Muerte a las 21

La noche me iba susurrando que era hora de volver. ¡Oh dulce sinfonía de las campanas de la Iglesia! Augurando penas y suplicas. Mientras que yo, en mi afán de caminar, iba pensando en canciones, un bálsamo para el alma. De pronto un auto, casi sin pensarlo o mera casualidad, iba hacia mi dirección como una sombra a mis pies. Me corri pero fue tan inútil como perseguir un conejo en medio del campo y el auto, próximo a acercarse mas, podía pensar que este seria mi final. Recordé mis vidas pasadas, imposible de saber si las tuve, mientras aquel auto me golpeaba contra las rejas de la Iglesia. Fui campesino, doctor, abogado, filántropo pobre, música y hasta maestro hasta que volvi al presente. Absorto ante tal suceso, en que estaba entre auto y reja, viemose que pesentia mi final. ¿Mi final? ¿Acaso no lo era ya? Pues vivía aun, respiraba y veía todas las personas alrededor de mi. Poco a poco querían saber, extasiados en sus mentes, que fue lo que me paso o al conductor que ya no despierta sobre aquel volante. El parachoque me había quebrado cuatro costillas, un leve movimiento ¡Eras cinco! Y un liquido broto de mi cuerpo hasta sentirlo en mi boca. Sin gusto alguno. Procedí a echar con mis ojos un ultimo vistazo a mi alrededor. Como dijo el gran poeta: "Observa y deja vivir, vive y puedes morir". En mis pies sentía algo extraño, como un caño o un liquido del auto, mientras que mis manos sostenían el parachoque entre reja y auto con los dedos doblados. Pude mover un dedo, lo movi pero nadie lo vio, y mis ojos se quedaron fijos en un punto. Una heladería. ¡Quisiera un helado con este calor! Mientras que pude escuchar un ruido que se hacía más insoportable. Mi cerebro creo que me abandono y mi nariz ya no responde. No puedo decir a que huele el gas que sale del auto mientras mi cabeza esta sobre el mismo. ¡Oh Iglesia amada! ¿Este es mi final aun? No puedo escuchar, como ya dije, y mi lengua no responde. Mi cuerpo inmóvil y con mala postura entre las rejas de la Iglesia. Hay un dicho: "Las nueve son la hora fúnebre" y en verdad ya lo creo. Siento, si he de sentir algo ya, un caño que se mete mas y mas en la pierna, debe de ser porque alguien lo mueve el auto. Ya casi pierdo mi vista, vestigios de aquella bella heladería, mientras pude hacer algo antes de que mi mente se apague. Mi último soplo sobre el auto hasta que al final recordé que eran las 21 ya.