A/N: ¡Feliz 2023! Espero que estéis bien y que las fiestas hayan ido lo mejor posible. Las mías fueron tristes y estresantes pero también bonitas a su manera...

Este capítulo ha sido un poco difícil de escribir ya que , además del tema que trata, quería hacerle justicia a un momento que sé que llevaba mucho tiempo en el horizonte y parecía no llegar nunca hahah En fin, espero que os guste y que haya merecido la pena la espera :)


La sonrisa de Fred no era aquella congelada y rígida que había permanecido en su cadáver al morir, sino una sincera y natural que atrapó el corazón de Harry y lo estrujó con tanta fuerza que el muchacho pensó durante un instante que iba a desplomarse en medio del salón de la Madriguera. Por suerte, no lo hizo, y pudo observar más detenidamente a su amigo. Fred parecía el mismo: su pelo anaranjado, el brillo de picardía en los ojos y las manos en los bolsillos de los pantalones eran los de siempre. Pero, al fijarse, se dio cuenta de las sutiles diferencias con el Fred de sus recuerdos. Su cabello era más frondoso y brillante de lo que solía ser, sus dientes más blancos y su rostro estaba limpio, carente de cortes o manchas. Pero si algo denotaba que aquel Fred no era el mismo de siempre, era su piel. Si uno se concentraba casi podía ver a través de ella, como si el chico estuviera hecho de un material transparente. O de luz, pensó Harry en algún rincón de su mente.

Hacía dos segundos que Fred había aparecido en medio de la habitación y nadie se había movido todavía. La incredulidad y la emoción habían paralizado a los Weasley. Harry dio un paso tentativo hacia delante y aquello pareció despertar a los demás, porqué se levantaron todos de golpe, dejando caer los cuadernos que tenían en las manos y se abalanzaron sobre Fred.

"¡Fred!"

"Oh, Fred…"

"¡Cariño!"

"¡Mi niño!"

Las palabras se acumulaban y mezclaban las unas con las otras, mientras los Weasley engullían a Fred entre sus brazos, ocultándole de la vista de Harry. El muchacho dudó, sin saber si unirse a ellos o no. Vio por el rabillo del ojo que Hermione también se había quedado a una cierta distancia. La chica sintió su mirada y le sonrió, mientras las lágrimas le caían por las mejillas. Antes de que Harry pudiera hacer nada, dos brazos salieron de aquel montón humano y le arrastraron a él y a Hermione hacia los demás.

Dentro era todavía más confuso: podía oír llantos y palabras susurradas, sentir la respiración alguien contra su espalda y notar los temblores sollozantes junto a su pecho. En medio de aquella situación, Harry fue transportado a un día cuando tenia siete años en casa de los Dursley. Su tia había estado viendo un documental en la televisión sobre algo llamado 'Castells'. Al parecer, era una tradición en algunas partes de España, en la que las personas, con la fuerza de sus brazos y la unión del grupo creaban torres humanas. Abajo se situaba la mayor cantidad de gente, formando una maraña de extremidades que ayudaban a sostener a las personas que, eventualmente, iban a ir subiendo y creando aquellos castillos. A Harry le había parecido algo impresionante y hermoso. Una demostración de fuerza, valentía y hermandad. Sin embargo, su tía había soltado un bufido, les había llamado idiotas y había cambiado de canal. Pero Harry se había quedado con aquella imagen en su mente durante mucho tiempo, conmovido. Cuando la torre humana finalmente había caído, los cuerpos de los que estaban abajo habían amortiguado el golpe, soportando y protegiendo a los demás, y Harry se había preguntado si en algún momento de su vida sentiría aquella unión, aquella conexión con otras personas. Si confiaría en alguien lo suficiente como para saber que aguantarían su peso y, en caso de caer, estarían ahí para protegerle con su propio cuerpo. Nunca había pensado que eso podría ser realidad y con el tiempo había descartado la idea. Luego había ido a Hogwarts, había conocido a Ron y a Hermione, a los demás Weasley. Y, sin planificarlo, sin buscarlo, había encontrado aquellas personas que anhelaba desde hacía tanto tiempo. Su torre no estaba completa, claro. Faltaban integrantes: Sirius, Remus, Tonks, incluso Dumbledore. Pero, sintiendo los brazos de los Weasley a su alrededor, oyendo los latidos de sus corazones, Harry se dio cuenta de que podría sobrevivir a ello.

Los minutos pasaron y ellos permanecieron ahí, abrazados, no queriendo dejarse ir. Temiendo que, si lo hacían, Fred se marcharía. Esta vez para siempre. Pero, poco a poco, los pulmones empezaron a pedir oxígeno y los rostros reclamaron ser secados de lágrimas. Así que se apartaron un tanto, aunque siguieron sosteniéndose los unos a los otros.

Fred estaba en el centro, con los ojos de todos clavados en él. Molly se encontraba a su derecha, cogiéndole la mano con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. Le observaba ávidamente, intentando recordar cada detalle, antes de que el chico desapareciera de nuevo, su mirada recorriendo cada centímetro de aquel rostro que ella había ayudado a crear.

"Cariño." Dijo, con la voz rota. "Lo siento. Lo siento muchísimo. Tendría que haberte protegido. Tendría que haber hecho mucho más, yo-"

Fred sacudió la cabeza y le dio un apretón con la mano, sonriéndole con tristeza. Emanaba una sabiduría sorprendente para su corta edad.

"Mamá. No digas eso. No fue culpa tuya." Insistió mirándola a los ojos. "No hay nada que hubieras podido hacer."

"Pero…"

"Era una Guerra. En las guerras la gente muere. Es así… Y si hubieras estado ahí conmigo quizás hubieras muerto tú también. No." Sacudió la cabeza, muy serio. "Pasó lo que tenía que pasar. Y aunque me dé rabia saber que me voy a perder muchas cosas que quería experimentar… No hay nada que pueda hacer al respecto. Lo que ha sucedido no se puede cambiar. Y sentirte culpable o martirizarte por ello no va a llevarte a ningún lado. Solo te dolerá más."

Harry desvió la mirada de Fred por primera vez desde que el chico había aparecido. Él también se sentía culpable y responsable por su muerte. A pesar de las palabras del muchacho, no podía escapar de sus propios pensamientos que le recordaban una y otra vez que, de no haber ido a Hogwarts, la Batalla no habría ocurrido y Fred seguiría vivo.

"Y esto va por todos los demás, también." Continuó el chico. "Que os conozco perfectamente y sé que cada uno se está responsabilizando de mi muerte de algún modo. Como si fuerais vosotros los que lanzasteis la maldición." Fred puso los ojos en blanco. "Ni hablar, ¿me oís? Percy, tú estabas junto a mí. Y apuesto lo que sea a que te has preguntado mil veces porqué yo y no tú. ¿Verdad?"

Percy evitó mirarle a los ojos, pero las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, contestando a la pregunta.

"Lo sabía." Repuso Fred. "¿Y crees que hubiéramos estado todos felices y contentos de ser así? No. Claro que no. Hubiéramos estado devastados. Justo como lo estáis ahora. No hubiera cambiado nada en absoluto. Porqué en las guerras. O en la vida, en realidad… La gente muere. Pierdes a seres queridos sin previo aviso. Y no hay nada que se pueda hacer al respecto. Querer cambiar las decisiones que tomaste o pensar que podrías haber hecho algo distinto solo te lleva a la locura. La única opción real que todos tenemos en esta vida es elegir qué queremos hacer con ella cada día. Y yo estoy contento con mis decisiones. Aunque me hayan llevado hasta aquí. No lo cambiaría." Aseguró con seriedad. "Porqué, aunque sabía qué me estaba jugando cuando decidí venir a Hogwarts a luchar, también sabía que merecía la pena hacerlo."

Hubo un silencio en la habitación, mientras todos reflexionaban sobre las palabras del muchacho. En aquel momento no podían creerlas ni asimilarlas, pero, con el tiempo, las recordarían y les ayudarían en su camino hacia estar mejor.

Pasados unos segundos, Harry pudo oír un ruido rítmico proveniente de su izquierda. Al girarse, vio a George aplaudiendo lentamente y con una pequeña sonrisa en sus labios. Su rostro estaba lleno de lagrimas secas, pero el humor en sus facciones era real, y aquello desconcertó a Harry durante unos instantes. Hacía semanas, desde la Batalla en realidad, que no se veía aquella emoción en la cara de George.

"Vaya, vaya, Fred. ¿Quién diría que la muerte te iba a volver tan sabio? Por primera vez eres más listo que yo… ¿Qué se siente?"

Su hermano gemelo soltó una carcajada, ahogando el reproche que Molly había comenzado a formular.

"La verdad es que podría preguntarte lo mismo. ¿Qué se siente al saber que ahora eres el gemelo más guapo? Seguro que estás contento de no tener que competir contra esto nunca más, ¿eh?" Se señaló de arriba abajo con la mano, mientras la señora Weasley alternaba miradas de indignación entre los dos.

"Pero… ¡Pero, bueno! ¡¿Cómo se os ocurre?¡ ¿Os parece normal bromear sobre…?"

Pero se calló al ver a George acercarse todavía más a Fred y, luego, abrazarle con una fuerza tal que por un momento parecieron una sola persona. Como si sus cuerpos se hubieran fusionado. Los dos habían comenzado a reír y a llorar al mismo tiempo. Las lágrimas caían de sus mejillas hasta el suelo y las carcajadas resonaban por la habitación. Pero había una extraña paz en sus rostros y nadie quiso decir nada ni intervenir. Aquel momento les pertenecía solo a ellos.

La señora Weasley pasó del enfado al llanto silencioso en un segundo y se les quedó mirando con el corazón en la garganta. Arthur buscó la mano de su mujer y apretó. Él también lloraba, sintiendo que aquel instante era el último de la antigua normalidad y que, a partir de entonces, tendría que aprender a vivir sin un pedazo de su familia. Pero, por unos preciosos segundos, todo estaba en su lugar. Todos los Weasley en el mismo sitio, juntos, mientras los gemelos reían sobre su última broma.

Inevitablemente, los minutos pasaron y el momento se fue con ellos. Los dos hermanos se separaron, observándose el uno al otro con emoción en los ojos.

"Te voy a echar de menos." Le dijo George, el humor desapareciendo de su cara.

Fred asintió.

"Yo también. Pero recuerda lo que he dicho. Lo que os he dicho." Se giró para mirar a los demás. "Lo que pasó no es culpa vuestra. Quiero que lo recordéis siempre."

La familia al completo asintió y, aunque todavía quedaba un largo camino por recorrer, pareció que comenzaban a asimilar aquellas palabras.

"Y eso también va por ti, ¿eh, Harry?"

El chico levantó la mirada y se encontró con los ojos marrones de Fred.

"Sí… Lo sé. De verdad."

"Sé que lo sabes. Pero otra cosa es aceptarlo. Te llevará tiempo, pero estoy seguro de que lo harás." Le puso una mano en el hombro y apretó. Su piel era más fría de lo habitual. "Gracias por darme la oportunidad de hacer esto, por cierto. Es un regalo que no mucha gente recibe."

Harry tragó saliva, emocionado y aliviado de ver que había tomado la decisión correcta.

"Me gustaría poder darte mucho más tiempo con ellos. Lo siento, Fred…"

Él de dedico una rápida sonrisa triste y luego le envolvió en un fuerte abrazo.

"Es mucho más de lo que tendríamos si no fuera por ti. Gracias." Repitió. "Por cierto, fuiste muy valiente al decidir volver. Al no coger el tren todavía." Le susurró al oído, haciendo que el corazón de Harry diera un vuelco. "Sé que el camino a seguir no será fácil, y habrá momentos en los que quizás te arrepentirás de tu decisión. Pero te prometo que merecerá la pena seguir aquí."

Harry no supo que contestar a ello, aunque dudaba que le salieran las palabras, así que se limitó a asentir contra el hombro de Fred.

"Ellos te necesitan. Y tú a ellos." Continuó el muchacho en voz baja. "Cuidaos los unos a los otros, ¿vale?"

"Te lo prometo." Juró Harry con solemnidad.

Fred asintió y, tras dedicarle una ultima sonrisa, dio un paso atrás.

"Bien. Ahora… Por lo que he entendido teníais muchas cosas que contarme, ¿verdad?" Apuntó con el dedo al suelo, donde todos los cuadernos estaban tirados los unos sobre los otros. "Supongo que deberíamos ponernos a ello si no queréis estar aquí durante los próximos cien años." Lo dijo con humor, pero era evidente que la idea hubiera satisfecho a todos los presentes.

Para evitar caer en aquella tentación, Ron decidió ir primero. Cogió su cuaderno, al tiempo que todos se sentaban en los sofás y luego empezó a hablar. Habló sobre sus remordimientos, de las cosas que lamentaba, de los buenos recuerdos y de los malos también, de lo mucho que le dolía tener que despedirse, de lo asustado que estaba al pensar en el futuro sin él. Le dijo que le perdonaba cada pelea y broma pesada y que esperaba que Fred pudiera perdonarle a él por sus errores. Le aseguró que entre todos conseguirían sobrevivir a su pérdida. Y, finalmente, sorbiendo por la nariz y con lágrimas en las mejillas, le abrazó, diciéndole lo mucho que le quería y le iba a echar de menos. Para entonces, no había ni un solo ojo seco en la habitación. Todos lloraban, pensando en lo que le dirían a Fred cuando fuera su turno, para evitar centrarse en lo que vendría después de eso.

Harry se secó las lagrimas con el dorso de la mano y vio como Ginny cogía su cuaderno y empezaba a hablar. El chico se metió una mano en el bolsillo, cogiendo la Piedra de nuevo. Era consciente de que habían superado la media hora prevista, pero, viendo a Ginny abrazar a su hermano y decirle entre sollozos todo lo que llevaba semanas pensando, Harry no se vio capaz de intervenir. Los demás Weasley también se merecían y necesitaban su tiempo para despedirse, hubiera sido injusto prohibirles hacerlo. De modo que Harry esperó pacientemente hasta que cada miembro de la familia, cuaderno en mano, terminó de hablar con Fred.

Por el camino salieron muchas cosas: peleas pasadas, buenos y malos momentos, culpabilidad por lo sucedido durante la Batalla, tristeza por lo perdido, enfado ante tal injusticia, angustia por el futuro, miedo al pensar en estar sin Fred el resto de sus vidas. Pero, sobre todo, amor. Mucho amor. Tanto que, incluso mezclado con el dolor, la rabia y la desolación, llenaba cada centímetro del salón, reconfortando con su agridulce presencia el corazón de Harry. El chico miró hacia delante y lo que vio le impactó. Fred abrazaba a sus padres mientras el señor Weasley le acariciaba el cabello y Molly le acunaba la mejilla. Aquella imagen despertó algo en Harry, una tristeza profunda, sí, pero también reconfortante. Se dio cuenta de que, durante generaciones, desde que el mundo era mundo y los humanos vivían en él, las personas habían perdido a seres queridos. Padres y madres, hijos e hijas, hermanos y hermanas, amigos y amigas, parejas… Todos habían enterrado a personas importantes para ellos. Y habían sobrevivido. Aquel dolor horrible no era solo suyo. Millones de personas lo compartían con él. Sabían qué se sentía al estar en su situación. O lo sabrían algún día. Y por triste o catastrófico que pudiera parecer, había belleza en ello. Era reconfortante saber que no estaba solo. Que, en aquel momento, miles de personas en todo el planeta lloraban la pérdida de alguien y sentían su ausencia. Y así seguiría siendo durante milenios. Aquella certeza le conmovió y consoló.

Con esos pensamientos, miró a Fred una vez más y agarró la Piedra entre sus dedos. El muchacho notó su mirada porqué alzó los ojos para encontrarse con los suyos y asintió levemente, indicándole que estaba listo.

"Papá, mamá… Creo que ha llegado el momento."

"¿Q-qué?" Molly miró a Fred y luego a Harry y comprendió. "No. ¡No! No estoy preparada. Todavía no. Quédate un poco más. Fred, por favor." Se le quebró la voz y miró a su alrededor, buscando apoyo entre sus hijos. Necesitaba ver que alguien, quien fuera, se sintiera igual de perdida como ella. Igual de asustada. Nunca estaría lista para lo que iba a ocurrir.

Los demás Weasley la miraron con miedo y tristeza en el rostro, reflejando sus propios sentimientos. Ninguno quería despedirse. Pero recordaban bien las advertencias de Harry respecto a la Piedra.

"Mamá." Fred tomó su mano entre las suyas. "Escúchame. Vas a estar bien. Sé que es difícil de creer ahora mismo. Pero lo vas a estar. Sí. Mírame. Sí." Repitió al ver que ella negaba con la cabeza. "Escuchadme todos. Sé que esto es un asco. Sé que es injusto y que ninguno lo queremos. Pero, ha pasado. Y nada podrá cambiarlo. Y ahora os queda toda una vida por vivir. Y no quiero que la malgastéis." Dijo muy serio, mirándolos a todos a los ojos. "No os voy a engañar. No va a ser fácil. Vais a pasar semanas, meses o incluso años muy malos. Y no va a ser algo lineal. Habrá días buenos y días malos. Os costará una barbaridad recuperaros. Lo sé. Y lo siento. Me gustaría que no tuvierais que pasar por esto. Pero os prometo…" A Fred se le rompió la voz, pero siguió hablando; era muy importante lo que tenía que decir. "Os prometo que vais a conseguir estar bien. Que tendréis una buena vida. Que seréis felices."

"Pero… Pero ¿cómo podemos tenerla sin ti?" Preguntó Ginny con un hilo de voz. ¿Cómo podremos ser felices si tú no estás aquí?"

Fred le sonrió con tristeza.

"A eso no puedo contestarte, me temo. La respuesta será diferente para cada uno. Tendréis que encontrar vuestro propósito. Lo que os mueva hacia delante. Solo puedo deciros que os apoyéis entre vosotros. Que las personas que queremos hacen que vivir la vida valga la pena. Aunque de vez en cuando todo se tambalee cuando perdemos a alguna."

Ginny asintió e intentó mantener la compostura con valentía. Pero no fue capaz y las lágrimas brotaron de sus ojos, mientras los sollozos la atravesaban. Se dejó caer contra Fred, abrazándole una vez más, cerrando los ojos para poder recordar cada pequeño detalle de aquel momento en el futuro. Su hermano la abrazó con fuerza y le susurró al oído palabras tranquilizadoras. Pasados unos segundos, Ginny respiró hondo y dio un paso atrás.

"Vais a estar bien." Volvió a decir Fred, mirándoles uno a uno. "Y, siempre que lo necesitéis, siempre que queráis, yo estaré ahí con vosotros. Os lo prometo. Me llevareis ahí donde vayáis y, cuando hagáis algo que os haga feliz, yo estaré ahí para compartir esa felicidad."

Tras aquellas palabras, Harry, que había intentado no llorar, pudo sentir la humedad saliendo de sus ojos. Había querido ser fuerte por los Weasley. Sabía que tenía que mantener la cabeza despejada para resistir la tentación de la Piedra, pero se le estaba haciendo muy difícil. Miró a los demás y vio que todos estaban llorando también, y que se habían acercado a Fred para abrazarle una vez más, por última vez.

"Harry." Le llamó el muchacho. "Ven aquí tú también."

Sus pies parecían estar hechos de cemento, le pesaban y se movían torpemente, mientras Harry recorría los pocos pasos que le separaban de Fred y los demás Weasley. Cuando finalmente llegó hasta ellos, los brazos volvieron a engullirle y Harry supo que, cuando saliera de aquel abrazo, Fred Weasley ya no estaría en la habitación.

"Lo siento." Dijo, sin poder contenerse, parpadeando a través de las lágrimas.

"No lo sientas. Como he dicho antes, nos has dado un regalo. Así que gracias, de todo corazón." Podía oír la sonrisa en la voz de Fred, en algún lugar por encima de su hombro. Podía oír también el temblor en ella. "Y gracias, mamá y papá. Gracias, Charlie, Bill, Percy." Fred enumeró sus nombres, uno a uno y claramente. "…George, Ron, Ginny, Harry y Hermione. Por darme la mejor familia que alguien podría desear."

"Fred…" Murmuró George. "Gracias a ti."

Harry pudo notar a Fred asintiendo.

"Recordad lo que hemos hablado, ¿vale? Y cuidaos los unos a los otros. Es lo más importante."

"Lo haremos. Te lo prometo." Dijo Ron con suavidad, mientras Harry tomaba la Piedra entre sus dedos y comenzaba a girarla.

"Os quiero…" La voz de Fred sonaba lejana.

"Y nosotros a ti." Respondió la señora Weasley, aunque esta vez no hubo respuesta.

Harry dejó caer la Piedra de nuevo en su bolsillo y se dio cuenta de que, a pesar de seguir dentro de aquel abrazo, había más espacio. Faltaba una persona en él. Agachó la cabeza, agotado y triste.

Al darse cuenta de lo que había sucedido, los demás se separaron unos centímetros, y fue entonces cuando la realidad les golpeó.

Bill y Charlie se apartaron al mismo tiempo de los otros. El primero se marchó de la habitación sin decir palabra, mientras que el segundo se sentó en un sofá, enterrando la cabeza entre las manos. Percy también se separó de los demás y luego apoyó la espalda contra la pared, bajando lentamente hasta sentarse sobre el suelo. Por su parte, Ron se había acercado a Hermione, buscando su apoyo y ésta le había abrazado con un brazo, ofreciéndole un pañuelo al mismo tiempo. George no se había movido prácticamente, observaba el lugar donde había estado Fred momentos antes, con las lágrimas cayéndole por las mejillas.

Pero eran los señores Weasley los que más preocupaban a Harry. Ambos se abrazaban mutuamente, con tanta fuerza que el chico no podía verles el rostro. De pronto, se separaron y Molly se giró hacia su dirección, con la cara desencajada. Harry dio un paso instintivo hacia atrás, viendo como la mujer se acercaba hacia él en un par de zancadas. Por un instante temió que fuera a abofetearle, que le gritase, que intentase obligarle a llamar a Fred de nuevo. Pero la señora Weasley salvó la distancia que les separaba y le envolvió en un abrazo que le dejó sin aliento. Por un momento tenía catorce años otra vez y era su cuarto año en Hogwarts, el día que Voldemort había vuelto y Cedric había sido asesinado. Molly lo había abrazado de aquel modo, entonces. Como una madre. Le había reconfortado. Y, tras parpadear, sorprendido, Harry se dio cuenta de que aquel abrazo era similar, pero también diferente. Porqué la señora Weasley quería consolarle y al mismo tiempo necesitaba ser consolada por él. Harry le devolvió el gesto, intentando demostrarle lo mucho que significaba para él.

"Gracias, Harry. Gracias." Murmuró la mujer entre respiraciones cortadas. "Ha sido un regalo. Como F-Fred ha dicho. Ha sido un regalo..."

El peso que el chico había estado acumulando, su culpabilidad, su temor al haberles traumatizado aun más, se desvaneció, y Harry lloró lágrimas de alivio. Permanecieron así durante mucho tiempo, hasta que alguien tocó el hombro del muchacho. Harry se giró y vio que era el señor Weasley.

"Aquí." Dijo, ayudando a separarles y a sentar a Molly en el sofá más cercano. Luego colocó otra taza de té en la mano de Harry y se inclinó para hacer lo mismo con la señora Weasley. "Las ha preparado Bill, cariño. Bebe, te ayudará."

Harry hizo lo mismo que estaba haciendo Molly y tomó un sorbo. Al hacerlo, se dio cuenta de que no era té.

"Es una infusión calmante." Le explicó Arthur. "Creo que todos necesitábamos una. Tenemos también pociones en el armario de la cocina si alguien necesita algo más fuerte." Añadió en una voz más alta. Harry se lo agradeció con una inclinación de cabeza, pero se limitó a beber de su taza.

Luego echó un vistazo a su alrededor y vio que todos los Weasley tenían una bebida como la suya entre las manos. Compartió una mirada con Ginny y con Ron. Los dos le sonrieron con tristeza, pero aquello le reconfortó. Parecían un poco más ellos mismos que hacía algunos minutos.

"Harry…" El señor Weasley se aclaró la garganta. "Yo también quería agradecerte lo que has hecho. No ha sido fácil. Sin duda. Pero estoy seguro de que nos ha ayudado a todos. Aunque ahora duela… Creo que nos ha aportado algo más de tranquilidad, en cierto sentido. Nos ayudará a cicatrizar la herida."

El chico asintió, agradecido también por aquellas palabras, al tiempo que Arthur volvía junto a Molly y se sentaba a su lado. Pasaron algunos minutos en silencio, mientras todos bebían sus infusiones y se recomponían un poco de las emociones vividas. Harry giró la muñeca para comprobar que hora era, con curiosidad. No le sorprendió ver que era bien entrada la madrugada; aquel había sido un día muy largo.

"Así, creo que hay suficiente espacio para dos personas."

Harry levantó la vista y vio a Bill y a Charlie agitando la varita y observando lo que parecía ser una cama que había aparecido en medio del salón, ocupando el lugar de uno de los sofás.

"¿Charlie?" Preguntó Arthur a su hijo.

"Hemos pensado que sería buena idea transfigurar los sofás en camas dobles para todos. Al menos por esta noche. No creo que nadie tenga ganas de dormir solo, ¿verdad?"

Arthur miró a sus hijos con cariño evidente en sus facciones.

"Bien pensado, chicos. Me parece una excelente idea."

Los siguientes quince minutos los pasaron transfigurando las camas en las que iban a dormir aquella noche. Y, cuando éstas estuvieron a punto, Harry se dio cuenta de cuan cansado estaba. Tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para ponerse el pijama y no dormirse de pie mientras se lavaba los dientes en el baño que había junto al salón.

Al regresar a la sala de estar, vio que todos los Weasley y Hermione ya llevaban sus pijamas, listos para ir a dormir. Habían cerrado las cortinas y rebajado las luces, pero Harry todavía era capaz de ver a su alrededor. Los señores Weasley estaban tumbados en una cama de matrimonio algo más aparatada de las demás, mientras que Percy y George, quien yacía con los ojos cerrados, aparentemente dormido, compartían la más cercana a ellos. Por su parte, Bill y Charlie iban a dormir juntos, al igual que Ginny y Hermione. La cama de las chicas era la más cercana a la de Harry y Ron y, al pasar junto a ellas, Ginny le miró con afecto, provocando que el corazón agotado de Harry revolotease, mostrando signos de vida.

"Buenas noches, chicos. Mañana será otro día. Os quiero mucho." Dijo el señor Weasley, colocando su cabeza sobre la almohada.

Sus hijos le devolvieron aquellas palabras y las luces se redujeron, llenando el salón de una oscuridad solo rota por la luz de la luna que entraba entre las cortinas cerradas.

Harry cerró los ojos, agotado. Ron ya roncaba a su lado y él estaba a punto de dormirse cuando sintió algo contra su brazo. En medio de la oscuridad, pudo ver que era la mano de Ginny que buscaba la suya. A pesar de todo lo sucedido, Harry no pudo evitar una sonrisa somnolienta. Entrelazó sus dedos con los de ella y, antes de caer profundamente dormido, pensó que quizás Fred tenía razón. Que quizás sí que conseguirían estar bien y ser felices. Rodeado de sus seres queridos y sintiendo el pulso de Ginny junto a su mano era fácil de creer.


A/N: Y hasta aquí el capítulo de hoy. Espero que os haya gustado o que al menos no os haya decepcionado :) Nos vemos en el siguiente, en el que volverá a aparecer nuestro viejo Maestro de Pociones ;) ¡Hasta pronto!