A/N: ¡Hola a todos! Esta vez he tardado menos de lo normal en escribir el siguiente capítulo y estoy basante contenta por ello :) Quería deciros que no sé cuando voy a ser capaz de actualizar de nuevo porqué tengo que entregar la tesis en un mes y medio. ¡Ahhh! Quizás tengo tiempo y soy un poco irresponsable y actualizo en un par de semanas. Aunque no debería hacerlo... Pero bueno, nunca se sabe así que quería informaros por si acaso.

Otro motivo por el que tal vez no actualizaré tan pronto como me gustaría es porqué de aquí poco se cumplirá un año desde que mi madre murió... Y la verdad es que probablemente estaré más triste de lo normal. Pero bueno, como he dicho antes, quizás me trago mis palabras y actualizo en un par de semanas. ¿Quien sabe?

En fin, espero que estéis bien y que os guste este nuevo capítulo, en el que finalmente volvemos a ver a nuestro profesor de pociones preferido :D


Severus Snape bajó las escaleras con cuidado, colocando un pie detrás del otro y agarrándose con la mano a la barandilla. Le llevó media hora recorrer una distancia que, antes del ataque de Nagini, hubiera hecho en apenas cinco minutos, pero cuando finalmente, sudoroso y con dolor en todo el cuerpo, llegó a la puerta de sus estancias, la satisfacción llenaba su pecho. Hacía casi una semana que había despertado, pero su experiencia cercana a la muerte le había dejado secuelas que no estaba seguro si iban a desaparecer por completo. Parecía estar mejorando cada día, recuperando fuerza y autonomía, pero le asustaba pensar que quizás nunca volvería a ser el de antes.

Observó a su alrededor antes de abrir la puerta, para asegurarse que estaba solo. No sentía ninguna amenaza inminente pero después de tantos años en tensión era difícil relajarse. Se encontraba en las Mazmorras, frente a las habitaciones que durante tantos años habían sido su hogar. Aquella área del castillo estaba desierta desde que los Slytherin habían abandonado la escuela antes y después de la batalla, y en aquellos momentos seguía así.

Respirando hondo, agarró el pomo de la puerta, temiendo lo que podía encontrarse al abrirla, pero para su sorpresa sus aposentos estaban igual que cuando los había dejado. Encarnó una ceja, mirando a su alrededor y preguntándose cómo era aquello posible ya que Slughorn había vivido ahí durante dos años. Al llegar a la cocina, obtuvo su respuesta. Una carta descansaba sobre la mesa y, al ojearla, reconoció inmediatamente la letra de Minerva.

Querido Severus,

Tal y como acordamos he mandado enviar tus pertenencias a tus nuevas estancias. Debería estar todo, pero si encuentras a faltar algo en particular no dudes en decírmelo.

P.D Horace se llevó todos sus cachivaches antes de irse y he transfigurado los muebles de vuelta para que sean exactamente igual que como eran hace dos años.

Bienvenido de nuevo,

Minerva McGonagall

Severus suspiró, dejando la carta otra vez sobre la mesa. Minerva estaba siendo demasiado atenta y considerada. Aquello le irritaba. La profesora todavía se sentía culpable por cómo había tratado a Snape durante ese último año y también parecía haberse responsabilizado por su experiencia cercana a la muerte. Estaba convencida de que, si no le hubiera echado a base de maleficios del castillo, Voldemort no habría podido intentar matarle. Snape puso los ojos en blanco al recordarlo. Cómo si ella hubiera podido evitarlo. El señor Oscuro le habría encontrado de todos modos si así lo deseaba.

Aquellos pensamientos hicieron resurgir unas imágenes en su mente que estaba tratando de olvidar. Los colmillos afilados de la serpiente, el dolor punzante y agudo en su garganta, el veneno quemándole las venas…

Snape sacudió la cabeza y se obligó a pensar en otra cosa. Hundió aquellos recuerdos en el fondo de su mente y miró a su alrededor en busca de una distracción. Al hacerlo, reparó por primera vez en una caja que estaba apoyada contra el sofá. Se acercó a ella con curiosidad. Dentro estaban los pocos objetos personales que se había llevado con él al despacho de Dumbledore. Un cuaderno con anotaciones en el que escribía las pociones o conjuros nuevos en los que estaba trabajando, una capa verde oscuro casi negro que había sido un regalo de Albus, unos gemelos que Minerva le había dado en su primer año enseñando en Hogwarts… Severus Snape no era una persona sentimental y, si alguien le hubiera preguntado, habría dicho que esos objetos eran simplemente útiles y lo suficientemente caros como para querer tenerlos controlados. Por eso los había llevado con él desde sus estancias en las mazmorras, a sus aposentos en la torre de defensa contra las artes oscuras y, finalmente, al despacho del director. Y, si se daba el caso que eran regalos que demostraban el respeto o cariño que alguien había sentido hacia él en algún momento… Eso era simplemente casualidad.

Siguió rebuscando en la caja hasta que encontró aquello que estaba buscando. Un álbum de fotos hechizado para que pareciera vacío. Snape agitó su varita, murmurando el contra hechizo y, al instante, las páginas en blanco se llenaron de imágenes, algunas en movimiento y otras estáticas. Snape las observó, tragando saliva. Su madre abrazándole, mirando a la cámara con todavía algo de brillo en los ojos, antes de que éste desapareciera; Lily y él de críos, sonriendo y haciendo muecas en su dirección; Snape, con la cabeza alta y orgullo en sus facciones mientras Lucius le pasaba un brazo por los hombros; Minerva y Albus obligándole a tomar una foto en la comida navideña del personal, su habitual expresión de irritación suavizada en contra de su voluntad… Respiró hondo, empujando hacia abajo los sentimientos que subían desde su pecho hasta su garganta. Luego se sentó en el sofá, intentando recuperar el aliento y la compostura. Con manos temblorosas, por la fatiga o por las emociones, no sabría decirlo, llegó a la última página del álbum. La mitad de la carta y de la foto que había tomado de Grimmauld Place se encontraban ahí, y Severus sintió una punzada de culpabilidad al verlas. Las había necesitado durante aquel último año horrible, pero ahora le parecía egoísta haberle robado a Potter un recuerdo de su madre. Aparcando aquellos pensamientos para más tarde, dejó el álbum de fotos sobre la mesita de café, y se tumbó en el sofá, mirando al techo.

Estaba agotado y se pasó una mano por el rostro, su mano blanca contrastando contra el negro de la manga. Antes de salir de la enfermería, Snape se había vestido de nuevo con sus habituales túnicas, ya que de ningún modo iba a caminar por los pasillos de Hogwarts con los pijamas del hospital, no importaba cuan vacía estuviera la escuela. Verse con aquellas ropas conocidas le había hecho sentir un poco más como él mismo, pero el trayecto desde la enfermería le había devuelto a la realidad y a aquella sensación extraña de no reconocer o controlar su propio cuerpo. Aún así, se sentía aliviado de estar de vuelta en su espacio. Había necesitado huir de la camilla, de aquel olor a enfermedad y pociones que llenaba el ambiente, especialmente sin la irritante presencia de Potter para distraerle. Por supuesto Poppy no había estado de acuerdo. 'Todavía necesitas descansar y recuperarte', había dicho. Pero Severus no podía más y, después de hablar con Minerva, habían acordado que, por el momento, volver a sus habitaciones en las mazmorras era la mejor solución.

Slughorn había abandonado la escuela tras la batalla y nadie sabia si iba a regresar al año siguiente. Aquello podía dejar libre el antiguo puesto de Snape, pero el hombre no tenia nada claro que quería hacer con su vida. Enseñar a aquellos mocosos durante más de quince años no había sido su actividad preferida, pero era lo único que había conocido. Eso, y espiar para Dumbledore y proteger a Potter. Ahora que la amenaza del Señor Oscuro había desaparecido, Snape tendría que pensar largo y tendido sobre sus planes de futuro. De momento, nadie sabía lo que sucedería el próximo curso escolar y, después de lo que había ocurrido, nadie parecía preocupado al respecto. Así que Severus tendría todavía algunos meses para decidir qué hacer. Eso si el Ministerio no le arrestaba antes y le enviaba a Azkaban, claro. Minerva le había informado de cómo los juicios a los mortífagos iban a comenzar en breves, después de que todas las víctimas hubieran sido enterradas. Se había decidido así por respeto a las familias. Severus no sabía si iban a arrestarle a él también una vez corriera la voz de que había sobrevivido. O si tendría que ir a juicio y declarar sobre sus verdaderas alianzas. Casi prefería que le enviasen directamente a Azkaban, antes de tener que mostrar sus recuerdos a aquella panda de magos corruptos del Wizengamot. Quizás Potter podría testificar a su favor. Probablemente eso sería suficiente. Severus se estremeció al pensarlo. El engendro de James Potter, salvándole de cadena perpetua en Azkaban. El pensamiento tenía menos malicia de la habitual, ya que sus charlas con el muchacho le habían hecho verle desde otra perspectiva, pero aún así, ahora que el chico no estaba cerca para ver aquellos ojos verdes llenos de fantasmas, Snape volvía a las andadas.

Se recostó contra el respaldo del sofá, pasándose un mano por sus ojos cansados. Pensar en Potter le alteraba aquellos días. Tantas cosas le alteraban aquellos días. Por un lado, quería ignorar al muchacho e irse a vivir a una cabaña en medio de las montañas donde nadie le encontraría ni molestaría jamás. Quizás podría por fin sentarse en algún lugar y no moverse nunca más. El bosque crecería a su alrededor y el musgo le cubriría, y Severus no tendría que pensar ni lidiar con todos aquellos traumas, sentimientos y recuerdos que arrastraba tras de sí. Pero, por el otro lado, sabia que aún así, un parte de él estaría siempre pendiente del chico, preguntándose si estaba bien, si corría peligro. Aquello se había convertido en una segunda naturaleza para Severus. Algo tan natural como respirar.

'Ojalá estuviera muerto', había dicho la noche en la que Lily fue asesinada. Pero Dumbledore recondujo aquellos sentimientos hacia un propósito: proteger al chico. Aquello le mantuvo con vida durante diecisiete largos años y, cuando supo que Potter tenia que morir, Snape sintió que aquel propósito había desaparecido y, consecuentemente, también había muerto una parte de él. Se arrastró durante el siguiente año como un autómata, espiando, mintiendo y llevando a cabo cada parte del plan de Albus, temiendo que cada segundo que pasaba, el muchacho estaba más cerca del matadero. Y cuando, finalmente, Voldemort decidió acabar con él y Potter estaba ahí para escuchar la ultima parte del plan, para saber lo que debía hacer y para entenderle a él, a Snape, el hombre se había sentido en paz. Listo para irse. Si el chico iba a morir ya no tenía nada que le anclase a este mundo.

Pero Potter había sobrevivido y, contra todo pronóstico, también lo había hecho Snape. Luego el muchacho había decidido que quería entablar una especie de amistad con Severus y pasar tiempo con él. Snape había accedido a regañadientes porque necesitaba asegurarse de que Potter iba a estar bien. No porqué le importase el muchacho, claro. Sino porqué, si sabía que no corría ningún peligro, mental o físico, entonces no tendría que preocuparse por él y quizás podría avanzar en su vida.

Snape suspiró, exhausto, y apartó con esfuerzo a Potter de su mente. El chico había partido hacia un par de días hacia la Madriguera para el funeral de Fred Weasley y Snape estaba dispuesto a aprovechar aquella tranquilidad. No dejaría que, además de su soledad, Potter invadiera también sus pensamientos. Expulsó asimismo todo lo que tenia que ver con el funeral. No quería imaginarse a los Weasley en aquella situación, ni todo lo que conllevaba. No podía pensarlo o perdería los nervios como había hecho Potter en la cabaña de Hagrid. Se maldijo a si mismo cuando su mente volvió al muchacho y se obligó a vaciar su cabeza, respirando profundamente y concentrándose, como había hecho tantas veces antes de reunirse con el Señor Oscuro.

Cuando acabó, Snape estaba demasiado agotado como para molestarse en caminar hasta la cama. De modo que se incorporó con esfuerzo y agitó la varita, creando algunos encantamientos protectores alrededor de sus nuevas estancias. Luego, tumbándose otra vez en el sofá, se recostó contra los oscuros cojines y respiró hondo. Se le hacía extraño estar ahí de nuevo y una parte de él deseaba que los últimos dos años no hubieran sucedido. Que Albus siguiera vivo y él no tuviera que enfrentarse a la incógnita de su futuro ni pensar qué iba a hacer con Potter y aquella nueva relación que, sin pretenderlo, había formado con el chico. Pero Snape sabía que desear algo profundamente no lo convertía en realidad. Así que, resignándose a su destino, se giró sobre un costado y apartó una vez más aquellos pensamientos de su mente. Luego cerró los ojos y, tras unos segundos, cayó profundamente dormido.


El día había comenzado despacio, tranquilo, con el Sol brillando en el cielo y los Weasley despertándose poco a poco en el salón de la Madriguera. Harry, parpadeando y con la mano todavía sosteniendo la de Ginny, recordó lo ocurrido la noche anterior. Pero pensó en las palabras de Fred, en su sonrisa y su abrazo, y se sintió reconfortado. Se dio cuenta de que la ausencia del muchacho ahora dolía un poco menos que antes. Por las expresiones en los rostros de los demás; los Weasley también lo sentían así. Pudo verlo en el modo en el que Percy le dijo buenos días, en la mirada que George compartió con él y en la sonrisa que Ron le dedicó, todavía con los ojos entrecerrados por el sueño. También en Arthur, quien, abriendo las cortinas para dejar entrar la luz en el salón, parecía más aquel mago de aspecto despistado que Harry había conocido, que el padre destrozado de las últimas semanas. Y en la señora Weasley que, caminando con nuevas energías, fue directa a la cocina a preparar el desayuno. Y, finalmente, también pudo verlo en Bill y Charlie, y en la conversación que compartían sonrientes mientras transfiguraban de nuevo las camas en sofás. El ambiente había cambiado respecto al día anterior, de eso no había ninguna duda. Y, aunque el futuro no sería sencillo, al menos por una mañana la tranquilidad había vuelto a la Madriguera.

Al cabo de unos minutos, Molly les llamó desde la cocina, diciendo que el desayuno estaba listo. Fueron todos juntos, todavía en pijama y con los cabellos revueltos. Se sentaron en la mesa, disfrutando de la comida recién hecha y

hablando en voz baja. Aquella escena le recordó a Harry una de tantas mañanas en la Madriguera, cuando la vida había sido más sencilla. O quizás solo se lo parecía rememorando a través del cristal del pasado y la nostalgia. Harry apuró su taza de leche con chocolate, sumido en aquellos pensamientos, cuando un repicar contra la ventana les sobresaltó a todos. En el alféizar, un búho marrón transportaba una carta en su pico.

El señor Weasley la recogió, la abrió y comenzó a leer para sí mismo, mientras Harry se preguntaba de quién podía ser.

"Es de Andrómeda Tonks." Explicó Arthur. "Nos da el pésame por Fred y se excusa por no haber venido ayer. Y… y nos invita, por falta de una palabra mejor, al funeral de Remus y Tonks que tendrá lugar mañana en su casa…"

Harry bajó la taza lentamente y la apoyó de nuevo en la mesa. Sabía que aquel momento acabaría llegando, pero se esperaba tener un poco más de tiempo para digerir primero el funeral de Fred. Por las expresiones de los demás, ellos también.

La señora Weasley suspiró, pasándose una mano por el rostro con cansancio.

"Es duro, chicos. Lo sé. Pero se tiene que hacer."

Arthur le acarició el hombro, apoyándola.

"Así es… y Remus y Tonks se lo merecen." Dijo, asintiendo con tristeza. "Escuchad, sé que todavía estamos recomponiéndoos de todo lo vivido ayer. Así que hoy vamos a tomarnos el día para nosotros. Si os apetece estar todo el rato en pijama tumbados en la cama, hacedlo. Si queréis ir a dar una vuelta, o ir a Hogwarts o a volar con la escoba, también podéis hacerlo. De verdad. Hoy es un día en el que no daremos explicaciones a nadie. Ni siquiera a mí o a vuestra madre. Nos cuidaremos a nosotros mismos, haciendo lo que nos dé la gana." Les miró uno a uno a los ojos. "¿De acuerdo?"

Todos asintieron, apreciando aquella idea y Harry empezó a pensar en qué quería hacer durante aquel día. La carta les había dejado a todos sin demasiado apetito, así que el desayuno no duró mucho más. Una vez se hubieron alzado de la mesa, Harry se dirigió a la esquina donde se encontraban Ron, Hermione y Ginny.

"Me gustaría quedarme aquí con vosotros." Comenzó, algo nervioso. "Pero siento que tengo que ir a Hogwarts. Al menos durante un par de horas. Quiero hablar con Snape y comentarle todo lo que ha pasado. Pero también quiero decirle que venga al funeral. Andrómeda no sabe que está vivo y por eso no le habrá enviado una carta… Pero algo me dice que Snape necesitará despedirse de Remus y Tonks.

Ginny no dijo nada, pero Ron y Hermione compartieron una mirada, algo que solían hacer en los últimos tiempos, comunicándose sin palabras.

"Me parece bien, Harry." Asintió Ron. "De verdad. Creo que a Snape le ayudará ir al funeral. Pero le diré a papá que avise a Andrómeda primero. Para que ella lo sepa. No creo que necesite una sorpresa así durante un día como mañana."

"Sí, sí, por supuesto. Tienes razón." Harry no había pensado en ello. "Y gracias por entenderlo. Intentaré volver lo antes posible, porqué también quiero pasar tiempo con vosotros. Aunque sea para hacer una partida de ajedrez o dar un par de vueltas con las escobas."

Los dos sonrieron ante aquellas palabras. Luego Hermione se acercó y le abrazó, diciendo:

"Nosotros también queremos pasar tiempo contigo, Harry. Quién me iba a decir que echaría de menos nuestro día a día en el bosque."

"Yo no…" Bromeó Ron, aunque había seriedad en sus palabras. "Pero entiendo lo que quieres decir. Da la sensación de que hace años que no tenemos un día normal."

Los cuatro asintieron, pero, antes de que sus pensamientos pudieran irse hacia temas deprimentes, Ron añadió:

"En fin, yo me voy a duchar. Que si te abrazo como acaba de hacer Hermione quizás te mato de la peste."

El humor les devolvió a la realidad, apartando las imágenes que habían comenzado a formarse en sus mentes.

"No sería la primera vez." Le dijo Ginny haciendo una mueca exagerada.

"¡Oye!" Ron se hizo el ofendido, aunque sonrió y comenzó a caminar hacia el baño.

Una vez hubo un poco de distancia entre ellos, Ginny cogió aire dramáticamente.

"¡Menos mal! ¡Ya puedo respirar!" Aquello provocó que Hermione y Harry soltasen una carcajada, mientras Ron, después de abrir la puerta del baño, hizo un gesto rudo con la mano y la cerró tras de sí.

"Voy a pedirle a la señora Weasley una toalla limpia." Dijo Hermione, observando el lugar en el que Ron se encontraba segundos antes. "Tu hermano se ha olvidado de hacerlo y ya me lo imagino congelado y tiritando."

"No sabe la suerte que tiene de tenerte." Le sonrió Ginny.

Hermione devolvió el gesto.

"Lo sé…" Dijo. "Aunque yo también de tenerle a él." Tras aquellas palabras, se alejó en busca de Molly, dejándoles solos.

"¿Estás enfadada porqué me voy Hogwarts?" La pregunta se escapó de los labios de Harry sin poder evitarlo. "Sé qué hace tiempo que tenemos una conversación pendiente, pero…" Las palabras murieron en su boca, sin que Harry supiera como continuar. Entre la Guerra, el funeral y una cosa y otra llevaban casi un año sin tener tiempo para los dos y, aunque había cosas más importantes en aquel instante, tendrían que hablar de lo suyo en algún momento. No podían seguir eludiéndolo después de los besos, las miradas, los abrazos y las conversaciones que habían compartido. De modo que entendía si Ginny estaba molesta por ello. Si le enojaba el hecho de que Harry necesitaba irse a Hogwarts a hablar con Snape antes que pasar tiempo con ella.

"No estoy enfadada." Dijo Ginny, al ver que el chico no iba a continuar. "De verdad. Entiendo que quieras ir y contarle todo lo que ha sucedido. En serio. Vuestra relación ha cambiado y ahora Snape es alguien importante para ti."

Harry apreció aquellas palabras, pero se dio cuenta de que Ginny no había dicho nada sobre la segunda parte de su pregunta.

"También entiendo que necesites un poco de aire, después de estos últimos dos días. Que necesites unas horas para ti." Continuó la chica. "Es decir, has pasado el último año viviendo en medio del bosque con Ron y Hermione. Te has acostumbrado a hacer lo que querías todo el tiempo y a no estar encerrado en una casa. Y ahora llevas dos semanas en Hogwarts haciendo lo mismo también. Así que me parece normal que quieras un poco de espacio."

Harry asintió, pero seguía nervioso. Ginny todavía no había dicho nada sobre ellos dos y, cuanto más lo pensaba el chico, más se preguntaba si algún día podrían llegar a tener una relación normal. Los traumas, el dolor, todas las cosas que habían vivido y hecho, pesaban demasiado. Y Harry no se veía levantándose cada día a su lado, con la misma rutina; limpiando los platos, yendo a trabajar, haciendo la compra, teniendo citas en restaurantes elegantes, bailando sin música en la cocina… como si no hubiera sucedido nada. Todos aquellos pensamientos llevaban tiempo acumulándose en su cabeza y Harry tragó saliva con nerviosismo. Sabía que, si ella le preguntaba, no podría darle una respuesta en claro. No podría prometerle ser un novio normal y corriente. No ahora mismo al menos. Y sabía que, si Ginny quería tener una relación y un futuro así, iba a obtenerlo, con o sin Harry. Y el chico no podía pedirle que le esperase. O que renunciase a ello.

"¿Harry?"

"¿Eh?"

"¿Estás bien? Estás temblando."

Harry se dio cuenta de que tenía razón, así que se concentró en intentar calmarse.

"¿Es por algo que he dicho?" Ginny le miró directamente a los ojos, queriendo entenderle. "Escúchame, no tenemos por qué tener ninguna conversación sobre nosotros. Ni hoy ni mañana tampoco. Te lo dije hace un par de semanas, Harry. No hay prisa. Podemos tomarnos esto con calma. Ir descubriendo qué es lo que queremos. Pensaba que lo sabías."

"Sí... Bueno, pero después de, ya sabes, los besos de ayer." Harry se ruborizó. "Y después de… De todo lo que pasó en el funeral y luego con Fred. Y de que me dieras la mano durante toda esta noche… No sé, he pensado que quizás querías una respuesta. Que querías que yo lo tuviera claro."

Ginny le sonrió con afecto.

"Si en algún momento necesito hablar contigo de algo, te lo diré. No tienes que preocuparte por eso. Y, en cuanto a nosotros… De momento, puedo decirte me gusta estar contigo. Y creo que a ti también te gusta estar conmigo. Pero no tenemos porqué complicarnos más. No con todo lo que ha pasado. Te lo dije y te lo repito: tenemos tiempo. Y no tienes que pedirme permiso para ir a Hogwarts o a donde quieras. ¡Solo faltaría!" Ella sacudió la cabeza, con humor en el rostro. "Quiero que hagas lo que necesites. Lo que te haga feliz. Porqué yo haré lo mismo. Obviamente me parece importante la comunicación y te agradezco que pienses en mí, pero no me debes nada. ¿De acuerdo?"

Harry se la quedó mirando durante unos instantes, recordando una vez más porqué Ginny le gustaba tanto. Las cosas eran sencillas con ella. Siempre lo habían sido, incluso durante el tiempo que estuvieron juntos en su sexto año. Ginny sabía lo que quería. Y lo que era más importante, siempre le iba a decir qué pensaba al respecto. Siempre le iba a decir la verdad. Después de tantos años de secretos sobre su futuro, de no saber, de medias tintas, era refrescante. Y era algo que necesitaba.

"¿Harry?" Preguntó la muchacha al ver que el chico no respondía. "Lo digo en serio. No quiero que te preocupes por mí. La verdad es que ya me irá bien estar unas horas sola. Después del funeral y todos esos días ayudando a mamá a preparar las mesas, la comida, organizar todo el tema de los invitados… Un poco de calma y silencio estarán bien. Obviamente también quiero pasar tiempo juntos, pero cuando nos apetezca a los dos. Tendremos muchos días para ello."

Harry consiguió recuperar finalmente la voz.

"Gracias. De verdad. Por entenderlo y por, no sé, hacer las cosas tan sencillas. Cho Chang nunca-"

Cerró la boca de golpe, temiendo haber cometido un error. Pero Ginny sacudió la cabeza.

"Ella nunca me gustó demasiado por razones obvias." Dijo, asintiendo en su dirección. "Pero después de Fred… Entiendo porqué siempre estaba llorando y casi todo la ponía de mal humor. No debió de ser nada fácil perder a Cedric tan joven."

Harry tragó saliva, sintiéndose culpable.

"No, no debió serlo… La verdad es que me sabe mal no haber sabido ayudarla. Supongo que lidiamos con el duelo de manera totalmente opuesta. Aunque no me arrepiento de que lo nuestro terminase, obviamente." Dijo, sonriendo en dirección a la chica, quien devolvió el gesto.

"Yo, tampoco."

"Pero, ahora en serio, Ginny. Volviendo al tema que estábamos hablando… Te agradezco mucho todo lo que has dicho. Me gusta como haces las cosas tan fáciles. A veces me hago un lío yo solo y necesito que vengas tú a poner las cosas claras para que mi cerebro se deje de tonterías." La muchacha le sonrió y él lo tomó cómo una buena señal para continuar hablando. "Y es importante que sepas que yo también quiero pasar tiempo contigo. Y lo haré. Hoy mismo si quieres. Intentaré venir lo antes posible. Y así podremos sentarnos juntos y hablar todo el rato que queramos."

Ginny le sonrió con cariño.

"Lo espero con ganas."

En aquel momento, la puerta de baño se abrió y apareció Ron envuelto en una toalla. Hermione debía de habérsela dado mientras estaban hablando, sin que Harry o Ginny se dieran cuenta de ello.

"¿Todavía estáis aquí?" Les preguntó, mojando el suelo con el agua que caía de su cabello. "Harry yo me iría a arreglar si fuera tú, o se te va a pasar todo el día y aún no habrás ido a Hogwarts."

Ginny le sonrió.

"Tiene razón. Ves, Harry, nos veremos luego."

El chico asintió y luego se inclinó para despedirse de ella con un abrazo. Después de pedirle a la señora Weasley una toalla para él, se apresuró a entrar en el baño que Ron acababa de dejar vacío. Se duchó con rapidez y luego se lavó los dientes y vistió. Intentó también peinarse el cabello, pero desde que era pequeño aquella había sido una batalla perdida, así que lo aplastó con una mano, esperando que eso fuera suficiente para mantenerlo bajo control.

Media hora más tarde, después de despedirse de los Weasley, de aparecerse en Hogwarts y de caminar por los terrenos hasta llegar al castillo, Harry se encontraba dentro de la enfermería, todavía con el cabello todavía algo húmedo. Entró a paso rápido, sus pies llevándole sin tener que pensarlo hacia la habitación de Snape. Había hecho aquel recorrido infinidad de veces durante las últimas dos semanas. El olor a limpio y el silencio que reinaban en la enfermería no le llenaban de ansiedad como había sucedido al principio, sino que le reconfortaban, sabiendo que allí estaba a salvo y que Snape se encontraba a pocos metros de distancia, tumbado en su camilla. Después de los últimos días; el funeral de Fred, despedirse de él, y, finalmente, la carta de Andrómeda Tonks aquella mañana, Harry necesitaba sentir esa seguridad.

Al llegar a la puerta de Snape, llamó con los nudillos un par de veces, sin obtener respuesta. Frunciendo el ceño, la abrió lentamente, preguntándose si el profesor estaría durmiendo. Las persianas estaban bajadas, pero entraba suficiente luz como para ver que no había nadie tumbado en la cama. Harry murmuró un rápido "Lumos", preguntándose donde podría estar Snape. La luz de la varita alumbró la habitación y Harry pudo observar a su alrededor.

La cama estaba hecha, las sábanas blancas yacían sobre el colchón sin una sola arruga y las almohadas parecían suaves y sin usar. La habitación olía a limpio y a nuevo. No había ningún indicio de Snape y el lugar estaba impoluto, como si no se hubiera usado en absoluto. Durante un instante, Harry tuvo un pensamiento horrible. ¿Había sido Snape un producto de su imaginación? ¿Habría muerto el hombre en la Cabaña de los Gritos y su cerebro había creado al Snape de la enfermería para poder lidiar con lo ocurrido durante la batalla?

El corazón de Harry latió con fuerza y el chico tuvo que sentarse en la silla más cercana. La silla en la que solía leer durante aquellas largas noches esperando que Snape despertase. Harry enterró el rostro entre las manos, obligándose a respirar hondo. 'No estoy perdiendo la cabeza'. Se dijo. 'Snape es real, sobrevivió. Hermione y Ron lo trajeron de la Cabaña de los Gritos. Y Ginny, la señora Pomfrey y la profesora McGonagall lo han visto también. No estoy perdiendo la cabeza'. Se lo repitió varias veces hasta que estuvo seguro de ello. Y, una vez consiguió calmarse un tanto, respiró hondo de nuevo y echó un vistazo a la cama. 'Pero entonces… ¿Por qué no está Snape aquí? ¿Y por qué están tan limpias y nuevas las sábanas?' Otro pensamiento horrible le atravesó. ¿Habría muerto Snape mientras él estaba en la Madriguera? No podía ser, el profesor parecía estar recuperándose y la señora Pomfrey había dicho que ya estaba fuera de peligro. Se había despertado y había comido y hablado con Harry durante varios días. No podía ser que hubiera fallecido. Alguien le habría informado. Pero aquella horrible sensación no desaparecía de su estómago. Aquel vértigo. Por mucho que Harry se repitiera esas palabras e intentase ser racional. '¿Quizás me he equivocado de habitación?' El pensamiento llegó en medio de aquel torbellino de pánico, provocando que Harry sacudiera la cabeza. Si era así, iba a enfadarse consigo mismo.

Se levantó de la silla y salió por la puerta para poder mirar el número escrito junto a ella.

"¿Potter?" Harry se giró y vio a la señora Pomfrey a pocos metros de distancia, en medio de la sala de espera. "¿Qué estás haciendo aquí?"

"Yo… eh…" Harry tragó saliva. Acababa de ver que el número de la habitación era el correcto. No se había equivocado. "Estaba buscando a Snape, señora Pomfrey. Pero… No está en su camilla y la habitación está toda limpia y-

La mujer levantó una mano en modo tranquilizador, acallándole.

"Severus está bien, Harry. Él y la profesora McGonagall decidieron que sería inteligente que dejase la enfermería y volviera a sus estancias en las Mazmorras." Soltó un bufido, dejando claro que pensaba ella al respecto.

"Oh." El alivió dejó a Harry sin respiración. "¿O sea que está bien?" Repitió. "¿No le ha pasado nada?"

La señora Pomfrey le miró durante unos instantes, comprendiendo.

"Claro que está bien, Harry. ¿Te has preocupado? Lo siento, pensé que alguien te lo habría dicho. Severus está perfectamente. Puedes ir a verle si quieres. Seguro que le gustará."

Harry no estaba seguro de ello, pero asintió, todavía con el corazón latiéndole con fuerza. Pasaron unos segundos en los que intentó recobrar la compostura. Finalmente lo consiguió, pero había una cosa que todavía no entendía.

"Señora Pomfrey, ¿puedo preguntarle algo?"

"Por supuesto."

"¿Qué le ha pasado a la habitación? Es como si Snape nunca hubiera estado en ella. Está tan ordenada y limpia…"

La mujer le miró con humor en los ojos y una pequeña sonrisa.

"Esto es una enfermería, Potter." Dijo como si fuera obvio. "Las habitaciones se dejan así para el siguiente paciente. Usamos pociones y conjuros para eliminar cualquier rastro de la persona que ha estado ahí antes. La higiene es sumamente importante en este trabajo, ¿sabes?"

Harry se sintió muy estúpido de pronto, pero asintió.

"Sí, claro. Tiene sentido… ¿Ha dicho que Snape está en las Mazmorras?" Preguntó, cambiando de tema para no parecer aún más tonto.

"Así es. ¿Sabes dónde están sus habitaciones?"

Harry negó con la cabeza.

"Sé donde está su oficina, pero no creo que duerma ahí, ¿no?"

La señora Pomfrey sacudió la cabeza, pero le sonrió.

"No. Severus se encuentra en el otro lado. Cerca de la Sala Común de Slytherin." La mujer le miró con sospecha al verle asentir. "Aunque siendo un Gryffindor no deberías saber dónde está…"

Harry intentó parecer inocente.

"Eh… Es una historia demasiado larga. Pero sí, sé dónde está la Sala Común."

Ella soltó un largo suspiro.

"No sé ni para qué pregunto…" Se pasó una mano por el rostro con cansancio. "Las habitaciones de Severus están tras una puerta negra de madera. En un corredor a la izquierda de la Sala Común."

Harry repitió aquellas palabras en su mente durante unos segundos, memorizándolas.

"Entendido. Muchas gracias, señora Pomfrey."

Ella asintió aceptándolas.

"De nada, Potter. Si no las encuentras vuelve aquí y te ayudaré en cuanto tenga un minuto."

"Gracias, pero creo que podré manejármelas."

"De acuerdo, entonces. Que tengas un buen día, Potter."

"Usted también."

Tras asentir ante aquellas palabras, la señora Pomfrey salió de la habitación, en busca de sus otros pacientes. Harry la observó durante unos instantes, antes de partir en dirección a las Mazmorras.

Hacía tiempo que no se encontraba en aquella parte del castillo y los vellos de sus brazos se erizaron al bajar las escaleras, sintiendo el frío que reinaba en el lugar. Trató de recordar donde se encontraba la Sala Común de los Slytherin, pero habían pasado muchos años desde que Ron y él, haciéndose pasar por Crabbe y Goyle, habían entrado en ella, así que le tomó más tiempo del esperado. La entrada a la Sala Común se encontraba escondida en medio de una pared de ladrillos y, si Harry no hubiera estado prestando atención, habría pensado que aquel era un muro normal y corriente. Por suerte, al fijarse mejor, pudo ver las marcas laterales que indicaban el lugar donde la pared se retiraba, permitiendo el paso. Orgulloso de sí mismo, Harry no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción. Luego, recordando las palabras de la señora Pomfrey, se giró hacia su izquierda, buscando el corredor y la puerta de madera negra que la sanadora le había indicado. Cuando finalmente la encontró, se paró delante de ella, admirando el color oscuro de sus vetas. Pasó los dedos por el material, recorriendo las curvas de la madera y sintiendo como los vellos de sus brazos volvían a erizarse, aunque esta vez de emoción. Nunca había estado en las estancias de Snape y no podía negar que sentía una gran curiosidad al respecto. Su oficina en las mazmorras era el único lugar en el que había estado que pertenecía al profesor. Y no le traía buenos recuerdos precisamente. Esperaba que aquel lugar, el hogar de Snape al fin y al cabo, fuera diferente.

Tragando saliva, se dio cuenta de que sus manos sudaban, así que se las secó contra la tela de los pantalones. Luego, respirando hondo, levantó una mano y llamó dos veces con los nudillos, esperando respuesta.


A/N: Y hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado. Personalmente, yo estoy muy contenta de volver a escribir a Snape. Le he echado de menos :D Si tenéis tiempo os agradecería que me dierais vuestra opinión sobre qué os parecido el capítulo, o la historia en general. Es importante para mí saber que pensáis.

Bueno, eso es todo, nos vemos en la próxima actualización :) ¡Hasta pronto!