A/N: Aquí tenéis otro capítulo, ¡espero que os guste! :)


Sorprendentemente, aquella mañana fue de las mejores que Harry había tenido en mucho tiempo. La familiaridad de estar sentado en la cabaña de Hagrid con Ron y Hermione, poniéndose al día y charlando sobre cosas sin importancia, le ayudó a relajarse y a dejar de pensar.

El tiempo pasó rápido y agradablemente hasta que, cuando ya era casi la hora de comer, Hagrid les preguntó sobre sus planes de futuro.

"Yo volveré a Hogwarts en septiembre para acabar el año que me queda." Explicó Hermione. "Pero, primero Ron y yo iremos a Australia a devolver la memoria a mis padres. Les borré sus recuerdos sobre mí para que estuvieran a salvo de los mortífagos." Añadió al ver la mirada interrogativa de Hagrid.

El semigigante abrió mucho los ojos, impresionado, pero no hizo ningún comentario al respecto.

"¿Y tú, Harry?" Le preguntó, posando su mirada sobre el muchacho.

"Eh… La verdad es que no lo había pensado demasiado."

Aquello era mentira, por supuesto. Harry había pensado mucho en su futuro, pero lo cierto era que no tenía muy claro que hacer con él.

"Por ahora me voy a quedar en Hogwarts hasta que la mayoría de los heridos se recuperen y las cosas se asienten un poco en el Ministerio. No quiero irme y tener que volver para hablar con algún político o dar mi versión sobre lo que pasó durante la Batalla." Sacudió la cabeza, cansado. "Y después… quizás podría volver a Grimauld Place para asearlo un poco. O regresar también el año que viene como Hermione. No lo sé, la verdad."

Hagrid asintió.

"No te preocupes por eso, tienes tiempo todavía." Le sonrió. "Y ya sabes que, pase lo que pase, tendrás siempre un sitio en mi cabaña. Podrías ser mi ayudante si es que algún día vuelvo a enseñar Cuidado de Criaturas Mágicas. Se te daban bien."

Harry no pudo evitar sonreírle.

"Veremos qué pasa, pero te lo agradezco. Por cierto, ¿Buckbeak está bien? Le vi luchando contra los gigantes de Voldemort."

Después de estremecerse ante el nombre, Hagrid asintió.

"Sí, está bien. Le he dejado libre para que vaya y venga del Bosque Prohibido cuando le plazca. Es un hipogrifo inteligente y sabe no meterse en problemas. Además, él y Grawp se han hecho amigos, por lo que parece, y le va a visitar a su cueva de vez en cuando." Sonrió con afecto. "El pobre Grawp sufrió algunas heridas durante la lucha, pero es fuerte y ya está casi recuperado. Le he ido a ver un par de veces desde entonces y ha mejorado mucho."

"También te iba a preguntar por él." Dijo Harry, recordando al enorme medio-hermano de Hagrid. "Me alegro de que esté bien."

"Sí, hemos tenido mucha suerte. Más que la mayoría…" Murmuró, luego se dio cuenta de que Ron estaba ahí y se calló de inmediato. "En fin," Dijo rápidamente, cambiando de tema con torpeza, "son muy buenos planes estos que tenéis montados. Espero que todo vaya bien y que disfrutéis del verano. Os lo habéis ganado."

Los tres amigos le agradecieron las palabras, pero el recordatorio de la pérdida de Fred permaneció en el aire. Harry no pudo dejar de notar que había una parte de sus planes que ninguno había mencionado. La razón por la cual Ron y Hermione todavía no se habían marchado a Australia, a pesar de que la chica quería reunirse con sus padres lo antes posible. La razón por la que los tres seguían en Hogwarts en vez de haber vuelto a la Madriguera. Esa razón era que el funeral de Fred aún no había tenido lugar.

Hacía poco más de una semana de la Batalla de Hogwarts, de aquella noche en la que el joven Weasley había sido asesinado junto con tantos otros como Remus y Tonks, pero para Harry había pasado mucho más. En realidad, no era que hubiera transcurrido mucho tiempo, sino que, de algún modo, este se había paralizado para el muchacho. Harry había construido una pequeña fortaleza en la enfermería, junto a la cama de Snape, y se había refugiado en ella. Allí, centrando su energía en la preocupación que sentía por el estado de salud del profesor y pasando el tiempo leyendo libros de la biblioteca, había sido sencillo no pensar en lo ocurrido. Sin embargo, ahora que Snape había despertado y que el funeral de Fred estaba más cerca que nunca, Harry no podía ignorarlo.

Era consciente de que tanto Ron como Hermione habían pasado por algo parecido. Quizás por eso Ron había decidido no volver a la Madriguera con el resto de su familia. Era más sencillo estar en Hogwarts, buscando una normalidad perdida hacía tiempo. Harry sabía que, mientras él se había aferrado a Snape como un salvavidas para no pensar en todo lo sucedido; Ron y Hermione estaban centrándose en su nueva relación, en aquellos sentimientos de alegría y cariño que eran tan diferentes al dolor desgarrador de la pérdida. Pero aquellos refugios se estaban resquebrajando poco a poco y la realidad se encontraba al otro lado de esas grietas.

En medio de aquellos pensamientos, Harry fue vagamente consciente de que Hagrid seguía hablando y, de pronto, no pudo aguantarlo más.

"He de ir a ver a Snape." Dijo, poniéndose en pie.

Los demás se le quedaron mirando, sorprendidos.

"Eh… Le dije ayer que pasaría sobre la hora de comer y que le acabaría de explicar todo. Lo siento…"

Ron y Hermione intercambiaron una mirada, pero asintieron.

"No te preocupes, Harry; nosotros nos quedaremos aquí un poquito más. Cuando hayas acabado, háznoslo saber." Añadió Hermione, señalando a la moneda del E.D.

Hagrid, que seguía mirándole con algo de sorpresa, también le tranquilizó:

"No pasa nada," Dijo con sinceridad, "entiendo que tienes otras responsabilidades. Me alegro de haberte visto, Harry."

Se inclinó para darle un abrazo y el chico se lo devolvió, sintiéndose culpable.

"Dale recuerdos a Snape." Añadió el guardabosques. "Dile que estoy contento de saber que ha despertado."

"Lo haré." Prometió Harry, abriendo la puerta y saliendo de la cabaña.

Cuando estuvo a una distancia considerable, empezó a correr.

Y no dejó de hacerlo, tratando de dejar atrás el dolor y los pensamientos que amenazaban con ahogarle, hasta que llegó a la enfermería. Nada más entrar se sintió un poco mejor, aunque su corazón todavía palpitaba con demasiada fuerza. Casi sin pensarlo, sus piernas le llevaron directamente hasta la habitación en la que se encontraba Snape.

"¿Potter?"

La señora Pomfrey, de pie junto a la camilla de Snape, le miraba con extrañeza. A su lado, reclinado sobre un par de cojines y con un bol en las manos, se encontraba el propio Snape.

"Potter, te dije que podrías venir después de comer." Continuó la sanadora. "Eso quiere decir por la tarde."

Harry se fijó un poco mejor y vio que la señora Pomfrey tenía una cuchara en la mano y que el bol que Snape sostenía estaba lleno de lo que parecía ser sopa de calabaza. Una parte de su mente se preguntó si el profesor estaba tan débil como para necesitar que alguien le ayudase a comer. La otra parte fue de pronto consciente de que había entrado en la habitación sin ni siquiera llamar a la puerta, que respiraba con dificultad y que su rostro estaba rojo por el esfuerzo de haber ido corriendo hasta ahí.

"Poppy." Dijo Snape de pronto. "Puedes irte, si quieres. Potter me alimentará en tu lugar."

Harry, todavía clavado en su sitio, miró a Snape con pánico.

"Severus…"

"Has dicho que necesito ayuda para comer y, ¡mira que bien!, ha aparecido un voluntario." La cortó Snape. "Desde luego tienes tareas más importantes que vigilarme mientras como. Te aseguro que Potter es plenamente capaz de levantar una cuchara. No es tan difícil."

La señora Pomfrey le observó durante unos instantes, pero finalmente suspiró.

"Como quieras, Severus… Pero más te vale acabarte todo ese bol. O me enfadaré de verdad."

"Por supuesto." Mintió él.

La señora Pomfrey dejó la cuchara sobre la mesita de noche y, con un último suspiro exasperado, salió de la habitación.

"Potter, siéntate."

Harry se le quedó mirando, un poco aturdido.

"Siéntate." Repitió Snape, aunque su tono de voz se había suavizado un poco.

Todavía respirando con dificultad, Harry hizo lo que le había dicho. De reojo, vio como Snape colocaba el bol de sopa en la mesita, junto a la cuchara, pero la cabeza le daba vueltas así que tuvo que cerrar los ojos.

"Respira, Potter. No quiero que te desmayes encima mío."

Harry sintió que estaba muy cerca de hacerlo, así que se obligó a centrarse en el tacto de la silla bajo las palmas de sus manos y en la voz profunda de Snape que continuaba hablándole, aunque él no pudiera entender todas las palabras.

"… así, bien. Respira hondo."

Fueron pasando los segundos hasta que, con esfuerzo, el corazón de Harry se estabilizó y el chico pudo por fin abrir los ojos.

"Vale, ya estoy mejor." Dijo. "Lo siento, no sé qué…"

Su rostro volvió a adquirir un color rojizo, aunque esta vez por la vergüenza.

"No, Potter. No quiero oír una excusa. Eso no me interesa."

Harry tragó saliva, sin saber muy bien qué decir.

"Lo que quiero es saber qué narices ha pasado."

"No lo sé…"

"¿No lo sabes?"

"No… Es decir, sí. Pero…"

"Potter."

Harry jugueteó con sus dedos, sin saber muy bien qué decir.

"Sé lo que ha pasado. Pero… pero no es algo de lo que usted tenga que preocuparse."

Snape levantó una ceja.

"Teniendo en cuenta que has aparecido delante de mí puerta, rojo y sudoroso, yo diría que sí es algo de lo que tenga que preocuparme."

Harry quiso callar, pero sabía que Snape requería una explicación. De modo que respiró hondo y dijo:

"De acuerdo." Empezó. "Estábamos en la cabaña de Hagrid. Ron, Hermione y yo. Estábamos hablando…" Observó a Snape, inseguro.

"Continúa."

Harry tragó saliva.

"No sé qué ha pasado." Confesó. "Pero de pronto he empezado a pensar en cosas que no quería pensar y… Y, no sé, tenía que salir de ahí."

"¿Has venido corriendo desde la cabaña de Hagrid hasta aquí?"

Harry pensó que era extraño que Snape le preguntase por aquella parte de la historia y no por 'las cosas que no quería pensar', pero asintió.

"No me extraña que estuvieras a punto de desmayarte."

"No me iba a desma-"

"Claro que no, Potter." Le cortó Snape. "Y ahora dime: ¿por qué aquí?"

"¿Mm?"

"La enfermería. Mi habitación. ¿Por qué? ¿Estabas buscando a la señora Pomfrey?"

Harry desvió la mirada.

"No… En realidad, le buscaba a usted."

Snape se quedó sin habla.

"¿A mí?"

"Sí…"

"¿Por qué?"

"No lo sé."

"¿Por qué, Potter?" Insistió Snape.

"¡No lo sé!" Casi chilló Harry. "Sé que es extraño, pero… No sé, me siento seguro aquí." Admitió.

"Te sientes seguro aquí." Repitió Snape, provocando que Harry se arrepintiera al instante de haberlo dicho.

"Olvídelo, ha sido un error venir." Dijo, poniéndose en pie. "Avisaré a la señora Pomfrey para que le ayude con la sopa. Que tenga una buena comida, profesor."

Snape le miró con evidente confusión en el rostro.

"Potter, espera. Espera un segundo."

Harry se volvió hacia él.

"Mira, Potter. Yo… estoy un poco perdido." Confesó.

El chico se le quedó mirando con sorpresa. No era propio de Snape demostrar sus sentimientos de aquel modo.

"Siéntate otra vez." Le dijo. "Tenemos que hablar."

Harry hizo lo que le decía y esperó, mientras Snape ordenaba sus ideas.

"De acuerdo." Empezó el hombre, escogiendo con cuidado las palabras. "Es evidente que han pasado muchas cosas desde que perdí el conocimiento. No estoy hablando del final de la guerra o de la derrota del Señor Oscuro, aunque tengo interés en saber exactamente lo que sucedió y espero que acabes de explicarme lo que empezaste ayer."

"Lo haré." Prometió Harry, pero sin saber muy bien a donde quería llegar Snape.

El profesor asintió, a modo de agradecimiento, y continuó hablando.

"Bien. Lo que quiero decir es que, obviamente, han cambiado muchas cosas desde que el Señor Oscuro me… atacó. Y, por lo que he visto desde que me desperté, durante este tiempo tú has estado asimilando la nueva información que te di en la Casa de los Gritos ¿no es cierto?"

"¿Se refiere a sus memorias?"

Snape asintió.

"Sí, precisamente."

Harry frunció el ceño.

"Se arrepiente de habérmelas dado, ¿verdad?" Dijo, dolido.

"¿Qué? ¿Cómo demonios has llegado a esa conclusión, Potter? No. Si te di mis memorias en su momento fue porque era necesario. Y no me arrepiento de habértelas dado. Era crucial que supieras la verdad sobre el plan de Dumbledore."

"Pero no era solamente esa verdad la que necesitaba saber." Dijo Harry, todavía herido.

"¿Qué quieres decir?"

"Usted me dio algo más que la información necesaria para derrotar a Voldemort. También me enseñó su propia vida. Por qué quería yo que viera la clase de persona que es en realidad."

"Potter…"

"No lo niegue."

Snape cerró los ojos con fuerza.

"Yo…" Suspiró y abrió los ojos de nuevo. "Maldita sea, Potter. No se me dan bien estas cosas."

"Lo sé. He visto sus memorias, ¿recuerda?" Dijo Harry. "Pero no pensaba que odiaría tanto la idea de que supiera la verdad. Al final y al cabo, fue usted quien me las dio."

Snape le observó con sus ojos negros.

"No es que odie que sepas la verdad sobre mí. Es solo que" Suspiró. "La última vez que nos vimos antes de la Batalla, ¿recuerdas cuando fue? Hace un año aproximadamente."

La mente de Harry le transportó a una de las peores noches de su vida: un rayo de luz verde impactando en el pecho de Dumbledore, la marca tenebrosa sobre la Torre de Astronomía, el odio latiendo en sus sienes mientras gritaba y lanzaba hechizos que eran desviados una y otra vez.

"Sí, lo recuerdo. La noche en que murió Dumbledore."

"La noche en la que maté a Dumbledore." Le corrigió Snape. "La noche en la que me perseguiste por todo Hogwarts e intentaste atacarme con la maldición Cruciatus. Además de usar mis propios hechizos contra mí."

Harry se mordió el labio, recordando el rostro demente y furioso de Snape al llamarle cobarde. El horror al descubrir que él era el príncipe mestizo. Todo aquello parecía tan lejano.

"Lo siento." Se disculpó Harry. "Pero en mí defensa, le odiaba incluso más que a Voldemort esa noche."

Snape trató de ocultar una mueca.

"Lo entiendo, Potter, pero esto nos lleva al punto al que quiero llegar. Esa fue la última vez que te vi. Al menos antes de la Batalla. Por cierto, explícame que estabais haciendo tú y tus amigos en la Casa de los Gritos." Dijo con curiosidad.

"¿Qué tiene que ver esto con…?"

"Paciencia, Potter. Estoy intentando explicarte mi proceso mental. ¿O está siendo demasiado complicado para ti?"

"No." Suspiró Harry. "Está bien. Fuimos a buscar a Nagini por qué era el último Horrocrux que quedaba. Como le dije ayer, Voldemort creó siete, pero en ese punto solo quedaba la serpiente."

"Y tú." Dijo Snape suavemente.

"Y yo." Murmuró Harry, algo incómodo. "El caso es que pude ver donde estaba Voldemort a través de nuestra conexión mental, así que fuimos a buscarle. A él y a la serpiente."

"Eso fue completamente estúpido por vuestra parte." Le reprimió Snape.

"Lo sé." Reconoció Harry. "Pero acababa de suceder lo de Fred… Y ninguno quería pararse a pensar demasiado."

Snape no dijo nada, pero en sus ojos había un atisbo de tristeza.

"En fin, fuimos hasta la Casa de los Gritos y llegamos justo a tiempo para…"

"Para verlo todo."

No era una pregunta, pero Harry asintió.

"Fue una de las cosas más horribles que he visto en mi vida." Reconoció el chico, estremeciéndose. "Lo siento mucho."

Snape tragó saliva y se llevó una mano a su cuello, rozando las cicatrices que los colmillos habían dejado.

"Está bien, Potter. Continúa. Dime por qué te acercaste a mí. No había ningún motivo racional para ello. Aunque fue una suerte que lo hicieras."

"Yo… No lo sé, la verdad. Supongo que nadie se merecía que le hicieran eso. Le odié mucho durante este año, pero en aquel momento no quería que muriera."

Snape parpadeó con rapidez, tratando de recobrar la compostura. Recordar aquellos momentos le estaba afectando más de lo que quería reconocer.

"Bien, supongo que luego llevaste mis memorias al pensadero de Dumbledore y de ahí supiste que era lo que tenías que hacer, ¿no?"

Harry asintió, todavía pensando en lo que había ocurrido durante aquella noche.

"Sí, Voldemort me dio una hora de tregua para que me entregase a él. Así fue como tuve tiempo de ver las memorias e ir a su encuentro."

"¿Lo hiciste?

"No tenía sentido no hacerlo. Tenía que morir sí o sí. Y de ese modo podría salvar a los demás."

Snape se le quedó mirando con un nuevo respeto. Potter había mencionado algo parecido el día anterior, pero su mente se acababa de despertar por lo que no lo había asimilado del todo.

"Estoy seguro de que no fue nada fácil, Potter. Hiciste bien."

Harry se le quedó mirando, sorprendido. Aquella era la primera vez que Snape le había dado un cumplido.

"Eh… Gracias, señor. No, no fue nada fácil." Reconoció. "Aunque usted también tiene experiencia en situaciones como ésta. Cuando Voldemort le llamó fue sin vacilar, sabiendo que era probable que él quisiera matarle. Y todo para no levantar sospechas."

Snape le observó de un modo extraño que hizo que Harry se sintiera algo incómodo.

"¿Qué?"

"A esto me refería con lo que estoy un poco perdido."

"¿Cómo?"

Snape seguía mirándole en aquel modo que le hacía sentir tan expuesto.

"Piensa en todo lo que hemos hablado, Potter."

"Lo estoy haciendo, señor."

"Bien, veo que desgraciadamente tendré que explicártelo paso a paso," Dijo Snape con irritación, aunque Harry noto un poco de nerviosismo en su voz. "No me interrumpas y escucha atentamente por qué no lo repetiré."

Harry permaneció callado, esperando.

"Las últimas veces que nos vimos, tú me odiabas y pensabas que era un cobarde. De modo que esa iba a ser la manera en la que me recordarías en caso de que yo muriera. Lo cual, siendo un doble espía, era más que probable." Dijo con tranquilidad. "En la Casa de los Gritos, pensaba que iba a morir. Y fue por eso por lo que te di mis recuerdos."

Harry asintió.

"Pero sí, tienes razón." Confesó Snape. "Te di más memorias de las absolutamente necesarias. Quería que me vieras tal como soy, Potter. Si iba a morir en aquel momento, necesitaba saber que al menos una persona sabría la verdad. Pero," Añadió, "el plan nunca fue sobrevivir. Estaba convencido que iba a morir ahí. No tenía pensado volver a verte. Y, de pronto, abro los ojos y te encuentro esperando en mi habitación. Y descubro que no me odias, sino que ¿te sientes seguro aquí? Es una situación extraña para mí, Potter. He de admitirlo." Reconoció, con visible incomodidad.

Harry guardó silencio durante unos instantes, midiendo sus palabras.

"Comprendo." Dijo finalmente. "El problema es que usted todavía no ha tenido tiempo para asimilar todo lo que ha sucedido, ¿no? Y se le hace extraño el hecho de que ya no le odie."

"Sí. Y no." Dijo Snape, por un momento sonando igual que Dumbledore. "No es solo eso, Potter. Lo que sucede es que ya no te entiendo."

"¿Qué quiere decir?"

"Durante años he sido capaz de prever tus acciones, saber cómo ibas a reaccionar. Algo que me ha sido muy útil en mi labor para mantenerte a salvo. Obviamente, a veces actuabas de una forma tan estúpida y temeraria que era imposible de predecir…" Añadió Snape con irritación. "Pero, en general, sabía la clase de crío que eras y porqué hacías una cosa o la otra. Ahora, sin embargo, no sé qué esperar de ti."

Harry le miró, sin estar seguro de que contestar.

"Verás, he tenido mucho tiempo para pensar durante este año." Le dijo Snape. "Para reflexionar. He observado mis recuerdos cientos de veces, buscando algo que se nos hubiese escapado a Dumbledore o a mí. Tratando de encontrar una fisura en el plan o algún milagro que te permitiera sobrevivir. Y todo eso me ha hecho darme cuenta de que quizás no te juzgué como debería." Admitió. "He visto tantas situaciones en las que actuabas de un modo que nunca anticipé. Tantos momentos en los que no hacías lo que se suponía que un crío arrogante y mimado debía hacer… Que empecé a darme cuenta de que probablemente estaba equivocado. Y de que, en realidad, nunca te comprendí en absoluto."

Los ojos de Harry se abrieron con sorpresa. Nunca hubiera pensado que Snape iba a reconocer algo así.

"Ese es otro de los motivos por el que te di mis memorias." Continuó el profesor de Pociones. "Pero, si no eres ese mocoso creído, irrespetuoso y malcriado, ¿quién eres?"

"Soy Harry. Solo Harry." Respondió el chico, recordando un momento siete años atrás en el que había dicho algo parecido.

Snape, para su sorpresa, le sonrió. Y no fue una sonrisa sarcástica o siniestra, aquellas que Harry estaba acostumbrado a ver en el rostro del hombre, sino una que le recordó al niño que había visto en sus memorias. Harry se la devolvió casi sin darse cuenta.

"Pero entiendo lo que quiere decir." Continuó Harry. "Usted no era la persona que yo creía, y fue gracias a sus recuerdos que pude descubrir quién era en realidad. Por eso no se me ha hecho tan extraña esta situación." Al pronunciar aquellas palabras sus ojos se iluminaron, mientras una idea se iba formando en su cabeza. "De modo que es justo que yo haga lo mismo por usted."

"¿Qué quieres decir?"

"Espere aquí un segundo." Dijo Harry, poniéndose en pie.

"¿Potter? ¿Qué estás…?"

"Solo será un segundo, lo prometo. Volveré enseguida."


Snape quiso replicar, pero antes de que pudiera hacerlo, el chico había salido de la habitación.

Se quedó unos segundos en silencio, observando la puerta, todavía sin comprender que acababa de suceder. Finalmente, miró a su alrededor y vio el bol de sopa que se encontraba en la mesita, junto a su cama. Después de dudar durante unos instantes, decidió que iba a necesitar todas sus energías para lidiar con lo que fuera que hubiera planeado Potter. Así que, con esfuerzo, se inclinó para recoger el cuenco y la cuchara, maldiciendo por lo bajo cuando aquel movimiento tensó sus músculos del cuello, produciéndole un agudo dolor en la zona.

Finalmente, respirando con cierta dificultad y apretando los dientes, se acomodó sobre las almohadas con el bol entre sus manos.

"Pequeñas victorias, Severus." Se dijo a sí mismo, llevando la cuchara hasta sus labios.

No fue el proceso más sencillo de su vida, pero Snape había pasado por cosas peores y no iba a permitir que un cuenco de sopa le derrotase. Continuó comiendo, despacio y con cuidado, intentando no hacer movimientos bruscos, hasta llegar al final del bol. No lo reconocería delante de nadie, pero al ver el plato vacío sintió un extraño sentimiento de orgullo en su pecho.

Volvió a dejar el bol en la mesita, con el consecuente dolor en la herida que aquello le produjo, y se tumbó de nuevo sobre los cojines. Habían pasado por lo menos diez minutos y Potter seguía sin aparecer.

"¿Dónde narices estás?" Murmuró Snape, pensativo.


Harry subió las escaleras de dos en dos, ansioso por llegar a su destino. Lo sucedido en la cabaña de Hagrid ya no le angustiaba del mismo modo: se sentía mucho mejor después de haber hablado con Snape y estaba centrado en llevar a cabo el plan que acababa de ocurrírsele. Estaba tan metido en sus pensamientos que casi no vio que el tramo de escaleras que tenía delante se acababa de mover y estuvo a punto de caer por el hueco que éste había dejado. Al ver que la escalera se alejaba, suspiró:

"Tocará esperar." Dijo para sí mismo.

Luego introdujo una mano en el bolsillo y sacó la moneda del E.D. Le dio la vuelta un par de veces antes de mandar un mensaje a Ron y Hermione.

"Estoy bien, siento haberme ido tan rápido."

Escribió, sintiéndose de nuevo culpable.

"Me quedaré por aquí durante un rato. No me esperéis para comer. H."

La escalera ya había vuelto, así que Harry se subió en ella. Cuando lo hizo, la moneda vibró entre sus dedos.

"No te preocupes. Nosotros también estamos bien, seguimos en la cabaña de Hagrid. Hablamos más tarde. Cuídate. R & H."

Aquellas palabras le hicieron sonreír, a pesar de que todavía se arrepentía de sus actos.

"Gracias. Vosotros también."

Era consciente de que sus amigos se merecían una explicación, pero sabía que iban a esperar a que fuera él quién sacase el tema cuando estuviera preparado. Aquello era algo que agradecía.

Mientras tanto, la escalera le había llevado a donde él quería, así que se apresuró a bajarse antes de que cambiara de dirección de nuevo. Continuó caminando por los pasillos de Hogwarts hasta que se encontró delante de una puerta custodiada por una gárgola. Una puerta que conocía muy bien.

"Dumbledore." Dijo, esperando que la contraseña no hubiera cambiado. Por suerte, no lo había hecho, ya que la gárgola se hizo a un lado, revelando las escaleras que llevaban al antiguo despacho del director. Cuando estuvo frente a la gran puerta de madera que franqueaba la entrada, llamó y esperó.

"Adelante." Le llegó la voz desde el interior de la habitación.

Harry abrió la puerta y se encontró con la profesora McGonagall sentada en la mesa, con una montaña de papeles frente a ella y una pluma en la mano.

"¿Potter?"

"Profesora McGonagall, siento interrumpirla."

"No te preocupes, te lo agradezco." Le sonrió, levantándose. "Necesitaba hacer una pausa de todo este papeleo. ¿Ha pasado algo?"

"Eh... No, bueno, sí. Se trata de Snape."

"¿Severus?" La preocupación llenó el rostro de la profesora. "Le he ido a ver esta mañana y parecía que estaba bien."

"Sí, sí, está bien." Se apresuró a aclarar Harry.

"Oh, menos mal. No me des estos sustos, Potter." Le reprimió con suavidad. "Entonces, ¿qué sucede?"

"Necesito tomar prestado el Pensadero, profesora. Si no es mucha molestia"

"¿El Pensadero? ¿Severus necesita el Pensadero? Se despertó ayer y ya está haciendo Merlín sabe qué cosas…" Sacudió la cabeza.

"En realidad, es idea mía." Dijo Harry, con cierta timidez. "Tengo que saldar una deuda con él."

La profesora McGonagall le observó durante unos segundos. Cuando acabó, parecía haber comprendido muchas cosas.

"De acuerdo." Dijo finalmente. "Está ahí, en ese armario."

Harry abrió el mueble que ella estaba señalando con el dedo. Dentro se encontraba el Pensadero que había usado para ver las memorias de Snape y Harry supuso que alguien lo había guardado ahí después de que él lo utilizase durante la Batalla. Junto a él se encontraba también un frasco con una sustancia blanquecina en su interior.

"¿Son esas…?"

"Estaban dentro del Pensadero cuando entré en el despacho." Contestó la profesora McGonagall a su pregunta inacabada. "Te puedo asegurar que nadie las ha visto. Ni siquiera yo."

Harry respiró con alivio. Snape le habría matado si alguien más hubiese visto sus memorias.

"Gracias, profesora." Dijo, sosteniendo el frasco contra su pecho. "En cuanto al Pensadero… se lo devolveré enseguida."

"No te preocupes por eso, Harry." Le dijo con una sonrisa cansada. "Puedes utilizarlo el tiempo que haga falta."

Harry asintió, guardándose el potecito con las memorias en el bolsillo de su pantalón. Luego se inclinó para coger también el pensadero. Le sorprendió comprobar que pesaba menos de lo que parecía.

"¿Necesitas algo más, Potter?"

"¿Eh? No, eso era todo, gracias."

McGonagall asintió, sentándose de nuevo delante del escritorio. Harry no pudo evitar pensar en Dumbledore y en la cantidad de momentos en los que el anciano director lo había observado desde aquel mismo lugar, con sus gafas de medialuna y los ojos brillantes.

"¿Sabe, profesora?" Dijo de pronto. "No hay nadie mejor que usted para ocupar su lugar."

No pronunció el nombre de Dumbledore, pero ella supo a quién se refería. Le miró, y tragó saliva; y Harry pudo ver que había lágrimas no derramadas tras el cristal de sus gafas.

"Gracias, Potter." Le dijo, sonriendo tristemente. "Él estaría muy orgullo de ti. Del hombre en el que te has convertido."

'Eres un chico maravilloso. Un hombre valiente, muy valiente.' Las palabras que Dumbledore le había dicho durante aquel extraño sueño acudieron a su mente, provocando que Harry parpadease, emocionado.

"Quiero creer que estaría orgulloso de todos nosotros." Dijo, con la voz temblorosa.

"Seguro que lo está." Susurró ella. "Al fin y al cabo, entre todos conseguimos aquello por lo que él había trabajado tanto. El final de la guerra."

Harry asintió, algo abrumado.

"Me gustaría que hubiera podido verlo."

"A mí también, Harry." Murmuró la profesora. "A mí también."

Pasaron unos momentos en silencio, recordando, hasta que McGonagall carraspeó, tratando de recomponerse.

"En fin… Será mejor que vuelva al trabajo, Potter…"

"Sí, es cierto." Dijo Harry, todavía sosteniendo el Pensadero. "Perdón por haberla distraído."

"En absoluto, siempre es un placer verte." McGonagall le sonrió con sinceridad. "Puedes venir cuando quieras."

"Gracias, lo tendré en cuenta." Respondió Harry. "Que tenga un buen día, profesora."

Ella le agradeció sus palabras con una inclinación de cabeza, aunque su atención volvía a estar centrada en el montón de papeles.

"Tú también, Potter."

Tras un último vistazo a la habitación, Harry salió del despacho.

Una vez fuera, se acercó el Pensadero al rostro y lo observó detenidamente. Las memorias de alguien eran algo muy importante, personal e íntimo. Harry lo sabía y por eso apreciaba tanto el regalo que Snape le había dado. El profesor de Pociones le había entregado los momentos clave de su vida, aquellos que le habían transformado en el hombre que era. Los días más felices, pero también los más oscuros y terribles. Harry entendía lo vulnerable que debía sentirse al saber que él había visto todo aquello. Al darle sus recuerdos, Snape se estaba despidiendo de él. No pensaba que fuera a sobrevivir y por ello había sido capaz de mostrarle todo eso. Ahora, sin embargo, que seguía vivo y que Harry sabía la verdad, Snape se encontraba en una posición incómoda. Demasiado expuesto para el reservado y arisco maestro de pociones.

Por eso, Harry había decidido ofrecerle sus propios recuerdos. No estaba muy seguro de si Snape estaría dispuesto a verlos, pero sentía la obligación de ofrecerle lo mismo que el profesor le había dado. De ese modo, Harry podría saldar la deuda con él y así, Snape sería capaz de conocerle mejor y entender al hombre en el que se había convertido.

"Es lo justo." Se dijo a sí mismo, pasando un dedo por las runas mágicas del Pensadero. "Solo espero que no le disguste la idea."

Dispuesto a comprobarlo, agarró el Pensadero con ambas manos, con cuidado de no dejarlo caer, y emprendió el camino de regreso a la enfermería.


A/N: Hasta aquí este capítulo, espero que os haya gustado :)

Por cierto, no se cuando volveré a actualizar por que me voy de vacaciones en un par de dias y después del verano me mudo a otra ciudad... Pero espero que sea lo más pronto posible. En fin, disfrutad del verano y ¡hasta la proxima! :D