A/N: ¡Hola a todos! Aquí tenéis el siguiente capítulo. Espero que os guste :) Es más largo que el anterior, como os prometí. Me da la sensación de que estoy siendo más constante con mi escritura. Antes escribía muchísimas horas en un solo día y luego nada más durante semanas. Pero estos últimos meses estoy habituándome a escribir un par de horas casi día cuando vuelvo de trabajar y me está yendo mejor. ¡Esperemos que continue! Y también espero que os guste el capítulo ❤
Aunque la Guerra había acabado los Weasley todavía mantenían las defensas mágicas alrededor de la Madriguera. Por ese motivo, Harry, Ron y Hermione se habían Aparecido a un centenar de metros de la entrada, justo donde acababa el escudo que rodeaba la casa.
El señor Weasley les esperaba en medio del descuidado jardín, vestido también con túnicas negras y elegantes. Les saludó con calidez, abrazándoles uno a uno, pero Harry podía ver la rigidez en su sonrisa. Extraña y forzada, parecía como si su rostro hubiera olvidado cómo sonreír. Se le encogió el corazón al pensarlo y de pronto fue consciente del peso de la Piedra en su bolsillo.
Arthur les indicó que le siguieran y Harry echó un vistazo a su alrededor. Decenas de Weasleys repartidos por el jardín hablaban en voz baja entre ellos, algunos sentados en las mesas que habían colocado para la ocasión. El señor Weasley les llevó hacia la casa a paso rápido, asintiendo cuando se encontraban con algún grupo de gente pero sin pararse a charlar. Tragando saliva, Harry recordó la boda de Bill y Fleur y como aquellas mismas mesas se habían llenado de personas sonrientes y con ganas de comer, bailar y celebrar la ocasión. La cabeza le daba vueltas si se ponía a pensar en lo rápido que las cosas habían cambiado. Aquel día también habría una comida y una ceremonia, pero no tendrían nada que ver con la felicidad y la alegría de una boda.
La señora Weasley les esperaba dentro de la casa, también vestida con túnicas negras y unas ojeras a juego bajo los ojos. Abrazó a Ron y a Hermione, para después hacer lo mismo con Harry.
"Hola, cielo. ¿Cómo estás?"
Oír aquella dulzura y aquel cariño en su voz, después de todo lo que había sucedido, fue demasiado para Harry. Parpadeó rápidamente un par de veces antes de contestar.
"Yo… Eh… Estoy bien. Voy… Voy tirando." Añadió, con más honestidad. "Poco a poco, señora Weasley."
Molly le sonrió, con dolor en la mirada y dándole unas palmaditas en la mejilla.
"Harry, cariño. Con todo lo que hemos pasado… Sabes que puedes llamarnos Molly y Arthur, ¿verdad?"
El chico asintió, era consciente, pero se le hacía raro cambiarles el nombre después de tanto tiempo. Aun así, tenía razón.
"Lo sé. Gracias, eh… Molly."
La señora Weasley volvió a sonreírle, dándole de nuevo aquellas palmaditas. Pam, pam, pam.
"Buen chico." Le dijo. Como les decía a sus hijos. Como le había dicho a Fred. Como Lily le hubiera dicho a él mismo de seguir con vida. El peso de la Piedra se incrementó todavía un poco más.
"Harry." Le llamó Arthur, sacándole de su estupor. "Los demás están arriba. Ron y Hermione acaban de subir, si quieres ir tú también."
El muchacho asintió.
"Sí, gracias, señor Weasley. Arthur." Añadió ante la atenta mirada de Molly. "Ahora subo."
Se despidió con un gesto y empezó a subir las escaleras que llevaban a los pisos superiores de la Madriguera. Pasó por delante de la habitación de Fred y George, con la consecuente punzada de dolor en su pecho, y continuó caminando hasta llegar a la habitación de Ron. Podía oír ruido de voces proveniente de ella. Bill y Charlie, acompañados de Ron y Hermione, se encontraban en su interior. Se acercó al umbral de la puerta y, al verle, los dos hermanos le recibieron con expresiones de bienvenida. Una vez acabados los saludos, Harry observó a su alrededor y se dio cuenta de que faltaba gente. Iba a abrir la boca para preguntar al respecto cuando Bill, que había captado su mirada, dijo:
"Si buscas a los demás, Ginny está en el baño, George en el jardín y Percy ha ido a buscar a los últimos Weasley que faltaban."
"Se ve que han tenido problemas en la frontera." Añadió Charlie. "La gente está todavía nerviosa después de la Guerra y desde el Ministerio no quieren jugársela a que entren o salgan mortífagos del país. Ha sido un poco caótico, pero debería estar todo solucionado ya. No tardarán en llegar."
Harry asintió, agradeciendo la explicación.
Pasaron unos segundos en silencio hasta que se dio cuenta de que la habitación se veía diferente. No lo había visto nada más entrar, pero ahora que se fijaba era evidente. Junto a él, Ron también parecía haberse percatado de ello porque se giró en dirección a Charlie y dijo:
"Veo que te has instalado en mi habitación."
Las paredes seguían forradas con sus posters de los Chudley Cannons, pero el resto de sus cosas habían desaparecido, siendo sustituidas por las pertenencias de su hermano. Enciclopedias sobre dragones y libros en rumano llenaban las estanterías y Ron podía ver una capa ignifuga colgando del perchero. Había visto a Charlie vestido con ella en más de una ocasión.
"Sí…" Dijo su hermano. "Ginny se quedó con la mía cuando me mudé a Rumanía y Bill está compartiendo la suya con Fleur. Tú estabas en Hogwarts, así que…"
Ron asintió. En otros tiempos quizás se hubiera enfadado, pero después de lo sucedido, cosas como aquella carecían de importancia.
Bill malinterpretó su silencio.
"Tranquilo, que no hemos tirado nada. Mamá ha guardado todas tus cosas en los armarios." Le dijo. "La he ayudado a crear un encantamiento de extensión en ellos para que cupiera todo."
"Gracias." Contestó el muchacho con voz queda. Había dormido toda su vida en aquella habitación, pero sin sus cosas, casi le costaba reconocerla como suya. O quizás el motivo era otro. Entre la búsqueda de los Horrocruxes y la Guerra llevaba casi un año sin volver a casa. Seguía siendo su hogar, pero la sensación era diferente. Se le hacía extraño estar ahí. Habían cambiado demasiadas cosas. Especialmente él. No era la misma persona que había crecido, jugado y reído entre aquellas paredes.
"No sabía que ya habíais llegado." La voz de Ginny proveniente del pasillo le sobresaltó. Ron se giró y ahí estaba su hermana, con el cabello largo y rojo destacando contra el negro de su túnica.
"Acabamos de hacerlo." Dijo Hermione, acercándose para darle un abrazo que la chica devolvió. "¿Cómo estás, Ginny?"
"Cansada, la verdad. No han sido días fáciles…"
"Me imagino…" Dijo Hermione, separándose para dejarle espacio a Ron. El chico se acercó para saludar a su hermana.
"¿Y vosotros? ¿Cómo van las cosas por Hogwarts?"
"Extrañas." Reconoció él. "Parece que van mejorando un día y al siguiente empeoran.
Ginny asintió.
"Te entiendo. Aquí hemos estado más o menos igual…"
Después de esas palabras, la muchacha se giró para mirar a Harry. Habían pasado menos de dos semanas desde la última vez que estuvieron juntos en la misma habitación, pero, al verla, el corazón del chico comenzó a latir con fuerza, dándose cuenta de pronto de cuánto la había echado de menos.
"Hola, Harry."
"Hola…"
Ella se acercó para abrazarle y, cuando lo hizo, Harry tuvo que recordarse a sí mismo que estaban rodeados de gente. Por mucho que quisiera mantenerla entre sus brazos y no dejarla ir nunca más, no era el momento ni el lugar para ello. Podrían recuperar el tiempo perdido en el futuro. De modo que, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, dio medio paso atrás, dejando un poco de espacio entre ellos. Ginny le sonrió y le dio un beso rápido en la mejilla, provocando que sus latidos se acelerasen todavía más.
"Ejem…" Carraspeó Ron, aunque con menos incomodidad de la que solía mostrar. "Podéis explicarme un poco cual es el… horario, digamos. He visto que hay mesas en el jardín, así que supongo que habrá una gran comida, ¿no?"
Bill suspiró.
"Sí… Siguiendo el estilo de los Weasley, mamá y papá decidieron que antes del funeral iban a hacer una comida con todos los familiares. Llevan días preparándolo. Intenté razonar con ellos, decirles que no era necesario. Que podíamos hacer la ceremonia sin tener que alimentar a varias decenas de parientes…" Bill sacudió la cabeza, mostrando lo bien que había ido aquella conversación. "Pero cómo veis no me escucharon. Supongo que mantenerse ocupados les ayuda… Pero, sinceramente, me parece demasiado."
Ginny bufó, mostrando su desaprobación.
"A mí también… Y no es solo la comida. Si no también el hecho de que haya tanta gente. A Fred no le importarían ninguno de estos Weasley que ni siquiera saben su nombre. Deberíamos haber sido solo nosotros. Familiares cercanos y amigos.
Charlie se mordió el labio, denotando algo de incomodidad.
"Vamos, no seas así… Puede que no conocieran mucho a Fred, pero han venido a mostrar sus respetos. Y también para apoyar a papá y a mamá. Hay familiares con los que se llevaban mucho hace años, aunque nosotros no los conozcamos. Papá me ha contado que se fueron a vivir a otros países y que por eso perdieron un poco el contacto. Pero han venido desde lejos para intentar animarlos. Deberíamos estar agradecidos."
Ginny suspiró con frustración, pero luego bajó la mirada.
"Visto así…" No acabó la frase porqué, aunque comprendía lo que su hermano estaba diciendo, le hubiera gustado que las cosas fueran diferentes.
"Mira," Le dijo Charlie con seriedad, "entiendo que tener que hacer esto con tanta gente no es fácil. Parece que sea más un espectáculo que algo íntimo y nuestro, ¿verdad? Pero también te hace darte cuenta de lo querido que es Fred y también nuestra familia. No todo el mundo tiene un funeral tan lleno de gente.
Ginny se mordió el labio.
"Entiendo lo que quieres decir… Pero al mismo tiempo hubiera preferido algo más privado. Y en cuanto a la comida… ¿Cómo podemos comer cuando vamos a…?" Tragó saliva, intentando mantener la compostura. "¿…cuando vamos a enterrar a Fred en pocas horas?"
Aquellas palabras cayeron sobre todos con fuerza. Sabían lo que iba a suceder durante aquella tarde, pero pensar en ello de esa forma era doloroso.
"Ginny…" Intervino Bill. "Sé que parece algo muy definitivo. Parece que una vez lo hayamos hecho ya no habrá nada después. No habrá vuelta atrás. Pero no es así. Lo de hoy no cambia nada. Es una formalidad y algo que hemos de hacer para comenzar a aceptarlo. Pero podemos tener mil ceremonias por Fred si es lo que quieres. Solo nosotros. Donde haya comidas o donde no las haya."
La chica asimiló aquellas palabras, asintiendo despacio.
"Eso me gustaría. Algo más pequeño. Solo nosotros. Su familia y amigos. Y debería… Debería haber fuegos artificiales." Sonrió, con la mirada perdida en algún punto de la pared. "De esos que le gustaban tanto. Debería haber música. Y cerveza de mantequilla. Y risas. Y-" Se le quebró la voz y algunas lágrimas corrieron libres por sus mejillas.
Harry, que la había estado escuchando atentamente con el corazón roto, le acarició la espalda con la mano, intentando mostrarle su apoyo. Pasaron los segundos, el silencio de la habitación solo roto por los sollozos y la respiración entrecortada de la muchacha. Poco a poco, en parte gracias a la calidez de la mano de Harry en su espalda, Ginny fue recobrando la compostura.
"No pasa nada." Les dijo, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. "No es la primera vez que he llorado hoy, ni será la última… Es lo que toca. Sería extraño no hacerlo."
Bill, que se había ido acercando hasta quedar en frente de su hermana, le sonrió con tristeza.
"Tienes razón, Ginny. Y hay que sacarlo. Nada de quedarse dentro la pena. Que luego se enquista. ¿De acuerdo?" Dijo, mirándola a los ojos hasta que ella asintió. "Bien. Y eso va por todos, ¿eh? No hemos sobrevivido a esta maldita guerra para luego pudrirnos por dentro."
Las palabras de Bill resonaron en la habitación, su voz seria y su rosto solemne hicieron que los demás asintieran también, aceptándolas. El muchacho estaba ejerciendo su papel de hermano mayor, usando su autoridad y experiencia.
"Bien." Continuó Bill. "¿Estás mejor?"
Ginny asintió, con los ojos algo rojos, pero más tranquila.
"De acuerdo." Prosiguió Bill. "Entonces voy a ir abajo a ver si papá y mamá necesitan ayuda con algo. No sé si los demás queréis venir también…"
"Yo sí. Vengo contigo." Le dijo Charlie, levantándose de la cama en la que estaba sentado.
Harry abrió la boca para responder cuando Ginny le cogió de la mano.
"Quería hablar contigo un segundo, si no te importa."
El chico la miró durante un instante, sorprendido, pero luego asintió.
"Claro que no. Podemos hablar el rato que tú quieras."
Ginny le sonrió con dulzura y luego centró su atención en Ron y Hermione, mientras Bill y Charlie salían de la habitación.
"Estaremos en mi cuarto, entonces." Les dijo. "Solo serán unos minutos. ¿Vosotros vais a estar bien solos?"
Hermione asintió.
"No os preocupéis por nosotros, Ginny. Encontraremos algo que hacer, ¿verdad?"
Ron le sonrió.
"Así es. Me gustaría comprobar los armarios, ver si es cierto que no han tirado ninguna de mis cosas."
Aquello iba a ser una pérdida de tiempo, Ron estaba seguro de ello. Era consciente de que sus hermanos no habrían tirado nada sin preguntar antes y sabía que, con total seguridad, encontraría todas y cada unas de sus pertenencias dentro de los cajones. El problema era que necesitaba mantenerse ocupado hasta la hora de la comida y aquella era una buena distracción.
"Id tranquilos." Les dijo Hermione a Ginny y Harry, que seguían de pie en el umbral de la puerta. "Seguro que tenéis muchas cosas de las que hablar."
Ginny se lo agradeció con una inclinación de cabeza y luego tiró suavemente de Harry para que le acompañase. El muchacho la siguió, caminando por los pasillos de la Madriguera y recordando otros tiempos junto a ella, bajo ese mismo techo. Otros tiempos más felices.
Llegaron a la habitación de la muchacha y ella se sentó en la cama, indicándole con un gesto que hiciera lo mismo. Harry lo hizo, apoyando la espalda contra la pared y cruzando las piernas sobre las sábanas.
"¿Bueno y… de qué querías hablar?" Preguntó él. Podía sentir la rodilla de Ginny junto a la suya. La calidez que ésta emanaba.
"Yo… De varias cosas, en realidad. Primero, quería saber cómo estabas. Y también cómo han ido estas semanas en Hogwarts."
Harry suspiró, sin saber por dónde empezar.
"Veamos… Estoy cómo imagino que estás tú. Sintiéndome extraño, cansado y triste. Exhausto, aunque no estén pasando demasiadas cosas. Pero, al mismo tiempo, teniendo la sensación de que todo está cambiando a una velocidad increíble. Y eso marea un poco. ¿Tiene sentido?"
"Lo tiene." Le dijo ella. "Por qué yo me siento exactamente igual."
Harry sonrió. Aquella era una de sus cosas preferidas de su relación con Ginny, como se comprendían mutuamente.
"También me noto algo confuso por no tener que pensar en luchar contra nadie." Continuó el chico. "No estoy acostumbrado a vivir sin estar en tensión permanente."
"Te entiendo… Yo sigo llevando la varita conmigo todo el tiempo. Incluso en la ducha o cuando voy al baño. No me siento tranquila si no la tengo al alcance de la mano."
Harry asintió.
"Conozco la sensación."
"Es tan injusto que tengamos que sentirnos así…" Suspiró ella con cansancio. Luego sacudió la cabeza, apartando aquella sensación. "Cambiando de tema, ¿cómo te fue con Snape? Papá me dijo que había despertado."
Harry sabía que el señor Weasley debía de haberse enterado por Ron. Todavía estaban intentando mantener la supervivencia de Snape en secreto, al menos hasta que el profesor se encontrase un poco mejor y no había tantas personas en Hogwarts que estuvieran al tanto de lo sucedido.
"Fue bien. Más que bien en realidad. He estado yendo a hablar con él cada día y… Me está ayudando muchísimo."
"¿En qué sentido?"
"Con la Guerra. Todo lo que me ha dejado. Mis emociones, los traumas, todo eso. Sé que es difícil de creer, pero… Ha cambiado. No sé si es por qué Voldemort ya no está o porqué ahora nos entendemos mejor, pero… Me está ayudando." Repitió. "Sé que puede parecer raro, pero…"
"En absoluto." Le dijo Ginny. "Es decir, si pienso en Snape como en el murciélago de las mazmorras, no me lo imagino siendo particularmente amable y paciente con nada que tenga que ver con emociones. Pero con la nueva información sobre su pasado… Lo que dijiste sobre el hecho de que era amigo de tu madre y que la quería… Entonces lo entiendo a la perfección. Yo también querría cuidar y proteger a tu hijo si tú no estuvieras, Harry. Aunque no fuera mío. Él seguiría siendo parte de ti."
El chico la miró a los ojos, emocionado por aquellas palabras y también sorprendido por la comparación. Nunca había mirado su situación con Snape de aquel modo. Se imaginó a sí mismo veinte años en el futuro, protegiendo al hijo de Ginny con otro hombre. Añadió a la mezcla el hecho de que ese otro hombre era su enemigo y que tanto Ginny como él habían muerto en parte a causa de Harry. Le empezó a doler la cabeza solo de pensarlo, pero también entendió a Snape un poco mejor.
"Esperemos que no suceda." Dijo finalmente.
"Yo también." Sonrió ella. "Pero cuéntame un poco más sobre Snape. Ahora estoy intrigada."
Harry tragó saliva.
"Si quieres te lo puedo contar todo. Pero será una historia un poco larga…"
"No importa, tenemos tiempo hasta que nos llamen para la comida. Y me gusta escucharte hablar."
El chico sonrió. Luego se aclaró la garganta y comenzó a explicarle lo sucedido durante las últimas semanas. Le habló del momento en el que Snape abrió los ojos, de aquella primera conversación y de cómo habían llegado a una cierta cordialidad. Su voz tembló un poco al explicarle lo sucedido en la cabaña de Hagrid, lo mucho que le asustaba el funeral y cómo Snape había sido paciente con él. Cómo le había escuchado y ayudado a gestionar sus emociones, cómo había conjurado el Patronus para reconfortarle y mantenerle con calma. El rostro de Harry esbozó una sonrisa al recordar la sensación de la cierva entre sus brazos, transmitiéndole el amor de su madre. Finalmente, le explicó que Snape le había dicho que necesitaba hablar con sus amigos, contarles lo sucedido y utilizar aquel apoyo y entendimiento que solo ellos podían proporcionar. Lo único que Harry se guardó para él fue aquella última conversación sobre la Piedra. Estaba un poco más seguro de lo que quería hacer, pero todavía necesitaba hablar con los demás Weasley antes de estarlo al cien por cien.
"Y eso es todo..." Terminó Harry.
"No está mal." Dijo Ginny, asimilando toda aquella nueva información.
"¿Qué opinas?"
"¿Sinceramente? Estoy contenta por ti. Nunca habría pensado que Snape sería capaz de ayudarte de este modo, pero me alegro de que sea así. Y no solo por ti. Si no, sobre todo, por él.
"¿Qué quieres decir?"
Ella suspiró y se acomodó contra Harry, apoyando su espalda contra el pecho del muchacho. Él la rodeó con los brazos y bajó la cabeza para depositar un beso en su cabellera pelirroja. Olió su perfume y su mente le transportó a los meses más felices de su vida, durante su sexto año, cuando él y Ginny habían estado juntos. Habían cambiado muchas cosas desde entonces, pero Harry deseaba con todo su ser poder recuperar las sensaciones y la magia de aquellos días.
"Quiero decir que tú nos tienes a nosotros, Harry." Le explicó Ginny, sacándole de esos pensamientos. "Tanta gente que te quiere y que se preocupa por ti. Pero Snape está solo. Lo ha estado toda su vida por lo que me cuentas. Hasta ahora." Sonrió ella. "Así que me alegro mucho por él. Le estás ayudando a abrirse, Harry. A tener ese apoyo del que él te hablaba."
El chico inclinó la cabeza.
"Puede que tengas razón… Aunque la verdad es que no sé si es lo que él quiere. A veces me da la sensación de que preferiría estar solo y que le dejase tranquilo."
"Eso es cómo cuando mamá dice que no necesita ayuda para lavar los platos. Es solamente una fachada. Si insistes un poco o te pones a limpiar con ella puedes verle el agradecimiento en la cara." Ginny sonrió. "Estoy segura de que con Snape pasa lo mismo."
"Espero que tengas razón. Porqué no se merece estar solo. No después de todo lo que ha sufrido."
"Me gusta que pienses así." Le dijo Ginny con honestidad. "Que incluso con todo lo que ha pasado… Todavía te sigas preocupando por los demás."
La chica se incorporó para poder mirarle a la cara y el corazón de Harry comenzó a latir con fuerza al ver la intensidad en los ojos oscuros de la muchacha. Después de unos segundos, la mirada de ella bajó hasta sus labios y, Harry, sin pensar en ello, cruzó la distancia que les separaba. El beso empezó lento, tentativo, pero poco a poco se hizo más profundo. Los dos pusieron en él toda la tristeza y dolor que llevaban dentro, pero también el cariño y el amor que se tenían. Aquella pasión que no se había apagado ni siquiera después de haber estado tantos meses lejos el uno del otro. Cuando finalmente se separaron unos centímetros, todavía abrazándose y apoyando juntas sus frentes, los dos respiraban entrecortadamente y las mejillas de ambos estaban teñidas de color rojo.
"Te he echado mucho de menos." Susurró Harry. El dolor seguía dentro suyo, pero momentos como aquel le anclaban en la realidad, recordándole lo bonito que podía ser estar vivo.
"Yo también." Le dijo Ginny, tragando saliva e intentando recuperar el aliento. "En realidad esto era otra cosa de la que quería hablar. Aunque me parece que ya he obtenido mi respuesta." Dijo con una pequeña sonrisa. "Quería preguntarte si habías pensado en nosotros."
Harry asintió y le acarició la mejilla con los ojos brillantes.
"He pensado mucho en nosotros. Creo que lo he dejado claro." Sus mejillas se ruborizaron levemente, pero no bajó la mirada al decirlo.
"Sí, creo que lo has hecho."
Harry le sonrió, dándole otro beso, aunque este fue uno rápido y dulce.
"Siento no haber estado aquí estos días." Le dijo de pronto, sin poder contenerse. Las palabras habían salido de su boca sin siquiera pensarlas. Ahora que la tenía frente a él, la culpabilidad había aparecido de nuevo. "Me da la sensación de que te he dejado sola cuando más lo necesitabas."
Ella le miró con confusión.
"¿Qué? Vamos, Harry, no digas esas cosas..."
"Pero es la verdad." Dijo él con firmeza. "Tu necesitabas apoyo y yo… No he estado a la altura."
"Harry…"
"Es la verdad." Repitió él. "No me veía capaz de lidiar con ciertas cosas. No podía. Pero ahora sí. Me noto más fuerte. Y no volveré a esconderme, te lo prometo. Estaré ahí cuando me necesites."
Ginny tomó su mano entre la suyas.
"Harry, escúchame bien. Agradezco todo esto que estás diciendo. Pero no tienes porqué disculparte. Escúchame." Repitió ella al ver que quería replicar. "Estamos todos igual. Quizás a ti te ha salido de este modo. Quizás necesitabas espacio y 'esconderte' como tú dices para no tener que pensar en ciertas cosas. ¿Y qué? Es normal. Cada uno estamos intentando gestionar esto como podemos. Y nunca te voy a culpar ni me voy a enfadar contigo por ello."
"Ginny…"
"¿Te crees que yo lo estoy haciendo mejor? Estoy irritable, todo me molesta. Me enfado sin motivo. Me he peleado más veces con mamá en los últimos días que en el resto de mi vida. La encuentro insoportable cuando me habla. A mi propia madre…" Sacudió la cabeza. "Y cuando me voy a dormir pienso en todo esto y me siendo culpable… Pero luego al día siguiente lo hago otra vez."
Harry no sabía que decirle para hacerla sentir mejor, de modo que la abrazó aun más fuerte.
"Lo siento, Ginny. Es tan injusto que tengamos que pasar por todo esto…"
"Lo es. Pero es lo que hay. Aunque estoy intentando ser mejor, ¿sabes?" Le dijo. "Cuando siento me estoy llenando de rabia y que voy a explotar, me voy de la habitación e intento rebajar el enfado. Funciona a veces. Otras solo me pongo a llorar. Aunque eso también ayuda."
"Lo siento, Ginny. No sé qué decir ni qué hacer."
"No hace falta que hagas nada. Tiene que pasar el tiempo. Y tenemos que aprender a vivir en esta nueva realidad."
Harry asintió, aunque permaneció callado.
"Al menos me alegra oír que tú estás un poco mejor, Harry. Es importante que notes una cierta evolución… Si no fuera así…" Sacudió la cabeza. "Si no fuera así estarías como George."
"Merlín… ¿Sigue igual que cuando os fuisteis de Hogwarts?"
Ella asintió con cansancio.
"Sí… Casi no habla y cuesta que te mire a la cara. Come cuando mamá le pone un plato delante y se va a la cama cuando lo hacemos nosotros… Pero no sé si duerme, a juzgar por esas enormes ojeras que tiene debajo de los ojos. Y se pasa los días en el jardín, dónde solíamos jugar a Quidditch."
Harry escuchó aquellas palabras con preocupación en el rostro.
"Lo siento mucho, Ginny. ¿Está ahí ahora? ¿En el jardín?"
La chica asintió.
"Sí, estaba ahí la última vez que he mirado."
Se separó con cuidado de Harry y se acercó a la ventana, descorriendo las cortinas. Desde la cama, el chico podía ver el jardín trasero de la Madriguera. La zona en la que tantos veranos había jugado a Quidditch con los Weasley seguía ahí, pero habían colocado varias hileras de sillas en ella. Frente a los asientos se encontraba un ataúd de color marrón y el estómago de Harry se revolvió al verlo. Sentado en una de las sillas más cercanas al féretro había una figura pelirroja que Harry reconoció al instante. George.
"Lleva cada día sentado en esa silla desde que volvimos de Hogwarts. Solo se mueve para ir al baño, comer y dormir. Mamá tuvo que convencerle para que se duchara y cambiase de ropa. No veas lo que ha costado que se pusiera las túnicas negras esta mañana…" Ginny suspiró, exhausta, mientras Harry se levantaba de la cama.
La Piedra en su bolsillo se hizo más pesada incluso. El chico se preguntó cómo era capaz de estar en pie con aquella carga encima suyo.
"¿Crees que…? ¿Crees que podría ir a hablar con él antes del funeral?" Le preguntó a Ginny con la garganta seca.
Ella permaneció en silencio durante unos instantes, observándole.
"Claro, Harry." Dijo finalmente. "Seguro que le gustará verte."
El chico asintió.
"¿Quieres venir conmigo?"
"La verdad es que quería ir a ver a mis padres. Preguntarles si podía ayudarles en algo." Dijo ella. "Pero si lo necesitas te acompaño."
Harry negó con la cabeza.
"No te preocupes, puedo hacerlo solo."
"¿Estás seguro?"
"Sí, sí. De verdad."
"Está bien." Dijo Ginny. "Entonces te veré en un rato." Se inclinó para darle un beso rápido y Harry se lo devolvió, aunque su mente estaba centrada en lo que tenía que hacer a continuación.
Ginny abandonó la habitación y Harry la siguió, bajando con ella las escaleras que llevaban hasta la cocina de la Madriguera. Molly se encontraba ahí, conversando en voz baja con Bill y apuntando con la varita a una fuente llena de comida. En realidad, se percató Harry, las encimeras y la mesa de la cocina estaban llenas de fuentes como aquella. Por lo que parecía, el conjuro que la señora Weasley estaba aplicando mantenía a los alimentos en perfectas condiciones, como acabados de cocinar. Harry podía ver el humo del guiso congelado en el aire, detenido en el tiempo. En otra situación probablemente se hubiera parado a preguntarle al respecto, lleno de curiosidad. En aquel momento, sin embargo, tenía cosas más importantes que hacer. De modo que se despidió de Ginny con una inclinación de cabeza y salió de la habitación, cerrando la puerta de la entrada tras de sí.
Caminó a paso rápido hasta llegar al lugar donde se encontraba George, no queriendo llamar demasiado la atención. Se hallaba a una decena de metros de las sillas colocadas frente al féretro cuando, súbitamente, sus piernas se frenaron en seco. Fue de pronto consciente de que aquella caja de madera no era solo eso, sino que en su interior se encontraba el cuerpo sin vida de Fred. Tragó saliva, dándose cuenta de que tenía la boca seca. Respiró hondo intentando calmarse, pero la presencia del ataúd seguía ahí, ineludible. Sus manos comenzaron a temblar y Harry intentó con todas sus fuerzas recordar sus conversaciones con Snape, el modo en que había conseguido calmarle. Pero con el féretro a pocos metros de él estaba siendo difícil concentrarse en algo que no fuera su corazón desbocado y la falta de oxigeno en sus pulmones.
"Harry." El murmullo provenía de algún lugar cercano a su derecha y, aunque no le sacó completamente de aquel estupor, fue suficiente para distraerle y permitirle coger una gran bocanada de aire fresco. Gracias a ella, Harry pudo aclarar un poco su mente y darse cuenta de que era George quien le había hablado.
El muchacho seguía con la mirada clavada en el ataúd, pero tenía la cabeza ligeramente girada en su dirección. Verle ahí sentado, con aquellas ojeras bajo los ojos y aquella expresión vacía, despertó algo en Harry. George le necesitaba y no podía permitirse dejarse arrastrar por sus propios miedos. Tenía que ser fuerte por él. De modo que se acercó con cuidado y se sentó en la silla que tenía a su izquierda, de cara al ataúd.
"Hola, George. ¿Cómo estás?" Dijo con cuidado.
La expresión en el rostro del muchacho no cambió un ápice.
"Estoy bien, Harry."
El chico asintió, aunque, obviamente, no creía en absoluto aquellas palabras. Pasaron unos segundos en silencio, mientras Harry buscaba en su cabeza algo que decir que pudiera despertar al muchacho. Sabía que nada podría devolverles al viejo George, pero todo lo que Harry pedía era ver un atisbo de aquel chico sonriente y alegre que solía ser. Comprobar que no se había ido con Fred.
"Lo enterrarán aquí, ¿sabes?" Dijo George de pronto, sobresaltándole. "Justo aquí."
Harry le miró y pudo ver el dolor más grande en sus ojos. Su mirada seguía clavada en el féretro, como si pudiera atravesar la madera y ver el cuerpo que yacía en él. El cuerpo de su hermano. Su gemelo. Su otra mitad.
"Solíamos jugar a Quidditch aquí. ¿Te acuerdas, Harry?" Continuó hablando George, en un susurro. "Cada verano, cuando volvíamos de Hogwarts. Y antes, cuando éramos pequeños. Aprendimos a jugar a Quidditch aquí." Sus labios se curvaron en una sonrisa que no llegó a sus ojos. "Usábamos las viejas escobas de Bill y de Charlie, y mamá estaba tan preocupada… Éramos muy pequeños, ¿sabes? Y sufría por nosotros. Pero no debía hacerlo. Nos teníamos el uno al otro. Nos asegurábamos de que no nos hiciéramos daño. No más que unos rasguños, al menos." Las lágrimas habían comenzado a caer por el rostro de Harry, pero no quería decir nada para no interrumpirle. "Nos protegíamos mutuamente, ¿sabes? Si él se caía de la escoba, yo estaba ahí para cogerle. Y él a mí… Sí…" Murmuró. "Y él a mí…"
La voz de George se apagó, al tiempo que el nudo en el estómago de Harry se apretaba todavía más. Se secó las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano. Quería ayudarle desesperadamente. Hacer o decir algo que le hiciera sentir mejor. Pero solo había una cosa que podía hacer. Algo que, en todo el mundo, solo Harry podía darle. Se metió la mano derecha en el bolsillo y apretó la Piedra con fuerza, antes de respirar hondo y decir:
"George, sé que no hay nada que pueda decir para ayudarte. Pero... ¿podrías contestarme a una pregunta?"
El chico se encogió de hombros y Harry lo tomó como una indicación para continuar.
"Yo… Quería preguntarte si… Si poder hablar con Fred, despedirte de él, podría ayudarte un poco."
George parpadeó levemente, la única señal de que había oído las palabras de Harry, pero el chico podía ver como sus manos habían comenzado a temblar.
"Ayudaría." Dijo con voz anhelante. "Pero eso es imposible. No hay ninguna magia capaz de resucitar a los muertos." Su rostro volvió a ser una máscara de impasibilidad, vacío de las emociones que habían llenado su cara al oír aquella pregunta.
Harry se mordió el labio. Se había dado cuenta de aquel cambio. Pensar en Fred, en poder hablar con él de nuevo, había despertado algo en el muchacho.
"Tienes razón. No hay nada que pueda devolverles a la vida. Pero… Hace tiempo oí un rumor. La existencia de un objeto que permitía poder verles de nuevo, hablar con ellos." Dijo con cautela, evitando decir toda la verdad. "Y pensé que, a mí, personalmente, me ayudaría hablar con mis padres. O con Sirius. Poder despedirme de ellos, ¿sabes?"
Algo diferente al dolor y al vacío que durante días habían plagado el rostro de George, apareció en las facciones del muchacho.
"Me gustaría poder hacerlo." Susurró, intentando no mostrar cuanto lo deseaba. "Poder hablar con él una vez más, decirle que… Que siento no haber podido protegerle…" George parpadeó y una lágrima cayó sobre su regazo, mojándole las manos. Sentir la humedad en su piel le sorprendió. Llevó su mano izquierda hasta la altura de sus ojos, observando la pequeña gota con extrañeza. Era la primera vez que lloraba en días. "Pero esto no es más que una fantasía. Nunca podré hacerlo." Su rostro se había endurecido, apartando aquel atisbo de esperanza. "No merece la pena pensar en estas tonterías."
Harry, que había observado la escena con una mezcla de emociones, asintió para sí mismo.
"Quizás."
George no dijo nada, centrando otra vez su atención en el ataúd. La impasibilidad había vuelto a sus facciones.
"Me ha gustado hablar contigo." Le dijo Harry de todos modos, levantándose de su asiento. "Voy a ver si tus padres necesitan ayuda. Nos vemos más tarde, George."
El chico asintió imperceptiblemente, pero ni siquiera le miró mientras Harry se alejaba de él, sumido en sus pensamientos. Su conversación con George le había dejado las cosas aún más claras y había reducido el temor dentro de sí. Usar la Piedra podría afectar a los Weasley y estaba seguro de que no sería fácil para ellos dejar ir a Fred por segunda vez, pero la alternativa era todavía peor. No quería vivir el resto de sus días sabiendo que podría haber hecho algo para remediar el rostro vacío y la mirada perdida de George, y no lo había hecho. Si existía una posibilidad, por pequeña que fuera, de mejorar las cosas, Harry tenía que correr el riesgo. No solo por el chico, sino por el resto de la familia. Los señores Weasley tenían derecho a poder decir adiós a su hijo, así como Ginny, Ron y los demás hermanos. Y, además, Harry se sentía en deuda con ellos. Después de tantos años siendo aceptado en la familia, recibiendo su apoyo y cariño, tenía la oportunidad de devolver una pequeña parte de todo lo que le habían dado. Y Harry no iba a desperdiciarla. Si los Weasley necesitaban hablar con Fred para ser capaces de comenzar a sanar, el chico iba a ofrecerles esa opción. De modo que, metiéndose la mano en el bolsillo, agarró la Piedra una vez más y comenzó a caminar en dirección a la Madriguera, la determinación bañando sus facciones.
A/N: Y hasta aqui el capítulo de hoy. Sé que todavía no hemos llegado a la parte del funeral pero había muchos frentes abiertos que quería explorar antes. Espero que os haya gustado.
Nos vemos en la próxima actualización. ¡Un abrazo!
