Había sido un día difícil con el Sheriff Truman, ambos tratando de encontrar pistas, cualquier pista que pudiera conducirlos al asesino de Laura Palmer, pero al igual que el día anterior no había nada nuevo.
Ahora caminaba sin prisas y pensaba con un increíble alivio en su cama y no en una taza de café, ¡por fin!
El sonido de una suave melodía vino del salón de baile. Pensó que probablemente tenía algo que ver con la reunión de una agencia de citas que Audrey le había mencionado esa mañana.
El sonido era realmente melancólico y no pudo evitar detenerse frente a una de las puertas abiertas de la habitación.
Y quedó asombrado de lo que vio.
Una pequeña figura femenina bailaba suavemente al son de la música. Su figura era oscura en contraste con la luz de la luna que entraba a la habitación a través de los grandes ventanales.
Él no pudo evitar mirarla, como hipnotizado, atónito por este nuevo descubrimiento, esa personalidad escondida… Parecía que había estado bailando ahí desde siempre.
Audrey - pensó - era tan frágil y al mismo tiempo tan fuerte. Ella era tan joven. Sí, era muy joven y sin embargo, parecía tener muchas vidas ya vividas. Tan hermosa y peligrosa para él.
Audrey Horne abrió los ojos. Sintió la intensidad de una mirada sobre ella y luego lo encontró, las manos en los bolsillos de sus pantalones. Sonriéndole suavemente desde el otro lado de la habitación.
Ella le devolvió la sonrisa, pero no dejó de bailar. Audrey extendió un brazo y lo invitó a unirse a ella en silencio.
Dale dudó sólo por un segundo y luego cruzó la distancia entre ellos, tomando su mano y sosteniéndola a la vez con su mano libre justo por la parte baja de su espalda y la estrechó contra su pecho lo más cerca que pudo.
Audrey cerró los ojos, apretando sus dedos con los de él, atreviéndose a guiar su mano libre hasta la base de su cuello. Se sintió adormecida y sonrió para sí misma mientras lo acariciaba suavemente.
-Buenas noches, agente Cooper. -susurró por fin y su voz sonó como un hechizo. Magia blanca y roja saliendo de sus labios.
-Buenas noches, señorita Horne.
- Tuviste un día difícil, ¿no? Agente Cooper.
-Sí, lo tuve. ¿Cómo lo supo, señorita Horne?
-Tu cabello- sonrió-y tu corbata están aflojadas.
Dale Cooper apoyó su barbilla en lo alto de la pequeña y perfumada cabeza, "esta chica realmente me conoce"... pensó y cerró los ojos escuchando la música y sintiendo los latidos del corazón de Audrey incluso a través de su ropa, asombrado por el hecho de que también sentía como su corazón comenzaba a latir como loco por su propia voluntad. Y una vez más, como ese par de noches atrás, cuando la encontró desnuda bajo las mantas de su cama, temió fallar en su propia promesa de mantenerla como amiga.
Una muy especial.
La música murió al igual que las palabras murieron en sus bocas.
Audrey lo miró con ojos azul oscuro, tratando de sonreír y fracasó terriblemente debido a las emociones que la abrumaban.
Dale Cooper ahora la sostenía más cerca por la cintura y ella apoyó las palmas de las manos en ambos lados de su cara. Ambos parecían no saber que la música había terminado.
Hubo silencio, angustia y anhelo en esos pocos segundos de silencio compartido y miradas fijas.
Cooper le tomó la barbilla y la acarició con el pulgar. Deseando que pudieran estar pasando muchas cosas diferentes, todas ellas que no tuviesen nada que ver con resolver un asesinato o ser un agente del FBI de turno o ser casi diecisiete años mayor que la belleza que lo miraba. Dentro de él con esos ojos azul eléctrico. Debía reconocer que le encantaba la forma en que sus caminos conducían el uno hacia el otro.
Amaba las mañanas con sus sonrisas y las noches en las que ella lo recibía, como esa noche.
Él inclinó su rostro hacia el de ella y por un momento todo lo que quiso fue besarla. Ella contuvo la respiración expectante, pero allí estaba él, besando su frente en lugar de sus labios, suplicándole perdón sin palabras.
-No podemos- fue todo lo que atinó a decir un minuto después. Perdido en los brillantes ojos azules.
-Lo sé. -fue la respuesta de Audrey, mordiéndose el labio inferior con frustración -déjame ir. - pidió y su susurro sonó como una súplica amarga mientras intentaba tomar cierta distancia de su cuerpo.
-Audrey, por favor…no te enojes conmigo. -dijo tomándola de una mano.
-No...Es sólo que...tengo que irme, Agente Cooper. Por favor déjame ir. -murmuró. Dale soltó su mano y ella casi cruzó corriendo la puerta, desapareciendo en las sombras del pasillo.
Cooper quedó allí por un momento, tratando de procesar lo que estaba pasando con él.
Tal vez estaba cansado de estar solo y en su soledad encontró un alma gemela, sola y solitaria como él y e el proceso los estaba llevando a un imposible.
Tal vez era el pueblo y su extraña magia o tal vez solo era él negando sus propios sentimientos...
"Una mujer puede hacerte volar como un águila, otra puede darte la fuerza de un león, pero sólo una en el Ciclo de la Vida puede llenar tu corazón con el asombro y la sabiduría de que has conocido una alegría singular."
...Alegría singular, pensó en las palabras de Hawk.
Una maravilla es contemplar a una mujer bailando sola a la luz de la luna o el regalo de una sonrisa, única y sólo para ti mientras te tomas la primera taza de café de la mañana en una habitación llena de gente o tal vez el olor de un perfume, su perfume…
Una alegría singular era saber que alguien está esperando que regreses por las noches y nunca dejar de preguntarte qué vendrá después... como por ejemplo un baile silencioso para dos.
Suspiró profundamente y salió de la habitación… presionando el botón de grabación de su grabadora.
"Diane- se dijo más a sí mismo- No tengo idea de qué hora es, pero necesito decirle a alguien que desearía tener la oportunidad de cambiar una situación personal después de que atrapemos al asesino de Laura Palmer. Tengo las manos atadas hasta entonces y tengo que decir que desearía que mi corazón estuviera tan abierto a las oportunidades como lo está mi mente.
Esta noche, hace casi quince minutos, paso el momento más increíble desde mi llegada a Twin Peaks. Había música suave, una luz de luna brillante... pero parece que llegué a esta vida tal vez quince años antes de lo que debía... -hizo una pausa mirando su palma derecha, de repente le picaba. No quería pensar en el significado, concentrándose en el llavero verde que sostenía. -"Siempre te sentirás bienvenido en el Great Northern Hotel"- musitó-... Que tengas una buena noche. Diane."
