A/N: Hola a todos, he decidido que de momento voy a continuar esta historia. He tenido Covid y eso me ha dejado tiempo libre para pensar y escribir y me he dado cuenta de que me ayuda hacerlo. Por lo tanto, seguiré escribiendo mientras sea así. Gracias por los comentarios y las muestras de apoyo. Estoy un poco mejor, aunque cada día es un interrogante y nunca sé cuando voy a estar mal o bien.
Espero que os guste el capítulo. Un abrazo ❤
Harry se despertó despacio a la mañana siguiente. La luz del sol que se colaba entre las cortinas era suficiente como para iluminar sutilmente la habitación, pero no tanto como para disturbar el sueño de las otras dos personas que se encontraban junto a él. Tanto Ron como Hermione dormían profundamente, sus manos entrelazadas. Al verlo, Harry, que en el pasado quizás se hubiera sentido fuera de lugar, no pudo evitar sonreír con cariño.
La conversación que habían tenido los tres la noche anterior había sido dura, no cabía ninguna duda, pero extremadamente necesaria. Harry podía sentir todavía la calidez en su pecho al recordarla. Si se concentraba también podía notar en lo más hondo de su ser, agazapadas y esperando su momento, la profunda tristeza y la ansiedad que hacía tanto tiempo que le acompañaban. Sin embargo, parecía haber encontrado la fórmula para mantenerlas a raya, al menos durante la mayoría del tiempo.
Rebuscó debajo de su almohada hasta encontrar su varita. Luego la agarró los dedos de la mano derecha y la agitó susurrando:
"Tempus".
Los números que aparecieron suspendidos en el aire marcaban las nueve de la mañana. El chico se preguntó si sería demasiado pronto para poder visitar a Snape. Por un lado, quería dejar dormir al profesor, pero, por el otro, tenía ganas de poder explicarle lo que había hablado con sus amigos la noche anterior. Mostrarle que estaba más tranquilo y en control de sus emociones.
Se incorporó con cuidado, colocando la almohada detrás de su espalda, meditando sobre qué hacer, cuando una luz azulada inundó de pronto la habitación. Harry reconoció de inmediato el Patronus en forma de comadreja del señor Weasley.
"¡Ron! ¡Hermione! ¡Despertad!"
"¿Q-Qué?" Hermione abrió los ojos de golpe, con el pelo enmarañado y una expresión aturdida en el rostro.
"¿Harry?" Ron se incorporó al mismo tiempo que la muchacha, entrecerrando los ojos ante la inesperada luz del patronus y cubriéndose la cara con la mano. "¿Qué está pasando?"
El chico se limitó a inclinar la cabeza en dirección a la comadreja hecha de luz, que flotaba en medio de la habitación.
El Patronus, que había esperado pacientemente hasta aquel momento, pareció decidir que Ron y Hermione ya estaban en condiciones de escuchar su mensaje, porqué abrió la boca y empezó a hablar con la voz del señor Weasley:
"Hola, chicos, buenos días. Siento informaros con tan poca antelación, pero parece ser que los últimos Weasley que quedaban por llegar estarán aquí dentro de poco. Esto quiere decir que esta misma tarde ya podríamos empezar con el funeral. Por favor, venid a la Madriguera en cuanto podáis. Un abrazo muy fuerte. Hasta ahora."
Nada más acabar de hablar, el Patronus se desvaneció, llevándose consigo aquel resplandor azulado. Los tres amigos se observaron durante unos instantes, en silencio.
"Vaya manera de despertarse…" Murmuró Ron, tragando saliva. "Aunque ya nos esperábamos que en cualquier momento pudieran avisarnos."
Hermione le cogió de la mano.
"Ron-".
"Estoy bien, en serio." Se apresuró a decir el muchacho, aunque entrelazó sus dedos con los de ella y dio un apretón. "De verdad. O sea, no es que vaya a ser el mejor día de mi vida, pero hay que hacerlo. Y estoy preparado." Harry se encontró con los ojos azules del chico y vio que estaba diciendo la verdad. "¿Y tú, Harry? ¿Estás preparado?"
"No tienes que preocuparte por mí, Ron. Tú eres su hermano. Yo no-".
"Harry," le interrumpió su mejor amigo con firmeza, pero con cariño, "¿en serio? Venga, responde a la pregunta."
El muchacho cerró la boca, poniendo a un lado el sentimiento de culpabilidad. Después de la conversación de ayer no tenía sentido. De modo que tomó aire y ladeó la cabeza, escuchándose a sí mismo. Esperó durante unos segundos, nervioso, creyendo que se le aceleraría el corazón y que el oxígeno comenzaría a faltarle, pero aquellas reacciones nunca llegaron.
"¿Harry?"
"Sí, creo que sí. Creo que estoy preparado." Dijo sin terminar de creérselo. Todo lo que había aprendido durante aquellos días, además de la conversación que habían tenido la noche anterior, estaba ayudando mucho.
"Bien." Le sonrió Ron con orgullo en las facciones. Harry le miró a los ojos y no pudo evitar que se le encogiera el corazón. Los ojos azules de Ron solían ser siempre risueños, pero en los últimos tiempos, y especialmente en aquel momento, estaban llenos de tristeza y dolor. Deseó con todas sus fuerzas poder hacer algo para remediarlo, poder consolar al chico que tanto le había dado, pero no había nada que hacer.
"¿Y tú, Hermione?" La pregunta sacó a Harry de sus pensamientos.
Hermione llevó la mirada hasta sus manos todavía entrelazadas y pasó el pulgar sobre los nudillos del chico. "Sí, estoy preparada." Tragó saliva, emocionada.
"Bien." Asintió Ron, sonriendo con tristeza.
Hermione se le quedó mirando durante unos instantes y después se levantó de la cama, tirando de Ron para ayudarle a alzarse también.
"Venga, vamos a despedirnos de Fred." Dijo con delicadeza.
Aquella frase encendió una bombilla en la mente de Harry. Podía oír de fondo a Hermione organizando la mañana- ducharse primero, luego desayunar y después transfigurar alguna prenda de vestir en algo negro y elegante, para, finalmente, hacer las maletas y caminar hasta el exterior de Hogwarts donde aparecerse hasta la Madriguera- pero Harry no la estaba escuchando.
"¿Hola?"
"¿Eh?"
"¿Harry, estás ahí?"
Hermione le miraba enarcando una ceja.
"Sí, sí. Estoy aquí. Es solo que… Tengo que hacer una cosa. Lo siento muchísimo." Añadió al tiempo que se ponía en pie y comenzaba a coger las primeras prendas de ropa que había en su baúl. "Es algo importante y no me llevará mucho tiempo. Pero tengo que hacerlo antes de ir a la Madriguera."
"Pero, Harry-"
"Harry." Algo en el tono de voz de Ron hizo que el chico parase de rebuscar en su baúl y se girase para mirarle. "¿Estás intentando huir de la situación otra vez?"
No lo dijo en tono acusatorio, simplemente quería saber la respuesta.
"No." Respondió Harry muy seriamente, mirándole a los ojos. "Estaba diciendo la verdad cuando he dicho que estoy preparado. Esto es… algo que he de hacer antes del funeral. Sólo que ahora mismo no os lo puedo explicar. Por favor, confiad en mí."
Ron se lo quedó observando algunos segundos más, hasta que finalmente asintió.
"Está bien. Confío en ti. Sólo mantennos informados y avísanos cuando estés listo."
"Gracias, Ron."
"Te transfiguraré tu ropa, ¿vale, Harry?" Se ofreció Hermione. "Por lo que dices, nosotros terminaremos de prepararnos antes que tú"
Harry asintió, recogiendo el montón de prendas entre sus manos y poniéndose en pie.
"Sí, muchas gracias. Os veré en un rato." Dijo, comenzando a caminar hacia la puerta. "Lo prometo."
Ron y Hermione se despidieron de él, aunque un atisbo de confusión permaneció en sus rostros.
"¿Qué crees que tiene que hacer?" Preguntó Hermione cuando Harry acababa de desaparecer por el hueco de la puerta.
"Ni idea… Pero conociéndole debe de ser algo importante."
Harry corrió en dirección a las duchas de la Sala Común de Gryffindor, intentando darse la máxima prisa posible. No había tiempo que perder y todavía tenía que hablar con Snape y luego encontrar el punto exacto en medio del Bosque Prohibido.
Repasó mentalmente el camino que había tomado aquella fatídica noche durante la Batalla, cuando había ido al encuentro de Voldemort. El agua caliente le caía sobre la cabeza, mientras el chico buscaba entre sus recuerdos. Acabó de ducharse y comenzó a vestirse, todavía absorto en sus pensamientos. Luego, una vez vestido, dejó el pijama en una caja que lo enviaría directamente a su habitación, y comenzó a bajar las escaleras hacia la enfermería caminando a grandes zancadas. Deseaba con todo su ser que Snape estuviera despierto, ya que no tenía ningunas ganas de provocar el mal humor del hombre, y menos cuando necesitaba su consejo urgentemente.
Al llegar delante de la habitación de Snape, Harry llamó con suavidad a la puerta.
"Adelante." Sonó la voz profunda del Maestro de Pociones desde dentro.
Harry abrió la puerta, algo nervioso.
"Buenos días, profesor".
"¿Potter?"
Era evidente que Snape estaba esperando a la señora Pomfrey y no a un Harry Potter ya vestido y duchado a las 9 y media de la mañana.
"Potter." La mirada de Snape se endureció. "No sé quién te has creído que eres, pero el hecho de que ahora exista una cierta cordialidad entre nosotros no significa que-"
"Profesor." Le interrumpió Harry, que en otras circunstancias se habría pensado dos veces el cortar a Snape de aquella manera. "Necesito su consejo."
El hombre enmudeció, cogido por sorpresa, y Harry aprovechó para continuar hablando.
"Hablé con Ron y Hermione ayer y, tenía razón, me ayudó muchísimo. Ahora sé que puedo contar con ellos, que me entienden y que no me juzgaran. Cómo usted dijo."
Snape tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no poner los ojos en blanco.
"Todo esto está muy bien, Potter. Pero ¿no podía esperar a una hora más decente? Quizás te creas con derecho a poder molestar a la gente en cualquier momento y a no tener en cuenta su privacidad ni su descanso. Siendo el 'famoso' Harry Potter no me sorprendería, pero-"
"Pare." Dijo Harry muy seriamente. "Pare de hacer eso. Usted sabe que no es verdad." Tuvo que respirar profundamente para no tirar por la borda todo el progreso que Snape y él habían hecho juntos. En aquel momento de nervios y tristeza, una buena pelea con Snape- una situación familiar, a la que estaba acostumbrado y que le recordaba a los viejos tiempos- hubiera sido reconfortante. Tóxica, sí, pero reconfortante. Y hubiera servido para distraerle de la situación que se avecinaba.
"¿Disculpa?" Los ojos de Snape brillaron con peligrosidad.
Hubiera sido tan fácil: una pequeña falta de respeto, un comentario maleducado, o un poco de pasivo agresividad… y todo lo conseguido los últimos días se hubiera ido al traste. Podía verlo en los ojos de Snape, él también se había dado cuenta de ello. Pero Harry pensó en el hombre de los días anteriores: el que había sido paciente con él, el que le había escuchado y dado consejo, aquel que había conjurado el Patronus para conseguir calmarle… Y ya no quiso volver a las andadas.
"Estoy aquí por el funeral, ¿de acuerdo? Nos ha llegado un mensaje del señor Weasley esta mañana, si no, no estaría aquí tan pronto." Tragó saliva y respiró profundo. "Va a ser esta tarde. En un par de horas nos iremos hacia la Madriguera."
Snape frunció el ceño, su enfado anterior completamente olvidado frente a aquella nueva información.
"¿Y que estás haciendo aquí, entonces? ¿No deberías estar con el señor Weasley y la señorita Granger?"
"Sí… Voy a ir con ellos en un rato. Pero hay un par de cosas que tengo que hacer antes. Por eso estoy aquí. Como le he dicho, necesito su consejo…"
El ceño de Snape seguía fruncido, pero la expresión es su rostro había cambiado. El enfado había dejado paso a la curiosidad.
"¿Consejo sobre qué?"
Y ahí venía la parte difícil, pensó Harry. Si le explicaba su plan a Snape, estaría confiando en el hombre completamente. Quizás demasiado. Y el chico no estaba seguro de si aquello era una buena idea. Observó sus ojos oscuros, recordando que aquel era el niño que había introducido a su madre al mundo mágico, el chico que la había querido, el exmortífago que había entregado toda su vida para enmendar su error, el profesor que le había protegido, aunque le odiase, el hombre que había estado dispuesto a sacrificar su vida para derrotar a Voldemort y darle una oportunidad. Y entonces ya no tuvo más dudas.
"Eh… Es una historia un poco larga y extraña… Pero tenga paciencia, por favor."
Snape se mordió la lengua para no decir lo que estaba pensando. Que llevaba teniendo una paciencia infinita desde el primer momento que se había despertado en la enfermería.
"Bien". Continuó Harry, aclarándose la garganta. "¿Le suenan de algo "Las Reliquias de la Muerte'?"
Los ojos de Snape se entrecerraron un instante, pero asintió y dijo:
"Hasta hace poco nunca había oído a nadie hablar de ellas de un modo diferente a un mito, una leyenda o un cuento para críos…Pero sí que recuerdo haber visto en el despacho de Albus libros que trataban sobre el tema. En aquel momento pensé que era simple curiosidad. Que quería investigar la posible veracidad de esos artefactos. Aunque", añadió Snape, con su voz profunda, "después de que, en los últimos tiempos, el señor Oscuro desarrollase una obsesión por la Varita de Sauco… Digamos que decidí informarme el máximo posible sobre ellas. La Varita de la Muerte, la más poderosa del mundo parecía la reliquia más real de las tres. Y también por la que más personas habían muerto…" Snape murmuró, rozando sin darse cuenta su cuello, donde las cicatrices causadas por los colmillos de Nagini brillaban bajo la luz del sol.
Los recuerdos de aquella noche, de aquel momento en la Cabaña de los Gritos inundaron la mente de Harry y, por la expresión en la cara del Maestro de Pociones, también la de Snape.
"Las… Las otras dos reliquias también son reales." Dijo Harry, estudiando la reacción de Snape. El hombre levantó una ceja, poniendo a un lado los pensamientos sobre aquella noche.
"Oh, ¿en serio? ¿Y cómo es que estás tan seguro, exactamente?"
El chico respiró hondo.
"Porqué Dumbledore me las dio. Y porqué las he usado."
De no ser un momento importante, la expresión en el rostro de Snape hubiera provocado que Harry soltase una carcajada.
"Has usado la Piedra de la Resurrección y la Capa de Invisibilidad." Dijo lentamente, como si cuestionase su cordura. "Porqué Dumbledore te las dio.
"Así es." Repuso Harry. "La Capa de Invisibilidad me la devolvió durante mi primera Navidad en Hogwarts, había pertenecido a mi padre y a su padre antes de él."
La boca de Snape se había abierto con sorpresa.
"Recuerdo que tenías una capa de invisibilidad… La usé durante tu tercer año." Sacudió la cabeza. "Pero eso no quiere decir que-"
"Las capas normalmente pierden su poder en poco tiempo. Esta lleva generaciones en mi familia y nunca nadie ha tenido que renovar su magia. Dumbledore se la pidió a mi padre para estudiarla y por eso me la dio cuando fui suficientemente mayor. Es la segunda Reliquia. Se lo aseguro."
Snape le miró, todavía con algo de escepticismo en el rostro, pero asintió. Al fin y al cabo, cosas más extrañas habían sucedido y sabía que Potter no sería capaz de inventarse una mentira así.
"Y la… ¿la Piedra?" Lo dijo intentando mostrar impasibilidad, pero había algo más ahí.
"Por eso necesito su consejo, señor."
"¿Quieres decir que es real, entonces? ¿Qué la Piedra existe?" La voz de Snape sonaba extraña, anhelante y desesperada.
Harry tragó saliva, escogiendo sus palabras con cuidado.
"Existe. Y la he usado. Pude hablar con mis padres, con Sirius y con Remus. Me ayudaron a tener la fuerza suficiente para entregarme a Voldemort, para aceptar mi muerte. Pero, señor," añadió, intentando hacer desaparecer aquel deseo que se había instalado en los ojos de Snape, "no estaban vivos realmente. Eran casi como una mezcla entre un Patronus y un fantasma. Un reflejo de las personas que fueron. Podías notar que no pertenecían al mundo de los vivos. Fue reconfortante hablar con ellos, despedirme. Pero la Piedra nunca podrá traer de vuelta lo que se ha perdido. Lo que hemos perdido." Añadió, recalcando aquellas ultimas palabras.
Los ojos negros de Snape encontraron los verdes de Harry y se mantuvieron ahí durante unos segundos. Por un instante había pensado… Había pensado que podrían traer de vuelta a todo el mundo. Enmendar sus errores. Reparar lo que se había roto. Pero por lo que estaba diciendo Potter aquello no era posible. Si alguien como el chico, que había perdido a tanta gente, decía que no podían devolverles a la vida, que simplemente eran un pálido reflejo de sus seres queridos, entonces Snape no tenía más remedio que creerle. Por mucho de doliera.
"¿Profesor?"
"Potter."
"¿Sigue aquí?"
"Claro que sigo aquí, Potter." Snape parecía haber despertado de aquel trance. "¿Dónde quieres que me haya ido?"
"Es solo que la existencia de la Piedra suele afectar a las personas. Especialmente a aquellas que hemos perdido a alguien. Dumbledore murió por culpa de ello."
Snape, que había estado a punto de interrumpirle, entrecerró los ojos ante aquella nueva información.
"¿Cómo?"
"El anillo que le envenenó. El que le dejó la mano negra y solo un año más de vida. Era uno de los Horrocruxes, pero también era la Piedra de la Resurrección. Por eso Dumbledore intentó ponérselo. quería traer de vuelta a su familia. A su hermana…"
Snape sacudió la cabeza, asimilando aquellas palabras. Había leído en el Profeta algunas cosas sobre la familia de Albus, pero nunca le había dado demasiada importancia; tenía cosas más urgentes en las que pensar. Pero por lo visto, Dumbledore y él tenían más cosas en común de las que pensaba. Los dos se sentían responsables de la muerte de un ser querido y, al saber de la existencia de la Piedra, los dos se habían sentido tentados por ella.
"Bien, Potter… Parece ser que sabes más cosas que yo sobre estas Reliquias. ¿Se puede saber por qué necesitas mi consejo, entonces?"
Harry jugueteó con sus dedos, nervioso de pronto.
"Yo… Quiero darle a los Weasley la oportunidad de despedirse." Dijo, levantando la mirada. "Despedirse de Fred."
Snape apretó los labios, sin decir nada durante unos segundos.
"Entiendo."
"¿Cree que es una buena idea?"
"Yo… Sinceramente, no lo sé." Suspiró Snape, cansado. Se sentía halagado de que Potter hubiera querido pedirle consejo sobre ese tema, pero quizás no era la persona más adecuada para ello. "Creo que deberías hacer lo que tú consideres. Si Dumbledore te dio la Piedra es porqué entendió que estabas preparado para usarla. Y, por muchos errores que cometiera en su vida, creo que en este caso tuvo razón. Has demostrado gran madurez. Intentando controlar tus emociones, lidiando con tu duelo… Cualquier otra persona hubiera usado la Piedra para devolver a todos los que has perdido, pero tú no lo has hecho. De modo que decidas lo que decidas… Será la decisión correcta."
Harry tragó saliva.
"Gracias, señor."
A pesar del agradecimiento, Snape podía ver que la preocupación seguía presente en las facciones del muchacho.
"No estás convencido, ¿verdad?"
"Yo… No, lo cierto es que no. Tengo miedo de perderles. ¿Y si después de despedirse de Fred no quieren dejarle ir? ¿Y si hago más daño que otra cosa?"
Snape suspiró, pasándose una mano por la cara. Su experiencia cercana a la muerte debía de haberle afectado más de lo que pensaba. Aquellos niveles de paciencia no eran normales en él.
"Los Weasley ya lo deben de estar pasando muy mal con o sin tu ayuda, Potter. Al menos, dándoles la posibilidad de despedirse quizás consigan aceptarlo y avanzar, aunque sea un poco."
"Sí, pero-"
"Mira, Potter… Coge la Piedra de donde sea que la hayas escondido. No pongas esa cara, es obvio que no la llevas el bolsillo de los pantalones." Añadió. "Luego, una vez estés en la Madriguera, habla con los Weasley. Fíjate en cómo están, en si serán capaces de soportar ver al chico otra vez y después tener que despedirse de él. Piensa en si les hará más bien que mal. O viceversa. Y una vez sepas todo eso, toma tu decisión."
Harry respiró hondo, asintiendo con cada palabra que salía de la boca de Snape.
"Está bien. Sí, tiene sentido. Llevaré la Piedra conmigo y luego ya veré que hacer. Pero al menos tendré la posibilidad de usarla si lo creo necesario."
"Exacto."
"De acuerdo." Dijo Harry para sí mismo, poniéndose en pie. "Muchas gracias por su ayuda, profesor. La verdad es que me ha ayudado a aclarar las ideas."
Snape agitó suavemente la mano.
"Tranquilo, Potter. Parece ser que estas 'interesantes' conversaciones se están convirtiendo en tradición." Lo dijo con sarcasmo, pero Harry no se ofendió. El tono de voz de Snape no tenía ni un ápice de maldad.
"Parece ser que sí…"
"Qué suerte la mía…" Ahí estaba otra vez, el usual sarcasmo de Snape, pero sin el veneno que había traído con él durante los últimos siete años.
Harry le sonrió y Snape no pudo evitar devolverle el gesto.
"Pero, Potter," añadió, intentando mostrar seriedad, "no vuelvas a presentarte en mi habitación tan pronto por la mañana, a no ser que sea una emergencia. ¿Entendido?"
"Sí, señor."
"Bien. Y ahora vete, que tienes cosas que hacer."
"Sí, señor." Repitió Harry, girándose hacia la puerta.
"Oh y, ¿Potter?"
"¿Sí?"
"Muchos ánimos para el funeral, sé que no será fácil. Y dale el pésame de mi parte a los Weasley, por favor."
La voz de Snape sonaba pesada. El tono burlón de antes había desaparecido.
"Lo haré, profesor. Gracias. No sé cuando volveremos a Hogwarts, pero en cuanto lo haga vendré para explicarle como ha ido."
Snape asintió, pero no dijo nada más y Harry aprovechó para salir de la habitación, cerrando con cuidado la puerta.
Una vez se quedó a solas, Snape suspiró con cansancio. Intentó despejar su mente, aparcar los pensamientos negativos. Y, aunque casi lo consiguió, todavía había una pequeña parte preocupada por Potter, consciente de la situación a la que se tendría que enfrentar el muchacho en pocas horas. Solo esperaba que el chico tuviera la fuerza y la madurez suficiente como para tomar las decisiones adecuadas y sobrevivir al torbellino de emociones que estas iban a desencadenar.
A/N: Hasta aquí el capítulo de hoy. He escrito ya parte del siguiente o sea que con suerte podré actualizar pronto :) Como he dicho antes, me está ayudando escribir, me conecta con mi madre... En fin, espero que tengáis un buen día y hasta pronto ❤
