Nada de Katekyo Hitman Reborn o Harry Potter me pertenece, solo la historia y uno que otro agregado que aparecerán más adelante en la historia.
Magic's Games
Capítulo 17
Reborn, con toda honestidad, solo fue a informar que ya había sacado a toda la "basura" del personal de la institución. Básicamente el 80% de todo, pero bueno, detalles. Hablando de humanos, al menos. Aun así, no creía que los elfos fueran a quedarse, domésticos o no. Reborn estaba casi seguro de que su estudiante tendría un ataque al ver a los duendes raros vestidos en harapos y con cara de haber vivido más de 100 años.
En ningún momento sus planes consistieron en encontrarse con gente en lágrimas, y personal médico de un lado a otro y un viejo siendo llevado a la chimenea con prisas.
- ¿Se murió? – Pregunto, acomodando su sombrero y tomando una taza de café. Tal vez tendría que venir en otro momento.
Mas lagrimas surgieron ante la pregunta y un profesor vestido de negro se levantó con claras intenciones de una pelea. Su cara se había puesto tan roja que parecía un tomate. Al menos sería divertido, había querido botar a este tipo y su estudiante no lo dejo. Quizás ahora podría salirse con la suya y botar al hombre que no tenía gusto alguno por enseñar.
- Por culpa de ustedes todo se ha hecho un desastre y ahora el Director, el mago más poderoso de la época, está sufriendo de un ataque al corazón. - ¿Oh?, ¿eso era todo?
Moviendo el palo mágico a un lado con un dedo, porque no le gustaba ser señalo de tal forma y también porque planeaba poner en su lugar a quien se creía con derecho a reclamar, anuncio como quien no quiere la cosa:
- Siguen vivos porque le agradan a Tsuna. – Era divertido ver como de rojo paso a blanco. Y el sonido de llanto desconsolado ante sus palabras era tanto halagador como irritante. - ¿Y qué tanto esperan de ese anciano?, tiene como un siglo y más. – Eso, en pocas palabras, era mucho. Suponía que había que recordarles tal cosa: – Más bien a durado mucho, y sea el mago más poderoso o no con tal edad que tiene no debería tener ningún cargo sino estar tranquilo en su casa disfrutando de su jubilación y de sus últimos días.
Reborn guardo aparte el hecho de que, aparentemente, "jubilación" no estaba en el diccionario de estas personas. Los magos estaban más atrasados de lo que pensó. ¿Y decían que eran superiores?, por favor.
- Hacerlo y/o dejarlo trabajar por tanto tiempo es cruel de su parte y también una estupidez. ¿Qué son?, ¿niños de 10 años?, ¿por qué tengo que decirles lo obvio? – Ahora entendía porque el insufrible de Primo lo había molestado tanto diciéndole que la comunidad mágica era como un asilo de viejos. Debió de decirle que era una guardería. – Obviando su ineptitud, ¿puedo preguntar como supuestamente un infarto es culpa mía?, voy llegando y ya lo tenía, y no tengo magia ni un palo para que haga nada. – Muchos hicieron una mueca ante su referencia de "palo" y no varita.
Luego de tantas quejas de Tsuna, no podía evitar concordar con él en de que eran palos. Ramas, la verdad. Y si en verdad se podía hacer magia perfectamente sin ellas, le parecía aún más estúpido todo el asunto. Su alumno podía hacer magia, o encantar gente usando contacto visual. Si podía hacer otra cosa…
- Trajeron un dragón. - ¿En serio había traído a Mushu?, eso significaba que ya había comenzado a incinerar de todo. Sería un trabajo largo. – Destruyeron un ala entera del castillo en donde se encontraba un artefacto muy peligroso e importante. – Siseo el hombre, recobrando parte de su furia.
- Entonces no pasó nada. – Alguien se ahogó con aire, se imaginaba. Reborn ignoro los golpes y la urgencia de ayudar a quien sea que se ahogó. No era su problema. – Esto es una escuela, e-s-c-u-e-l-a. Tiene que ser un sitio seguro y un entorno agradable para el aprendizaje, objetos peligros no van, así que más bien les hicieron un favor. – Reborn se hizo ignorante de cómo sus palabras parecían ser más fuertes que una bala.
Aún no había hecho nada y esta gente temblaba. Se divertiría a lo grande si por cada cosa se pondrían así. Genial. Había extrañado hacerle la vida miserable a alguien, y aquí ni siquiera tenía que usar una pistola. Cuando pasara a las armas, sería una maravilla.
- Ya terminé con el personal. – Tendría que buscar un director también. No lo había pensado, pero si ese viejo se moría entonces sería mucho más fácil buscarle un reemplazo. – Es probable que mi alumno haga más cambios, luego de que termine de hacer limpieza de todo el castillo, claro. – Dicho esto, la plataforma en la que estaba comenzó a moverse. – Luego les traigo el nuevo y mejorado currículo escolar. – Esto fue lo último que dijo, desapareciendo por la pared antes de que alguien pudiera reaccionar y hacer una tontería.
Tsuna podía quejarse todo lo que quisiera, pero cualquier cosa solo llenaría a un pobre feliz de muchísimos hoyos. Ahora, ¿su estudiante tonto habría traído a Gokudera o le habría pedido el favor a Mushu?, el chico no podía hacer estallar na-¡KABOOM!
Atontado, le pidió a León que se convirtiera en un telescopio y miro por fuera de la tubería dañada. Justo a tiempo para ver al vampiro murmurar algo de malhumor, fuego y escombros a su alrededor.
- Bueno, Gokudera va a estar feliz. – Murmuro para si el mejor asesino a sueldo del mundo, viendo como su estudiante se quedó mirando algo, murmuro algo, y de repente lo que miraba estallo en una llamarada infernal.
No era fuego normal, ni a golpes. ¿Desde cuándo había fuego negro de todas las cosas?, tendría que preguntarle más tarde. Cuando había una demolición, lo mejor era irse lejos. Reborn no confiaba en un chico molesto capaz de hacer estallar cosas sin mover un dedo.
Reborn realmente esperaba que Tsuna no fuera a enseñarle a Gokudera como hacer eso, o que Gokudera se enterase. No aun, tal vez en un par de años. Lo último que el mundo necesitaba era a un chico temperamental cuya respuesta primera era explotar todo.
En otro lugar…
- ¿Ya vamos a llegar? – Porque francamente Gokudera ya estaba más que mareado. El pequeño león en sus hombros solo pareció reírse de él.
La única razón por la que solo se limitaba a darle el mal de ojo al demonio era porque Juudaime no estaría feliz si le hacía algo a Natsu, nada más. Natsu le había hecho la vida triste desde que se subió al bus, tal vez desde antes. Esperaba que Juudaime estuviera feliz de ver que cuido del pequeño animal y se lo llevo. Un par de horas era más que suficiente tortura.
- Estamos en Panamá, nos falta algo. - ¿En Panamá?
Al menos ya estaban en América. Cuando aprendieran a usar esta cosa, llegarían a cualquier lado en menos de una hora.
- ¿Y ahora quien molesta? – Se quejó Ikki, sacando su celular que estaba sonando. El tono de llamada era un tanto… irritante, y tétrico. - ¿Halo?
Gokudera arqueo una ceja y no estuvo solo, pero él era el único que no sabía la historia completa del nombre que Ikki soltó:
- ¿Shun?, estoy algo ocupado, ¿qué sucede? – Ocupado leyendo un libro en un bus que daba tantas vueltas que Gokudera no sabía cómo no había vomitado. – No, no puedo Shun. – Sea quien fuera Shun, no estaba contento con tal respuesta. – Estoy ocupado, trabajando, las cuentas no se pagan solas. – No, Shun no estaba feliz. – Estoy seguro que Seiya y los demás irán, pero por mi… bueno, Athena nunca paga nada y si no te has fijado, necesitamos dinero para comer. Nos vemos y suerte. – Un teléfono fue abierto y alguien le saco la batería antes de acomodarse en la cama con su libro.
En otro lugar…
- No vendrá. – Un chico de pelo verde dio como veredicto a otros dos chicos, uno con una venda en la cara y el otro con el pelo rubio.
- ¿Como que no vendrá? – Estallo el rubio, alterado. – Inaudito, siempre hace lo mismo, pero este es el…
Por una vez Shun no se molestó en corregir o defender a su hermano. Ikki podía hacer lo que quisiera, no había nada de malo en eso. Eso era lo que todos hacían cuando no eran llamados por Athena o el mundo se iba a la ruina.
Eso no quería decir que se esperara una negación directa y menos tan casual por parte de su hermano. Dolió. ¿Que se supone que le dirían a los otros?, de Seiya no se preocupaba, el tipo andaba perdido desde hace rato y el respetaría la decisión de Ikki mejor que nadie. Eso no quería decir que no fuera a molestarse o decir un par de insolencias.
De vuelta con Gokudera…
-… hermano? – Que Dios lo perdonara, pero: - ¿Tienes un hermano?
Más de uno lo miro como si fuera un imbécil sin tacto alguno. El problema era que:
- Si tienen familia me entero. – Gokudera levanto las manos en gesto de paz. No es que fuera necesario. – Y vaya familia si Moltres, Zaptos, Articuno, Lugia y Latios tuvieron que rescatarlos. – Aun ahora tomaba mucho de sí para decir los nombres seriamente, y no hacer una mueca o preguntarse en un murmullo quien había sido el idiota en enseñarle Pokemon al vampiro sin cuidar que se volviera una adicción.
En su casa, Takeshi y Tsuyoshi estornudaron simultáneamente en distintos lugares de su casa.
- Algunas de nuestras familias son unos desgraciados. – Ikki no se molestó en subir la vista de su libro. Estaba leyendo "El Señor De Los Anillos", Gokudera creía que era el primer libro. No sabía y no iba a preguntar eso ahora. – Otras ni siquiera saben que paso con nosotros, ¿sabes lo feo que sería que los contactaran diciendo algo en las líneas de: "señor, su hijo se encuentra en la cárcel por…"? – Un par, incluyendo al conductor, se encogieron en el sitio ante la pobre imitación de una llamada telefónica policial.
- Bueno, ahora están en manos de Tsuna-sama. – Cosa que, lo quisieran o no, era no negociable. – Saben que él no se molestara si contactan a sus familias o regresan a ellos siempre y cuando visiten… - O Tsuna-sama iría a ellos, lo quisieran o no.
- No dañes lo que-
El bus tuvo una parada inesperada, haciendo maldecir a un par que terminaron casi rodando por todo el suelo del bus. La única razón por la que Gokudera no termino compartiendo tal destino se debía a los afilados dientes de un pequeño demonio que había mordido más que la ropa, apropósito.
- Eso de que eres igual a Tsuna-sama no me lo creo. – El demonio solo le sonrió con suficiencia, algo de sangre manchando su hocico. – No eres vampiro tú también, ¿verdad? – Mal momento para las dudas y curiosidad sobrenatural. - ¿Es posible que existan demonios vampiros-
- ¡Cállate! – Siseo alguien jalándolo del brazo mordido, haciéndolo maldecir de nuevo. - ¿Acaso quieres hacer las cosas más bizarras de lo que ya son o qué? – Pues…
- Soy fan de los extraterrestres y lo sobrenatural. – No de lo bizarro, pero podía vivir con ello si veía y aprendía más cosas sobrenaturales.
Aparentemente había cometido alguna clase de traición si las miradas de horror y el pésame que le dieron decía algo. Gokudera no entendía que había de malo. ¿Quién podría decir que había visto o que siquiera existían los vampiros, la magia, y todo lo demás?
Si tan solo pudiera ver una extraterrestre todos sus sueños se habrían hecho realidad.
- ¿Se va a montar o no abuela? – Este fue el copiloto, no tan amable como se esperaría. Se había quemado con su café gracias a tal frenazo del conductor, a quien iba a meterle un golpe tan pronto volvieran a casa a hacer el cambio.
La "abuela", quien tenía como 5 minutos solo mirando con grandes ojos, la varita en alto, y probablemente con un ataque respiratorio porque el aire parecía estarle faltando, cayó de espaldas como un saco de papas ante la pregunta.
- Bueno, otro más… - Dicho esto, el copiloto bajo a cargar otro cuerpo al gran número que tenían atrás.
Cuando esta gente despertara, se vería en la problemática de que tendrían que pagar horas de servicio, lo quisieran o no. Más bien, sin que lo supieran, saldrían increíblemente bien. La idea original era quitarle todas las posesiones a la gente y dejarlas en el hospital porque nadie era un desalmado. Ladrones sí, pero no desalmados.
El problema era que, a corto plazo, saldría increíble robar a todo desafortunado. A largo plazo era preferible usar esto como un servicio de transporte, tal y cual supuestamente era antes de que se lo robaran con la ayuda de Natsu y Tsu-chan.
Así que si, este sería el nuevo trabajo que tendrían si les sonreía la suerte. Esperaban que sí, robar no era la primera elección y no querían volver a la cárcel. Aunque no había mucho de qué preocuparse en la cárcel, no con Tsu-chan. Además, estar en una celda con las tres comidas al día cumpliendo una sentencia con posibles compañeros psicópatas y/o homicidas no era exactamente nuevo y tampoco se comparaba a todas las locuras que vivían a diario.
- Tu parada Gokudera. – El bus se detuvo pacíficamente. Por primera vez desde que lo tenían. - ¿Debemos venir a buscarte o…? – No tenían idea de cuáles eran los planes del fumador.
- Cualquier cosa les aviso. – Para algo tenían teléfonos, ¿no así?
Por más que quisiera a Tsuna-sama, Gokudera no quería ser arrastrado en una carrera a toda velocidad por el ser más rápido que conocía. Otra vez. No quería vomitar, y desde aquí a Japón, a casa… la distancia era enorme.
- Gracias. – Gokudera no se quedó para ver las reacciones a su agradecimiento, ni ver la puerta cerrarse.
En todo caso, Gokudera solo tuvo unos minutos de paz y tranquilidad, e ignorando al demonio en su hombro, antes de darse cuenta del humo, de la gran cantidad de humo, que se veía en lo alto del castillo. La soledad, la paz, la tranquilidad, debieron de ser señales de que algo no estaba bien, pero eso podía importarle menos:
- ¡LO SALVARE DE LOS MAGOS INFELICES TSUNA-SAMA! – Porque solo ellos podían ser los causantes del humo, y ya que no podían apreciar la grandiosidad de Tsuna-sama…
Sabía que debió de hacer una demostración de que sus advertencias eran más que eso. Esta gente era tonta, ignorante, y terca. A ese tipo de gente solo se le podía hacer entender con amenazas reales, no solo palabras. Lo había vivido muchísimas veces, sabía muy bien cómo tratar con esta clase de gente, y aunque le disgustara, obviamente tenía que hacerse si se atrevían a atentar contra la vida de Tsuna-sama.
Más les valía que su jefe no tuviera ni un solo rasguño, y que siquiera en una pieza. De otra forma tendría que hacerlos estallar en mil pedazos en el sitio y desaparecer por completo la existencia de este castillo.
Tal vez necesitaría pedir que le trajera su dinamita de emergencia. Era un lugar muy grande después de todo.
