A/N: Hola a todos, espero que estéis bien :) He tardado un poco más en escribir este capítulo por lo que os comenté en el anterior. Estoy haciendo prácticas en un laboratorio y me deja bastante agotada y sin casi tiempo al final del día. Y si a eso le añadimos ser una adulta: hacer la compra, limpiar, pasear a los perros, pasar tiempo con la pareja o los amigos... Casi no tengo tiempo para mí. Además, hace algunas semanas hubiera sido el cumpleaños de mi madre y eso también me hizo estar muy triste y sin motivación para hacer nada. Pero bueno, ahora que ya ha pasado me encuentro un poco mejor.
En fin, espero que os guste el capítulo :)
"Ten, cariño."
Molly le colocó una taza de té humeante en las manos.
"Gracias, señora Weasley."
Ella le sonrió con dulzura y asintió, aceptándolas. Luego se inclinó para darle su bebida a Ginny, que estaba junto a él.
Se encontraban en el salón de la Madriguera, sentados en los sofás. Los últimos familiares se habían ido hacía pocos minutos, dejando por fin que el silencio y la tranquilidad cayeran sobre la casa. El sol también se estaba marchando, tiñendo a su paso el cielo de colores cálidos. Harry lo observó, admirando aquel espectáculo de luces rojizas y anaranjadas. Sostuvo la taza entre sus manos y dio un sorbo, sintiendo como la calidez avanzaba desde las yemas de los dedos hasta su pecho.
Una vez que la señora Weasley hubo entregado a todos sus bebidas correspondientes, dejó la bandeja en la mesita de café y se sentó junto a su marido en el sofá frente a Harry. El chico intercambió una mirada con Ron y Hermione, decidiendo que el momento había llegado. Pero antes de poder decir nada, el señor Weasley se aclaró la garganta, reclamando la atención de todos los presentes.
"Chicos, sé que estáis todos agotados. Ha sido un día largo y difícil… Pero os quería decir que habéis sido muy muy valientes. Y que tanto vuestra madre como yo nos sentimos extremadamente orgullosos de vosotros." Dijo con la voz algo temblorosa. "Tenemos unos hijos fantásticos. Y estáis gestionando todo esto con una madurez que ya querían muchas personas."
La señora Weasley asintió, apoyando cada una de esas palabas.
"Así es. Y eso también os incluye a vosotros, Harry y Hermione." Añadió, con una pequeña sonrisa triste.
Harry tragó saliva, emocionado, y le devolvió el gesto. Luego, desvió la mirada hacia la ventana una vez más, sus ojos verdes observando el cielo. La belleza de aquella imagen, junto con las palabras de los señores Weasley, reconfortaron su agotado corazón, dándole fuerzas para lo que debía hacer a continuación.
"Y, sé que lo sabéis…" Continuó Molly, recuperando la atención de Harry. "Pero si necesitas hablar con nosotros, o lo que sea, estamos aquí. No lo olvidéis ¿de acuerdo?"
Los muchachos asintieron, pero no dijeron nada, demostrando el cansancio en sus caras. Arthur se dio cuenta de ello y decidió cambiar de tema.
"Bien, una vez dicho esto, creo que tenemos que hablar un poco de la logística de esta noche. Como sabéis, Fleur se ha ido con sus padres así que su cama en la habitación de Bill está libre. Si a Charlie no le importa," Añadió, mirando a su hijo, que negó con la cabeza, "él puede dormir ahí esta noche. De modo que tu habitación, Ron, está libre para vosotros tres."
"Gracias, papá." Dijo el muchacho, que ni siquiera había pensado en ello. Saber dónde iba a dormir no había sido una de sus prioridades durante aquel día.
"¿Porqué, 'gracias'? Ésta es vuestra casa. Además, ya se ha hecho demasiado tarde para volver a Hogwarts. Aunque no sé porqué volverías a la escuela durante el verano…" Murmuró Arthur para sí mismo. "Pero, bueno, ya discutiremos esto en otra ocasión."
Ron se lo agradeció con una inclinación de cabeza, no tenía ganas de hablar sobre su futuro en ese momento.
"De acuerdo." Continuó el señor Weasley. "Entonces solo hará falta conjurar un par de camas para Harry y Hermione."
"Ya encargo yo de eso, cariño." Le dijo Molly, viendo el cansancio en el rostro de su marido. "Por cierto, no creo que nadie tenga hambre, ¿no?"
Todos negaron con la cabeza.
"Si en algún momento cambiáis de opinión, ha sobrado mucha comida. Está en la nevera."
"Gracias, mamá." Dijo Bill, aunque tenía el estómago cerrado desde el funeral.
Nadie dijo nada más y el silencio cayó sobre la habitación, provocando una nueva mirada entre Harry, Ron y Hermione. El chico apuró su té, que ya había comenzado a enfriarse, y asintió en dirección a sus amigos, indicándoles que había llegado el momento. Ron palideció un poco pero su rostro mostraba decisión. Junto a él, Hermione respiró hondo visiblemente, preparándose.
"Eh… Sé que, como ha dicho papá, estamos todos agotados. Pero Harry, Hermione y yo tenemos que deciros una cosa… Una cosa muy importante." Ron se tomó un segundo para calmar sus nervios. Luego, inhaló profundamente y, sabiendo que si esperaba demasiado empezaría a tener dudas, dijo: "Puede parecer una locura, pero existe un modo de hablar con Fred de nuevo. Y podríamos hacerlo ahora mismo si queréis."
Harry se preparó mentalmente, esperando las reacciones de los demás. Miró a su alrededor, centrándose en cada uno de los Weasley. Empezó por Ginny, que estaba sentada junto a él. La muchacha se había girado para mirarle directamente, con cientos de preguntas en los ojos, pero también un brillo de esperanza en ellos. Harry asintió, pero no dio más explicaciones, desviando su atención hacia George. El chico también tenía aquel destello en la mirada, aunque estaba mezclado con desconfianza, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo. Por su parte, Percy observaba a Ron como si hubiera perdido la cabeza, al tiempo que Bill y Charlie compartían una mirada de alarma, la cautela evidente en sus caras.
En cuanto a los señores Weasley, Molly se había llevado una mano a la boca, dejando escapar un gemido de sorpresa al oír las palabras de Ron; mientras que Arthur, después de rodearla con un brazo, había mirado a su hijo con dureza.
"No creo que éste sea el mejor momento para bromear." Dijo muy serio.
"No es broma." La voz de Ron sonaba débil, así que el chico carraspeó, intentando mostrar seguridad. "Estoy diciendo la verdad. Explícaselo, Harry."
Las miradas de todos se centraron en él, y el chico bajó la suya, incómodo y preguntándose si aquella no habría sido una muy mala idea.
"Lo que Ron ha dicho es cierto." Explicó, mirando a los Weasley uno a uno y recordándose a sí mismo porqué estaba haciendo eso. "Hay un artefacto que me dio Dumbledore. La Piedra de la Resurrección, se llama. Dice la leyenda que fue uno de los objetos que la Muerte dio a tres hermanos, pero…"
La señora Weasley inspiró.
"La fábula de los tres hermanos."
"¿Qué?" Arthur se había girado para mirarla, con confusión en el rostro. "¿De qué estás hablando?"
"Los cuentos de Beedle el Bardo." Repuso ella en un susurro. "Se los leíamos a los niños de pequeños. Antes de ir a dormir." La posibilidad de hablar con Fred de nuevo llenaba cada hueco de su mente y miró a Harry con desesperación, esperando ávidamente que continuase hablando.
"Esperad un segundo, ¿me estáis diciendo que un objeto salido de un cuento para críos me va a permitir hablar con mi hijo?" El dolor había agotado la paciencia de Arthur.
"Papá, solamente oye lo que tenemos que decir, ¿vale? Sé que es difícil de creer, pero escúchanos durante dos minutos. Y eso va por todos." Añadió, mirando a los demás. "Por favor."
Arthur miró a su hijo a los ojos durante unos instantes. Finalmente, suspiró.
"Está bien." Dijo, indicándole a Ron con una mano que continuase.
El muchacho respiró hondo.
"Gracias, papá. Sé que, como he dicho antes, parece una locura. Pero la Piedra es real. El propio Dumbledore la tuvo en su poder. Y funciona, a su manera. Pero también es peligrosa. Por lo que hay que ir con cuidado al usarla y…" Sacudió a cabeza, dándose cuenta de que no se estaba explicando bien. "¿Harry? ¿Ayúdame?"
La atención de todos se giró hacia él y Harry pudo sentir el peso de aquellas miradas y de las expectativas que llevaban con ellas.
"Eh, sí… Dumbledore tuvo la Piedra durante un tiempo y me la dio en su testamento. Pero no pude usarla hasta hace unas semanas. Hasta que no estuve preparado. Él se encargó de ello. Cómo ha dicho Ron, es peligrosa. Y Dumbledore lo sabía por experiencia."
El señor Weasley frunció el ceño.
"Un momento… Durante la batalla, cuando estabas hablando con Quién-tú-ya-sabes…" Dijo cerrando los ojos al recordar. "Mencionaste que Dumbledore ya estaba muriendo cuando Snape lo mató. Que lo planearon juntos. Entonces, ¿era por esto? ¿Fue por la Piedra?"
Harry asintió.
"Él también había perdido a muchos seres queridos y pensó que la Piedra podría traerles de vuelta. Intentó usarla sin ver que estaba protegida por una maldición y ésta le envenenó." Las miradas de los demás Weasley seguían sobre él, y Harry casi podía ver las piezas del puzle uniéndose en sus mentes. "Snape consiguió contenerla en su brazo, pero se estaba extendiendo con el paso del tiempo. No iba a sobrevivir mucho más cuando él le mató."
Al mencionar a Snape, el rostro del profesor apareció en su mente. Se preguntaba si el hombre estaría orgulloso de él. Por haber sobrevivido al funeral y haber sido capaz de hablarles a los Weasley de la Piedra.
Mientras tanto, Arthur se había llevado una mano hacia el rostro, pinzándose el puente de la nariz. Eran muchas cosas que asimilar. Los demás también parecían un poco aturdidos por aquella cantidad de nueva información.
"Lo que Harry dice tiene mucho sentido." Repuso Bill, que poco a poco estaba dejando a un lado su escepticismo inicial. "El brazo de Dumbledore se volvió de color negro. Como si la carne se estuviera pudriendo, aunque él siguiera vivo." Sacudió la cabeza. "Algo así sucede a causa de una maldición muy poderosa. Pero si ésta todavía protege la Piedra… ¿no será demasiado peligroso intentar utilizarla?"
"Bill." Intervino Percy. "No te estarás creyendo este cuento, ¿no?"
Ron le miró mal y estaba dispuesto a defenderse cuando Bill respondió.
"¿Por qué no? Está claro que el dolor puede cambiar a la gente, pero ¿de verdad crees que Harry, Ron y Hermione han cambiado tanto como para ponerse de acuerdo y mentirnos sobre algo tan importante?" Bill sacudió la cabeza. "Hay muchas ramas de la magia todavía sin explorar y muchos artefactos antiguos perdidos. ¿Tan inverosímil es pensar que Albus Dumbledore, uno de los mejores magos que ha existido nunca, encontró uno que permite hablar con los muertos?"
Percy no supo que contestar a eso, así que tragó saliva y desvió la mirada.
"¿Entonces crees que es posible?" Murmuró Molly, que había guardado silencio, atenta a cada palabra. "¿Es posible hablar con mi niño de nuevo?"
"Creo que deberíamos dejar que nos lo expliquen ellos mismos." Dijo Bill. "Empezando por mi pregunta: ¿Cómo podemos usar la Piedra si está rodeada de una maldición tan poderosa?"
"La maldición ya no existe." Contestó Harry. "Dumbledore consiguió eliminarla, por lo que en este sentido se puede utilizar sin riesgo…"
"El problema es otro." Intervino Ron, echándole a un cable a su mejor amigo. No era justo que él tuviera que afrontar las preguntas solo. "No sé si todos recordáis la historia de los tres hermanos, pero básicamente, el mediano usa la Piedra para traer de vuelta a su amada. Pero ésta ya no pertenece al mundo de los vivos y él termina suicidándose al ver que no es más que un reflejo." Miró a su familia a los ojos, muy serio. "Ahí radica la verdadera peligrosidad. Tenemos que ser capaces de poder hablar con Fred y decirle adiós. Hemos de ser lo suficientemente fuertes como para no mantenerle atrapado en este mundo. Si no lo conseguimos, solo nos hará más daño y podríamos acabar como el segundo hermano…"
Tras aquellas palabras, el silenció cayó sobre la habitación. El escepticismo había desaparecido del rostro de Percy y Arthur, dando paso a una expresión preocupada. Pero fue Molly quien habló primero.
"Vaya… Son muchas cosas en las que pensar." Centró su atención en Harry y el chico la observó. Emoción, esperanza, anhelo y miedo llenaban sus facciones. "Cielo, ¿has dicho que has usado la Piedra antes?"
Él asintió, escogiendo con cuidado sus palabras.
"Así es. Solo una vez. La noche que… La noche de la Batalla. Antes de entregarme a Voldemort. Hablé con Sirius y con Remus, y también con mis padres."
El señor Weasley tragó saliva, cogiendo la mano de Molly, en su rostro había aparecido la misma esperanza que en el de su mujer, por mucho que hubiera luchado contra ello.
"¿Y cómo funciona? Es decir, ¿qué podemos esperar? Creo que antes de decidir si queremos hacerlo o no, es mejor prepararse."
"¿Decidir?" La voz de George sobresaltó a todos. "¿Qué hay que decidir? Yo quiero hablar con Fred. ¡Quiero ver a mi hermano!".
Hacía semanas que George no demostraba aquel nivel de emoción y Harry compartió una mirada rápida con Ron, algo alarmado.
"George, cariño." Le dijo su madre. "¿No crees que yo también quiero hablar con él desesperadamente? Pero tengo que pensar en todos vosotros también. No quiero arriesgarme a perder más hijos." Se le quebró la voz. "¿Qué pasa si alguno de nosotros no somos capaces de decirle adiós? ¿Y si tú o Ginny o quién sea acaba como el segundo hermano? ¿Te has parado a pensarlo?"
El muchacho desvió la mirada, intentando controlar sus emociones.
"Entiendo lo que quieres decir, ¿vale? Es solo que… Merlín, es difícil..."
"Lo sé, cielo. Lo sé."
La señora Weasley se levantó para abrazarle y George le devolvió el abrazo, enterrando la cara en su cuello, mientras ella le acariciaba el cabello, tranquilizándole.
Harry vio que los hombros de George temblaban, indicando que el chico estaba llorado en silencio. Desvió la mirada, dándole algo de intimidad en medio de la abarrotada sala de estar. Sus ojos se posaron en Ginny, todavía sentada junto a él. Había evitado mirarla porque sabía que, si lo hacía, si pensaba en perderla a causa de la Piedra, aunque solo fuera un instante, entonces se acobardaría y cambiaría de opinión. Sabía que la chica era fuerte y confiaba en ella, pero solo de pensar en ponerla en peligro le entraban escalofríos. Sintió una calidez contra su meñique y bajó la mirada en aquella dirección. Ginny había acercado una mano a la suya. La expresión en su rostro era interrogante y Harry asintió, dejando que la muchacha entrelazase sus dedos con los suyos.
"¿Estás bien?" Dijo él, sin poder contenerse, al ver una marca rojiza en su labio inferior. Harry sabía que debía haber estado mordisqueándoselo con nerviosismo durante todo ese rato.
Ginny parpadeó, las emociones llenando sus ojos. Harry pudo ver una mezcla de preocupación y miedo, pero también anticipación en ellos.
"Más o menos." Dijo. "Esto es… No sé cómo describirlo. Importante. Especial. Y me asusta. Pero también soy consciente de que es un regalo. Algo que la mayoría de la gente no tiene la suerte de poder hacer."
Harry asintió lentamente. Admirando como siempre su modo de ver el mundo y de poner en palabras lo que el chico solía pensar. Observó sus ojos marrones y el tiempo pareció detenerse. El miedo y la tristeza desaparecieron durante un instante.
"¿Harry?"
La señora Weasley había dejado de abrazar a George, pero seguía junto a él, sentada en el mismo sofá y con un brazo alrededor de sus hombros.
"¿Puedes explicarnos cómo funciona la Piedra? Arthur tiene razón, es importante estar preparados antes de tomar una decisión."
El chico asintió, todavía con la mano de Ginny en la suya.
"Sí… Solo la he usado una vez, así que no soy ningún experto… Pero desde el momento en el que la persona aparece se puede ver que no está realmente viva. Es algo diferente, más ligero. Distinto a un fantasma o a un Patronus." Los ojos de todos estaban en él y Harry tragó saliva. Ginny le dio un apretón y el chico suspiró, cogiendo fuerzas del gesto. "Es cómo un reflejo de la persona que solía ser y, en el caso de mis padres, Sirius y Remus, nadie más podía verlos. No sé si con Fred será así, algo me dice que no. Yo estaba rodeado de mortífagos. Gente que no los conocían ni los querían. Y, obviamente, yo no quería compartirles con ellos. Pero si decidís hablar con Fred… Él es parte de todos nosotros. Así que creo que seremos capaces de verle al mismo tiempo."
Los Weasley asintieron a sus palabras, asimilando con el paso de los minutos que era cierto lo que Harry estaba diciendo, que podrían hablar de nuevo con Fred. Había algo más que el chico quería dejar claro, de modo que se apresuró a ello.
"Y como ya hemos dicho un par de veces, es muy importante que tengáis presente que es algo temporal. Qué él no está aquí para quedarse. Si no para despedirse. Será muy duro, pero tenéis que ser fuertes."
El silencio volvió una vez más a la habitación, mientras los Weasley se miraban entre ellos. Finalmente, Molly, todavía sentada junto a George dijo:
"Chicos… ésta es una decisión que tenéis que tomar cada uno por su cuenta. Todos sois adultos ya. O casi." Añadió en dirección a Ginny. "Y aunque sois muy jóvenes habéis experimentado tantas cosas… Habéis sobrevivido una guerra. Luchado. Perdido personas queridas. De modo que vuestro padre y yo no podemos deciros qué hacer. Tenéis que pensar si seréis capaces de lidiar con esto o no. Solo os pido que seáis responsables y sinceros con vosotros mismos."
El señor Weasley, desde el otro sofá, observó a cada uno de sus hijos. Les dio algunos segundos antes de preguntar:
"¿Entonces? ¿Habéis decidido?"
Todos asintieron lentamente y Arthur respiró hondo.
"De acuerdo. Quien esté a favor de hablar con Fred, que levante la mano."
Algunos brazos se alzaron inmediatamente, como los de Ron, George y Molly. Otros, como el de Percy y Charlie, tardaron un poco más, levantándose de manera algo titubeante. Pero al final, cada uno de los Weasley tenía la mano en el aire y Harry sintió algo en su pecho apretarse con fuerza, consciente de que ya no había vuelta atrás.
"Está bien. Antes de empezar… ¿tenéis alguna otra pregunta?"
Para sorpresa de Harry, Percy asintió:
"Sí… yo quería preguntarte… Cuánto… ¿Cuánto tiempo crees que podremos tener con él?"
"No es una ciencia exacta, pero… Yo diría media hora. Más tiempo me parece arriesgado."
Hubo algunas expresiones de protesta, pero el señor Weasley las acalló con un gesto.
"Chicos, chicos. Sé que no es suficiente. Pero ¿cuánto tiempo lo sería? ¿Un día? ¿Un mes? ¿Un año? No." Repuso Arthur, sacudiendo la cabeza. "Todos queremos una vida con Fred. Incluso más. Diez mil años más con vuestro hermano. La eternidad. Pero sabemos que no es posible. Se ha ido. Y esta media hora que nos está ofreciendo Harry es un regalo. Una oportunidad para despedirse. Así que, en vez de protestar, pensad en lo que queréis decirle y no habéis podido. ¿De acuerdo?"
Los demás asintieron y el silencio volvió a la sala de estar. Harry miró a Ron y se dio cuenta de la cara de asustado que tenía su amigo. Una cosa había sido planificar aquello. Era uno más de los cientos de planes que habían urdido durante los últimos siete años. Pero explicarlo a su familia y ver que estaba tan cerca, daba miedo. El corazón de Ron había comenzado a latir con fuerza. No estaba preparado para ello. No quería volver a ver a Fred, sabiendo que aquella sería la última vez. Quería mantener la posibilidad guardada en un cajón y abrirlo en el momento justo. ¿Qué pasaba si en dos, tres, veinte años, necesitaba hablar con su hermano de nuevo, pero ya había quemado aquella opción? ¿Y si nunca iba a estar preparado para decirle adiós? ¿Y si...?
Cómo sintiendo su pánico, la mano de Hermione se posó en su hombro.
"Ron. Vas a estar bien. Estaremos todos juntos, ¿vale? Pasaremos por esto juntos."
"Pero ¿y si no estoy preparado?" Murmuró él, con angustia en la voz.
"Ninguno lo estamos. Pero hay que hacerlo. Por Fred, por tu familia y por ti. Esto puede ser el primer paso para conseguir estar bien."
Ron la miró a los ojos durante varios segundos, calmando su agitado corazón.
"Entiendo lo que quieres decir. Pero está pasando todo tan rápido. Y tendremos tan poco tiempo con él. ¿Qué le digo? Llevo semanas pensando en lo que le diría si pudiera hablar con el de nuevo y ahora se me está olvidando todo. Es como si mi cabeza se hubiera vaciado de golpe."
Hermione le sonrió con cariño.
"Tranquilo." Hermione se sacó la varita del bolsillo y conjuró un cuaderno y una pluma. "Piensa en Fred, respira hondo y escribe lo primero que se te ocurra. A mí me ayuda a desbloquear la mente. Sigue escribiendo sin concentrarte demasiado. No lo fuerces y te vendrá solo."
Ron tomó los objetos entre sus manos, agradecido. Luego se recostó contra el sofá con el cuaderno sobre sus piernas, e hizo lo que Hermione le había dicho. Se imaginó la cara de Fred, sus ojos risueños. Volvería a verlos en unos minutos, y su corazón se aceleró, lleno de una alegría triste. Cogió la pluma con su mano derecha y comenzó a escribir.
Hermione, que le había estado observando, decidió no distraerle y se giró en dirección a los demás.
"¿Alguien más quiere uno? ¿Para poder escribir lo que queréis decirle?"
"Qué buena idea, Hermione." Le dijo Molly, agradecida por poder centrar su atención en algo en concreto, en vez de dejarse llevar por los nervios y la anticipación.
Pronto, todos los Weasley tuvieron su propio cuaderno. Escribieron en silencio durante algunos minutos, el ruido de las plumas rompiendo aquella tensa calma. Harry les observó, preocupado y con la adrenalina corriendo por sus venas. Miró una vez más por la ventana, intentando calmarse. El sol se había ido definitivamente y un manto de estrellas aportaba algo de luz a la oscuridad de la noche. Buscó también la luna, pero debía estar oculta tras alguna nube, pues no la encontró. Aquello le hizo pensar en Remus y su corazón se encogió. Le gustaría poder hablar con su antiguo profesor, preguntarle qué opinaba él de toda aquella situación con la Piedra. Sus pensamientos le llevaron inevitablemente también hacia Tonks y Harry se forzó a sí mismo a detenerse. Por aquel camino acabaría pensando en cada una de las personas que habían perdido y no podía permitirse el lujo de caer en aquella espiral. Pero una idea había aparecido en su mente y decidió guardársela para el futuro. Su cerebro le había recordado que no solo los Weasley estaban llorando a alguien. También Andrómeda Tonks había perdido a mucha gente. A su hija, a su marido y a su yerno. Y se había convertido en el último familiar que le quedaba a Teddy Lupin. Harry aparcó el sentimiento de culpabilidad al pensar en su ahijado e intentó volver al presente.
Los Weasley habían terminado de escribir y le miraban expectantes, con los folios de papel en las manos.
"¿Harry?" Le preguntó Ron. "¿Qué hacemos ahora?"
Nerviosismo, miedo, e ilusión llenaban las caras de los Weasley y Harry supo que ya no había vuelta atrás. Se levantó del sofá y sacó la Piedra de su bolsillo. La Reliquia parecía una cosa insignificante entre sus dedos, pero Harry sabía el poder que contenía y lo peligrosa que era.
"Ahora." Dijo. "Si estáis listos... Podemos empezar."
Miró a los Weasley uno a uno y vio que estaban preparados. O al menos tanto como lo estarían nunca. Compartió una última mirada con Ginny y Ron, y luego cerró los ojos. Pensó en Fred y giró tres veces aquella piedrecita negra entre sus dedos. Los gemidos de sorpresa y los llantos que resonaron por la habitación le indicaron, sin necesidad de abrir los ojos, lo que había sucedido.
Sus párpados temblaron antes de abrirse y cuando finalmente lo hicieron, Harry pudo ver una figura pelirroja en medio de la sala de estar.
Fred Weasley se encontraba delante suyo, con una sonrisa en el rostro.
A/N: Y hasta aquí este capítulo. Lo sé, sé que hace meses que esperáis la reunión con Fred, ¡lo siento! Será en el proximo, ¡lo prometo! Es solo que quería publicar algo en vez de haceros esperar algunas semanas más para la siguiente parte. Espero que la espera merezca la pena :)
Por cierto, se está acercando mi cumpleaños y también Navidad, con todo lo que eso implica, así que no sé cuando tendré tiempo/ganas de escribir de nuevo. Pero intentaré que sea lo más pronto posible. Solo que quizás estaré bastante triste y ocupada en las siguientes semanas. Pero no os preocupéis que sigo pensando en esta historia casi a diario. Y cada vez se me ocurren más sitios y situaciones a las que llevar a nuestros personajes. Bueno, ya dejo de aburriros. Que tengáis unas buenas fiestas :)
