada a un costado, el puente de su nariz arrugándose, provocando el enrojeciendo de la punta. Pensaba con tanto ahínco en la oferta de Sandaime como si tuviera que contestar si prefería salvar la vida de un conejo salvaje o su conejo mascota.
Al haber obtenido su respuesta en su reflexión, dejó salir el aire de sus pulmones y miró a los ojos del Hokage. "No, está bien." Negó en dos movimientos decididos de su cabeza. "Puedo aprenderlos. Cuesta pero no es imposible, y si necesito más tiempo, puedo decirle a Yamagawa-sensei."
Shikaku sintiéndose indulgente por la respuesta extremadamente madura de la niña tuvo que sonreír. ¿Desde cuándo los niños de tres años eran capaces de tomar sus propios asuntos, sus propios problemas en sus diminutas manos con tanta facilidad, con tanta seguridad, además?
"Bueno, si necesitas otra persona que te ayude, puedo venir de vez en cuando para ayudarte." Se ofreció Shikaku para sorpresa del Hokage y un poco de la suya propia, pero no hubo en él, deseos de retirar su oferta.
Kobayashi había saltado con la intrusión repentina de su voz, grandes ojos rosados mirándolo de vuelta, sorprendidos e inseguros.
"Yamagawa-san debe estar muy ocupada, ¿no?" Kobayashi asintió, sus manos aflojándose de su ropa desgreñada. "Puedo pasar por las tardes, luego de mi horario de trabajo. Si te gustaría, claro está."
Lanzó una mirada a su jefe para que tomara en cuenta que si la niña aceptaba, ya no podría retenerlo para que ayudara con el papeleo retrasado. En realidad, ayudar a la nueva genio sería mucho más divertido que verse inundado de informes en una oficina con poca luz, y los gruñidos infructíferos de su propio descontento.
Tampoco tendría que soportar los gritos de Yoshino por llegar tarde a casa nuevamente, siempre incapaz de creer que todo era culpa de su Hokage, y no de Inoichi ni Choza por haberlo arrastrado felizmente al bar. Lo cual, sí, solía pasar, pero no con tanta frecuencia como su apasionada esposa podía pensar.
Kobayashi lo miraba con intensidad, buscando algo en su rostro. Shikaku le diría con gusto que en realidad ese era un mal hábito. Las personas no se evaluaban solo con el rostro o los ojos, una falsedad horrible de los civiles soñadores con cuentos de princesas que podían descubrir la luz y oscuridad de sus héroes por las esferas para la vista enterradas en la parte superior de su cráneo. 'Las ventanas del alma' le decían. Shikaku se burlaba de tal pensamiento.
Los humanos, al igual que los animales, hablaban con el cuerpo. El porte, la respiración, el color de la piel, los vellos de su cuerpo, los gestos de hasta el más mínimo dedo del pie. Kobayashi tendría que evaluar cada uno de los detalle de su cuerpo y aura para poder llegar a una respuesta casi satisfactoria. Porque los humanos eran engañosos, tanto que a veces se engañaban a sí mismos y al segundo siguiente respondían de la forma contraria.
Pero Kobayashi era un niña, inteligente pero civil. Ella creció con esos cuentos, con seguridad, y era mejor que fuera entrando al mundo shinobi lentamente, tomándose su tiempo para ir reemplazando sus creencias con la realidad. Ella entraría a la academia a los seis, tenía tiempo para jugar ilusiones que la harían sonreír en lugar de perder esa inocencia buscando reacciones que podrían muy bien matarla de la angustia, por muy desarrollado que esté o no su cerebro.
"Puedes negarte si gustas. No te sientas presionada." Aclaró Shikaku entonces, con la misma pereza en sus palabras, los mismos párpados caídos que en realidad ocultaban su interés.
"Shikaku-kun es el hombre más inteligente de toda la aldea." Agregó Sandaime, mirando a ambos con una sonrisa satisfecha. "Incluso más que yo, que soy más viejo. Por eso trabaja directamente con el Hokage." Rio.
Kobayashi miró a Sandaime con los mismos ojos, prácticamente reiniciando su sorpresa, para enseguida volver a Shikaku. Shikaku ladeó la cabeza, mirando las nubes en el cielo solo unos segundos antes de regresar a la niña sin palabras.
"Soy inteligente." Declaró, jugando con el interés que mostraba la pequeña en su capacidad, divirtiéndose cuando Kobayashi entrecerró los ojos, mirándolo con sospecha, claramente sin saber si estaban jugando con ella o no.
Shikaku lo estaba, pero no de la forma en la que ella pensaba.
"Shikaku-kun es un preciado shinobi de Konoha, ocupa un puesto dentro del consejo de la aldea incluso, Kobayashi-chan. Deberías darle una oportunidad."
Kobayashi parpadeó varias veces antes de girar su rostro de Sandaime a Shikaku con evidente horror. "¡No! Yo-" Ella respondió con fuerza antes de detenerse a sí misma, carraspear detrás del dorso de su mano y volver a la calma medida que había roto tan de repente. "No estoy tratando de medir la utilidad de Shikaku-san. De ninguna manera." Continuó con vehemencia, sin embargo. Luego se dirigió a Shikaku. "Shikaku-san, si pareció que estaba haciéndolo, por favor, discúlpeme." Se inclinó en unos perfectos 90 grados.
"¿No lo estabas haciendo?" Shikaku se estaba divirtiendo tanto molestándola.
"¡Por supuesto que no!" respondió firme. "No sería capaz. Estaba sorprendida porque Sarutobi-san dijo que trabajaba con el líder de la aldea. Sé que ese sería un puesto importante, entonces no podía creer que estuviera en un lugar como este cuando tiene cosas más importantes que hacer junto a Hokage-sama. Por favor, discúlpeme si lo ofendí."
¿Y no era ese el discurso más largo y expresivo que había hecho hasta el momento?
Mirando a Sandaime, Shikaku pudo obtener su respuesta rápidamente. Al parecer ni siquiera él había logrado que la niña se expresara con tanto ahínco además de respuestas algo detalladas y palabras simples. Nada de eso aquí. Y solo bastó que se insinuara una ofensa a Shikaku.
En serio, la etiqueta de esta niña y su capacidad de entendimiento eran impresionantes.
"No te preocupes. No lo hiciste." Shikaku despidió. "Pero en realidad me gustaría saber tu respuesta honesta. Eres inteligente y la matrona a cargo no tiene tiempo suficiente para ocupar en ti cuando hay tantos niños bajo su cargo." Kobayashi se estremeció. "Me gustaría ayudarte, ya que eres madura y pareces capaz."
"Oh." Kobayashi dio un trago sonoro. "Sí… yo- Me gustaría." Respondió entonces, sin tomarse más tiempo para dar paso a otro malentendido. "Estaría agradecida con usted, Shikaku-san." Se inclinó, otra vez.
Hokage reía encantado mientras Shikaku rodó los ojos exasperado al ver cómo esta niña se inclinaba por todo. Lo primero que haría sería sacar ese molesto hábito antes de que terminara con el rostro pegado a la tierra. Era bueno inclinarse, él lo hacía cada vez que recibía una orden de su superior, cada vez que el Hokage, en todo su poder, estaba presente. Pero la niña lo hacía al punto de la exageración.
Civiles. Kobayashi había sido criada los tres años de su corta vida por civiles.
Había mucho que arreglar.
"¿Entonces? ¿Qué te pareció Kobayashi-chan?" preguntó Sandaime sin poder quitar la sonrisa empalagosa de su rostro, feliz por haber logrado su cometido con la buena disposición de su comandante Jonin. "Supongo que, ya que fuiste tú quien se ofreció tan fervientemente," No hubo nada de ferviente en sus palabras mundanas. " a ayudarla con sus estudios, te pareció igual de encantadora como me lo pareció a mí."
Shikaku suspiró, sintiéndose cansado a tales horas de la mañana por la burlas de su Hokage. El hombre ni siquiera podía esperar a que regresaran a la Torre Hokage antes de lanzar sus burlas, hablando con descaro en plena calle mientras dejaban atrás el orfanato.
"Es agradable que hayamos llegado a un buen acuerdo. Te dije que solo te faltaba conocerla." Continuó jactándose el hombre.
"Supongo que sí." Shikaku aceptó, derrotado, buscando que su líder amainara su frescura. "Una niña pequeña a la que molestar siempre resulta ser un buen estimulante para el comienzo del día."
Sandaime soltó una carcajada jocosa. "Ciertamente. La vivacidad con la que se comportó hoy, en realidad fue bastante refrescante."
"Ciertamente."
"Aun así, Shikaku-kun, ¿cuáles son tus pensamientos al respecto? ¿Sigues pensado que Kobayashi-chan debería retrasar su entrada a la academia hasta los seis años?" Hokage indagó con parsimonia.
Shikaku se sintió despierto de nuevo con la dirección en la que viajaba el tema de repente. "Aun más ahora, de hecho." Respondió sin dejar que su líder viera la inquietud que estaba creciendo en su pecho.
Sandaime había estado de acuerdo, se repetía una y otra vez. No había manera de que cambiara de parecer tan de repente y después de todo el cuidado que estaba mostrando por la niña.
"¿Es así?"
Pero la indiferencia en la que hablaba Sandaime le estaba mostrando otra cosa de la que Shikaku en realidad se estaba enfureciendo internamente. Sin embargo, Shikaku no era alguien que actuaría por impulso o de acuerdo a emociones beligerantes hacia su Hokage, sin importar el caso.
"Kobayashi es impresionante. Su capacidad de atención, su entendimiento, el control que tiene sobre sus palabras… para una niña de tres años es casi inaudito. Una genio, como bien dijo anteriormente, Hokage-sama." El hombre en cuestión asintió satisfecho. "Pero la base de su comportamiento y sus ideas preconcebidas son más un problema a su crecimiento como kunoichi."
La expresión placentera de Sandaime fue rota por el ceño fruncido que de pronto lanzó a Shikaku. "¿A qué te refieres, Shikaku-kun?"
"Fue criada por civiles, educada con costumbres civiles y protegida por ideas civiles." Aclaró Shikaku, sus manos en sus bolsillos y espalda encorvada mientras caminaba a paso ligero. Guardó silencio cuando algunas personas saludaron a su líder caminando por el mercado bullicioso, antes de continuar: "Sandaime entenderá que esas condiciones tienen un gran cobro en la mente de los niños, en especial Kobayashi, quien aprendió e hizo suya todas esas enseñanzas rápidamente."
"Entiendo lo que dices, su comportamiento es diferente a lo que estamos acostumbrados como shinobis. Pero eso cambiaría inmediatamente después de que comenzara a ser entrenada, enseñada en las artes shinobis."
Shikaku apretó el puño dentro de su bolsillo al darse cuenta de que en realidad su Hokage sí estaba a punto de retroceder en su decisión anterior.
"Kobayashi-chan es joven, influenciable y fácilmente podría ser reestructurada-"
"A eso me refiero, Hokage-sama." Cortó Shikaku. Sintió la molestia de Sandaime, pero con la confianza que conlleva los años de servicio al costado cercano del hombre, prosiguió con su habitual semblante perezoso. "Kobayashi es joven, influenciable también, pero no es tan fácilmente de reestructurar como usted piensa."
Estaban saliendo del mercado y la Torre Hokage estaba comenzando a verse en la distancia. Shikaku miró las nubes, blancas y esponjosas, debajo algunas hojas volviéndose rojizas. El viento se estaba volviendo frío y el otoño ya estaba casi tocando las puertas de la aldea.
"Hokage-sama no se equivoca en pensar así de una niña de tres años. Pero Kobayashi no solo es una niña de tres años. Su capacidad de analizar, pensar, racionalizar, actuar, son completamente diferentes a cualquier otro niño de su edad."
Shikaku cerró los ojos ahogando un bostezo que realmente no tenía intención de ser. Un detalle para agregar al acto despreocupado que Shikaku estaba armando, una tapadera para toda su inquietud y enojo debajo de la piel.
"Ella aprendió todo lo que pudo y más mientras vivía con sus padres civiles. Básicamente, Sandaime-sama, si comienza a entrenarla en el estado en el que está, solo estaría construyendo una kunoichi endeble sobre la base equivocada."
Shikaku contó los segundos antes de continuar.
"Lo que desea es una kunoichi prometedora ¿no? Una hábil kunoichi cuya lealtad a Konoha sea indiscutible." Podía sentir los ojos del hombre a su costado sobre él, pesados e intensos. "¿Pero ha pensado que tal vez las creencias de sus padres, quienes la abandonaron por parecerse mucho a nosotros, los shinobis, tendrían una influencia en ella, por pequeña que sea?"
Los ojos del Hokage se abrieron significativamente. Con tantos pensamientos dando vueltas por su mente, nunca había tomado en cuenta, con seriedad, que ese hecho afectaría a Kobayashi-chan.
De repente, la mente de Hiruzen se había aclarado de las constantes dudas nacidas por las palabras de su viejo amigo unos pocos días antes.
"Para que Kobayashi se convierta en una kunoichi de excelencia, primero tenemos que destruir esa base, romper el molde desde el que fue construida y comenzar desde cero a plantar la semilla. A medida que crezca cuidaremos y erguiremos las ramas. Protegeremos las hojas y le enseñaremos a protegerlas por sí misma."
Hubo silencio posteriormente, contemplativo y reminiscente.
Y luego Sandaime se rio a carcajadas llamando la atención sobre él y recibiendo miradas extrañas. Unos cuantos saludos vinieron después, algún que otro regalo de las tiendas establecidas más cerca de la Torre Hokage, promesas de visitar más tarde.
"Ah, Shikaku-kun." Suspiró el hombre, con deleite entre sus dientes. "El hombre más inteligente de la aldea, en verdad."
Sandaime había vuelto a su anterior estado de ánimo burlón y sarcástico, pero Shikaku no pudo sentirse enojado después de haber logrado el resultado que esperaba.
Lo había jurado en el momento en que recibió el pergamino de su asenso de las manos de su amigo. Esto era lo mínimo que tenía que hacer.
"Es mi trabajo después de todo, Hokage-sama. ¿Qué utilidad tendría un Nara sino para casos como este?"
Sandaime continuó riendo todo el camino.
"…Ya estoy en casa."
"¡Shikaku! ¿¡Dónde estabas!? ¿¡Nuevamente en el bar!? ¡Es que no ves las horas que son!"
"Ugh" Se quejó Shikaku con a penas los ojos abiertos. "Estuve trabajando. Tra-ba-jan-do." Trató de medir.
"¡Trabajar hasta estas horas de la noche! ¡Crees que soy tan tonta para creer esas mentiras cuando Hokage-sama te trata tan bien!"
Ah. Por supuesto que Hokage-sama lo trataba bien. Solo cuando le convenía.
Luego de volver a la Torre Hokage, el hombre, orgulloso y con la pipa entre sus labios, felizmente le traspasó varias de sus cargas de trabajo que no logró terminar hasta altas horas de la noche. Sus ojos ardían después del esfuerzo que hicieron bajo la tenue luz de las velas.
Este era el final esperado, sin embargo. Simplemente no podía no ser castigado con torres de papeleo después de haberse opuesto audazmente a su líder, y en realidad tener la razón en eso.
Sandaime era un hombre egoísta en las pequeñas cosas, así que en realidad Shikaku no se sorprendió cuando la secretaria del hombre le dejó caer pilas de hojas sobre su propio escritorio a dos salones más allá de dicho hombre. Se lo esperó en el momento en que rio a carcajadas después de aceptar el razonamiento de Shikaku, aceptado también su derrota en el tema.
Y aun así, Shikaku se deleitaba en maldecir al hombre dentro de sus pensamientos por su crueldad al negar tales ordenes frente a su esposa, demasiado ruidosa y molesta a estas horas de la noche.
"¡ … Sabes lo que me costó hacer dormir a Shikamaru, estuvo despierto esperando a que llegaras! ¡Me costó horas para que durmiera!"
Shikaku suspiró, sintiéndose un poco culpable.
"Sí, sí, lo siento. Iré ahora mismo."
"¡No lo despiertes!" Le gritó Yoshino desde el salón mientras Shikaku avanzaba a paso lento por el corredor. "¡Calentaré la cena! ¡Nuevamente!"
Que agradable esposa.
Correr el shoji silenciosamente ni siquiera fue necesario, la rareza que era ver los grandes ojos de su hijo lo recibieron como linternas oscuras entre las sombras, mucho más acostumbrado a que imitara los párpados dormilones de Shikaku.
Shikamaru tomó asiento en el colchón, movimientos pesados por el sueño que trataba de alejar, su espalda se apoyó en la cabecera de la cama. "Estás en casa, papá." Saludó en susurros.
Shikaku sonrió con indulgencia cuando un bostezo se apoderó de la expresión del niño. Se sentó a su costado y revolvió sus cabellos. "He vuelto."
La respuesta fue suficiente para que Shikamaru volviera a su expresión adormilada, mostrando valientemente sus luchas por mantenerse despierto. Era bueno que aún fuera pequeño y no tuviera que ir a la academia o tuviera otras grandes responsabilidades, de lo contrario la resequedad de los ojos y el mareo por no dormir lo suficiente lo obligaría, realmente esta vez, a caer dormido en mitad del camino.
"¿Tuviste un buen día?" Preguntó, no tan curioso como interesado en pasar unos pequeños minutos con Shikamaru. No era un padre muy presente con todo el trabajo ganando espacio en la Torre Hokage, y proyectaba que tal vez pasarían unos años más antes de que fuera posible tomarse algunos días libres.
La imagen de Kobayashi tomó lugar como una nueva carga de trabajo autoimpuesta también.
"Choji e Ino estuvieron aquí." Dijo frotando su ojo derecho, el otro fijo en su padre. "Ino era muy ruidosa, como siempre. Estaba hablando de flores. Choji está bien. Me deja dormir, aunque Ino se me tira encima y me despierta."
"Es bueno que te lleves bien con Ino y Choji."
Shikamaru hizo una mueca. "¿De verdad tengo que pasar tiempo con Ino? Choji me gusta, pero Ino grita mucho."
Shikaku rio en voz baja. "Es bueno hacer amigos diferentes. No puedes evitar el contacto con personas tan efusivas como Ino. Es mejor tomarlo y dejarse llevar, chico. Te lo digo por experiencia."
Shikamaru bufó. "¿Inoichi-ojichan era igual?"
"Menos flores en sus balbuceos pero sí, igual." Respondió divertido Shikaku. "Aprendí rápidamente que para calmar a ese hombre era mejor seguirle la corriente. Menos sufrimiento propio y todo eso." Suspiró, agotado al recordar esos tiempos.
Cayeron en un silencio tranquilo, Shikamaru intentado y fallando en mantener erguida la cabeza, cada segundo siendo atrapado aún más por el sueño.
"Shikamaru," llamó entonces Shikaku. "¿no te gustaría conocer otro amigo?"
Pero lo único que recibió de respuesta fue un murmullo sin sentido.
Shikaku sonrió otra vez. "Está bien. Hablaremos de eso en otro momento. Ahora, a dormir, chico." Se puso de pie y empujó con delicadeza el pequeño cuerpo de su hijo debajo de las mantas. Shikamaru se dejó guiar sin poder aguantar más contra sus instintos. "Duerme bien." Se despidió con un último mimo en la cabeza del niño.
Al salir de la habitación en penumbras, cerrar el shoji y voltear para regresar a la sala, lo encontró su esposa mirándolo con ojos entrecerrados y brazos cruzados sobre su pecho.
"En mi defensa," comenzó Shikaku tratando de mantener la paz. "Shika ya estaba despierto."
Yoshino solo agudizó más su mirada, causando nervios en el hombre. Luego, dejó caer su manos con un profundo suspiro abandonando sus pulmones. Lo miró en silencio y dijo: "La cena ya está servida." Dio media vuelta y desapareció en la esquina del corredor.
Shikaku entonces dejó ir su propio suspiro de alivio y caminó detrás de los pasos de su esposa, mucho más calmado después de notar el rizo tembloroso en la esquina de sus labios con el que Yoshino había estado luchando por mantener oculto de Shikaku.
La cena desprendía vapor de sus cuencos y platos, el arroz blanco, casi luminoso lo hacía casi salivar del hambre que había olvidado que tenía. Yoshino lo esperaba al otro lado de la mesa, una taza de té caliente entre sus manos. No fue hasta que Shikaku había devorado la mitad de los platos que su esposa habló.
"¿Otro amigo?" Preguntó sin dar más detalles. Pero no tuvo que darlos cuando Shikaku sabía que su esposa había escuchado la breve conversación que había tenido con su hijo.
Él la miró por encima del bocado de arroz que se estaba llevando a la boca, y mordió con una sonrisa perezosa mientras dejaba que su esposa se cocinara en su curiosidad. Yoshino estuvo a punto de lanzarle la taza ahora vacía a la cabeza, conociendo a su esposo.
"Fue una tarea del Hokage, en realidad." Calmó los instintos asesinos de la mujer. A estas alturas, Shikaku sabía que solo mencionar a dicho hombre calmaría el fuego embravecido que era su esposa. "Se trata de una niña, huérfana civil que necesita orientación para convertirse en un shinobi de Konoha."
"Oh. Si Hokage-sama tiene interés en la niña entonces debe ser bastante talentosa."
Shikaku asintió. "Muy talentosa, en realidad. Resultó ser un nuevo genio que no puede llevarse bien con otros niños por diversas razones."
"Así que quieres presentársela a Shikamaru para que pueda socializar correctamente." Se aventuró Yoshino.
"Créeme. Su problema no es la socialización."
La niña era terriblemente correcta y social para tener un problema ahí. Al parecer eran sus sentidos los que gritaban alarmados cuando se acercaba a alguien, chakra alborotado y sin control de sí mismo los que asustaban a la niña. Shika, en cambio, era mucho más tranquilo que otros niños, y más perspicaz también.
Sería un alivio que eso dos congeniaran. Shikaku tenía la ligera sospecha de que ambos podrían llevarse muy bien, y terminarían ayudándose el uno al otro en el camino. Sus personalidades eran similares, ambos eran tranquilos, analizadores e inteligentes.
Para Shikaku parecía ser una buena idea.
"Pero es mejor que la monitoreé, yo personalmente por órdenes del Hokage. Y pensé que si ella y Shika se hacían amigos, sería más fácil para mí al no tener que dividir mi tiempo yendo de un lado al otro."
"Ya pasas poco tiempo con Shikamaru." Se preocupó Yoshino.
"Mis pensamientos exactos."
"Entonces tráela. Si son órdenes de Hokage-sama no se puede evitar. Además, a Shikamaru le vendría bien otros amigos que lo mantengan despierto y no cayendo de cara al piso cada tres pasos." Dijo exasperada causando la risa de Shikaku.
Entonces Shikaku guardó silencio. Tomó un sorbo de su propio té antes de continuar. "En realidad, no es solo por orden del Hokage."
"¿Oh?" Yoshino lo miró con curiosidad antes de permitirse sonreír y pararse en busca de la tetera para servir una nueva taza de té. "Cuéntame más. ¿Cómo es ella?"
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