A/N: ¡Hola de nuevo! Espero que estéis bien. Siento haber tardado tanto en actualizar pero como ya dije han sido meses bastante intensos. Primero fue el aniversario de la muerte de mi madre y luego tuve que entregar la tesis y presentarla... Pero al final ha ido todo bien y conseguí graduarme ¡y con muy buena nota! Después de todo lo que ha pasado este último año la verdad es que ha sido un satisfaccion conseguirlo. Oh, además, quería decir que he conseguido un trabajo. Es a tiempo parcial mientras pienso que quiero ahcer con mi vida pero por suerte eso también me dará tiempo para escribir más. Con lo que debería actualizar un poco más seguido. ¡Esperemos!

En fin, espero que os guste este nuevo capítulo :)


Al cabo de unos segundos que a Harry se le hicieron interminables, la puerta se abrió y un Snape con el cabello despeinado y la ropa revuelta apareció delante suyo.

"¿Potter? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Ha pasado algo?"

"No, profesor, no ha pasado nada. Solo, eh… Solo quería hablar con usted."

Snape le miró, con algo de confusión en el rostro y los ojos entrecerrados, como si la luz le molestase. Harry se dio cuenta de que probablemente había estado durmiendo y se sintió culpable por haberle despertado. Pero aquel sentimiento no duró mucho ya que Snape le hizo un gesto para que entrase y se apartó a un lado. Una vez Harry hubo cruzado el umbral, la curiosidad reemplazó cualquier otro pensamiento.

Se encontraban en un pequeño pasillo con una puerta a su izquierda que estaba cerrada. Frente a él, la habitación se abría en un amplio espacio, con la cocina a un lado y el salón al otro. Harry reparó en que la paleta de colores usada era oscura pero no fría. Le recordaba a lo que había visto en la sala común de Slytherin. El negro y el verde eran predominantes, pero también había tonalidades marrones, grises, incluso azules. A Harry le pareció hogareño en cierto modo, algo que nunca habría asociado con Snape. Se había imaginado que el hombre viviría en un lugar tétrico y lúgubre, con potes llenos de ingredientes de pociones que flotaban dentro de ellos. Un lugar parecido a su oficina en las mazmorras, donde habían tenido lugar las odiadas lecciones de Occlumancia. Pero, ahora que se paraba a pensarlo, quizás aquello, junto a la capa negra y ondeante, el sarcasmo y los comentarios punzantes, había sido solo parte del personaje de Snape. De la armadura que había creado a su alrededor para ocultarse y protegerse de los demás.

"Siéntate, Potter."

Dos sofás de color oscuro separados por una mesita baja se encontraban delante de él. Uno de ellos había sido usado recientemente ya que los cojines estaban aplastados y desordenados. Harry se preguntó si Snape habría dormido en él, quizás demasiado agotado como llegar hasta la cama. Obtuvo su respuesta cuando, sin mirarle a los ojos, el hombre agitó la varita, haciendo que el sofá se ordenase en un instante. Harry no hizo ningún comentario al respecto y se limitó a sentarse en el otro, de cara a Snape.

"Potter." Empezó el Maestro de Pociones, mucho más despierto que unos segundos atrás. "Has dicho que querías hablar conmigo. Pero ¿cómo demonios has sabido donde encontrarme?" Estaba sentado en el sofá, inclinado hacia delante, con la espalda rozando levemente los cojines y las manos sobre las piernas, como si estuviera preparado para moverse en cualquier momento. Su comportamiento había cambiado. Ya no parecía desorientado, sino que observaba a Harry con curiosidad y también un deje de sospecha.

"¿Y no deberías estar en la Madriguera con los Weasley?"

Snape movió la mano que reposaba en su rodilla y que sostenía la varita. Solo unos milímetros, pero lo suficiente para apuntar a Harry directamente con ella. Para el ojo desentrenado podía parecer un gesto casual pero el chico, experto en reconocer amenazas, lo vio, y el corazón empezó a latirle con fuerza. Así, con los ojos brillando con peligrosidad, la varita apuntándole, vestido de nuevo con sus ropas negras, Snape se parecía demasiado al de antes. Demasiado a aquel mortífago que Harry había temido y odiado. Pudo sentir el peligro en el ambiente y estuvo tentado de meter la mano en el bolsillo para sacar también su varita. Pero luego vio las cicatrices en el cuello de Snape, las ojeras bajo sus ojos negros, el modo en el que la mano le temblaba sutilmente… y mantuvo su varita donde estaba. La culpabilidad le llenó por dentro y se sintió muy estúpido de pronto. Claro que Snape iba a desconfiar de él después de presentarse sin avisar delante de sus estancias y teniendo en cuenta que debía estar con los Weasley. Ambos tenían suficiente experiencia con la Poción multijugos y, aunque la guerra había acabado, todavía quedaban personas que odiaban a Snape y querrían hacerle daño.

Harry levantó las manos poco a poco.

"He ido a buscarle a la enfermería, pero su habitación estaba vacía." Dijo despacio. "Me he encontrado con la señora Pomfrey, quien me ha dicho dónde estaba y me indicado como llegar hasta aquí."

Algo se movió en el fondo de los ojos del Maestro de Pociones, pero no bajó la varita.

"Mi patronus, ¿qué animal es?"

"El mismo que mi madre." Dijo Harry sin dudarlo. "Una cierva. La vi por primera vez este invierno cuando la utilizó para darme la espada de Gryffindor."

Snape le miró durante un par de segundos más que a Harry se le hicieron interminables. Finalmente, asintió y se inclinó para apoyar la varita encima de la mesa.

Harry respiró hondo y se secó disimuladamente el sudor de las manos contra el tejido de sus pantalones.

"Perdón, profesor. Tendría que haberle avisado. Entiendo que haya pensado que no era yo."

"Sí, hubiera sido inteligente."

Harry enrojeció.

"Lo tendré en cuenta para la próxima vez." Replicó, a pesar de todo.

Snape suspiró, pero no le dijo que no habría una próxima vez, así que Harry se lo tomó como una victoria.

"Bien, Potter. Dime, ¿de qué querías hablar? Imagino que tiene que ser importante o de lo contrario no habrías venido desde la Madriguera."

Harry se mordió el labio.

"Eh… En realidad, quería contarle todo lo que ha sucedido estos últimos días. El funeral de Fred y… todo lo demás."

"Ya veo…"

Snape se recostó contra los cojines, entrelazando sus largos dedos. Harry intentó leer su expresión, pero no fue capaz y aquello le hizo sentirse muy vulnerable de pronto. Conversar con Snape en la enfermería había sido una cosa, pero era otra muy diferente hacerlo allí, en el sofá de su casa. Aquella mirada penetrante y la presencia intimidante del hombre volvían a tener todo su poder, algo que no había sucedido con Snape tumbado en su camilla y lleno de vendajes.

Harry respiró hondo y se obligó a no desviar la mirada. Se encontró con los ojos negros del hombre, aquellos que había odiado tanto. Aquellos que se habían abierto de nuevo apenas hacía una semana y que habían comenzado a verle tal y como era.

"¿Y bien?" Preguntó Snape, cuyo rostro seguía sin traicionar sus pensamientos.

Harry se aclaró la garganta, nervioso.

"Quería decirle que el funeral fue mejor de lo que me esperaba. Es decir, fue muy duro y triste, pero conseguí mantener el control sobre mí mismo. Hablar con los Weasley me ayudó mucho y, al final, fue hasta bonito estar todos juntos, apoyándonos."

Snape asintió, pero no dijo nada más y Harry desvió la mirada, intentando no demostrar su decepción. No había esperado que le dijera que estaba orgulloso de él, pero, después días muy duros, hubiera sido gratificante recibir algún tipo de reconocimiento por parte del hombre. Sin embargo, Snape seguía observándole en silencio así que Harry decidió seguir hablando, empujando hacia abajo aquellos sentimientos.

"Hablando del funeral... Quería preguntarle una cosa." Dijo, cambiando de tema. "Me sorprendió que la ceremonia fuera oficiada por un hombre del Ministerio. Era casi como un sacerdote de los funerales cristianos… Eh, para los muggles, un sacerdote es un hombre que-"

"Sé lo que es un sacerdote, Potter." Le cortó Snape. Luego se señaló a sí mismo. "Mestizo, ¿recuerdas?"

"Oh."

Harry lo hacía, aunque durante el último año había intentado olvidarlo. Después de la traición de Snape, de que éste matase a Dumbledore, había dolido pensar en el príncipe mestizo. Saber que aquel amigo invisible que le había acompañado durante su sexto año, aquel estudiante brillante con el que Harry se había sentido identificado y había llegado a admirar, era en realidad un mortífago y un asesino, había sido algo difícil de asimilar. Harry se había sentido un estúpido por haberse dejado engañar de ese modo y había ocultado aquel recuerdo en lo más hondo de su mente. Pero, ahora que sabía la verdad sobre Snape, podía ver trazas del Príncipe en él. El humor sarcástico y punzante del profesor era similar al que destilaban los comentarios escritos entre las páginas, y la inteligencia de aquel muchacho de dieciséis años solo había ido en aumento, convirtiéndose en una pieza fundamental para la derrota de Voldemort. Harry se entristeció al pensar en cómo el libro había ardido junto con la Sala de los Menesteres. Pero tener a Snape delante suyo, vivo y en carne y hueso, no solo sus palabras escritas hacía más de veinte años, significaba que el Príncipe no había desaparecido para siempre. Y que, quizás, aquella conexión que había sentido con él, tampoco.

"¿Potter?"

"¿Mm?"

"¿Sigues aquí?"

"Sí, perdón. Me he distraído durante un segundo."

"Evidentemente."

Harry suspiró. Aunque quería preguntarle sobre el Príncipe a Snape, no era eso por lo que había venido. Sabía que la paciencia del profesor era limitada y no quería agotarla antes de haberle contado todo lo sucedido durante los dos últimos días.

"Volviendo a tu pregunta…" Comenzó a explicarle Snape. "Es una cosa habitual. Hay personas que no tienen la energía para preparar todo un funeral, pero, al mismo tiempo, quieren despedirse en condiciones. De modo que el Ministerio pone a su disposición a estos magos."

Harry asintió.

"Tiene sentido, aunque debe de ser un trabajo un poco deprimente…"

"No solo se encargan de funerales, Potter. Los magos vivimos más que los muggles y nuestros números son mucho menores. No les saldría a cuenta trabajar solo de eso. Así que, mientras les paguen, llevarán a cabo cualquier ceremonia que uno necesite." Repuso Snape con su habitual tono sarcástico. "Pueden oficiar matrimonios, fiestas de cumpleaños o incluso presentar a recién nacidos en sociedad. Esto último suelen hacerlo las familias ricas de sangre pura."

Harry escuchaba con atención, admirando la cantidad de cosas que no sabía sobre el mundo mágico.

"Cuando tienen un bebé," continuó Snape, "invitan a la mitad de la población mágica a una gran fiesta. Siendo honestos, más que honrar al crío lo que quieren es una ocasión para pavonearse de su estatus económico y social." Suspiró. "Aunque ese siempre es el caso con familias así…"

Harry vio el cambio en la expresión de Snape. El hombre hablaba desde la experiencia. Era consciente de que no debería presionar al respecto, pero le pudo la curiosidad y preguntó:

"¿Los Malfoy hicieron algo así cuando nació Draco?"

La mirada de Snape se endureció, confirmando a Harry que aquel era un tema espinoso.

"Sí, algo así…" Fue todo lo que dijo, pero su rostro reflejaba una sombra de melancolía. Luego parpadeó y transformó aquella emoción en aburrimiento e indiferencia, dejando a Harry fascinado. La capacidad que tenía Snape de controlar sus emociones y de decidir lo que él quería mostrar a los demás era realmente asombrosa. "Pero nos estamos desviando del tema, Potter. El funeral."

"Sí, el funeral." Repitió Harry.

"Hay algo que no me has contado… ¿Utilizaste la Piedra al final?"

Harry asintió.

"Sí, la usé. Pero antes de hacer nada les expliqué mi plan a Ron y a Hermione. Necesitaba saber que a ellos también les parecía una buena idea… Y, bueno, estuvieron de acuerdo. Así que una vez acabó la ceremonia y todos los invitados se fueron, hablamos con los demás Weasley."

Snape se recostó contra los cojines del sofá.

"¿Cómo fue?"

Harry suspiró, recordando lo sucedido el día anterior.

"Pues no fue fácil… Al principio les costó creernos. Y, una vez lo hicieron, se asustaron, claro. No les culpo, porque yo fui el primero que quiso dejarles claro lo peligrosa que era la Piedra. Y lo difícil que iba a ser dejar marchar a Fred de nuevo." Harry tragó saliva. "Pero, al final, decidieron usarla y… Y lo hicimos. Pudimos hablar con él y despedirnos."

La mirada de Harry se clavó en la mesita frente a él, mientras los recuerdos aparecían en su mente. Con voz temblorosa, explicó a Snape lo sucedido la noche anterior, aunque no entró en detalles, ya que ellos formaban parte de la intimidad de los Weasley y la suya. Una vez terminó, parpadeó lentamente, intentando regresar a la realidad. Sus ojos enfocaron un objeto que descansaba sobre la mesa. Parecía un álbum de fotos.

"Sigue pareciéndome totalmente inverosímil que exista un objeto así." Repuso Snape sacándole de sus pensamientos. "Y que Albus decidiera entregártelo sin más."

"Le he dicho la verdad." Replicó Harry, algo molesto.

"Sé que no te inventarías algo tan importante, Potter. Pero me pregunto en qué estaría pensando cuando decidió cargar a un crío con este peso."

"¿Un crío?" Harry sintió la rabia latiendo en su interior. "Dejé de serlo el día en el que empecé a formar parte de esa estúpida profecía. El día en el que Voldemort decidió que me quería muerto."

"Potter, no estoy diciendo que-"

"Puede que sea joven pero no soy idiota. Sé la responsabilidad que conlleva usar la Piedra, ¿de acuerdo?"

"Yo no he dicho lo contrario." Dijo Snape apretando los dientes. "Y estoy seguro de que crees que has ayudado a los Weasley. Pero, al mismo tiempo, tienes que pensar si remover todo otra vez no les habrá hecho más daño."

Aquellas palabras pusieron a Harry todavía más a la defensiva.

"Hubiera sido peor no hacerlo. Ya le he dicho que les ayudó mucho. Fue evidente. Pudimos despedimos y hablar de cosas que quedaban por decir. Además, ¿a qué viene todo esto? Cuando le pedí consejo hace dos días usted me dijo que confiaba en mi criterio. Que si Dumbledore me había dado la Piedra era por algo."

Snape desvió la mirada.

"Simplemente he tenido tiempo para reflexionar y…"

"¿Reflexionar? No. Lo que yo creo es que me ha vuelto a ver cómo me veía antes. Y por eso, pensar que Dumbledore confió en mí, le molesta." Harry sacudió la cabeza. "Sí, seguro que estos días que no he estado aquí ha aprovechado para volver a detestarme. Debe de haber sido muy sencillo para usted."

"Estás equivocado, Potter." Dijo Snape, aunque Harry no le creyó. "Cuando me preguntaste al respecto, consideré adecuado que usaras la Piedra porque sinceramente creí que podría ayudar a los Weasley. Pero, ahora, después de escuchar todo lo que me has contado y de pensarlo en frío, creo que no debería ser tu decisión la que permita a alguien despedirse de sus seres queridos o no. Me parece que es demasiada responsabilidad para cualquier persona. Pero especialmente para un chico de diecisiete años."

"No estoy de acuerdo." Dijo Harry con frialdad. "Después de hablar con los Weasley y ver en qué estado estaban… fue una decisión muy sencilla. Y, si de mí dependiera, todo el mundo tendría la oportunidad de hacerlo. De poder despedirse."

"¿Todo el mundo?" Se mofó Snape. "¿Es eso lo que estás planteando hacer con tu vida, Potter? ¿Deambular por la Tierra durante los próximos cien años? ¿Usando la Piedra con cada persona que ha perdido a alguien?"

La rabia llenó el pecho de Harry. Hacía tiempo que Snape no se burlaba así de él. Antes lo hubiera ignorado, sin darle demasiada importancia. Pero ahora le dolía, y aquello, el hecho de que Snape podía afectarle de aquel modo, le hizo enfadarse todavía más. Especialmente consigo mismo.

"¿Y a usted qué le importa si es lo que quiero hacer? No lo había pensado, pero... ¡Quizás sí! Quizás es ese mi propósito. Ayudar a la gente a lidiar con sus pérdidas. Sería algo muy noble. Y, tal vez… ¡Tal vez así tendría algún sentido haber vuelto!"

"¿Muy noble?" Repitió Snape con una pequeña sonrisa, pero sin humor. "No sería noble, Potter. Sería estúpido. Y un desperdicio. No tienes que malgastar tu vida cargando con el peso del dolor de los demás. No es culpa tuya que la gente muera."

"Yo no he dicho que-"

"No hace falta. Es evidente que te sientes culpable por todo lo que ha pasado."

"¿Cómo no hacerlo?" Bufó Harry. "¿Acaso usted no sintió culpabilidad cuando mi madre murió?" La tensión en el ambiente había aumentado considerablemente, pero a Harry le dio igual. "Claro que lo hizo. Si incluso le dijo a Dumbledore que desearía haber muerto."

"Potter." Le advirtió Snape, pronunciando cada palabra lentamente. "Estás entrando en terreno muy resbaladizo."

Se observaron el uno al otro durante unos segundos, mientras Harry intentaba decidir qué hacer. Una parte de él quería levantarse e irse, alejarse de Snape y sus comentarios que siempre daban en el blanco. La otra quería lanzarle de vuelta palabras hirientes, pero ciertas. Decirle que quizás, si él usase la Piedra para hablar con Lily, podría dejar atrás gran parte de su culpabilidad y empezar a avanzar. Dejar de estar anclado en el pasado y no vivir para siempre amargado e infeliz. Pero Harry no hizo ninguna de esas cosas, se limitó a mirar a Snape, con el corazón latiéndole con fuerza y la rabia palpitando en sus sienes.

Finalmente, Snape suspiró, y el brillo de peligrosidad en sus ojos se desvaneció, dejando solo el cansancio en ellos.

"Potter… No tengo energía para esto, ¿de acuerdo? Volvamos… Volvamos hacia atrás un segundo."

Aquello pilló a Harry por sorpresa, provocando que su enfado se desvaneciera sin darse cuenta. Se quedó mirando a Snape, quien, al ver que no decía nada, continuó hablando.

"Bien. Has dicho que… Que ayudar a la gente podría darle sentido a haber vuelto."

Harry suspiró. Esperaba que a Snape se le hubiera pasado aquella frase.

"Sí…"

"Explícate."

"No es importante…"

"Potter. No vamos a hacer este juego en el que yo te pregunto y tú intentas no responder. Dilo y basta."

"Oh, por Merlín. ¡Está bien!" Dijo Harry, esperando que, si decía la verdad, Snape le dejaría en paz. "El día de la Batalla, cuándo Voldemort me lanzó el Avada Kedavra y mató la parte de él que vivía en mí… También pudo haberme matado. Pero escogí volver."

"¿Qué quieres decir con que 'escogiste'?"

"Quiero decir que tuve que tomar una decisión." Harry suspiró y, sin saber por qué, empezó a contarle a Snape algo que ni siquiera Ron y Hermione sabían. "Puede parecer una locura, pero en el momento en el que la maldición me dio… Me desperté en un lugar diferente. En una especie de estación de tren. Solo que estaba mucho más limpia que cualquiera que haya visto en mi vida." Repuso, recordando la sensación de calma que había reinado ahí.

"¿Quieres decir que viste el cielo?" Preguntó Snape con sarcasmo, aunque había interés en sus ojos.

"No. Era más bien un punto intermedio. Sé cómo suena ¿de acuerdo?" Soltó Harry, antes de que el hombre pudiera decir nada. "Y yo también pensé que me lo había imaginado… Pero Dumbledore estaba ahí. Y me dijo que podía tomar un tren. Ir hacia delante. O volver. Regresar a la vida y enfrentarme a Voldemort y a todo lo que quedaba aquí."

Snape siguió mirándole, aunque no dijo nada. Harry sabía que aquel era uno de los trucos que el hombre usaba para que él siguiera hablando, pero aun así no pudo evitarlo y continuó explicando lo ocurrido.

"Cómo he dicho antes, sé lo que parece. Pero no me lo he imaginado. Dumbledore era demasiado real, y sabía cosas que yo no. Y además… Fred me dijo algo ayer. Algo que solo podría saber alguien que ha estado ahí. Que ha hablado con Dumbledore. Me dijo que…" Harry tragó saliva, emocionado. Sin importarle, de pronto, que Snape le viera así. "Que fui muy valiente al decidir volver. Y que, aunque el camino a seguir no va a ser fácil y quizás en algún momento me arrepentiré de haber vuelto, me prometió que al final merecerá la pena seguir aquí."

El silencio cayó sobre la habitación y esta vez Harry no hizo nada para romperlo. Se limitó a observar aquel objeto encima de la mesa que parecía un álbum de fotos, mientras Snape le miraba a él.

"Merlín, Potter…" Suspiró. "Quien diría que morir iba a convertir a un gemelo Weasley en una fuente de sabiduría."

"George dijo algo parecido" Sonrió Harry sin enfadarse. Sabía que Snape estaba tratando de controlar la conversación, devolviéndola a un terreno en el que se sentía más cómodo. "Pero su 'sabiduría' no se acabó allí." Continuó el chico. "También nos dijo que nos necesitábamos los unos a los otros. Y que nos cuidásemos entre todos. Puede parecer obvio, pero desde la Batalla ha habido momentos en los que quería estar solo. En los que no quería volver a ver a nadie nunca más."

No quiero que acabes como yo, le había dicho Snape un par de días atrás. Y Harry le había prometido que no lo haría. Las palabras resonaron en su mente y, sin saber cómo, se unieron a lo dicho por Fred la noche anterior, formando una idea en su cabeza. Juntando las piezas de un rompecabezas que ni siquiera sabía que existía.

"Es normal, Potter. Seguro que a tus amigos les ha pasado algo similar."

"Hay algo más." Añadió Harry, mientras aquel puzle tomaba forma. "Fred nos dijo que tendríamos que encontrar nuestro propósito. Algo que nos ayudase a continuar. Incluso a ser felices."

"Mm…" Murmuró Snape.

"El caso es que creo que sé que podría ser. No ir por todo el mundo usando la Piedra…" Dijo, recordándole a Snape sus propias palabras. "Pero algo parecido. Mi propósito podría ser cuidar de la gente importante para mí. Ayudarles en lo que pueda y asegurarme de que están bien.

Con emoción en la mirada, Harry se metió la mano en el bolsillo y sacó una piedrecita negra.

"Y si he de usar la Piedra para conseguirlo, entonces adelante. Es una cosa que solo yo puedo ofrecer. Y ya he visto que puede ayudar mucho."

Snape le observó, a él y a la Piedra, atando cabos.

"Potter."

"Si usted quisiera, podríamos usarla."

"Potter." Repitió Snape, esta vez con más firmeza. Ignorando el hecho de que, al ofrecerle usar la Reliquia, Harry le había incluido en el grupo de personas importantes para él.

"Con esto podría hablar con Dumbledore, señor. ¡Incluso con mi madre! Estoy seguro de que le ayudaría."

"No necesito tu ayuda ni tu caridad, Potter." La voz de Snape, así como su expresión, se habían endurecido.

"No es-"

"¿Es por eso por lo que has venido a verme?" La voz de Snape era suave y peligrosa. "¿Para intentar 'ayudarme'?"

"No. No había pensado en ello hasta ahora. Pero tiene sentido. Y después de ver como reaccionaron los Weasley todavía más."

"No." Dijo Snape, tajante. "No lo tiene. Los muertos lo seguirán estando. Y hablar con una pobre imitación de ellos no va a cambiar nada."

"Pero-"

"No voy a hacerlo, Potter." Snape había alzado el volumen, y le miraba desde el otro sofá muy serio. La vena de su frente latiendo peligrosamente. "Y todavía menos contigo delante."

Aquello le dolió y Harry tuvo que respirar hondo varias veces antes de decir:

"Me dijo que no quería que acabase como usted. Me hizo prometerle que no lo haría, que no me convertiría en alguien amargado y anclado en el pasado. Pero usted tampoco tiene que hacerlo. Sigue aquí. Sigue vivo. Y Voldemort ya no está. Tiene una segunda oportunidad. Puede cambiar las cosas. Encontrar un nuevo propósito."

Por un momento, pareció que aquellas palabras habían surgido efecto en Snape, ya que la tensión y el enfado en su rostro disminuyeron visiblemente. Pero, en cuanto Harry pronuncio la última frase, éstas volvieron a llenar las facciones del Maestro de Pociones.

"No es responsabilidad tuya preocuparte de lo que yo haga con mi vida, Potter. Y, sinceramente, no quiero que lo hagas. ¿Qué más te da si sigo así para siempre? ¿Por qué te importa tanto lo que me pase?"

"¿Por qué me importa a mí?" Preguntó Harry con incredulidad. "Usted es quién me ha mantenido con vida durante años, poniéndose en peligro y arriesgándolo todo para conseguirlo."

"No es lo mismo y lo sabes, Potter, yo-"

"Y ahora" continuó Harry, cortándole, "incluso después de la Guerra y de que Voldemort ya no esté… Me ha ayudado a lidiar con todo esto. Algo que no tendría que haber hecho."

"No es lo mismo." Volvió a decir Snape. "Sabes que hice una promesa. Se lo debo a tu madre y-"

"¡Y yo se lo debo a usted!" Exclamó Harry, perdiendo la paciencia. "Después de todo lo que ha hecho no puedo-"

"Precisamente por todo lo que he hecho." Replicó Snape. "Si de verdad crees que tu propósito es ayudar a los demás, usando la Piedra o cómo consideres… Entonces hazlo. Pero a mí mantenme al margen."

Harry observó el rostro de Snape, sus ojos negros que querían mostrar indiferencia, pero que estaban llenos de rabia. Harry no sabía si hacia él o hacía el propio Snape. ¿De verdad quería que le dejase en paz? ¿O simplemente no se sentía merecedor de recibir ayuda? ¿De avanzar? ¿De ser perdonado por sus errores?

"No quiero mantenerle al margen." Dijo Harry. "Si no quiere usar la Piedra, de acuerdo. Es su decisión. Pero no voy a desaparecer. Y voy a seguir intentando ayudarle."

Snape se llevó las manos a las sienes, cubriendo parte de su rostro, sin duda empezando a sentir dolor de cabeza.

"¿Y si yo no quiero que lo hagas? ¿Es tan difícil de entender que quizás quiera estar tranquilo después de todo?"

Harry frunció el ceño. Sabía que Snape estaba intentando manipularle, pero no iba a ponérselo tan fácil.

"No. Eso puedo entenderlo perfectamente. Pero puede estar tranquilo sin necesidad de encerrarse al mundo y a los demás."

"Oh, ¿así que eso es lo que has intentado conseguir viniendo hoy aquí? ¿Abrirme a lo que está sucediendo más allá de los muros de Hogwarts? Ahórratelo, Potter." Escupió Snape, con una de sus clásicas muecas de desprecio. "Has venido porque querías llevarte una palmadita en la espalda. Querías oír un 'bien hecho', y así sentir que haber puesto en peligro a los Weasley ha merecido la pena."

El corazón de Harry comenzó a latir con más fuerza todavía, avivado por la rabia que aquellas palabras le estaban haciendo sentir. Pero no era solo ira lo que notaba en lo más profundo de su pecho, sino también tristeza y una sensación de estar siendo traicionado por Snape. Harry pensaba que lo que habían construido era algo especial; pasar de ser enemigos a conseguir una tregua y, finalmente, una especie de amistad. Pero Snape lo estaba tirando todo por la borda para que Harry se enfadase con él y lo dejase en paz. Y todo porque era un tozudo y un amargado que prefería estar solo para siempre, en vez de arriesgarse a intentar sanar sus heridas. Harry respiró profundamente, cortando aquel pensamiento antes de que se formase completamente, y maldiciendo a Snape al darse cuenta de que el plan del hombre estaba funcionando.

"No." Dijo Harry con firmeza. "No es eso por lo que estoy aquí y usted lo sabe. He venido por dos motivos. El primero, es que quería hablar con usted; saber su opinión sobre lo ocurrido. Y sí, quizás unas palabras de apoyo hubieran estado bien… Pero no era eso lo que buscaba. Y el segundo," continuó Harry, "es que tenía que informarle de algo importante. Estaba esperando el momento justo para decírselo, pero en fin…" Cerró los ojos con cansancio. "Nos ha llegado una carta de Andrómeda invitándonos al funeral de Remus y Tonks que será mañana. Y, bueno… Había pensado que podría venir usted también con nosotros. Ahora que lo digo en voz alta y teniendo en cuenta su reacción anterior… No creo que quiera hacerlo… Pero estoy seguro de que podría ayudarle. Y, si no lo va a hacer por eso, al menos venga a despedirse de Remus y de Tonks. He visto sus recuerdos y sé que les respetaba y que no quería que murieran."

La voz de Harry se apagó y fue entonces cuando el chico se dio cuenta de lo exhausto que estaba. No era sencillo controlar sus emociones, intentar no caer en la trampa de Snape, poner en palabras lo que pensaba y tratar de convencer al hombre, todo al mismo tiempo.

Pero Snape no apreció su esfuerzo ni su discurso. Poco a poco, apartó las manos de su rostro y Harry casi prefirió que no lo hiciera. La expresión de rabia en él destrozó cualquier esperanza que el chico albergaba todavía de convencerle.

"¿Se puede saber quién te has creído que eres? ¿Cómo te permites venir aquí, a mi casa, a decirme como tengo que vivir mi vida? ¿A intentar manipularme para que haga lo que tú consideras que es mejor para mí? ¿Quién te crees que soy? ¿Tu pequeño experimento? ¿Tu proyecto benéfico?"

Harry no podía creer lo que estaba oyendo. Se había imaginado algo de reticencia por parte de Snape, que se pusiera a la defensiva. Pero aquella reacción era completamente desmesurada.

"'Oh, salvemos al malvado exmortífago," continuó Snape, imitándole con malicia, "así mis errores quedarán perdonados y podré por fin dejar de sentirme culpable por todas las personas que han muerto'".

"Pero ¡¿qué está diciendo?!" Harry había recuperado la voz. "Me ha quedado claro que no quiere venir, ¿de acuerdo? No hace falta que sea tan cruel, solo estaba intentando ayudarle y-"

"Oh, pero ese es precisamente el problema, ¿eh, Potter?" Siguió diciendo Snape con ensañamiento. "Tu solo intentas ayudar, ¿no es cierto? Igual que cuando quisiste salvar a Black en el Ministerio y, ¿cómo acabó eso? O cuando viniste a Hogwarts para seguir el plan de Dumbledore y trajiste la Batalla más sangrienta que se recuerda en este castillo. Al final del día está claro que solo eres un crío y no tienes ni idea de nada. Pero tus actos tienen consecuencias."

"¡Ya sé que tienen consecuencias!" Replicó Harry con rabia, sin poder creer que Snape le estuviera diciendo todo aquello. "Por eso estoy intentando enmendar mis errores. O al menos intentar arreglar las pocas cosas que todavía puedo. ¡Y eso le incluye a usted! No entiendo por qué está poniendo todo tan difícil. Y por qué está diciendo todas estas cosas horribles. Pensé que-"

"¿Qué es lo que pensaste? ¿Que éramos amigos? ¿Que después de toda nuestra historia podrías venir cada domingo a tomar el té y hablaríamos de la vida y nos contaríamos nuestros problemas?" Snape bufó, mostrando lo que pensaba al respecto. "Pues estabas equivocado, Potter. Si te ayudé cuando lo hice, fue para que no tirases por la borda casi veinte años manteniéndote con vida. Nada más. Y ahora que tienes a los Weasley y a toda esa gente 'importante' para ti… Ya no me necesitas. Mi propósito ha acabado. Así que haz lo que tus amiguitos deberían haber hecho cuando me encontraron en la Casa de los Gritos: déjame en paz."

"¡Basta!" Gritó Harry sin poder aguantarlo más. "¡¿Por qué está haciendo todo esto?!"

Hubo un momento de silencio, en el que Snape pareció recuperar la cordura. Por un instante, Harry creyó que el hombre se disculparía, que reconocería que se había pasado de la raya y que realmente no pensaba todas aquellas cosas. Pero aquel segundo pasó y el rostro de Snape se llenó de malicia.

"Oh, pero esto es conmovedor, Potter…" Dijo con un desprecio que le heló la sangre.

"Qué… ¿Qué quiere decir?"

"Ahora lo veo claro, Potter. Lo qué estabas buscando, todos estos días que has venido a hablar conmigo. No querías enmendar tus errores, no. Sino algo mucho más triste. Mucho más… patético." Sonrió Snape, provocando que el vello de los brazos de Harry se erizase. "Ese horrible vacío que dejó Black al morir, que dejó Lupin… Incluso tu padre… Estás buscando desesperadamente a alguien que pueda llenarlo…" Sus labios se curvaron en una falsa mueca de simpatía y entonces Snape soltó aquello en lo que Harry ni siquiera había pensado, pero que supo, en cuanto lo oyó, que era cierto. "¿Qué crees que diría el pobre James Potter al ver que su propio hijo estaba pensando en mí para ocupar ese lugar?"

Harry se quedó sin aliento, mientras aquellas palabras le atravesaban como puñales. El Snape de la enfermería, paciente y sabio, que tanto le había ayudado, acababa de atacarle donde más le dolía, usando la información que, sin darse cuenta, el propio Harry le había proporcionado. Aquello tenía que ser una pesadilla. No podía estar sucediendo. No podía ser que Snape hubiera vuelto a ser el de antes. Incluso peor, se dio cuenta Harry, porqué el profesor se había convertido en parte de su vida y, donde antes solo hubiera habido rabia, ahora se había formado un agujero lleno de tristeza y confusión. Perderle de aquel modo, dolía mucho más que si el propio Snape le hubiera lanzado la maldición Cruciatus.

Con los ojos llenos de lágrimas, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no derramarlas, Harry se levantó del sofá. Empujando la tristeza a un lado para no derrumbarse y no darle aquella satisfacción, miró a Snape con todo el odio que sentía en aquel momento. Con los latidos de su corazón en las sienes, las manos apretadas en puños y respirando entrecortadamente, intentó herir a Snape del mismo modo que él le había herido. En voz baja pero clara, le dijo:

"Tiene razón. Ron y Hermione deberían haberle dejado en la Casa de los Gritos. Nos hubieran hecho un favor a todos."

Luego, sin mirarle a los ojos, recorrió a grandes zancadas la distancia hasta la puerta. La abrió de golpe y salió de aquel lugar, dando un portazo tras de sí. Caminó sin saber hacia dónde, intentando alejarse de Snape y de sus palabras. Cuando estuvo a suficiente distancia, se apoyó contra la pared, intentando respirar. Podía sentir la rabia y la tristeza subiendo por su estómago y llegando hasta su garganta, provocándole nauseas. Intentando no vomitar ni dejar escapar las lágrimas, Harry respiró hondo. Pero los recuerdos de lo que acababa de ocurrir llenaban su cabeza y el muchacho, sin poderlo evitar, soltó un grito de frustración dándole una patada a la pared oscura de las mazmorras, poniendo toda su ira en aquel gesto. Después, con el pie adolorido, se sentó contra el suelo, apoyando la espalda contra el muro. La humedad comenzó a correr por sus mejillas y sus hombros temblaron con la fuerza de sus sollozos, mientras Harry yacía en medio de las mazmorras, llorando y agotando así las pocas energías que le quedaban.

Los minutos pasaron hasta que, sin saber cuánto tiempo había pasado, las lágrimas se detuvieron. Harry se obligó entonces a apartar a Snape de su mente y a pensar solo en la Madriguera, y en las personas que quería que le esperaban ahí. Luego, con esfuerzo, se levantó y arrastró sus piernas por el castillo. Cuando finalmente consiguió llegar a los terrenos de Hogwarts, el aire fresco y el Sol que brillaba en el cielo le ayudaron a respirar. Harry se tomó dos minutos bajo aquel color azul, siendo reconfortado por el suave calor de los rayos en su piel. Poco a poco, su agitado corazón se calmó un tanto y obtuvo la fuerza suficiente para seguir caminando. Cuando llegó a la puerta de entrada, que marcaba el límite de los hechizos anti-Aparición, respiró hondo y, con el dorso de la mano, removió las lágrimas secas de sus mejillas. Se dio cuenta de que la rabia había dado paso a la pena, la confusión y la decepción. Harry no entendía que había sucedido. Todo parecía estar yendo bien. ¿De verdad la idea de ser ayudado por él era una cosa tan horrible? ¿Por qué Snape prefería hacerle daño a aceptar que otra persona se preocupaba por él? ¿A admitir que podía tener una segunda oportunidad y ser feliz? Y en cuanto a lo de llenar el hueco dejado por su padre… Harry se estremeció, no queriendo pensar en ello. Se abrazó a sí mismo, sintiendo frío de pronto. El Solo ya no parecía calentar como antes.

"Vamos, Harry…" Se dijo el chico. "La Madriguera. Ron y Hermione estarán ahí. Y también Ginny y los demás. Todo va a ir bien."

Se lo repitió en voz baja un par de veces hasta conseguir recuperar el control sobre sí mismo. Luego cerró los ojos y, con un sonoro chasquido, desapareció de Hogwarts.

Ignoraba que, en lo más profundo del Castillo, un antiguo mortífago experimentaba un torbellino de emociones, mientras en su interior distintas partes de sí mismo luchaban por hacerse con el control. A pesar de ello, el rostro del hombre permanecía impasible, y su mirada estaba clavada en un sofá frente a él, donde minutos antes se encontraba un chico de cabello negro y ojos verdes.


A/N: Lo sé, lo sé. Ha sido un capítulo muy intenso y siento dejaros con así a mitad, pero intentaré actualizar lo antes posible. Por otro lado espero que haya tenido sentido la reacción de Snape. Por favor, decidme si ha sido así o no. Tenía que pillar un poco por sorpresa (como le ha pasado a Harry) pero no demasiado. Así que por favor decidme qué os ha parecido :) ¡Gracias! Oh y os prometo que las cosas mejorarán. No quiero hacer spoilers pero mi historia no va a tener un final triste. ¡Lo prometo!

Bueno, nos vemos en el próximo capítulo. Hasta entonces :)