A/N: ¡Otro capítulo! Estoy disfrutando bastante escribiendo esta historia, como es justo después de los libros tengo total libertad para escribir y llevar a los personajes por donde quiera. De todas maneras, si creéis que actúan de alguna manera rara o algo ¡no dudéis en decirmelo! Por cierto, gracias a todos los que habéis seguido este fanfic o dejado reviews. ¡Se agradece mucho! Bueno, espero que os guste el capítulo :D


La lluvia repiqueteaba contra los cristales, acompañando a Harry y llenando el silencio de la habitación. La tormenta que estaba cayendo era propia de aquella época del año, abundante pero breve, así que cerró los ojos durante un instante, disfrutando de ella mientras durase. Solo hacía algunos días que la guerra había acabado, que Ron y Hermione habían traído a Snape a la enfermería, pero Harry tenía la sensación de hubieran pasado meses.

Los Weasley, a excepción de Ron, habían vuelto aquella misma mañana a la Madriguera. Harry recordaba el abrazo de la señora Weasley y el beso que Ginny le había dado en los labios, prometiendo volver a verle en unos días durante el funeral. Pero la despedida que más impactó al muchacho había sido la de George. Harry se había acercado con cuidado, pensando en darle un apretón en el brazo y unas palabras de ánimo. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, George le había envuelto entre sus brazos y apretado con tanta fuerza que Harry se quedó sin aliento durante un instante. Rápidamente le devolvió el abrazo con la misma intensidad, tratando de demostrarle todo lo que sentía. Cuando se separaron las mejillas de ambos estaban húmedas, pero la mirada vacía de George ya no lo estaba tanto.

De modo que los Weasley habían vuelto a su hogar para preparar el funeral de Fred y acoger a toda la familia que había viajado hasta allí. Solo Ron se había quedado, algo que al principio no había hecho mucha gracia a la señora Weasley. Su marido le hizo entender que cada uno lidia con el luto a su manera y, finalmente, Molly acabó cediendo. Ron iba a regresar a la Madriguera a tiempo para el funeral, después de que las cosas se calmasen en Hogwarts.

Hasta la escuela habían venido políticos, periodistas y celebridades. Pero también familiares de las víctimas, sanadores y gente que quería ayudar a reconstruir el colegio. Como Harry, Ron y Hermione habían tenido un papel tan importante en la derrota de Voldemort, su presencia era de algún modo requerida. Tuvieron que dar su versión de los hechos a varias autoridades del mundo mágico, así como estrechar manos y ayudar a subir la moral a los heridos. Por supuesto, podrían haberse negado a todo aquello, pero los tres se sentían responsables. De no haber vuelto a Hogwarts a por el Horrocrux la batalla nunca se habría producido.

En aquel momento Harry se encontraba de nuevo en la habitación de Snape. El profesor aún no había despertado, pero según la señora Pomfrey sus heridas se estaban curando. Con el paso del tiempo, a Harry se le había ido haciendo más fácil dejar a Snape bajo la vigilancia de sus amigos. Tanto Ron como Hermione le habían sustituido en su silla junto a la camilla para que Harry pudiera dormir en una cama, pasar tiempo fuera de la enfermería o atender a sus responsabilidades. Ahora, sin embargo, era su turno de estar ahí.

No sabía exactamente qué hora era, pero por la luz de la luna que entraba desde la ventana, debía ser tarde. Aun así, no le importaba. Se sentía extrañamente tranquilo y a gusto, con Snape todavía dormido en su camilla y la lluvia cayendo con fuerza contra los cristales. Había sacado varios libros de la biblioteca y los leía sentado con las piernas cruzadas, la luz de su varita iluminando las páginas.

Sabía que, si así lo deseaba, podría empezar a trabajar como auror en cualquier momento. No importaba que no hubiera cursado el último año de Hogwarts. Pero Harry no quería tener lagunas en un conocimiento que algún día podría salvarle la vida, de modo que había ido a la biblioteca a conseguir varios libros avanzados sobre Defensa, Pociones o Encantamientos. La señora Prince, astutamente, había creado poderosas protecciones sobre los libros al empezar la batalla y gracias a eso la mayoría sobrevivieron a la lucha.

Así que allí se encontraba Harry, sentado junto a Snape, leyendo en un silencio roto solo por la lluvia y el pasar de las páginas. Sabía que cuando el alba llegase aquella calma sería sustituida por el ir y venir de los sanadores, el ruido de las lechuzas y el gentío que deambulaba por el colegio. También era consciente de que en los próximos días iría a muchos funerales de seres queridos, lo que sería doloroso. Y que en cuanto Snape despertase tendría otro fuego por apagar. Pero en aquel momento se sentía extrañamente en paz.

Siguió leyendo largo rato, hasta bien entrada la madrugada, cuando de pronto, se abrió la puerta y entró la señora Pomfrey en la habitación.

"Potter."

La sanadora no se sorprendió al verle, se había acostumbrado a su presencia durante los últimos días.

"Señora Pomfrey, ¿ha pasado algo?"

"No estoy segura…" Se acercó lentamente a Snape y le observó durante un instante. "Los encantamientos que coloqué me han avisado de que se está produciendo un cambio."

Harry se quedó sin aliento de pronto.

"¿Un… un cambio?

"Así es." Dijo ella. "Dame un minuto."

Realizó algunos complicados movimientos con su varita, susurrando diferentes palabras en un idioma que Harry desconocía. A medida que pasaban los segundos, el muchacho empezó a preocuparse. No quería distraer a la señora Pomfrey, así que no dijo nada, pero por su mente solo pasaban los escenarios más pesimistas.

Cuando ya pensaba que no podría aguantar más esa incertidumbre, la señora Pomfrey se dio la vuelta y Harry pudo verle la cara. Tenía una sonrisa cansada en el rostro y sus ojos brillaban con satisfacción.

"Todo irá bien, Potter." Dijo, tranquilizándole. "Su respiración, así como su pulso, se están acelerando. Eso indica que su cuerpo está preparándose para despertar. Todo apunta a que lo hará en breves."

Aquellas palabras hicieron desaparecer la ansiedad que Harry llevaba consigo desde que había descubierto que Snape estaba vivo. La punzada de nerviosismo en su estómago desapareció y tuvo que respirar profundamente para no marearse del alivio.

"¿Estás bien?" Le preguntó la señora Pomfrey, observándole con detenimiento.

"Sí, sí. Por supuesto. Es una noticia fantástica. Es solo que…" Vaciló durante un instante, sin saber cómo explicarse. "Han sido tantos días de nervios que no puedo creerme que esté pasando de verdad."

"Es perfectamente normal, Potter." Dijo, acercándose y dándole unas palmaditas en la espalda. "Respira hondo y se te pasará."

Harry así lo hizo y, poco a poco, fue recuperando la compostura.

"Vale, ya está. Estoy bien." Dijo, más para sí mismo que para la señora Pomfrey.

"Me alegro, porque solo tienes unos minutos hasta que el profesor Snape despierte."

Harry asintió, de pronto nervioso, anticipando el momento. Miró a su alrededor y vio el desorden que había en la sala. Decidió que lo último que quería era hacer enfadar a Snape nada más despertarse, de modo que se puso manos a la obra. Recogió sus libros y los metió en la mochila, que después dejó apoyada contra su silla. Luego dobló la manta con la que se había tapado y la guardó en un cajón que le indicó la señora Pomfrey. Cuando hubo acabado, volvió a sentarse, jugueteando impaciente con sus dedos.

"Potter." Le dijo la sanadora cuando solo habían pasado unos segundos. "Quiero que me escuches con atención. Sé que probablemente tengas muchas cosas de las que hablar con Severus, pero es importante que no le alteres demasiado. Todavía estará muy débil y, teniendo en cuenta vuestro historial… En fin, no quiero tener que echarte de la habitación, ¿comprendes?"

Harry asintió, aunque no pudo evitar sonreír con humor.

"Lo entiendo, pero no se preocupe. No es mi intención pelearme con Snape. No creo que nunca vuelva a serlo." Ahora que la guerra había acabado y que Harry le conocía mejor, esperaba poder mantener una relación cordial con el hombre. Sus días de discusiones infantiles habían quedado atrás, al menos en lo que a Harry respectaba.

"Bien." Fue lo único que dijo la señora Pomfrey.

Los siguientes segundos los pasaron en silencio, mientras el corazón de Harry latía con fuerza. Tras las ventanas la lluvia había parado, pero él no se dio cuenta, estaba demasiado centrado en Snape. Observó su rostro, esperando algún cambio.

Cuando finalmente sucedió, fue como si el tiempo se ralentizase. Los párpados de Snape se agitaron y sus ojos se abrieron. Tardaron unos segundos en acostumbrarse a la luz, pero cuando lo hicieron, fueron rápidamente a posarse en Harry.

El verde se encontró con el negro, tal y como había pasado noches atrás en la Casa de los Gritos. Harry pensaba que nunca más volvería a suceder y por eso sintió un escalofrío cuando los ojos oscuros de Snape le miraron directamente y, al cabo de unos instantes, le reconocieron.

"¿Potter…?" Su nombre solo había sido un susurro, un suspiro en medio del silencio de la habitación, pero Harry pudo oírlo claramente.

Quiso responderle, pero el nudo en su garganta era demasiado fuerte, de modo que solo pudo sonreír. Alguna parte de él se dio cuenta de que aquella era la primera vez que esbozaba una sonrisa a causa de Snape.

"Severus." Intervino la señora Pomfrey, con los ojos un tanto borrosos por la emoción.

La cabeza de Snape se giró en su dirección y el movimiento tuvo que provocarle dolor, ya que una mueca apareció en su rostro. Luego debió de darse cuenta de donde se encontraba, porqué sus ojos se abrieron asustados y empezó mirar a su alrededor con evidente nerviosismo.

"Todo está bien, todo está bien." Le dijo la señora Pomfrey rápidamente. "Estás a salvo."

Pero Harry podía ver el miedo en el rostro del profesor. Acostumbrado a la impasibilidad del hombre, aquello le preocupó y le hizo dar un paso hacia delante, acercándose a la camilla.

"Profesor, la señora Pomfrey tiene razón: todo está bien. Voldemort ha sido derrotado. La guerra ha acabado."

Esperaba que aquellas palabras le calmasen, pero Snape siguió mirándole con temor y negó débilmente con la cabeza.

"Sigues… sigues vivo, Potter." La voz de Snape era ronca, Harry no sabía si por la falta de uso o por sus heridas, pero el pánico en ella era claro. "Mientras… tú vivas…" Tuvo que detenerse un instante para coger aire "… él también… lo hará."

Y entonces Harry comprendió.

"Oh, claro… Que usted no lo sabe." La expresión en el rostro de Snape le hizo seguir hablando rápidamente. "Eh… Es una historia un poco larga, pero básicamente, hice lo que Dumbledore quería que hiciese. Deje que me… matase. Y eso acabó con su parte que vivía en mí. Y no sé muy bien cómo, pero de algún modo, sobreviví. Pude regresar, volver a despertarme como si solo me hubiera desmayado."

Snape seguía mirándole, escéptico, pero un poco más calmado que antes. Harry interpretó su silencio como un indicador de que siguiera hablando.

"Y cuando desperté de nuevo, conseguí… bueno, derrotarle…" No quería utilizar la palabra 'matar'. "Hubo una batalla contra algunos mortífagos que quedaron, pero la mayoría intentaron huir o se rindieron. Y… ya está. La guerra acabó."

Había ido desviando la mirada a medida que hablaba, pero cuando terminó, volvió a centrar su atención en Snape.

"¿Profesor?"

Snape tardó en contestarle. Aunque el miedo había desaparecido de sus facciones, su mirada estaba perdida en algún lugar del techo y durante unos segundos no se movió de ahí. Aun así, Harry no podía reprochárselo. Era capaz de imaginarse lo que Snape debía estar sintiendo en aquel momento. Probablemente, algo similar a lo que él había experimentado cuando vio el cuerpo de Voldemort tocar el suelo.

"Está muerto." Dijo Snape finalmente, y Harry no supo si lo estaba preguntando o afirmando.

"Sí." Contestó, de todos modos. "Está muerto."

Los ojos de Snape se encontraron con los suyos una vez más y Harry pudo ver el alivio en ellos.

"Bien." Dijo simplemente.

Después, sorprendiendo a Harry, esbozó una pequeña sonrisa y cerró los ojos, apoyando la cabeza sobre la almohada.

Pasaron unos segundos en silencio hasta que la señora Pomfrey se acercó a la camilla y dijo con suavidad.

"Severus, tengo algunas preguntas que hacerte, si te parece bien."

Snape tenía los ojos aun cerrados, pero Harry podía notar la irritación que emanaba de él.

"De acuerdo…" Dijo finalmente, incorporándose con la ayuda de la señora Pomfrey.

La sanadora conjuró una almohada y la colocó detrás de la espalda de Snape. Cuando ya se hubo acomodado, se apartó para dejarle espacio.

Mientras tanto, Harry se sentía completamente fuera de lugar, observando. Había sido diferente cuando Snape dormía, pero ahora que estaba despierto se sentía como un intruso.

"Bien." Empezó la señora Pomfrey. "He notado que tienes alguna dificultad para hablar. Seguramente se deba a las heridas que recibiste en el cuello." Snape trató de ocultar un leve estremecimiento, pero Harry lo vio. "Aunque eso no me preocupa demasiado. Están sanando bien así que lo más probable es que recuperes tu voz sin ningún problema. Otra opción es que sea la sequedad por la falta de uso. Eso me recuerda…" Agitó la varita y apareció un vaso de agua.

La señora Pomfrey lo cogió con una mano y ayudó a Snape a beber. Cuando hubo terminado, éste se lo agradeció con un leve gesto de cabeza.

"De acuerdo…" Dijo ella, colocando el vaso en la mesita. "Otra cosa que quería saber es si recuerdas algo del ataque." Lo preguntó con suavidad y cuidado, pero a Snape no le hizo ninguna gracia.

"Lo recuerdo." Dijo con sequedad.

"Te pregunto porque a veces perder mucha sangre o incluso el trauma puede provocar pérdida de memoria y…"

"He dicho que lo recuerdo." Harry podía ver como la mano derecha de Snape agarraba las sábanas con fuerza.

"Está bien." Asintió la señora Pomfrey, dejando en paz el tema.

"¿Algo más?"

"Sí, solo una pregunta."

Snape suspiró, pero no se quejó. Mientras tanto, Harry intentaba no llamar la atención. No sabía si se habían olvidado de él, pero no quería que le echasen de la habitación.

"Me gustaría saber cómo te encuentras. ¿Sientes alguna incomodidad? ¿Te duele algo? Más de lo que sería normal, dadas las circunstancias."

"No, estoy perfectamente." Dijo Snape con sarcasmo.

La señora Pomfrey frunció los labios, pero asintió. Debía estar acostumbrada a tratar con pacientes difíciles.

"Muy bien, pues eso sería todo. Ahora cambiaré los vendajes y te daré tus pociones." Snape fue a hablar, pero ella le calló, agitando una mano. "Y sí, antes de que empieces: son pociones preparadas por ti."

Aquello debió satisfacerle, porque asintió y Harry pudo ver algo parecido a una sonrisa en sus labios.

"Bien, pues voy a buscar todo lo que necesito y ahora vuelvo." Dijo la señora Pomfrey, dirigiéndose hacia la puerta. "Señor Potter, creo que ya es hora de que regrese a su habitación, ¿no le parece?"

Harry sintió como sus mejillas enrojecían y se apresuró a recoger la mochila. La señora Pomfrey salió de la Sala y él estaba a punto de hacer lo mismo cuando Snape habló:

"Quédate, Potter. Al menos hasta que vuelva. Tengo algunas preguntas."

La sorpresa en el rostro de Harry fue evidente, pero hizo lo que Snape le había dicho. Volvió a dejar su mochila en el suelo y se sentó en la silla que ya consideraba suya.

"¿Profesor?"

Snape no dijo nada durante unos instantes y Harry empezó a ponerse nervioso. Evidentemente, le hubiera intimidado más de no estar tumbado en la camilla, con un pijama blanco y vendas en el cuello. Pero aun así los silencios de Snape siempre asustaban.

"¿Has pasado mucho tiempo aquí, Potter?" La mirada de Snape fue a posarse en su mochila.

Harry quiso hacerse el tonto, negarlo, pero supo que no serviría de nada. De modo que asintió.

"Un poco… Hemos hecho turnos desde que le trajeron a la enfermería."

Snape le observó en silencio, procesando aquella respuesta. Parecía que quería decir algo, pero luego cambió de opinión y en su lugar preguntó.

"¿Turnos? ¿Tú y quien más?"

"Ron y Hermione." Dijo Harry.

"Por supuesto..."

"Ellos fueron los que le encontraron, señor. Los que se dieron cuenta de que estaba vivo."

La sonrisa sarcástica de Snape desapareció.

"Supongo que debería darles las gracias…" Parecía hablar más para sí mismo que para Harry. "Dime, Potter, ¿cómo sobreviviste?" Dijo de pronto.

Harry trató de ordenar sus ideas, ya que ni él mismo lo tenía muy claro.

"Es una historia un poco larga…"

"No sé si te habrás dado cuenta, pero tengo tiempo."

Snape parecía estar recuperando poco a poco su voz y, aunque Harry se alegraba, eso también le había devuelto su sarcasmo.

"Está bien…" Suspiró el muchacho. "Antes de nada, ¿sabe lo que es un Horrocrux?"

La piel clara de Snape palideció aún más, pero asintió.

"Suponía que lo sabría, después de todo…"

"¿Soy un ex - mortífago que sabe demasiado sobre las artes oscuras?"

Harry no sabía que responder a eso, así que se limitó a seguir explicando.

"Básicamente, Voldemort" Snape hizo una mueca al oír el nombre de su antiguo amo, "creó siete de ellos."

"¿Siete?" Susurró él con espanto.

"¿No lo sabía?"

"Dumbledore nunca me lo dijo directamente. Aunque después de saber que tú debías morir… Bueno, no fue difícil averiguarlo. Lo que nunca pensé es que habría tantos. ¿Eso es lo que has estado haciendo todo este año? ¿Destruirlos?"

Harry asintió.

"Pero ¿cómo…?" De pronto algo se conectó en su mente. "La espada de Gryffindor… Para eso la necesitabais."

"Absorbió el veneno del basilisco." Explicó Harry.

Snape se pasó una mano por el rostro, de pronto se le vio muy cansado.

"Gracias por dárnosla, por cierto."

Snape apartó la mano y le observó. Era una expresión curiosa, como si estuviera buscando la trampa en las palabras de Harry. Pero el chico lo decía con total sinceridad. Obtener aquella espada había sido clave en su misión. Ser capaz de destruir los Horrocruxes había supuesto una inyección de positivismo muy necesaria para los tres amigos. Además, aun recordaba el patronus de Snape y la sensación de familiaridad que experimentó al verlo. La cierva le había hecho sentir seguro y protegido, y aunque entonces no había sabido porqué, ahora lo comprendía.

"En realidad," Continuó Harry, "quería agradecerle todo lo que ha hecho. Por el mundo mágico, pero especialmente por mí." Llevaba desde que había observado las memorias de Snape queriendo decir aquello.

"Potter…" Era solo una palabra, pero llamó la atención de Harry. Había oído a Snape decir su nombre cientos de veces, normalmente con odio o ira, pero nunca así. Esta vez, su voz estaba llena de culpa y tristeza. Al mirarle a la cara, Harry pudo ver en su rostro el cansancio de un hombre que había vivido miles de años.

"No deberías agradecérmelo." Dijo finalmente.

"¡Claro que debería!" Aquello había enfadado a Harry. "Se ha puesto en peligro una y otra vez durante años sin que nadie le dé las gracias. He visto sus memorias, he visto todo lo que ha hecho, así que sé perfectamente…"

"¡No sabes nada!" Snape había alzado la voz y ésta sonó ronca y rasgada. "Si has visto mis recuerdos entonces deberías comprender por qué no me merezco tu agradecimiento. Maté a tus padres, Potter." Escupió, tratando de herir a Harry, intentando que le odiara tanto como el propio Snape se odiaba a sí mismo. "He sido un mortífago, he hecho cosas horribles. ¡Aun lo sería si no llega a ser por esa estúpida profecía! ¿Acaso crees que me hubieras importado si no llegas a ser hijo de quién eres? ¿Crees que te habría protegido si no fueras 'el famoso Harry Potter'?"

Aquello dolió, Harry tuvo que reconocer. Tuvo ganas de replicar, de chillarle y darle la razón. Decirle que era un mortífago sin alma y que se merecía todo lo malo que le había pasado. Huir de la habitación y no volver a ver a aquel hombre que tantas desgracias había provocado en su vida. Tiempo atrás lo habría hecho. Pero Harry había madurado, había crecido y aprendido mucho. Y, por encima de todo, había perdido. Y ya estaba harto. Puede que Snape quisiera que le dejase en paz, pero Harry no pensaba hacerlo. Así que respiró hondo, calmando los latidos de su corazón y dijo:

"'Últimamente, solo a aquellos a los que no he podido salvar'."

"¿De qué demonios estás hablando?" Le espetó Snape, mirándole sin comprender.

"Es algo que dijo usted. Dumbledore le preguntó a cuantos hombres y mujeres había visto morir. Y usted respondió: 'Últimamente, solo a aquellos a los que no he podido salvar'."

Snape se quedó sin habla y Harry aprovechó para continuar.

"He visto sus recuerdos," Repitió, "por eso sé que todo lo que ha dicho es mentira. No me lo creo. Ni por un instante. Intentó salvar a Lupin, a Charity Burbage. Protegió a Ginny, a Neville y a Luna durante este último año. Nos ha mantenido a salvo a mis amigos y a mí quién sabe cuántas veces. Incluso evitó que Draco tuviera que matar a Dumbledore. Y todo eso sin contar la cantidad de vidas que habrá salvado gracias a su papel como espía."

Snape sacudió la cabeza, intentando negarlo. En cualquier otro momento hubiera respondido, pero estaba cansado. Cansado de luchar y de alejar a la gente de su alrededor. Estaba agotado. De modo que guardó silencio.

"Además, no importa la clase de hombre que fuera hace veinte años, usted ha cambiado. En sus recuerdos también vi cómo le decía a Phineas Nigellus que no utilizase la palabra 'sangre-sucia'. Y, si le sirve de algo, he averiguado cosas sobre Dumbledore, sobre su pasado. Él también creyó en algún momento en la supremacía mágica."

Aunque lo ocultó muy bien, Harry pudo notar el interés en las facciones de Snape.

"Así es." Continuó el muchacho. "Y luego llegó a ser el mayor defensor de los muggles."

"Yo no soy Albus Dumbledore." Dijo Snape, frunciendo el ceño.

"No, no lo es. Pero los dos cambiaron de parecer. Los dos dejaron atrás sus visiones erróneas y al final fueron claves para salvar al mundo mágico."

Snape volvió a negar con la cabeza y desvió la mirada.

"Por lo que a mí respecta," Siguió diciendo Harry, "creo que incluso sin la Profecía, usted hubiera acabado renunciando a los mortífagos."

"Potter… No hables de cosas de las que no sabes." Murmuró Snape, muy serio.

"Tiene razón, no sé cómo era de joven… Pero mi madre sí."

Aquello hizo que Snape le mirase a los ojos directamente y Harry vio en ellos un dolor tan grande que tuvo que apartar la mirada.

"Ella vio algo bueno en usted, fue su amiga durante años." Dijo, a pesar de todo. "Y, aunque no la conociera mucho, confío en su juicio."

Terminó de hablar y esperó. Era consciente de que tantos años de soledad, dolor y odio hacia sí mismo habían dejado mella en Snape, pero esperaba que sus palabras calasen en el hombre.

Pasaron varios segundos en silencio, pero Snape no dijo nada. Así que, finalmente, Harry decidió hablar de nuevo.

"Mire, soy consciente de que nuestra relación nunca ha sido fácil…" Dijo. "Pero ahora que sé la verdad me gustaría... No sé, ¿llegar a una especie de tregua? Intentar llevarnos lo más civilizadamente posible.

Aquello provocó que Snape bufase con sarcasmo, pero Harry lo tomó como una buena señal. Al fin y al cabo, no le había gritado que saliera de la habitación.

"Ya estoy aquí." Dijo la señora Pomfrey entrando por la puerta y sobresaltándolos a ambos. Harry casi se había olvidado de ella. Colocó las pociones y las vendas nuevas en la mesa y se giró hacia el muchacho.

"¿Señor Potter? Pensaba que se había ido."

"Eh…"

"Le he dicho yo que se quedase." Explicó Snape. "Tenía algunas preguntas."

Los ojos de la señora Pomfrey brillaron.

"¿Las ha contestado ya?

"Así es." Afirmó Snape, aunque Harry hubiera querido decir lo contrario. Su conversación con Snape aún no había acabado.

"Bien, pues entonces te tengo que pedir que salgas de la habitación."

Harry alternó una mirada indecisa entre Snape y la señora Pomfrey. Se había acostumbrado a pasar las horas en aquel lugar y, ahora que el profesor había despertado, no estaba seguro de cuándo podría volver.

"Severus dormirá hasta tarde con las pociones que le he dado." Le dijo la enfermera, con una pequeña sonrisa. "Ya casi va a amanecer, Potter. Vete a dormir. Podrás visitar al profesor Snape de nuevo después de comer, una vez haya despertado."

El hombre quiso replicar, pero antes de que pudiera hacerlo, Harry asintió. Saber que podría regresar le hizo sonreír. Se agachó para recoger su mochila y, antes de salir por la puerta, se giró una vez más:

"Aún tenemos cosas de las que me gustaría hablar, profesor. Volveré más tarde." Dijo. "Buenas noches."

Y cerró la puerta antes de que Snape pudiera contestar.


"No creas que no sé lo que estás haciendo, Poppy."

"¿A qué te refieres?"

"No se te da bien mentir. Sabías perfectamente que Potter estaba aquí. Puede que aun esté débil pero no soy idiota; no se tarda tanto en ir a buscar un par de pociones y unas vendas."

La señora Pomfrey guardó silencio, mientras retiraba los vendajes usados y colocaba los nuevos. Cuando acabó, se apartó un poco y miró a Snape con seriedad.

"El pobre chico ha estado aquí durante días. Sus amigos tardaron en convencerle para que te dejase solo, aunque fuera un momento. No iba a negarle poder hablar contigo unos minutos."

Snape no dijo nada.

"Mira, Severus… Nos conocemos desde hace años, pero al mismo tiempo tengo la sensación de que no sé nada de ti. Potter dijo algo acerca de tus lealtades. Cuando se estaba enfrentando a ya-sabes-quién. Explicó que siempre habías estado de nuestro lado… No sé cómo, pero ahora te conoce mejor que muchos de nosotros. Y eso ha hecho que se preocupe por ti. El chico ya ha perdido a mucha gente, es normal que quiera aferrarse a la poca que le queda. No le apartes, Severus."

Aquellas palabras provocaron que Snape cerrase los ojos y girase la cabeza en dirección contraria, dando por terminada la conversación. Eso era lo último que necesitaba. Después de tantos años era ridículo imaginarse una relación amistosa entre él y Potter. De pronto, algo dicho por la enfermera le hizo abrir los ojos y volverse de nuevo.

"Espera. Has dicho 'ya ha perdido a mucha gente'." Repetir aquella frase hizo que se le helase la sangre. "¿Quiénes? ¿Cuántos murieron en la batalla?"

Antes de ser atacado por Nagini, Snape había podido ver la lucha desde los terrenos del castillo. No podía saber el número de bajas, pero por las explosiones y los gritos, estaba seguro de que habían sido numerosas.

"Muchos, Severus." Dijo la señora Pomfrey con gravedad. "Hay un listado que salió en el Profeta, luego te lo traeré. En él están escritas todas las víctimas, tanto de un bando como del otro. Potter insistió." Añadió al ver la expresión en el rostro de Snape. "Y Minerva estuvo de acuerdo. Pero supongo que querrás saber los nombres de los que más conocías…"

Snape se preparó para lo peor, pero asintió.

"De acuerdo." La señora Pomfrey respiró hondo. "Remus Lupin, Nymphadora Tonks, Fred Weasley…"

Su voz temblaba mientras enumeraba a las víctimas y, con cada nombre, Snape podía notar como si una nueva puñalada se clavase en su pecho.

"Lo siento, Severus…"

Snape no sabía cómo reaccionar a aquello. Cerró los ojos y tragó saliva, intentando deshacer el nudo en su garganta. Pensó en Lupin, el joven que no había hecho nada cuando sus amigos le atormentaban. El hombre que le había agradecido una y otra vez al preparar su poción matalobos. Otro miembro de la Orden, como él. Siempre educado, aunque Snape odiase aquella cordialidad. El último de los Merodeadores. Alguien a quien Snape había llegado a respetar. Por quien casi había revelado su verdadera lealtad al protegerle del ataque de un mortífago.

Lagrimas silenciosas cayeron sobre sus mejillas y Snape no hizo nada para evitarlo. ¿Para qué? Ya no importaba demostrar debilidad. Toda una vida escondiendo sus emociones no le había traído nada más que desgracias.

Siguió pensando en las víctimas. En Tonks, tan joven que había sido alumna suya. Siempre bromeando, tropezándose con todo, incluso llegando a ser molesta. Pero inteligente y alegre, intentando incluir a Snape cuando los demás no lo hacían. Había oído que ella y Lupin habían sido padres hacía poco. Aquello le dolió aún más. Otro huérfano de la guerra, como Potter en su momento. La historia se repetía.

Y finalmente el chico Weasley. Snape había herido al hermano sin pretenderlo. Lo recordaba bien. Cuando vio la sangre manar de la cabeza de George, tuvo que hacer un esfuerzo por no caerse de la escoba en la que volaba. En aquel momento, se había imaginado a toda la familia reunida en torno al chico. A Molly y a Arthur preocupados y furiosos, a los hermanos cuidándole y bromeando para hacerle sentir mejor. Y ahora uno de ellos había muerto. El nudo en su garganta se apretó al pensar en lo que Arthur y Molly debían de estar pasando. Lily había muerto para proteger a su hijo. Estaba seguro de que, si alguien les hubiera dado la opción, los señores Weasley también lo hubieran hecho.

"¿Severus?" Preguntó la señora Pomfrey, sacándole de sus pensamientos. "¿Estás bien?"

Snape tardó un instante en contestar, pero finalmente asintió.

"Sí… Sí, lo estoy…"

"Lo siento." Volvió a decir la sanadora. "No es fácil, lo sé."

"Estoy cansado, Poppy." Dijo Snape de repente, no queriendo hablar más del tema.

"Por supuesto… Es normal." La señora Pomfrey cogió la primera poción y se acercó a Snape. Luego la llevó a sus labios. "Toma, aquí tienes."

Snape se apartó.

"No hace falta que me las des, puedo hacerlo solo."

La señora Pomfrey vaciló un instante, pero luego asintió.

"De acuerdo." Volvió a dejar la poción sobre la mesa.

"Lo siento, Poppy." Se obligó a decir Snape, arrepintiéndose enseguida de su brusquedad. "No pretendía ser desagradecido."

Ella sonrió con tristeza

"No pasa nada, lo entiendo. Cuando despiertes avísame, ¿de acuerdo?" Snape asintió, mientras ella caminaba hacia la puerta. "Yo también voy a tumbarme un rato." Dijo, abriéndola. "Descansa, Severus. Merlín sabe que te lo has ganado."

Cuando la señora Pomfrey salió de la habitación, Snape dejó escapar un suspiro. No llevaba más de una hora despierto, pero estaba agotado. Tenía mucho en lo que pensar y sabía que, cuando consiguiera dormirse, sus sueños no serían agradables. Recogió las pociones de la mesa y las observó detenidamente. Bebió primero aquella que reponía la sangre que había perdido y luego la que ayudaba a cicatrizar sus heridas. A continuación, cogió el ultimo frasco entre sus dedos. Era una poción que permitía dormir sin soñar, evitando las pesadillas a quien se la bebiese. Aunque agradecía el gesto de la sanadora, no podía tomársela.

Se inclinó con esfuerzo para coger su varita de encima de la mesa. Supuso que la habrían encontrado junto a su cuerpo inconsciente. Se alegró de no haberla perdido.

"Evanesco." Susurró, y la poción desapareció.

Colocó el frasquito vacío de nuevo en la mesa y se tumbó en la camilla. Era consciente de que acababa de condenarse a un sueño nada agradable, pero no le importaba. Se lo debía a aquellos que no lo habían logrado. No se merecía dormir plácidamente mientras ellos habían muerto y él seguía allí. Si pudiera cambiar su destino con alguna de las víctimas lo haría sin dudarlo. Una vez acabada la guerra, sentía que ya no tenía un propósito por el que seguir. Pero Snape había aprendido, muy a su pesar, que nada puede cambiar el pasado. De modo que hizo lo único que podía en aquel momento: cerrar los ojos y, una vez consiguió dormirse, soñar.


En el dormitorio de la Sala común de Gryffindor, Harry seguía despierto. Ron roncaba a su lado y, junto a él, dormía Hermione. Después de pasar tantos meses los tres juntos, se les hacía raro separarse. Por eso, Hermione había decidido romper las normas y usar la cama de uno de los chicos de séptimo que había vuelto a casa tras la batalla. Nadie se había fijado, o por lo menos no se habían quejado, y Harry lo agradecía. Dormía más tranquilo, sabiendo que dos de las personas más importantes de su vida estaban a salvo. Y, además, también se sentía más protegido, tumbado junto a ellos. En aquel momento, sin embargo, seguía despierto. Miraba el techo, iluminado solo por los rayos de la luna que entraban desde la ventana, a través de las cortinas. Su conversación con Snape le había dado mucho en lo que pensar. Volvió a reproducirla en su mente pensando en cosas que podría haber dicho y otras que debería haber callado. Finalmente, se dio cuenta de que no importaba si no había salido tan bien como esperaba: Snape estaba vivo y podría hablar con él mil veces más si lo deseaba. Eso si el profesor no acababa con él antes, pensó con una sonrisa somnolienta.

Poco a poco, el sueño había empezado a hacer mella en él. Antes de dormirse, sin embargo, se dio cuenta de que se sentía más a salvo y optimista de lo que había hecho en mucho tiempo. Por primera vez pensaba en el futuro y, aunque todavía había muchas heridas que curar y un largo camino que recorrer, sentía ilusión y esperanza por lo que éste le iba a ofrecer. Se recostó contra la almohada y cerró los ojos, dejando que su mente divagase hasta quedarse dormido.


A/N Hasta aquí el capítulo, espero que os haya gustado. ¿Os esperabais así el reencuentro entre Harry y Snape? Quería hacer que Snape fuera todavía algo borde con Harry pero no demasiado hahah Creo que el final de la guerra habría hecho que se relajase un poco, pero sin dejar de tener ese toque sarcástico que hace que Snape sea Snape hahah Bueno, ¡nos vemos en el siguiente capítulo!